Coronavirus: cómo Japón ha logrado controlar el covid-19 sin recurrir al aislamiento general obligatorio



Japón podría bien ser uno de los países más afectados por el coronavirus del mundo.
Fue de los primeros en confirmar contagios, pocos días después de que China comenzara a alertar del brote.
Además, de acuerdo con el Banco Mundial, su población mayor de 65 años es la más alta del mundo (28%), incluso superando a Italia, lo que la hace ser especialmente vulnerable a la epidemia.
También tienen un elevado nivel de consumo de tabaco, lo que no ayuda a la hora de combatir enfermedades respiratorias.
Y no digamos que los japoneses viven en amplios espacios. Sus ciudades, de hecho, son conocidas por su alta densidad poblacional.

Sin aislamiento obligatorio

Pero quizás lo más curioso en el caso de Japón es que, pese a todo lo anterior, el gobierno no ha decretado el bloqueo de sus regiones o el aislamiento obligatorio de sus ciudadanos con el fin de detener la propagación del virus.
Más allá de la cancelación de algunos eventos deportivos (sin contar los Juegos Olímpicos, cuyo aplazamiento lo decidió el Comité Olímpico Internacional) y el cierre de escuelas, los japoneses siguen haciendo su vida de manera más o menos normal.
Esto quedó en evidencia el fin de semana pasado (22 de marzo) cuando miles de ciudadanos se congregaron en las calles y parques para admirar los famosos cerezos en flor.
Y es que, tal como dijo la gobernadora de Tokio, Yuriko Koike, quitarles esta fiesta primaveral a los japoneses es como "quitarles los abrazos a los italianos".

Fue tanta la congregación de gente que este miércoles la propia gobernadora tuvo que solicitar a los residentes de la capital de Japón que el próximo fin de semana no salgan de sus casas si no hay "razones esenciales" para hacerlo.
Sin embargo, no impuso un confinamiento obligatorio.
De todas maneras, la escena japonesa contrastaba con lo que se vivía en ese mismo instante en algunas fantasmales ciudades europeas donde, debido a la alta tasa de contagios, se ha impuesto confinamiento obligatorio
El caso japonés intriga a los científicos.
¿Por qué este archipiélago, que podría ser otro epicentro del brote de covid-19, ha logrado contener los contagios?

Aislar a los grupos de contagio

De acuerdo con el número de enfermos y de víctimas fatales a causa del coronavirus, Japón es, entre los países desarrollados, uno de los menos afectados.
Hasta el miércoles 25 de marzo, este país asiático sumaba 1.193 casos confirmados y 43 víctimas fatales, según el mapa del hospital Johns Hopkins.
Esto lo ubica muy por debajo de otras naciones como China (donde hay más de 81.000 casos y 3.200 muertes), Italia (69.000 casos y más de 6.800 muertes), o España (con más de 47.000 casos y 3.400 víctimas fatales).
Tampoco está cerca de las desalentadoras cifras de países como Estados Unidos, Irán, Francia o Reino Unido. 

Hay varios argumentos que podrían explicar el éxito del caso japonés.
Uno de ellos es que ha sido eficiente encontrando a los grupos de contagio. Así lo explica a BBC Mundo Kenji Shibuya, director del Instituto de Salud de la Población de la Universidad King’s College de Londres.
"Japón ha tenido mucho éxito en contener la propagación del covid-19 al enfocarse en grupos de brotes, es decir, personas que infectan a las otras personas. Se les ha hecho pruebas y se les ha aislado”" dice.
Shibuya explica que esta estrategia de rastrear a las personas contagiadas es la más importante a la hora de contener un virus.
"La única forma de enfrentar a cualquier pandemia es hacer tests y aislar. Y muchos países no han escuchado. En Japón están desesperados por rastrear a los contagiados. Y lo están haciendo bien en términos de enfocarse en los grupos de enfermos y aislarlos", dice.

Sin embargo, el investigador advierte que, más allá de estos grupos, no se están haciendo todas las pruebas que se deberían. Y, en consecuencia, esto podría provocar un aumento drástico de los casos positivos.
"Las pruebas en Japón están muy por detrás de otros países. Y mi preocupación es que hay un grupo de personas infectadas, sin síntomas, que no se han detectado, además de los casos importados…".
"Si esto fuera así -advierte- me temo que podría haber una explosión del brote".

Distanciamiento social

Otro de los argumentos que pueden explicar el éxito de Japón es el distanciamiento social que incluso antes del brote de coronavirus ya estaba bastante arraigado en su cultura.
"Los japoneses son bastante conscientes de la higiene, mucho más que en otros lugares. Además, muchas personas usan mascarillas en las calles por un tema cultural, por lo que hay menos posibilidades de transmisión", le explica a BBC Mundo Benjamin Cowling, profesor de Epidemiología de la Universidad de Hong Kong.
Una opinión similar tiene Kenji Shibuya, quien señala que “la propensión japonesa a la higiene” y otras cosas culturales como "evitar los abrazos" sí puede estar incidiendo en una menor propagación.

No obstante, el investigador duda que esta sea una medida que marque la diferencia respecto a otros países.
"En Reino Unido, la gente también comenzó a tomar distancia, a trabajar desde casa y a usar mascarilla. Y los casos siguen en aumento", explica.
"Por eso, lo cierto es que no sabemos hasta qué punto está ayudando el distanciamiento social en el caso particular de Japón", agrega.
De todas maneras, en lo que sí hay cierto consenso es en que la decisión temprana del gobierno de cerrar las escuelas y suspender eventos masivos, además de insistir en la necesidad de respetar las nuevas normas sociales desde un comienzo, ayudó a controlar su propagación. Sin embargo, esto podría cambiar. El gobierno, liderado por el primer ministro, Shinzo Abe, anunció que reabrirá las escuelas en abril.
Y, a juzgar por lo que se vio el fin de semana pasado con los japoneses reunidos para admirar los cerezos en flor, la gente ya ha empezado a tomarse menos en serio las medidas de distanciamiento social.
Esto preocupa a los expertos.
"Creo que no es una buena idea enviar una señal de que lo estamos haciendo bien, y reabrir las escuelas en todo el país o comenzar con los eventos. Ese es un mensaje equivocado. Necesitamos ser muy cuidadosos de lo contrario podríamos tener situaciones similares a las de Estados Unidos o países europeos", dice Kenji Shibuya.

Ralentizar la transmisión

Si se compara la curva de la trayectoria de los contagios en Japón con la de otros países afectados por el coronavirus -como Italia, España o Estados Unidos-, se puede ver cómo los japoneses han logrado ralentizar la transmisión.
Es decir, a pesar de que sigue habiendo nuevos casos todos los días, no ha experimentado una fuerte subida en ningún momento.
Esto es lo que muchas naciones están buscando y que también se conoce por el concepto de "aplanar la curva", una estrategia que, según expertos, es clave para “retrasar y contener” el covid-19.

"Los japoneses lograron ralentizar la transmisión. Hong Kong, Singapur y Taiwán también lo están haciendo bastante bien en mantener la transmisión más lenta. Y eso es lo que muchos países están buscando", explica Cowling.

El mantener controlada la epidemia también ha ayudado a que los centros de salud no se vean colapsados.
Debido a un robusto sistema sanitario -situado entre los mejores del mundo- este país asiático ha logrado darles la atención adecuada a los pacientes.
Según datos del Banco Mundial, Japón tiene alrededor de 13 camas de hospital por cada 1.000 personas, más del triple que la tasa de Italia y mucho más que lo que tienen países de América Latina.
Solo por dar unos ejemplos, en Chile hay 2,2 camas por cada mil personas, en México y Colombia 1,5, y en Perú 1,6.
De esta manera, para muchos expertos el caso de Japón debe mirarse con atención pues han logrado controlar la propagación sin aplicar medidas demasiado extremas, como bloquear ciudades enteras.
"Todos estamos intentando encontrar lugares donde se mantengan los números bajos sin demasiada interrupción en la sociedad. Porque no podemos continuar con el bloqueo, pero al mismo tiempo no podemos volver a la vida normal como hace seis meses porque entonces es demasiado fácil que el coronavirus se propague", dice Benjamin Cowling.
"Necesitamos encontrar algo en el medio y tal vez la experiencia de Japón sea más sostenible", agrega el académico.

Coronavirus: la "arriesgada" apuesta de Suecia de luchar contra el covid-19 protegiendo la economía y la libertad ciudadana



La crisis del coronavirus ha vaciado de gente cada una de las habitualmente abarrotadas capitales occidentales, a excepción de una: Estocolmo.
Mientras que en ciudades como París, Londres o Madrid es imposible sentarse en un restaurante, los locales de comida en la capital de Suecia continúan operativos y recibiendo clientes.
También siguen abiertas las escuelas para jóvenes menores de 16 años, los gimnasios, las tiendas de ropa y hasta algunas concurridas estaciones de esquí.
Y es que las únicas medidas que el gobierno del país escandinavo ha tomado ante la pandemia de covid-19 es prohibir las aglomeraciones públicas de más de 50 personas, cerrar las instituciones de educación superior y sugerirles a los trabajadores que trabajen desde casa, si pueden.
Al mismo tiempo, las cifras de infectados por coronavirus en Suecia siguen avanzando.
Según el recuento de la Universidad Johns Hopkins, Suecia había confirmado 3.000 casos y 100 muertes en la tarde del viernes.
"La estrategia del gobierno sueco es inhibir la propagación del virus, proteger a los grupos vulnerables y no sobrecargar el sistema de salud, pero al mismo tiempo el gobierno quiere reducir las consecuencias económicas y (proteger) a nuestras industrias con diferentes paquetes de estímulo del Ministerio de Finanzas", le dice a BBC Mundo Maja Fjaestad, viceministra de Salud de Suecia.

Pese a que en países como España e Italia no son pocos los que lamentan no haber actuado antes con más severidad, Fjaestad explica que el país europeo apuesta por implementar "las acciones adecuadas en el momento adecuado" y que sus políticas para enfrentar la epidemia están basadas en la ciencia.
"Mantenemos una estrecha cooperación con la comunidad científica y con expertos de la Agencia de Salud Pública", agrega, antes de resaltar la importancia para su país de que tanto el comercio como la sociedad sigan funcionando.

Una apuesta "arriesgada"

Para el danés Lars Christensen, especialista en economía internacional, se trata sin duda de una apuesta "arriesgada".
Christensen apunta que los suecos están poniendo más en riesgo la salud de su población que otros gobiernos que han impuesto restricciones muy severas a la libertad de movimiento.
"Pero, por otro lado, están arriesgando menos económicamente", le dice a BBC Mundo. "¿Qué tanto en términos de desempleo y producción estás dispuesto a arriesgar para proteger a, tal vez, unos pocos ciudadanos?", cuestiona.
Christensen agrega que si un gobierno no quiere tomar riesgos, simplemente puede poner a toda su población en confinamiento e implementar restricciones de viaje para contener el brote, como lo han hecho países como Italia y España, pero advierte que estas medidas tienen "costos económicos tremendos".

"Podemos ver las tasas de desempleo, las empresas en bancarrota (...) eso es, en gran medida, el resultado de las políticas de confinamiento (...). Si esto permite detener el virus y que el país se abra antes, entonces el costo puede valer la pena. Sin embargo, creo que es importante que abordemos tantos los problemas económicos como los de salud, de lo contrario nos iremos a la bancarrota". La economía sueca sufrirá un fuerte golpe, "pase lo que pase", según Christensen.
"El coronavirus ha causado una gran conmoción en la economía global e incluso si no hubiera casos de covid-19 en Suecia, su economía se vería impactada, pues está muy expuesta al comercio internacional".

El enfoque de Corea del Sur

Christensen resalta el caso de Corea del Sur, donde las restricciones son menos estrictas que en Europa y eso no le ha impedido aplanar la curva de avance del coronavirus.
Desde el 8 de marzo, cuando la cifra de contagiados ya ascendía a 7.134 en el país asiático, el número de casos nuevos comenzó a decrecer radicalmente.
Esto, pese a que Corea del Sur fue uno de los países en donde más rápido se propagó la enfermedad.
Expertos indican que el éxito surcoreano se debe principalmente a que sus autoridades se han enfocado en detectar casos y aislar a las personas afectadas: Corea del Sur es uno de los países con el más alto índice de realización de pruebas en el mundo.
"Es importante asegurarse de que las personas sean examinadas, así como limitar el contacto personal", indica Christensen.
La tasa de mortalidad del virus en Corea del Sur es también una de las más bajas globalmente.

"Es solo cuestión de tiempo"

Joacim Rocklöv, profesor de epidemiología y salud pública de la Universidad de Umea, en el noreste de Suecia, considera que la estrategia del gobierno "no es prudente".
"Creo que deberíamos deberíamos aprender de la experiencia de otros países, pero no hemos obtenido lecciones de lo que está sucediendo en Italia y España. Deberíamos aprender de ellos, ser más estrictos en la implementación (de medidas) y asegurarnos de que esto no se convierta una catástrofe de salud pública".

El epidemiólogo asegura que es solo cuestión de tiempo hasta que las autoridades suecas se den cuenta de que su estrategia "no va a funcionar".
"Pero me gustaría que se den cuenta antes porque las medidas que se tomen tardarán varias semanas en tener algún efecto".

Rocklöv cuenta que la vida en Umea continúa casi sin interrupciones. El miércoles reabrieron su gimnasio que había estado cerrado varios días e igualmente ha observado como la gente todavía va a restaurantes y realiza viajes a las estaciones de esquí del país.
"Creo que solamente una pequeña parte de la población se da cuenta del problema y está preocupada por la inacción (del gobierno)", dice el profesor y explica que esto se debe a que la sociedad sueca suele tenerle un alto grado de confianza a sus gobernantes.

Turismo en Suecia

Mientras que la industria turística se encuentra completamente paralizada desde hace semanas en toda Europa Occidental, Suecia y sus concurridas estaciones de esquí continúan completamente operativas y abiertas al público.
El complejo de Sälen, uno de los más importantes del país, sigue "abierto como de costumbre", según una de sus trabajadoras, que no quiso ser identificada.

"Hemos tenido varias cancelaciones, pero tuvimos reservaciones suplementarias cuando Noruega decidió cerrar sus estaciones de esquí".
Sälen está ubicada muy cerca de la frontera entre Suecia y Noruega. De hecho, geográficamente se encuentra más cerca de Oslo que de la capital sueca.
La empleada de la concurrida estación dice que hasta el 26 de marzo, el gobierno no les había pedido prever un cierre.
"El martes, los directores tuvieron una reunión con el gobierno y tomaron la decisión de continuar abiertos".

El debate tanto en Suecia como en otros países nórdicos sobre cuál es el enfoque adecuado para enfrentar la crisis del coronavirus sigue dando de qué hablar.
Los suecos han tenido una perspectiva más liberal que sus vecinos daneses y noruegos. Pero por el momento no está claro cuál modelo es más efectivo.
No obstante, Christensen asegura que en las próximas semanas se generará una gran discusión entre los países escandinavos sobre de la manera como distintos países han manejado la crisis sanitaria.
"Los daneses miraremos los números suecos, los suecos mirarán los daneses y cada sociedad determinará quién tomó las medidas correctas. Y sin duda se juzgará al que no lo hizo", concluye.

El corona relanza el poder del Estado

Los Gobiernos responden a la expansión de la enfermedad con su peso protector, su fuerza organizativa y su capacidad de gasto

Nadie sabe cómo acabará la crisis del coronavirus, pero una consecuencia inmediata ha sido el regreso del Estado, con todos su peso protector, su fuerza organizativa y su capacidad de gasto, en el centro no solo del tablero geopolítico, sino de lo más íntimo de nuestras vidas. Todo ha ocurrido rápido, apenas 10 días que han transformado el mundo tal como lo conocemos.

Los Gobiernos obsesionados con la reducción de deuda anuncian ayudas milmillonarias para evitar el cierre de empresas y el desamparo de los trabajadores. Al mismo tiempo, aprueban limitaciones de las libertades con el asentimiento de los ciudadanos. Las fronteras llegaron a parecer obsoletas durante las décadas de globalización y de integración supranacional, aunque fuese más una utopía que una realidad, como comprobaban a diario los emigrantes en el Mediterráneo o en Río Grande. Ante la epidemia que se propaga por el planeta, recobran sentido.

La vieja organización estatal —la acción pública, la administración, la tecnocracia— actúa como el escudo frente a un organismo microscópico que infecta sin distinguir nacionalidades.

“Estamos restaurando un orden caduco porque no disponemos de otras soluciones”, dice por teléfono Bertrand Badie, profesor emérito del Instituto de Ciencias Políticas en París y autor de L’hégémonie contestée. “Lo más inquietante de esta crisis”, añade, “es que no existe una palanca global para responder a ella y, sin embargo, es una crisis exclusivamente global”.

Los que tenían las palancas a mano eran los Estados. La palanca de las fronteras, por ejemplo. Las barreras a la libre circulación empezaron a erigirse desde enero, después de que China anunciase la detección del nuevo patógeno SARS-CoV-2, causante de la enfermedad Covid-19, en la ciudad de Wuhan. Pero se ha acelerado en este marzo funesto, cuando el coronavirus ha golpeado con toda su fuerza a Europa, epicentro de la pandemia. La cronología es vertiginosa. El día 11, el presidente estadounidense, Donald Trump, decretaba la prohibición de los vuelos procedentes de la Unión Europea (UE). El 17, la UE echaba el cerrojo a los ciudadanos de países terceros. Entretanto, reaparecían las fronteras en la zona Schengen, donde no deberían existir los controles. La Comisión Europea ha intervenido para suprimir las restricciones a la exportación de material médico entre socios.

Hay un movimiento de repliegue: el reflejo nacionalista que aflora siempre ante las amenazas. Aires de fin de época, como en 1914 al derrumbarse el “mundo de ayer” que el escritor Stefan Zweig evocaría años después. Era el mundo en el que “las personas iban adonde querían y se quedaban tanto tiempo como deseaban”; en el que “no había permisos ni visados”; en el que “las fronteras, que con sus agentes de aduanas, su policía y su gendarmería se han convertido en barreras de acero gracias a la sospecha patológica de todos contra todos, no eran más que líneas simbólicas que uno cruzaba tan despreocupadamente como si cruzase el meridiano de Greenwich”. Zweig fue quizá un privilegiado en la belle époque, pero los ecos de aquella primera desglobalización resuenan hoy. El resurgimiento nacionalista y la imposición de barreras vienen de antes de la epidemia. Trump fue su heraldo más visible y poderoso.

Strobe Talbott, vicesecretario de Estado con la Administración Clinton y expresidente del laboratorio de ideas Brookings Institution, cree que los instintos nacionalistas y el desprecio por la cooperación internacional son la respuesta errónea. “Si la raza humana puede capear esta plaga, deberá pasar de la desglobalización a una globalización inteligente”, dice a EL PAÍS.

Pero, si ahora se levantan muros —entre países, dentro de estos países, en las casas—, es porque la urgencia sanitaria lo impone. El presidente francés Emmanuel Macron promovía “una Europa que proteja”. Ante la reacción europea en orden disperso, o su no comparecencia— surge “el Estado que protege”.
Palabras como “nacionalizar”, a la orden del día

Los europeos han comprometido, según estimaciones de Bruselas, unos 160.000 millones de euros de gasto presupuestario y 1,6 billones en avales para mantener viva la economía. Palabras tabú como “nacionalización” están al orden del día. La excepción también es legal. En España, el estado de alarma; en Francia, el de urgencia sanitaria.

Es como si el Estado —desbordado por arriba por las instituciones supranacionales, las multinacionales y los poderes financieros; y por debajo por los poderes locales— ocupase un vacío.

El politólogo Josep Colomer, autor de El gobierno mundial de los expertos (Anagrama, 2015), lo matiza: considera que ante el coronavirus se ha puesto en marcha tanto una coordinación global como de entidades locales y organizaciones no gubernamentales. “Una pandemia mundial es una de las manifestaciones más claras de la globalización, es decir, de la interdependencia global de las relaciones humanas. Al nivel global, la Organización Mundial de la Salud funciona como un departamento del gobierno mundial y orienta y ayuda a los Gobiernos de los países”, escribe Colomer en un correo electrónico desde Washington. “Pero la globalización también significa complejidad y fragmentación. Es decir lo contrario de la simplificación máxima que implica la idea de soberanía, la cual se basa en un solo centro de decisión absoluta y final.”

Para Badie, “siempre hay algo positivo en una crisis, y en esta es que todo el mundo es consciente de tener el mismo interés”. “Todo el mundo”, continúa, “se encuentra en la misma situación y está abocado a reaccionar de un modo colectivo”.

Ronald Reagan lo dijo con otras palabras en 1987, con el telón de acero aún en pie. “Con nuestra obsesión con los antagonismos del momento, olvidamos todo lo que une a los miembros de la humanidad. Quizá necesitemos una amenaza exterior, universal, para reconocer nuestro vínculo común”, declaró. “A veces pienso en lo rápido que desaparecerían las diferencias en el mundo si afrontásemos una amenaza alienígena”. Hablaba de extraterrestres, pero podría haberse referido al virus.
La frágil 'unión sagrada' en torno a Emmanuel Macron

Es un mito francés, una palabra clave para entender la psicología política de este país, como la laicidad o la resistencia: en tiempos de crisis existencial —una guerra, un atentado, una epidemia— se apela a la unión sagrada.

No es exclusivo de Francia. En otros países, con más o menos disensiones, el coronavirus ha propiciado un cierre de filas en torno a los gobernantes. Es el momento de aparcar las querellas políticas, de poner en sordina las críticas y aplazarlas hasta que pase el temporal.

La República francesa dispone de un vocabulario específico para estos momentos. “Es el tiempo de esta unión sagrada que consiste en seguir, todos juntos, por el mismo camino, en no ceder a ningún pánico, ningún miedo, ninguna facilidad, sino en reencontrar esta fuerza del alma que es la nuestra y que ha permitido a nuestro pueblo superar tantas crisis a través de la historia”, dijo el presidente Emmanuel Macron en un discurso el 12 de marzo.

Fue el presidente Raymond Poincaré quien en agosto de 1914, en un discurso al estallar la Primer Guerra Mundial usó el término. “[Francia] será heroicamente defendida por todos sus hijos, cuya unión sagrada será inquebrantable ante el enemigo, y que hoy están fraternalmente unidos en la misma indignación contra el agresor y en una misma fe patriótica”, proclamó Poincaré. Macron, en otro discurso el 16 de marzo, repitió seis veces la misma frase: “Estamos en guerra”. Y el Gobierno ha pedido el apoyo parlamentario a una batería de medidas de excepción.

Pero la unión es frágil. La falta de mascarillas y la escasez de test son motivo de queja. También las condiciones laborales del personal sanitario, que desde antes de la crisis se sentía maltratado. Se achaca al Gobierno —como a otros en Europa— haber tardado en reaccionar y haber despreciado las señales alarmantes que llegaban de Italia. La exministra de Sanidad, Agnès Buzyn, ha revelado que en enero, estando aún en el cargo, avisó de que llegaba un tsunami y que habría anular la primera vuelta de las elecciones municipales del 15 de marzo. Ese día, el tsunami ya estaba ahí, pero Macron decidió mantener la cita en las urnas. Un día después, anuló la segunda vuelta, además del confinamiento obligatorio y la suspensión de su polémica reforma de las pensiones que, unidas a las medidas económicas y a la defensa encendida del sector público apunta a un giro a la izquierda.

Según un sondeo del instituto Harris, la popularidad de Macron se ha disparado al 51%, un nivel elevado para un presidente hasta ahora impopular. Es el momento de la unión sagrada: la rendición de cuentas, si llega, queda para más tarde.

La triple crisis por el coronavirus —sanitaria, económica y política— une a la humanidad bajo la misma amenaza pero la divide en las respuestas


El mundo en hibernación busca salidas
La Gran Vía de Madrid, vacía durante el estado de alarma por el coronavirus.Samuel Sanchez



Marc Bassets
París -

El planeta, para un extraterrestre que aterrizase estos días, ofrecería una imagen extraña, entre apacible e inquietante. Más de un tercio de la humanidad está en casa, privada de la libertad de moverse, tan esencial y que todos damos por hecha. Las calles, vacías, como las carreteras sin coches. Los cielos claros, sin aviones. Las fronteras, cerradas. ¿Los líderes? Encerrados también y gestionando como pueden —primero cada uno por su cuenta, atolondradamente, casi siempre tarde pese a las señales— la mayor crisis que seguramente les habrá tocado afrontar en sus vidas. ¿Los ciudadanos? Desconcertados por el virus que se detectó en China el pasado diciembre y que ha matado a más de 28.900 personas y afectado a unos 200 países. Angustiados por su salud y la de sus prójimos, y por el batacazo económico que, según la unanimidad de los expertos, se avecina. El mundo ha entrado en hibernación.



“Vivimos un momento histórico de desaceleración, como si unos frenos gigantes detuviesen las ruedas de la sociedad”, explica, desde su confinamiento en la Selva Negra, el filósofo alemán Hartmut Rosa, que ha dedicado buena parte de su obra a estudiar lo que él llama la “aceleración” desenfrenada de las sociedades capitalistas. “En los últimos doscientos años o más, el mundo cada vez iba más rápido”, argumenta. “Si usted observa el número de coches, trenes, barcos, aviones, sin cesar aumentaba el tráfico y el movimiento. Es cierto que había bolsas de desaceleración, por ejemplo después de los atentados del 11 de septiembre de 2001: el tráfico aéreo fue más bajo durante unas semanas. Pero todo esto se ha interrumpido. Vivimos un momento único de calma”.

El electrochoque ha dejado a los humanos aturdidos, en un estado que mezcla la calma, como dice Rosa, con el desasosiego, sin espacio físico para moverse ni espacio mental para saber cómo será la vida, la ciudad, el país, el mundo en dos o tres meses, o en un año.Es una sacudida triple. Sanitaria, primero: la enfermedad desconocida, la Covid-19, y el virus que la causa, el temible SARS-Cov-2. No existe una vacuna, por lo que son las medidas llamadas no-farmacéuticas las que se aplican, en su modalidad más extrema: el confinamiento. No solo de infectados o sospechosos de estarlo, sino de ciudades y regiones enteras al principio —Wuhan en China desde enero, Lombardía y buena parte del norte de Italia el 8 de marzo— y, en los días siguientes, como si las piezas de dominó cayesen una detrás de otras, países grandes y pequeños, desarrollados y en vías de desarrollo. De Italia entera a la India, pasando por España, Francia, el Reino Unido y una parte considerable de Estados Unidos y de América Latina: unos 3.000 millones de personas quietas y encerradas.

La segunda sacudida es económica. Los Gobiernos asumen que el frenazo en la actividad —las rutas del comercio mundial, ya interrumpidas cuando el coronavirus no parecía más que un mal chino, se han bloqueado— provocará una recesión global. En 2020, la contracción del PIB será de un 2,2% en la zona euro, según la agencia de calificación Moody’s, y de un 2% en Estados Unidos. Las cifras de demandantes de subsidios de desempleo en este país han batido un récord: nunca, desde que hace medio siglo empezó a registrarse, había sido tan alta, más de tres millones. Las sumas que se han inyectado o inyectarán para amortiguar el descalabro de las empresas y de los trabajadores —cinco billones de dólares solo para los países del G20— y las intervenciones de los bancos centrales dan una idea de las dimensiones del desastre que se intenta evitar, o suavizar. Vuelve a entonarse el whatever it takes (lo que sea necesario), el estribillo mágico que Mario Draghi, entonces presidente del Banco Central Europeo, pronunció en 2012 para salvar al euro, y funcionó. Todos, no solo los bancos centrales, prometen “lo que sea necesario”, pero ocho años después de la intervención de Draghi, el primer acto de la crisis escenifica una respuesta en orden disperso. Las fracturas de la Unión Europea reaparecen en toda su crudeza. El virus es global; las reacciones, nacionales.

Se plantea un cambio de modelo económico. ¿El fin de la globalización? “Posiblemente sea inevitable pasar por una fase de desglobalización, es decir, de comercio y flujo de capitales reducidos entre los países”, escribe el economista francés Thomas Piketty. “Continuar como si nada no es una opción. En caso contrario, el nacionalismo triunfará”, avisa.Aviones de American Airlines aparcados en el aeropuerto internacional de Pittsburgh, esta semanaJeff Swensen / AFP

El tercer golpe, además del sanitario y el económico, es político. El virus ha irrumpido en un momento de repliegue de EE UU y de afirmación nacionalista de China. La batalla, que no distingue fronteras y sobre el papel une al mundo en una misma causa, es una batalla por la influencia entre las potencias mundiales. “Ahora la lucha es contra el virus. Pero el virus será derrotado. Y la gente volverá a trabajar y a subirse en aviones. Cuando esto ocurra, la posición de Rusia y de China se habrá reforzado comparativamente, mientras que la de Estados Unidos se habrá debilitado”, analiza el ensayista estadounidense Robert D. Kaplan. “Como China es autoritaria”, añade Kaplan, “ha sido capaz de imponer cuarentenas extremas como ninguna democracia es capaz. Al tener tantas empresas estatales, estas han podido absorber el choque económico del virus. Y Rusia, al estar sometida a sanciones, ha sido capaz de ser más autosuficiente desde el punto de vista económico. En cambio, Estados Unidos y Europa, totalmente inmersas en el sistema de libre mercado, han sufrido una devastación económica por el virus”.

En unas semanas, la historia se ha acelerado, como en 1989 al caer el Muro de Berlín, o en 1914 al ser asesinado el archiduque Francisco Fernando. Y, al mismo tiempo, se ha congelado. Nunca la humanidad se había detenido al alimón. Nunca se había visto una decisión colectiva semejante, aunque, paradójicamente, no coordinada: cada país se iba confinando a su ritmo, ignorando las lecciones del vecino, repitiendo sus errores y tropiezos y, finalmente, confluyendo, con variaciones en la intensidad del confinamiento y excepciones en países como Corea del Sur, que lo han gestionado con medidas menos drásticas.

No hubo largas discusiones parlamentarias ni tampoco presión social antes de decretarse la decisión de mayor trascendencia, quizá, de este siglo. La presión que condujo al cierre de las fronteras y a la clausura de los ciudadanos no era la de los votantes sino la de la locomotora sin frenos que —se temía— iba a causar centenares de miles o millones de muertos.

“Esto es una pandemia, por primera vez en la historia, en la que el mundo está interconectado tecnológicamente y en el que los mercados financieros están interconectados. Por eso ha causado una disrupción como nunca se había conocido”, dice Kaplan.

La política soberana —el Estado— retoma un papel central. En paralelo, arrollada por el enemigo invisible, ha quedado expuesta su impotencia. De ahí las críticas por la lenta reacción de las autoridades. “En los países democráticos, los Gobiernos son tan débiles que no podían imponer la decisión antes de que esta se impusiese por sí misma. Por eso llegamos tarde”, defiende en París la socióloga Dominique Schnapper. “¿Se imagina lo que habría sucedido si hace veinte días el Gobierno hubiera decretado el confinamiento? No se habría aplicado y habría causado un escándalo. Ahora se le acusa de haberse retrasado”.

El mundo hiberna, sí, pero los contornos del mundo posterior al coronavirus empiezan a dibujarse. Mientras los sanitarios luchan por las vidas de los enfermos y los investigadores persiguen contra el reloj la vacuna, los dirigentes se enfrentan al endemoniado dilema entre la preservación de la salud pública y la supervivencia de la economía. “Este es el verdadero problema”, señala Schnapper. “Hay que encontrar un equilibrio entre ambos imperativos: el sanitario, que es inmediato, y la necesidad de que la sociedad siga funcionando: seguir alimentando a la gente y que no haya un crac económico. No hay fórmula simple. La política consiste en conciliar dimensiones contradictorias”.

Cuanto más duren los confinamientos, más probabilidades de atenuar la pandemia y menos de evitar la depresión económica: este es uno de los debates. No el único. El virus y la carrera por derrotarlo disparan la competición entre modelos políticos. Enfrenta a autoritarios (China) y democráticos (Europa y EE UU).

Al erigirse nuevas fronteras y responsabilizarse a la globalización de la propagación de la epidemia, parecería que el populismo y el nacionalismo saldrán fortalecidos. No está tan claro. Porque el miedo —en este caso, a una amenaza real, no imaginaria— refuerza la confianza en los científicos y los médicos: no es tiempo de experimentos ni de soluciones fáciles.


Todo es incierto aún. El historiador decimonónico británico Thomas Carlyle sostenía que la historia de la humanidad era la historia de los “grandes hombres”. Karl Marx le corrigió y escribió que “los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen arbitrariamente, bajo las condiciones que ellos eligen, sino bajo las condiciones directamente recibidas y heredadas del pasado". Hoy el protagonista de la historia es otro. Ni un gran hombre o mujer —un líder, un héroe, un dictador— ni la lucha de clases. Es el virus invisible, que asusta y a la vez unifica y divide a la humanidad.


La pandemia que se ha propagado por el mundo con cientos de miles de afectados ha paralizado la economía mundial y ha vaciado los espacios públicos de las principales capitales del planeta. Pinche sobre la foto para ver la fotogalería.

Trump descarta imponer una cuarentena en Nueva York


Trump amaga con imponer una cuarentena en Nueva York y luego lo descarta

El mandatario sostiene que las autoridades sanitarias le dijeron que no era necesario tomar la medida que también evaluaba ordenar en Nueva Jersey y ConnecticutEl presidente Donald Trump durante un evento el día de hoy en Norfolk, Virginia.


El presidente Donald Trump ha anunciado este sábado por la noche que el Centro de Prevención y Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) le aclararon que “no era necesario” imponer una cuarentena en Nueva York, New Jersey y Connecticut para atajar la propagación del coronavirus, como había sopesando esta mañana. El republicano dijo que había discutido el tema con el gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo. Sin embargo, Cuomo, al ser consultado sobre esto en su rueda de prensa diaria, desmintió al mandatario. “No hemos hablado de eso”, afirmó. Estados Unidos registra 2.010 muertes por la pandemia, el doble que hace dos días, según los datos de los centros de salud estatales recopilados por The Washington Post y CNN.
Trump se redefine como un presidente de guerra
La Casa Blanca pide una cuarentena de 14 días a quienes hayan pasado por Nueva York recientemente

Trump escribió en su cuenta de Twitter que, impulsado por funcionarios de la Casa Blanca a cargo de la estrategia contra el coronavirus y los gobernadores de Nueva York, Nueva Jersey y Conecticut, acudió a la CDC. Adelantó que más detalles sobre las medidas para evitar la propagación serán publicados esta noche por el centro.

Por ahora, Estados Unidos no tiene órdenes que limitan los desplazamientos de manera obligada y todo son recomendaciones. La Casa Blanca ya hizo un llamamiento a principios de esta semana a que todas las personas que salieron de Nueva York recientemente se aislaran por 14 días. El equipo de coordinación en la estrategia contra el coronavirus hizo la sugerencia después de notar que el 60% de todos los casos nuevos en el país habían salido del área metropolitana de Nueva York, según informó el pasado martes la doctora Deborah Birx.

El gobernador Cuomo afirmó en su rueda de prensa que “ni siquiera” sabe lo que significa la propuesta de la cuarentena obligatoria. "No sé cómo se podría aplicar legalmente. Sin entender lo que es, no me gusta cómo suena”, advirtió. Aclaró que la conversación que sostuvo con Trump se trató del buque hospital USNS Comfort. La embarcación que ha salido este sábado desde Norfolk, Virginia, con destino a Nueva York, a donde llegará el lunes. El buque, el sexto más grande del mundo, tiene una capacidad de 1.000 camas y pretende aliviar el colapso del sistema hospitalario neoyorquino en el que está sumergido debido a la pandemia. No recibirá pacientes contagiados por el brote, sino que servirá como un hospital para enfermos actualmente admitidos por otras patologías o con operaciones pendientes. Trump viajó precisamente hasta Norfolk para desearle suerte a la tripulación.

En estos momentos Nueva York es la zona cero del coronavirus en Estados Unidos, que ya registra más de 121.000 casos, según datos de la Universidad Johns Hopkins. Hasta este viernes, cerca de la mitad de los contagiados del país provenían de Nueva York. El vicepresidente, Mike Pence, sostuvo esta semana que el Gobierno federal está tratando al área metropolitana como “un área de alto riesgo”. Por su parte, Cuomo exige el envío de 30.000 respiradores, ya que los hospitales no tienen el equipamiento suficiente para tratar a la cantidad de pacientes con el virus.

El virus del default global y el colapso de la economía


La deuda mundial suma 253,2 billones (millones de millones) de dólares en 2019, equivalente a 322 por ciento del Producto Global. Con más de la mitad de la economía mundial paralizada, los deudores no podrán pagar ni intereses ni capital de los créditos. Los paquetes de rescate anunciados son insuficientes si los motores de la economía no vuelven a funcionar.

Ahora el riesgo mayúsculo que existe no es el default de un país periférico, sino el estallido de un default global de deudas soberanas, corporativas y de hogares.

El Instituto de Finanzas Internacionales, que agrupa a los principales bancos del mundo, estima que la deuda mundial suma 253,2 billones (millones de millones) de dólares en 2019. Ese monto equivale a 322 por ciento del Producto Interno Global, esto es la generación material de bienes y servicios en el mundo. Nunca antes esa relación había alcanzado un valor tan elevado. Existe mucha más deuda en circulación que riqueza material que respalde ese capital, exceso que se denomina "capital ficticio".

Los países emergentes acumulan deuda por 72,5 billones de dólares (223 por ciento del PIB de esas economías), mientras que los países desarrollados registran una deuda de 180,1 billones (383 por ciento de su PIB).

Esos indicadores de solvencia deuda/PIB empeorarán aún mucho más con la crisis: subirán mucho los pasivos y bajarán mucho los Productos.

Desde hace siglos, esa inconsistencia se resolvió con defaults de deudas, que destruyen el capital ficticio acumulado por burbujas especulativas. Es el escenario más probable en estos próximos meses donde el funcionamiento de la economía se ha paralizado por la pandemia.
Vulnerables

No debería sorprender los default de deuda. Lo extraño es cuando existen periodos prolongados sin que suceda alguno. La insolvencia de deudas soberana o corporativa es un acontecimiento repetido que recorre la historia. Ocurrieron en diferentes etapas, desde la formación de los Estados nacionales, el mercantilismo, el capitalismo moderno hasta la presente globalización financiera.

La actual vulnerabilidad financiera sistémica es anterior a la pandemia coronavirus, sólo que ahora queda expuesta en su forma más fulminante. Las dos últimas grandes burbujas especulativas, la de las empresas puntocom en 2001 y la de los créditos subprime 2008, provocaron fuertes recesiones que se atendieron con más y más deuda.

El ritmo de emisión fue vertiginoso después de esa última debacle. Las bancas centrales colocaron paquetes inmensos de deudas por un total de 11 billones de dólares para salvar bancos y empresas, y, a la vez, las compañías rescatadas emitieron luego más deuda con tasas muy bajas, alimentando de ese modo una nueva burbuja especulativa.
Inestabilidad

En octubre pasado, el FMI presentó el último reporte de Estabilidad Financiera Global advirtiendo acerca de la fragilidad del sistema financiero mundial por el aumento de la carga de la deuda corporativa, el incremento de las tenencias de activos más riesgosos y más ilíquidos por parte de inversores institucionales, y por la creciente dependencia de los préstamos externos de los países emergentes.

Los economistas Tobias Adrian y Fabio Natalucci, autores del documento, definieron un escenario crítico y entregaron una inquietante cifra de la deuda con probabilidad de default.

Plantearon que con una desaceleración económica mitad de severa que la de 2008-2009 la deuda corporativa en riesgo, que es la deuda contraída por empresas que no pueden cubrir el pago de intereses con sus ganancias, asciende a 19 billones de dólares. Este monto representa el 40 por ciento del total de la deuda corporativa de las ocho principales economías del mundo.

Ese cálculo fue realizado considerando que una eventual recesión fuera la mitad de intensa de la registrada en la anterior crisis. El consenso de economistas y organismos internacionales es que la actual debacle será por lo menos el doble de aguda.

Una estimación lineal del escenario base presentado por Adrian y Natalucci, con el presente escenario de colapso de la actividad económica y crac bursátil, entrega como saldo un default global de deudas impactante.

La mayoría de las corporaciones no podrá cumplir con el pago del capital e intereses porque se frenó el giro comercial de su negocio, al tiempo que los bancos no estarán motivados a entregar nuevos créditos.

La declaración de insolvencia masiva está a un paso de ese abismo, sólo podrá frenarse en algunos casos con la intervención de los gobiernos. El Congreso de Estados Unidos está por aprobar un paquete de rescate de 2,2 billones de dólares, el triple del aplicado en la crisis 2008. Sólo el 10 por ciento de ese monto será para salvatajes corporativos. Las bancas centrales (Reserva Federal y Banco Central Europeo) tienen también preparadas ambulancias para salir a socorrer a bancos y corporaciones. Se sabe que no podrán hacerlo con todas. La Fed y el Tesoro disponen de 6,5 millones de dólares, y el BCE además se comprometió a comprar deuda de países de la Unión Europea.
Depresión

La atención mundial se concentra en aplanar la expansión del coronavirus con el aislamiento social obligatorio. La consecuencia de esa estrategia médica en el frente económico es una profunda recesión, que algunos economistas estiman que puede ser peor que la generada por el crac del '29.

Nouriel Roubini, economista turco-estadounidense, conocido como “Dr. Doom” por anticipar la crisis subprime, publicó en Project Syndicate el artículo "A greater depression". Dice que este crac bursátil contabilizó una caída en tres semanas lo que en el crac del '29 sucedió en tres años.

Señala que los bancos Goldman Sachs, JP Morgan y Morgan Stanley esperan que el PIB de Estados Unidos baje de 24 a 30 por ciento anualizado en el segundo trimestre, y que el secretario del Tesoro, Steve Mnuchin advirtió que el desempleo podría superar el 20 por ciento. Roubini apunta que “cada componente de la demanda agregada (consumo, inversión, exportaciones) está en una caída sin precedentes”.

Si bien hoy la angustia colectiva está en superar la pandemia, cuando se precipita una recesión con riesgo a que se convierta en una depresión y que además sea global, los ingresos de los hogares y de las compañías colapsan y el desempleo aumenta a velocidad devastadora de la convivencia social.

Se produce un efecto multiplicador negativo en la economía arrojando a empresas y bancos hacia la quiebra. Si además los balances de esas compañías están colmados de pasivos, la caída se acelera.
Catástrofe

El economista británico Michael Roberts detalló en su blog que en Estados Unidos, en los últimos diez años de dinero barato por tasas cercanas a cero, las corporaciones no financieras duplicaron su endeudamiento, al pasar de 3,2 billones de dólares en 2007 a 6,6 billones de dólares en 2019.

Los economistas Joseph Baines y Sandy Brian Hager escribieron "Covid-19 y la próxima catástrofe de la deuda corporativa". Indican que las pequeñas y medianas empresas enfrentan el mayor riesgo de default. En ese sentido, especulan con que el saldo de esta crisis será una mayor concentración económica.

Explican que la administración de las finanzas de las corporaciones en Estados Unidos tuvo un cambio radical hace 40 años, en coincidencia con la irrupción de los gobiernos neoliberales y desreguladores de Ronald Reagan, en ese país, y de Margaret Thatcher, en Gran Bretaña. En los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial hasta mediados de los '70, periodo que se conoce como la edad de oro del capitalismo, las corporaciones acumulaban ganancias para reinvertirlas en expandir la capacidad de producción.

Desde comienzos de los '80, esa política fue alterada y pasó a ser dominante la estrategia de maximizar la retribución a los accionistas mediante la distribución de dividendos, restando recursos propios para la reinversión. Para mantener el ritmo de inversiones apareció el endeudamiento que, en gran parte de este ciclo largo del capital, fue barato por tasas de interés muy bajas.

De ese modo se fue alimentando una inmensa burbuja especulativa de deudas corporativas que algún evento inesperado y brusco podía interrumpir esa cadena de la felicidad. Ese evento fue la crisis del coronavirus y el consiguiente crac global de las bolsas.

Baines y Hager son contundentes con la siguiente advertencia: "Estamos en aguas peligrosas; si los acreedores se asustan y la carga de intereses aumentan, una ola de incumplimientos de pequeñas firmas podría enviar ondas de choque, a través del ya inestable mercado financiero, para ampliar el colapso hacia grandes corporaciones".
Tormenta perfecta

El cisne negro de la pandemia coronavirus es un shock extraordinario por la coincidencia de factores muy perturbadores:

* La clausura casi total de actividades productivas y comerciales en más de la mitad de la economía mundial.

* El consiguiente derrumbe del precio del petróleo.

* Caída que se produjo casi en simultáneo con el crac de los mercados de capitales y bursátiles.

* El derrape de esos mercados está provocando la parálisis del crédito y, por lo tanto, también la cancelación de intereses y capital de deudas.

* El escenario de fragilidad financiera, aislamiento social obligatorio y freno a los motores de la producción y el comercio, si se extiende en el tiempo, derivará en el colapso de las cadenas de abastecimiento global.

* El saldo de este cataclismo es un alza abrupta del desempleo y del malestar social.

Esta secuencia es la tormenta perfecta del caos económico. Los paquetes de salvatajes serán insuficientes para detener la ola de quiebras y defaults de deudas.

Los países de la periferia están padeciendo además una fuga de capitales especulativos fulminante de unos 80 mil millones de dólares, contabilizó el Instituto de Finanzas Internacionales. En el último mes y medio, esa salida fue más acelerada y pronunciada que las de las crisis de 2008 o asiática de 1998.

La huida de esos capitales se le agrega la caída de los precios de materias primas y de las exportaciones, lo que implicará una merma en la disponibilidad de divisas, y el derrumbe de la actividad interna.

En ese contexto una ola de defaults de deudas sobernas se acerca si no se frena la salida de capitales y se extiende la parálisis de la economía mundial.

El por ahora default virtual de la deuda argentina o el default abierto del Líbano, que anunció que no puede cumplir con un eurobono de 1200 millones de dólares, son irrelevantes en ese escenario global.
Ola de deudas

La tormenta perfecta para los países emergentes y en desarrollo derivará en que cuidarán las reservas disponibles y no las destinarán a pagar ni intereses ni capital de sus bonos.

Ayhan Kose, Peter Nagle, Franziska Ohnsorge y Naotaka Sugawara, economistas del Banco Mundial, publicaron hace dos semanas el texto "Deuda y crisis financieras: ¿se repetirá la historia?". Señalan que la mayor parte del aumento de la deuda soberna desde 2010 se produjo en los mercados emergentes y las economías en desarrollo, que vieron aumentar su deuda en 54 puntos porcentuales del PIB a un récord de aproximadamente el 170 por ciento del PIB en 2018.

Precisan que la ola actual de deuda se destaca por su tamaño, velocidad y amplitud excepcionales. Dicen que es el aumento más grande, más rápido y más amplio de la deuda en esos países en los últimos 50 años. Explican que es la cuarta ola desde la década del '70. Las otras tres son la del '70 y '80 concentrada en América latina, la del '90 en Asia y la tercera en Europa. Coinciden en que cada una de esas olas de endeudamiento culminó en una crisis financiera.

Esas crisis "generalmente se desencadenaron por shocks externos que resultaron en fuertes aumentos en la aversión al riesgo de los inversores, picos en los costos de los préstamos y paradas repentinas de las entradas de capital".

Algunos de esos atributos se están verificando con la crisis del coronavirus. Por eso el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional adelantaron el pedido a los países centrales para que no exijan la cancelación de deudas bilaterales con países pobres, la mayoría de África.

El FMI anunció a la vez que, más allá de sus servicios tradicionales de préstamos, explorará opciones adicionales para ayudar a los países miembros que experimentan escasez de divisas. Argentina se anota en ese grupo.
Inédito

Nunca antes casi la mitad de la población mundial está en aislamiento social obligatorio. Poco más de 3100 millones de personas, cantidad que puede aumentar en estas semanas, están confinadas en sus hogares. Y la Organización Mundial de la Salud reclama que los países que todavía no dispusieron la cuarentana, la decidan en forma urgente para frenar la expansión del virus.

La actividad económica fue literalmente clausurada en China, Estados Unidos y Unión Europea, los principales motores de la economía mundial que representan en conjunto el 62 por ciento del Producto global.

Ni en la primera y segunda guerra mundial y ni en la gran depresión de la década del '30 sucedió algo parecido. El riesgo a un default masivo de deudas corporativa y soberana irrumpió entonces con fuerza porque nunca antes hubo una crisis global de estas características.

Anclajes: la construcción del recuerdo y la realidad

Rubén Weinsteiner

El profesor Norbert Swartz presentó hace unos años un estudio en relación a la recordación valorativa, que partía de una encuesta donde mediante preguntas a personas de entre 40 y 50 años trataba de establecer cuanto -cuantitativamente- disfrutaban de su auto. Swartz estudió la relación que había entre el nivel de disfrute o placer que el auto le brindaba a la persona y el precio del vehículo en el mercado. La correlación era clara, a mayor valor, mayor puntaje de placer generaba en el dueño del auto. Pero cuando la pregunta era: ¿cuanto disfrutaron hoy del auto, yendo al trabajo o a la vuelta del mismo? la respuesta no tenía ninguna relación con el precio del vehículo.


La pregunta que se imponía era: las personas que disfrutan de su auto, ¿Cuándo exactamente disfrutan, si en el día a día no lo hacen? La respuesta del Profesor fue: las personas disfrutan del auto cuando piensan en el.


En el año 2002 el Profesor Kahanman obtuvo el premio Nobel en Economía por un trabajo que demostraba que las personas mayormente toman decisiones en forma irracional, incluso desarrolló un modelo de factores decisivos en la toma de decisiones. En 2009 publicó un trabajo donde cruza la toma de decisiones con el alcance de la felicidad, y evalúa decisiones en un ciclo vital en torno a puntos como; casamiento, elección de una carrera, salud y enfermedad, hijos, amistades, pérdidas, riqueza etc. Las conclusiones de Kahanman son que la construcción del recuerdo determina lo que pensamos acerca de ese hecho, no lo que sentimos, pensamos o vivenciamos mientras lo atravesamos. La persona que vive una experiencia es diferente de aquel que piensa en ella, el llama a estos dos factores diferenciados, “el yo vivenciador” y “el yo recordador”.




El ciclo del yo vivenciador se compone por millones de instantes cortos que se suceden uno de detrás del otro y que todos los experimenta en carne propia, segundo a segundo, hora a hora, pero que con se disuelven una vez que ocurren, sin dejar recuerdo ni huella. Cuando una persona recuerda lo hace desde su presente, las vivencias, las emociones, los dolores, ya no están. Para el recordador quedan solo “cuentos” historias. La relación entre esas historias y lo que realmente pasó y vivimos es compleja.



Lo único que no podemos decir en comunicación política, es aquello que queremos decir.

Los anclajes para que sean sustentables vigorosos y sólidos, deben surgir como insights en el público receptor.

El caso Duhalde

En 1999, en los focus groups en la capaña de Duhalde, aparecían verbatim como “lo peor del peronismo”, “mafioso”, “narco”, “lo peor del peronismo”. Tres años después, con Duhalde presidente, y auditando la imagen presidencial, me encontré con que focus groups muy similares con los que había trabajado en la campaña, daban resultados como “el mejor presidente”, piloto de tormentas”, “un tiempista”, “estadista” etc.

En una oportunidad acompañé al presidente al teatro, y Luis Brandoni, al notar la presencia de Duhalde, paró la obra y pidió un fuerte aplauso para “este gran presidente”.

Duhalde no había cambiado. Venía trabajando con el desde la gobernación y era la misma persona. Lo que cambió fue el anclaje.


Sustitución de anclajes de las marca políticas

La memoria es el último recuerdo poderoso que adquirimos, no todo lo que vivimos. El poder de ese último recuerdo, es el que constituye el anclaje.

Un anclaje es una percepción fundada y construida en una ponderación conceptual, dentro de un estado de gran intensidad, de experimentación de sensaciones con fuerte solicitación simultánea del intelecto, del cuerpo y del espíritu.



En el 99, los grandes medios estaban con De la Rúa, el menemismo también y la ola del mainstream era la Alianza. Resultaba difícil en ese momento construir los insights que nos hubieran permitido intervenir sobre la subjetividad de los grupos más refractarios. Si hubiéramos tenido el poder de fuego mediático que tuvo la Alianza, no hubiera intentado refutar de forma directa lo de “narco” o “barón del conurbano”. Lo que hubiéramos hecho, es lo que hicimos cuando tuvimos ese poder de fuego; Crear los insights, que la gente haga click.

Para desalojar un anclaje, que en definitiva es una estructura sensorial, un sentimiento, hace falta un sentimiento más fuerte. Un anclaje sustituyente.

El anclaje sustituyente refuta pero sólo de manera indirecta el anclaje original. Es decir el nuevo anclaje no viene a negar, viene a instalar un nuevo posicionamiento, un nuevo link-significado en la cabeza de las personas.

El nuevo anclaje debe ser sólido, congruente con la marca política y lo más importante, más fuerte que el anclaje a desalojar.

En el caso de Duhalde, la sustitución del anclaje no se hizo refutando y explicando que Duhalde no era un mafioso o que no estaba vinculado con el narcotráfico. El anclaje se hizo planteando las premisas 1) (Acuerdo) Fuimos al precipicio, perdimos todo 2) (Crisis) ¿Estamos mejor? 3) (Pregunta Insight )Duhalde lo logró?.

De esa manera se construyó un posicionamiento muy poderoso, tanto que disparaba significados que permitían construir insights como los de “el piloto de tormentas” “el estadista” “el salvador” “ el que apagó el incendio”.

Rubén Weinsteiner

Slavoj Zizek y Byung-Chul Han debaten el nuevo orden post corona

Slavoj Zizek arrojó la primera piedra cuando escribió que la opción, después de la pandemia, será “barbarie o alguna forma de comunismo reinventado”. Byung-Chul Han le contestó: "El virus no vencerá al capitalismo”. Otros pensadores, como Giorgio Agamben, Franco "Bifo" Berardi, Srećko Horvat, Judith Butler y Alain Badiou, suman al debate miradas que se corren de las noticias del minuto a minuto.


Byung-Chul Han, Judith Butler y Slavoj Zizek, tres plumas lúcidas para abordar un tema complejo.


Es ya evidente que está haciendo temblar los mercados. Pero, a largo plazo, ¿el coronavirus podría derribar al capitalismo? El siempre rápido de reflejos Slavoj Zizek acaba de publicar el que seguramente sea el primer ensayo sobre coronavirus. La tesis de Pandemic! Covid-19 shakes the world (Pandemia! Covid-19 sacude el mundo) es que la actual crisis sanitaria desnudó las debilidades de las democracias liberales y que el mundo se encamina, entonces, hacia un efecto político positivo. “Barbarie o alguna forma de comunismo reinventado”: tal es la dicotomía que encuentra el esloveno en este crudo y complejo escenario histórico, también inédito.

En un contexto en que la información satura e invade mentes y hogares, puede resultar saludable o aunque sea rico introducirse en miradas que se corren de las noticias del minuto a minuto. Son varios los pensadores contemporáneos que han mirado la pandemia: los italianos Giorgio Agamben y Franco "Bifo" Berardi, el croata Srećko Horvat, la estadounidense Judith Butler, el francés Alain Badiou y el surcoreano Byung-Chul Han son algunos de los que se expresaron al respecto. La pregunta por el devenir del escenario económico mundial está en casi todos los enfoques.

El nuevo material de Zizek es breve, 120 páginas, disponible tanto en papel como en formato digital a través de la editorial OR Books. Va en sintonía con teorías explayadas en un artículo previo para el portal RT , en el que Zizek -marxista, cinéfilo- definía a la pandemia como "un golpe a lo Kill Bill al sistema capitalista", en otra de sus habituales conversaciones con la cultura popular. Fue un artículo que hizo ruido en las redes sociales -sería lo que muchos querían oír- y que desató una respuesta de Byung-Chul Han. “Zizek se equivoca. El virus no vencerá al capitalismo ”, sentenció en una columna para el diario El País.


Mientras el nuevo fantasma recorre el mundo dejando cada vez más muertos e infectados, en Pandemic!... Zizek plantea que un “enfoque comunista” -renovado, claro- es el modo de salir de la encrucijada. Estados-Nación puestos al servicio de la defensa de los más débiles. El virus puso en evidencia que vivíamos con otro virus dentro, naturalizado: el capitalismo. Es una oportunidad para liberarse de la "tiranía del mercado". Pero a la vez el autor no es "utópico": no cree que el conflicto haga crecer la "solidaridad entre los pueblos". Porque por estos días la solidaridad es más bien “instinto de supervivencia" y, como tal, "racional y egoísta".

Resonaron "especulaciones que apuntan a la caída del comunismo en China, de la misma forma que Gorbachov dijo que la tragedia de Chernobyl llevó al fin del comunismo soviético", pero la paradoja -siempre según Zizek- es ésta: "El coronavirus nos obliga a reinventar el comunismo basándonos en la confianza en las personas y la ciencia”. Los roles de la prensa y los gobiernos no escapan a su análisis. Aunque en su opinión China gestionó mejor el coronavirus que Italia, critica el ocultamiento de datos negativos de parte de las autoridades de la República Popular. Por otra parte, arremete contra el Reino Unido y Estados Unidos por su empeño en mantener la calma de los ciudadanos y en exhibir control a través de la mentira. "Los medios nos lanzan repetidamente el mensaje de 'no caigan en el pánico' y, a continuación, disponen una serie de datos que nos llevan necesariamente al pánico", cuestiona.

El filósofo que inspeccionó la forma de los inodoros para acercarse a la ideología de los países también se anticipa al impacto del coronavirus en la vida cotidiana. No seremos tan alegres en los parques, no entraremos con confianza a baños públicos, y hasta tendremos dilemas para tocarnos la cara. "No son sólo el Estado y sus agentes quienes nos controlarán, también debemos aprender a controlarnos y disciplinarnos a nosotros mismos”, insta. Quizá la sensación de seguridad quede reservada para la realidad virtual. Moverse libremente en espacios abiertos a lo mejor sea, en el futuro, privilegio de un par de "ultra ricos" que cuenten con propias islas. Pero no todo será tan malo: avizora la desaparición de los cruceros -"lujo obsceno"-, así como también un freno en la producción de automóviles, algo que podría conducir a vías alternativas de movilización, más sanas para el planeta.

El ensayo da lugar también al humor y a recuerdos personales. Cualquier similitud con la actualidad no debe ser mera coincidencia. "En mi juventud, en la Yugoslavia socialista, empezó a correr un rumor que decía que no había reservas de papel higiénico. Las autoridades respondieron: 'hay suficiente'. Sorprendentemente, la población lo creyó. Sin embargo, un consumidor medio razonaba de esta manera: 'Sé que el rumor es falso, sé que hay papel higiénico suficiente, pero, qué pasa si el resto de la gente cree que no hay reservas y se lanza a por el papel de las tiendas y causa una carestía... Mejor voy a comprar papel". Un fenómeno pasado totalmente en sintonía con las recientes imágenes de supermercados repletos, consumidores al borde de la desesperación y carritos con pirámides de este producto.

La polémica con Byung-Chul Han

"Zizek afirma que el virus ha asestado al capitalismo un golpe mortal y evoca un oscuro comunismo. Cree incluso que el virus podría hacer caer el régimen chino. Se equivoca. Nada de eso sucederá”, respondió Byung-Chul Han. "La emergencia viral y el mundo del mañana" (22 de marzo) se titula la columna del pensador nacido en Seúl y radicado hace 35 años en Berlín. Está completo en Lobo Suelto , con traducción de Alberto Ciria. "Tras la pandemia, el capitalismo continuará con más pujanza. La revolución viral no llegará a producirse. Ningún virus es capaz de hacer la revolución”, apuntó.

El autor de La sociedad del cansancio -quien también tiene una mirada crítica de las desigualdades y excesos del sistema económico capitalista- cree que el virus es apenas la gota que colmó el vaso. “La globalización suprime todos estos umbrales inmunitarios para dar vía libre al capital. Somos NOSOTROS, PERSONAS dotadas de RAZÓN, quienes tenemos que repensar y restringir radicalmente el capitalismo destructivo, y también nuestra ilimitada y destructiva movilidad, para salvarnos a nosotros, para salvar el clima y nuestro bello planeta”, concluye.

Si bien por momentos los pensamientos de uno y otro filósofo son diametralmente opuestos, en ciertos puntos no son tan diferentes. En definitiva, quizá sea rimbombante el polémico Zizek al presentar los temas, pero su mirada no excluye al sujeto. Respecto de la solidaridad, esto es lo que piensa Han: “El virus nos aísla e individualiza. No genera ningún sentimiento colectivo fuerte (…). La solidaridad consistente en guardar distancias mutuas no es una que permita soñar con una sociedad distinta, más pacífica, más justa. No podemos dejar la revolución en manos del virus”, advierte.

Al comparar las medidas de las naciones asiáticas con las europeas, llegó a la conclusión de que la "mentalidad autoritaria" de las primeras genera más obediencia y que Europa "está fracasando" en la batalla: "Los cierres de fronteras son evidentemente una expresión desesperada de soberanía. Pero es una de soberanía en vano". Han cuestionó, además, el modelo de control policial basado en la vigilancia digital que Pekín utilizó para encarar exitosamente la pandemia y que permitirá a China exhibir "la superioridad de su sistema con más orgullo" e incluso exportarlo.

Zizek reapareció y contestó con declaraciones a El Mundo: "El comunismo que debería prevalecer ahora no es un sueño oscuro sino lo que ya está ocurriendo. El Estado debe asumir un papel mucho más activo". Y agregó: "Han dice que los países occidentales están reaccionado de forma exagerada porque se estaban acostumbrando a vivir sin enemigos abiertos y tolerantes, sin mecanismos de inmunidad, por lo que cuando surgió una amenaza real entraron en pánico. ¿De verdad? ¿No está todo nuestro espectro político y social impregnado de visiones apocalípticas, amenazas de catástrofe ecológica, miedo a los refugiados musulmanes, defensa del pánico de nuestra cultura tradicional contra el universo LGBT y la teoría de género? Intenta hacer una broma y sentirás inmediatamente la fuerza de la censura de lo políticamente correcto. Nuestra permisividad hace años que se convirtió en lo opuesto".
Pensamientos desde el foco de la pandemia


Otros filósofos que miraron la pandemia para entenderla son de Italia, cuyas cifras de muertos e infectados aumentan exponencialmente cada día. El artículo "La invención de una epimedia" (26 de febrero), de Giorgio Agamben, no va tanto al hueso del capitalismo pero contiene un halo de lo que a muchos fascina: teoría conspirativa. Toma como punto de partida declaraciones del Consiglio Nazionale delle Ricerche para afirmar que el coronavirus es "una gripe normal". "Pareciera que, habiéndose agotado el terrorismo como motivo de las medidas de excepción, la invención de una epidemia podría ofrecer el pretexto ideal para extenderlas más allá de todos los límites", escribió el autor de la serie Homo Sacer. Esto coincide con "una necesidad real de estados de pánico colectivo", desprendida de un "estado de temor" instalado en las conciencias.

"La limitación de la libertad impuesta por los gobiernos es aceptada en nombre de un deseo de seguridad que ha sido inducido por los mismos gobiernos que ahora intervienen para satisfacerlo", sugiere. Hubo quienes entendieron que en este texto había un desdén en torno al alcance de la enfermedad. El francés Jean-Luc Nancy acusó al italiano de haber intentado una "maniobra de distracción" más que "una reflexión política". En cambio, llegando al final de su texto, luego de expresar su deseo de que no llegue a Europa un régimen policial digital similar al chino, Han dialoga con Agamben y lo cita, porque de ocurrir aquello "el estado de excepción pasaría a ser la situación normal" y "el virus habría logrado lo que ni siquiera el terrorismo islámico consiguió del todo".

El día en que Italia superó a China en cantidad de muertes fue publicada una suerte de crónica diaria mechada con reflexiones de Franco "Bifo" Berardi, disponible en la página de Caja Negra Editora . El filósofo y activista comienza con citas de Burroughs y Jefferson Airplaine y plantea al coronavirus como un "virus semiótico", como "fijación psicótica". Un "biovirus que prolifera en el cuerpo estresado de la humanidad global". Advierte que por primera vez sucede una crisis que no proviene de factores financieros o económicos, sino del cuerpo. "Lo que provoca pánico es que escapa a nuestro saber: no lo conoce la medicina, no lo conoce el sistema inmunitario. Y lo ignoto de repente detiene la máquina. (...) Bloquea el funcionamiento abstracto de la economía, porque sustrae de ella los cuerpos", dice.


"Hace tiempo que el capitalismo se encontraba en un estado de estancamiento irremediable. Pero seguía fustigando a los animales de carga que somos, para obligarnos a seguir corriendo, aunque el crecimiento se había convertido en un espejismo triste e imposible", escribe Bifo en el extenso y dinámico texto. Le discute al croata Srećko Horvat, otro de los que creen que lejos está el Covid-19 de ser una amenaza para la economía neoliberal, ya que lo entiende como el "ambiente perfecto" para el desarrollo de esa ideología.

Pero Bifo, en su Crónica de la psicodeflación, es más precavido que Zizek. Lo que para Zizek es golpe a lo Kill Bill, para Bifo es "detención de la máquina". Detención parida del agotamiento y el estrés de los cuerpos. Es más ambiguo al hablar sobre un futuro posible, aunque también aquí hay dicotomía. "Podríamos salir de esta situación imaginando una posibilidad que hasta ayer parecía impensable: redistribución del ingreso, reducción del tiempo de trabajo. Igualdad, frugalidad, abandono del paradigma del crecimiento, inversión de energías sociales en investigación, en educación, en salud. No podemos saber cómo saldremos de la pandemia cuyas condiciones fueron creadas por el neoliberalismo, por los recortes a la salud pública, por la hiperexplotación nerviosa". Según el post-deleuzeano hay dos caminos: o salimos de esta más "solos, agresivos o competitivos" o "con un gran deseo de abrazar, (de) solidaridad social, contacto, igualdad".
Se suma Alain Badiou

Francia acaba de extender su cuarentena hasta el 15 de abril. Desde su aislamiento, Alain Badiou descree tanto del carácter "inaudito", "nuevo" de la epidemia actual como del "evento fundador de una revolución increíble". No obstante, la conclusión a la que llega en su artículo "Sobre la situación epidémica" -21 de marzo, también en Lobo Suelto- es ésta: "En cuanto a nosotros, que queremos un cambio real en los datos políticos en este país, debemos aprovechar el interludio epidémico e incluso el confinamiento, bastante necesario, para trabajar en nuevas figuras políticas, en el proyecto de lugares, nuevas políticas y el progreso transnacional de una tercera etapa del comunismo, después de eso, brillante, en su invención". De nuevo el comunismo, pero, eso sí, un comunismo finalmente "derrotado de su experimentación estatal", a diferencia del que postula Zizek. El momento exige, para el dramaturgo, filósofo y novelista, "una crítica cercana de cualquier idea de que fenómenos como una epidemia se abran por sí mismos a cualquier cosa políticamente innovadora".

El texto ofrece una perspectiva sobre cómo "un dato fundamental del mundo contemporáneo" -el acceso del capitalismo de Estado chino a un rango imperial- dialogó con el tránsito local entre especies animales a humanos, que es "el punto de origen de todo el asunto". La "gran contradicción" es que la economía es parte del mercado mundial, en tanto que los poderes políticos "siguen siendo esencialmente nacionales". Así se sintetiza la "contradicción entre economía y política" que expone la pandemia. "Los estados nacionales tratan de enfrentar la situación epidémica respetando al máximo los mecanismos del Capital, aunque la naturaleza del riesgo los obliga a modificar el estilo y los actos de poder", postula Badiou.

Más allá de diferencias ideológicas y enfoques diversos, desde la óptica filosófica parece haber una coincidencia: la percepción de que el virus quita el velo a aquello que ya estaba -y estaba mal- o lo acentúa de manera radical. Por fuera de Agamben y Horvat, quienes trazan una perspectiva a lo mejor más distópica, en el resto de los pensamientos se detecta una oportunidad para la humanidad de crear algo nuevo. Puede adquirir el nombre de comunismo renovado, comunismo en tercera etapa o quedar fuera de las coordenadas simbólicas todavía. Volviendo a Bifo, el coronavirus es "la condición de un salto de salud mental que ninguna prédica política habría podido producir. La igualdad ha vuelto al centro de la escena. Imaginémosla como el punto de partida para el tiempo que vendrá".
El virus de la desigualdad

Al parecer, el mundo de la filosofía es todavía un terreno machista. Una de las voces femeninas que se escuchó ante la pandemia fue la de Judith Butler. Para la posestructuralista estadounidense el fracaso de algunos estados y regiones para prepararse por anticipado, el refuerzo de políticas nacionales y el cierre de fronteras y la llegada de empresarios ávidos de capitalizar el sufrimiento global testimonian la "velocidad" con la cual "la desigualdad radical y la explotación capitalista encuentran formas de reproducir y fortalecer su poderes".

La autora de El género en disputa. El feminismo y la subversión de la identidad puso el ojo en el desesperado intento de Donald Trump de anotarse "puntos políticos" para asegurar su reelección a través de la compra de los derechos de la vacuna contra el coronavirus desarrollada por una compañía alemana. "¿Imagina que la mayoría de la gente piensa que es el mercado quién debería decidir cómo se desarrolla y distribuye la vacuna? ¿Es incluso posible dentro de su mundo insistir en un problema de salud mundial que debería trascender en este momento la racionalidad del mercado?", se pregunta. Augura un escenario de puja distributiva en torno a la vacuna. Una "distinción espuria" entre vidas a proteger y otras que quedarán a la deriva. "La desigualdad social y económica asegurará que el virus discrimine. El virus por sí solo no discrimina, pero los humanos seguramente lo hacemos, modelados como estamos por los poderes entrelazados del nacionalismo, el racismo, la xenofobia y el capitalismo", escribió en el artículo "El capitalismo tiene sus límites" , con fecha del 19 de marzo, originalmente publicada en Verso.

"La idea de que podríamos convertirnos en personas que desean ver un mundo en el que la política de salud esté igualmente comprometida con todas las vidas, para desmantelar el control del mercado sobre la atención médica que distingue entre los dignos y aquellos que pueden ser fácilmente abandonados a la enfermedad y la muerte, estuvo brevemente vivo. Llegamos a entendernos de manera diferente cuando (Bernie) Sanders y (Elizabeth) Warren ofrecieron esta otra posibilidad. Entendimos que podríamos comenzar a pensar y valorar fuera de los términos que el capitalismo nos impone", dice Butler. La propuesta de una salud pública y universal "revitalizó un imaginario socialista" en Estados Unidos, "ideal" que "debe mantenerse vivo en los movimientos sociales" en la lucha a largo plazo.

¿Por qué Alemania tiene un número tan bajo de muertos por covid-19 en comparación con otros países?



A pesar de ser el quinto país con mayor número de contagios en el mundo por el covid-19, el número de víctimas fatales del virus es mucho más reducido que el de otros países que han reportado números de contagiados similares, como España, Italia o Reino Unido.
“Aunque desconocemos la razón precisa, lo cierto es que hemos recomendado, desde el momento mismo en que tuvimos conocimiento de la emergencia, ampliar el número de exámenes entre la población y así reducir la posibilidad de contagio”, señaló el Instituto
Una de las claves de la baja mortalidad podría ser la identificación temprana de los portadores del virus, lo que frena la expansión de la enfermedad.

Autoridades alemanes indicaron que están en capacidad de realizar 160.000 exámenes de diagnóstico a la semana.

Otros países que también tienen varias decenas de miles de contagios confirmados reservan las pruebas de laboratorio para confirmar quién tiene el virus a los pacientes con cuadros más preocupantes y no hacen el test a quien tiene sintomatología leve.









Los militares brasileños se acercan al vicepresidente de Bolsonaro ante el agravamiento de la pandemia

Las Fuerzas Armadas celebran reuniones en Brasilia para discutir escenarios ante una eventual destitución del presidente, debilitado por la crisis del coronavirus


El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, saluda a partidarios y periodistas en la previa de una rueda de prensa dedicada al coronavirus celebrada en el palacio de Planalto


Las Fuerzas Armadas brasileñas han enviado señales de alerta ante las reacciones del presidente Jair Bolsonaro a la crisis de coronavirus. Esta semana, representantes de la Aeronáutica, el Ejército y la Armada le adelantaron al vicepresidente, el general Hamilton Mourão, que podría contar con su apoyo si Bolsonaro dejase su puesto, ya sea mediante un juicio político o una renuncia.

Aunque el debate se ha intensificado desde que la crisis de salud empeoró, las posibilidades de que Bolsonaro deje la presidencia son muy remotas. En más de una ocasión, el presidente dijo indirectamente que no renunciaría. “¡Nunca abandonaré al pueblo brasileño, a quien debo lealtad absoluta!”, dijo en su cuenta en Twitter. El titular de Diputados, Rodrigo Maia (DEM-RJ), responsable de poner en marcha un eventual proceso de empeachment, declaró esta semana que el asunto no está, al menos por ahora, en la agenda del Congreso.



Aun así, el Ejército ha mantenido reuniones en Brasilia, incluso con aliados de Bolsonaro y miembros civiles de su primera línea. Esta semana se celebraron al menos dos reuniones en las que se discutieron escenarios hipotéticos a mediano y largo plazo.

Dos participantes de esas reuniones informaron a EL PAÍS que el grupo está preocupado por un posible aumento repentino en los registros de infectados y muertes causadas por la enfermedad y que esto está relacionado con el discurso negacionista de Bolsonaro sobre la gravedad de Covid-19. Destacaron que cuando el presidente sugiere poner fin a las cuarentenas y el aislamiento social decretado por los gobernadores y alcaldes, suena insensible a la gravedad de la pandemia.

En este escenario, creen que la popularidad de Bolsonaro puede caer en picado si se muestra como un líder fallido que prefiere apalancar la economía antes que salvar vidas. “Él tiene un discurso de guerra. Pero quien está en la primera línea de una guerra es un soldado que sabe que puede morir. En una pandemia no podemos poner a todos en la misma situación que los soldados”, dijo uno de los miembros del grupo de manera reservada.

El martes, el comandante del ejército, general Edson Leal Pujol, trató de eximir a las Fuerzas Armadas de cualquier responsabilidad por la crisis. Al contrario de lo que defendió el presidente, declaró que los militares deben, sí, preocuparse por el coronavirus y dijo que combatir la propagación de la enfermedad “es quizás la misión más importante de nuestra generación”.

En Brasilia también ha circulado la tesis de que el presidente podría tomar una decisión extrema y decretar un estado de sitio (que depende de la aprobación del Congreso Nacional, donde Bolsonaro no tiene mayoría), que suponga restricciones a la libertad, comunicación y suspensión de garantías constitucionales. Si bien sería una decisión extrema, Bolsonaro podría argumentar que solo trata de “salvar a Brasil”. La vieja política, sin embargo, no lo acompaña.

Oficialmente, el presidente dice que no ha decretado el estado de sitio porque estaría “dando una señal de pánico a la población", según dijo en una rueda de prensa la semana pasada. Entre líneas, sin embargo, envía mensajes contradictorios. Este viernes, en una entrevista con el periodista José Luiz Datena, de TV Band, se le preguntó si tenía la intención de dar un golpe de Estado y cerrar el país. “Quien quiera atacar nunca dirá que quiere atacar”, respondió.


Mourão, un militar sin apoyos claros

Debido al tono de estas señales, los militares se acercaron al vicepresidente. Mourão es uno de los suyos, pero no cosecha un apoyo cerrado. En el Ejército, el vicepresidente llegó a ser visto como un radical cuando, en 2015, sugirió que las Fuerzas Armadas podrían intervenir ante una crisis política. En ese momento, la presidenta Dilma Rousseff (PT) estaba en un mal momento y el Lava Jato comenzaba a revelar escándalos de corrupción en serie. En el campo político, Mourão fue la quinta opción de Bolsonaro para componer su dupla electoral. Fue elegido en el último minuto, ante las negativas de otros políticos o por la desconfianza del propio presidente.

Mourão tampoco está bien considerado entre la familia Bolsonaro. Su principal enemigo entre el clan es el concejal de Río de Janeiro, Carlos Bolsonaro (PSC), hijo del presidente. Al principio de su mandato, Mourão comenzó a recibir embajadores extranjeros para demostrar que Brasil no se cerraría del mundo. También fue el principal articulador del acercamiento a China, el principal socio comercial de Brasil. A partir de entonces, llegó a ser visto como una voz moderada en un Gobierno de ultras. Entre el núcleo duro ideológico del Planalto, el acercamiento con China se interpretó como una traición al presidente, que quería distanciarse de los comunistas. En la práctica, la ideología se dejó de lado y el comercio entre las dos naciones se mantuvo en su apogeo.

Mourão fue puesto a un lado. Actuó, sin embargo, en algunos momentos clave, como cuando se discutió si Brasil apoyaría o no una intervención militar en Venezuela para secundar a Juan Guaidó en su choque contra el presidente Nicolás Maduro. Más recientemente, comenzó a coordinar el Consejo Amazónico, un colegiado reactivado después de la crisis de los incendios forestales.

Esta semana, el vicepresidente tuvo que contradecir a su jefe. Dijo que Bolsonaro había sido mal interpretado al defender que el país debería priorizar la economía. "Puede ser que él (Bolsonaro) se expresase de una manera, digamos, que no era el mejor. Pero que trató de plantear fue la preocupación que todos tenemos con la segunda ola del coronavirus, como se llama en este momento”.

Bolsonaro reaccionó el viernes. En la entrevista con Band, dijo que Mourão se sentía libre de hablar por ser "imprescindible”, es decir que no puede ser separado de su cargo. “Con el debido respeto a Mourão, él es mucho más rudo que yo. Algunos dicen que incluso soy muy amigable cuando estoy cerca de Mourão. Él es el único que no es resignable en el Gobierno, por lo que puede estar tranquilo ".

En este contexto de tensión, Bolsonaro enfrentó a los gobernadores, se aisló políticamente y escuchó protestas contra su Gobierno en las principales ciudades del país. Esta semana, perdió el apoyo de un importante aliado, el gobernador de Goiás, Ronaldo Caiado (DEM). Pero el ajedrez político está lejos de estar definido.

Tras la presión del presidente para reactivar la economía, tres gobernadores autorizaron la apertura parcial del comercio en sus Estados: Rondônia, Santa Catarina y Mato Grosso. Los próximos movimientos dependerán de la gravedad de la pandemia.

#VotoJoven: gestión de campañas y creación de movimientos.



Por Rubén Weinsteiner


“En el recuerdo los grandes hombres son más grandes que su realidad; lo que vemos en ellos es a la vez lo mejor de ellos y lo mejor de nosotros”

Alain (Émile-Auguste Chartier)


El proceso de construcción y gestión de un marca política, en medio de la disputa de sentidos y ofertas simbólicas en los segmentos jóvenes, se potencia cuando se despliegan experiencias compartidas entre la marca política y los sujetos de elección jóvenes.

Esas experiencias compartidas son potentes en términos emocionales y eficaces a la hora de consolidar anclajes, en un modo de asegurar la permanencia de una experiencia determinada como disparador de significados.

La emoción influye decisivamente en la toma de decisiones. El sistema de preferencias en los segmentos jóvenes, se constituye a partir de la emocionalidad. Aunque parezca que ciertas decisiones se toman a partir la racionalidad y el análisis, en realidad, en lo que interviene la racionalidad es en justificar, y construir un relato que explique porqué tomamos esa decisión.

Disenso formal activo

Los sujetos de elección jóvenes, más que leer o escuchar a las marcas políticas, las viven, las sienten y se conectan con ellas dentro de un esquema de conexión permanente en su sistema de relaciones, a través de la Web social, y fundamentalmente a través de una conexión emocional potente que convoque al disenso formal activo, a asumir una mirada crítica, a querer cambiar las cosas, al reconocimiento tribal y a dar batallas contra enemigos poderosos y con final abierto.

No hay que hacer campañas, hay que construir movimientos.
De esa manera se involucran, se identifican, se construyen flujos de pertenencia y pertinencia, y se comprometen con las marcas políticas, produciendo una selección sistemática que ordena y clasifica las percepciones a favor de la consolidación de un posicionamiento emocional, que combina “lo mejor” del candidato y “lo mejor” de ellos.

Tendencias


Las tendencias en los segmentos jóvenes son disruptivas y marcan la cancha en la forma en la que los jóvenes se comunican, sienten, descubren y comparten.


Para conseguir atención en los sujetos de elección jóvenes hace falta ubicuidad, consonancia, y la capacidad de traducir tendencias en oportunidades.

Esas tendencias-oportunidades, pueden instalarse y proyectarse en construcciones vinculares emocionales, en las propuestas de luchas contra enemigos poderosos con final abierto, en esquemas de valoraciones y valores, en las utopías a perseguir y los objetivos a alcanzar. La emocionalidad presente en las consignas, la ritualidad, la simbología y el discurso, ordenan percepciones y emociones a favor de la organicidad de un movimiento.


Para eso hace falta estar cerca, asumir la cultura de los segmentos jóvenes, y dotar a la marca política de capital imaginético; de imágenes, emociones, y links a ser disparados por la marca para proyectar una perspectiva de futuro, de cambio disruptivo, que siempre será mejor que el presente.

El “subirse al mismo barco” para lograr los cambios, le otorga vitalidad y dinamismo al vínculo entre una marca política y los jóvenes. El pertenecer, a ese barco-movimiento le da sentido a la bronca originaria y movilizadora, legitima la insatisfacción, y propone desafíos con la alegría de la acción y compromiso colectivos.
Rubén Weinsteiner