Leemos una muy interesante nota de Ezequiel Meler, aparecida hoy en Página 12 , bajo un título que estrecha en mucho su alcance conceptual.
En efecto, la nota plantea una problemática que abstraída del momento en que se edita , desborda ampliamente el ámbito de un solo gremio y remite a la eficacia del paro como herramienta central de reclamo en un mercado de trabajo heterogéneo , y no solo por las asimetrìas formal/ informal, sino, como vimos acá, al interior mismo de los asalariados formales
A nuestro juicio, solo una amplia legitimidad política y sindical -- no de la "opinión pública -- puede funcionar como mecanismo compensatorio de la gran fragmentación estructural que el mercado de trabajo actual plantea como obstáculo a la eficacia del paro como herramienta de reclamo. Leemos a Meler:
En efecto, la nota plantea una problemática que abstraída del momento en que se edita , desborda ampliamente el ámbito de un solo gremio y remite a la eficacia del paro como herramienta central de reclamo en un mercado de trabajo heterogéneo , y no solo por las asimetrìas formal/ informal, sino, como vimos acá, al interior mismo de los asalariados formales
A nuestro juicio, solo una amplia legitimidad política y sindical -- no de la "opinión pública -- puede funcionar como mecanismo compensatorio de la gran fragmentación estructural que el mercado de trabajo actual plantea como obstáculo a la eficacia del paro como herramienta de reclamo. Leemos a Meler:
Mañana,
Hugo Moyano tendrá que mostrar en la Plaza de Mayo, con todo lo que eso
implica, cuánto apoyo mantiene en el seno de sus gremios y qué pueden
aportar sus aliados, dentro y fuera de la CGT. La jugada no le servirá,
probablemente, para retener la secretaría general, pero legitimará su
papel como referente inevitable del movimiento obrero organizado, por
ser uno de los pocos que puede, a partir de la gran expansión del
sindicato de Camioneros en la última década, parar literalmente la
actividad económica y el funcionamiento del país.
Moyano, es cierto, aspiraba
y aspira a más. Creyó que podría, en el nuevo diseño del justicialismo
pensado por Néstor Kirchner a partir de 2007, recuperar posiciones
perdidas por el sindicalismo desde los años ’80, cuando el PJ, aún en la
oposición, inició lentamente el camino que lo convirtió en un partido
de base territorial financiado por el gobierno de las instancias
comunales y provinciales del Estado. En esa disputa, Moyano enfrentó
primero la reticencia de los intendentes del Gran Buenos Aires,
representantes por defecto de sectores populares que hoy construyen su
identidad no tanto a partir de una experiencia fabril sino a través del
ámbito barrial. Pero su desplazamiento definitivo tuvo lugar cuando
reclamó espacios en las listas que no se correspondían con la intención
de voto que aportaba al conjunto del Frente para la Victoria.
Los sindicatos han
avanzado, es cierto, varios casilleros en el mercado de trabajo. Merced a
la recuperación de las paritarias y la vigencia del esquema de
convenios colectivos característico del modelo sindical argentino, los
gremios en general, y los más fuertes en particular, han aprovechado sus
posiciones para convertirse en la referencia saliente de la protesta
social en el país. Como señalan Sebastián Etchemendy y Ruth Collier,
esta modalidad de representación, que llaman neocorporativismo
segmentado, “ha restablecido a los líderes sindicales como
interlocutores cruciales del Gobierno y las asociaciones empresarias en
negociaciones salariales a nivel de cúpulas, ha incrementado la
capacidad de movilización y las prerrogativas institucionales de los
sindicatos y ha ayudado a grandes porciones de los trabajadores del
sector formal a recomponer su nivel de salarios”. Ello, además, tuvo
lugar con una marcada autonomía operativa respecto del proyecto político
kirchnerista, del que pudieron actuar como socios menores. Incluso
ahora, la pauta general de aumentos salariales lograda por la mayoría de
los sindicatos se parece más al 23 por ciento de la UOM que al 18 por
ciento propugnado inicialmente por el Gobierno.
La realidad que Moyano
eligió no ver en ese momento remite a datos muy duros, que diferencian a
la Argentina de aquel país de los años ’60 y ’70, en que vivieron su
niñez y juventud muchos de los dirigentes nacionales que vetaron su
tentativa restauradora. Según la Consultora Equis, dirigida por Artemio
López, las cifras de pobreza e indigencia combinadas rondan el 16 por
ciento, cifra que se elevaría notablemente de no ser por la activa
política social del Estado nacional. Asimismo, el mercado laboral
argentino funciona con un 35 por ciento de informalidad, y las tasas de
agremiación son muy bajas. Muchos de los reclamos del mundo sindical,
como la suba del mínimo no imponible, aparecen como contradictorios con
los intereses de sectores que dependen de la recaudación estatal para
acceder a los recursos que dispensa la política social...