La Matanza es uno de los 135 partidos de la provincia argentina de Buenos Aires. Forma parte del aglomerado urbano conocido como Gran Buenos Aires, siendo el partido más extenso del Conurbano bonaerense y el más poblado de toda la provincia. Su cabecera es la ciudad de San Justo.
“Los barrios”
La cartografía del partido de La Matanza es el resultado de los distintos modelos de ciudad que se fueron imponiendo a lo largo de la historia. A comienzos del siglo XX, La Matanza había abandonado parte de su fisonomía rural y el ferrocarril ya la recorría de punta a punta. Para ese entonces, el distrito había forjado su mapa de localidades, pero la historia de sus barrios recién comenzaba.
En las primeras cuatro décadas del siglo, los pequeños caseríos levantados en torno a las estaciones del tren se fueron transformando en partes de una ciudad que ya se perfilaba como industrial y populosa. Luego, los distintos gobiernos nacionales fueron dejando su impronta sobre el territorio matancero. El peronismo y su barrio obrero modelo en Ciudad Evita; las dictaduras y la creación de focos de hacinamiento en Núcleos Habitacionales Transitorios, y el modelo actual, marcado por el intento de urbanizar las villas e integrarlas al tejido urbano. Un recorrido por las transformaciones de los barrios que fueron cambiando la vida de los matanceros.
La Matanza encierra en su inmenso territorio grandes enclaves de poblaciones con los más diversos orígenes culturales. En este municipio la mayor colectividad boliviana del país convive con una fuerte herencia de las migraciones italianas y con quienes llegaron desde el noreste argentino; en este distrito el rock convive con la cumbia y con el rap; el obrero industrial, con el comerciante y con el trabajador rural, las casillas de Villa Las Antenas con el chalet de Ciudad Evita y las quintas de Ramos Mejía.
El encuentro de todos estos elementos y muchos más provoca tensiones y acuerdos en el territorio de La Matanza, negociaciones culturales. Miradas sobre cómo los matanceros se ven a sí mismos, sobre cómo y junto a quiénes construyen sus espacios de identidad, sobre qué pasa en las escuelas públicas, en la universidad y en los barrios cuando convergen las distintas tradiciones culturales que animan la vida de La Matanza.
La Matanza llegó a ser, a mediados del siglo XX, la gran capital industrial, no sólo del conurbano o de toda la provincia de Buenos Aires, sino de la Argentina entera. Ubicado estratégicamente en la periferia de la Capital Federal, el territorio matancero se ofreció durante los gobiernos peronista y desarrollista como un espacio ideal para el desarrollo de fábricas ligadas a la construcción, la metalmecánica, la indumentaria y la alimentación. Sin embargo, las políticas de desindustrialización de las décadas del 70 y del 90 le quitarían todo el esplendor a este municipio de trabajadores.
Desde los estudios económicos, desde la visión empresaria y desde el punto de vista de los sectores obreros, este episodio de la serie transita una historia que comienza en el momento en que La Matanza deja de ser un polo productivo rural, se detiene en las épocas de mayor impulso fabril municipio, analiza los años de depresión, para finalmente recalar en las posibilidades que las recientes políticas de reindustrialización le brindaron a los obreros para que recuperaran las fábricas y apostaran al futuro del distrito.
“El poder de los votos”
El partido bonaerense de La Matanza tiene un peso electoral ineludible: es el octavo distrito a nivel nacional en cantidad de electores, superando en cantidad de votos a diecinueve provincias argentinas y a todas las ciudades del país, exceptuando a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y Rosario.
Su fuerte impronta peronista, el peso de la militancia, el surgimiento de líderes de proyección nacional y su lugar central en las estrategias proselitistas son algunos de los temas que circulan bajo la mirada de dirigentes de variada extracción partidaria, politólogos e historiadores. Por qué el territorio matancero es un bien electoral codiciado, pero también por qué hoy, luego del desinterés y la desconfianza hacia la política en los años 90, La Matanza es para muchos jóvenes comprometidos el lugar ideal para demostrar que la militancia es la mejor herramienta de transformación de la realidad.
En Laferrère, corazón del distrito, se da
una disputa entre sindicatos que apoyan Aníbal para la campaña y el aparato del
PJ local, una máquina perfecta de ganar elecciones; la interna
Domínguez-Aníbal, en el centro de la pelea
Con paso eléctrico y desordenado, como si
fueran hormigas, caminan con una pila de papeletas azules bajo el brazo. En
grupos de a cuatro, dos por vereda, tocan timbre en las casas, entran en los comercios,
encaran a cada persona con la que se cruzan. Partieron de la esquina de
Piedrabuena y Marcos Paz, a 5 cuadras de la estación de Laferrère, y se pierden
en el interior de los barrios , donde casas bajas se resguardan detrás de rejas
mal terminadas y alambrados vencidos.
-¿Sabe quién es el candidato a intendente
de Aníbal Fernández?-. Campera deportiva y gorra con visera, Andrés Escalante
es el cabecilla del grupo. Con buenos modales interroga a una quiosquera, que
hace una mueca con los labios y niega con la cabeza. -El candidato se llama
Heraldo Cayuqueo, es el jefe de la Uocra de acá, de La Matanza- agrega él,
antes de entregarle una boleta, agradecer con una rápida inclinación del cuerpo
y seguir su ruta. No hay tiempo para distracciones. Cada minuto cuenta.
Como el resto del grupo, Escalante no
tiene experiencia en las tareas de "rastrillaje", es decir la
distribución de la boleta puerta a puerta. Con 34 años y 6 hijos, estaba
desocupado hasta hace dos meses, cuando recibió una oferta para participar, en
el último tramo de la campaña. Lo aceptó como un trabajo temporal.
En La Matanza se juega una batalla donde
el Estado municipal y las cooperativas del programa Argentina Trabaja se ponen
a disposición del aparato del PJ local, una máquina perfecta de ganar
elecciones. Es una pelea en la que paredones y postes de luz son territorios en
disputa, y las boletas, municiones de una guerra sin cuartel por el control de
los votos. Es una lucha con dialecto propio, en el que términos como
"etiquetado", "panal de abejas" y "blanqueado" se
resignifican en clave de campaña. Es un enfrentamiento descarnado para
adueñarse de la capital del peronismo.
Con casi 1.800.000 habitantes y una
superficie de 325 kilómetros cuadrados, La Matanza es, en términos electorales,
la octava "provincia" del país: tiene 889.901 votantes. Más de un
tercio de ellos vive en Laferrere, la localidad más postergada del distrito.
Así como La Matanza es la capital del peronismo, San Justo es la capital del distrito y
Laferrere es el corazón de La Matanza.
En sus calles se entrecruzan las dos
peleas que capturan la atención del PJ bonaerense y desvelan a la Casa Rosada:
la disputa entre Aníbal Fernández y Julián Domínguez por ver quién será el
candidato a gobernador por el Frente para la Victoria (FPV), y la primaria
entre Cayuqueo y Verónica Magario, para definir el candidato a intendente. Las
dos contiendas se unifican en un solo nombre: Fernando Espinoza, jefe comunal
desde 2005 y compañero de fórmula de Domínguez.
"Fernando", como lo llaman en
las pintadas que cubren la gran mayoría de los paredones de La Matanza, es
también el conductor del PJ local. Con cuadros muy capacitados y una estructura
que replica el formato militar, es una máquina aceitada que no conoce la
derrota en las urnas. Ese cuerpo, que volverá a ponerse a prueba pasado mañana,
está en plena ebullición y sus secretos quedan a la vista.
Los fiscales son enviados a la escuela
donde están empadronados y tienen que ubicarse primeros en la fila de votantes
para que, ante la eventual ausencia del presidente de mesa, puedan ser
designados como reemplazantes. Qué mejor que tener un presidente de mesa
propio.
Este domingo el PJ de Espinoza va a
desplegar a 5800 fiscales para cubrir las 2931 mesas del distrito, repartidas
en 317 escuelas. Además de un fiscal por mesa, dispone de un encargado y de
tres fiscales generales por escuela. Junto con tres juegos de certificados de
escrutinio, cada fiscal de mesa estará provisto de su credencial
identificatoria y de un "panal de abejas". Así le llaman a una
planilla que lleva impresos tantos números como votantes habilitados y que
sirve para llevar un control en forma sencilla de los electores que van votando.
El operativo se define desde el comando
central de campaña, que tiene a su cargo los diferentes subcomandos, como en el
Ejército. Sólo en Laferrere hay siete subcomandos. Cada uno coordina las tareas
de fiscalización, movilización, propaganda y organización.
La zona de la estación es un territorio
clave en las horas finales de la campaña. Sede de un área comercial alborotada,
con negocios que ofrecen su mercadería en las veredas, por ahí transita a
diario buena parte de los trabajadores de Laferrère. En una plazoleta de
cemento, Espinoza colocó dos gazebos azules, donde se reparte la boleta y un CD
con los spot de campaña. Además del tren, las combis y los colectivos, de ahí
salen "Los Pioneros", una flota de autos viejos, en su mayoría Ford
Falcon, que funcionan como remises comunitarios para acercar a los vecinos a
los barrios alejados.
Uno de ellos es "El 26",
llamado así por su cercanía a ese kilómetro de la ruta 3. Escalante, uno de los encargados de la campaña de
Cayuqueo convoca a sus compañeros en una casa de la calle Zinny. El jardín
delantero está repleto de chatarra y tiene un establo improvisado con tablones,
en el que asoma un caballo. El hall de entrada de la vivienda, sólo iluminado
por la luz que entra por la puerta, está ocupado casi por completo por montañas
de boletas de Aníbal y Cayuqueo. "Él nos ayudó mucho -dice Escalante sobre
el jefe de la Uocra local-. Nos dio trabajo y nosotros estamos apoyándolo a
él."
Escalante cuenta que son un grupo de 30
personas y del barrio "El 26" salen para terminar las tareas de
rastrillaje.
-¡Dos sí y un no!- dicta a los gritos
Cristina Zárate, mientras surca a toda velocidad la calle Alagón, del barrio El
Porvenir. La siguen dos chicas que anotan todo en una planilla. Cooperativista
del programa Argentina Trabaja, casada, con cuatro hijos, Cristina tiene 25
personas a cargo y es la jefa del rastrillaje en 54 manzanas. A metros del
arroyo Dupuy, es zona de calles de tierra, regadas de cascotes y zanjas a la
vista.
Es el tercero y último rastrillaje que se
practica en el barrio. Además del reparto de la boleta se hace el
"etiquetado". Así se le dice a la distribución de un papel del tamaño
de una tarjeta donde figura el nombre del votante, la dirección y el nombre de
la escuela donde vota. La idea es facilitarle todo al vecino: que sólo tenga
que ir y poner la boleta que se le entrega en mano.
-Buen día, cielo. Te molesto un segundo
nada más- Cristina encara a una vecina que sale de su casa y le suelta las tres
preguntas que figuran en la planilla: ¿Sabe que Daniel Scioli es nuestro
candidato a presidente? ¿Sabe que Julián Domínguez y Fernando Espinoza son
nuestra fórmula para la provincia? ¿Sabe que nuestra candidata a intendente es
mujer y es Verónica Magario? -Es una señora linda, rubia- Cristina agrega
información sobre Magario.
La planilla también tiene casillero para
indicar el apellido de la familia y si la boleta fue "bien" o
"mal" recibida. Antes de seguir con el rastrillaje, Cristina suelta
una última pregunta: "¿Apoya a los candidatos del FPV?". Todo queda
registrado en las planillas. En la esquina, Cristina estudia sus papeles, hace
cuentas y arriesga un pronóstico: dice que el domingo van a tener el apoyo del
95% de los vecinos de El Porvenir.