Los índices de aprobación de la gestión del
presidente Barack Obama se hundieron más. Y ésa no es la peor noticia
que se desprende de la ronda de encuestas de esta semana. La peor
noticia, o la que más debería preocupar a la Casa Blanca, es que la
desaprobación ahora recae sobre la personalidad del presidente.
Durante gran parte de la presidencia de Obama, la
mayoría de los estadounidenses valoraban positivamente sus rasgos de
carácter, por más que no compartieran sus políticas. Tal vez
desaprobaban su idea de país y su capacidad para gobernar, pero al mismo
tiempo solían decir que lo consideraban un hombre honesto y confiable, y
un líder fuerte y decidido.
Fue la manera que encontraron algunos de sus más
acalorados críticos para decir: "No es un problema personal; es un
problema político". La forma que encontró Washington para condenar con
elogios dudosos.
Ahora, hasta eso se perdió. Los problemas técnicos que signaron el lanzamiento de
HealthCare.com
, el sitio web del nuevo programa de salud, y el hecho de que el
presidente le haya prometido explícitamente a la gente que podría
conservar su anterior plan de salud, lo que no fue cierto para todos,
abrieron la puerta para que muchos norteamericanos hayan decidido dejar
de defender a Obama en función de su carácter.
Según una encuesta de Gallup de esta semana, el
porcentaje de gente que considera que el presidente es honesto y
confiable se había mantenido estable alrededor de un 60% durante casi
todo su doble mandato: ahora ese índice se ubica en el 50 por ciento.
Los resultados de una encuesta de la Universidad
Quinnipiac son aún más inquietantes: "Por primera vez hasta la fecha, un
52% de los votantes norteamericanos dice que Obama no es honesto y
confiable", frente a un 44% que opina lo contrario.
Frente abierto
El gobierno dejó un frente abierto con la nueva ley de
salud, y sus opositores atacan por ese lado cada vez que pueden. En su
versión más noble, la política es un ejercicio de gobierno en interés
del pueblo. Pero en su versión más práctica -y mezquina- es un deporte
sanguinario. Y en la política de Estados Unidos, hay momentos en los que
domina la segunda.
Cuando se trata de política, al igual que con la
cultura pop, a los medios de prensa les gustan las historias que siguen
una trama bien tejida: ascenso, caída y resurrección. Para algunos, ésta
es una caída -o incluso "la" caída- del gobierno de Obama. Y aunque no
lo sea, ése será el tratamiento que le dará la prensa para lograr más
visitas a sus páginas web y más rating para sus partes de noticias.
Esto no es lo mismo que decir que el gobierno no puede
recuperarse. Sí que puede. De hecho, lo más probable es que lo haga. Y
cuando lo haga, eso también será noticia: la resurrección. Pero por
ahora, al gobierno le toca recibir golpes, mientras sale magullado de
sus propios líos, corrige sus problemas y logra hacer pie de nuevo.
No será fácil. Ahora hay demócratas -algunos por
nervios, otros por pura provocación- que se están alineando con los
republicanos para exigir que se reforme la ley de salud.
En una entrevista publicada esta semana, el ex
presidente Clinton dijo: "Aunque implique una reforma de la ley,
personalmente creo que el presidente debería honrar el compromiso que
asumió el gobierno federal con esa gente y permitirles conservar lo que
tienen".
Ya antes de su conferencia de ayer, Obama había dado
señales de estar dispuesto a introducir modificaciones en la ley, sin
especificar cuáles. Pero el comentario de Clinton fue más allá, al
sugerir un cambio específico sin reconocer las dificultades que eso
podría acarrear ahora que muchas de las cancelaciones ya se efectuaron.
Los comentarios de Clinton también les dieron cabida a
otros demócratas que no quieren quedar asociados con el "problema del
plan de salud".
Amigos... mientras no cambie el viento. No me caben
dudas de que el sitio web terminará funcionando como corresponde. Lo que
resta por saber es si estará a punto para noviembre, plazo que se fijó
el gobierno.
Un informe de The Washington Post de esta semana decía:
"Los problemas de software del sitio web del programa de salud,
especialmente en el manejo de grandes volúmenes de información, están
demostrando ser tan difíciles de erradicar del sistema que es muy
improbable que esté plenamente operativo para fin de mes, como prometió
el gobierno, según un funcionario cercano al proyecto".
El incumplimiento de ese plazo haría que la gente
desconfiara aún más de la capacidad del gobierno para ocuparse del
problema y resolverlo. Y una crisis de confianza es precisamente lo que
está atravesando en este momento el presidente. A Winston Churchill se
le atribuyen las siguientes palabras: "El éxito no es definitivo, el
fracaso no es fatal: lo que importa es el coraje para seguir".
Pero en política, la confianza de la opinión pública
también importa. Y la Casa Blanca no puede permitirse perder ni una
pizca más.
.Los índices de aprobación de la gestión del
presidente Barack Obama se hundieron más. Y ésa no es la peor noticia
que se desprende de la ronda de encuestas de esta semana. La peor
noticia, o la que más debería preocupar a la Casa Blanca, es que la
desaprobación ahora recae sobre la personalidad del presidente.
Durante gran parte de la presidencia de Obama, la
mayoría de los estadounidenses valoraban positivamente sus rasgos de
carácter, por más que no compartieran sus políticas. Tal vez
desaprobaban su idea de país y su capacidad para gobernar, pero al mismo
tiempo solían decir que lo consideraban un hombre honesto y confiable, y
un líder fuerte y decidido.
Fue la manera que encontraron algunos de sus más
acalorados críticos para decir: "No es un problema personal; es un
problema político". La forma que encontró Washington para condenar con
elogios dudosos.
Ahora, hasta eso se perdió. Los problemas técnicos que signaron el lanzamiento de
HealthCare.com
, el sitio web del nuevo programa de salud, y el hecho de que el
presidente le haya prometido explícitamente a la gente que podría
conservar su anterior plan de salud, lo que no fue cierto para todos,
abrieron la puerta para que muchos norteamericanos hayan decidido dejar
de defender a Obama en función de su carácter.
Según una encuesta de Gallup de esta semana, el
porcentaje de gente que considera que el presidente es honesto y
confiable se había mantenido estable alrededor de un 60% durante casi
todo su doble mandato: ahora ese índice se ubica en el 50 por ciento.
Los resultados de una encuesta de la Universidad
Quinnipiac son aún más inquietantes: "Por primera vez hasta la fecha, un
52% de los votantes norteamericanos dice que Obama no es honesto y
confiable", frente a un 44% que opina lo contrario.
Frente abierto
Lo más triste es que la frustración de la gente tiene razón de ser.
El gobierno dejó un frente abierto con la nueva ley de
salud, y sus opositores atacan por ese lado cada vez que pueden. En su
versión más noble, la política es un ejercicio de gobierno en interés
del pueblo. Pero en su versión más práctica -y mezquina- es un deporte
sanguinario. Y en la política de Estados Unidos, hay momentos en los que
domina la segunda.
Cuando se trata de política, al igual que con la
cultura pop, a los medios de prensa les gustan las historias que siguen
una trama bien tejida: ascenso, caída y resurrección. Para algunos, ésta
es una caída -o incluso "la" caída- del gobierno de Obama. Y aunque no
lo sea, ése será el tratamiento que le dará la prensa para lograr más
visitas a sus páginas web y más rating para sus partes de noticias.
Esto no es lo mismo que decir que el gobierno no puede
recuperarse. Sí que puede. De hecho, lo más probable es que lo haga. Y
cuando lo haga, eso también será noticia: la resurrección. Pero por
ahora, al gobierno le toca recibir golpes, mientras sale magullado de
sus propios líos, corrige sus problemas y logra hacer pie de nuevo.
No será fácil. Ahora hay demócratas -algunos por
nervios, otros por pura provocación- que se están alineando con los
republicanos para exigir que se reforme la ley de salud.
En una entrevista publicada esta semana, el ex
presidente Clinton dijo: "Aunque implique una reforma de la ley,
personalmente creo que el presidente debería honrar el compromiso que
asumió el gobierno federal con esa gente y permitirles conservar lo que
tienen".
Ya antes de su conferencia de ayer, Obama había dado
señales de estar dispuesto a introducir modificaciones en la ley, sin
especificar cuáles. Pero el comentario de Clinton fue más allá, al
sugerir un cambio específico sin reconocer las dificultades que eso
podría acarrear ahora que muchas de las cancelaciones ya se efectuaron.
Los comentarios de Clinton también les dieron cabida a
otros demócratas que no quieren quedar asociados con el "problema del
plan de salud".
Amigos... mientras no cambie el viento. No me caben
dudas de que el sitio web terminará funcionando como corresponde. Lo que
resta por saber es si estará a punto para noviembre, plazo que se fijó
el gobierno.
Un informe de The Washington Post de esta semana decía:
"Los problemas de software del sitio web del programa de salud,
especialmente en el manejo de grandes volúmenes de información, están
demostrando ser tan difíciles de erradicar del sistema que es muy
improbable que esté plenamente operativo para fin de mes, como prometió
el gobierno, según un funcionario cercano al proyecto".
El incumplimiento de ese plazo haría que la gente
desconfiara aún más de la capacidad del gobierno para ocuparse del
problema y resolverlo. Y una crisis de confianza es precisamente lo que
está atravesando en este momento el presidente. A Winston Churchill se
le atribuyen las siguientes palabras: "El éxito no es definitivo, el
fracaso no es fatal: lo que importa es el coraje para seguir".
Pero en política, la confianza de la opinión pública
también importa. Y la Casa Blanca no puede permitirse perder ni una
pizca más.
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