“Estoy trabajando para que no te caigas” la funcionalidad de la negación en el discurso de poder de Alberto Fernández




Alberto Fernández a diferencia de su antecesor Mauricio Macri, dispara a través de su marca política significados de solidez, formación, eclectisismo y capacidad de gestión, frente a un ex presidente con un léxico de 200 palabras, ninguna de ellas esdrújula, y que carece de pensamiento complejo y capacidad de análisis. Por estos días escuchamos muchas veces el argumento que la pandemia con Macri hubiera sido un desastre, y sin duda es asi.

Está claro, Alberto no es Macri.



Despejado el accidente histórico llamado macrismo, la comunicación presidencial hoy no solo que no aporta soluciones, sino que se constituye en una parte sustancial del problema.

La gente no sabe que va a pasar con su trabajo, con sus ingresos, con su familia, con los gastos, la alimentación, el alquiler, los créditos. El miedo está potenciado por la imposibilidad de actuar, por el corte de la cadena de pagos, por la ausencia de dinero físico, por las subas fuertes de los precios, el dólar, los despidos, bajas de sueldos, pymes acorraladas, cuenta propistas que hace más de un mes que no salen a hacer la diaria y la ausencia de una esperanza de que todo esto va a mejorar.


El problema y las percepciones



Los argentinos transitan esta cuarentena atravesados por dos niveles de angustia, miedo e incertidumbre: el sanitario y el económico.

En el nivel sanitario las percepciones se construyen a partir de un mensaje sólido, con certidumbres y resultados comprobables. En lo económico, no hay respuestas emocionales al problema. No hay esperanzas ofertadas, no hay intervención emocional en términos de mostrar que se está trabajando para el día después.


El macrismo solía articular afirmaciones que encubrían negaciones, como “el segundo semestre” “la lluvia de inversiones”, “la inflación está bajando”, que obviamente nunca funcionaron, no solo porque la gestión las destruía rápidamente, sino porque funcionaban como negaciones encubiertas. Y la negación es una afirmación negativa.


El discurso de poder del presidente no se hace cargo de la angustia y la incertidumbre, por eso no afirma, y en su lugar niega. Sabemos cuál es el efecto de la negación. Andá a decirle a tu esposa, que su amiga Fernanda no te gusta.



Toda negación implica una afirmación negativa, esto es Lacan.


La funcionalidad de la negación en el discurso, es inversa en términos de sus objetivos a la intención del emisor. Nadie que sea honesto debería decir “no robé ”, sería como para alguien que no tiene ninguna cicatriz en la cara, decir “yo no tengo ninguna cicatriz en la cara”. Si uno no tiene el deseo de tener algo ni nada con Fernanda, difícilmente habilite los senderos neurológicos que le hagan decir que no le gusta, y eso las audiencias lo decodifican rápido, aunque no lo puedan poner en palabras y en emergencia, y fundamentarlo.
Esta percepción no decodificada, no construye afirmaciones racionales con reproductibilidad, no es algo que las personas van a contar y repetir, sino que genera sensaciones y sentimientos que se van solidificando e interviniendo en los mecanismos de valoración y preferencias.



Claramente el gobierno tiene un plan sanitario, y ese plan sanitario está dando muy resultados. Seguramente, el presidente se rodeó de los mejores infectólogos, virólogos, especialistas etc. Y las medidas tomadas están dentro de una estrategia clara y eficaz. En el tema económico, puede que exista un plan para salir de la gravísima crisis que nos trajo y que nos va a dejar el coronavirus, puede que haya un plan para reconstruir el empleo, el entramado pyme, para ir recuperando la actividad, la oferta de bienes y servicios y el transporte y la logística en general. Pero la gente no siente que exista un plan en términos económicos como si lo percibe en términos sanitarios. Realidad es percepción.


La angustia, el miedo, la incertidumbre acerca del presente más inmediato y del futuro cercano no son sentimientos y percepciones abordadas e intervenidas por el discurso de poder presidencial.




PEROOOOOOOOOO

Es como estar escalando una montaña con alguien que sufre de vértigo y hablarle del paisaje, cuando la persona no puede pensar en otra cosa que en que se va a caer y se va a matar. No te va escuchar y si le decís, “no te vas a caer”, o “estoy trabajando para que no te caigas”, " te estás cayendo PERO  vamos a ..." el efecto va a ser el inverso al buscado.


Desde ya que la afirmación no debería dejar ninguna duda, pero debería negar afirmando e intervenir en forma cenestésica en los públicos objetivo.


La reacción refleja, siempre será negar, para luego exponer elementos objetivos que desmientan la información que deseamos negar. Y esta secuencia plantea problemas complejos.

El primer problema que presenta la negación consiste en rebatir con una respuesta racional una instalación emocional que han “comprado” algunas personas. Una vez que la emocionalidad generada se instala, corre por canales separados con la racionalidad.


El segundo problema consiste en la previsibilidad y obviedad, ya que lo que se espera siempre es la negación, con lo cual la predisposición del oyente es defensiva. Ante la difusión de una noticia que señala que el ministro de defensa recibió una coima, resulta obvio que el ministro no va a decir “es cierto recibí una coima”.


El tercer problema de la negación radica en la asimetría de reproductibilidad de esa negación, en relación a la información que se pretende negar. La cantidad de veces que se repite una información ponderada por la viralización boca a boca, 3.0 y la retroalimentación desde y hacia los medios tradicionales, es muy superior a la cantidad de veces que una persona puede negar algo.



No es un problema de gestión política, ni de medidas dolorosas. Se trata de comunicar conectando con las angustias, miedos e incertidumbres, afirmar y no negar e instalar certezas y confianza a favor de una marca política que a priori tiene el crédito para hacerlo.