Desindustrialización e informalidad laboral



El principal problema de la economía doméstica es sin duda la persistencia de altas tasas de empleo informal , a pesar del descenso de más de 20 puntos en la década ganada respecto al descalabro neoliberal que introdujo en el mercado de trabajo más de 55% de no registro.
Por debajo de esta robusta y persistente tasa de informalidad, se observa sin duda el proceso de aguda desindustrialización y la caída vertical del empleo industrial, que introdujo también el neoliberalismo a partir de mediados de los años 70 a sangre y fuego con la última dictadura cívico militar y profundizó en la década de los años 90 del siglo pasado.
Esta claro que el empleo industrial es el que mayores tasas de formalidad laboral registra así como niveles salariales más elevados.

La necesidad de transformar la estructura productiva en orden a mayores niveles de industrialización que reclama siempre Cristina, está sin duda en la base de resolver el principal problema de la economía nacional que es la poca dinámica en la generación de empleo industrial y por lo tanto la persistencia de altas tasa de informalidad laboral, bajos salarios y lo que ello implica en términos de ausencia de sustentabilidad fiscal del sistema jubilatorio, malas condiciones de vida familiar, ausencia de cobertura de salud y previsonal.
En esta perspectiva el presente post brinda un primer panorama de la evolución reciente del empleo industrial a fin de precisar una mejor lectura de la situación actual y mejorar el diagnóstico de los desafíos pendientes para resolver lo verdaderos problemas de la economía real, que no coinciden con la visión habitual de los actores y analistas atravesados por intereses vinculados al sector financiero.

Al respecto seleccionamos este análisis de la evolución del empleo industrial durante los años ochenta y noventa extraído el estudio El empleo industrial: Balance de una década (2003-2012) de Adriana Marshall y Laura Perelman.
En la década del 80 en particular, la caída de la producción industrial, con un ritmo anual promedio del -0.7%, contribuye a explicar la caída del empleo manufacturero.
La hiperinflación de 1989-1990 ( cuando los precios al consumidor aumentaron casi un 3100%, seguido por otro 2300%) favoreció un extendido consenso acerca de que era necesario un drástico cambio de rumbo en las políticas económicas.
El programa económico aplicado desde 1991 se centró, como se sabe, en la liberalización de la economía, el control de la inflación ví a el mantenimiento de una paridad cambiaria fija entre el peso y el dólar, y las reformas para flexibilizar los derechos laborales.
La participación de la industria en el PBI rezagaron cada vez más con respecto a las tecnologías disponibles a nivel internacional, precisamente cuando éstas estaban experimentando una “transformación explosiva” en varias actividades industriales (Katz, 1969: 538) y en el empleo continuó declinando durante los 90 (cuadros 1 y 2), ahora en el contexto de la dramática  restructuración del sector generada por la apreciación de la moneda doméstica y la liberalización de las importaciones .
El empleo industrial cayó con un ritmo promedio anual de casi el - 4% entre 1990 y 2000 ( Encuesta Industrial [EI], INDEC).
En esta década la intensificación de la desindustrialización del empleo refleja no sólo el lento crecimiento de la producción industrial (sólo un 3% anual) sino también la tasa relativamente elevada de aumento de la productividad, más del - 6% anual en 1990 -2000.
Este crecimiento de la productividad se derivó , en parte, de nuevas inversiones en bienes de capital
importados, con progre so técnico incorporado , cuyo costo relativo se redujo en el contexto de la apreciación del peso (que, al mismo tiempo, encarecía los costos laborales) y, en parte, de una utilización más intensiva de equipamiento existente, el cierre de plantas obsoletas, la restructuración
industrial hacia el ensamblaje y el reemplazo de producción nacional por componentes importados, los despidos masivos y la degradación de las condiciones de trabajo , negociadas  en un mercado de trabajo desfavorable (Schvarzer, 1997; Katz y Stumpo, 2001), así como de la externalización de actividades (Giosa, 2000).
Además, nuevas empresas, más intensivas en capital, muchas de las cuales extranjeras, que utilizaban tecnologías más modernas, ahorradoras de mano de obra, reemplazaron en determinadas actividades a firmas con equipos de producción más antiguos.
Como es bien conocido, la década del 90 culminó con una crisis profunda que, aunque generalizada, afectó particularmente al empleo industrial (cuadro 2).