El hombre que se negó a odiar


Por Héctor D´ Amico

La mayor enseñanza que le dejaron a Nelson Mandela los veintisiete años que pasó en las cárceles del apartheid , custodiado por guardias que, al igual que los de Dachau o Auschwitz, se empecinaban en rebajar la identidad del prisionero hasta convertirla en un número -el suyo era el 46664-, es que no hay verbo más difícil de conjugar en política, sobre todo en el campo de los derechos humanos, que el verbo reconciliar.

Aprendida en circunstancias brutales, esta lección no sólo modificó la percepción que el propio Mandela tenía acerca de los abrumadores conflictos sociales de su país y de sus posibles soluciones, sino que, con el tiempo, dejó una huella profunda en la transformación contemporánea de Sudáfrica. Fue un cambio de mirada que modificó la historia de una nación.

Ocurrió a comienzos de la década del setenta, cuando el prisionero más famoso del siglo XX empezaba a ser considerado seriamente el hombre que podía liderar una estrategia de largo plazo para terminar con la dictadura de una minoría blanca, en un país donde más del noventa por ciento de los habitantes era, y sigue siendo, negro, mestizo o descendiente de indios y malayos.

Con humilde sabiduría, innato conocimiento de los mecanismos que mueven la historia, paciencia y un coraje sin límites para defender sus convicciones, Mandela ya ocupaba un lugar destacado, junto con Albert Luthuli, Oliver Tambo y Walter Sisulu, como uno de los líderes más carismáticos del Consejo Nacional Africano (CNA), principal alianza de oposición al gobierno. Condenado a prisión perpetua por organizar protestas callejeras en contra de la llamada ley del pase, que prohibía el desplazamiento de los habitantes negros desde zonas rurales a las ciudades, y en contra de la ley de nativos, que impedía que éstos compraran o alquilaran tierras que eran propiedad de los blancos, se convirtió ante el mundo en la cara visible del sometimiento de millones de africanos.

Mandela no consideró nunca el encierro como otro de los tantos castigos arbitrarios impuestos a un hombre negro para recordarle cuál era su lugar en el apartheid . Por el contrario, lo aceptó como un martirio que debía fortalecerlos a él y a su causa. En una reciente entrevista con la BBC, poco antes de cumplir 89 años, lo explicó de este modo: "No importa cómo me vean o me describan los otros, soy sólo un hombre común que tuvo que hacer cosas extraordinarias impulsado por situaciones extremas".

El entusiasmo pasajero que había sentido por los métodos violentos contra el gobierno, sobre todo después de la llamada masacre de Sharpville, en la que sesenta y ocho manifestantes que protestaban contra los pases obligatorios fueron muertos a tiros por la policía y otros ciento ochenta resultaron con graves heridas, dio lugar a un discurso reflexivo, conciliador, que muchos de sus compañeros de lucha en un primer momento no comprendieron, y otros tantos no estaban dispuestos a tolerar.

Su frase más resistida fue: "El enemigo no son los blancos, es el apartheid ". Albertina Sisula, una de las activistas más respetadas del CNA, especuló con la posibilidad de que Mandela hubiera perdido la razón debido a las condiciones inhumanas de su encierro y respondió: "Jamás podremos reconciliarnos con criminales que asesinaron a nuestros hijos, que torturaron y eliminaron a prisioneros en la cárcel".

La tensión racial, los sabotajes urbanos, los ataques nocturnos a los granjeros y a sus familias, los asesinatos y las violentas redadas de las fuerzas de seguridad, con detenciones clandestinas seguidas de tortura, crearon una atmósfera tan hostil que el gobierno, para poder describir la situación, tuvo que echar mano del vocabulario militar. La llamó "guerra civil de baja intensidad".

Una marcha de cuatro siglos

El calabozo de la isla Robben Island, de dos metros por cuatro, es ahora una especie de santuario de los derechos civiles por el que peregrinan multitudes de sudafricanos y turistas extranjeros que quieren saber más acerca del hombre que contribuyó a salvar a una sociedad del suicidio. Desde esa penumbra amurallada, Mandela predicó durante años el mensaje que tantos y por razones tan comprensibles consideraron un insulto.

¿Por qué las mayorías iban a optar por la resistencia pasiva y no la sangre, en un país de desigualdades extremas, pero a la vez dotado de enormes riquezas, en el cual la ley de unos pocos siempre fue la ley de los más, en donde holandeses y británicos impusieron la esclavitud durante siglos y en el que, todavía hoy, la mitad de la población no vive más de 39 años, el desempleo real supera el 40% y la mitad de las embarazadas es portadora de VIH?

El mayor legado que los compatriotas le reconocen hoy a Mandela, quien ganó el Premio Nobel de la Paz en 1993 y al año siguiente fue elegido presidente en las primeras elecciones libres celebradas en el país, pero al que muchos hoy llaman familiarmente mkhulu , "abuelo", no es sólo que guió la resistencia pacífica contra el apartheid , sino que tuvo la lucidez de ver antes que nadie cuál era el estrecho sendero que conducía a la democracia, serpenteando entre dos escenarios de catástrofe, una devastadora guerra racial y la perpetuación del dominio blanco.

Otro mérito no menor fue la valentía con la que introdujo ideas revulsivas para una sociedad cuyos bandos habían convivido demasiado tiempo con el desprecio por la vida y el pensamiento del otro.

"Es el miedo a las ideas del adversario lo que nos paraliza, no su poder", explicó en febrero de 1990 cuando el presidente Frederik de Clerk anunció su liberación después de que Mandela rechazara una y otra vez la posibilidad del exilio y el perdón que le ofrecía un gobierno peligrosamente debilitado. "Nuestro pueblo lleva demasiado tiempo muriendo innecesariamente -insistió-, si no somos capaces de frenar otra matanza, les aseguro que la única sangre que correrá será la del hombre negro."

Su primera aparición pública fue otra señal en la misma dirección. Aceptó estrechar la mano de Betsie, la viuda de Hendrik Verwoerd, el arquitecto del apartheid , y ser fotografiado con ella. Fue algo tan impensable como un saludo entre Churchill y Goering.

Para desmentir el temor del gobierno de que, una vez liberado, marcharía al frente de una multitud hacia Pretoria, la capital, con el fin de exigir por la fuerza el desmantelamiento del poder blanco, Mandela organizó otra visita de alto impacto político. Se reunió con el ex presidente Pik Botha, uno de los responsables de su largo encarcelamiento. Botha les comentó después a los periodistas que lo más llamativo del encuentro había sido que el visitante no había hecho la menor alusión a los casi treinta años que había estado en prisión.

Hay un lugar y un momento en Ciudad del Cabo en el que un ser humano logra, por fin, comprender la figura de Mandela en toda su dimensión.

El lugar es el Museo de Esclavos, un enorme edificio blanco, de estilo colonial holandés, enclavado en el centro histórico. Allí se vendieron y se compraron decenas de miles de esclavos, se separó a las madres de los hijos, a los esposos y a los hermanos, según el destino que les asignaba el nuevo dueño. En el patio principal del edificio, donde se hacían los remates, se exhiben ahora documentales y se teatraliza un horror de siglos. El público ocupa largos bancos de madera dispuestos en semicírculos. La mayoría, siempre, son negros, familias enteras, grupos de adolescentes, alumnos, ancianas con vestidos de colores fuertes. Los blancos son unos seis, tal vez ocho. En la penumbra, las miradas se cruzan. No son de reproche; en todo caso, de curiosidad. Pero hay blancos que sienten, tal vez por primera vez, el peso de la raza.

Es aventurado afirmar quiénes en esa sala le deben más a Mandela.

"Si frena os matáis los dos"

En el anuncio de televisión, mientras se ve como un vehículo circula muy pegado al que le precede, se dice:

- "¿Por qué te pegas a ese coche?

- Para acosar, para meterle miedo.

- Crees que la carretera es tuya.

- Te sientes poderoso y él asustado, pero si frena os matáis los dos.- Acuérdate de esto cada vez que te pegues al de delante.

- Elige tu razón para respetar la distancia de seguridad".

A más velocidad, mayor distancia

Tráfico recuerda que el primer efecto de la velocidad sobre la conducción es el aumento de la distancia de detención: a mayor velocidad más espacio se recorre antes de poder detener completamente el vehículo.

La distancia de detención, por lo tanto, está en función de la velocidad a que se circule, así, se necesitarán 44 metros cuando se circula a 80 kilómetros por hora, 70 metros a 100 y 103 metros circulando a 120.

En general, puede servir la norma de mantener una distancia de tres segundos: circulando a 120 kilómetros por hora, un vehículo recorrerá en 3 segundos una distancia de algo más de 100 metros, la equivalente a la longitud de un campo de fútbol, y por lo tanto esa podría ser la referencia para calcular la distancia de seguridad necesaria.

MÁXIMAS DE ANTONIO CARLOS MAGALHÃES


Murió ayer, a los 79 años, Antonio Carlos Magalhães, el político bahiano que supo encarnar como ningún otro el papel de caudillo brasileño y conservar su poder durante 50 años.

Era un duro. Un "coronel", como se le llama a los caudillos de mano dura en Brasil. Era famoso por el gusto que le tenía a la pelea política. "Yo no soy terco. Terco es quien es terco conmigo", era una de sus frases.

Estas son sus máximas


MÁXIMAS DE ANTONIO CARLOS MAGALHÃES


I – NO CONFÍE EN NADIE CUYA MUJER NO GUSTE DE USTED.
II – EL PODER ES LA MANERA DE TRANSFORMAR UNA IDEA EN REALIDAD. PERO ESO ES SÓLO PARA QUIEN TIENE APETITO: QUIEN NO TIENE PUEDE USUFRUCTUAR DE LAS MAS VARIADAS OPORTUNIDADES DE MANDO, PERO NO VA A CONSEGUIR MANDAR.
III – EL ARTE DE LA POLÍTICA CONSISTE EN SABER DAR A CADA UNO LO QUE ESPERA DE USTED. ALGUNOS QUIEREN PROTECCIÓN, UN EMPLEO, POR EJEMPLO. OTROS QUIEREN DINERO. HAY UN TERCER GRUPO QUE BUSCA EL PODER, PRESTIGIO, O HASTA SIMPLEMENTE CARIÑO. SI USTED CONFUNDE LOS PEDIDOS, OFRECE DINERO A QUIEN QUIERE CARIÑO, O PODER A QUIEN QUIERE EMPLEO, PRODUCIRÁ UN ENEMIGO.
IV – HABLE BIEN DE LOS AMIGOS TODOS LOS DÍAS: HABLE MAL DE LOS ENEMIGOS DOS VECES POR DÍA.
V – ES LEGÍTIMO GOLPEAR SIEMPRE A LOS ADVERSARIOS PARA QUE NO PUEDAN CRECER Y MALTRATAR A NUESTROS ALIADOS. NUNCA RECLAME DE LOS GOLPES RECIBIDOS: PREPARE LA RESPUESTA. ES VÁLIDA LA MÁXIMA: LA VENGANZA ES UN PLATO QUE SE COME FRÍO.
VI – LAS GRANDES VIRTUDES DE UN HOMBRE SON LA GRATITUD Y LA GENEROSIDAD. LA GRATITUD LO MOTIVA A DEVOLVER EN IGUAL MONEDA TODO AQUELLO QUE RECIBE. LA GENEROSIDAD LO OBLIGA A RETRIBUIR EL DOBLE.
VII – CUANDO ENTRE EN UNA CASA PRESTE ATENCIÓN A LOS NIÑOS, PUES NADA ES MAS SINCERO QUE SU MIRADA. SI UN NIÑO LO MIRA TORCIDO ES PORQUE EN ESE LUGAR USTED NO ES BIENVENIDO.
VIII – SOLO DEBE PELEARSE CON LOS DE ARRIBA, SOBRETODO EN DEFENSA DE LOS MÁS DÉBILES, PUES TODOS PASAN A RESPETARLO AUNQUE USTED NO TENGA RAZÓN. PELEARSE CON LOS SUBORDINADOS NO TRAE NINGUNA VENTAJA, NADIE SE ENTERA Y TODAVÍA LO LLAMARAN COBARDE.
IX – SALVO EN ASUNTOS PERSONALES PROCURE SIEMPRE HACERSE REPRESENTAR POR AMIGOS PARA RESPONDER A LAS CRÍTICAS DE LOS ENEMIGOS. EL ALIADO SALDRÁ AGRANDADO Y EL ADVERSARIO DISMINUIDO.
X – SI, A PESAR DE SUS DEFECTOS, USTED QUIERE QUE ALGUIEN SEA SU AMIGO, NO PUEDE EXIGIR QUE ESE AMIGO SEA PERFECTO.
XI – SÓLO GUARDE LAS RECLAMACIONES DEL ENEMIGO. DEL AMIGO SAQUE TODO PARA AFUERA, RESUELVA INMEDIATAMENTE. SI UN AMIGO LE PIDE PERDÓN, PERDÓNELO. HABLE LO QUE ESTÁ COMPLICANDO Y, SI FUERA EL CASO, EXIJA ALGUNA COMPENSACIÓN. PERO ENSEGUIDA OLVIDE EL ASUNTO.
XII – DIGA SIEMPRE LA VERDAD CUANDO ALGUIEN LE PIDA ALGO. EXPLIQUE LO QUE VA A INTENTAR HACER, CUANDO Y COMO. EN EL CASO DE QUE NO PUEDA ATENDER EL PEDIDO DIGA ENSEGUIDA QUE NO PUEDE, PERO EXPLIQUE EL MOTIVO. LAS PERSONAS ESPERAN QUE USTED SE PREOCUPE. INTENTE, AUNQUE NO LO CONSIGA.
XIII – NO SE OLVIDE JAMÁS DEL AMIGO QUE DEJÓ EL PODER, INCLUSIVE PORQUE EL DÉBIL DE HOY PUEDE SER EL FUERTE DE MAÑANA. NADIE ES TAN FUERTE QUE NO PUEDA PERDER, NI TAN DÉBIL QUE NO PUEDA VENCER.
XIV – JAMÁS PERMITA QUE SE HABLE MAL DE UN AMIGO EN SU PRESENCIA. REACCIONES INMEDIATAMENTE SI ESO ACONTECIERA.
XV – ES MEJOR SUFRIR EN EL PODER QUE LEJOS DE ÉL.

Malas Palabras


El escritor y humorista gráfico Roberto Fontanarrosa propuso "una amnistía" para las "malas palabras", pidió cuidar de ellas e integrarlas al lenguaje y consideró que "las vamos a necesitar".
Al intervenir en el III Congreso Internacional de la Lengua Española, Fontanarrosa explicó: "Este es un ámbito más que apropiado para plantearse ¿por qué son malas palabras? ¿Le pegan a las otras palabras? ¿Son de mala calidad, y cuando uno las pronuncia se deterioran? ¿Quién las define como malas palabras?".




"¿Por qué son malas las malas palabras? ¿Son malas porque les pegan a las otras? ¿Son de mala calidad, y cuando uno las pronuncia se deterioran? ¿Quién las define como malas palabras?", se preguntó Roberto Fontanarrosa, entre las risas incontenibles del público y los rostros serios de algunos de sus compañeros de panel. "Tal vez sean como esos villanos de la televisión, que al principio eran buenos pero a los que la sociedad hizo malos", agregó.

El propio panel en que se encontraba fue un tema de humor. "Es tan polémica esta mesa que es la única a la que le han asignado un escribano" dijo Fontanarrosa, en alusión al moderador. También cronometró su intervención, en una parodia de la forma en que Federico Reyes Heroles, quien le antecedió, midió los diez minutos exactos que se permitían a los expositores: "ha impuesto un estilo", bromeó.

Las malas palabras "son más saludables, más fuertes", "brindan otros matices" y constituyen "una familia marginal" del lenguaje, afirmó Fontanarrosa. Después de recordar que también se las trata de palabrotas, asoció este término con las "carotas" de las películas de Federico Fellini y concluyó que reflejan una mayor expresividad. "No es que haga una defensa incondicional y quijotesca, algunas me gustan, otras no. Hay malas palabras que son irremplazables por su sonoridad, su fuerza y su contextura física. No es lo mismo decir que una persona es tonta o que es zonza que decir que es pelotuda", ejemplificó.

A continuación, parodió el análisis lingüístico: "El secreto de la fuerza (de la palabra pelotudo) está en la letra t: anoten, las maestras". También se preguntó si el Diccionario de Dudas abordaría esa cuestión.

"Hay una palabra maravillosa que en otros países está exenta de culpa, que es la palabra carajo. Están las islas Carajo, en el Caribe, y el carajillo, en español. La palabra mierda es irremplazable", opinó Fontanarrosa y a continuación advirtió sobre "la triste función" de los puntos suspensivos que suelen censurar la inscripción de ese término en los diarios.

Fontanarrosa apeló a su memoria familiar, al recordar que "en ningún momento se impuso eso de eso no se dice, eso no se hace, eso no se toca". "Cuando mis primos venían a mi casa me decían vamos a jugar al tío Berto (personaje al que evoca en un cuento de su libro "La mesa de los galanes"): se escondían en una habitación y puteaban. Fíjense lo que lograba que no hubiera televisión", contó. "Mi viejo era lo que se llamaba un mal hablado, un bocasucia, expresión antigua que se sigue empleando. Habrá que ver qué dice este Congreso", dijo y provocó más risas.

"Atendiendo a las condiciones terapéuticas pido una amnistía para las malas palabras. Vivamos una Navidad sin malas palabras, integrémoslas al lenguaje y cuidemos de ellas, porque las vamos a necesitar", concluyó Fontanarrosa.

Ben Gurión táctica y estrategia

Durante la segunda guerra mundial Israel se hallaba bajo dominio británico. Las leyes coloniales eran opresivas y crueles. Uno de los elementos más claros de esta opresión era que el país había sido cerrado a la inmigración judía mediante el infame "Libro Blanco". El Libro Blanco condenaba a cientos de miles de judíos a morir en Europa al negarles una natural vía de escape hacia la Palestina Británica. Al mismo tiempo los ingleses combatían al nazismo y los judíos se alistaban en el ejercito británico para luchar contra Hitler. Le preguntaron al viejo estadista cual iba a ser su actitud. "Muy simple – respondió – lucharemos junto a los ingleses contra los Nazis como si no hubiera Libro Blanco, y lucharemos contra el Libro Blanco como si no hubiera guerra".