Visita la Argentina por tercera vez
este año. Le gusta venir al país por la politización de la sociedad y
por el alto nivel del debate. Las comparaciones entre Europa y América
latina.
Es un bostezo filosófico”, se excusa Gianni Vattimo
cuando recibe a Veintitrés en el lobby de un hotel céntrico, en medio de
una demostración de cansancio indisimulable. Está agotado. Tiene casi
70 años y su agenda parece la de un joven inquieto. Charlas, debates,
almuerzos y cenas. Es la tercera vez que el célebre pensador italiano
visita la Argentina en 2013. Invitado por la Federación de Docentes de
las Universidades (FEDUN) y por la Asociación de Docentes de la UBA
(ADUBA), el italiano ya se siente como en su casa, y en uno de los
convites nocturnos se animaron a enseñarle la marcha peronista. Él
retrucó y entonó las estrofas de “La Internacional”. Resulta difícil
encasillar a Vattimo. Comunista, católico, homosexual militante,
anarquista, miembro del Parlamento Europeo. A simple vista,
contradicciones que logran sintetizar en una misma persona y que lo
convierten en uno de los personajes más lúcidos de la intelectualidad
actual.
–Podríamos afirmar que la Argentina es su segundo hogar.
–(Risas)
Sí, y siempre que vengo hay una tormenta terrible. Me siento muy a
gusto acá. Pienso que si en algún momento tengo un problema en Italia,
pediría asilo político en Argentina, aunque espero que eso no sea
necesario. Hay una comunidad de tradiciones e incluso de actividad
política que me atrae. Además de que el país es bello, las personas son
interesantes. Me atrae la vitalidad que hay en los debates. Cuando
vengo, hablo de política todo el tiempo. En cambio, cuando estoy en
Europa, a lo sumo me explican que van a aumentar los impuestos. Se habla
muy poco allá porque hay una atmósfera de resignación. Los ciudadanos
piensan que son necesarios los cambios, pero no ven una manera de salir
inmediatamente.
–¿En qué tienen interés?
–Hay
gran interés por la religión, por ejemplo. Yo hice un debate sobre
religión en Turín y vino mucha gente. Pero vos hacés un debate con el
nombre de un partido político o con una etiqueta de política y la gente
no va.
–¿Cree que en nuestro país se volvió a considerar la política como herramienta de transformación?
–Sí,
de hecho cada vez que vengo visito universidades, sindicatos, y ahí veo
escritas cosas en las paredes, me dan panfletos, que me hacen acordar a
Italia pero veinte años atrás. En Italia, las universidades y los
estudiantes son totalmente tranquilos. Hay algunas resistencias a las
nuevas leyes, pero sobre todo por razones de reducción de presupuesto,
de asistencia escolar. Pero no hay una lucha por un proyecto político.
Acá veo que a los estudiantes algo les pasa, eso es importante.
–¿Cree que en América latina se intenta modificar el statu quo dominante?
–Me
parece que sí. Empezó con Castro, luego con Chávez, con Lula, con
Néstor y Cristina. Se trata de la misma dirección, de una política no
sometida a los intereses del imperialismo norteamericano. Me interesa
bastante toda esta situación latinoamericana que se sustrae de una
política ordinariamente tranquilizante, filocapitalista, fioloamericana,
filobancaria. Falta mucho pero prefiero esto.
–¿Qué significa que lo invite un sindicato?
–Al
comienzo me preguntaba cómo era, pero me interesaba. Porque es muy
importante que un sindicato no se ocupe solamente de los salarios, del
trabajo, sino de capacitar, de ayudar a que sus afiliados tengan las
herramientas para armar su propia calidad de trabajo, su propia
construcción, eso es fundamental. Los docentes de todos los niveles son
el esqueleto intelectual del país y, por lo tanto, tendrían que tomar
posición como tal, como grupo que promueve la educación civil, la
literaria, la cultural y son sin duda una fuerza política, pero no para
utilizarla para un partido, sino movilizarla para un servicio de
promoción cultural, es una fuerza enorme.
–Usted se considera católico, ¿cómo observa la gestión del papa Francisco en estos seis meses?
–A
mí me gusta mucho este Papa. No sé hasta cuándo porque yo siempre tengo
la sospecha de que los papas no pueden ser completamente
revolucionarios, pero hasta ahora tuvo muchas actitudes positivas. Soy
optimista. Me parece importante, sobre todo como católico y como
ciudadano europeo, que la Iglesia se aproxime más a algo más cristiano
que lo que teníamos.
–¿Cree que fue un mensaje para Europa el hecho de que el Papa sea latinoamericano?
–Absolutamente.
El continente europeo tiene que ser salvado por el tercer mundo. No
podemos seguir sosteniendo que “el problema de Europa es que tenemos una
historia más larga que nos pesa y nos limita”. Los países de
Latinoamérica son más nuevos, con más entusiasmo vital, e incluso con
más derechos que reivindicar. Asumen una identidad más autónoma.
–En la categoría de pensamiento, ¿hoy está pensando más política Latinoamérica que Europa?
–Claro
que sí. Efectivamente. Porque en Europa todo lo que se piensa de
política es histórico, siempre hay una idea de reconstruir la historia
del pensamiento marxista, del liberal. En ese sentido espero más de
Latinoamérica que de Europa. Obviamente hay un componente que rige en el
imaginario de que “todo lo que viene de afuera es mejor”, pero creo que
hay buenas razones para esperar algo de este continente. El hecho de
que haya múltiples etnias, lenguajes, que están lejos de ser la
unificación europea de un Estado que deviene centralista. Toda esta es
una experiencia fundamental que no sé dónde puede concluir, pero está
pasando acá y no en Europa.
–Usted acuñó la
categoría del “pensamiento débil”, pero en el último tiempo lo
transformó en el “pensamiento de los débiles”. ¿De qué se trata?
–Con
“pensamiento débil” pensaba en una filosofía no metafísica ni
absolutista. El pensamiento débil tiene que ver con una concepción
hermenéutica de que no hay hechos, sólo interpretaciones. Es decir, no
hay una realidad última que se impone sino que hay un juego de
interpretaciones, con negociaciones y acuerdos. En ese sentido, quienes
se escandalizan de que no haya un pensamiento fuerte y absoluto son los
poderosos, que siempre dependen de esta estructura de principios
absolutos. Pero los pobres, los débiles, no tenían ninguna objeción al
pensamiento débil, porque lo sienten más amistoso que el pensamiento
metafísico. Yo me di cuenta de esto y me parece bastante importante, y
es la razón por la que me siento un poco marxista, un poco comunista,
por eso este es el pensamiento de los débiles. Estar con los débiles
significa estar con los perdedores, los proletarios, y esto nos ayuda a
tomar actitudes políticas.
–Usted llegó al país y la Corte Suprema de Justicia declaró constitucional la Ley de Medios.
–Esto
tiene que ser un ejemplo para Italia. Si nosotros hubiéramos tenido la
ley de medios en Italia hace veinte años, probablemente hubiéramos
evitado el régimen berlusconiano. Efectivamente, Berlusconi destruyó la
economía, distorsionó el sentido de la moralidad pública, mató la
actitud política activa de los ciudadanos. Incluso por Berlusconi nadie
cree más en la política.
–A muchos sectores les gusta decir que la Argentina está “fuera del mundo”. ¿Usted lo ve así, al menos desde Italia?
–No
me parece, sobre todo porque la Argentina está muy presente con el
fútbol. No lo percibo así en la opinión común del italiano, para nada.
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La influencia de Heidegger y Nietzsche
Vattimo
es uno de los pensadores europeos más lúcidos de los últimos tiempos.
Nacido en Turín en 1936, se desarrolló académicamente como filósofo
influenciado por los pensamientos de Heidegger y Nietzsche, y disertó
con sus coetáneos Rorty y Habermas, entre otros. Profesor en algunas de
las universidades más prestigiosas del mundo, dio sus primeros pasos en
política como miembro del Partido Radical, más tarde en la coalición
Alianza por Turín, y en 1999 fue electo diputado por el Partido
Demócrata de Izquierda en el Parlamento de Estrasburgo. En 2004 rompió
con ese partido y desde entonces es un miembro del Parlamento Europeo
por el Partido de los Comunistas Italianos.
Su
bibliografía abarca numerosos conceptos relevantes que fueron muchas
veces el centro del debate académico: posmodernismo, religión y
naturaleza, ecología, pensamiento débil y democracia. Sin embargo, en su
último libro, Ecce Comu, el filósofo repiensa la categoría de
“comunismo” del siglo XXI, haciendo foco, sobre todo, en las sociedades
latinoamericanas. El fenómeno del socialismo en los diferentes países de
la región, sobre todo en Venezuela, Bolivia y Ecuador, es analizado
positivamente por Vattimo. Cuando en abril pasado fue invitado por la
Universidad de Quito, afirmó: “En el mundo se necesita un cambio
revolucionario que tendrá que protagonizar Latinoamérica, porque Europa
aún tiene las cadenas del pasado”.