“Estoy trabajando para que no te caigas” la funcionalidad de la negación en el discurso de poder de Alberto Fernández




Alberto Fernández a diferencia de su antecesor Mauricio Macri, dispara a través de su marca política significados de solidez, formación, eclectisismo y capacidad de gestión, frente a un ex presidente con un léxico de 200 palabras, ninguna de ellas esdrújula, y que carece de pensamiento complejo y capacidad de análisis. Por estos días escuchamos muchas veces el argumento que la pandemia con Macri hubiera sido un desastre, y sin duda es asi.

Está claro, Alberto no es Macri.



Despejado el accidente histórico llamado macrismo, la comunicación presidencial hoy no solo que no aporta soluciones, sino que se constituye en una parte sustancial del problema.

La gente no sabe que va a pasar con su trabajo, con sus ingresos, con su familia, con los gastos, la alimentación, el alquiler, los créditos. El miedo está potenciado por la imposibilidad de actuar, por el corte de la cadena de pagos, por la ausencia de dinero físico, por las subas fuertes de los precios, el dólar, los despidos, bajas de sueldos, pymes acorraladas, cuenta propistas que hace más de un mes que no salen a hacer la diaria y la ausencia de una esperanza de que todo esto va a mejorar.


El problema y las percepciones



Los argentinos transitan esta cuarentena atravesados por dos niveles de angustia, miedo e incertidumbre: el sanitario y el económico.

En el nivel sanitario las percepciones se construyen a partir de un mensaje sólido, con certidumbres y resultados comprobables. En lo económico, no hay respuestas emocionales al problema. No hay esperanzas ofertadas, no hay intervención emocional en términos de mostrar que se está trabajando para el día después.


El macrismo solía articular afirmaciones que encubrían negaciones, como “el segundo semestre” “la lluvia de inversiones”, “la inflación está bajando”, que obviamente nunca funcionaron, no solo porque la gestión las destruía rápidamente, sino porque funcionaban como negaciones encubiertas. Y la negación es una afirmación negativa.


El discurso de poder del presidente no se hace cargo de la angustia y la incertidumbre, por eso no afirma, y en su lugar niega. Sabemos cuál es el efecto de la negación. Andá a decirle a tu esposa, que su amiga Fernanda no te gusta.



Toda negación implica una afirmación negativa, esto es Lacan.


La funcionalidad de la negación en el discurso, es inversa en términos de sus objetivos a la intención del emisor. Nadie que sea honesto debería decir “no robé ”, sería como para alguien que no tiene ninguna cicatriz en la cara, decir “yo no tengo ninguna cicatriz en la cara”. Si uno no tiene el deseo de tener algo ni nada con Fernanda, difícilmente habilite los senderos neurológicos que le hagan decir que no le gusta, y eso las audiencias lo decodifican rápido, aunque no lo puedan poner en palabras y en emergencia, y fundamentarlo.
Esta percepción no decodificada, no construye afirmaciones racionales con reproductibilidad, no es algo que las personas van a contar y repetir, sino que genera sensaciones y sentimientos que se van solidificando e interviniendo en los mecanismos de valoración y preferencias.



Claramente el gobierno tiene un plan sanitario, y ese plan sanitario está dando muy resultados. Seguramente, el presidente se rodeó de los mejores infectólogos, virólogos, especialistas etc. Y las medidas tomadas están dentro de una estrategia clara y eficaz. En el tema económico, puede que exista un plan para salir de la gravísima crisis que nos trajo y que nos va a dejar el coronavirus, puede que haya un plan para reconstruir el empleo, el entramado pyme, para ir recuperando la actividad, la oferta de bienes y servicios y el transporte y la logística en general. Pero la gente no siente que exista un plan en términos económicos como si lo percibe en términos sanitarios. Realidad es percepción.


La angustia, el miedo, la incertidumbre acerca del presente más inmediato y del futuro cercano no son sentimientos y percepciones abordadas e intervenidas por el discurso de poder presidencial.




PEROOOOOOOOOO

Es como estar escalando una montaña con alguien que sufre de vértigo y hablarle del paisaje, cuando la persona no puede pensar en otra cosa que en que se va a caer y se va a matar. No te va escuchar y si le decís, “no te vas a caer”, o “estoy trabajando para que no te caigas”, " te estás cayendo PERO  vamos a ..." el efecto va a ser el inverso al buscado.


Desde ya que la afirmación no debería dejar ninguna duda, pero debería negar afirmando e intervenir en forma cenestésica en los públicos objetivo.


La reacción refleja, siempre será negar, para luego exponer elementos objetivos que desmientan la información que deseamos negar. Y esta secuencia plantea problemas complejos.

El primer problema que presenta la negación consiste en rebatir con una respuesta racional una instalación emocional que han “comprado” algunas personas. Una vez que la emocionalidad generada se instala, corre por canales separados con la racionalidad.


El segundo problema consiste en la previsibilidad y obviedad, ya que lo que se espera siempre es la negación, con lo cual la predisposición del oyente es defensiva. Ante la difusión de una noticia que señala que el ministro de defensa recibió una coima, resulta obvio que el ministro no va a decir “es cierto recibí una coima”.


El tercer problema de la negación radica en la asimetría de reproductibilidad de esa negación, en relación a la información que se pretende negar. La cantidad de veces que se repite una información ponderada por la viralización boca a boca, 3.0 y la retroalimentación desde y hacia los medios tradicionales, es muy superior a la cantidad de veces que una persona puede negar algo.



No es un problema de gestión política, ni de medidas dolorosas. Se trata de comunicar conectando con las angustias, miedos e incertidumbres, afirmar y no negar e instalar certezas y confianza a favor de una marca política que a priori tiene el crédito para hacerlo.

Her greatest strength was toughness without anger

What Phyllis Schlafly’s Heirs Could Learn From Her


“Mrs. America,” in its fourth episode, re-creates a vivid example: a 1973 debate between Schlafly and feminist leader Betty Friedan at Illinois State University, when Friedan called Schlafly a witch and spat, “I’d like to burn you at the stake.” (In real life, at that same debate, Friedan also called Schlafly an “Aunt Tom.”) In the arc of an hour of TV drama, it was presented as a turning-point moment: Schlafly had been losing, but her serenity, in the face of Friedan’s rage, suddenly gave her the upper hand.

This is where Schlafly’s successors often seem a far cry from the original. Yes, they share her fearless posturing and relish for picking fights. But they’re much more likely to succumb to the rage that Schlafly studiously avoided, even when they’re talking to a like-minded audience. And much of their posturing isn’t pitched to the opposing side at all. Rather than projecting calm against someone else’s fury, today’s conservative stars are largely railing against an absent enemy, in front of an audience of people nodding in agreement. It’s enough to make them look, well, a bit like snowflakes by comparison.


***

The parallels between Schlafly and today’s female conservative firebrands aren’t exact. According to Critchlow, Schlafly would never have been spotted in anything less than the primmest of necklines, let alone the slinky cocktail dresses that are today’s cable TV uniform. And unlike most of her successors, from Coulter to Laura Ingraham to Michelle Malkin to Jeanine Pirro, Schlafly was more than just a provocateur. She was a skilled and savvy organizer whose goal wasn’t just to build an audience, but to sway state legislators into voting against a constitutional amendment they had previously supported—which required a certain politeness that can be hard to find in today’s scorched-Earth media climate.

“She knew that to win people over, she needed to show some respect to her opponents,” says Critchlow, whose book, Phyllis Schlafly and Grassroots Conservatism, was published in 2005. “And if she came across as dismissing them, or looking like their arguments were just completely foolish and that they were idiots, she wouldn’t win people over.”

Still, like many female conservative media personalities today, Schlafly was able to parlay attractiveness, wit and ideological orthodoxy into a successful personal brand. And she had a keen instinct for visual media, which she displayed from the earliest days of her political career; in 1952, as a candidate for Congress, she arranged a photo of herself in the kitchen, the ultimate housewife. On national TV shows during the ERA fight, she wore prim skirts and high-necked sweaters, with her hair pinned up in a trademark bouffant.

By the time Coulter emerged as a rising star of the 1990s, the costume for conservative women had changed considerably, as had the personal-life requirements. Being overtly feminine was still a prerequisite—and being blonde didn’t hurt—but many right-wing media stars weren’t housewives, or wives at all. (Elisabeth Hasselbeck was an exception as she played up her motherhood on “The View” in the early 2000s. But she also wasn’t a Coulter-style provocateur.) Still, a conservative audience expected, from its heroines, an overt brand of femininity: put-together-enough to be aspirational to women; coquettish enough to match a certain fantasy for men. Think: Ingraham’s v-necked, jewel-toned dress as she preached American exceptionalism at the Republican National Convention in 2016; Michelle Malkin’s coiffed curls as she rails against immigration; Lahren’s trendy athleisure designed to hold a Second Amendment-protected weapon of your choice.

The female-conservative archetype has become so deeply embedded in U.S. media culture that producers use it as a go-to slot in political punditry. Susie Meister, co-host of the “Brain Candy” podcast, learned this when she tried to parlay reality-TV fame into a broadcast media career. A fresh-faced blonde from a religious, working-class household in Pittsburgh, Meister sent her first audition tape to an MTV reality show in 1998, at age 18. Producers swiftly typecast her as the small-town conservative girl, a role that fit well enough that she could credibly play it over and over for nearly a decade, on such shows as “The Road Rules: Down Under,” “The Gauntlet 2,” and “The Inferno 3.”

But by 2014, after getting a PhD in religious studies from the University of Pittsburgh—her dissertation was on the marketing of prosperity gospel by preachers like Joel Osteen—Meister found that her political views had shifted. And when she decided to pursue a career in TV commentary, and met with talent agents who could pitch her to news and cable networks, they uniformly told her that her only path forward was to pitch herself as a firebrand conservative.

“The only advice they gave was that if this is something you’re interested in, you just would have to take the ideology on as if it were yours and become a persona, and play up the things about your look that fit with the brand of the network,” Meister says. No one gave her direct advice about clothes or styling, she says; “it was more about hair color and sort of a va-va-voom type of look in general.”

The stereotype cuts both ways, Meister says: mainstream and left-leaning networks also weren’t interested in bringing her on as a measured liberal voice. “‘Maybe they also don’t want people that look incongruent with the worldview,” she says. “With bleached hair and fake boobs, when I go into a normal, non-leaning-conservative network, it doesn’t match that worldview, either.”

The Schlafly model doesn’t rely on Barbie-doll looks alone. Like many of today’s successful female conservative stars, she also had a fondness for arguing and an ability to marshal quick retorts—even if it meant twisting the facts to suit her purposes, or ignoring fact-checking entirely. On April 15, 1973, on William F. Buckley’s public affairs show “Firing Line,” Schlafly debated a “libber” opponent, National Organization for Women vice president Ann Scott, who was armed with a torrent of logic and a list of legal decisions that summarized the state of women’s rights. Schlafly didn’t have a law degree at the time (though she would return to school and get one five years later). Still, she projected erudition, balancing a big stack of papers on her lap and holding up a legal encyclopedia called American Jurisprudence. “American Jurisprudence is a discredited source. It is one which lawyers do not cite in their briefs,” Scott scoffed. Schlafly ignored the comment and kept referring to the book anyway. She wound up holding her own.

“Firing Line” was mostly friendly territory for a conservative woman like Schlafly; at one point, Buckley literally licked his lips as he bore into one of Scott’s arguments. Schlafly’s solo appearance on “Donahue” on May 1, 1974 was another story. Phil Donahue, the pre-Oprah king of women’s daytime TV, hadn’t yet married the feminist actress and producer Marlo Thomas, but his skepticism of Schlafly was clear—and his audience, a mixed political crowd, sometimes rumbled with hostility. Donahue nearly broke a sweat trying to be fair-minded to Schlafly and her allies in the studio audience, while still challenging some of their most outrageous arguments. At one point he apologized profusely for backing a nervous ERA opponent into a logical corner.

Schlafly, on the other hand, was unflappable. Perched daintily on the edge of the stage, she projected an air of superiority—a sense that, however earnest her foes were, she believed herself better, smarter, more logical, more sensible, more attractive. When a pro-ERA woman called into the show, viscerally angry, Schlafly’s serenity felt like its own rebuke. “They don’t want to listen to the facts. They just want to talk,” she said, as if she were admonishing toddlers at home.

Shouting wasn’t all Schlafly and her allies faced in those days, especially as their anti-ERA crusade began to succeed. Once, when researching papers archived at her organization’s Missouri headquarters, Critchlow came across a big, sealed plastic bag of hate mail that had been sent to an anti-ERA legislator in Florida—who passed it along to Schlafly so she’d know what he was facing. Inside the bag were pornographic pictures, used tampons, and dirty sanitary napkins.

Schlafly herself faced death threats; her family urged her to hire a security guard, but she refused. She understood the power of never looking frazzled or showing a kink in your armor. A more effective weapon, it turned out, was condescension. At the start of her turn on “Donahue,” she calmly took down the feminists at Ms., saying the magazine was aptly named because “its motivating, unifying force is the old adage “Misery loves company.’”

“Ms. is for ‘misery’?” Donahue repeated, incredulous. But Schlafly was on a roll. “Ms. is for ‘Misery loves company,’ yes,” she said in a lilting voice, as the audience audibly groaned. “It’s a lot of unhappy complaints about unhappy women with problems.”

Put-downs are a standard tool for today’s conservative stars. But Critchlow delivered hers with a different tone, Critchlow says, disparaging but playful, wrapped in a smile and the guarded language of the ’70s. “She could be quite abrupt and quite acerbic with a cutting line,” he says. “But it was more rapier-like than trying to bludgeon the other side.”

One of the key pieces of advice she gave her followers, Critchlow said, was to avoid looking confrontational, especially when lobbying politicians directly. As “Mrs. America” shows, she played on gender stereotypes but used them as a weapon: persuasion wrapped in deference that appealed to male legislators’ egos and made them imagine they weren’t being manipulated. Her followers spoke in a unified voice that she herself defined—and that stood out against a pro-ERA movement that was divided over tactics. ERA America, an umbrella organization based in Washington, favored traditional lobbying activities, Critchlow says. But NOW was “much more confrontational, and they tried to pursue what might be called a civil rights strategy of protests and threats to state legislators. And I think it really backfired on them.”

Schlafly’s heirs today share her take-no-prisoners drive, but they show less appetite for engaging with opponents—and, when they do, they sometimes have trouble matching Schlafly’s restraint. Even their book titles evoke a kind of shouting in the schoolyard; Coulter’s bestsellers include Godless, Treason, Guilty, Mugged and If Democrats Had Any Brains, They’d Be Republicans. Jeanine Pirro’s forthcoming book is titled Are You Stupid? Or Were You Just Born a Democrat? These books aren’t attempts at persuasion; they’re firebombs, calculated to rile up the base and excite the already-converted. They’re echoes of the strategy Donald Trump has used leading into the 2020 election—even now, as he foments anti-government protests, rather than deferring to the scientists on his staff.

In video appearances, conservative stars can be equally inflamed. Take Kayleigh McEnany, Trump’s new press secretary, who has repeatedly laid her emotions bare in tense CNN exchanges, shouting over hosts and other guests. Or take Lahren, another telegenic blonde who, at age 22, was handed her own news show on OAN—the conservative news network that drew a stir at President Trump’s press briefings this spring, when a correspondent asked questions so friendly to Trump that they sounded like parody, and was later removed for violating social distancing rules.

Lahren’s breakthrough moment came in 2015 when, at the end her OAN show, she drilled into the Obama administration for what she called a sluggish response to the murder of four Marines in Tennessee by a Muslim gunman. “I’ve had it with this failed strategy, this halfway, half-baked, tiptoe, be-friendly-to-jihadis mentality pushed by this administration,” she intoned in what would become her trademark: a rapid-fire machine-gun barrage of insults and invective, pointed at an outside enemy. The diatribe lacked Schlafly’s slyness, her restraint, her equanimity. Still, the clip went viral on YouTube, and Lahren’s star continued to rise.

Even Lahren has turned out to be capable of a Schlafly-level moment—to some degree—when presented with the right opportunity. In December 2016, when she had moved to the conservative platform The Blaze, she scored a crossover appearance on “The Daily Show with Trevor Noah.” Lahren bounded onto the Comedy Central set in a little black dress, eager to face the fire. “I’m in the Lion’s Den, Trevor!” she said cheerfully.

Throughout the interview, Noah was friendly but relentless, grilling Lahren on her apparent racism, her outrageous equation of Black Lives Matter with the Ku Klux Klan, her lack of internal logic. At one point, when she declared, “I’m a millennial, so I don’t really like labels,” he nearly blew a gasket: “I’m sorry, my brain—you just gave a label to say you don’t like labels,” he said, as the audience howled. Lahren acted as if the moment had never happened. For 14 minutes of bombardment, she was Schlafly-level unperturbable; no matter how smart Noah’s rejoinders were, he couldn’t get under her skin.

But Noah did manage to scratch at something new about Lahren’s public persona: the apparent gap behind the figure she projects to exclusively right-wing audiences and the one she was willing to show in a neutral setting. In her solo-TV screeds to a faceless audience, Noah told her, “you are angry about everything, it seems.” Her response, when she was sitting four feet away, was matter-of-fact and uncharacteristically cheerful: “Sometimes people just need to be called on their s--t.”

It was enough to make you wonder what a Lahren or a Coulter or a McEnany would look like in a media landscape that wasn’t quite so polarized—or what Schlafly’s activism would have looked like if she were a young conservative coming up today. Over time, as her personal profile waned, Schlafly’s own book titles evoked a growing sense of rage against the wind: The Supremacists: The Tyranny of Judges and How to Stop It; Who Killed the American Family? (Her last book, published at the time of her death in 2016, was titled The Conservative Case for Trump.) Her cunning brand of equanimity was easier to build in the 1970s—long before shoutfests and “gotcha” moments became the cable-news norm, or media offered a 24-hour open mic for preaching to a fired-up choir. Betty Friedan might have worked herself into a lather in Schlafly’s presence, but TV anchors and reporters of the time had different standards of conduct. “Although she was attacked by her opponents on various grounds,” Critchlow says, “the media in general, even while not liking her, didn’t deride her or go after her in a way that was trying to trip her up.”

Today, every cable-news appearance is fraught with traps. There are fewer chances for a lightning rod like Lahren to appear on a friendly crossover stage (and Noah took plenty of hits for inviting her on his own show that one time). So it’s little surprise that Schlafly’s successors learned to lean into the anger that their audience wants and expects. It’s a strategy that will sell books and get attention. But with fury as their guide, conservative media stars today will fall short of Schlafly’s success in one key way: They’re unlikely to change anybody’s mind.

Bolsonaro vs. Moro, el divorcio político que conmociona Brasil


El presidente Bolsonaro y su entonces ministro Moro en la final de la Supercopa brasileña en febrero en Brasilia.Buda Mendes

Ahora que la pandemia del coronavirus ha obligado a suspender la filmación de las telenovelas brasileñas, la cadena Globo ha tenido que reponer algunas de las más vistas en temporadas anteriores. Pero desde el viernes el divorcio político que conmociona Brasil amenaza con competir con los mejores culebrones en cuanto a audiencia. El día de la inesperada noticia bomba terminó con la revelación en el telediario de máxima audiencia de varios mensajes privados entre los dos protagonistas. “Una cosa es admirar a una persona, otra cosa es convivir con ella”, afirmó el presidente Jair Bolsonaro, 64 años, sobre el antiguo juez Sergio Moro, 47 años, en su primera comparecencia después de que su ministro estrella le dejara plantado y saliera de su Gobierno con un portazo tras acusarle de injerencias políticas.

Como muchos divorcios, este también incluye una batalla por el relato. Moro reprocha a Bolsonaro que incumpliera su promesa de darle carta blanca para combatir la corrupción y el crimen organizado; el presidente retrata al aliado súbitamente convertido en adversario como un ególatra oportunista con amagos de insubordinación al que tiene que implorar que le informe y como alguien dispuesto a ceder en sus principios a cambio de una plaza en el Tribunal Supremo, cosa que Moro niega. Ambos luchan por presentarse como campeones de la integridad.

Los Whatsapp que Moro entregó al informativo de Globo muestran a Bolsonaro diciendo que la noticia de que la policía investiga a 10 ó 12 diputados bolsonaristas por difundir noticias falsas “es un motivo más para el relevo en la [dirección de la] Policía Federal”. Para el magistrado que dirigió las investigaciones de la Operación Lava Jato contra la corrupción enraizada en política y negocios, el cese sin motivo objetivo de Mauricio Valeixo, el jefe policial al que nombró y que le acompaña desde aquellas pesquisas, era inadmisible.

La destitución se consumó de madrugada vía el Diario Oficial de la Unión. Moro convocó una rueda de prensa y, tras exponer sus motivos durante 40 minutos mientras la Bolsa se desplomaba un 9%, anunció que descansará un poco antes de buscarse un empleo. Solemne, añadió: “Estaré siempre a disposición del país”. Queda por ver cuántos seguidores de Bolsonaro se lleva en su marcha.

La renuncia de Moro pone patas arriba el tablero político justo cuando Brasil ya afronta la emergencia sanitaria y económica de la pandemia del coronavirus. Y agrava la debilidad de un presidente capaz de indignar en la misma semana a los gobernadores y gestores sanitarios con el cese del ministro de Salud e irritar a sus ministros militares dando alas al golpismo. En sus 16 meses en el poder, el crimen ha caído, pero la economía nunca ha llegado a alzar el vuelo con fuerza y la estocada del coronavirus es ya devastadora sobre la actividad, especialmente para los más pobres. Los contagios rondan los 53.000 y los muertos ascienden a 3.670. Las peticiones de impeachment se multiplican, pero es un escenario remoto por ahora. Una de las claves es ver cómo evoluciona el apoyo al capitán Bolsonaro de los generales, retirados casi todos, que integran el Gabinete de Ministros.

El mandatario sabe de divorcios. Michelle es su tercera esposa y al echar al titular de Salud lo definió como “un divorcio consensuado”. Entre sus flancos débiles destaca el clan familiar que encabeza. Las investigaciones policiales y de la Fiscalía apuntan a que su hijo Flavio, el senador, malversó dinero público y, según la prensa local, existen sospechas de que Carlos, diputado estatal de Río de Janeiro, participaba de una maquinaria para aventar noticias falsas. Ahí está supuestamente el origen de la insistencia del presidente por relevar al jefe de la Policía. El favorito para sucederle en el puesto es el jefe del servicio secreto.

Movimiento rápido

La salida de Moro, que se materializó en horas en un país donde las crisis políticas se cuecen durante semanas o meses, abre un boquete en la línea de flotación del Gobierno. Por eso Bolsonaro compareció rodeado de sus ministros, incluido el de Economía, Paulo Guedes, el otro fichaje estrella con el que logró el apoyo de votantes que consideraban al antiguo militar un impresentable. El ministro llamaba la atención entre los trajes oscuros y las corbatas porque llevaba mascarilla —recordatorio de una pandemia que se acelera— e iba en mangas de camisa. Y, como percibieron los internautas, aparentemente descalzo.

El antiguo juez y el fundador de un banco de inversión formado en la escuela de Chicago fueron fichados con la misión de cumplir las principales promesas de Bolsonaro: acabar con los corruptos, dar seguridad a los brasileños de bien y privatizar todo lo que hiciera falta para que la economía creciera como en los viejos tiempos.

Al aceptar la invitación del ultraderechista Bolsonaro para ser ministro de Justicia y Seguridad Pública, el juez rompía su promesa de no entrar en política. Abandonaba una carrera en la judicatura que le convirtió en el cruzado anticorrupción —héroe de una parte de los brasileños, por meter en la cárcel al exmandatario Lula da Silva; y villano para otra, por la misma razón— y renunciaba a la fabulosa jubilación que conlleva. El divorcio político promete nuevos capítulos en breve.

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La construcción de la personalidad de la #marcapolítica en el #votojoven




Por Rubén Weinsteiner


Cuando nos planteamos diseñar o renovar la personalidad de una marca política, partimos de la tarea de articular una serie de datos y significados, que nos permitan retratar un perfil antropomórfico genérico, arquetípico, familiar, aceptado y generador de deseo, que plasme la personalidad de la marca política.


La comunicación política o corporativa mediada, como se desarrolla en todos los casos, lleva en su matriz los paradigmas de la comunicación cara a cara. Por eso en la construcción de la personalidad de la marca política, confluyen emisor y receptores del mensaje.


Estos públicos articulan en su cabeza, una construcción de la marca política con rasgos determinados de personalidad, y construyen personalidades de receptores modelo del mensaje de la marca, lo que retroalimenta la personalidad de la marca política.


Como con la imagen, con la personalidad pueden existir muchas y divergentes percepciones, miradas y construcciones. A una misma persona la pueden ver de diferentes maneras, lo importante es el punto de convergencia, las coincidencias e intersecciones de los diferentes segmentos del público.




El objetivo es construir y presentar una personalidad coherente, eficaz y alineada estratégicamente para conseguir los objetivos planteados, y que se diferencie de las demás propuestas, y en la cual puedan los diferentes segmentos del público, proyectar sus propios deseos.


¿Como se construye la personalidad de la marca política?


Algunas de estas variables, articuladas a favor de una construcción homogénea y congruente, determinan la conformación de la personalidad de la marca política:


a) El país, región, origen en general con el cual podemos identificar a la persona: italiano, español, árabe, judío, alemán, pueblos originarios, sexta generación en el país, etc. El tano, el gallego, el turco, el ruso, el alemán, el negro, son marcas en sí, que disparan significados constitutivos de la personalidad de la marca política. Los atributos que se asignan en el imaginario a las diferentes procedencias, tienen que ver con el posicionamiento de estas en la cultura del país. Los alemanes y suizos metódicos y eficientes, los judíos capaces para los negocios, los españoles constantes y tercos, los árabes carismáticos y con talento para la seducción etc.






b) Profesión o trayectoria profesional: Si se plantea la personalidad de un corredor de fórmula uno como Carlos Reutemann, alguien que se subía a un auto y manejaba a 350 km por hora, el diseño apuntará a serenidad, decisión, temple, seguridad. En Scioli un ex motonauta de alta competencia, vemos además a alguien que supero un terrible accidente y la perdida de su mano. Un ingeniero plantea una propuesta de personalidad de marca, analítica, un poco aburrida, clara y eficaz. Los abogados como Cristina, Nestor Kirchner, Alfonsín, Menem y De la Rúa, que han monopolizado los cargos hasta acá, dotan a la personalidad de significados muy demandados y de alta aceptación en los votantes, como dotes de orador, cultura general, conocimiento de la ley, capacidad de debate son “doctores”, el marido/yerno ideal para las mujeres, alguien a quien le dan su confianza los hombres. Economistas proponen pensar en alguien que trae un equipaje diferencial, de soluciones que otros no tienen, un economista e ingeniero como Alsogaray, una marca que intentaba proyectar percepciones de soluciones en camino y certezas en la acción. Los contadores plantean orden en la cuentas, los médicos sensibilidad, los periodistas parecen poseer saberes en diferentes áreas.


El Lula tornero, el Evo cocalero, el médico Tabaré, artistas famosos como Schwarzenegger, Reagan o por acá Palito Ortega, Artaza o Del Sel, jugadores de futbol como Mc Allister, hombre de campo como De Angelis, cada profesión y trayectoria dispara significados a la cabeza de los votantes.


c) Distrito de procedencia y acción, un intendente del conurbano, un gobernador de una provincia grande, o de una pequeña, centro o periferia, condensan alrededor de la marca, atributos marcarios específicos.


d) Simbología y ritualidad: vestimenta, estilo, onda mas o menos joven, estilo de quienes lo secundan, sus emisores, estética corporativa, en el PRO con una simbología que podríamos llamar nerd, en el peronismo con informalidad y proximidad, en el radicalismo más formales y serios.


e)Naming y apodo: el nombre de la marca política es importante en el diseño de la personalidad de la marca, lo que connota y denota, retención, métrica, musicalidad y color. Los apodos se convierten en metáforas cuando imponen atributos como en los casos de: toro, tigre, locomotora, loco y chupete o familiaridad en tati, carozo, changui, coqui etc.


f) Imagen de los votantes y seguidores: en este juego de transferencia de asociaciones, un fuerte componente constructivo de la personalidad de la marca política, lo constituye la imagen que nos formamos de los votantes de esa marca política. La robustez de este condicionante tiene que ver con que esa imagen no esta mediatizada, la experiencia es personal y directa. Hay personas que no consumen una marca comercial, porque no les gustan los consumidores de esa marca. Hay marcas de indumentaria que no fabrican talles grandes, porque no quieren que sus prendas sean vestidas por personas gordas, hay discotecas donde se prohibe la entrada a personas que no se visten de determinada manera, o que no se ven de determinada manera, no porque los dueños sean discriminadores, quizás no lo sean, pero saben que muchos de sus clientes dejarían de serlo, si dejaran entrar a personas que sus clientes discriminan.


f) Mito identitario y constitutivo: si bien el mito opera mas en la identidad que en la personalidad de la marca política, el mito de la marca condiciona la mirada sobre la personalidad de la marca. Un pasado guerrillero, o militar con las connotaciones que pueden tener el significante guerrillero y el significante militar, el haber formado parte de una corriente de vanguardia, ser un empresario muy exitoso o tener un recorrido de vida fantástico, el haber protagonizado una acción concreta, real o no, pero que fue percibida como verdadera y se instaló en el imaginario, se constituyen en mitos necesarios y condicionantes de la personalidad de la marca política.


g) Rasgo distintivo y fuerte de carácter: peleador, gritón, puteador, simpático, risueño, agresivo, sereno, son algunas de las descripciones que pueden caracterizar un rasgo muy marcado de carácter.


La personalidad de la marca es un concepto estratégico, si no construimos una personalidad de marca, el publico va a asignar a esa marca una personalidad, sobre la que no tendremos control de gestión.


Personalidad y #votojoven


Las investigaciones nos muestran que los jóvenes identifican cinco grandes categorías de rasgos con sus correspondientes sub categorías en la personalidad de la marca política.


1) Autenticidad: clivaje “gato”-autentico. Desde la emergencia, la organización del debate para el voto joven, se da en torno al clivaje “gato”-auténtico. Los otros son la impostura, los que dicen una cosa pero son otra, contra eso se plantea un modelo normativo de autenticidad, sencillez y transparencia. No ser “careta”, no ser “gato”, no ser “trucho”, ser o en realidad parecer verdadero, transparente, genuino, austero, integro, “de barrio”, con lenguaje llano y sin eufemismos, de proximidad, concreto, sin vueltas, que no se guía por las modas, entre otros rasgos.


2) Potencial de acción: capacidad de reacción, recursos, proactividad, actitud joven, iniciativa, atrevimiento, insolencia, instalación de agenda, mente abierta, practica de deportes, barometrización de la cultura que viene, inspirador de confianza, seguridad en el debate.






3)Fortaleza: Resistencia, temple, hiperactividad, vigor, dureza, ser concreto, planteo de luchas contra enemigos poderosos, con final abierto. El enfrentamiento contra poderes hasta el momento “intocables” e “invulnerables”, le otorga vitalidad y dinamismo, al vínculo, entre una marca política y los jóvenes. Ese final abierto, esa asimetría desfavorable, indignan, emocionan, convocan y construyen la bronca originaria y movilizadora y la alegría de la acción y compromiso colectivo.


4) Emotividad: capacidad de generar deseo, emoción, indignación, furia, risas y sonrisas, alegría, tristeza, audacia, actitud, revelar alternativamente fortaleza y debilidad, visualidad, provocación, incorrección, transgresión, sentido artístico.


5) Complejidad y sofisticación: alguien diferente, original, disruptivo, con un diferencial fuerte de marca, una vuelta de rosca más, una motivación superior para hacer las cosas.


La personalidad de la marca política o corporativa debe responder a la pregunta del título ¿y vos quien sos? La respuesta es una imagen construida con estas herramientas, y alineada dentro de una estrategia de marca de diferenciación y microsegmentación, fundamentada en la colonización de subjetividades y la construcción del deseo, ya que el #votojoven no se resuelve por necesidad sino por deseo.

Rubén Weinsteiner

La Argentina se retiró de todas las negociaciones del Mercosur




El Gobierno informó a sus socios del Mercosur que abandonará todas las negociaciones del bloque, a excepción de las conversaciones pendientes con UE y EFTA, acuerdos ya firmados. Una decisión de enorme peso político en medio de la pandemia del coronavirus y sus consecuencias económicas

La Argentina pateó el tablero y tomó una decisión de enorme peso político

En una decisión de enorme peso político, la Argentina decidió abandonar todas las negociaciones que llevaba adelante el Mercosur, al considerar que el contexto mundial es adverso, y así paralizó las conversaciones con diversos mercados, lo que agravará la interna político-comercial en el bloque.

Durante el desarrollo de una videoconferencia con representantes de Brasil, Uruguay y Paraguay que tuvo lugar el viernes pasado, el equipo técnico de negociadores del Gobierno informó que la Argentina se retira de todas las conversaciones, tanto con Corea del Sur como con Singapur, Canadá, Egipto o Israel, lo cual paralizará las negociaciones con esos países en forma automática, revelaron a BAE Negocios fuentes gubernamentales.

De acuerdo con la normativa Mercosur, sólo se puede negociar en conjunto (resolución 32/00), de manera que únicamente con modificaciones reglamentarias, el resto de los socios podría avanzar unilateralmente, lo cual enciende nuevamente este debate. El jueves, este medio relató la fuerte interna entre el Gobierno y sus socios, en medio de una gigantesca crisis económica mundial generada por la pandemia del coronavirus.

Brasil, Paraguay y Uruguay buscaron retomar la iniciativa para cerrar un acuerdo comercial con Corea del Sur en el corto plazo, mientras que la Argentina sostiene que es "una locura" avanzar en este contexto con el agravante de que las negociaciones son muy desfavorables para el bloque sudamericano. Con el apoyo de la Unión Industrial Argentina (UIA) y la Confederación Nacional de la Industria ( Brasil), el Gobierno "pateó el tablero" en el grupo de relacionamiento externo del Mercosur. Allí, se esperaba que los otros tres socios insistan en mantener una ronda con Corea del Sur en la semana del 18 de mayo.

La tensión al interior del Mercosur es grande ya que Uruguay estaba desesperado por acordar con Corea del Sur, y tanto Brasil como Paraguay acompañan su paso. En adelante, habrá que ver las reacciones de cada nación y qué ocurrirá con otros frentes de negociaciones futuras como Canadá y el bloque europeo EFTA, con quien no están totalmente finalizados los acuerdos.

"Estamos en medio de un tsunami, y encima con muy malas y bajas pretensiones. Es vergonzoso lo que se plantea desde el Mercosur respecto de Corea", había hecho catarsis un funcionario ya la semana última. "Esta negociación es industria contra agricultura. No cierra por ningún lado", amplió. El Mercosur y la República de Corea tuvieron un comercio bilateral en 2019 de casi USD10.000 millones. La República de Corea se ha posicionado en los últimos años como una de las potencias económicas de Asia Pacífico, que además cuenta con una red de 15 tratados de libre comercio con 52 países.

Amazon es el gran ganador de la Coronomy y Jeff Bezos aumentó su fortuna en 30 mil millones de dólares

Y el ganador de la crisis es... Jeff Bezos
El gigante de la distribución Amazon se ha convertido en un refugio donde comprar y la fortuna de su presidente y fundador se ha incrementado en casi 30.000 millones en el último mes

Un hombre mira paquetes entregados por Amazon durante la cuarentena.

Desde que irrumpió la crisis, todos los días parecen Black Friday en Amazon. El consumidor ha encontrado en el gigante de Seattle un refugio donde comprar en este paisaje desolado. Durante la semana del 9 de marzo, su plataforma, acorde con la consultora Comscore, tuvo 639.330.722 visitas únicamente en Estados Unidos. Un 32% más que el año anterior. Solo las ventas —según la firma de análisis CommerceIQ— en las categorías de hogar y cocina han crecido un 1.181% en tasa interanual. Es más, su servicio de pago, Amazon Prime, suma 150 millones de miembros y cerca de 750.000 vendedores en todo el mundo utilizan su web para dar salida a sus productos. El precio de las acciones de Amazon está en zona de máximos históricos, la compañía tiene una capitalización de 1,19 billones de dólares y la fortuna de su fundador, Jeff Bezos, se ha incrementado en casi 30.000 millones en el último mes.

El banco de inversión Morgan Stanley estima que este año ingresará 332.004 millones de dólares (unos 304.000 millones de euros al cambio actual). O sea, 10.527 dólares (9.700 euros) por segundo ¿El próximo? Nada menos que 407.704 millones (373.000 millones de euros). Un 22,8% mas. Hecha la misma cuenta, 12.928 dólares (11.900 euros) en ese chasquido de tiempo. Mientras, el resultado de explotación (Ebit) superará los 35.100 millones de dólares.

Esos números se leen casi de corrido, sin aliento. Pero es solo parte del inmenso poder económico y social que protege a la compañía. Recientemente ha contratado 100.000 trabajadores, está distribuyendo productos sanitarios como ventiladores, máscaras, guantes, geles desinfectantes, priorizando el reparto de bienes esenciales, y ha aumentado temporalmente el salario de sus trabajadores en abril unos dos dólares la hora. Está representando el papel del Estado. Además, casi todos los expertos parecen enamorados de su negocio en la nube. El famoso Amazon Web Services (AWS). “La verdadera máquina de imprimir billetes”, cuentan. Ya aporta —según Bloomberg— cerca de 46.000 millones de dólares a la firma. O sea, el 28% del margen operativo. “De hecho, está creciendo a tasas del 33%. La pena ha sido no tener la oportunidad de comprar Amazon más barata”, lamenta Celso Otero, bróker de Renta 4.

Incluso Donald Trump, enfrentado desde hace años a Bezos, ha alabado su capacidad de entregar productos esenciales. “Amazon tiene la habilidad de vender su propio inventario y además distribuye productos de otras plataformas”, valora Brendan Witcher, analista principal de estrategia digital de la consultora Forrester Research. “Es su momento”.

Por eso, Amazon está bajo el microscopio del mundo. Sus directivos saben que su comportamiento estas semanas definirá el aprecio o el desapego de la sociedad por la compañía en los años venideros. Vive el tiempo más trascendente de su historia. Con sombras que se recortan profundas. En Washington, continúa abierta la investigación por posible vulneración de las leyes antimonopolio. “En el fondo, un callejón sin salida. Hace tiempo que en la práctica no es cierta esa idea tan estadounidense de la lucha contra los monopolios o la falta de competencia”, reflexiona Federico Steinberg, investigador principal del Real Instituto Elcano. Es fácil sentirlo. La compañía controla más de un tercio del comercio online estadounidense. “Es una marca en la que confían muchas personas y este no es el momento en el que los clientes estén comparando precios entre diferentes vendedores: optan por quien más confían”, observa Juozas Kaziukenas, de la consultora Marketplace Pulse. Y añade: “Para muchas personas eso es lo que significa la empresa de Bezos”.

Aunque otros miran por ese luminoso caleidoscopio y ven imágenes distintas. “Podemos tener democracia o tener Amazon Prime, pero no podemos tener a ambos”, contaba la periodista Julia Carrie en The Guardian. El miedo es dejar todo este espacio económico y social en manos de una empresa cuyo propósito es enriquecer a sus accionistas. ¿Bajo qué criterios usará Bezos semejante poder? Los periódicos llegan repletos de historias narrando las heroicas condiciones en las que trabajan estos días sus empleados. “Es perder sí o sí. Si no voy a trabajar, no puedo pagar el alquiler. Y si lo hago, puedo enfermar y no trabajar nunca más porque pierdo la vida”, relata en The New York Times Maurice Baze, repartidor de Amazon. La situación es complicada. Ha habido amenazas de paro en sus almacenes, la justicia francesa forzó el cierre temporal de sus seis centros de distribución en el país porque, según su criterio, no estaba haciendo lo suficiente para proteger a sus empleados e Italia vivió 11 días de huelga de sus trabajadores.
Difícil freno a la sofisticación

Pero resulta muy difícil frenar una empresa que quizá tenga la cadena logística más sofisticada jamás diseñada. “Las grandes tecnológicas serán más grandes que nunca”, prevé Eric Schmidt, antiguo consejero delegado de Google. Pese a la tasa tecnológica que prepara Europa a estos gigantes, la pandemia impulsa el negocio. Amazon está procesando entre un 10% y un 40% más de paquetes de los habituales durante esta época del año. “Sin duda, la compañía se beneficiará [de la crisis]”, señala Brad Gastwirth, del bróker Wedbush Securities. Y añade: “Es la firma dominante, entre otras geografías, en el comercio electrónico en Norteamérica, su división de AWS se ve impulsada por la migración continua a la nube y lo mismo sucede con los servicios en streaming”. Porque Amazon es una caja con muchas aperturas. El ejercicio pasado sumó 20.000 millones de dólares solo por suscripciones. Sobre todo, procedentes de Amazon Prime. “Esta fórmula genera ingresos muy recurrentes, lo cual ayuda a las empresas a navegar en un entorno cambiante y hacer que su negocio sea más resistente”, valora Nolan Hoffmeyer, gestor de Thematics AM.

El titán imaginado por Bezos en 1994 saldrá de la crisis más poderoso, estratégico y rico que nunca. ¿A qué precio? “Si quieres tener una economía diversificada, competitiva, donde la gente invente cosas, escriba nuevos libros y proponga nuevas ideas necesitas caminos variados al mercado”, advierte Stacy Mitchell, codirector del Institute for Local Self-Reliance. “Podríamos acabar viendo cómo la distribución de productos de consumo termina escurriéndose en su totalidad hacia un único canal llamado Amazon. Es increíblemente arriesgado”, alerta.
Perder el miedo

El Mercado de la Paz, en Madrid, es uno de esos pocos espacios donde el comercio, al menos en algunas de sus 60 paradas, aún se siente de barrio. Los habituales conocen el nombre de los tenderos y con ello, en parte, su existencia. Sus problemas, sus afanes, sus deseos. En este espacio de personas que se llaman por sus nombres, Amazon ha abierto su servicio premium para repartir alimentos de algunos de sus establecimientos. Una transformación en un barrio con una población envejecida. “Uno de los grandes cambios que trae la pandemia es cómo los mayores han perdido el miedo al comercio electrónico: a dar los datos de su tarjeta. La crisis sanitaria ha acelerado (y no solo en el caso de los ancianos) una transformación que hubiera tardado dos o tres años más”, subraya César Sánchez-Grande, director de análisis de Ahorro Corporación. Y zanja: “La normalización de la compra online de comestibles ya no tiene marcha atrás”. Otro cambio en un mundo nuevo.

Bolsonaro ahora involucra a Moro en la conspiración: "Me quiere afuera del Planalto"

El presidente brasileño salió a cuestionar a su ex ministro de Justicia. El temor por sus hijos y la inquietud del ala militar.



El presidente Jair Bolsonaro acusó al ex ministro Sergio Moro, que renunció hoy la cartera de Justicia, por una presunta operación que intentaría el ex funcionario para defenestrarlo. Lo dijo en estos términos: "No me quiere en el sillón presidencial". Fue durante un desayuno con 7 diputados. A ellos les refrescó: "Hoy ustedes van a conocer al hombre que no me quiere en el Planalto. Lo van a conocer a las 11 de la mañana". Precisamente a esa hora, Moro convocó a una conferencia de prensa para anunciar su renuncia al gobierno.



En un repaso de su vida como jefe del Ejecutivo, Bolsonaro recordó instancias en las que no habría recibido el apoyo de su ex ministro: "Nunca se dedicó a investigar quién había ordenado el intento de asesinarme cuando estaba de campaña en Juiz de Fora" (cuando recibió la cuchillada el 6 de septiembre de 2018). Con un tono de cierto dramatismo, el presidente habló de la falta de lealtad de Moro: "Yo le abrí mi corazón en las conversaciones. Dudo que él haya hecho lo mismo conmigo".



Pero la parte central fue la defensa de sus prerrogativas como jefe de Estado. "La elección del director de la Policía Federal es mía" enfatizó. Del mismo modo, alegó que también era suya la responsabilidad por mantener o despedir a un funcionario. "Mauricio Valeixo habló conmigo por teléfono y me dijo que estaba cansado. También les había hablado de su fatiga en el cargo a todos los jefes estaduales de la Federal". Según Bolsonaro eso fue lo que lo llevó a reunirse con Moro, ayer por el mediodía, y hablar del cambio en ese puesto clave. "Le dije a Moro que la exoneración era mi responsabilidad. Y el me replicó que el próximo funcionario tenía que ser nombrado por él". A continuación, el jefe de Estado se interrogó: "¿Por qué el jefe de la Federal tiene que ser de él? ¿Por qué no elegir alguien de consenso conmigo? La selección quien debe ocupar ese cargo desde 2014 es una prerrogativa del presidente de Brasil".


Al finalizar su discurso, acompañado por todos sus ministros e inclusive por el vicepresidente Hamilton Mourao, le advirtió al ex juez del caso Lava Jato: "Nadie me va a tratar de mentiroso. ¡Es muy grave afirmar eso!" Fue lo que sugirió Moro al mencionar la resolución publicada en Boletín Oficial que daba de baja al director policial Valeixo. En ese documento se afirma que el despido del funcionario fue por la propia cuenta del ex director policial y la del ex ministro Moro. Este último aseguró que eso era falso.

Los generales Walter Braga Neto y Hamilton Mourao, los hombres fuertes del gabinete.



El día fue tan prolífico en conferencias de prensa y declaraciones que se complica el relato. Empezó con las acusaciones contra el jefe de Estado formuladas hacia el mediodía por el ahora ex ministro de Justicia. Lo central, para Moro, era dejar sentado que no fue cómplice de ninguno de los presuntos delitos que podría haber cometido su jefe. "El presidente me quiere afuera del cargo" confirmó poco antes del mediodía, en una conferencia de prensa convocada en Justicia. A continuación, explicó los motivos que tendría Bolsonaro para deshacerse de su figura: "El me dijo que quiere en el comando de la Policía Federal una persona a la que él pueda llamar directamente, a la que pueda pedirle informaciones y solicitar informes de inteligencia. Le respondí que eso se califica de interferencias política, que pueden llevar a relaciones impropias entre el director de la Policía Federal y el presidente de la República". Finalizó con una advertencia y justificación de su renuncia: "Con eso no puedo concordar". A eso le sumó otro dato: "El presidente Bolsonaro tenia temores por investigaciones realizadas en el marco de demandas presentadas ante la la Corte Suprema. Y por eso quiso cambiar al jefe de la policía federal".



El ex ministro informó que tiene pruebas sobre las acusaciones contra Bolsonaro. Según personas próximas al funcionario, "Moro y Bolsonaro tuvieron numerosas conversaciones, personales y de gobierno, a través del WhatsApp, con un canal usado por el presidente brasileño para dar órdenes a sus ministros y secretarios. "No se hacen acusaciones de ese tenor sin pruebas concretas. Más aún si se piensa que Moro tiene experiencia judicial de 22 años".


Eso produjo un fuerte revuelo en la Corte Suprema: varios de sus miembros (11 en total) advirtieron que si los dichos del ex ministro eran verdaderos, entonces Bolsonaro pudo haber cometido más de un delito. Uno de ellos está encuadrado en el artículo 321 del Código Penal brasileño, y se refiere a los procedimientos administrativos. Prevé 3 meses de prisión para aquel funcionario público que utilice las prerrogativas del cargo con el fin de "patrocinar directa, o indirectamente, el interés privado ante la administración pública". Otro de las irregularidades presidenciales podría ser la de "falsedad ideológica", penado por el artículo 299 del mismo Código. Esto se debería a que en el Boletín oficial de este jueves habría una mentira, ya que se afirma que el despido del jefe de la Policía Federal fue pedido de él mismo y por Moro. El ex ministro fue contundente: "Esto no es verdad".

Una de las grandes preocupaciones de Jair Bolsonaro son dos de sus hijos: el diputado federal Eduardo y el concejal Carlos. Están en la mira de la Comisión Parlamentaria de Investigación de Fake News. Bautizados de "gabinete del odio", ambos son sospechosos de haber utilizado financiaciones "non sanctas" en el tuiteo de "informaciones" destinadas a destruir a los adversarios del padre.

Los medios brasileños revelaron esta tarde una "inquietud creciente" en el "ala militar" del gobierno. Sienten que se vieron sobrepasados con la renuncia de Moro, y las acusaciones que el ex ministro vertió sobre el jefe de Estado. Con el ministro Walter Braga Netto a la cabeza y secundado por el general Eduardo Ramos, ministro de la Secretaría de Gobierno, los generales intentaron arreglar el desaguisado que había provocado Bolsonaro. En ese contexto, trataron de convencer a Moro para que permaneciera al frente de Justicia. Pero el despido sin consulta del jefe de la Federal Valeixo anuló esos esfuerzos. Ahora, los uniformados quieren que el jefe de Estado nombre a un jurista de gran reputación en el comando de esa cartera clave. Y pretenden que se trate de una figura "sin conexiones políticas".

Que te conozcan, que te tengan en la cabeza, que te voten

Rubén Weinsteiner


Instalación en el #votojoven = Ubicuidad + Consonancia + Acumulación de una #marcapolítica en el #votojoven


El campo de batalla de la comunicación política es la cabeza de los sujetos de elección, Apple no vale por la cantidad de telefónos y mac air que tiene en los depósitos, sino por el lugar que ocupa en la cabeza de la gente.
Una marca es una disparadora de significados a la cabeza de la gente. Esos significados se construyen como parte de una estrategia de posicionamiento, en base a una diferencia y en relación a segmentos determinados de públicos.


La marca requiere de instalación tanto para su construcción como para su gestión y resignificación, ya que las marcas sufren entropía y requieren homeostasis.


Por Rubén Weinsteiner

Existen tres dimensiones básicas y fundamentales para desarrollar un plan estratégico de instalación:


a) Ubicuidad

b) Consonancia

c) Acumulación

Ubicuidad: actuar donde están las personas objetivo, ir adonde van, construyendo la sensación de omnipresencia, de estar en todas partes. Hablarle a las personas allí donde estén en La web social, en la TV, en la vía pública, gráfica, radio, en un estadio, en un teatro, etc.

Consonancia: impactar en cada segmento de forma diferenciada y quirúrgica, comprometiendo intereses, emociones, necesidades y deseos específicos de cada segmento. El mensaje debe interpelar a cada uno en forma personalizada, esto desde los paradigmas 4.0 se vuelve más potente, teniendo en cuenta que no es tan importante lo que decimos, como lo que lo el otro entiende.

Los conceptos de exposición, percepción y retención son selectivos, las personas buscan y tienen en cuenta ideas e información que concuerdan con sus inclinaciones, básicamente para activar predisposiciones latentes. Y muchas veces se produce una ceguera a aquellos conceptos que no concuerdan con sus marcos referenciales.


Acumulación: La repetición, reproductibilidad y la presencia permanente de un mismo mensaje durante un período prolongado, fijan y solidifican la base de sustentación cenéstesica del mensaje.

La Web 4.0 permite en términos de ubicuidad estar en tiempo real allí donde está la persona, a través de su telefóno, tablet, computadora. Ya no escuchamos frases como “cuando llego a casa, me meto en Internet y lo veo” , hoy habitamos Internet, estamos todo el tiempo conectados,

Las posibilidades de segmentar y comunicar en forma microsegmentada en la Web 4.0 nos permite construir mensajes específicos y potentes. Esta segmentación se vuelve potente cuando se pasa de segmentar por variables duras (edad, lugar de nacimiento, años de estudio) a segmentar por variables blandas, lo actitudinal, lo que la gente hace, definido por marcos de pertenencia y pertinencia.

Un abordaje de 360 grados rodea a la persona, y permite acumular por hermetismo y repetición.

Estar ahí, tocar e insistir resulta imprescindible para colonizar subjetividades, y construir realidades, definidas como percepciones que se puedan generar y sostener.


Rubén Weinsteiner

China y la comunicación política dirigida a los segmentos jóvenes

Rubén Weinsteiner
#votojoven
#marcapolítica

Integrantes del grupo de rap CD REV en la terraza de un estudio de grabación en Chengdu, China. Esta agrupación ha grabado videos musicales en los que hablan de temas políticos como los reclamos sobre el mar de la China meridional y el legado de Mao Zedong.


La caricatura de dos minutos inicia con una canción simple y una animación del presidente Xi Jinping con una enorme cabeza sonriente. Después aparece un colorido montaje que alaba a su gobierno por mejorar las vidas de los chinos con lo que podrían parecer políticas del día a día como, por ejemplo, reglamentos que permiten que los impuestos se paguen en línea.

A priori el video no parece una pieza muy elaborada de propaganda pólitica. Sin embargo, sus creadores, un equipo de quince personas contratadas por los medios del Estado, pasaron meses resolviendo hasta el último detalle. Su misión es promover a Xi y al Partido Comunista gobernante con una voz que tenga eco entre los jóvenes

“No hay frases sobrias ni jerga política”, explicó Ma Changbo, de 35 años, director ejecutivo del estudio multimedia que produjo el video que la Televisión Central China, de propiedad estatal, divulgó en internet. “La gente puede identificarse con el video”.

Comunicación política para el #votojoven



Décadas después de que Mao Zedong declaró que para el poder político las plumas eran tan importantes como las armas, el partido comunista chino sigue tomando la iniciativa en materia de comunicación política. Sin embargo la calidad no se despliega a lo largo de todo el dispositivo comunicacional, el noticiero nocturno no puede ser más acartonado, casi siempre abre con Xi, quien invariablemente lee los extensos comunicados del partido.

No obstante, el mandatario ha pedido que el aparato propagandístico mejore su estrategia. Está obligándolos a pensar la comunicación en términos de los segmentos jóvenes, utilizar a full la web social y dirigirse a las audiencias jóvenes segementando por variables cada vez más blandas. Los jóvenes están al tope de la agenda del partido en este momento.

Xi está tratando de aumentar la confianza pública en el partido ya que se enfrenta al reto de la desaceleración de la economía. La campaña también hace énfasis en su determinación de apuntalar la imagen de China en el exterior ya que tiene la intención de capitalizar la grieta que según ellos abrirá Trump y hacerse de nuevos aliados.

Ma comentó que ha buscado humanizar al presidente por lo que a menudo busca retratarlo junto a su esposa, Peng Liyuan, como personajes animados, una técnica cuyo propósito es atraer a la gente que no está interesada en política. También intenta hacer atractivos los temas políticos al usar imágenes alegres y produciendo animaciones que, por ejemplo, muestran a los funcionarios rosqueando en la calle, en bares o en los baños públicos para promover la campaña anticorrupción de Xi.

El despliegue comunicacional del partido, se ha enfocado en los jóvenes de entre 16 y 34 años, como una apuesta de supervivencia y relanzamiento político.


Rubén Weinsteiner
#votojoven
#marcapolítica

A Different Look at Generations and Partisanship

Over the past decade, there has been a pronounced age gap in American politics. Younger Americans have been the Democratic Party’s strongest supporters in both vote preferences and partisanship, while older Americans have been the most reliably Republican.

The Pew Research Center’s report earlier this month on partisan identification found that 51% of Millennials (18-33 years old in 2014) identify with or lean toward the Democratic Party, while 35% identify as Republicans or lean Republican. By contrast, 47% of those in the Silent Generation (ages 69-86 in 2014) say they are Republican or lean Republican; 43% affiliate with the Democratic Party or lean Democratic. The partisan leanings of Baby Boomers and Generation X fall in between; both generations favor the Democratic Party, but to a lesser extent than Millennials.

As the Pew Research Center has often noted, it is not always the case that younger generations are more Democratic. Two decades ago, the youngest adults – Generation X – were the most Republican age cohort on balance, while the oldest – the Greatest Generation– were the most Democratic. In 1994, 47% of Gen Xers (then ages 18-29) identified with or leaned toward the Republican Party, while 42% identified as Democrats or leaned Democratic. And members of the Greatest Generation (then ages 67-81) — favored the Democratic Party over the GOP (49% to 42%).

As illustrated in more detail in a 2011 Pew Research Center report on generations, the political climate of early adulthood may continue to influence the political tilt of a generation throughout its life span. For example, members of the Greatest Generation, who came of age during the Great Depression and the Franklin Roosevelt administration, carried strong Democratic tendencies throughout their adulthood.

But generations cover a long period of time. Generations typically encompass a cohort of people born over a 15- to-18-year span; for example, the Baby Boom generation includes people born between 1946 and 1964. As a result, the formative political experiences of the youngest and oldest members of each generation can differ considerably, and these differences may be reflected in divergent political attitudes and partisanship within generations.

Using the more than 25,000 interviews conducted over the course of 2014 that allowed for a deep dive into party identification released April 7, we are able to see variations within generations as well as between them.

The accompanying graph shows partisan leanings in 2014 for adults based on the year they were born. The line shows the percentage identifying or leaning Democratic minus the percentage identifying or leaning Republican. The further left the line on the graph, the larger the Democratic advantage for that year; the further right, the larger the Republican advantage.

The overall pattern reflects generational differences in party identification. Millennials generally are more likely than other generations to lean Democratic. The Silent Generation is more likely to lean Republican. The partisan preferences of the two generations in between – Generation X and the Baby Boomers – are closer to the average partisan leanings of the public; in Pew Research Center political surveys conducted in 2014, Democrats had an 8.8% overall advantage in leaned party identification.

But the differences within generations are as notable as the differences among them. Older Baby Boomers have consistently had a more Democratic imprint than younger Boomers. Older Boomers were born in the late 1940s and early 1950s and came of voting age in the late 1960s and early 1970s, during Richard Nixon’s presidency. Younger Boomers were born later (in the mid-to-late 1950s and early 1960s) and largely came of age in the 1970s and early 1980s, during the presidencies of Jimmy Carter and Ronald Reagan.

Older Gen Xers are more Republican (and less Democratic) than younger Gen Xers, whose strong Democratic leanings more closely resemble those of older Millennials.

Millennials of all ages favor the Democratic Party by large margins, though the party’s advantage in leaned identification is greater among the oldest Millennials. Among Millennials born between 1981 and 1986 (28 to 33 in 2014), the Democratic Party leads by 18 points (51% Dem/lean Dem, 33% Rep/lean Rep). Among the youngest adult Millennials (18 to 23 in 2014) the Democratic Party’s advantage is a still sizeable, though slightly narrower, 14 points (51% Dem/lean Dem, 37% Rep/lean Rep).

To some extent, the more Democratic tendencies of younger generations reflect differences in racial and ethnic composition, with non-whites, who tend to be more Democratic in their partisan affiliation and vote choices, making up a greater share of those in younger generations.

The accompanying graph shows partisan leanings in 2014 for whites based on their year of birth. Overall, Republicans held an 8.6% lead in leaned partisan identification among whites; this advantage is seen across all generations of whites – except Millennials. However, while older white Millennials are substantially more Democratic than whites in other generations, the partisan balance among the youngest white Millennials is closer to the average balance among whites of all ages.
How Generations Vote

Differences in vote preferences within generations are as wide as – if not wider than – the differences in partisan affiliation.

For example, over the last several decades, as measured in Pew Research Center pre-election surveys, older Boomers have consistently been more likely to vote Democratic than younger members of that generation, while older Gen Xers have consistently been more supportive of Republican candidates than younger Gen Xers. Although the combined sample sizes in these pre-election polls do not allow for examination by individual year of birth, cohorts that comprise a few years – based on the president when each cohort turned 18 – are revealing.

In the last presidential election, for instance, Boomers who came of age during the Nixon administration (born between 1951 and 1956) favored Barack Obama over Mitt Romney to a greater degree than people who were slightly older or younger.

Those who came of age during the Clinton administration (those born 1975 to 1982, mostly younger Xers) were significantly more likely to favor Obama than the national average, while those who turned 18 during the presidencies of Ronald Reagan and George H.W. Bush (primarily older Xers and younger Boomers) were more Republican in their preferences.

As of the 2012 election, both older and younger Millennials favored Obama by wide margins. Those who came of age during Bush’s presidency (those born 1983 to 1990, older Millennials) favored Obama over Romney by 19 percentage points more than the national average. Those who came of age during Obama’s first term (born 1991 to 1994, mostly younger Millennials) voted for Obama by an even wider margin. The youngest adult Millennials today (those currently ages 18-20, born 1995 to 1997) have come of age during Obama’s second term, and were not old enough to vote in the 2012 election.

Rubén Weinsteiner

Que es una campaña negativa?


Campaña negativa


La campaña negativa realizada por un partido o candidato es aquella que persigue crear en los electores sentimientos negativos hacia la candidatura contraria. Su propósito principal es reducir las adhesiones hacia el partido o candidato atacado y subsidiariamente reforzar las simpatías hacia el candidato o partido propio. No es, por tanto, una campaña que busque persuadir al elector para el cambio de su voto, aunque éste puede ser un efecto colateral.

La campaña negativa simplifica la percepción del votante sobre determinados partidos o candidatos, para generar esquemas dicotómicos de valoración, asociando al partido o candidato adversario con posturas negativas o perjudiciales sobre asuntos o temas (Laponce, 1981). Este tipo de campaña se hace muy patente cuando las pantallas de televisión son monopolizadas por la emisión de anuncios dirigidos contra el adversario, bien contra sus cualidades personales o políticas, o descalificando asuntos o temas asociados al mismo. En este contexto, el análisis razonado de los programas de los opositores no está presente o lo está de manera muy residual.

El uso de estas campañas y la centralidad que los anuncios de televisión juegan en ellas es cada vez más frecuente, sobre todo en el marco de los regímenes presidencialistas. Por ejemplo, en Estados Unidos durante los años 80, los mensajes negativos en la televisión suponían el 20 por ciento de la propaganda de campaña. En 2004, más de dos de cada tres de los anuncios emitidos por televisión se basaron en la generación de descrédito hacia el adversario. Un informe del Annenberg Public Policy Center (University of Pennsylvania) situó para la campaña legislativa de 2006 en más de un 90 por ciento el uso de la negatividad en campaña. Y, ¿cuál es la razón de este espectacular crecimiento de la campaña negativa? Para los defensores de su utilización, este tipo de campaña funciona. Los estudios muestran que el índice de penetración y memorización de los anuncios negativos, que son el eje central de la campaña negativa, es cinco veces superior al de los mensajes positivos o propositivos (Shapiro y Rieger, 1992). Parece más rentable para la persuasión política demoler al adversario que exponer los méritos propios.


El primer estudio en profundidad acerca de la influencia de la negatividad en el comportamiento político fue realizado por Kernell (1977). Este autor subrayó la importancia de este factor en su investigación sobre las elecciones legislativas intermedias en los Estados Unidos. La negatividad explicaba los resultados electorales que castigaban la labor de los gobiernos. El partido en el poder se veía más perjudicado por el grupo de entre sus votantes que desaprobaba su labor que lo que podía ese mismo partido beneficiarse de las transferencias de voto de partidarios del partido contrario que sí aprobaban su gestión.

La influencia de la percepción política negativa en el comportamiento también fue estudiada por Lau (1982). La conclusión de su estudio, en concordancia con la anterior, fue que los resultados electorales, la deserción y el refuerzo estaban en relación con la evaluación que realizaban los votantes de la gestión de los gobernantes. Así, los entrevistados que rechazaban la labor del gobierno votaban para protestar en mayor número que lo harían los que aprobaban su actuación.

El resultado de estas investigaciones parecía demostrar que los votantes tomaban en cuenta las valoraciones o evaluaciones negativas para decidir el sentido de su voto.

Posteriormente, Kellerman (1984) señalaría que había una «tendencia a dar más importancia a la información negativa que a la positiva a la hora de formarse juicios a partir de estímulos sociales. Entre una amplia variedad de eventos, contextos y personas, se ha comprobado que las experiencias positivas o aspectos positivos de los estímulos ejercen una menor influencia en la formación de juicios que las experiencias negativas o aspectos negativos de los estímulos».

La conclusión de estas investigaciones es que la información es especialmente relevante ya que es el medio para formar la opinión. Y más aún: que la información negativa tiene un poder determinante ya que pesa más que la información positiva en el ánimo de los votantes. Por tanto, la información negativa tendría mayores posibilidades de cambiar las preferencias electorales. Estos y otros estudios posteriores han provocado el recurso cada vez mayor a recurrir a la información negativa en el marco de las campañas políticas y electorales. Una forma de facilitar al elector el acceso a esta información es el recurso a la publicidad negativa (Geer, 2006)[6], especialmente a través de los anuncios elaborados para la televisión.








Efectos

La campaña negativa tiene dos efectos fundamentales en los electores, si bien el segundo de éstos, considerado durante muchos años como el principal, genera en la actualidad dudas sobre su eficacia. El primero de estos efectos funciona como agente de refuerzo. La campaña negativa simplificaría el razonamiento lógico y racional de los electores, haciendo más simples sus estados de ánimo. Así, este tipo de campaña incrementaría, para el elector cercano al partido o candidato emisor, la percepción de proximidad con su candidato preferido y la de distancia con el adversario. El segundo efecto funciona como un agente de desmovilización. La campaña negativa contribuiría a desmovilizar a los votantes flotantes, es decir, a los que dudan entre candidatos y partidos; los llevaría a desconfiar de la eficacia de su voto y aumentaría en ellos la desilusión y el escepticismo frente a la política (Ansolabehere e Iyengar, 1995). Este efecto no está tan claro en la actualidad y se pone en dependencia de la capacidad que tenga cada Electorado concreto de soportar determinados niveles de negatividad. Algunos estudios no han encontrado evidencia empírica para sostener esta relación de causalidad entre la publicidad electoral negativa y la participación electoral, así como tampoco han encontrado esa relación entre campaña negativa y desafección política (Finkel y Geer, 1998).

La realización de una campaña negativa entraña sus riesgos, si bien se han concebido tácticas para limitar impactos no deseados en los electores. El riesgo más habitual es el conocido como efecto rebote o boomerang y, en algunos casos, la consiguiente victimización del partido o candidato atacado. Así, si un ataque a un candidato o partido se percibe como falso o injustificado, puede crear más sentimientos negativos hacia el promotor de la campaña que hacia el candidato o partido que constituía el objetivo de la misma. La utilización de herramientas para limitar este posible efecto son dos. Por un lado, la emisión de los denominados anuncios comparativos que sirven de «tapadera» de los mensajes negativos. Y, por otro lado, los anuncios que no permiten identificar, o en todo caso difuminan, al partido o candidato como emisor del mensaje. Es habitual en este último caso utilizar asociaciones que no guardan relación directa con el partido o candidato. Éstas se definen como destinadas a promover determinadas políticas, como la defensa del medio ambiente o de la posesión de armas de fuego. En la práctica, son perros de presa «oficiosos» de una campaña negativa, como el grupo llamado «Veteranos de las Lanchas Rápidas por la Verdad» que en defensa de la propuesta republicana trituró al candidato demócrata (Kerry) en las elecciones norteamericanas de 2004.


Estrategias Negativas

Las estrategias para la formulación de las campañas negativas han evolucionado conforme se han modernizado las tecnologías de la información y comunicación (García Beaudoux y D’Adamo, 2013) Los modelos más clásicos, que son el eje de las distintas tácticas y medios a través de los cuales se desarrolla una campaña negativa, son los siguientes:

La apelación al miedo. Una campaña basada en la apelación al miedo intenta hacer ver al elector la posibilidad de un acontecimiento desagradable, de una amenaza, y le dice qué puede hacer para evitar ese resultado. Esta campaña se usa tanto para disuadir de votar al adversario como para movilizar al propio votante. El mensaje de esta campaña puede jugar con dos tipos de miedos: los permanentes (la inquietud a perder algo que a uno le es valioso) y los concretos (lo que un candidato o partido pudiera provocar si gana). Estas apelaciones son muy eficaces para cambiar actitudes. Su efectividad es más alta cuando el asunto que se utiliza como motor del mensaje ya ha sido experimentado por la sociedad receptora y también cuando el emisor es creíble o confiable.

Una segunda modalidad se basa en los ataques directos (explícitos) realizados contra el adversario. Éstos son los que más rechazo provocan en el votante moderado o indeciso. Este tipo de ataques directos persiguen dar una razón más para votar en contra del otro candidato, que a favor del propio, por lo que a veces lo único que provocan es que el elector se abstenga. Su efectividad parece ser más alta entre los electores con menor instrucción o peor informados (Johnson-Cartee y Copeland, 1997). En las campañas más recientes, el ataque directo ha cobrado fuerza como modalidad de campaña negativa mediante su uso a través de internet y en especial de Youtube, donde este tipo de anuncios tienen más demanda que los positivos por parte del público.

Ante la alta negatividad que suscita una campaña basada en ataques directos, surge una tercera modalidad cuyo eje son mensajes que tienen en cuenta las debilidades del programa o del candidato adversario, como en la anterior, pero que no los mencionan de manera explícita o directa. La eficacia del ataque implícito deriva de que el ataque es evidente pero no lo parece tanto al no mencionar al adversario. Así pues, la carga de negatividad del mensaje la interpreta el elector a su gusto, reduciendo o no asignando de manera directa la negatividad al emisor (Johnson-Cartee y Copeland, 1997). Este efecto también alivia al elector, ya que no parece que el anuncio o el mensaje lo obligue a aceptar la presunta conclusión a la que él llega por sí solo. Este tipo de campaña sólo funciona cuando está claro en el contexto la conclusión a la que quiere llegar el emisor del mensaje.

La última modalidad está basada en anuncios o mensajes comparativos que ponen frente a frente la gestión o las cualidades de los candidatos, ya sea de manera explícita o implícita. Este tipo de campaña no es tan criticada como la basada en los ataques directos y puede resultar menos comprometida y más eficaz. Su efectividad es mayor entre los sectores que tienen niveles educativos más altos (Johnson-Cartee y Copeland, 1997).

Ante cualquiera de estas estrategias, el candidato o partido que es receptor de esta campaña puede optar por responder a la misma, por ignorar los ataques del adversario, o por inocularse de manera previa, es decir, por motivar al elector y consolidar sus actitudes para hacerlo menos susceptible a posteriores intentos de persuasión a través de una campaña negativa. La inoculación puede también tener como ventaja el de hacer que aumente la simpatía hacia la víctima del ataque (victimización).

Rubén Weinsteiner

#VotoJoven: oferta política y demanda agregada tribal

Por Rubén Weinsteiner





Cuando analizamos la oferta política que pretende interpelar al segmento joven, la oferta de los medios masivos para los jóvenes, o la oferta de bienes y servicios de consumo para ese segmento, nos encontramos con un mismo mercado de sujetos de acción y elección, con sistemas de preferencias muy diferenciados en lo que hace a consumir y en lo que hace a votar.


Es el mismo sujeto de acción y elección, entre 16 y 30 años, que camina entre góndolas, de remeras, cervezas, celulares o autos, de programas de tv, radio Facebook, Twitter, Instagram, Snapchat, Youtube, o sitios web, y de candidatos a puestos electivos.

Cuando se construye una oferta para vender bienes y servicios, lo que prima son las preferencias individuales de la gente, aun cuando tengan un sentido colectivo- tribal, enmarcado en tendencias, modas y mandatos, porqué el dinero en la billetera, determina la preeminencia en la decisión, de la especificidad conductual individual por sobre el mandato tribal.

El joven gasta solo pero no vota solo

El joven va al mercado electoral con sus razones, convicciones, deseos y emociones, que se van construyendo en tiempo real y en forma permanente, desde su mundo interior de imágenes, valores, creencias y actitudes, como así también desde sus intercambios con los demás integrantes de la tribu, a partir de la decodificación tribal e individual de los mensajes enviados por la oferta política. De esa construcción, resulta la agregación de demandas, que constituye el sistema de preferencias del segmento joven.

Demanda agregada tribal

Los electores jóvenes pueden ser analizados en forma individual, pero de hecho conforman sus sistema de preferencias en forma colectiva, desde la agregación de demandas individuales, resultante interactiva, más que una suma de decisiones individuales.


La probabilidad que seis jóvenes reunidos en un bar pidan lo mismo, que si cada uno de estos estuviera solo, es de un 15%. La probabilidad que seis adultos mayores de 40 años, pidan los mismo estando juntos o cada uno solo por separado, aumenta a un 60%. La decisión en ambos casos, se modifica por el hecho de la reunión y el carácter no secreto de la opinión expresada.


En el segmento joven, para que la diferencia entre el todo y las partes sea sensible, no es indispensable que los jóvenes estén reunidos físicamente en una sala. La conformación de colectivos de agregación de demandas se da porque el joven difícilmente está solo, en la esquina, en la escuela, en el club, en la universidad, en la web 2.0 y 3.0, en el trabajo, en un grupo de amigos, o en marcos de pertenencia y pertinencia como las tribus urbanas, bandas, equipos de futbol, un deporte, una afición o una disco. El achicamiento del espacio público real y la expansión del espacio público virtual, ponen al joven en espacios colectivos, que los mayores de 40 años pueden y suelen evitar con mayor facilidad.


Para que la comunicación con el segmento joven sea emocionalmente persuasiva y técnicamente informativa, y no al revés, se debe tener en cuenta que es más importante lo que dicen otros jóvenes, dentro o fuera de la tribu, por afirmación o por negación, que lo que dicen los padres, los medios o los políticos. Si los jóvenes cumplen con lo que está bien para los padres, incumplen con lo que está bien para los pares y la tribu, y viceversa. “No tomes, no entables relación con gente peligrosa, estudiá mucho, acóstate temprano, no te quedes hasta cualquier hora en la computadora” consejos sobre la vida sexual, las relaciones, el trabajo y finalmente la política.


En la mayoría de los casos donde las consecuencias no revisten inmediatez , amenaza o peligro, la tensión padres-tribu, se salda a favor de la tribu, por el peso del colectivo a la hora de la aprobación y legitimación social.

La conformación de la demanda agregada, conlleva una legitimación implícita y demandada de valores, sentimientos, necesidades, deseos y aspiraciones, colectivas tribales. Esa legitimación se constituye en el corazón de la demanda agregada joven.


La demanda agregada, a través del reconocimiento y la identificación con la tribu en tanto colectivo ordenador , es el eje de la racionalidad instrumental del voto joven. Para el joven, identificación es amor, para los adultos mayores identificación, es solo empatía.


El abordaje de la demanda agregada joven, como un sistema dinámico y complejo, es una de las precondiciones para cualquier construcción discursiva, políticamente significativa, para la interpelación y colonización de subjetividades dentro del segmento 16-30.


Rubén Weinsteiner