Sucede que los segmentos sociales que se movilizan con gran
legitimidad en su reclamo, ya no pertenecen mayoritariamente al universo
real o potencial de votantes oficialistas , que ancla su despliegue
electoral sobre los segmentos medios bajos y bajos de las sociedad.
Las críticas a las carencias de infraestructura y su impacto sobre la
calidad de vida cotidiana , la ineficiencia y los elevados costos de
los servicios públicos , se encarnan en los segmentos medios urbanos preponderantemente juveniles, encabalgados en un
discurso antipolítico que impacta de pleno en el plexo del arco
opositor sobre el cual los manifestantes no manifiestan expectativas.
Las movilizaciones no son entonces un indicador de erosión electoral oficialista relativa, sí muestran el estancamiento de la gestión petista en materia de infraestructura, calidad y extensión de los servicios públicos, salud , educación y transporte preponderando entre las carencias.
Por otra parte para evaluar la notable extensión de las protestas, debe observarse que como bien señalan en Harvard, "son muy poquititos los que viviendo como el orto (según sus criterios de evaluación, claro) defienden a un gobierno por la escuálida convicción de que la opo es neoliberal ".
He ahí una muy dura tarea de persuasión y convencimiento de mass media que ven una bocha de tele , conocida como " Batalha Cultural" , para la Secretaria de Coordinación Estratégica para el Pensamiento Naciona Brasileño, la temible SECOESPENABRA , en cuyos frontispicios puede leerse la célebre sentencia heideggeriana: "El ser nacional ahí, es un ser que se la ha, relativamente".
Sobre el movimiento de protestas en Brasil , leemos:
Las movilizaciones no son entonces un indicador de erosión electoral oficialista relativa, sí muestran el estancamiento de la gestión petista en materia de infraestructura, calidad y extensión de los servicios públicos, salud , educación y transporte preponderando entre las carencias.
Por otra parte para evaluar la notable extensión de las protestas, debe observarse que como bien señalan en Harvard, "son muy poquititos los que viviendo como el orto (según sus criterios de evaluación, claro) defienden a un gobierno por la escuálida convicción de que la opo es neoliberal ".
He ahí una muy dura tarea de persuasión y convencimiento de mass media que ven una bocha de tele , conocida como " Batalha Cultural" , para la Secretaria de Coordinación Estratégica para el Pensamiento Naciona Brasileño, la temible SECOESPENABRA , en cuyos frontispicios puede leerse la célebre sentencia heideggeriana: "El ser nacional ahí, es un ser que se la ha, relativamente".
Sobre el movimiento de protestas en Brasil , leemos:
Las protestas en las calles de Brasil han servido para que algunos
hayan decretado la muerte del llamado “modelo de desarrollo brasileño”.
Otros manifiestan desconcierto ante lo inesperado de las protestas:
¿cómo es posible que el país que logró sacar a 40 millones de personas
de la pobreza sea el escenario de masivas manifestaciones populares?
Moises Naím propone una respuesta en su artículo Turquía, Brasil y sus protestas, apoyado en Samuel Huntington:
“…Brasil no sólo ha sacado a millones de personas de la pobreza, sino
que incluso ha logrado la hazaña de disminuir su desigualdad. Todos
ellos tienen hoy una clase media más numerosa que nunca. ¿Y entonces?
¿Por qué tomar la calle para protestar en vez de celebrar? La respuesta
está en un libro que el politólogo estadounidense Samuel Huntington
publicó en 1968: El orden político en las sociedades en cambio.
Su tesis es que, en las sociedades que experimentan transformaciones
rápidas, la demanda de servicios públicos crece a mayor velocidad que la
capacidad de los Gobiernos para satisfacerla. Ésta es la brecha que
saca a la gente a la calle a protestar contra el Gobierno. Y que alienta
otras muy justificadas protestas: el costo prohibitivo de la educación
superior en Chile, el autoritarismo de Erdogan en Turquía o la impunidad
de los corruptos en Brasil. Seguramente, en estos países las protestas
van a amainar. Pero eso no quiere decir que sus causas vayan a
desaparecer. La brecha de Huntington es insalvable.”
Sergio Fausto, polítólogo y Director del Instituto Fernando Henrique Cardoso, en su análisis de las causas de las protestas, pone el acento en algunas fallas concretas del gobierno nacional y de las gobernaciones:
“Hay una indignación latente en la juventud con los gobiernos, en
general, y con el modo por el cual son elegidas las prioridades del
gasto estatal y utilizados los recursos públicos en particular. Esto
viene de lejos, pero se ha acentuado con las noticias recurrentes sobre
corrupción, mal uso de los fondos públicos e impunidad de quien comete
crímenes contra la administración pública. Incluso la condena de reos
notorios en el proceso del ‘mensalão’ no aligeró la sensación de
impunidad, dado que hasta hoy, y así será por un buen tiempo, el STF
juzga, lentamente, recursos interpuestos por los abogados de los reos
condenados.
Hay una indignación latente en la juventud con los gobiernos, en
general, y con el modo por el cual son elegidas las prioridades del
gasto estatal.
Las grandes cantidades dispensadas con la construcción de estadios de
fútbol para la Copa de las Confederaciones, que comenzó el sábado
pasado, y para la Copa del Mundo, en 2014, asunto destacado en los
medios y en las conversaciones del día a día, le pusieron pimienta al
caldo de la indignación. Sobre todo en un cuadro en que las inversiones
en las grandes regiones metropolitanas quedan muy por debajo de la
creciente demanda por servicios públicos. El transporte público en
cantidad y calidad insuficientes, es uno de los puntos sensibles del
problema. La seguridad pública es otro de ellos. La violencia se ha
recrudecido en varias grandes ciudades brasileñas, inclusive en São
Paulo, donde había disminuido a los largo de los últimos diez años. La
ciudad está tensa, como hace mucho que no se veía.
A este escenario se suma la reducción del crecimiento económico y el
aumento de la inflación, que ya comprometen el optimismo en relación al
futuro característico de los diez últimos años. Aisladamente, ninguno de
estos factores sería suficiente para desencadenar las protestas.
Combinados, en el tiempo y en el espacio, encendieron la mecha que dio impulso a las manifestaciones.”
Fernando Mires apunta a una relación entre democracia y la posibilidad de la protesta:
“La gente protesta no sólo cuando debe sino cuando puede. Porque casi
nadie sale a la calle cuando existe la posibilidad de ser atravesado
por alguna bala. Por supuesto, la protesta democrática encierra
peligros. Pero también requiere de ciertas seguridades. Razón que
explica por qué casi siempre las grandes protestas sociales nunca tienen
lugar en contra de fuertes dictaduras sino cuando esas dictaduras ya se
han vuelto débiles. O en democracia.
De modo que hay una paradoja: las democracias son más afectas a
protestas populares que las no-democracias. Y, lo más importante, las
protestas populares en naciones democráticas no se dirigen en contra de
la democracia. Por el contrario, sus actores exigen más democracia, más
participación, o simplemente, ser más tomados en cuenta por los
respectivos gobiernos.”
Creo que los análisis son complementarios y pueden, simplificando, resumirse en una serie de premisas:
a) El proceso de desarrollo lleva tiempo y, a pesar de que la mayoría
se beneficie, no todos se benefician por igual ni en todas las
dimensiones relevantes para el bienestar de los ciudadanos.
b) Un país puede crecer económicamente, pero eso no implica que la
población esté satisfecha con la actuación de los políticos y el
gobierno. Esa insatisfacción representa protestas latentes.
c) El crecimiento de la proporción de la población que pertenece a la
clase media aumenta la probabilidad de protestas por fallas concretas
en el gobierno. Esta relación entre crecimiento de la clase media y
probabilidad de la protesta es aún mayor en países democráticos.
d) Las protestas tienen mayor probabilidad de ocurrencia en aquellos
países y en aquellos momentos en el que la población cree se pueden
obtener respuestas del gobierno (cuando la protesta tiene un fin
político).
Creo que los que decretan la muerte del “Modelo de desarrollo
brasileño” juegan posición adelantada. Curiosamente, estas protestas
otorgan al gobierno y a la sociedad brasileña la posibilidad de
replantear y resolver problemas que parecen cruciales para la
insatisfacción de los brasileños: la corrupción, la mala calidad e
insuficiencia de los servicios públicos, por ejemplo. Usando los
términos de Hirschman, los brasileños están ejerciendo su voz y le toca
al gobierno (y a la sociedad) rectificar. Ya veremos sí son capaces de
hacerlo. Mientras tanto, el tipo de protestas que vemos en Brasil —y en
Turquía— parecen inherentes a procesos de crecimiento económico y
desarrollo.
Ya Amartya Sen lo ha dicho: nada como el hambre para suprimir la voluntad de protestar.