Dura
caracterización de Rovelli del actual contextos socioeconómico
Sin embargo buena parte la discusión sobre las transformaciones en la
estructura productiva es de notable interés y actualidad pues está en
la base de la temible, recurrente e impiadosa "restricción externa".
Por Horacio Rovelli
Partamos que de por sí es un asunto complejo determinar un tipo de
bocado o freno, y más colocárselo al caballo. Las más de las veces se le
pone un bocado a un potro sin saber si es el adecuado, si está en el
tiempo apropiado, sin examinar previamente la boca del animal, su
dentadura, sin pasarlo por un proceso prebocado, sin tener el
conocimiento pleno para distinguir un freno severo de uno más acorde y
menos agresivo, desconociendo, además, que el freno está en el cerebro
del noble animal, ya que su cerebro controla sus piernas, por lo que es
con su cerebro con el que se debe trabajar. Jalar las riendas debe ser
usado como una señal para detenerse pero no debe ser el mecanismo para
parar.
Por qué decimos esto, porque asemejándolo a la economía Argentina era
evidente que se estaban perdiendo reservas en el BCRA, como que se
cerraba el año 2013 con un fuerte déficit en la cuenta corriente de la
balanza de pagos, así como era creciente el déficit fiscal, por lo que
resultaba obvio que se necesitaba sofrenar las variables, pero el
problema es el “cómo” y el “para qué” dado que no es para “cualquiera
la bota e potro”, por un lado, y por el otro, quiénes son lo que van a
pagar el costo del ajuste, y cómo se sigue después, esto es, se frena
ante una adversidad que hay que salvar, y cuándo se alcanzó la meta.
El mérito indudable de los gobiernos kirchneristas fue generar un
modelo de producción y distribución en base al mercado interno, con lo
que por un lado se superaba el modelo de valorización financiera del
capital e integración a los mercados internacionales (en desmedro del
mercado y la producción interna), y por el otro, concebía un patrón de
crecimiento a favor de las economías regionales, de las pymes, y del
empleo y de los salarios. Esto era posible porque se habían creado las
condiciones macroeconómicas para hacerlo, demostrando que impulsando el
mercado interno, con más intervención del Estado, y recuperando la
capacidad de planificación y de control, se creaban las circunstancias
para cumplir con esos objetivos, lo que se logró durante diez años.
Un modelo que se retroalimentaba, incrementaba el consumo de la
población (por la creación de puestos de trabajo y las paritarias
libres), y al generar mayor demanda de bienes y servicios, aumentaba la
oferta (producción), pero a la vez, y es el talón de Aquiles del modelo,
también se acrecentaban y en forma más que proporcional las
importaciones.
En una nación como la nuestra, donde los sectores dominantes
permanentemente contemplan la posibilidad de que la situación se
revierta, razón por la cual las inversiones están atadas
fundamentalmente a la demanda de corto plazo, se torna imprescindible
que para superar definitivamente dicha restricción, se consolide el
modelo, y para ello era necesario que se incremente y diversifique la
sustitución de importaciones y la canasta exportadora con un sesgo a
favor de la producción de bienes industriales no tradicionales, con
mayor contenido tecnológico local, ya sean nuevas o aquellas que
surgieran de internalizar procesos de la cadena productiva que
actualmente se realizan en los países destino.
Es claro que esto no lo iba a producir el mercado por su cuenta
–menos aún con la herencia de desintegración y heterogeneidad industrial
y con las disparidades de rentabilidad que mantienen varios de
nuestros commodities de exportación actuales con el resto de las
producciones locales–, tampoco lo van hacer los capitales provenientes
de fondos y bancos de inversión que vienen atraídos por la depreciación
de los activos y los altos rendimientos de los títulos públicos, que
por definición buscan ganancias rápidas; y no hay ninguna experiencia
internacional que demuestre que un país crece y se desarrolla en base a
los capitales foráneos; sino que por el contrario, debe ser la Política
Pública dirigida en forma directa hacia sectores seleccionados en base
a criterios específicos, como lo presenta, por ejemplo, el Plan
Industrial 2020 (aún con todas sus limitaciones), el Plan Agro
Alimentario o el Plan Argentina de Inversión Pública, que entre
paréntesis, dado el cambio de situación, todos ellos deberían
reformularse.
Esta selección debe ser consistente con
la estrategia de inserción internacional y con el perfil productivo que
se pretende, el cual debe permitir un crecimiento sostenido,
asegurando niveles de empleo y salario crecientes y en base al ahorro y
al capital nacional.
Y allí se falló. En una economía abierta y fuertemente
extranjerizada como la nuestra, donde de las 500 primeras empresas por
facturación, 335 son extranjeras, con su lógica de determinación de
inversión del exterior, hizo que no se planteara la sustitución de
importaciones con la fuerza que debería haberse hecho, y gran parte del
esfuerzo de incremento del mercado interno se filtraba por las compras
al exterior, dándose la paradoja que exportábamos por U$s 500 la
tonelada (de soja), contra importaciones de productos industriales de
mucho mayor valor (por ejemplo, una tonelada de automóvil que vale U$s
120.000).
Valores que reflejan horas-hombre y
calidad de trabajo diametralmente distintas. Preguntémonos cuánta mano
de obra requiere producir una tonelada de soja, y cuánta mano de obra
capacitada y con alto nivel tecnológico lleva producir un automóvil de
alta gama.
La situación se fue de las manos, y ante la derrota de las PASO
(elecciones primarias interna de los partidos políticos) y la derrota
electoral del año 2013, el Gobierno, viendo su final, prefirió desandar
el camino, devaluar nuestra moneda y generar condiciones de mayor
rentabilidad a las empresas; lo que permite el ingreso de capitales
del exterior, dado que los activos del país comparándolos en moneda
dura, son más baratos que los de la región y de gran parte del mundo
(medido en dólares, nuestras empresas son más baratas y más rentables
que sus homónimas de Brasil, Chile, México, etc.)
El Gobierno es consciente que hay un importante sector dentro de los
empresarios de nuestro país que compraron y compran dólares buscando
que derrape el tipo de cambio; esto significa una gran devaluación que
los beneficie, de allí que, por ejemplo, no fue un error involuntario
que el CEO de Shell, Juan José Aranguren, el mismo 23 de enero de 2014
comprara dólares por encima del valor de la plaza, ni la aceptación
del economista Miguel Bein que se trató de un golpe de mercado que se
pudo conjurar, principalmente a través del Comunicado A 5536 del BCRA
obligándole a vender el excedente de la posición en dólares de los
bancos (grandes compradores de dólares en el último año). Tengamos
siempre presente el fin de los gobiernos de Raúl Alfonsín y de Fernando
De la Rúa, con la brutal transferencia de recursos de la población a
los que se beneficiaron con la suba sideral del dólar, para tener
presente esa posibilidad.
Pero la devaluación realizada por el propio Gobierno, y la suba de
las tasas de interés para permitir que sea más rentable pasarse a pesos
que quedarse en dólares, impacta negativamente sobre la economía y
sobre los trabajadores (Nota al pie 1).
La combinación de devaluación y suba de la tasa de interés produce
de hecho un aumento de los precios, y eso implica menores ventas y
menor consumo, deteriorando el círculo virtuoso de expansión del
mercado interno y crecimiento de la producción, claramente demostrado
que en dólares (fruto de la devaluación) el PIB del año 2014 va a ser
menor que el del año 2013. Paralelamente, la suba propiciada de la
tasa de interés encarece el financiamiento de la inversión y del
consumo.
Él impacta sobre el empleo, porque en la Argentina la relación entre
crecimiento del PIB y la creación de puestos de trabajo es de por sí
muy baja (en torno del 0,22% punto de crecimiento del PIB en el año
2013); por ende, si encima el PIB se cae, arrastra con menor creación
de empleo, e inclusive el riesgo cierto de una recesión importante, y
con ello no sólo de que se dejen hacer horas extras, sino la de
suspensión de días de trabajo, vacaciones anticipadas y hasta despidos.
Eso no quita la importancia de la propuesta de ley de combatir el
trabajo informal, pero sí se hace en un marco mucho menos propicio.
En lo que respecta al salario, por el teorema de Carlos Díaz
Alejandro sabemos en nuestro país de la relación inversamente
proporcional entre el poder adquisitivo de las remuneraciones al
trabajo y el tipo de cambio, dado que consumimos el mismo bien que
exportamos, no consumimos soja, pero la misma reemplazó física y
geográficamente a otros cultivos, con lo que los mayores ingresos por
cada dólar que traen de sus ventas afuera, implica un mayor
encarecimiento de la canasta de alimentos.
La devaluación, el incremento de las tasas de interés, el aumento
desmedido de precios por parte de grandes productores y los
comerciantes, impactan sobre el consumo de la población, el esquema de
Precios Cuidados, para limitar remarcaciones abusivas, el aumento de
jubilaciones y el anuncio del plan Progresar fue la respuesta del
Gobierno para moderar la caída de demanda, pero no es suficiente.
En ese marco de desandar el camino de los diez primeros años, para
valorizar las empresas, es lógico y entendible el descontento de
amplios sectores de la población, sobre todo los trabajadores,
jubilados, productores y comerciantes ligados al mercado interno, que
habían mejorado su situación con el modelo del kirchnerismo original.
El problema no sería tal, si fueran medidas transitorias, como las
que se vio obligado a ejecutar el mismo peronismo en 1952, sabiendo
que restablecidos algunos desequilibrios, se volvía a retomar el
circuito virtuosos de consumo-producción-empleo, pero el dilema es que
los posibles reemplazantes de CFK son defensores acérrimos y pagos por
los que pretenden generar las condiciones para que se desarrolle el
capital pero a costa del trabajo.
En suma, si bien el ajuste monetario y fiscal asegura un año recesivo
y una aceleración de la inflación a corto plazo, lo cierto es también
que permite sacar a la economía del sendero de una crisis segura antes
del 2015, en eso no hay nada que decir, el problema es qué tipo de
modelo de acumulación y distribución se genera.
Si no se cuenta con un plan de crecimiento sustentable, si no se sabe
qué sectores se deben apuntalar para garantizar la producción y el
trabajo nacionales, entonces se queda a merced de los grandes capitales
que vuelcan las medidas en su único beneficio.
Si sólo nos quedamos en el corto plazo, morigerar un poco la tasa de
interés para que no sea tan costoso el financiamiento de la producción
y el consumo, y/o convalidar cierto aumento salarial, todo con el fin
de no se caiga tanto la demanda, sin un mayor control de los precios,
éstos vuelven a subir más todavía, retrasando el tipo de cambio, por
ende éste se vuele a devaluar y entramos en una vorágine que ya hemos
conocido desde la dictadura militar.
Y no hay mediano y largo plazo cuando leemos que el titular del CEA
(Centro de Estudios Americanos)(Nota al pie 2) , Lic. Luis María
Savino, ante 300 ceos (gerentes principales) y empresarios en una
reunión realizada en el Hotel Panamericano de esta Ciudad de Buenos
Aires el 14 de abril 2014, dijo con respecto a las medidas adoptadas por
la nueva conducción económica que “… se está generando un shock de
crecimiento que explotará cuando se den las condiciones apropiadas”.
“Tendríamos que hacer las cosas muy mal para que no ocurra”. El Lic.
Savino agregó que tras hablar con diferentes precandidatos
presidenciales “estamos viendo que hay una concentración de sensatez
parecida”, con la coincidencia que muchas de esas empresas son las
mismas que habían concurrido tres días antes a la reunión con el
ministro de economía argentino en la embajada de nuestro país en los
Estados Unidos (Nota al pie 3).
¿Cuál es nuestro objetivo?, ¿qué ajuste hacemos para qué tipo de
país?, máxime como nos enseña el negro “Cele”: “El hombre, como el
caballo, cuando ha llegado a la meta, se hace manso y sobón”(Nota al
pie 4)
1- El negocio de los bancos es captar a una tasa (por ejemplo la
Badlar que es para depósitos de más de un millón de pesos) y
prestársela al BCRA comprando letras (Lebac), ganando la diferencia
entre ambas, dado que en todo el período las tasas de las Letras del
BCRA fueron mayores que las tasas que pagaron los bancos a sus
depositantes.
2- El CEA, organismo estadounidense, desde enero de 1990 en nuestro
país lleva adelante programas que brindan información a los distintos
sectores de la sociedad argentina. En sus programas se abordan temas
nacionales e internacionales. En relación a éstos, se fijó como
metodología de análisis el estudio de la sociedad americana y las
implicancias transnacionales de su propia conformación (De su Carta
Orgánica).
3 Entre las compañías presentes estuvieron Chevron, Exxon y AES, en
energía; Halliburton, Helmerich & Payne y Baker Hughes, en
servicios petroleros; General Motors, en la industria automotriz;
Cargill, CHS, CNH, JBS, DuPont y John Deere, en la agroindustria; IBM,
Dell, Oracle, Avaya y Alcatel Lucent, en el área de tecnología y
comunicaciones; Coca-Cola, Pepsico, Procter & Gamble, Walmart,
Kimberly-Clark, Kellogg’s y Clorox, en el consumo masivo; Nike, en
indumentaria deportiva; Dow Chemical, en el sector químico, y General
Electric y Boeing, entre otras.
4- Tango “Cuando me entres a fallar”, letra de Celedonio Esteban Flores.