Los efectos políticos del Mundial




El Mundial de Fútbol es el evento más televisado del mundo y uno de los que más concentran la atención global durante el mes de su duración. Lógicamente, cuando más importante es el este deporte en un país, más atención concentra.
Todos los mundiales jugados hasta hoy han sido ganados por sólo ocho países del mundo: cinco europeos (Alemania, Francia, Reino Unido, Italia y España) y tres del Mercosur (Brasil, Argentina y Uruguay). Un hipotético partido entre una selección de la Unión Europea y otra el Mercosur, de acuerdo a estos resultados, enfrentaría a las dos regiones con más trayectoria en el Fútbol.
A partir del 15 de junio próximo, cuando debute en el estadio Maracaná frente a su par de Bosnia, la selección de fútbol liderada por Lionel Messi puede influir sobre el humor de los argentinos, para un lado o para el otro y por lo tanto sobre el proceso político.
Para comprender este fenómeno, basta con remontarse a la Copa del Mundo del 2002. La Argentina transitaba por ese entonces el inicio de la salida de una de las peores crisis institucionales de su historia. La sucesión de cinco presidentes en pocas semanas luego de la renuncia precipitada de Fernando De la Rúa había desembocado en un débil gobierno encabezado por Eduardo Duhalde.
Duhalde sepultó la convertibilidad como política monetaria, dispuso una devaluación asimétrica y enfrentó un estallido social cuyo punto más alto fue el asesinato por parte de la policía de los militantes sociales Maximiliano Kosteki y Darío Santillán, el 26 de junio de ese año.
Unos días antes, el 12 de junio, la selección argentina había quedado eliminada en la primera ronda del Mundial de fútbol organizado por Corea y Japón. El equipo dirigido por Marcelo Bielsa, cuya máxima estrella era Gabriel Batistuta, abrazaba las últimas esperanzas de subsistencia del duhaldismo. No pudo ser.
En la lógica de ese gobierno, una selección exitosa que hubiera avanzado al menos hasta las semifinales del torneo, habría permitido no sólo cuatro semanas de excelente humor social, sino que además podría haber cambiado definitivamente el clima para oxigenar la gestión e incluso pensar en una reelección de Duhalde.
Duhalde, como la Selección, quedó afuera en primera fase. Kosteki y Santillán fueron el punto final de su mandato y tuvo que adelantar las elecciones en las que ni siquiera se presentó como candidato.
En un escenario similar, aunque acaso no tan dramático, el kirchnerismo sueña con un balcón de la Casa Rosada que reúna a Cristina, Messi y la Copa del Mundo y le de oxígeno a una gestión debilitada. Tal vez como nunca antes, la selección argentina tiene un plantel repleto de estrellas y es considerada una de las máximas candidatas a ganar el Mundial.
La zona inicial de grupos no podría haber sido más accesible: además de Bosnia, la Argentina enfrentará a los débiles seleccionados de Irán y Nigeria. Ni la propia Cristina hubiera imaginado un sorteo mejor. Sólo una tragedia impediría un pasaje a la siguiente fase.
Después, todo dependerá de la magia de Messi. Todo, incluso el futuro del humor social en los meses de julio y agosto y quizás en parte  con esto el margen de acción del Gobierno. Si la máxima estrella del fútbol mundial consigue volver a Buenos Aires con el trofeo en sus manos, Cristina tendrá una cuota extra de oxígeno. Si por el contrario, Messi fracasa y su talento no alcanza para conquistar la cima del mundo del fútbol, muy probablemente el malhumor social y la presión sobre el gobierno se multipliquen y el final del camino sea todavía más difícil.