Rubén Weinsteiner
Dos modelos primarios de construcción y acumulación electoral, se ponen en juego y contraponen en el escenario político actual.
Por un lado la construcción mediática y por el otro la construcción
territorial. Estos dos modelos tienen como objetivo principal primario,
la acumulación electoral inmediata, y como objetivo secundario la
construcción de sujetos políticos que defiendan y difundan la propuesta y
que puedan elaborar, articular y ejecutar nuevas respuestas a nuevos
problemas, dentro de un proceso de aprendizaje de conductas políticas.
El objetivo principal apunta a una construcción blanda y efímera, el
objetivo secundario a la conformación de flujos de pertenencia y
pertinencia duros para convertir a los objetos targets en sujetos
políticos.
La telepolítica como forma de construcción y acumulación mediática, si
bien aparece en los sesenta explota en los noventa, donde la política no
necesitaba de la construcción de sujetos políticos que sostuvieran el
modelo, este era sostenido por alianzas lábiles entre sectores definidos
por variables blandas.
En los 90 en política ser era aparecer, el debate político se daba en lo
de Grondona, nadie llenaba una plaza, y para los ciudadanos ser era
parecerse a los que aparecían en la TV.
Esa forma de hacer política despojada del debate profundo, priva a la
política de los sujetos políticos, del marco intelectual, de
contenidos, de la observación crítica y del aprendizaje, por eso Chacho y
Meijide sentados en Hora Clave, terminaban estableciendo como
conclusión que el problema del menemismo era la corrupción no la
convertibilidad, un esquema de anclaje en una moneda de un país como
EE.UU. que tiene una productividad 10 veces superior a la propia, y que
mandó a la pobreza a 20 millones de personas. La Alianza una
construcción absolutamente mediática, decidió que había que hacer
menemismo pero sin corrupción, eligió como slogan “conmigo un peso un
dólar” y puso al padre de la convertibilidad como ministro de economía.
Y el periodismo dentro de esa construcción puramente mediática de la
política, también despojó a la política del debate, de todo proceso
intelectual y por ende de rigor. Así Lanata analizaba la problemática de
la coyuntura con las declaraciones juradas de los políticos en la mano
como único insumo discursivo.
Esta forma de construir poder sin sujetos políticos, sin militantes, sin
debate, sin enamorar, voló por el aire junto con el helicóptero de De
la Rúa, pero no solo en la Argentina ocurrió esto, sino en todo el
mundo, al principio de los 2000 con la explosión de la sociedad civil.
Cuando la gente recupera el espacio público es difícil manejarlos con un
control remoto.
Entre estas dos variantes de construcción y acumulación electoral se
ubica la construcción y acumulación en la Web 2.0, con mas espacio para
las ideas, para el debate, y para la construcción de sujetos políticos.
Esa construcción y acumulación en la Web 2.0 revela una eficacia creciente en tres ejes de acción política fundamentales:
a) La política como acción instrumental, que pone en la mira un objetivo
y establece propuestas racionales de fines y medios, donde la Web 2.0
da espacio para el debate sin interrupciones, ya que hay tiempo, y se
puede proponer y discutir, saliendo de la trampa presencial-emocional de
querer ganar una discusión, aun con la agresión y la puja, existe un
delay y la posibilidad de una retirada honorable, que el debate en el
mundo real o en los medios no da. En la Web 2.0 las declaraciones
juradas de Lanata, o los gritos ¡Corrupción! De Meijide, Carrió o Juan
Pablo Baylac, no se emiten ante receptores mudos, sino ante millones de
receptores-emisores que piensan y dicen.
b) La política como expresión simbólica, de la vida en común, como
mecanismo de reconocimiento de pertenencia a un grupo, a una entidad,
barrio, ciudad, país. En la Web 2.0 se potencia la ritualización de los
símbolos, los flujos de intercambio formadores de lazos, las
complicidades, la identificación con el otro y con referencias externas
aglutinadoras, que determinan en la identidad digital de cada uno la
filiación y pertenencia en mayor o menor nivel de ligazón a diferentes
grupos.Ya no esta la pantalla hablándole a millones de mudos y a cada
uno por separado. En la Web 2.0 dialogan millones y todos pueden
participar del diálogo multidireccional.
c) La política como formalizadora de las vínculos sociales, donde se
recuperan relaciones, se preservan, relanzan, se redefinen y se cruzan
capitales relacionales y “amistades” facebokeras o twitteras, En esta
formalización y expansión de los vínculos, se redefinen la interacción y
el debate permitiendo la diferenciación, favoreciéndola, y preservando
al sujeto en su rol rebelde que se ubica en un lugar de disenso.
En el mundo real la fuerza omnipresente de los liderazgos presenciales
verticaliza el debate lo dogmatiza, acabando por eliminar el debate de
ideas, acotando los márgenes de la crítica y estableciendo mecanismos de
suspicacia y de ocultamiento de las verdaderas opiniones, desembocando
en cierto cinismo, bloqueador de cambios. En la Web 2.0 esos liderazgos
pierden fuerza y poder ante la masividad de opiniones, la atomización de
la oferta en términos de relato, la igualación de los emisores, y la
horizontalización de las plataformas desde donde se emite.
La construcción territorial en la Web 2.0 requiere a diferencia de la
construcción puramente mediática de los 90, ideas, discurso, relato y
compromiso. Pero fundamentalmente requiere de la voluntad de construir
sujetos políticos independientes tácticamente, a los cuales poder
inspirar, guiar y direccionar estratégicamente.