La imaginación, la competencia, la literatura y la política
fueron algunos de los temas que los escritores Paul Auster y J.M.
Coetzee desarrollaron por correo, publicaron en el libro "Aquí y ahora" y
esta tarde le pusieron voz en la Feria Internacional del Libro de
Buenos Aires, frente a más de mil personas que escucharon atentas este
intercambio entre dos de los más destacados autores mundiales.
En una sala Jorge Luis Borges colmada, Paul Auster y J.M. Coetzee
interpretaron fragmentos de las cartas que se enviaron entre 2008 y
2011, como parte de un proyecto en común (publicado por Anagrama &
Mondadori) -en el que "podamos sacarnos chispas el uno al otro", tal
como le dijo el sudafricano al norteamericano.
Desde temprano, los lectores argentinos hicieron fila para ser parte
del encuentro con estos dos renombrados autores de la escena
internacional: más de 900 estuvieron presentes en la sala, mientras
otros 600 se dieron cita sentados sobre el pasto del patio del predio de
la Rural, donde se proyectaba la conferencia en una pantalla al aire
libre.
La apertura del encuentro la hizo Carlos Ruta, rector de la
Universidad de San Martín, institución que los trajo como invitados a
través del programa Lectura Mundi y que mañana los nombrará Honoris
Causa.
Tras eso, hubo una breve intervención a cargo de la directora de la Fundación El Libro, Gabriela Adamo.
De traje, sin corbata, y puntuales, ambos subieron al escenario
abrazados por una ovación de aplausos: "Vamos a leer extractos de
nuestro libro", avisó Auster antes de ponerle cuerpo a la lectura de las
cartas que le envió a su compañero en Australia, Coetzee.
Algunos deslices técnicos interrumpieron la lectura del autor de "La
invención de la soledad", que con un tono cargado de humor y los ojos
bien abiertos miró al público y disparó: "esto parece una película de
ciencia ficción de la década del 50, vienen los platos voladores" en
referencia a un problema de sonido, que rápidamente fue solucionado,
luego de que Auster tomara las riendas del asunto.
Ya relajados, pero de semblante serio, arrancaron la tarde con la
lectura de una carta de fines de 2008 donde Paul le cuenta a John sus
infortunados y demasiado casuales encuentros con el actor Charlton
Heston, al frente de la Asociación Nacional de Rifles.
"En poesía, las connotaciones de las palabras -las acumulaciones de significado cultural que las rodean- sí importan".
"¿Cómo debo interpretar esto, te pasan a ti estas cosas?", le preguntó a media sonrisa, sin mirarlo.
La segunda carta -o fragmento- le tocó al autor de "Desgracia", quien
con voz grave e impuesta retomó la estudiada escena que vienen de hacer
en Santiago de Chile.
El tema, ahora, era la competencia, y Coetzee leyó la misiva del 6 de abril de 2009.
"Lo que yo asocio con la competición no es placer en absoluto, sino
un estado de posesión en el que la mente se ofusca en una única meta
absurda: derrotar a un desconocido por el que no sientes ningún interés
(...) No me gustan las formas del deporte que imitan fielmente a la
guerra (...) la derrota es algo vergonzoso y por tanto imponerla también
es vergonzoso".
Sin alternarse, el Premio Nobel de Literatura en 2003 continuó con
una de las cartas más interesantes, donde reflexiona sobre los nombres y
los arbitrarios significantes.
"En poesía, las connotaciones de las palabras -las acumulaciones de significado cultural que las rodean- sí importan", subrayó.
En este punto del encuentro, no se saltearon los temas, siguieron
parejos y Auster contestó sobre los momentos, lugares y personas que le
sobrevienen con sólo evocar un nombre o un número.
"Los números cuentan historias, y detrás de la blanca pared de su
anonimato son tan evocadores y están tan llenos de vida como los Campos
Elíseos de París", contó.
El afable Auster relató: "me he pasado la vida explorando mi propio
nombre, mi gran esperanza es nacer de nuevo en la piel de indio
americano. Paul: en latín, pequeño, humilde. Auster: en latín, viento
del Sur: un viejo eufemismo norteamericano que designa un bocinazo
rectal. Volveré a este llevando el orgulloso y enteramente apropiado
nombre de Pequeña Ventosidad".
Y siguió, ahora anclado en lo estrictamente literario. "El hecho de
escribir una novela se genera desde dentro, y no me imagino cómo podría
un autor apropiarse de la vida de un desconocido (...) Estoy contigo:
inventarse los personajes desde cero es más auténtico".
"Otro aspecto de escribir novelas (y de leerlas) es la cuestión
espacial. Como lector, a veces me cuesta trabajo situar la acción,
entender la geografía. Eso puede que tenga que ver con una pobre
imaginación visual (...) cada lector hace una lectura diferente de la de
cualquier otro lector de ese mismo libro", leyó Auster.
Coetzee, al respecto, dijo "Lo que sí parece que tengo, en lugar de
imaginación visual, es lo que yo llamo vagamente un aura o una
tonalidad. Cuando mi mente regresa a un libro en concreto que conozco,
da la impresión de que me evoca un aura única, que no puedo expresar con
palabras sin reescribir el libro entero".
"Escribir -siguió el sudafricano- es una cuestión de dar y dar sin
parar, sin respiro", mientras en otra carta, ya entrada la noche,
escribió y leyó en vivo inglés sobre el sentido de las revoluciones -la
euforia de las calles de Trípoli-, la juventud y los "días de gloria".
"Tal vez ese sea el sentido de las revoluciones, (...) lo único que
hay que esperar de ellas: un par de semanas de libertad, de regocijarse
en la propia fuerza y belleza, antes que los viejos canosos reafirmen su
control y la vida regrese a la normalidad. El mundo sigue enviándonos
sorpresas. Y nosotros seguimos aprendiendo".
Una vez terminada la charla, la gente salió corriendo por los
pasillos para acercarse a una carpa blanca sobre la calle Sarmiento
donde los autores firmaban ejemplares. Más de 1.500 lectores que primero
hicieron fila para escucharlos y, después, para tener su firma en los
libros, revelaron el fervor que ambos despiertan entre los argentinos.