Uno de los temas centrales de la etapa es, a pesar de las mejoras
acontecidas en la década que se observa en el gráfico 1 de la deracha
del post (click para agrandar) la persistencia de niveles altos de
informalidad laboral y lo que supone esto términos de ausencia de
cobertura de salud, previsión social y bajos salarios.
Particularmente intensa sobre los jóvenes menores de 30 años ( el 30%
del padrón electoral y el 40% del electorado del FpV) donde hoy el
trabajo informal supera el 45%, es necesario considerar la
centralidad de esta problemática para explicar diversos comportamientos
sociales, incluso los electorales, obviamente.
Al respecto leemos un enfoque controversial pero sugerente sobre la
precarización laboral que instala la reflexión sobre el fenómeno
segmentando el impacto en actividades específicas (como lo muestra el
gráfico que abre el post) concretamente trabajo doméstico, construcción, rural y textil , dejando de lado la visión dual y homogénea sobre el fenómeno de informalidad que mantienen la mayoría de los analistas. Leemos:
Finalmente, retomando varios de los hilos de la exposición, deben ser
remarcadas las dificultades prácticas, teóricas e ideológicas que
plantean los múltiples sentidos de la noción de informalidad laboral
que, además, han sido cambiantes con el paso del tiempo. Hacia fines del
siglo la noción se vinculaba con procesos de “reestructuración
productiva”, para indicar las alternativas de ocupación a las que
derivaban quienes perdían su inserción formal en la industria u otras
actividades urbanas. Es posible que la noción más adecuada que alude a
este uso sea la de “informalización”, que podría asimilarse a la de
“precarización” en el sentido de que lo que está en juego es la pérdida
de los derechos y garantías asociados a la inserción como “asalariado
registrado en la seguridad social”.
Actualmente es posible identificar los problemas emergentes del no
registro en la seguridad social en cinco actividades concretas, que
constituyen el grueso de este tipo de empleo: las trabajadoras en casas
particulares (servicio doméstico), el empleo rural, la construcción, la
producción y comercialización de prendas de vestir, el transporte
alternativo. Tómese nota de que se trata de actividades sumamente
diferenciadas y específicas, seguramente no intercambiables entre sí,
que explican en su mayor parte el no registro en la seguridad social.
Algunas de estas actividades se corresponden con la inserción de
trabajadores independientes no asalariados, otras con la de inmigrantes
de países limítrofes, algunas con la producción de bienes
comercializables y otras con servicios no comercializables. Es decir que
aunque cuenten con un componente común, el predominio de trabajadores
no registrados, difícilmente se resuelvan en el plano de las políticas
de empleo o de la inspección laboral: en varias se requiere inversión en
equipamiento colectivo –como guarderías infantiles, transporte–; en
otras, regulaciones de orden municipal o urbano –construcción–;
finalmente, otras como las confecciones constituyen una problemática
universal que ha sido difícil de resolver en varios países.
Esta identificación de problemas precisos, acotados, va a contramano
de la actual generalización de la noción de informalidad laboral entre
algunos especialistas, tal vez menos atentos a las evidencias empíricas
que a reproducir antiguos esquemas de análisis. Es que efectivamente lo
que denominamos “informalidad” laboral fue comprendido tradicionalmente
en el marco general de la economía del desarrollo y en el más particular
de la economía del trabajo. Pero tal vez convenga plantear directamente
las cuestiones teóricas de índole más general, a través de una
discusión sobre modelos de desarrollo.
En efecto, la evolución de la Argentina actualmente es similar a las
que registran otros países de la región, particularmente Brasil, donde
desde 2003 hasta hoy se revirtió la tendencia secular de incremento de
las desigualdades, al tiempo que el crecimiento del empleo fue liderado
por el correspondiente a los “asalariados con cartera”, en cierto modo
asimilables a nuestros “asalariados registrados en la seguridad social”.
Al mismo tiempo el peso relativo de los trabajadores por cuenta propia
también se redujo considerablemente en ese país.