Ahora Clarín quiere adecuarse

Por Mario Wainfeld

En forma sorpresiva, con reflejos políticos llamativos, el Grupo Clarín presentó un plan de adecuación ante la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual (Afsca). La movida se acompaña con nutridas reservas de derechos: seguir litigando en instancias nacionales e internacionales sólo para empezar. La presentación se describe y explica en otras notas de esta edición. A los efectos de esta columna, se señala que el multimedios optó por una táctica mucho más sutil que su tosca defensa en los Tribunales, que siempre partió de un implícito: su poder lo colocaba en una posición de ventaja indescontable. Hipótesis que parece petulante, pero que no lo era tanto, a la luz de la historia de décadas.
Ahora, Clarín no desiste de defenderse como gato panza arriba ni, seguramente, de chicanear o “embarrar la cancha”. Pero se coloca en la cancha de la legalidad. Pasemos de la imagen futbolera a la bélica: la guerra continúa, pero el Grupo decidió no pasar a la clandestinidad.
Hasta su modo de ingresar en una trama administrativa que será enmarañada es un rebusque ingenioso. Irrumpe de la mano de un socio que detesta, pero cuya compañía, en este tramo, le viene bien.

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Un David con onda: Fintech Advisory Inc. es una multinacional que (abreviando densos detalles sobre empresas complejas y conglomerados) es socia minoritaria de Cablevisión, cuyo socio mayoritario es Clarín.
El mandamás de Fintech es (abreviando etc...) un empresario mexicano llamado David Martínez. El tal David (pronunciar onda “Deivid”, con fonética yanqui) mora en las zonas encopetadas de Nueva York.
El hombre, según sus decires, contempló con sorpresa y nula empatía la batalla encarnizada del Grupo contra el Gobierno. Martínez departió sobre el tema con dirigentes políticos (no todos oficialistas) y empresarios (casi todos opositores al Gobierno). Es un hombre de negocios, un mercader multimillonario que se dedica a la comunicación, entre muchos otros rubros. Nada lo identifica con un filántropo o un monje trapense: es un empresario feroz, taimado por demás. En esa pintura gruesa, no difiere mucho de Héctor Magnetto, el CEO de Clarín. Lo que los separa es el modus operandi de Cablevisión respecto del Gobierno, pensando más en una disputa pura de poder que en el lucro desnudo.
Martínez dice no entender para qué enfrentarse a todo o nada. Quizás entienda, pero no comparta. Coloquialmente, suele valerse de un ejemplo conspicuo en estas pampas. Le resulta absurda la obstinación en no admitir (en una grilla con decenas o centenares de canales) una señal de dibujitos animados. Quienes dialogaron con él chimentan que hace alarde de no saber el nombre exacto de Pakapaka. Tal vez exagere, para demostrar la importancia que le asigna.
Como fuera, mezclando lo útil con lo beneficioso, Martínez presentó en diciembre pasado una propuesta de adecuación de Cablevisión en la Afsca. Su proyecto era que Clarín se desprendiera de su cuota parte, para quedar en regla. También avanzar en pos de un rédito propio.
La moción de la minoría societaria sólo tenía, digamos, un valor testimonial. Pero abrió una ventana para que Clarín se “colara”, como concretó ayer. La astucia, enancada en palabras previas del titular de la Afsca, Martín Sabbatella, permite suponer que la movida fue pensada con antelación. Un plan de contingencia para el peor de los escenarios: el que habilitó la Corte Suprema con su sentencia de hace apenas una semana.

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Dividir para triunfar... o empatar: Clarín sugiere una división de su impresionante patrimonio es seis unidades de negocios (ver notas aparte).
El orden en que se enumeran tal vez no sea casual: en algún sentido van de mayor a menor. Sería aventurado un juicio acerca de si los conjuntos cumplen todas las exigencias de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual (LdSCA). Es dudoso, pero están enunciados como para dar esa impresión.
Clarín pide, con desmesura, que se le concedan plazos que han vencido. Considera “ganados” sin costos los de las medidas cautelares que le fueron concedidas con mala praxis por distintos tribunales, incluyendo a la Corte misma. Es chocante que se quiera sacar provecho de decisiones que la tutelaron de una supuesta inconstitucionalidad que la Corte (tarde pero seguro) desestimó de plano. No ha de ser la única de las picardías que incluye la presentación, aunque sí es una de las más notorias.
Lo más factible, aunque su nota reserva precisiones para más adelante, es que Clarín piense en desmembrarse conservando, a través de sus socios, varias de las “unidades” en cuestión.

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Espíritu y letra: ¿Admite la LdSCA este gambito? Podría suponerse que en su espíritu más hondo, no. Pero su letra, menos rigurosa tal vez, abre ese resquicio que ya fue reconocido por Sabbatella cuando todos los grupos mediáticos concernidos presentaron los planes de adecuación. En esta columna se habló de eso, meses ha. Por una vez, vale la pena repetir lo enunciado, porque la situación se mantiene.
¿Es viable que un conglomerado fraccione su patrimonio entre varios de sus socios o de personas de confianza? La respuesta extrema no es la correcta. La LdSCA estipula reglas antitrust, busca mayor igualdad dentro del espectro, pero no deja fuera de acción a personas o actores determinados. De hecho, si Clarín se aviniera a honrar la ley, quedaría con un patrimonio formidable: el mayor en la Argentina, con escaso o nulo parangón en el mundo (salvando diferencias relativas). Pero cedería su posición dominante, que es uno de los objetivos de la ley.
Si los principales integrantes del Grupo se dividieran las frecuencias, llegando a dimensiones admisibles, la movida podría ser válida. Esto es, fabulando un poco, si se fragmentara en espacios que poseyeran (es un decir) José Antonio Aranda, los hermanos Noble Herrera, Marcelo Tinelli, Adrián Suar. Claro que las nuevas empresas tienen que ser realmente autónomas y no “un dibujo”. No deben funcionar como grupo. Sabbatella explica que, en tal hipótesis, deben tener su estructura legal, patrimonios diferenciados, sus edificios diferentes, personal diferente, directorios sin repeticiones de personajes, sus móviles de exteriores, sus cámaras, sus estudios. Hasta sus maquilladoras, añade, exagerando un poquito con fines didácticos. Hay que escrutar con lupa los paquetes accionarios, no puede haber más de un diez por ciento de acciones “cruzadas”.
En los hechos, no es lo mismo una potencial confederación de empresas que un gigante que comprenda todas. Ni en su poder relativo respecto de sus competidores, ni en su capacidad para atraer inversores, ni para cotizarse en la Bolsa de Nueva York. Una cosa es un grandote que pugna con muchos chiquitos y otra una empresa mediana que dice tener otras que son sus amigas.
Si se cumple acabadamente, entiende Sabbatella, la aparición de nuevas unidades operativas podría aumentar los puestos de trabajo, la cantidad de medios, la (parcial) equiparación de la competencia. La línea editorial es muy otro cantar: un conjunto de empresas diferentes, pero del mismo origen sostendrá posiblemente un mensaje común. Pero eso no resiente el espíritu de la LdSCA, que nada regula sobre contenidos políticos, una de sus virtudes cardinales.

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Cuestiones de poder: Los contrafactuales no sirven, acaso, para reconstruir un pasado posible, pero sí para barruntar por qué los sujetos históricos adoptaron una conducta y no otras. En toda mesa de café o de arena es posible interrogarse por qué Clarín no optó antes, con mejores chances, por lo que insinuó ayer. Una respuesta parcial, aunque no falsa, es porque leyó que seguía vigente el contexto de su edad de oro. La era de la posición dominante, de las maniobras desleales contra los competidores, de las presiones brutales contra los avisadores... y el poder formidable que sostuvo respecto de los sucesivos gobiernos. Poder que supo mezclar pactos y enfrentamientos. Ese esquema duró hasta 2008, cuando el kirchnerismo decidió darle batalla.
Puesto en combate, el Grupo eligió enfrentarse a todo o nada. También “hizo tiempo”, volviendo a la metáfora futbolera, más rica que la bélica a despecho de los imbancables divulgadores de Sun Tzu. Consiguió años de handicap, no es poco.
La hipótesis era esperar a una coyuntura electoral adversa para el Gobierno y ahí “coronar”: fracasó en 2011, pareció haber tenido éxito el 27 de octubre. Pero la Corte, tan magnánima con las chicanas, le propinó un revés observando la Constitución. Algo lógico y hasta “normal”, pero impensado para el poder fáctico.
Con el poder mellado, tras años duros en lo “meramente” económico, atada de pies y manos para crecer y expandirse en el futuro cercano, la Corpo posiblemente esté buscando dilatar y trabar. Ayer hizo gala de adaptación, lo que la sostiene como un contendiente de fuste.
Claro que la brega es dura y no ha tocado a su fin, para nada. Esta historia, que ya duró más que mil y una noches, continuará. Pero muchas correlaciones de fuerzas cambiaron. De modo progresivo desde hace cuatro años, con un salto cualitativo y cuantitativo una semana atrás.

Misiones

Misiones es un distrito muy importante aporta 2,3 votos cada 100 nacionales y es el que más crecimiento en electores tuvo de la región Noreste en la década.

Uno de los aliados claves del oficialismo nacional es el Frente Renovador de Misiones que con el 43% de los votos logró imponerse el pasado 27 de octubre en 16 de los 17 departamentos con los que cuenta la provincia. Sólo Capital volvió a serle adversa al oficialismo provincial.

Estos son los resultados de las elecciones de medio mandato , según el escrutinio provisorio del Ministerio del Interior (ver cuadros), que se cerró con el 96,66 por ciento de las mesas escrutadas (2.228 sobre un total de 2.305).
El Frente Renovador logró imponerse y mantener las dos bancas que ponía en juego, renovando el mandato de Alex Ziegler y de Silvia Risko. La tercera banca fue para el ganador del departamento Capital, la Unión Cívica Radical (UCR), que tras ocho años de ausencia en la Cámara Baja incorpora un diputado nacional, que será Luis Pastori.

El futuro ya llegó


Por José Natanson

n medio de la guerra de interpretaciones, dos conclusiones asoman nítidas tras las elecciones del 27 de octubre: el oficialismo conserva, frente a la dispersión opositora, su lugar de primera fuerza nacional y, al mismo tiempo, sufrió una derrota dura, en la provincia de Buenos Aires pero también en los demás distritos importantes del país. Ambos datos, que no son excluyentes, deberían ser la base de cualquier análisis.
El deterioro de la coalición social construida por el kirchnerismo es la causa principal de este retroceso. Como señala María Esperanza Casullo (1), esta coalición se había mantenido con pocos cambios desde el 2003, con un núcleo duro de apoyo en los sectores más pobres, la adhesión firme de los trabajadores organizados y el respaldo más fluctuante de grupos de clase media (el kirchnerismo progresista). A diferencia de lo que ocurrió en el otro período de declive del ciclo, el conflicto del campo del 2008 y su prolongación en la derrota electoral del 2009, esta vez la erosión no fue resultado de una sola medida adoptada en un momento determinado sino de un proceso gradual que se extendió a lo largo de los últimos dos años.

Inflación & inseguridad

Indefectiblemente clase medio-céntrica, la prensa tiende a enfocar sus análisis en las demandas y reclamos de este sector. Pero, aunque por supuesto una parte importante de los grupos medios que votaron al kirchnerismo en 2011 lo rechazaron el domingo 27, la causa central está en otro lado: mi tesis es que el problema principal no radica en los sectores medios sino en lo que la literatura especializada llama “clase media baja” o “clase media emergente” y que en otra ocasión preferimos definir como “nueva clase media” (2), ese 30 por ciento aproximado de la población que integran, entre otros, los trabajadores formales sindicalizados, los pequeños comerciantes, los cuentapropistas y los prestadores de servicios particulares.
Producto del crecimiento económico y la democratización del consumo de la última década, la nueva clase media es sin embargo un sector social extremadamente frágil y, quizás por ello, irascible. Como en Brasil o Venezuela, comparte algunas de las características de las clases populares (pocos años de educación, residencia suburbana, familias numerosas), pero dispone de ingresos más parecidos a los de los sectores medios clásicos: un camionero o un operario de SMATA puede ganar lo mismo que un médico de hospital público o un docente universitario, aunque probablemente carezca de su capital patrimonial, educativo y relacional (un camionero no hereda un departamento de dos ambientes en Palermo ni tuvo la suerte de contar con una familia que lo sostuviera mientras estudiaba abogacía ni dispuso de la red de contactos esenciales para insertarse en el mundo profesional).
Por el lugar que ocupa en el mercado laboral, la nueva clase media se encuentra muy expuesta a los vaivenes del ciclo económico, y es aquí donde aparece el primer problema: en los últimos dos años, en un contexto de desaceleración del ritmo de crecimiento e incremento de la inflación, el gobierno logró sostener, vía aumento de las jubilaciones, la asignación universal y el salario mínimo, el poder de compra de los sectores más pobres, mientras que la clase media clásica apelaba a herramientas de defensa desarrolladas en su larga experiencia en crisis económicas, incluyendo una habilidad para el manejo de los instrumentos financieros que sería la envidia de más de un operador de Standard & Poor’s.
Mi impresión es que la nueva clase media, ubicada en un escalón social superior a los sectores más pobres pero desprovista de los recursos de los sectores medios clásicos, se sintió decepcionada por la acumulación de promesas económicas incumplidas, del plan de alquileres baratos al precio del pan, que había sido justamente uno de los grandes aciertos del kirchnerismo, siempre ágil para ofrecer respuestas a los problemas terrenales. Mientras tanto, algunas medidas importantes que la benefician, como el notable Plan Procrear, recién han comenzado a aplicarse (probablemente en diez o veinte años haya familias que se acuerden del Procrear como todavía hoy existen personas que le agradecen al primer peronismo haberles facilitado su primera vivienda).
A esta explicación económica se suma un segundo factor. Por las ocupaciones y oficios que desempeñan, los sectores pertenecientes a la nueva clase media son especialmente sensibles al problema de la inseguridad, que todas las encuestas coinciden en señalar como una de las demandas centrales al gobierno. Un taxista con turnos de doce horas, un kiosquero de Lanús que tiene el negocio abierto hasta tarde para aprovechar hasta el último cliente, un plomero que circula de un lado a otro de la ciudad, un vendedor de Frávega que junta buenas comisiones pero vive en Ramos Mejía... No hay que ser muy perspicaz para comprobar que la nueva clase media sufre una exposición al delito muy diferente a la de alguien que pasa todo el día encerrado en un consultorio, una oficina o un banco, vuelve a casa en subte a las 6 de la tarde y vive en el cuarto piso contrafrente de una calle iluminada con un Farmacity en la esquina.
En suma, los decepcionantes resultados obtenidos por el kirchnerismo se explican en buena medida por sus dificultades para retener al “moyanismo social”, categoría que merece una aclaración: en tanto jefe de un sindicato privilegiado como el de Camioneros y líder durante casi todo el ciclo kirchnerista de la representación de los trabajadores organizados, Hugo Moyano funciona como la máxima expresión política de la nueva clase media. Y sin embargo, el hecho de que haya roto su relación con el gobierno no implica que estos sectores se hayan deskirchnerizado por ese motivo. En otras palabras, no es que Moyano conduzca a este sector social, como prueba el rotundo fracaso de su candidato, Francisco de Narváez, en la provincia de Buenos Aires, sino que percibió tempranamente que muchos de sus reclamos no iban a ser atendidos, lo que confirma su sagacidad de sindicalista a la vez que demuestra sus limitaciones como político.

La reacción

Como las PASO configuraron un curioso escenario, en el que en lugar de una sola elección tuvimos dos medias campañas, luego de la primera derrota en agosto el kirchnerismo reaccionó con un ajuste de su estrategia electoral y algunas correcciones importantes de gestión, probablemente interrumpidas por la operación a la que fue sometida la presidenta y el reposo obligado de las últimas semanas: el aumento del mínimo no imponible del impuesto a las ganancias y los cambios en el monotributo buscaron aliviar la carga tributaria que pesa sobre importantes sectores sociales. Aunque opinables desde el punto de vista de la justicia fiscal, las decisiones eran electoralmente lógicas.
Algo similar ocurrió con la inseguridad, que apenas fue mencionada por los candidatos oficialistas en el primer tramo de la campaña y que sin embargo ocupó un lugar relevante en el segundo. Estos zigzagueos tácticos, totalmente razonables en la angustiante búsqueda de un triunfo, se notaron sobre todo en el giro en la publicidad oficial: si antes de las PASO prevaleció un mensaje que parecía más destinado a consolidar un núcleo propio de apoyos que a conquistar nuevas voluntades, más tarde se notó un mayor esfuerzo de apertura, que incluyó la visita de los candidatos kirchneristas a esa panza de la ballena que es el set de TN y dos entrevistas televisivas concedidas por Cristina. El reflejo de este viraje fue un cambio de eslogan un poco desconcertante, del jacobinismo inicial de “En la vida hay que elegir” al estilo cerveza sin alcohol de “Hay un futuro y es de todos”, invitación que podrían haber formulado Macri o Massa pero llevaba la firma de Martín (el amigo de Daniel).

Todo un palo

Por supuesto, el resultado de las elecciones no se explica sólo por la pérdida de adhesiones en la nueva clase media. Aunque para un análisis más fino será necesario mirar con cuidado los datos distrito por distrito, lo cierto es que el kirchnerismo también retrocedió en los sectores medios clásicos, como prueba su derrota en las zonas típicamente de clase media de la Capital, Rosario y Córdoba, e incluso, aunque en menor medida, sufrió una merma de votos en los sectores más pobres, lo que configura un veredicto crítico que es a la vez nacional y policlasista.
Pueden ensayarse varios argumentos para explicarlo, desde el rechazo a las restricciones a la venta de dólares y la fatiga con el dichoso estilo kirchnerista en un extremo, al menor rendimiento de la asistencia social en el otro (en este caso muchas veces por “problemas virtuosos” generados por las propias políticas sociales y de ingresos del gobierno: la asignación universal, los aumentos de salario y jubilaciones y el bajo desempleo incrementaron la presión sobre el sistema educativo, de salud y de transporte; como dirían los economistas, problemas por el lado de la oferta más que por el de la demanda).
Hay, desde luego, otras causas posibles, que exceden los límites de esta nota y que iremos elaborando con el tiempo. Pero creo que vale la pena insistir con la tesis –intuitiva y desprovista por ahora de datos cualitativos, pues el artículo se cierra apenas conocidos los resultados de los comicios–de que la explicación pasa sobre todo por la nueva clase media.
No parece casual, en este sentido, que los grandes protagonistas de la elección (Massa, Scioli, Insaurralde) pertenezcan a la camada de los “políticos commoditie”, esas estrellas del sentido común capaces de combinar barrialidad y gestión sobre el fondo de un peronismo omnipresente pero que apenas se menciona, como si se lo diera por hecho. Más que ubicarse a uno u otro lado de la frontera K, habitan las zonas desmilitarizadas de la Guerra Fría. Tranquilos en su paralelo 38, prometen correcciones, construir sobre lo ya edificado, refundacionismo cero. Expresan el mix de tres tradiciones políticas potentes: el conservadurismo típico de los caudillos del PJ, el liberalismo propio de la era del mercado y el peronismo territorial que provee estructura y aliados. Cada uno a su modo, todos pertenecen a una generación que nació en los 90 y pegó el salto a partir del 2000: con un botín clavado en cada década, los políticos commoditie carecen de la sobrecarga ideológica del kirchnerismo sunnita y han demostrado la flexibilidad adecuada para sintonizar con las nuevas demandas sociales. Todavía no podemos confiar en ellos, pues nadie sabe qué piensan realmente de la mayoría de los grandes problemas de Argentina, pero no cuesta mucho imaginarlos como los dueños del futuro.
1. Ver nota en la página 8.
2. Ver “Una política para la nueva clase media”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, Nº 152, diciembre de 2012. Allí se citan datos de Héctor Palomino y Pablo Dalle (“El impacto de los cambios ocupacionales en la estructura social argentina: 2003-2011”, Revista del Trabajo, Año 8, Nº 10). Ellos sostienen que la “clase media inferior” está compuesta por microempresarios (hasta 5 empleados), cuentapropistas con equipo propio, técnicos, docentes y trabajadores de la salud y empleados administrativos. Equivalen al 36,1 por ciento de la población. No todos, pero sí la mayoría, forman parte de lo que yo llamo “nueva clase media”, a la que habría que agregar a una parte de los trabajadores calificados.

Apuntes de Serbia




Andreja Zivkovic
Serbia oficialmente se encuentra en bancarrota. Según Aleksandar Vučić, primer ministro de Serbia, no podemos seguir gastando más de lo que ganamos, “o vamos a cavar nuestra tumba con nuestras propias manos”. El error, conforme a esta versión, radica en la política económica aplicada por los gobiernos anteriores en los últimos 13 años tras la caída de Milošević. Esta es la justificación para la austeridad y las reformas anunciadas finalmente el 8 de octubre. De hecho, podemos afirmar que la nueva ola de austeridad no es una pausa, sino que representa una intensificación del régimen económico neoliberal. No sólo no resolverá el problema de la deuda económica, sino que simplemente intensificará la crisis.

Tanto la actual línea oficial, como el paquete de medidas de austeridad en sí mismo proceden del FMI. Es la típica medicina neoliberal de apertura al capital extranjero, privatización de la industria del Estado y de los servicios públicos, liberalización de los mercados de trabajo y un tenso control sobre la política monetaria.

La idea de que se trata de dar una nueva oportunidad a Serbia resulta ridícula. Desde el año 2000, el neoliberalismo ha proclamado que sólo la apertura de los mercados a las inversiones extranjeras directas mediante la privatización de los activos del Estado y la desregularización del mercado de trabajo puede dar paso a la inversión, la productividad y el crecimiento. De hecho, al capital extranjero se le debe pagar una fortuna para invertir en Serbia mediante altas tasas de interés y una moneda sobrevalorada. En cambio, los créditos extranjeros subvencionaron la importación y el auge de los créditos en la primera década de 2000.

Pero el mismo régimen monetario que ha atraído los créditos extranjeros y las facturas de las privatizaciones ha sido a la vez responsable de destrozar la industria, produciendo el desempleo en masa y el aumento de la pobreza absoluta. El dinero caro actuó como un desincentivo para la inversión en la economía real, mientras que la sobrevaloración de la moneda hizo que las exportaciones no resultasen competitivas. El déficit presupuestario y comercial aumentó la deuda externa. Serbia se volvió tan dependiente de los préstamos que, al secarse el grifo de los préstamos extranjeros con la quiebra de Lehman Brothers en septiembre de 2008, la economía se derrumbó y aún no se ha recuperado.

Con el comienzo de la crisis, todos los estados se vieron obligados a intervenir con el fin de evitar que la crisis financiera mundial provocase una crisis del sistema bancario y la desintegración de la economía mundial. Como a los banqueros se les entregaron billones de dólares de dinero gratis, el FMI se apresuró a proteger las instituciones financieras de los países ricos del Norte. Las economías con deudas, como Serbia, fueron colocadas bajo el régimen de los "Acuerdos Standaby" y se ampliaron las facilidades de crédito para evitar la bancarrota, dado que los préstamos procedían de los bancos extranjeros. Como resultado, ha explotado la deuda pública en Serbia, que virtualmente se duplicó de un 33.4% del PIB en 2008 a un estimado 61.8% en 2013. La recompensa por actuar en connivencia con el FMI para rescatar de la quiebra técnica el sistema bancario internacional ha sido que nuestra crisis de deuda, al igual que la de la Europa periférica, se ha convertido en una crísis terminal.

Cuando el rescate de los bancos por parte de los Estados creó una gigantesca crisis de deuda internacional, el FMI, junto con la Unión Eueropea, empezó a exigir la aplicación de medidas de austeridad.

Con el fin de justificar lo que era obviamente un flagrante intento de hacer que la clase obrera pagase las deudas de los bancos, el FMI afirmó que la crisis había sido causada por un gasto excesivo por parte del Estado. La amplia expansión de la anarquía del mercado, que había causado la crisis, se ha convertido ahora en la solución. En Serbia, hemos oído la misma melodía durante algún tiempo, sólo que ahora con mayor insistencia, ya que estamos a punto de la bancarrota.

La austeridad comenzó con la congelación de los salarios del sector público en el año 2009-10, lo que redujo la factura salarial un 0.3 por ciento del PIB en 2009-11. Una nueva ronda de reformas neoliberales, como la independencia del banco central – es decir, la independencia de las políticas monetarias neoliberales de cualquier interferencia democrática – y el inicio de las reformas de las jubilaciones, datan de este periodo. Por supuesto, estas reformas no fueron lo suficientemente "business friendly" para contentar al FMI, y es cierto que se permitió un aumento significativo de los salarios y las jubilaciones en 2011-12, antes de ser recortados en 2012-13.

Pero esto tiene que ver menos con el "populismo" electoral o el "clientelismo", como pretenden los halcones neoliberales, que con las contradicciones de la austeridad, contradicciones que enfrentan todos los estados capitalistas.

La austeridad, mientras que con una mano aprieta a la clase obrera para reembolsar la deuda, con la otra aumenta la deuda mediante la reducción del consumo y, en consecuencia, del crecimiento económico.

Al mismo tiempo, el estancamiento del crecimiento se convirtió en una doble recesión y ha exacerbado la crisis de la deuda, en especial en la zona euro y los Balcanes. La raíz de la contradicción, desde una perspectiva marxista, es que las mismas medidas que previenen el colapso inmediato del sistema financiero son a la vez las que bloquean la liquidación de capitales ineficientes, y por lo tanto la reducción de los costes de producción y de las inversiones, así como la recuperación de la tasa de beneficio. ¿Qué queremos decir con eso?
Marx afirmó que el proceso de producción de mercancías compitiendo en el mercado para obtener beneficios obliga a los capitales a invertir en tecnología con el fin de lograr beneficios adicionales a precios más baratos que sus rivales.

Sin embargo, el proceso de competencia fuerza también a otros capitales a responder de manera similar, reemplazando la mano de obra, la fuente de todo valor, por tecnología, lo que da lugar a una tendencia estructural a la disminución de la tasa de beneficio y a la crisis económica. La actual crisis económica hunde sus raíces en la disminución a largo plazo de la tasa de beneficio en los países capitalistas avanzados. En respuesta, enormes cantidades de capital no utilizado fueron capturados por los mercados financieros internacionales, lo que se traduce en booms internacionales basados en la especulación financiera. Desde el punto de vista de la teoría del valor, este tipo de booms se basa principalmente en "ganancias ficticias", es decir, los beneficios obtenidos no son producto de inversiones en la explotación productiva de la fuerza de trabajo, sino en operaciones especulativas sobre los futuros valores del trabajo tal y como se expresan en el crédito y la deuda. La crisis fue expresión de la brecha entre la tasa de beneficio real y las reclamaciones de dinero sobre valores ficticios inflados (inicialmente en derivados de hipotecas en EE UU).

Marx sostiene que la crisis, al destruir los capitales más débiles, reduce los costes de producción e inversión, y, por lo tanto, aumenta la tasa de ganancia, lo que permite la aparición de un nuevo ciclo de acumulación. Pero como los capitales son cada vez mayores y están invertidos en todo el mundo, el precio del fracaso es una crisis catastrófica.

Esta es la razón por la cual, a fecha de hoy, la respuesta de los capitalistas es intervenir para evitar el colapso del sistema financiero mundial. Prefieren una larga depresión que permitir que los mercados se “purguen” de capital improductivo. Por esa razón se hace necesaria la austeridad, para obligar a los gobiernos, las empresas y los consumidores a pagar sus deudas a los bancos. También se desprende de la necesidad de bajar costes para los capitales, en particular los costes salariales, y también impuestos y gastos en concepto de intereses, así como la necesidad de debilitar al movimiento sindical para que los beneficios puedan volver a aumentar.

Sin embargo, esta ayuda al capital no ha podido ni ha logrado restablecer la tasa de beneficio, porque la mayor parte del esfuerzo de la austeridad se dirige a la realización de valores ficticios, es decir, a pagar deudas bancarias basadas en futuras reclamaciones sobre el valor, lo que bloquea la eliminación de capitales no rentables y, por lo tanto, un posible nuevo ciclo de inversión.

Por eso Serbia, como la mayoría de estados capitalistas, ha oscilado entre la depresión y la crisis financiera, y, por tanto, se han alternado políticas de austeridad y de endeudamiento del sector público para evitar que la recesión se convierta en una nueva crisis financiera.

Sobre esta base, es evidente que las reformas no resolverán la crisis de la deuda. Si los impuestos sobre los ingresos superiores del sector público, el aumento de IVA (impuesto sobre el valor añadido) sobre los elementos básicos de consumo y la reducción de subsidios del sector público aumentan los ingresos del gobierno, al mismo tiempo reducen el crecimiento económico. Por lo tanto, se intensifica el peso de la deuda. Pero a la vez la crisis fiscal conduce a la fuga de capitales. Ya se ha iniciado la fuga de capitales del sector financiero, y, en el caso de la deuda a largo plazo, cerca de medio billón de euros han salido desde el comienzo del año. La actividad crediticia de los bancos ha caído a cero y su estancamiento puede tener graves consecuencias para la actividad económica. Por otra parte, tan sólo durante el próximo año vamos a tener que pagar 114.000 millones de euros en intereses por la deuda externa del estado, mientras que a medio plazo nos encontramos con la necesidad de refinanciar prestamos muy caros y cuantiosos.

Por tanto, la polític de austeridad no sólo no servirá para alcanzar las metas fiscales establecidas por el gobierno, sino que, por definición, no cambiará el hecho de que Serbia está en quiebra. La verdadera función de la austeridad y de las reformas bussines friendly (permitiendo a los inversionistas extranjeros contratar y despedir a su gusto, mientras que se arrincona a los sindicatos mediante la limitación del derecho a la huelga) es atraer préstamos extranjeros, creando la impresión a los inversores extranjeros de que el problema de la deuda está bajo control en nuestro paraíso inversionista. 

El objetivo es repagar los actuales préstamos caros mediante nuevos préstamos. En el mejor escenario, eso significa obtener nuevos préstamos más baratos de nuestros nuevos amigos en los Emiratos Arabes Unidos, a cambio de venderles la industria de armamentos y sectores de la agricultura. (Una repetición de la entrega de la industria de la energía a Rusia a cambio de su veto a la independencia de Kosovo en la ONU, y a préstamos ocasionales). En el peor de los casos significaría una vuelta a los préstamos del FMI con intereses mucho más altos. Pero, en ambos casos, la deuda se acumula para pagar la deuda existente. Y la economía política de la esclavitud de la deuda, esto es, la defensa del valor del dinero (deuda) a costa de la destrucción de la industria, seguirá su paso, lo que significa que el incumplimiento del pago y la bancarrota llegará más tarde o más pronto, ocurra lo que ocurra.

Al mismo tiempo, de lo que podemos estar seguros es de que hemos entrado en un nuevo periodo de asalto neoliberal contra la clase trabajadora. La reforma de las jubilaciones ya ha supuesto el aumento de la edad de jubilación de las mujeres a 63 años y la penalización de la jubilación anticipada. El objetivo a medio plazo es la reforma de los salarios del sector público. Pero estamos sólo al inicio y el gobierno avanza con lentitud, juega con trucos populistas, como detener a un puñado de magnates locales por malversación financiera o gravar los salarios más altos del sector público, a fin de desactivar la resistencia, para crear un consenso de medidas neoliberales más radicales en torno a la idea de que "todos estamos en el mismo barco".

En respuesta, los activistas de izquierda tendrán que llamar a un frente amplio de lucha contra la austeridad, uniendo a sindicalistas, colectivos feministas, activistas estudiantiles, jubilados y asociaciones campesinas. La generalización de la ofensiva crea la base para una unidad amplia y radical: la limitación del derecho a la huelga, los recortes de los derechos de los parados, de los jubilados, y los ataques al nivel de vida de la clase trabajadora en su conjunto mediante la subida del IVA. Con el fin de tener éxito, una campaña de resistencia así tiene que afrontar el clima generalizado de temor e incertidumbre, la creciente convicción de que aun cuando las reformas sean injustas, resultan empero inevitables ya que "no podemos gastar el dinero que no tenemos". En otras palabras, no podemos simplemente hacer llamadas vacías a la resistencia. Tenemos que ofrecer a la vez alternativas políticas convincentes a la ideología reinante. Necesitamos hacer un llamamiento al rechazo de la deuda y una nacionalización de los bancos y la industría como base para invertir en el empleo, prestación de servicios de bienestar social y calidad de vida.

Es de vital importancia iniciar el proceso agrupando diferentes grupos de activistas, dado que la crisis se acelerará y los préstamos del gobierno pueden no ser suficientes para evitar un impago de la deuda el próximo año. Si no conseguimos popularizar las políticas para una alternativa a favor de los trabajadores, nos encontraremos en una situación a la griega, donde nos enfrentaremos a un colapso catastrófico de los niveles de vida, el final de la democracia y el aumento del fascismo, pero sin la acumulación de fuerzas populares y la alternativa política de izquierdas, Syriza, que existe en Grecia. Por lo tanto, la izquierda radical tiene un papel que jugar en una amplia coalición contra austeridad: argumentar que la crisis capitalista sólo puede ser resuelta a través de una alternativa socialista, y que la eficacia de la lucha por esa alternativa depende de la creación de un partido de los trabajadores que una activistas de los diferentes sectores en lucha contra la ofensiva neoliberal.


Andreja Zivkovic es un sociólogo serbio, miembro de Marx21, autor de Revolution in the Making of the Modern World (Routledge 2007) así como el editor de ‘The Balkan Socialist Tradition’ (número especial de Revolutionary History Journal, 2003)
Traducción para www.sinpermiso.info: Corina Tulbure

Provincias y crédito externo


Economía avalará a provincias que tomen créditos externos

El arreglo con el Ciadi le permitirá a gobernadores salir a los mercados externos. Se colocaría deuda por 2.500 millones de dólares

La posibilidad de acceder nuevamente a los mercados voluntarios de deuda es un escenario que están estudiando las provincias, con el objetivo de aliviar la carga de los presupuestos para fnanciar obras de infraestructura. Además, ahora el Gobierno nacional no objetaría esas colocaciones, siempre que tengan por destino la inversión pública y no se utilicen para financiar el gasto corriente.
El arreglo del Gobierno con varias empresas que tenían juicios ganados en el CIADI y la firma del programa de asistencia con el Banco Mundial por u$s3.000 millones abrió el camino para que los distritos salgan a colocar bonos en los mercados voluntarios. Se estima que el próximo año podrían llegar a colocaciones sumadas por u$s2.500 millones entre la Ciudad, Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe.
La provincia de Buenos Aires estaría estudiando una primera emisión de u$s500 millones para el próximo año, que serán destinados al programa de inversión pública. También la Ciudad de Buenos Aires tiene previsto la colocación de deuda.
Esas colocaciones tendrán varios atractivos, como la posibilidad de financiarse a una tasa muy inferior a la que se consigue en el mercado local y a más largo plazo y terminar con los bonos dolar linked que se convirtieron enb una apuesta a favor de la devaluación del peso.
Además, los dólares ingresarán al Banco Central con lo cual ayudarán a cubrir las necesidades de divisas del próximo año, estimadas en unos u$s10.000 millones para financiar las importaciones y los pagos de deuda...

Reindustrialización y formalidad laboral en la argentina pos convertibilidad




La destrucción de la estructura productiva nacional fue enorme y reconstruirla no es tarea sencilla. Requerirá de la profundización del proyecto iniciado en mayo del año 2003 que, aún con avances y retrocesos, resultó desde la recuperación democrática de hace tres décadas, el único modelo de desarrollo orientado a resituar al país en el camino de la reindustrialización, único capaz de garantizar crecimiento con mayores niveles de formalidad laboral, mejores salarios y mayor equidad.

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Apuntes sobre la informalidad laboral



Uno de los temas centrales de la etapa es, a pesar de las mejoras acontecidas en la década que se observa en el gráfico 1 de la deracha del post (click para agrandar) la persistencia de niveles altos de informalidad laboral y lo que supone esto términos de ausencia de cobertura de salud, previsión social y bajos salarios.  
Particularmente intensa sobre los jóvenes menores de 30 años ( el 30% del padrón electoral y el 40% del electorado del FpV)  donde hoy el trabajo informal supera el 45%, es necesario considerar la centralidad de esta problemática para explicar diversos comportamientos sociales, incluso los electorales, obviamente.
Al respecto leemos un enfoque controversial pero sugerente sobre la precarización laboral que instala la reflexión sobre el fenómeno segmentando el impacto en actividades específicas (como lo muestra el gráfico que abre el post) concretamente trabajo doméstico, construcción, rural y textil , dejando de lado la visión dual y homogénea sobre el fenómeno de informalidad que mantienen la mayoría de los analistas. Leemos:
Finalmente, retomando varios de los hilos de la exposición, deben ser remarcadas las dificultades prácticas, teóricas e ideológicas que plantean los múltiples sentidos de la noción de informalidad laboral que, además, han sido cambiantes con el paso del tiempo. Hacia fines del siglo la noción se vinculaba con procesos de “reestructuración productiva”, para indicar las alternativas de ocupación a las que derivaban quienes perdían su inserción formal en la industria u otras actividades urbanas. Es posible que la noción más adecuada que alude a este uso sea la de “informalización”, que podría asimilarse a la de “precarización” en el sentido de que lo que está en juego es la pérdida de los derechos y garantías asociados a la inserción como “asalariado registrado en la seguridad social”.

Actualmente es posible identificar los problemas emergentes del no registro en la seguridad social en cinco actividades concretas, que constituyen el grueso de este tipo de empleo: las trabajadoras en casas particulares (servicio doméstico), el empleo rural, la construcción, la producción y comercialización de prendas de vestir, el transporte alternativo. Tómese nota de que se trata de actividades sumamente diferenciadas y específicas, seguramente no intercambiables entre sí, que explican en su mayor parte el no registro en la seguridad social. Algunas de estas actividades se corresponden con la inserción de trabajadores independientes no asalariados, otras con la de inmigrantes de países limítrofes, algunas con la producción de bienes comercializables y otras con servicios no comercializables. Es decir que aunque cuenten con un componente común, el predominio de trabajadores no registrados, difícilmente se resuelvan en el plano de las políticas de empleo o de la inspección laboral: en varias se requiere inversión en equipamiento colectivo –como guarderías infantiles, transporte–; en otras, regulaciones de orden municipal o urbano –construcción–; finalmente, otras como las confecciones constituyen una problemática universal que ha sido difícil de resolver en varios países.

Esta identificación de problemas precisos, acotados, va a contramano de la actual generalización de la noción de informalidad laboral entre algunos especialistas, tal vez menos atentos a las evidencias empíricas que a reproducir antiguos esquemas de análisis. Es que efectivamente lo que denominamos “informalidad” laboral fue comprendido tradicionalmente en el marco general de la economía del desarrollo y en el más particular de la economía del trabajo. Pero tal vez convenga plantear directamente las cuestiones teóricas de índole más general, a través de una discusión sobre modelos de desarrollo.

En efecto, la evolución de la Argentina actualmente es similar a las que registran otros países de la región, particularmente Brasil, donde desde 2003 hasta hoy se revirtió la tendencia secular de incremento de las desigualdades, al tiempo que el crecimiento del empleo fue liderado por el correspondiente a los “asalariados con cartera”, en cierto modo asimilables a nuestros “asalariados registrados en la seguridad social”. Al mismo tiempo el peso relativo de los trabajadores por cuenta propia también se redujo considerablemente en ese país.

Incertidumbre, otra vez

Por 

 El resultado más ostensible del ciclo electoral de este año es que la política sigue atrapada en la crisis que se inauguró en el año 2001. La fragmentación que acompañó al derrumbe de Fernando de la Rúa intentó ser superada con el liderazgo absorbente de los Kirchner.
Ahora que ese liderazgo ingresa en su crepúsculo, reaparece la carencia de un sistema equilibrado y eficiente para organizar el poder. Éste es el rasgo principal de la transición que se ha iniciado: el curso que tome la vida pública dependerá, por lo menos hasta el año 2015 , de las decisiones que adopten innumerables sujetos.
El desenlace de ese juego se llama incertidumbre. Al fraccionamiento de la oposición se agregó el del peronismo. Allí radica la gran novedad de Sergio Massa. El intendente de Tigre arrebató al oficialismo el 44% de los votos de la provincia de Buenos Aires. Se impuso en todas las secciones. Aun en ciudades que en agosto le habían sido esquivas, como Mar del Plata o Bahía Blanca. Massa incrementó su caudal de las primarias en 639.575 votos. Es, sin dudas, un problema para Cristina Kirchner y, sobre todo, para Daniel Scioli.
Pero su evolución de los dos últimos meses no se hizo a expensas del peronismo. Martín Insaurralde obtuvo anteayer 110.000 votos más que los que sacó en las PASO. Y superó al Néstor Kirchner de 2009 en 350.000 votos, aunque la comparación sea imperfecta por el incremento del padrón. Quiere decir que el PJ oficialista detuvo su sangría. ¿Efecto Cirio?
Massa se expandió hacia la clientela de Francisco de Narváez, quien perdió entre las primarias y las generales 474.000 votos.
Un primer corolario de este nuevo panorama es que Massa no sólo representa un gran riesgo para Scioli. También pone en jaque cualquier experimento que pretenda conquistar el centro político desde fuera del peronismo. Dicho de otro modo: pone en jaque a Mauricio Macri. Si hacía falta alguna señal para advertirlo, alcanza con ver la ansiedad del jefe del gobierno porteño para abordar el nuevo paisaje electoral. No sólo invadió la fiesta de Gabriela Michetti, Sergio Bergman e Iván Petrella con una legión de simpatizantes ataviados con la leyenda "Macri 2015". Dedicó casi todo su discurso a menoscabar el triunfo de Massa. El arrebato fue curioso. Macri se apartó de uno de los apotegmas de Jaime Durán Barba: jamás enemistarse con quien brilla en las encuestas. Esa ley, que reguló durante años sus relaciones con la Presidenta, no rige para Massa. La irritación resulta aún más incomprensible porque a esa hora los seguidores del propio Macri, entre ellos su primo Jorge, festejaban en Tigre la victoria de quien, por lo menos hasta esa noche, era un aliado.
La enemistad con Massa llevó a Macri a flagelarse con una promesa: jamás postular a quienes hayan sido ministros de un gabinete kirchnerista. ¿Y los que han sido secretarios, como Guillermo Moreno, o presidentes de empresas públicas, como Mariano Recalde? Massa respondió ayer a Macri como hubiera aconsejado Durán Barba: "Hablar de 2015 es faltar el respeto a la gente". Demagogia ejemplar. Lo importante: la partida entre Massa y Macri ya está abierta.
La polémica por 2015 disimuló que hay motivos de festejo para Macri. Ratificó su buena posición en Santa Fe con el 27% de Miguel Del Sel, que superó al peronismo. Y tuvo un desempeño aceptable con Alfredo De Angeli en Entre Ríos, quien con 23,43% se impuso a la UCR. Pro también dejó una semilla en Córdoba y en La Pampa. Y, lo imprescindible, reconquistó la ciudad de Buenos Aires, donde Gabriela Michetti casi alcanza el 40 por ciento.
El mapa porteño debe quedar, sin embargo, bajo observación. Primero, porque el triunfo de anteayer puede reavivar en Michetti el sueño por la herencia municipal de Macri, que parece asignada a Horacio Rodríguez Larreta. Segundo, porque UNEN construyó una base no desdeñable: Pino Solanas conquistó una senaduría y Elisa Carrió retuvo nueve de cada diez votos de los que sacó la coalición en las primarias. También en esta alianza hay alguien que fantasea con suceder a Macri: Martín Lousteau.
La plataforma que estableció UNEN en la ciudad de Buenos Aires se integra a una de las novedades del año: el surgimiento de figuras competitivas en el radicalismo de varias provincias. Julio Cobos triunfó en Mendoza por 47,72% de los votos. José Cano avanzó en Tucumán hasta un 34,66% y replegó a José Alperovich a un inédito 46,87%. Mario Fiad, apadrinado por Gerardo Morales, se impuso en Jujuy con 40,15%. Los radicales riojanos denunciaron ayer a Luis Beder Herrera por fraude, en comicios casi empatados. En Santa Cruz, Eduardo Costa ganó por el 42,13%, contra un peronismo dividido entre el Frente para la Victoria (24,74%) y el PJ del gobernador Daniel Peralta(20,04%).
La cuna del kirchnerismo puede ser anticipatoria: la UCR se impuso gracias a la fractura del peronismo. ¿Qué sucedería en el resto de los distritos si, para 2015, el PJ se bifurcara entre oficialistas y disidentes? Es el principal desvelo de los gobernadores de ese partido. Por un lado, la asociación con el gobierno nacional les hace perder votos frente a las oposiciones locales ya establecidas. Por otro, comienzan a sentir el riesgo interno que representa Massa. El intendente de Tigre confirmó ayer que planea federalizar su Frente Renovador invitando a otros alcaldes para que, como él, enfrenten al peronismo oficial de sus provincias. La resurrección de la UCR y la ambición de Massa son una doble Nelson para los caudillos del interior.
Massa tiene en la expansión nacional de su candidatura un problema crucial por resolver. Pero anteanoche quedó claro que también lo tiene Scioli. En medio de la insólita fiesta del Frente para la Victoria, Juan Manuel Abal Medina convocó a una videoconferencia a Jorge Capitanich, quien se impuso en el Chaco por 59,31% de los votos. Para Scioli fue una puñalada. Sin embargo, detrás del auspicio de la Casa Rosada a la candidatura de Capitanich opera una fuerza histórica. Es difícil que los gobernadores del interior acepten someterse a un bonaerense. Una maldición de la que no se salva Massa.
Así y todo, sería incorrecto reducir el impulso a Capitanich a una inercia impersonal. La candidatura es parte de una estrategia de Cristina Kirchner. Ella sigue los acontecimientos desde un retiro al que apenas acceden sus hijos, Carlos Zannini y Oscar Parrilli. A pesar de que Máximo Kirchner, más gravitante que nunca, sigue atemorizado, todos están satisfechos con su estado de salud.
Instalada en esa inusual introspección, la señora de Kirchner tiene varios motivos para reconfortarse. El oficialismo retuvo el 33% de los votos y controla la mayoría del Congreso. El desempeño de Massa en Buenos Aires fue espectacular. Pero el Frente para la Victoria no perforó el piso de 2009. Y el debilitamiento de Scioli justifica más una opción propia, como Capitanich. O varias, si se agrega al entrerriano Sergio Urribarri.
Así, como anticipó Boudou la noche de las elecciones, el kirchnerismo tratará de conservar la dirección de su política. Una decisión que el pago de los arbitrajes del Ciadi no vino a corregir, sino a reforzar. Esas deudas se saldarán con bonos que pagará otra administración. A cambio, el Gobierno levanta el veto de los Estados Unidos para acceder a 3000 millones de dólares disponibles en el Banco Mundial, de los cuales un tercio será desembolsado el año que viene. Conclusión: el reconocimiento de esas deudas permite a la Presidenta incrementar el nivel de reservas sin producir ajuste alguno.
Si había surgido alguna duda respecto de esa orientación, anteayer apareció un dato muy interpelante para el kirchnerismo: la izquierda trotskista tuvo un avance llamativo en muchos distritos. En Salta, por ejemplo, el Partido Obrero se ubicó segundo, con 20% de los votos. En Santa Cruz obtuvo 11,14%. En Buenos Aires casi alcanza a De Narváez: Néstor Pitrola sacó 5%, con un número de votos similar al de Martín Sabbatella en 2009. En Neuquén la misma fracción consiguió el 10%.
Con estas noticias delante de sus ojos, y al frente de un poder considerable, Cristina Kirchner podrá condicionar la escena pública durante los próximos dos años y supervisar su sucesión. Una capacidad que olvidan muchos de sus opositores. Vale para ella lo que escribió David Duff sobre Napoléon III: "Con él los franceses cometieron dos errores. Cuando llegó, pensar que era un genio. Y cuando se fue, suponer que era un idiota"..

Popularidad no es influencia


Por Rubén Weinsteiner para EL PAÍS


En la Web 3.0, como en el mundo real  no es lo mismo popularidad que influencia. Si bien es importante ser popular y tener visibilidad para lograr influencia, se puede ser muy popular y tener cero influencia.
Es importante preguntarnos,  para fijar nuestro objetivo de construcción si:  ¿queremos ser populares o queremos influenciar?
¿Que es y como medimos la influencia en la Web Social?
Ante todo digamos que medir  influencia  como algunas relaciones en Facebook “es complicado” y no es medible por el número de personas que te siguen, sino por lo que puedas ejercer en ellos.
Sin embargo podemos empezar por algunas preguntas para definir el concepto de influencia 2.0.
a)   ¿Que es influencia y que hace  de alguien una persona influyente?
b)   ¿Quién es influyente y porqué?
c)   ¿Cómo puedo reconocer la influencia o la capacidad de influenciar?
d)   ¿Cómo puedo medir el efecto de la influencia en los segmentos- objetivo?
Influencia es la capacidad de producir cambios en las personas,  ya sea en su forma de percibir,  pensar,  significar o la de generar que las personas lleven a cabo una acción específica.
¿Cómo se construye la influencia?:
1)   Alcance, potencia de emisión. Hasta donde y a quienes llegamos
a)   Popularidad, visibilidad
b)   Proximidad territorial y conceptual
c)   Seguidores, militantes,  votantes
2)   Relevancia
a)   Autoridad
b)   Confianza
c)   Afinidad
3)   Resonancia, Ruido
a)   Frecuencia
b)   Período
c)   Amplitud
Estos tres componentes construyen la influencia que deberá estar direccionada en la acción desplegada en el territorio, hacia segmentos específicos.
La verificación se mide a través del impacto producido. Este efecto se traduce en resultados de encuestas, resultados electorales y niveles de apoyo y legitimidad para personas o medidas.
Como se construye un Plan Operativo de Influencia (POI)
1)   Definir los objetivos ( lo que queremos que nuestra influencia produzca)
2)   Segmentos a abordar
3)   Diseñar un mapa de influencias en el territorio a operar (Quienes, como,  cuanto  y a quienes influencian los otros jugadores)
4)   Diferenciación de los otros jugadores
5)   Construcción de valor para influenciar a influenciadores y a sus influenciados
6)   Auditar y medir impacto
El desafío central consiste en tener  presente y en claro la diferencia entre Influencia y popularidad y saber que la capacidad de influenciar sufre desgaste, entropía, y hace falta recargar esa máquina de influenciar, con significados nuevos para ser disparados y formas nuevas para sorprender y sostener el poder de impacto.

RUBÉN WENSTEINER

Números finales

 FPV 33,09. UCR + PS 21,36; Frente Renovador 17,06; PRO, 9,02.

Medios y votos: el otro resultado



Les presentamos en esta oportunidad un nuevo estudio del Departamento de Investigación de Medios de Comunicación. Se trata de un relevamiento realizado sobre la exposición mediática de los principales candidatos bonaerenses.
Sergio Massa y Martín Insaurralde han alcanzado (en términos porcentuales) un nivel de votos similar a su visibilidad en los medios durante toda la campaña. Dicha correlación se quiebra en los casos de Stolbizer y De Narváez, quienes han invertido sus relaciones: a mayor exposición mediática, menor caudal de votos.
Para recibir el estudio completo, les solicitamos que envíen un correo a investigacion@ejes.com
muchas gracias
Departamento de Investigación de Medios - Ejes de Comunicación

El mito de la burguesía nacional



Por Claudio Scaletta

Esta semana se realizó el tradicional encuentro anual de empresarios de IDEA, el Instituto para el Desarrollo Empresario Argentino, que agrupa a las principales empresas del país. Respondiendo a invitaciones generosas, la prensa cumplió su también tradicional rol de caja de resonancia del llamado “coloquio”. Según se desprende de lo escrito e irradiado sobre la reunión, el estado anímico de los principales empresarios del país sería de avanzado disgusto con el oficialismo. Para quienes creen que el objetivo central de las empresas es ganar dinero, se trata, sólo en principio, de una anomalía; casi de una rareza. Sucede que una economía en crecimiento prácticamente constante durante más de una década, en especial cuando su motor es el consumo y el empleo, supone mejoras para la mayoría de la población. Y “mayoría” incluye aquí también a los sectores dominantes. Si el PIB crece a tasas altas, quiere decir que también crece el producto de las empresas. Sin embargo, a pesar de los buenos negocios, la relación entre los empresarios como clase y el kirchnerismo nunca fue la mejor.
La presunta anomalía lleva a preguntarse por las razones económicas del disgusto. Una primera respuesta es la ideológica. El empresario medio es más feliz imaginando gobiernos absolutamente “pro mercado”, es decir, con regulaciones mínimas, impuestos bajos y nula intervención estatal. Se trata de una actitud en principio lógica. A nadie le gusta que se metan con sus actividades y mucho menos pagar impuestos. Para el liberalismo económico, éste es el fundamento de la libertad. En el límite no habría mejor gobierno que un “no gobierno” o, más sofisticadamente, un gobierno que sólo se ocupe de las actividades subsidiarias, como la seguridad, la defensa y las relaciones exteriores. Del desarrollo, global, sectorial y regional debería encargarse solamente el mercado.
Luego está la historia económica. El caso ideal del desarrollo conducido por el mercado simplemente no existe. Ni siquiera remitiéndose a la acumulación originaria primigenia. Lo que normalmente existe son las burguesías que controlan los aparatos de Estado en su beneficio. Luego serían estos Estados los que planifican el desarrollo. Todo un problema. Detrás de este razonamiento se encuentra la idea mítica de la burguesía nacional. Una especie de clase única, con una visión homogénea de país, nacionalista por definición y comprometida con un proyecto de largo plazo. En su versión peronista, esta burguesía tendría conciencia de que para la armonía social resulta indispensable un desarrollo inclusivo. La alianza natural de la burguesía nacional sería entonces con los trabajadores. Un verdadero mundo feliz sólo amenazado por las facciones “no nacionales” de la burguesía. O nacionales, pero vinculadas con el comercio con el extranjero, como buena parte del sector agropecuario.
El problema, otra vez, es de inexistencia. Si se observa la estructura de propiedad de los medios de producción en la Argentina y también en el mundo, se encontrarán empresas multinacionales liderando prácticamente todos los sectores. En el marco de las empresas de mayor facturación, las encuestas del Indec muestran que alrededor de 400 de las primeras 500 firmas del mercado local son extranjeras. Desde comienzos de los ’90, cuando en este segmento sólo eran extranjeras alrededor de 100, el cambio fue espectacular. Sin necesidad de recurrir a mayores números, cualquier lector en cualquier ubicación del territorio de la república puede hacer su propio test, mirar alrededor y observar el origen del capital de las principales empresas de su entorno. Verá que existe una burguesía, pero no una burguesía nacional. El dato es clave para comprender las relaciones de poder real y el margen para las alianzas políticas y de clase que respalden los procesos de desarrollo. También resulta aclaratorio de muchos discursos, como el de la “seguridad jurídica”, el “no caerse del mundo”, o el reciente beneplácito entre los empresarios que participaron del encuentro de IDEA en favor de los potenciales pagos de juicios espurios en el Ciadi o por el acercamiento a los organismos financieros internacionales.
Pero si con el crecimiento y el desarrollo los empresarios también ganan, se supone que cualquier burguesía, nacional o no, debería entonces estar comprometida con ambos factores, en tanto contribuyen al objetivo principal de ganar dinero. La respuesta es negativa. El círculo virtuoso no es inevitable; la presunta anomalía no es tal. Los empresarios pueden continuar ganando dinero aunque la economía no crezca y no se desarrolle, lo que constituye un verdadero problema desde la perspectiva del bienestar de las mayorías. En la historia económica sobran los ejemplos. Sin ir más lejos, la propia Argentina. El tema no es nuevo y ya fue tratado, por ejemplo, por el economista polaco Michal Kalecki en su texto de 1943 Aspectos políticos del pleno empleo, en el que describía cómo la baja desocupación cambiaba las relaciones de poder en desmedro de los empleadores. La conclusión, inclusive sin recurrir a Kalecki, cae por su propio peso. El desarrollo es algo demasiado importante para dejarlo en manos de los empresarios. Los países que lograron de-sarrollarse en las últimas décadas, empezando por China, no lo hicieron gracias al libre mercado, sino de la mano de una decidida planificación y con el Estado controlando sectores clave de la economía
jaius@yahoo.com

Scioli, Massa, Binner, cobos, todos se anotan en la carrera presidencial

Cuarenta. Ese es el número ‘mágico’ al que muchos de los candidatos que se presentan el próximo domingo aspiran llegar –o superar–, para elevar sus chances mirando al 2015.
Sergio Massa hace tiempo que le pidió a los suyos “superar esa barrera” para consolidar su proyecto presidencial.
Mauricio Macri, en la Ciudad de Buenos Aires aspira a que sus candidatos también lleguen a ese número y un 25% a nivel nacional, para relanzar su candidatura presidencial.
Y en el mismo lote se anotan Hermes Binner en Santa Fe y Julio Cobos en Mendoza. Este último sueña con superar el 50% de los votos el próximo domingo, para volver a entrar ‘por la puerta grande’ de la política nacional y lanzar después su candidatura presidencial.
Más modesto, el candidato del oficialismo Martín Insaurralde aspira llegar al 33%, que fue el porcentaje obtenido por Néstor Kirchner en el 2009, cuando fue derrotado por Francisco de Narváez, y cumplir con una ‘elección digna’.
El massismo sostiene que sus encuestas le marcan una diferencia de más de diez puntos sobre el candidato Martín Insaurralde. “Si superamos el 40% de los votos, que se escondan debajo de la cama” lanzan desde las cercanías de Sergio Massa, desafiantes.
Por más que no lo digan, toda la estructura del massismo está volcada ya hacia la candidatura presidencial del 2015. Y todo apunta a que competirá con su Frente Renovador, aunque hace algunas horas atrás en un encuentro con algunos de sus funcionarios, Mauricio Macri reveló: “Yo dije que el acuerdo con Massa era hasta el 28 de octubre porque él me dijo que competiría a la presidencia por dentro de la estructura del Peronismo”.
En el macrismo también tienen todo preparado para lanzar el andamiaje hacia el 2015, que incluye potenciar la figura de María Eugenia Vidal en la provincia (la gran pregunta es qué hará Jorge Macri, que sí tiene acuerdo con Massa), y la de Horacio Rodríguez Larreta como el ‘candidato natural’ para suceder a Mauricio Macri en la ciudad. ¿Y Gabriela? Es la pregunta obligada. Responden desde el macrismo: “Será el as en la manga que nos guardamos por si Mauricio no es candidato presidencial, y debemos negociar una fórmula. Gabriela es una excelente candidata a Vice”. Pero se sabe, Gabriela Michetti aspira a ser Jefa de Gobierno.
El gobernador bonaerense Daniel Scioli está en la línea de largada, desde hace tiempo. Y desde el 28 de octubre, sea cual sea el resultado en su provincia, comienza su armado nacional. Algunas líneas ya ha tendido en las provincias, y fiel a su estilo, les ha pedido a varios dirigentes que no anticipen ningún paso, si no cuentan con su autorización.
Tiene muy aceitadas las relaciones con varios gobernadores provinciales, y se sabe que desde hace algunas semanas, ha retomado los diálogos con el cordobés José Manuel de la Sota.
La gran pregunta del sciolismo es si tendrán desde el kirchnerismo el apoyo para su candidatura: “No pedimos que Cristina salga a bancarnos, sólo con que ella deje jugar y no nos hagan zancadillas, estamos conformes.”
A Hermes Binner le saldrá un jugador fuerte, si es que quieren mantener a nivel nacional la experiencia de Santa Fe y la provincia de Buenos Aires: Julio Cobos.
Desde el radicalismo, daría la impresión que el mendocino se encamina a ser la figura presidencial fuerte que el centenario partido pondrá sobre la mesa, llegado el momento de las primarias del 2015. Ricardo Alfonsín ya ha indicado que no aspira a esa postulación e iría por la presidencia del radicalismo mientras Ernesto Sanz jugaría la gobernación de su provincia.
Y Carrió también aspira a jugar en el 2015,en una interna del panradicalismo.
Habrá que ver cómo negocian. Y qué deseos hay de mantener a nivel nacional, lo que han construido en Santa Fe y provincia de Buenos Aires.
Tanto Macri como las figuras del ‘panradicalismo’ sostienen que la sociedad tiene cierto ‘hartazgo’ del peronismo, y que en el 2015 el péndulo se inclinará hacia a alguno de ellos.
Deberán ofertar una alternativa potable y sólida. Hoy, aún no la tienen.
Y es el partido que se comienza a jugar, el próximo 28 de octubre.
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Una mirada a las últimas cifras


Los consultores diagnostican que el kirchnerismo será la primera fuerza. Todos crecerán si mantienen los resultados de las PASO. Incógnita por el tercer senador porteño. La diferencia en provincia.


A diferencia de otras elecciones, los encuestadores han tenido pocas discrepancias entre sí durante todo el proceso. En forma unánime, los consultores diagnostican que el Frente para la Victoria será la primera fuerza y el gran interrogante es si podrá retener el quórum propio en ambas cámaras. En la provincia de Buenos Aires, los cinco puntos de diferencia que sacó Sergio Massa a Martín Insaurralde se estiraron a 15 en seguida después de las PASO, luego hubo una reducción a siete –verificada por todos los estudios– y en los últimos días parece haberse dado una nueva ventaja. En la Capital también hay coincidencia en que Gabriela Michetti ganará la elección y pasará los 40 puntos. El interrogante es quién conseguirá la tercera banca en el Senado, si Daniel Filmus o Fernando “Pino” Solanas, lo que dependerá de la magnitud del corte de boleta. A más corte, más chances de Filmus, a menos corte, más chances de Solanas.
Hay un crecimiento para casi todas las listas si se compararan los resultados con los de las PASO. Es que en aquella elección no se descartaban los votos llamados no positivos, es decir los que correspondieron a los que sufragaron en blanco o anularon el voto. En esta elección, en cambio, para hacer el conteo de qué porcentaje saca cada candidato, primero se descuentan los votos en blanco y nulos y después se hace el cálculo. En la provincia de Buenos Aires hubo casi cinco por ciento de voto en blanco y uno y medio por ciento de voto nulo.
La convicción de la mayoría de los consultores es que el FpV aumentará sus bancas en la Cámara de Diputados. El problema es si conservan sus asientos los aliados y, en consecuencia, si el oficialismo retiene su capacidad de armar el quórum propio. Otro tanto ocurre en el Senado.
En territorio bonaerense, los 35 puntos que consiguió Massa en agosto se convierten automáticamente en 37 por la forma distinta de cálculo. A esto se agrega lo que ganó a manos de Francisco de Narváez, que consiguió 11 por ciento en las PASO y hoy seguramente bajará a siete. Por su parte, los casi 30 puntos que obtuvo Insaurralde serán 32 y habrá que ver si agrega alguno más, lo que le permitiría estar en lo que se considera el núcleo duro kirchnerista en la provincia de Buenos Aires. La candidata del Frente Cívico y Social, Margarita Stolbizer, mantiene su intención de voto de las PASO. Uno de los grandes interrogantes de la elección de mañana es si el Frente de Izquierda, con Néstor Pitrola como candidato, consigue o no la banca de Diputados. Consiguió el cuatro por ciento en las PASO y, además, quedaron afuera otros candidatos de izquierda, de manera que tiene chances.
En el territorio porteño, la duda fundamental tiene que ver con la tercera banca del Senado. Las dos primeras corresponderán al PRO que, según los encuestadores, estará por encima del 40 por ciento. Todos los consultores están de acuerdo en que del 32 por ciento de los votos que consiguió Unen en Capital, hay una proporción importante que no apoyará a Pino Solanas y existe un corte de boleta Michetti-Carrió que favorece a Filmus. Sin embargo, el interrogante a resolver es si habrá un 35 por ciento de corte de boleta –como aparece en los sondeos– o si la proporción es muchísimo menor. En la Ciudad también tienen chances de conseguir banca Luis Zamora y Jorge Altamira.
En el interior está cantado el triunfo de Hermes Binner en Santa Fe, el de Juan Schiaretti en Córdoba, el de Julio Cobos en Mendoza y la lista del Frente para la Victoria, acaudillada por el gobernador Sergio Urribarri en Entre Ríos.

A 30 años del alfonsinazo


El logo de RA, el Preámbulo de la Constitución y el “Ahora Alfonsín” marcaron una estrategia centrada en un liderazgo personal, que trascendió la UCR y capturó el voto peronista.

 Por Sebastian Abrevaya
En una etapa en la que los partidos tenían un rol fundamental en la política argentina, la elección de 1983 no sólo tuvo la enorme particularidad de abrir el período democrático más largo de la historia argentina, sino de marcar el inicio a una campaña electoral moderna, más centrada en la imagen y en la figura del candidato, un camino que se fue profundizando hasta hoy. Con el objetivo de trascender las pertenencias partidarias, Raúl Alfonsín y su equipo relegaron la marca UCR, el sello partidario y los íconos tradicionales y apostaron fuerte al liderazgo carismático de líder del movimiento Renovación y Cambio, que empezó por su identificación con la República Argentina a través del óvalo con las iniciales RA, con los colores de la bandera nacional. “En la campaña había una contradicción, porque Alfonsín decía no sigan hombres, sigan ideas, pero la UCR no aparecía y siempre firmaba RA. Fue la campaña de un partido que ocultaba su identidad porque tenía históricamente un 25 por ciento de los votos y necesitaba el 50 por ciento”, explica Gabriel Dreyfus, uno de los principales publicistas del equipo que en aquel entonces comandaba David Ratto.
Antes de empezar la campaña, peronistas y radicales estaban convencidos de que el PJ, con Italo Luder de candidato, llegaría a la presidencia, como cada vez que se habían presentado en elecciones libres. “El peronismo pensaba que ganaba con la camiseta, que era invencible, que no importaba el candidato, la campaña, el contexto”, detalla el abogado y periodista Oscar Muiño, autor del reciente libro Alfonsín, mitos y verdades del padre de la democracia. Pero Alfonsín estaba persuadido de que sería diferente y el 30 de octubre de 1983 alcanzó el 51,75 por ciento de los votos, frente al 40,16 de Luder.
El Preámbulo de la Constitución Nacional, el famoso saludo con las dos manos unidas a la altura del hombro, el logo RA, los “alfonsinazos” por todo el país, los slogan “Ahora Alfonsín” y “Con la democracia se come, se cura, se educa”, fueron los puntos más recordados de aquellos años de movilizaciones masivas, que alcanzaron un millón de personas en el cierre de campaña en la 9 de Julio. Apelando a sus mejores condiciones de orador, el 26 de octubre, Alfonsín dio un discurso vibrante y emotivo. “No podemos fallarle más a nuestro pueblo, el último fracaso nos llevó a este período tremendo de la historia argentina... Pero no bastan las buenas ideas, hay que garantizarle al pueblo argentino que no vamos a fracasar. Y la única forma de no fracasar es si logramos concretar una democracia con poder en la Argentina. Y el poder a la democracia se lo da el pueblo. El pueblo unido, sin distinción entre radicales y antirradicales, peronistas y antiperonistas”, exclamó, poniendo en evidencia un mensaje que rescataba el liderazgo de Alfredo Palacios para los socialistas, de Lisandro de la Torre para los demócratas progresistas y de Evita para los peronistas.
Para Muiño, ex subsecretario de Información Pública de Alfonsín, “la idea de que fue sólo una campaña publicitaria es una idea falsa”, ya que había notables diferencias entre los dos competidores. “Los peronistas que participaron en la campaña cuentan que el que parecía candidato peronista por su fuerza era Alfonsín, y el que era más reposado era Luder. Uno era un tribuno de la plebe, mientras el otro era un constitucionalista, un profesor universitario”, completa Muiño. En la misma línea, Dreyfus sostiene que si bien la campaña “ayudó”, “lo central fue el candidato”.
“Fue una campaña muy básica. Con afiches en blanco y negro, televisión en blanco y negro. Con algunos hallazgos muy interesantes desde el punto de vista gráfico como el RA. Eso lo inventó Alfonsín porque le habían regalado una hebilla de cinturón con esas iniciales”, recuerda Martín Baintrub, publicista de la agencia Persuación, que por aquel entonces presidía el centro de estudiantes de la Facultad de Arquitectura y luego la poderosa Federación Universitaria Argentina.
Entre los múltiples factores que llevaron a Alfonsín a la victoria, se destacan su posición contraria a la guerra de Malvinas, su denuncia del pacto sindical-militar, la postura frente a la dictadura, que luego se plasmó en la teoría de los dos demonios, pero que enfrente tenía la “autoamnistía” que proponía el PJ. “Alfonsín logró conmover a las mujeres y a los jóvenes. A las amas de casa por el tema de la paz y a los jóvenes porque tenía un discurso moderno”, señala Muiño.
Un liderazgo fuerte y carismático, un adversario más débil, una gran estructura partidaria detrás, un mensaje político claro y una novedosa campaña publicitaria marcaron aquel camino alfonsinista, que terminó en su victoria y en la apertura democrática, 30 años

La carrera presidencial, 2 años antes, lo que dice la historia reciente

La interpretación de los comicios de hoy como antesala de la elección presidencial de 2015  no toma en cuenta la experiencia de treinta años de democracia. En ningún caso dos años antes era previsible quién resultaría electo. Los grandes vencedores en la provincia de Buenos Aires, de Cafiero, Duhalde y Fernández Meijide a Rückauf y De Narváez, no tuvieron la proyección posterior esperada.


 Un ejercicio revelador es ubicarse dos años antes de cada elección presidencial, para ver si era previsible quién las ganaría o incluso quiénes serían candidatos.
Raúl Alfonsín, 1983. En octubre de 1981 gobernaba el general Roberto Viola y ni siquiera se contemplaba la designación del presidente por otro medio que la deliberación dentro de la Junta Militar. En noviembre, Viola fue depuesto por su colega Leopoldo Galtieri, quien declaró que las urnas estaban bien guardadas. Su mandato se interrumpió en forma abrupta luego de la guerra de las Malvinas. Lo sucedió el también general Benito Bignone, quien firmó la convocatoria electoral. Desde que se abrió la campaña, la única incógnita que importaba era quién sería el candidato del Partido Justicialista, que desde 1946 se había impuesto en todas las elecciones en las que se le permitió participar. Quienes concitaban las mayores expectativas eran Antonio Cafiero, quien contaba con la simpatía del jefe sindical metalúrgico Lorenzo Miguel; el escribano Deolindo Felipe Bittel, que había conducido el partido bajo la dictadura, y el ex presidente interino Italo Argentino Luder, quien fue el designado. Ni los más entusiastas partidarios de Raúl Alfonsín imaginaron hasta muy pocos días antes del 10 de octubre de 1983 que el candidato de la UCR pudiera alzarse con la presidencia. Su elección constituyó por ello un auténtico terremoto político.
1987-Cafiero asestó su primera derrota al alfonsinismo
en la estratégica provincia de Buenos Aires.
Su ascenso a la presidencia parecía inexorable.

1993-Sin posibilidad
constitucional de reelección, Menem ingresaba
en los dos últimos años de su mandato de seis y
Eduardo Duhalde parecía firme candidato
a la presidencia.
Carlos Menem, 1989. En octubre de 1987, la UCR fue derrotada por el rejuvenecido justicialismo en las elecciones legislativas y, lo que es peor, también en la gubernativa bonaerense, donde Cafiero batió al candidato alfonsinista Juan Manuel Casella. Las encuestas previas le daban una ventaja de tres puntos, pero en el escrutinio se impuso por siete. Por primera vez la candidatura presidencial del peronismo se dirimiría en elecciones internas, que fueron convocadas para nueve meses después de la gran victoria de Cafiero, cuya Liga Peronista Bonaerense le garantizaba los votos del mayor distrito electoral del país. Fortalecido por su victoria sobre el candidato oficial Herminio Iglesias en las legislativas de 1985, por su decidido apoyo a las instituciones durante el alzamiento carapintada de 1987, y con control de los bloques legislativos de su partido en ambas cámaras, el gobernador de Buenos Aires era la figura excluyente de la política argentina. Sin embargo, en junio de 1988 fue derrotado por el gobernador riojano Carlos Menem, quien lo había acompañado en la renovación, pero que no contaba con un aparato que pudiera oponer a la maquinaria bonaerense. Tan fuerte era la imagen de Cafiero y tan poco temor inspiraba Menem, que el ministro de Interior Enrique Nosiglia suministró recursos para la campaña interna del riojano, con la esperanza luego realizada, de que sacara de pista al temido candidato bonaerense.
Carlos Menem, 1995. El mandato de seis años de Menem concluía en 1995 y la Constitución no admitía la reelección antes de que pasara un período. Pero en 1993, Alfonsín consintió la reforma constitucional que habilitaría un segundo mandato presidencial, a cambio de la elección de un tercer senador por la minoría en cada provincia, innovación concebida para insuflar vida a su alicaída estructura partidaria. Esto postergó las aspiraciones del ex vicepresidente y gobernador bonaerense desde 1991, Eduardo Duhalde, a quien Menem le había prometido que sería su candidato a la sucesión.
1997-La profesora Graciela Fernández Meijide batió al aparato duhaldista en su bastión bonaerense y se convirtió en la mimada precandidata presidencial para 1999.

2001-Cuando el gobierno de la Alianza mostró sus primeras fisuras, que condujeron a la renuncia del vicepresidente Alvarez, la figura emergente era Carlos Rückauf, quien en 1999 había sido electo gobernador de Buenos Aires sobre Graciela Fernández Meijide. Luego de la crisis de fin de siglo, Duhalde instaló la candidatura de Reutemann.

2005-Luego de la victoria de CFK sobre Hilda González en la provincia de Buenos Aires, nada se oponía a la reelección de Kirchner. Pero el presidente desistió de presentarse y promovió la candidatura de su esposa.
Fernando De la Rúa, 1999. La animosidad que esto generó entre Menem y Duhalde contribuyó a la derrota del justicialismo en las elecciones legislativas de 1997 frente a una Alianza de ocasión entre el radicalismo y el flamante Frente para un País Solidario, Frepaso, un desprendimiento liberal del peronismo liderado por el Licenciado en Historia Carlos Alvarez. También entonces el mayor impacto fue el resultado bonaerense. Alvarez persuadió a la senadora Graciela Fernández Meijide de renunciar a su banca por la Capital y competir por una diputación en la provincia. Esta profesora de francés, madre de un estudiante detenido-desaparecido durante la dictadura y dirigente de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, era una personalidad tan irresistible que venció por cinco puntos a la esposa del gobernador, Hilda González de Duhalde, quien había sumado una entusiasta organización de manzaneras al dispositivo territorial de su marido. Duhalde se proclamó como el padre de la derrota. El último día de ese año el columnista Martín Dinatale informó que en la compulsa realizada dentro de la redacción de La Nación, Fernández Meijide había sido designada como la personalidad política del año y anunciaba su candidatura presidencial para 1999, una vez más impulsada por el licenciado Alvarez y con generalizado sostén mediático. Si se hubiera dirimido como estaba previsto en elecciones internas, tal vez el vaticinio se habría cumplido. Pero temeroso de la maquinaria radical, Alvarez convenció a Fernández Meijide de que no disputara contra Fernando De la Rúa, y aceptó acompañarlo él como candidato a vice. De la Rúa relegó a Fernández Meijide y se impuso con holgura a Duhalde, cosas inimaginables dos años antes.
Néstor Kirchner, 2003. De la Rúa y Alvarez contaron con la benevolencia de Menem. El presidente no hizo nada para apuntalar la candidatura de Duhalde, quien perdió ante la Alianza en 1999. Pero su candidato Carlos Rückauf recuperó la provincia de Buenos Aires, a cuya gobernación llegó con una victoria sobre Fernández Meijide. Cuando la Alianza mostró sus primeras fisuras, Rückauf emergió como el favorito para disputar la presidencia en 2003. Pero sobrevino la gran crisis de fin de siglo y Duhalde pudo entrar por la ventana al despacho que las urnas le habían negado. Lo ocupó como encargado interino del Poder Ejecutivo durante unos meses entre 2002 y 2003. La Asamblea Legislativa había concedido a Duhalde permanecer allí hasta la finalización del mandato iniciado en 1999, pero su incapacidad para conducir una situación turbulenta lo obligó a renunciar también él antes de tiempo, como los dos presidentes radicales. Las elecciones de octubre de 2003 se adelantaron para abril y la entrega del mando de diciembre a mayo. Duhalde escogió entonces como su candidato al gobernador de Santa Fe, Carlos Reutemann, quien gozaba de excelente imagen. Pero rehusó presentarse, por razones que ni hoy se conocen con certeza. Néstor Kirchner era un desconocido fuera de Santa Cruz. Incluso en la semana previa a la primera vuelta sólo cuatro de las diez encuestas publicadas vaticinaron que el desempate sería entre Menem y Kirchner mientras otras tantas colocaron en el ballotage contra Menem al radical Ricardo López Murphy, a quien una dio como vencedor. Aún al año siguiente, durante un panel sobre publicidad política y elecciones, Julio Aurelio y Eduardo Fidanza insistieron en que en la Semana Santa previa a los comicios, López Murphy se encaminaba hacia la presidencia, fenómeno que no sucedió según Aurelio por una campaña de estigmatización y de acuerdo con Fidanza por errores del candidato.
CFK, 2007. En octubre de 2005, Kirchner tenía índices abrumadores de aprobación popular y decidió liberarse de la tutela de Duhalde. Postuló la candidatura de su esposa, que pudo batir a la de Duhalde en las elecciones bonaerense para el Senado. A partir de entonces nadie dudó de la reelección de Kirchner en 2007. Se pensaba que CFK podría suceder a Felipe Solá en la gobernación de Buenos Aires. Pero Kirchner declinó su reelección, para impulsar la candidatura de Cristina, quien en 2007 duplicó los votos de la segunda fórmula.
2009-El conflicto con las patronales agropecuarias
de 2008 y las elecciones legislativas de 2009,
con la victoria en la provincia de Buenos Aires
de Francisco de Narváez fueron evaluados como
el fin del kirchnerismo: la presidencia en 2011
estaría entre Julio Cobos y Maurizio Macrì.
CFK, 2011. En octubre de 2009, luego de la elección legislativa bonaerense en la que el filántropo colombiano Francisco De Narváez batió a la lista encabezada por Néstor Kirchner, Daniel Scioli y Sergio Tomás Massa, la prensa opositora dio por terminado el ciclo kirchnerista e incluso se anunció la probable renuncia de la presidente para que asumiera en su reemplazo el vicepresidente Julio Cobos. En cualquier caso, Cobos era el candidato imbatible que en octubre de 2011 disputaría la presidencia con Scioli, Carlos Reutemann y/o Maurizio Macrì. Ninguno de los cuatro fue siquiera candidato y Cristina fue reelecta, con el 54 por ciento de los votos y casi 40 puntos sobre la segunda fórmula. De Narváez sí compitió por la gobernación, pero cayó por 43 puntos de diferencia ante Scioli. Cafiero, Bittel, Fernández Meijide, Duhalde, López Murphy, Reutemann, De Narváez resplandecieron durante sus respectivos quince minutos de gloria y se extinguieron

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