Ganar por el voto joven

La edad y el comportamiento electoral

Por Eduardo Chávez Molina
Pablo Molina Derteano


La edad del votante influyó tanto en las presidenciales argentinas como en las de Estados Unidos o en el referendo por el Brexit. Con los números, los sociólogos Eduardo Chávez Molina y Pablo Molina Derteano analizan el comportamiento de los sub 30 y aseguran que con una mayor participación el resultado hubiera sido diferente. Cómo se mueve la generación que participa en marchas, expresa sus opiniones y denuncias por Internet, disfruta y promueva la hibridación cultural, pero se muestra renuente a la representación política tradicional.


Las recientes elecciones en Francia y las  legislativas argentinas representan momentos decisivos, donde se juegan rupturas y continuidades de políticas económicas y sociales; de integraciones y desintegraciones internacionales.


Los datos de una elección sólo arrojan resultados por jurisdicción, por lo cual es la única forma oficial de aproximarse a alguna explicación del comportamiento de los votantes. A cambio de ellos existen los sondeos previos y los “boca de urna” que escudriñan con mayor detenimiento otros factores como sexo, edad, clase ocupacional, ingresos y educación entre otros.

Nuestra búsqueda inicial frente a la ausencia de datos fue acceder a las encuestas a “boca de urna” de las consultoras. El objetivo fue tener una aproximación socio-demográfica, que no tiene ninguna otra forma de comprobarse a través del propio sufragio. Solicitamos a las consultoras más prestigiosas del país la información nacional, cuyo margen de error esté registrado y que hayan respetado cuotas por edad. La otra condición fue que el resultado haya estado cerca de la diferencia final del escrutinio (2,6%).


Dimos con la encuesta que cumplía dichos requisitos aunque no contamos con las bases de datos, por una cuestión de propiedad de la información. Los resultados pueden anticiparse: la edad de los y las votantes emergía como una variable que parecía explicar más que otras cuál era la orientación de la elección. Pero, a medida que dirigíamos la mirada más allá de la situación puntual de Argentina en noviembre de 2015 y nos acercábamos a otros países y elecciones o a la imagen de popularidad del actual gobierno, encontrábamos que este hallazgo se tornaba más y más revelador.

A partir del trabajo de la generación del Milenio, descrita en el libro “The Lucky Few: Between the Greatest Generation and the Baby Boom” de Elwood Carlson, podemos apreciar por lo menos en su conducta electoral claramente diferenciada a la población de mayor de 50 años. El análisis limitado a la existencia tan sólo de esta variable, edad (no tenemos clase ocupacional, estudios, ingresos, jurisdicción, etc.) tiene su límites en relación a la escasez de información sobre otros componentes, pero también es importante.

En el libro “Millenials Rising: the next great generation”, de los sociólogos Neil Howe y William Strauss, se caracteriza a esta generación -que alcanza la mayoría de edad en el nuevo milenio- como muy vinculados a las nuevas tecnologías de información y altamente predispuestos al cambio. Si bien no logran establecer diferencias claras entre el cambio personal y el cambio social. Los autores los vinculan al liberalismo norteamericano, una tendencia de centroizquierda, muy favorable al movimiento y a la protesta, pero escéptica a la participación tradicional en elecciones o en partidos políticos, sindicatos y organizaciones de este tipo.

La edad en el mundo: del Viejo Continente al huracán Trump. Es un dato muy difundido que, en Occidente y en algunos países asiáticos, se está pasando por un proceso de envejecimiento poblacional y de declinación de las tasas de fecundidad. La proporción de adultos mayores de 60 años empieza a crecer numéricamente y tiene impacto en diversas cuestiones de agenda, de las que la más notable es la del agotamiento del sistema previsional.



Ese peso mayor de la población adulta y adulta mayor da claras señales de envejecimiento poblacional también mostró comportamientos electorales claramente diferenciadas, por ejemplo el referéndum de Gran Bretaña sobre la continuidad en la Unión Europea, conocida mundialmente como el Brexit. Dice el diario conservador español El Mundo:

“… los grandes perjudicados por la decisión del Reino Unido de abandonar la Unión Europea: los jóvenes. Con un ingrediente añadido que hace aumentar aún más su ira, y es que han sido los viejos los que han decidido su futuro por ellos. El 75% de los jóvenes de entre 18 y 24 años votó a favor de que el Reino Unido siguiera formando parte de la UE. Sin embargos los ancianos y los hijos del ‘baby boom’, muchos de los cuales ya peinan canas y lucen portentosas barrigas, les han ganado la partida. Una alianza -bastante decrépita, la verdad- que prefiere los recuerdos a los sueños, el pasado al futuro, la nostalgia al mañana y que sin pestañear ha impuesto su credo a los chavales” (diario El Mundo, versión digital 26/06/2016).



Las últimas elecciones en España (2016), otra sociedad con claros indicadores de envejecimiento poblacional, también mostró un claro voto generacional expresado mayoritariamente en PODEMOS, que sorprende en los más jóvenes. El 42,1% de los mismos dicen haberlo votado, una predilección generacional contundente. Si lo analizamos con los otros grupos de edades, y si lo comparamos con los mayores de 65 años, grupo etario en el cual PODEMOS sólo logra el 9,8% muy distinto al performance de los votos conservadores del Partido Popular, que aumenta su caudal sobre todo en la población mayor de 45 años.



En elecciones en los Estados Unidos también aparecen las brechas por edad. Un 55% de personas entre 18 y 39 años apoyó a Clinton, en la misma franja etaria sólo un 37% apoyó a Donald Trump. Puede observarse que los porcentajes de apoyo a la candidata demócrata, en las otras franjas de edad tienden a disminuir paulatinamente y a cambiar la tendencia por edad a partir de los 45 años, y sobre todo en el grupo poblacional de 45 a 64 años, donde se aglutina la mayoría de los votantes (40%).



¿Puede esperarse que en los próximos años, estemos en presencia de elecciones en donde haya un alto porcentaje de voto conservador y/o de derecha impulsado por generaciones de adultos mayores? La respuesta es compleja. Deben tenerse en cuenta, por lo menos, dos factores.



El primero son los regímenes electorales vigentes en cada país. En muchos países occidentales, el voto no es obligatorio lo que produce un efecto estadístico curioso. Los adultos mayores no sólo son más en términos poblacionales absolutos sino que tienen que participar más que los y las jóvenes en las elecciones. Su mayor peso es una combinación del efecto demográfico que se potencia con un régimen de elecciones voluntario.



El segundo es que puede ser un tanto lineal y llevar a confusión la asociación entre conservadurismo (o progresismo) con la edad. En todo caso, la edad, en una interpretación sociológica, tiene dos vertientes. Por un lado, el transitar determinada franja del trayecto vital no deja de tener un impacto relativamente homogéneo en muchas personas; y, al mismo, tiempo pesan las diferentes trayectorias generacionales y el cúmulo histórico de vivencias.

Las y los adultos mayores tienden a ser más renuentes a las innovaciones políticas en la medida que históricamente sus trayectos vitales se dan en sociedades cuyos dispositivos presionan para que sus subjetividades prioricen la conservación de sus condiciones de vida existentes por sobre el mejoramiento. En términos políticos, se convierten en un electorado que demandaría la conservación del status quo o bien se opondría a “cambios radicales”, que pudieran afectar.



En los casos del Brexit o de las elecciones españolas pesa este elemento conservador asociado a la edad y al miedo a un cambio radical, pero también hay una memoria histórica vinculada a un pasado al que no se quiere retornar (la España antes de la UE) o a uno al que se desea retornar, como es el caso de la Gran Bretaña “autosuficiente” del Commonwealth.



Trump, en cambio, en términos de conservadurismo es una ambigüedad. Para algunos analistas, como Javier Solana o Robert Mathews, el actual presidente estadounidense encarna un fuerte conservadurismo, centrando su discurso y su plan de acción en volver el tiempo atrás y terminar con los “daños” que supuso la globalización a la clase trabajadora norteamericana y al establishment más tradicional. Pero para otros analistas, como Beatriz Díez o Evan Tracy, Trump representa una ruptura contra la clase política tradicional, entre la cual el electorado ubicaría a la “dinastía Clinton”. Tampoco se ha pronunciado una mayoría electoral, ya que en números ganó Hillary Clinton, pero Trump la superó en electores. Ahora, en donde hay consenso, es en que muchos norteamericanos y norteamericanas mayores sintieron el llamado a volver a un pasado industrial glorioso, “make America great again”.



Entonces es posible avanzar al caso argentino considerando que, en gran medida, hubo un duelo entre generaciones, y que una de ellas se caracteriza por un fuerte elemento conservador, proveniente de una etapa del trayecto vital.



Cuando hablamos de generaciones preferimos hablar, como indican Carmen Leccardi y Carles Feixa (2005) de constelaciones generacionales cruzadas atravesadas por procesos sociales complejos que definen perfiles en sus experiencias vitales y sus preferencias. Puede decirse que quienes hoy tienen menos de 30 años, se alimentan de las generaciones T (por Tribu Urbana) y R (Por Red), según la clasificación de Feixa, en un artículo denominado “Generación xx. Teorías sobre la juventud en la era contemporánea.” Son dos generaciones que tienen en común la priorización de la defensa de los derechos individuales y sociales junto a la condena a las corporaciones y la globalización pero, que a su vez, descreen en forma creciente de la representación de los partidos políticos.



Inversamente, las otras generaciones anteriores, suelen ser clasificadas como más conservadores. Pero en especial para la generación de los mayores de 50 que en su socialización política primaron las ideas vinculadas a la defensa y el sacrificio. Son generaciones más propensas a aceptar el cierre de fronteras – internas y externas – como medio de preservar sus condiciones de vida socioeconómicas, a la vez, que aceptan la “necesidad” de “hacer sacrificios” en torno a la estabilización macroeconómica. Para esta generación, puede ser más “cómodo” el argumento de la culpa del gobierno anterior y la necesidad de “pagar la factura” en la actualidad.



A su vez, esta franja etárea mayor de 50 años, se informa más a través de medios tradicionales como la TV abierta o la radio; mientras que la generación R, debe su nombre a utilizar nuevas tecnologías y sopesar continuamente diferentes fuentes de información. Las anteriores generaciones son más fieles a un canal, a un periodista, a un multimedio. Y, además, siempre que pueden, votan.



El caso de Argentina. La derrota del kirchnerismo, en noviembre de 2015, no sólo se dio por escaso margen (Macri 51,3%; Scioli 48,7%; una diferencia de 2,6%) sino que fue el primer ballotage con todas las posibles polarizaciones que se pudieran despertar en la opinión pública. Aún hay muchas variables a considerar, pero podemos avanzar en una: el grupo etáreo. Y, como vimos en las elecciones presidenciales de España y de Estados Unidos o en el referéndum por el Brexit, encontramos del lado de quienes perdieron a los y las jóvenes, la generación del milenio como se les conoce en muchos ámbitos. Inversamente, los mayores de 50 años jugaron para el lado de los ganadores. Aunque la edad es un factor complejo que agrupa muchas cosas es un buen punto de partida.

En base a ello, y observando la composición demográfica del país, donde claramente se ven señales de envejecimiento de la población, (CELADE/CEPAL, proyecciones poblacionales), y observando los datos podemos apreciar que el grupo de 30 hasta 50, representa el grupo de mayor proporción poblacional, seguido del de 50 años y más; por sobre el grupo de 16 a 29.

Si “modelizamos” que cada grupo participa activamente en los procesos electorales, obviamente los adultos y adultos mayores tienen mayor peso de representación electoral.

Con respecto a nuestra variable observada, los datos de la boca de la primera vuelta son reveladores. Hay una clara diferencia de las preferencias electorales en base a la edad. A tal punto que los votantes menores de 30 años hubiesen hecho ganar a Scioli en la primera vuelta (muestran una preferencia de 41,8% sobre el 29% de Macri). Tiende a disminuir en el grupo de 30 a 50, pero mantiene una diferencia mayor al promedio, pero ya en la primera vuelta, los mayores de 50 años dan una victoria categórica a Macri, del 40,9 a 31,2%.

Luego, al observar la segunda vuelta, nuevamente el candidato del FPV gana en la franja etaria hasta 30 años, muy leve en la franja de 31 a 50 años, mientras que los mayores de 50 años, votaron masivamente por Macri, alcanzando casi el 60% de los votos.



***Un corte generacional que se profundizó en los últimos años y se aprecia claramente en las elecciones 2015, tanto en la primera vuelta como en el ballotage (situación que no había sucedido en las elecciones presidenciales 2003, 2007 y 2011).

***La impronta de las generaciones alberga explicaciones sobre los resultados electorales de España, Estados Unidos y la consulta del Brexit.



***El envejecimiento de las poblaciones y la búsqueda “conservadora” de las generaciones adultas mayores.



El voto hacia el candidato kirchnerista, basado en estudios de grupos de discusión (Ipar, Baravalle entre otros), se argumentó en la apreciación positiva de su capacidad de incorporar población ampliando derechos y curiosamente valorando en positivo la capacidad de conflictuar a los grupos económicos, y su capacidad de politizar sus decisiones, a partir del compromiso colectivo expresado en la movilización política callejera. Obviamente se constituyeron en los elementos más cuestionados por los votantes macristas, principalmente en la población mayor de 50 años.



Participan de marchas, expresan sus opiniones y denuncias por Internet, disfrutan y promuevan la hibridación cultural, pero se muestran renuentes a la representación política tradicional. El voto en blanco de los menores de 30 en la segunda vuelta en las elecciones presidenciales en Argentina es más del doble de los de las otras franjas etáreas. En el caso argentino, esta franja de jóvenes se muestra con gran rechazo no sólo a aquellas medidas que suponen algún impacto negativo en sus condiciones de vida sino también en relación a regresiones en torno a valores más asociados a los Derechos Humanos y a la democracia.

Recientemente, se han difundido estudios de las consultoras Poliarquía, Isonomía y Management & Fit sobre la imagen de gestión del gobierno de Mauricio Macri en franjas que van desde Abril de 2016 hasta el mismo mes de 2017 (La NACION, 30/04/2017). Los datos de la consultora Poliarquía dan cuenta de la importante baja en la imagen positiva del presidente. Esta caída es más evidente entre la población joven, pero también muestran cómo el grupo de 50 años o más logra revertir parcialmente esa tendencia.



Gráfico 1: Distribución por edad de quienes aprueban la gestión de Mauricio Macri

Fuente: Management & Fit, La Nación.



Es interesante observar la evolución de estas mediciones. El Gráfico 1 muestra una importante polarización. Cuando en noviembre de 2016, la gestión de Mauricio Macri parecía estar en su momento más bajo de aprobación para quienes tienen los 18 a 29 años; entre los adultos mayores estaban en su segunda medición más alta de la serie. A su vez, si observamos el gráfico 2 (teniendo en cuenta que se trata de fuentes distintas) puede verse que en un período cercano a noviembre de 2016 – el mes siguiente – la aprobación era pareja para los que tenían menos de 40 años y los que tenían 40 y más. En Abril de 2017, la tendencia de imagen positiva se redujo drásticamente para los de menos de 40 años. Justamente, el 1 de abril se dio una marcha “autoconvocada” en apoyo de la gestión de Macri, frente a supuestos “intentos golpistas”. Un dato no menor es que las imágenes de TV mostraron una importante mayoría de adultos mayores. Inclusive en el programa Animales Sueltos del 6 de abril, el conductor Alejandro Fantino se lo señaló al ministro de Educación Esteban Bullrich. “(…) algo que me llamo la atención. Que hubiese poca pendejada”, le advirtió el hombre de los medios.



Nuevamente, las mismas coordenadas que se advirtieron en otros países pueden ser utilizadas para el caso argentino. Aunque en el caso de las elecciones argentinas, hay obligatoriedad de voto. Pero además las diferencias generacionales se entrecruzan con experiencias diferentes: el divisor puede ser la crisis de 2001 y la apreciación de lo que puede llegar a impactar a los jóvenes una profundización del neoliberalismo en la Argentina. Para los jóvenes argentinos, como la inmensa mayoría de jóvenes de los países seleccionados, comienza a mostrar conductas particulares.



Algunas ideas. Empezar a considerar la edad como un factor de incidencia no sólo a la luz de los datos presentados sino también porque hay un marco poblacional de mayor envejecimiento. Comparativamente la población de adultos mayores en los padrones electorales va a tender a ir creciendo. A su vez, en países noratlánticos, la falta de participación de los jóvenes en las elecciones acrecienta esa tendencia.

La irrupción de dos “generaciones” con paradigmas opuestos en el uso de la información y la concepción de la política, la cual se refuerza en una generación adulta mayor con tendencias a un mayor conservadurismo que se consolidaría por la vía de elecciones formales, frente a una población más joven que tiene una tendencia de política más basada en el movimiento y la vigilancia de los derechos sociales, políticos y humanos.

Es probable que a la luz de la información, aunque limitada, en el caso argentino estemos presentes ante una “grieta” más en la disputas de las hegemonías discursivas del país y donde por primera vez desde que se puede ampliar la información electoral, se aprecia claramente un voto y una intención electoral, fuertemente diferenciada por las generaciones.

México y la desigualdad como eje de la campaña electoral

Oxfam pone dedo en la herida, cada vez más injusticia social

La injusticia social en México amenaza ser eje de las campañas electorales.


Un informe que desnuda la injusticia social cada vez mayor en México, clasificado como uno de los países más desiguales del mundo, irrumpió en la discusión pública en vísperas del arranque de las campañas presidenciales del país.
El documento fue lanzado a tiempo para que el tema se instale en el debate de modo que pueda incorporarse a las plataformas de los candidatos.

Según el reporte "Mexico Justo: Propuestas de políticas públicas contra la desigualdad", elaborado por la organización no gubernamental Oxfam, México forma parte del 25% de los países más inequitativos del planeta.

La causa la combinación de un cóctel tóxico que incluye malas políticas asistenciales, corrupción e ineficiencia gubernamental, según el descarnado diagnóstico de la ONG.
Las políticas de combate a la pobreza, que suelen ser siempre la parte más seductora de las ofertas de campaña de los aspirantes a puestos electivos, no han sido capaces de cerrar la gigantesca brecha entre pobres y ricos, que cada día se ensancha más.
El documento señala que audaces estrategias antipobreza designadas bajo distintos nombres -Solidaridad, Progresa y Oportunidades-, antecedentes del actual, llamado Prospera, no han podido desterrar la polarización en los ingresos.

Ni siquiera han logrado cambiar un ápice el panorama social del país, donde casi la mitad de la población vive en pobreza de ingresos.
Entre 1997 y 2016, distintos gobiernos invirtieron el equivalente a unos 45.000 millones de dólares pero la proporción de pobres 43% de la población total (53 millones de personas), según el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) se mantuvo prácticamente intacta.

"En México, el régimen de bienestar social no garantiza la misma calidad y acceso en ejercicio de los derechos sociales para las personas trabajadoras y las no trabajadoras", señaló Diego Vázquez, gerente de investigación de Oxfam-Mexico.
Según el activista, la política de combate a la pobreza "tiene un enfoque asistencialista y clientelar que, lejos de dar resultados, permite un uso político-electoral de las personas pobres".

Un empleo puede ayudar al sustento de las familias, pero no es suficiente para sacarlas de esta postración, que se reproduce por generaciones, según Oxfam México. La entidad no se queda en el diagnóstico y propone un "decálogo" para reducir la distancia entre el 1% más rico, que concentra casi la mitad de la riqueza nacional.
En primer lugar, pide "transitar hacia una nueva política social con enfoque universal y de derechos, un uso eficiente del gasto público en educación y salud y una política laboral que termine con la precarización de la clase trabajadora".

Otra de las cosas que plantea es un nuevo régimen de impuestos que "grave en mayor proporción a los más ricos" y aplicar la mano dura en el combate a la corrupción. Oxfam también urge a consolidar un sistema de seguridad social universal efectivo, aumentar los fondos de los cinco estados más pobres del país, entre los que figuran Oaxaca, Chiapas y Veracruz, en la región sureste.

De esta manera, podrá ser posible mejorar las escuelas, construir nuevos hospitales y aumentar las becas para estudiantes de bajos ingresos.
A nivel nacional, la organización recomienda "incentivar la matriculación escolar en el nivel medio superior", donde se registran los mayores niveles de deserción entre los pobres.
Otras de sus propuestas son diseñar una nueva política industrial y elevar el salario mínimo "hasta la línea de bienestarm seguido de aumentos graduales de acuerdo a la inflación del país".

A través de su sitio en línea y las redes sociales, la ONG lanzó una cruzada para que los ciudadanos se sumen a su propuesta de que los candidatos a distintos cargos incorporen este "decálogo" en su elenco de compromisos con sus electores, de cada a las votaciones generales del 1 de julio próximo.

EE.UU. publicó una lista negra de rusos

El Tesoro nombró a más de 200 políticos y empresarios que podrían ser sancionados


Aunque hasta el momento no ha sido castigada ninguna de las personas denunciadas, el secretario del Tesoro advirtió que podrían imponerse sanciones contra los hombres fuertes de Moscú.


El secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, advirtió que los nombrados podrían ser sancionados.


Si algo le faltaba a la complicada relación diplomática que mantienen Rusia y Estados Unidos es la divulgación de una lista con los nombres del núcleo duro que rodea al presidente Vladimir Putin. Todo indica que Donald Trump aceptó de mala gana ir en contra del líder del Kremlin, ya que no hizo lugar a un pedido del Congreso para sancionar a Moscú por su supuesta injerencia en las elecciones de 2016.

La lista, compuesta por 114 políticos y 96 oligarcas rusos, fue difundida por el Departamento del Tesoro, y está copiada de la página web del Kremlin y de un artículo de la revista financiera Forbes. Aunque hasta el momento no ha sido castigada ninguna de las personas que aparecen denunciadas, el secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, advirtió que podrían imponerse sanciones en el futuro contra los hombres fuertes de Moscú.

Para Putin, la lista daña las relaciones entre ambos países que, de por sí, se “encuentran en una situación muy complicada”, como nunca antes estuvieron en las últimas décadas. Putin, quien buscará la reelección en las elecciones del 18 de marzo, por seis años más, no está mencionado en ella, pero sí el primer ministro, Dmitry Medvedev, así como aliados presidenciales, ministros y líderes de compañías estatales rusas.

Algunos políticos rusos señalan que dicha lista es una muestra de la paranoia que existe en Estados Unidos con respecto a Moscú. Pero otros, como el ascendente líder opositor ruso Alexey Navalny, la apoyan totalmente. “Nosotros estamos complacidos de que todos ellos han sido reconocidos como bandidos y ladrones a nivel internacional”, escribió Navalny en Twitter.

Sin embargo, se preguntó por qué fueron incluidos en ella los nombres de políticos que no mantienen lazos con Putin, como el fundador y el CEO del buscador Yandex, la empresa de tecnología más grande de Rusia. Entre los 96 oligarcas, que el Departamento del Tesoro acusa de amasar fortunas por unos 1.000 millones de dólares gracias a su cercanía a Putin, figuran el magnate petrolero Roman Abramovich, dueño del club Chelsea, y Alisher Usmanov, quien posee una gran participación en el equipo inglés Arsenal.

Antes que difundirse la lista, Trump no hizo lugar a una serie de sanciones aprobadas por el Congreso contra Rusia, después de que la inteligencia estadounidense determinara que Putin había ordenado una campaña para perjudicar a la rival de Trump, Hillary Clinton, durante la campaña para elecciones presidenciales en noviembre de 2016.

Lo cierto es que el llamado “Rusiagate”, que viene lastimando a Trump desde entonces, basado en un supuesto vínculo entre el magnate y hombres de negocios del Kremlin, está lejos de haber concluido. Esta semana, la oposición demócrata acusó a Trump de provocar una crisis constitucional al permitir que se publicara un informe que cuestiona el papel de la Oficina Federal de Investigaciones (FBI) y el Departamento de Justicia, para manipular información contra Rusia. El documento menciona que el FBI favoreció supuestamente a los demócratas al utilizar la información proporcionada por Christopher Steele, un ex espía británico que escribió un dossier lleno de detalles sórdidos contra Trump. Los demócratas creen que este documento, elaborado por los republicanos de la Comisión de Inteligencia de la Cámara de Representantes, trata de erosionar la investigación que involucra a Trump. Incluso sospechan que puede ser utilizado para apartar al fiscal especial que investiga el caso, Robert Mueller, que ha venido recabando pruebas y testimonios sobre los supuestos vínculos entre la gente de Trump y el Kremlin.

Otra cabeza que puede rodar es la del fiscal general adjunto, Rod Rosenstein, que supervisa a Mueller. Hay que recordar que Trump ya despidió al ex jefe del FBI James Comey por su política rol en la investigación de la filtración durante la campaña de correos electrónicos privados de Hillary Clinton, que habría sido obra de hackers rusos. Según sospecha Trump, Comey habría protegido a la candidata demócrata en su investigación del contenido de esos mails, que revelaron serios conflictos de interés por parte de la ex Primera Dama, y que condujo a la renuncia de altos líderes partidarios a pocos días de la elección.

Con la difusión de ese memorándum secreto, Trump ha vuelto a pasar a la ofensiva luego de pronunciar esta semana su discurso del Estado de la Unión, que le valió que una ovación de los legisladores de su partido. Ayer Trump aseguró que dicho memorándum publicado demuestra su inocencia. “Este informe defiende totalmente a Trump en la investigación. Pero la caza de brujas rusa sigue y sigue”, afirmó Trump en su cuenta de Twitter, antes de llegar a su club de golf de Palm Beach, en Florida, donde pasará el fin de semana. “No hubo Complot ni Obstrucción (‘obstrucción’ es la palabra utilizada ahora porque, tras un año de mirar sin fin y no encontrar NADA, la idea de ‘complot’ está muerta). Esto es una desgracia estadounidense.”

Hoy Ecuador plebiscita su futuro político

Más de 13 millones de votantes participarán del referéndum constitucional y de la consulta popular


Más allá de las siete preguntas, estará en juego buena parte del futuro del Ejecutivo de Lenín Moreno y del devenir del ex presidente Rafael Correa, feroces rivales y fervorosos promotores del Sí y del No, respectivamente

Una mujer vota en un geriátrico; ayer empezó la consulta en cárceles, hospitales y residencias de jubilados.


Los poco más de 13 millones de ecuatorianos participarán hoy del referéndum constitucional y de la consulta popular convocados por el Gobierno, en los que, más allá de las siete preguntas puntuales, estarán en juego buena parte del futuro del Ejecutivo de Lenín Moreno y del devenir del ex presidente Rafael Correa, convertidos en feroces rivales y en fervorosos promotores del Sí y del No, respectivamente.

Moreno impulsa el Sí en las siete preguntas que integran su consulta, y que incluye cuestiones como la lucha contra la corrupción, la eliminación de la reelección indefinida y las reformas al Consejo de Participación Ciudadana y Control Social (CPCCS) que designa a las autoridades de control. Las preguntas también abarcan temas como la plusvalía y la protección del ambiente y minería, y busca declarar imprescriptibles los delitos sexuales contra menores de edad.

Sin embargo, lo que se mide en el fondo es la profunda zanja marcada entre el ex presidente Correa, que encabeza una suerte de coalición por el No, y su sucesor y ex aliado Moreno, que con el referéndum consiguió encolumnar detrás del Si a 36 organizaciones y partidos.

Sindicatos, partidos de izquierda y de derecha y hasta organizaciones empresariales respaldan la consulta, más bien porque suponen que un triunfo del Sí constituiría un golpe a todas vistas irremontable para las eventuales aspiraciones electorales de Correa, que gobernó el país de enero del 2007 a mayo del 2017: si el Sí se impone en la pregunta que busca limitar la chance de reelección a una sola vez, lo dejaría afuera de una nueva postulación.

Correa no solo llama a votar No (aunque hace especial hincapié en tres preguntas) sino que, más aún, considera a la consulta absolutamente inconstitucional, al no contar con el visto bueno de la Corte Constitucional que debía dar vía libre al referéndum. Mediante los Decretos Ejecutivos 229 y 230, el presidente Moreno convocó a una consulta popular y referéndum sin esperar el dictamen previo de la Corte sobre la constitucionalidad de las preguntas, requisito fundamental, no discrecional. Durante la campaña, que terminó el jueves por la noche, el ex mandatario fue víctima de nuevas denuncias judiciales en su contra y de ataques físicos que sufrió en algunas de las ciudades que visitó para impulsar a la ciudadanía a votar negativamente.

La relación entre Moreno y Correa marcó a pleno el camino a la consulta: hubo entre mandatario y antecesor primero frialdad, después enojo, más tarde serios cuestionamientos cruzados y ahora simplemente una distancia abismal y acusaciones de traición hacia un lado y de corrupto hacia el otro.

En lo formal, el paso de los ciudadanos ecuatorianos por las urnas responde a un referéndum, que implica modificar la Constitución y que incluye cinco preguntas, y una consulta, que suma los dos interrogantes restantes que modifican o derogan leyes menores. Las dos más polémicas, sin embargo, son las de la reelección y la referida a la reestructuración del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social.

La reforma constitucional de Montecristi, en 2008, habilitó una única reelección, pero una enmienda del Congreso de diciembre del 2015 habilitó la reelección indefinida, aunque Correa no hizo uso de la chance de volver a postularse. En uno de los mensajes que acompañaban a los spots en la campaña por el No se leía: “La releeccion indefinida no existe, lo que existe es la postulación. Postularse no es sinónimo de ganar una elección. Eliminar la postulación indefinida es ponerle freno a nuestros derechos como ciudadanos”.

En cuanto a la otra pregunta en cuestión, en Ecuador, además de los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, se agregaron justamente en la reforma del 2008 los poderes de Transparencia y Control, y el Electoral. Dentro de las funciones del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social, está la de designar al procurador general, a todos los superintendentes, al defensor del pueblo, al defensor público, al fiscal general, al contralor general, a los miembros del Consejo Nacional Electoral y a los miembros de la Corte Constitucional, entre otros. Por eso para el correísmo la pregunta apunta a que el Ejecutivo se apodere del cuerpo, ya que le otorga competencias que el actual Consejo de Participación no tiene, porque la fiscalización de autoridades de control le corresponde a la Asamblea Nacional.

La campaña permitió también que se perfilaran algunas plataformas políticas, junto con sus respectivos líderes. Por ejemplo, Libertad es Pueblo y Democracia Sí son encabezados por Gary Moreno, hermano del mandatario, y por Gustavo Larrea, amigo, respectivamente. Las dos fuerzas ya anunciaron que buscarán convertirse en partidos políticos.

Como observadores internacionales actuarán misiones de la Unasur, de la OEA, de la Unión Interamericana de Organismos Electorales (Uniore) y de la Asociación Mundial de Organismos Electorales (A-WEB, por sus siglas en inglés). La misión de observación electoral de la Unasur desplegó una treintena de expertos en las jurisdicciones andinas de Pichincha y Azuay; las costeras de Manabí, Esmeraldas y Guayas; y en la amazónica de Orellana, consideradas representativas de todo el país, integrado por 24 provincias.

Segundos afuera

Moreno asumió el cargo intentando desmarcarse de Correa con un gobierno de “mano extendida” que lo llevó a reunirse con la oposición tradicional conservadora y los grandes medios privados.




Correa y Moreno, protagnistas de una disputa política que se dirimirá con el referéndum.


El referéndum de hoy en Ecuador es el último round de la pelea entre dos ex aliados, el presidente Lenín Moreno y su antecesor Rafael Correa, que comenzó el año pasado al poco tiempo de asumir el mandatario.

El 2 de abril de 2017, Moreno y Correa celebraron en un acto en Quito la victoria electoral, abrazados y entre cánticos, y, con ella, la continuidad de la Revolución Ciudadana, el proyecto socialista que el ex presidente promovió en el país desde 2007.

El 24 de mayo, Moreno asumió el cargo intentando desmarcarse del ex presidente al proclamar un cambio de estilo, austeridad y lucha contra la corrupción. Se mostró liderando un gobierno de “mano extendida” que lo llevó a reunirse con los archienemigos del ex mandatario, entre ellos la oposición tradicional conservadora y los grandes medios privados. El 10 de julio Correa partió a Bélgica con su familia, no sin antes lanzar duros reproches en Twitter contra Moreno, al que tildó de traidor y mediocre.

El 28 de julio, en un discurso que brindó al país, el Presidente acusó a su antecesor de haber derrochado la extraordinaria renta petrolera recibida durante su gobierno y de haberle dejado un país sumamente endeudado, en una situación crítica, con un déficit fiscal cercano a cinco por ciento del PBI. Enfurecido, Correa, que atribuye la delicada situación de la dolarizada economía a la prolongada caída del crudo y a la devaluación de las monedas de los países vecinos, aseguró que Moreno está preparando un “paquetazo” de medidas económicas, obedeciendo los dictados de la oposición.

Poco tiempo después, el mandatario arremetió contra el jugador más fuerte del correísmo dentro del gobierno: el re-elegido vicepresidente Jorge Glas, quien públicamente acusó al gobernante de aliarse con la oposición. El 3 de agosto Moreno despojó de sus funciones a Glas, que arrastraba denuncias de corrupción en su contra. “El dedo apunta cada vez más hacia usted”, sentenció antes de que la justicia vinculara al funcionario en el escándalo de sobornos de la constructora brasileña Odebrecht. Aún en el cargo, Glas pasó a prisión preventiva el 2 de octubre y enfrentó un juicio por asociación ilícita. La justicia lo sentenció el 13 de diciembre a seis años de prisión y el 3 de enero perdió su puesto por ausencia definitiva.

Correa argumentó que el presidente usaba la lucha contra la corrupción como pretexto para desprestigiar a su gobierno y consideró a Glas un “preso político”.

La pelea entre los fundadores del partido Alianza País (AP) se trasladó a la Asamblea Nacional. El oficialismo, mayoritario en la Asamblea, se fracturó cuando el ala correísta destituyó a Moreno de su cargo de presidente de AP el 31 de octubre. La decisión fue desconocida por el ala morenista, que recibió el apoyo del Consejo Nacional Electoral (CNE) al ratificar a Moreno en el cargo dentro del partido. Los correístas terminaron desafiliándose de AP con la firme intención de crear una nueva organización, de cara a los comicios regionales de 2019.

El 29 de noviembre Moreno convocó a un referendo de siete preguntas, tres de las cuales abiertamente anticorreístas, sin esperar la aprobación de la Corte Constitucional. Al día siguiente Correa, que tildó al referéndum de inconstitucional, se proclamó como el principal opositor. El ex presidente, que había vuelto al país el 25 de octubre para intentar resolver la crisis institucional de AP, inmediatamente comenzó a liderar la campaña por el No, durante la cual ha acusado al gobierno de Moreno de buscar involucrarlo en presuntos actos de corrupción para inhabilitarlo políticamente.


En Ecuador, el voto es obligatorio para los mayores de 18 años y optativo para los menores de entre 16 y 18 años. Para mañana se montarán 35.108 juntas receptoras de votos, que estarán abiertas de 7 a 17 (9 a 19 de Argentina).

Menéndez: “En las elecciones quedó demostrado que con Cristina sola no alcanza”

El titular del PJ bonaerense insiste en la necesidad de trabajar por la unidad. “Una cosa es lo que se dice en público y, otra, en privado", afirma sobre los que rechazan un pacto.
 
Gustavo Menéndez


“Veo un gobierno que está perdido, que no está encontrando el rumbo”, dispara con su voz pausada el intendente de Merlo y flamante conductor del PJ de la provincia de Buenos Aires, Gustavo Menéndez. Vestido con jeans, zapatillas y una remera de Jesús,  en su departamento del centro de Merlo. Cristina, Massa y los gobernadores se convirtieron en la dinámica diaria de quien hace dos años era concejal opositor. Insiste en trabajar por la unidad, con la premisa de que “si el peronismo no hubiera estado dividido, habría ganado las últimas elecciones”.


—¿Cicatrizaron las heridas de la derrota de octubre?

—No, estamos en vías. Estamos en una situación de reconstrucción paulatina. Me imagino un gran Pacto de la Moncloa en algún momento que nos permita a los argentinos volver a sentirnos orgullosos.
—¿Entre quiénes?
—Es que volvemos a los nombres propios. Con todos.


—¿Merecieron perder?

—Creo que somos oposición porque merecimos ser oposición. Creo que hemos cometido los errores suficientes. No estaba acostumbrado el peronismo a ser oposición. Los pueblos nunca se equivocan. Para volver tenemos que ser mucho mejores de lo que nos fuimos, si no, es preferible no volver más.




—Los gobernadores en diciembre colaboraron para aprobar la reforma previsional, ¿no hay una contradicción con lo que viene diciendo?

—Creo que lo que nos está faltando, y que por eso suceden esas contradicciones, son los espacios donde debatir. Hay que ver si tuvieron presiones, si tuvieron necesidades...




—A todo lo que me comenta le falta incorporar el factor Cristina. Usted dijo que ella no quiere tener centralidad en esta etapa, pero fue candidata.

—Cristina colabora muchísimo en el proyecto de unidad: sin marcar con el dedo a nadie, acompañando las decisiones de los compañeros, gesto de humildad enorme.




—Sacó el 37% en las últimas elecciones...
—¿Cristina sola alcanza? No. Se ha demostrado en las últimas tres elecciones que ella sola no basta. Ni estando en el Gobierno. ¿Cuántas veces más tenemos que perder para darnos cuenta de que la gente nos viene diciendo “únanse”?




—¿Qué pasa con esos sectores que dicen “con Cristina no queremos saber nada”?

—Una cosa es lo que dicen en público y otra cosa es lo que se reconoce en privado. Si vos hablás con Cristina, Graciela (Camaño), Sergio (Massa) y (Miguel) Pichetto, te dicen otra cosa. Yo tengo la posibilidad de hablar con ellos en privado, y de comprobar que tenemos muchísimas coincidencias, enormes coincidencias


—¿Una foto puede modificar el amperímetro? ¿Suma algo a dos años de la elección?

—En este mundo, lo que no comunicás es como si no hubiese sucedido. Una foto no retrata todo el trabajo que hicimos ese día en particular. Se hizo un breve extracto de títulos sobre los temas que trabajamos.

—¿Cuál es el as bajo la manga que puede tener el peronismo para ganar en 2019?

—El as bajo la manga es la unidad. ¿Dos años antes había alguien imbatible? Cayó Napoleón, cayó Alejandro Magno, cayó el Imperio romano. Me parece que ese es un juego que quieren instalar, pero imbatibles son los que hacen las cosas muy bien.

Pablo Rodríguez

La temida suba de tasas de la FED ya llegó

Por Guillermo Laborda
El impacto se sintió en las últimas emisiones de empresas argentinas en Wall Street.



Pareciera que, al menos en los mercados, todo tiempo pasado fue mejor. Es que el fantasma tan temido, la suba de las tasas en Estados Unidos, está llegando al tiempo que Janet Yellen se aleja de la Fed. Basta ver lo sucedido en las últimas horas con las acciones en Nueva York. Y lo sufrieron en parte los lanzamientos de Corporación América Airports y de Central Puerto en la plaza norteamericana. En el primer caso igualmente recaudaron fondos por US$ 486 millones con Citi, Oppenheimer, BofA, Merrill Lynch y Goldman Sachs como colocadores. Citi actuó para estabilizar la oferta


Podrá gustar o no Donald Trump pero la economía norteamericana en enero sumó más puestos de trabajo de lo esperado y los salarios crecieron al mayor nivel desde la crisis financiera. Y se da el clásico movimiento: las tasas de interés y el dólar suben, caen los bonos y las acciones. ¿Cuánto se debería preocupar el Gobierno por este cambio de rumbo que llega desde Estados Unidos? Por el momento, no demasiado, dado que los incrementos de tasas sólo implican que la Argentina deberá pagar algunos puntos básicos más por la deuda que deba emitir. Los mercados siguen abiertos. Lo que sí está claro es que todas las mañanas, ahora habrá que mirar la tasa a 10 años en EE.UU., una práctica en desuso en los últimos meses.



En la plaza local puntualmente, las tasas van en sentido opuesto a las del mundo desarrollado. A decir verdad, el BCRA estuvo saliendo a ofrecer LEBACs en el mercado secundario a 26,80% de rendimiento para febrero. Marcó un piso. Es muy complejo lo que pretende el Gobierno: crecimiento, bajar la inflación, ajustar las cuentas públicas, corregir atraso tarifario...Por lo pronto los economistas más creíbles del mercado ven difícil que el 2018 cierre con una inflación juvenil, es decir, "sub 20". Rondará ese porcentaje.



El fantasma de la suba de las tasas en Estados Unidos, está llegando. Basta ver lo sucedido en las últimas horas con los lanzamientos de Corporación América Airports y de Central Puerto en la plaza norteamericana.



Y yendo al crecimiento, Marina Dal Poggeto contempla un incremento del PBI del 2%. Es que se percibe un ajuste de la economía "desarrollista", mezcla de ortodoxia y heterodoxia, un ajuste "trans". La base monetaria está creciendo al 23% interanual, el M2 al 29%. Lo fiscal que encara Nicolás Dujovne es lo más creíble, con la meta de déficit primario de 3,2% que se sobrecumplirá. La inflación del 2018 dependerá mucho de las paritarias, del dólar, y de la apertura comercial que disponga el gobierno. Difícil acertar con el número.



Pero con el arranque de febrero, también arrancan los tribunales. Y esto está en relación con las paritarias, que, de nuevo, son clave en la política anti-inflacionaria. Cerraron ya gremios pequeños como aceiteros y personal de Bolsa de comercio en 15% de incremento sin cláusula gatillo automática. Lo que sí es importante destacar es que los convenios incluyen la posibilidad de volver a sentarse a negociar en octubre ante desfasajes que haya, y habrá, en la inflación observada. A decir verdad, la cláusula gatillo era ilegal: no está permitida la indexación en la Argentina. Pero el ajuste actuó.

Febrero estará marcado por la guerra con los docentes de la provincia de Buenos Aires de la mano del preceptor Roberto Baradel y lo que suceda con los bancarios. En ese último caso, el poder de fuego es menor, dado que con el descuento de los días de trabajo, las huelgas se circunscriben a la banca oficial y a entidades del microcentro.

Jerome H. Powell, el nuevo presidente de la Reserva Federal.

Pero ¿qué tiene que ver el fin de la feria judicial? Es que la negociación salarial estará afectada por una cuestión extra-numérica, que es la causa que afecta a la familia Moyano por el manejo de la obra social de Camioneros. La paritaria es algo que nadie mira hoy en ese gremio. Todo se mueve en función de Tribunales. En general, el apoyo a "la familia" en la central gremial está en descenso. Fuentes oficiales aseguraron que no habrá paz con Moyano. Será el tema de febrero.




Cuatro acciones que tienen la capacidad de arrastrar a todo el mercado



El informe tradicional del "oso", el ejecutivo de banca privada que se escuda detrás de ese seudónimo, vino en esta ocasión, focalizado en lo internacional. No es para menos: la suba de las tasas en EE.UU. genera cierto escozor en la plaza. Este avezado operador del mercado hasta incluye una recomendación para el fin de semana: "Para aquellos fanáticos del mundo de las finanzas, recomiendo el documental "Dirty Money" en Netflix que tiene seis capítulos imperdibles" señala.



A continuación, los puntos salientes del informe:



1) A pesar de la volatilidad de los últimos días, el Dow Jones ha tenido su mejor enero de desde 1997 pero ha sido el peor comienzo para los bonos del Tesoro en 25 años; llegamos a 2,79% en la tasa a 10 años y 3,03% en la de 30 años; la racha continúa y llegamos a 15 meses consecutivos con cierre positivo en el S&P 500, algo que ha ocurrido en 22 de los últimos 24 meses; la última baja de más del 3% fue en noviembre del 2016.



2) Las queridas Bitcoin han tenido su peor mes desde 2013; tocaron US$ 8449 (¿adónde se fueron los compradores?); todos sabemos que las acciones FAANG (Facebook, Apple, Amazon, Netflix, Google han sido fundamentales en este mercado).



3) La realidad es que existe otro cuarteto fantástico y que ha subido mucho más que las anteriores en los últimos 2 años: son McDonald's, Caterpillar Boeing y 3M; si tomamos la valuación histórica de los últimos 20 años el rango de valor ha sido entre 1,5 y 2,5 veces su facturación, en el 2016 rompieron la media y hoy cotizan a un promedio que es el doble de las ultimas 2 décadas; no los quiero aburrir con tecnicismos pero el principal motivo por el que los inversores compran estas 4 acciones es por el dividendo que pagan; el tema es que la mayoría lo hace a través de ETF (fondos específicos); en ellos podemos ver que las 4 acciones son las principales tenencias en la mayoría de estos fondos; la pregunta es cuántos inversores comprarían en forma individual estas acciones teniendo en cuenta la valuación actual de las mismas... en pocas palabras, el día que tengamos una liquidación de activos por un mercado en baja, estas acciones caerán en picada arrastrando al resto del mercado igual que sus primas hermanas (FAANG).



4) Algo para tener en cuenta es la semblanza en general de los mercados emergentes e lo que en base a lo ha sucedido con la tasa de interés en EE.UU.; hoy vivimos en mundo donde sólo hay compradores y no existen manos para sostener ya que los bancos están limitados y gran parte del mundo hoy se maneja vía ETF.



5) Fue opaco el debut en la bolsa de Corporación América Airports; no le alcanzo bajar su precio de oferta de 19 a 17 dólares, llamativamente la acción cerró en 16.44; si la semana pasada nos sorprendió AHMSA de México, esta semana es IMPSA de Argentina que a sólo un año de finalizar la reestructuración de sus pasivos, volvería al mercado a encontrar valientes que le presten dólares.

Poland reckons with unintended consequences as Holocaust bill kicks up a storm



During a Jan. 2 visit to the home town of a Polish family killed for rescuing Jews from the Nazis, Polish Prime Minister Mateusz Morawiecki inspects a wall bearing the names of Poles involved in such efforts. Morawiecki said it was “very sad” that some people are unaware Poland does not share responsibility for the Holocaust.

By Griff Witte

The Polish government was trying to solve a domestic problem in recent days when it pushed through legislation long sought by hard-line supporters who say the country is unfairly maligned for the horrors that unfolded on its soil during the Holocaust.

But in looking to criminalize those who suggest Poles took part in Nazi atrocities, lawmakers sparked an international uproar. The fallout has included rifts with close allies, condemnation by Jewish groups worldwide and an intense focus on the very questions of complicity that nationalist Poles were hoping to sweep aside once and for all.

“The government achieved exactly the opposite of what it wanted,” said Piotr Buras, head of the Warsaw office of the European Council on Foreign Relations. “The unintended consequences and the international damage have been huge.”

The episode is just the latest in a series that have left Poland, a nation of 38 million that sits strategically at NATO’s eastern frontier, estranged from its Western partners.

Having already alienated much of Europe with a law limiting the independence of the Polish judiciary, the Holocaust bill drew an especially stern rebuke from Washington — where President Trump had been considered sympathetic to Warsaw’s defiant brand of right-wing populism.

Under a new law passed in Poland on Feb. 1, any suggestion the country was complicit in the Holocaust could land offenders in jail. (Reuters)

It is still unclear how deep the damage runs and whether it can be reversed. The legislation has been passed by both houses of Parliament but still requires the signature of the president, who has signaled his support. Regardless of whether he signs the bill, it may have generated bigger problems than the one it was meant to resolve.

“The government is in a trap,” Buras said. “They don’t want to ruin their relationship with the United States. At the same time, if they back down now, they would ruin their relationship with the party’s base. And in Poland, this second factor is more important.”

The country’s prime minister showed no signs of backing down on Friday, a day after the Polish Senate ignored the international backlash and overwhelmingly approved the legislation. Poland’s lower house passed the bill, which mandates fines and jail terms of up to three years, last week.

During a visit to the home town of a Polish family that was murdered during World War II for trying to rescue Jews, Prime Minister Mateusz Morawiecki said it was “very sad” that some people are unaware Poland does not share responsibility for the Holocaust.

“On the other hand, it is extremely important to explain it,” he said in remarks reported by Radio Poland.

Poland was invaded and occupied by Nazi Germany in 1939. But unlike in other European countries, there was no collaborationist Polish government.
A photo taken May 27, 1944, in Oswiecim, Poland, shows Jews getting out of a train at the Auschwitz-Birkenau extermination camp. On Thursday, Poland’s Senate passed a bill seeking to outlaw referring to Nazi death camps as Polish or accusing Poland of complicity in the Third Reich's crimes. (AFP/Getty Images)

Approximately 6 million Polish citizens were killed during World War II, about half of them Jews. The Nazis set up some of the Holocaust’s most notorious concentration camps on Polish soil, including Auschwitz, where nearly 1 million Jews and 75,000 non-Jewish Poles died.

The use of the phrase “Polish death camps” has long provoked outrage among Poles. Hard-line supporters of the ruling Law and Justice party, known by its Polish acronym PiS, have for years sought a law that would criminalize its use.

But the draft law passed by Parliament does not mention the phrase, and instead is written more broadly to encompass anyone who speaks about Polish involvement in Nazi crimes in a way that runs “counter to the facts.”

Legal scholars say the wording is worryingly vague.

“Someone who survived the Holocaust and who says ‘I was in a Nazi concentration camp because a Pole delivered me to the Germans’ could be subject to criminal prosecution,” said Tina de Vries, a senior research fellow at Germany’s Institute of East European Law.

Top Israeli officials have said the law amounts to Holocaust denial.

The State Department on Wednesday said the phrase “Polish death camps” was “inaccurate, misleading, and hurtful.” But it also said the proposed legislation “could undermine free speech and academic discourse.” The department’s statement warned that if the legislation is implemented, it could have “repercussions” for “Poland’s strategic interests and relationships.”

Before this controversy erupted, Washington was seen as a rare bright spot in Poland’s relations with the West.

The United States last year deployed some 5,000 troops to Poland as part of missions intended to reassure NATO members on the alliance’s eastern flank. And last summer, Trump chose to visit Warsaw before setting foot in other major European capitals. He went out of his way to praise his hosts and avoided directly criticizing the government’s record on the rule of law.

Poland’s European counterparts, meanwhile, have accused the country of already veering away from liberal democracy. Fellow members of the European Union have threatened to impose sanctions against it over its controversial judicial amendments.




Against that backdrop, Poland had seemed to be trying in recent weeks to ease tensions. It has a new prime minister and foreign minister, both from the ruling party’s more moderate wing.

But that also created unease among ardently nationalist PiS hard-liners. Pushing the Holocaust bill, Buras said, was a way to satisfy them.

Given the backlash, all eyes will now be on President Andrzej Duda, a PiS ally who occasionally has been willing to buck the party’s will. Duda, who has three weeks to sign or reject the bill, told the state broadcaster that “we, as a nation, have a right to defend ourselves from an evident slander.”




But that was before even some of Law and Justice’s own members began to question the wisdom of a push that has fired up conversations that were meant to be shut down.

“There are now [references to] ‘Polish death camps’ all over the place,” Sen. Anna Maria Anders said during Thursday’s debate. “The result is not what we wanted it to be.”



Rick Noack and Luisa Beck contributed to this report.

Trudeau Threatens to Leave Nafta Rather Than ‘Take Any Old Deal’


Canadian prime minister comments at B.C. town hall event

Remarks come after earlier progress at Nafta talks in Montreal

Canada's Freeland 'Cautiously Optimistic' on Nafta Talks

Canadian Prime Minister Justin Trudeau made some of his most aggressive comments to date on dealing with U.S. demands to rework the North American Free Trade Agreement, adding he still thinks he can get the right deal for his country.

“We aren’t going to take any old deal,” Trudeau said Friday at a town hall in Nanaimo, British Columbia. “Canada is willing to walk away from Nafta if the United States proposes a bad deal. We won’t be pushed around.”

His comments come days after U.S. President Donald Trump threatened to get tough on trade, though he didn’t single out Nafta, in his State of the Union address. The latest round of Nafta talks wrapped up in Montreal on Monday, with all sides saying there had been progress, while acknowledging significant gaps remain on some issues.

Trudeau said the 24-year-old pact has been good for both Canada and the U.S. and a reworked deal could still be reached. “Canceling it would be extremely harmful and disruptive to people in the United States,” Trudeau said.

“We are going to keep negotiating in good faith,” he added. “We are confident we are going to be able to get to the right deal for Canada, not just any deal.”
Growing Tension

While Trump said last year he was seeking to just tweak trade ties with Canada -- and Mexico looked like the main target of a revamp -- the positions have shifted. Growing tensions were evident at the close of round-six of Nafta talks this week in Montreal when U.S. Trade Representative Robert Lighthizer lashed out at Canada for filing a sweeping trade case against America at the World Trade Organization in January.

Lighthizer also revived a debate between the two countries over trade-gap statistics and called Canada’s ideas for new auto-content requirements in Nafta as too vague and rowing in the opposite direction of the U.S.’s needs.

Trudeau’s comments on Friday could ratchet up pressures and remind the U.S. that Canada -- America’s largest export market -- is thinking about life after Nafta if the negotiations collapse.

The Canadian dollar fell as much as 1.4 percent against the greenback shortly after Trudeau’s comments and traded 1.3 percent weaker at C$1.2423 at 4:34 p.m. in Toronto. It is up 1.2 percent against the U.S. dollar this year.

“We don’t view the Trudeau comments as anything more than him stating that Canada wouldn’t sign just any deal,” said Bipan Rai, a Toronto-based foreign-exchange and macro strategist at Canadian Imperial Bank of Commerce. “There is still a strong willingness on the Canadian side to get a deal done, but not one that would hurt domestic prospects.”

Europa espera a Merkel


La canciller Angela Merkel, en el Parlamento alemán. Markus Schreiber (AP)


Europa está impaciente. Todos esperan a Angela Merkel. Alemania, por lo demás tan de fiar, todavía no tiene Gobierno, y después de 13 años, las capitales del continente parecen haberse acostumbrado hasta tal punto a la canciller que da la impresión de que, sin ella, la estabilidad no es posible. Se diría que lo único que sigue siendo importante es que en Alemania las cosas se resuelvan rápidamente.



La canciller alemana tiene que liderar y —en una Europa rota— mediar. Pero Europa es víctima de una ilusión. Angela Merkel es más débil que antes. Y lo que es más importante, después del papel que desempeñó en las crisis de los últimos años, es la peor mediadora imaginable.

La división de Europa es doble. La primera brecha sigue la línea del antiguo Telón de Acero. Los Estados miembros del Este tienen una visión propia del futuro de la Unión Europea. Quieren que sea más nacional, más liberal, y también más autoritaria. La segunda brecha corre a lo largo de los Alpes. Con la crisis del euro, los países del sur se distanciaron de los del norte. También ellos tienen su propia visión de la futura UE: más redistributiva, con más margen para el endeudamiento y menos competencia.

Las dos fosas son profundas. Salvarlas será la tarea del próximo decenio. Pero, ¿por qué espera Europa que sea Angela Merkel quien lo haga? Precisamente ella, una política que es símbolo de la división. La canciller resolvió las dos grandes crisis del continente a su manera. La Unión Europea se enfrentó tanto a la crisis del euro como a la de los refugiados tal como ella quiso.

En la crisis del euro, Merkel se ocupó de que los países del sur recibiesen ayuda, pero con la condición de que aplicasen duras medidas de ahorro. En consecuencia, se convirtió —a menudo con el aguijón de una demagogia sucia e interesada en los países afectados— en un personaje odiado por muchos griegos, italianos y españoles. Y todavía sigue siéndolo.



En Bruselas, forzó que el reparto de refugiados por cuotas se aprobase por mayoría

La experiencia de la mandataria en la crisis del euro trajo consigo la segunda brecha que divide la UE. En verano de 2015, cundió por la cancillería el temor de que, a consecuencia de la crisis, la primera ministra proyectase una imagen fría y tecnocrática. Sin este antecedente no se puede entender la posterior reacción de la canciller a la crisis de los refugiados. En otoño de 2015, Merkel anunció de repente el fin de la austeridad y la disciplina presupuestaria. La canciller apostó entonces por la benevolencia y la humanidad. El Estado perdió temporalmente el control. Junto con las víctimas de la guerra civil llegaron muchos emigrantes ilegales. Sin embargo, la primera ministra declaró que los miles de millones que costó su política eran una insignificancia. Se acabó la disciplina presupuestaria.

Ahora bien, desde el punto de vista de la política europea, hubo otro factor de consecuencias más graves. En la crisis de los refugiados, Merkel prescindió de la cautela que Alemania había practicado durante décadas en la Unión Europea. En Bruselas, forzó que el reparto de refugiados por cuotas se aprobase por mayoría. Hasta entonces, este instrumento se había considerado tabú. Lo normal era tomar las decisiones por unanimidad, lo cual incluía hacer todo lo posible por llegar a acuerdos. En un asunto tan crucial para ellos como la acogida de emigrantes, los europeos del Este se encontraron en minoría. Los que habían sufrido como nadie la feroz brutalidad de Alemania tenían que plegarse a ese país. Este es el fondo de la segunda brecha. Y no se ha curado.

Para que cicatricen las heridas abiertas en la última década, Merkel no es una buena elección. Haría falta un nuevo o una nueva canciller que pudiese resolver libremente los conflictos heredados de ella. Mientras Alemania apueste por una gran coalición personal e ideológicamente desgastada, encabezada por Merkel, eso será imposible. Es necesario —y así sucederá— que otros asuman el liderazgo de la Unión Europea. El mismo día en que en Alemania concluyeron las conversaciones para sondear la posibilidad de la coalición, Emmanuel Macron y Sebastian Kurz, el canciller austriaco, se reunieron en París. Con ello transmitieron el mensaje de que no tienen la intención de esperar precisamente a Angela Merkel.

Trump abre una crisis al desclasificar el informe que acusa al FBI de manipular la trama rusa

El presidente intenta desprestigiar la investigación de los supuestos nexos de su campaña electoral con el Kremlin

Donald Trump, en la Casa Blanca.


No importó la seguridad nacional. Tampoco las advertencias del FBI, del Departamento de Justicia y de la Dirección de Inteligencia Nacional. El presidente Donald Trump abrió este viernes una crisis institucional al desclasificar "por su significativo interés público" el informe que acusa al FBI y al Departamento de Justicia de haber actuado como un submarino de los demócratas y haber manipulado información para proseguir la investigación de la trama rusa. El documento, elaborado por los republicanos del Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes, se enmarca en la contraofensiva de Trump para erosionar unas pesquisas que ya le pisan los talones.

La maniobra tiene un objetivo político. El propio Trump, en un tuit matinal, acusó a la cúpula del FBI y del Departamento de Justicia de “haber politizado el sagrado proceso investigativo a favor de los demócratas y en contra de los republicanos”. En el punto de mira de esta andanada figura el director del FBI, Christopher A. Wray, elegido por el presidente tras la destitución fulminante de su antecesor por negarse a cerrar el caso. Y también el número dos del Departamento de Justicia, Rod Rosenstein, encargado de supervisar la investigación y artífice del nombramiento del fiscal especial, Robert Mueller. Ambos han demostrado su capacidad para resistir las presiones y ambos han visto cómo crecía el cerco a su alrededor. Una tensión que esta misma semana acabó con la carrera del subdirector del FBI, Andrew McCabe, acusado también por el presidente y los republicanos de trabajar para los demócratas.




The top Leadership and Investigators of the FBI and the Justice Department have politicized the sacred investigative process in favor of Democrats and against Republicans - something which would have been unthinkable just a short time ago. Rank & File are great people! — Donald J. Trump (@realDonaldTrump) 2 de febrero de 2018

Ese es el tiro en la corta distancia. En la larga, el presidente busca, ante una eventual citación de Mueller, demostrar que es víctima de una caza de brujas. Para ello, el informe le proporciona un excelente argumentario. Durante meses, los congresistas han tomado declaraciones a los investigadores e implicados de la trama rusa y han tenido acceso a todo tipo de documentos confidenciales.

El resultado es un texto, de tres folios y medio, que establece que en octubre de 2016, un mes antes de las elecciones que ganó Trump y aún bajo mandato de Barack Obama, el FBI y el Departamento de Justicia ocultaron datos básicos al juez para obtener la orden que les permitiese espiar al millonario Carter Page, uno de los asesores de campaña de Trump. Los investigadores, según esta versión, no le comunicaron que la información que les hacía sospechar de Page procedía del explosivo informe Steel, un dosier altamente radiactivo elaborado por un ex agente del M16, pero basado en fuentes no validadas y que además había sido encargado por un abogado del equipo electoral de Hillary Clinton. El juez dio su aprobación y en primavera de 2017, con el magnate ya en Casa Blanca, la orden se renovó con aquiescencia de altos cargos del Departamento de Justicia y del FBI. La prevaricación, según los republicanos, se había perpetuado. "Hubo una alarmante ruptura de los procesos legales establecidos", señala el informe desclasificado.

El informe Steel Christopher Steele.


Al principio y al fin de la trama rusa. Ahí está el explosivo informe Steel. El FBI llegó a calificar de “salaz y sin verificar” el documento del ex agente del M16 Christopher Steele y nada más entrar en la Casa Blanca informó a Trump de su existencia por las descripciones que contenía de sus nunca demostradas relaciones con prostitutas en Moscú. Pese a este aparente rechazo, la agencia federal no sólo empleó el dossier para pedir las escuchas al asesor electoral Carter Page, sino que siempre mantuvo un buen contacto con Steele, a quien incluso tanteó para contratar. Esa vinculación es la que ahora usan los republicanos en contra del FBI. Consideran que si Steele fue amparado por los agentes es porque recibió financiación de los demócratas y que su informe no era más que un obús contra Trump teledirigido por sus adversarios en la agencia y el Departamento de Justicia.

Esta versión ha sido contestada por el FBI. El propio director de la agencia, en un gesto insólito, ha alertado públicamente de que el “documento presenta omisiones fácticas que impactan en su veracidad”. No es ese el único motivo de queja. Los servicios de inteligencia señalan que el texto puede poner en peligro la seguridad nacional al destapar fuentes y métodos de recogida de datos, pero sobre todo, denuncian que rompe la confidencialidad de quienes acuden a la comisión y declaran en el entendimiento de que es un acto secreto.

Otro argumento contra el informe procede de su magnificación de un aspecto menor del caso. Y que ni siquiera es novedoso. El protagonista de las escuchas, Carter Page, ya estaba bajo seguimiento del FBI en 2013, cuando el servicio secreto ruso intentó reclutarlo. En este sentido, la petición al juez para espiarlo tampoco contamina el resto de pesquisas ni representa su inicio. Estas se abrieron después de que en julio de 2016 un asesor de campaña republicano, George Papadopoulos, fanfarronease en un pub de Londres ante un diplomático australiano de que Moscú tenía “basura” contra Clinton.

“El informe no tiene nada que ver con la verdad y la responsabilidad. Más bien parece propaganda de quienes están aterrorizados ante la investigación rusa y están determinados a descarrilarla por cualquier medio”, ha afirmado en un editorial The New York Times. "Si el informe se utiliza como argumento para destituir al fiscal especial, a Rosenstein o a otros cargos de la investigación, lo entenderemos como obstrucción a la justicia", han advertido en una carta los líderes demócratas. “Dejemos que la gente decida”, ha señalado el presidente del Comité de Inteligencia, el republicano Devin Nunes.

Bajo el vendaval, el director del FBI envió una nota a sus agentes declarando que iba a seguir firme. “Mantengo la determinación de hacer nuestro trabajo con independencia y siguiendo las reglas. Hablar es fácil. Pero lo que permanece es vuestro trabajo”, afirmó Wray.

El avance de Mueller hacia la Casa Blanca es un factor determinante en la tormenta desatada. Cada día es más evidente que su objetivo es llamar a declarar a Trump y que el encargado de supervisar la investigación, Rod Rosenstein, no va a objetar a este trascendental paso. Trump ha mostrado públicamente su disposición a acudir e incluso responder presencialmente. Pero en la Casa Blanca se teme el daño que una comparecencia de este tipo pueda ocasionar en un año en que se celebran elecciones legislativas (renovación de la Cámara de Representantes y un tercio del Senado).

La investigación de Mueller, que arrancó después de la destitución del director del FBI en mayo, mantiene sus puertas cerradas. Poco se sabe de cuáles son las balas que acumulan el fiscal especial y sus 17 superagentes. Los datos que han trascendido proceden de las cuatro imputaciones que ha hecho públicas: al exconsejero de seguridad Michael Flynn, al ex jefe de campaña Paul Manafort, a su socio Rick Gates y al asesor electoral George Papadopoulos. Los escritos de acusación han dejado ver que la meta original de las pesquisas, determinar si el equipo electoral de Trump se coordinó con el Kremlin en la campaña de intoxicación contra Clinton, ya ha sido superada y la investigación ya se centra en las tramas financieras. El punto débil de Trump.

Fuerte suba de las remesas en el primer año de Trump


Envíos de dinero a niveles nunca vistos

Récord de remesas

Los envíos de dinero desde el exterior, principalmente de Estados Unidos a México, se elevaron a niveles nunca vistos en el primer año de la gestión del presidente Donald Trump, que prometió aplicarles un impuesto para construir un muro fronterizo.
El alza histórica en el 2017, que elevó este rubro hasta los 28.771 millones de dólares las remesas familiares, ocurrió a pesar de que la amenaza nunca llegó a cumplirse, porque aparentemente implicaba demasiados problemas legales.
A juicio de los especialistas, las remesas se elevaron un 6,6% anual como un efecto combinado del temor de las políticas del magnate, quien además prometió expulsar a 7 millones de indocumentados, lo que tampoco pudo hacer realidad, y del buen desempeño de la economía, a juicio de los especialistas.
Estos resultados ocurrieron a pesar de que en noviembre pasado las remesas disminuyeron un 4,74% aunque en diciembre llegaron a 11,17%, según informó el Banco de México (central).
El año pasado, en tres meses el crecimiento de remesas superó los dos dígitos: marzo (15,04%), julio (10,77%) y diciembre, de acuerdo con el reporte oficial.
En este crecimiento no se puede minimizar el rol que jugó la depreciación del peso mexicano frente al dólar debido al temor de que el gobierno estadounidense cancelara el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), consideró Alejandro Cervantes, economista del banco Banorte-IXE.
El crecimiento de la economía estadounidense ha jugado a favor de los mexicanos que viven, legal o ilegalmente, en ese país, argumentan los entendidos.
En su reciente informe del Estado de la Unión, Trump se atribuyó la creación de 2,4 millones de empleos, aunque los especialistas consideran que al menos 500.000 corresponden a la era de su antecesor Barack Obama.
Valeria Moy, de la organización no gubernamental "Cómo Vamos", estiman que el período de prosperidad por el que pasa la economía estadounidense en la actualidad, que incluye la creación de 400.000 empleos en el sector de las manufacturas, es resultado "de un ciclo económico que se esperaba que llegara eventualmente".
Los expertos en México apuestan a que las remesas continuarán subiendo en el corto plazo, a pesar de las políticas de Trump, incluida la reciente reforma fiscal, que redujo el impuesto sobre la renta a las grandes corporaciones y que se esperaba que provocara una fuga de capitales.

El ministro de Finanzas, José Antonio González, señaló esta semana ante un grupo de senadores que, aunque puede dañar la competitividad de las empresas mexicanas, a un mes de la entrada en vigor de esta ley, "no se reporta un impacto" en México "ni se mueven los capitales" hacia Estados Unidos.
El director general de Merryl Lynch en México, Emilio Romano, recordó el viejo adagio "Cuando a Estados Unidos le da gripe a nosotros nos da pulmonía", pero afirma que ésta vez sería en sentido opuesto, pues la reforma fiscal podría también beneficiar al país.
La normativa "permite la deducción inmediata de inversiones y lo que eso hace es fomentar o incentivar de manera importante el crecimiento de la reconversión y manufactura de Estados Unidos".

"Eso es lo mejor que le puede pasar a México porque nosotros somos una economía altamente dependiente de la estadounidense y una aceleración de la economía en ese país sólo puede traernos buenas noticias", indicó Romano, que es también vicepresidente de la Asociación de Bancos de México.
En 2016, los envíos de dinero también habían roto un récord cuando llegaron a 26.970 millones de dólares, aumentando 8,82% respecto a 2015, el mayor crecimiento anual en una década.

El flujo de remesas es tal que ya se convirtió en una de las cinco fuentes de captación de divisas para el país, junto con las exportaciones automotrices, la inversión extranjera directa, el turismo y las exportaciones petroleras.
México es el principal receptor de remesas familiares en América Latina y el cuarto a nivel mundial, después de India, China y Filipinas y antes de Francia.

El debate del Gobierno, entre las encuestas y el ajuste necesario

Macri reunió a su mesa chica y acordaron una serie de medidas para levantar la imagen. Qué lo preocupa.



Mauricio Macri volvió de su gira europea con una determinación que no había tenido hasta el momento, impulsado mayormente por la caída de su imagen en las encuestas que lo llevaron a replantearse su estrategia.


El presidente reunió esta semana a su mesa chica, integrada por Marcos Peña, María Eugenia Vidal y Horacio Rodríguez Larreta, para analizar el escenario, según confirmaron altas fuentes del Gobierno.

En esa reunión, se planteó la tensión que se debate actualmente en el Gobierno: la necesidad de un ajuste real contra la caída de Macri en las encuestas.

El presidente planteó que hay que tomar medidas drásticas porque el gradualismo está en su punto límite y el riesgo que hay, de continuar en la misma senda, es el caos. "La economía no aguanta sin ajuste", dijo Macri.

Los presentes coincidieron en que ese marco es real, pero que al mismo tiempo ni Macri ni el Gobierno puede seguir perdiendo puntos en las encuestas. El presidente se encuentra en un 40 por ciento, lo que es considerado por la cúpula del PRO como un límite que no hay que superar hacia abajo.

Por ese choque entre ambas necesidades, Macri intercaló en los últimos días las medidas antipáticas como el tarifazo en el transporte y los despidos en el sector público con movidas para seducir a la opinión pública y levantar en las encuestas.

Es por eso que en sólo una semana, anunció un decreto sin precedentes para prohibir que los familiares de los ministros trabajen en el Estado, se mostró con el policía Luis Chocobar, que mató a un delincuente que apuñaló diez veces a un turista estadounidense en el barrio de La Boca y anunció que recibiría a los familiares de los tripulantes del submarino ARA San Juan, un encuentro que venía esquivando desde noviembre.

El objeto de estas medidas es no perder sustentabilidad política y atrás de alguna de ellas, como la del decreto, estuvo el ecuatoriano Jaime Durán Barba, que no viene al país desde diciembre pero sigue en contacto permanente.

The Secret to Henry Kissinger’s Success




  Many think the retired diplomat’s closeness to one man—Richard Nixon—was the source of his power. That gets Kissinger dangerously wrong.


By NIALL FERGUSON


About halfway through writing my biography of Henry Kissinger, an interesting hypothesis occurred to me: Did the former secretary of state owe his success, fame and notoriety not just to his powerful intellect and formidable will but also to his exceptional ability to build an eclectic network of relationships, not only to colleagues in the Nixon and Ford administrations, but also to people outside government: journalists, newspaper proprietors, foreign ambassadors and heads of state—even Hollywood producers? If Volume I had surprised readers with its subtitle—“The Idealist”—should Volume II perhaps be subtitled “The Networker”?

Whatever your views of Kissinger, his rise to power is as astonishing as it was unlikely. A refugee from Nazi Germany who found his métier as a scholar of history, philosophy and geopolitics while serving in the U.S. Army, Kissinger was one of many Harvard professors who were drawn into government during the Cold War. His appointment as Richard Nixon’s national security adviser in December 1968 nevertheless came as a surprise to many people (not least Kissinger himself), because for most of the previous decade he had been so closely identified with Nelson Rockefeller, Nixon’s patrician rival within the Republican Party. From his sickbed, the former President Eisenhower expressed his skepticism about the appointment. “But Kissinger is a professor,” he exclaimed when he heard of Nixon’s choice. “You ask professors to study things, but you never put them in charge of anything.”


Most writers who have studied his subsequent career in Washington have tended to explain the rapid growth of Kissinger’s influence in terms of his close relationship to Nixon or his talent for the very bureaucratic infighting he had condemned as an academic. This, however, is to overlook the most distinctive feature of Kissinger’s mode of operation: While those around him continued to be bound by the rules of the hierarchical bureaucracy that employed them, Kissinger from the outset devoted considerable energy to building a network that extended horizontally in all directions beyond the Washington Beltway: to the press and even the entertainment industry inside the United States and, perhaps more importantly, to key foreign governments through a variety of “back channels.” Kissinger brought to this task an innate capacity to make emotional as well as intellectual connections even with the most aloof of interlocutors, a skill he had honed long before his appointment by the famously aloof Nixon. It was Kissinger’s unique talent for networking, not just his scholarly acumen or his astute reading of power politics, that made him such a formidable figure. And it was his arrival on the political scene just as the world was shifting from the ideological bifurcation of the early Cold War—a duel between two hierarchical superpowers—to a new era of interdependence and “multipolarity” that made Kissinger precisely (in the words of TIME magazine) “the right man in the right place at the right time.”


***

Indeed, it was networking—ironically, a chance encounter with an official from the Eastern bloc—that presaged Kissinger’s greatest diplomatic triumph: the opening of diplomatic relations between the United States and Mao Zedong’s China.

A characteristic feature of the Soviet system, which endured long after Stalin’s death, was the systematic destruction of private networks and the isolation of individuals. Even in the late 1960s, when Soviet citizens encountered Americans—which of course they very rarely did—they had to be on their guard. The Pugwash conferences of scientists were a rare exception. Today, having been awarded the Nobel Peace Prize in 1995, Pugwash is almost synonymous with disarmament and conflict resolution through so-called “track two diplomacy.” During the Cold War, however, the conferences had a more ambiguous character, as the Soviet academics who attended had to be approved in advance by the Central Committee of the Communist Party and sometimes even by the Politburo. Kissinger thrived in this environment—charming and impressing Soviet apparatchiks with his trademark mordant humor—and he attended the gatherings several times.

In 1966, at the Pugwash conference in the Polish resort of Sopot, Kissinger was startled by the violence of Soviet invective against China. “China was no longer Communist but Fascist,” the Soviet mathematician Stanislav Emelyanov told him during a boat trip to Gdansk harbor. “The Red Guards reminded him of nothing so much as the Hitler Youth. The U.S. and the U.S.S.R. had a common interest in preventing Chinese expansion.” Candidly, Emelyanov admitted he had not seen the Soviet government so confused since the aftermath of Khrushchev’s de-Stalinization speech. It was through Pugwash that Kissinger received an invitation to go from Poland to Prague, where he met Antonín Šnejdárek, the former head of Czech intelligence operations in Germany who was now director of the country’s Institute of International Politics and Economics. The two men met again in Vienna at the annual meeting of the London-based Institute for Strategic Studies. The Czech frankly warned Kissinger that the Soviets had no sincere intention of helping the Americans extricate themselves from Vietnam. Indeed, he said, the crisis in Southeast Asia might end up being “a convenient pretext [for Moscow] to tighten control over Eastern Europe.”

The most revelatory of all these encounters came in January 1967, when Kissinger returned to Prague. Again Šnejdárek warned that Moscow “was becoming increasingly sensitive about the growing freedom of movement of the East European countries and especially the Czech effort to reduce their economic dependence on Moscow.” But now he startled Kissinger with a question that Kissinger had to admit “had never occurred to me”: if he thought a ‘U.S.-Chinese deal was in the making.” Sensing the American’s surprise, Šnejdárek explained:

“The Soviets took the Chinese attack on them [a key feature of Mao’s Cultural Revolution] extremely seriously. They could not easily reconcile themselves to the end of Socialist unity and even less to the challenge to their position as the chief interpreters of Leninism. The extent of their attempt to influence internal Chinese developments is therefore not always grasped. They supported the party apparatus against Mao ...”

The Maoists, in turn, were now desperate “to expel the Soviets physically from China. Nothing less than a complete rupture with the Soviet Union will enable them to feel secure.” True, the Cultural Revolution looked like an ideological rift, with the Chinese as the more radical Marxists. But:

“[w]hatever Mao’s ideological fervor, the human material available to him will force him in a nationalist direction—assuming he is still in charge of his movement. Despite their wild talk, the Maoists might turn out to be more flexible toward the U.S. than their opponents. They will have to shut off China in any event to reconstitute governmental authority and a form of non-aggression treaty with the United States might fit this design very well. Of course they hate the U.S. too; but … no Communist can forget the Hitler-Stalin pact.”

From a Czech point of view, such a “Johnson-Mao pact” was an alarming scenario because “if the United States settled with China it would step up the [Soviet] pressure in Europe.” Fearful of isolation, the Soviets would clamp down on what Šnejdárek obliquely called “the prospects of East European national development.” Kissinger was amazed, yet his Czech host’s fear of “a U.S.-Mao deal” seemed “genuine and deep.” Scholars have long speculated as to which American strategist conceived of the opening to China that would so transform the geopolitical landscape in 1972. But it was not Americans who thought of it first. It was the strategic thinkers of the Soviet bloc who foresaw the new world conjured up by the Sino-Soviet split, and they did so more than four years before Nixon’s historic visit to China.

***

Beginning in January 1969, Kissinger set about applying some of the lessons he had learned as an academic and public intellectual: in particular, the lesson that informal networks could provide diplomatic channels superior to foreign ministries and embassies. As a prelude to writing the second volume of his life, I have attempted to map Kissinger’s network on the basis of all the published memoirs that relate to his period in government. This provides a preliminary plot of his and others’ networks as they were remembered by Kissinger himself and his contemporaries in government. The graphs depict Richard Nixon’s and Henry Kissinger’s ego networks, based on their memoirs; the Nixon and Ford administrations’ ego network, based on all members’ memoirs; and the Nixon and Ford administrations’ directed network, depicting how prominently members figure in each other’s memoirs. In the first three graphs (figures 1-3), relative importance is represented by both the proximity to the central “ego” node (which in the third case is the combined identities of all members who wrote memoirs) and the area of the node. In the fourth graph, we can see who mentioned whom and how often they did so in terms of mutual proximity, edge width and arrow direction.

The graphs leave little doubt about who mattered in the Nixon-Ford era. Kissinger abounds—as important to Nixon as his wife, and the second most important member of the two administrations, outranking Ford, who became president. Next (see figure 4) came Nixon’s chief of staff, H. R. Haldeman, followed by Ford and White House counsel John Dean. Also ranked highly on this basis were John Ehrlichman (assistant to the president for domestic affairs), Treasury Secretary John Connally, future president George H. W. Bush and Alexander Haig (Kissinger’s assistant, then deputy, and Haldeman’s successor after Watergate).

It’s particularly striking to see the difference between “the world according to Nixon” and “the world according to Kissinger.” Nixon’s inner circle (figure 1) was that of a man whose experience of the presidency was to a remarkable extent confined within the walls of the White House. Aside from his wife and daughters, he refers most often in his memoir to Kissinger, Eisenhower (whose vice-president he was), Haldeman, Erlichman and Haig. Kissinger, by contrast, mentions key foreign leaders almost as much as the presidents he served, and more often than the secretary of state who preceded him in that office, William Rogers (figure 2). The more striking thing is which foreign leaders loom largest in Kissinger’s memoirs: the Soviets (their ambassador in Washington, Anatoly Dobrynin, their foreign minister, Andrei Gromyko, and their premier, Leonid Brezhnev) came first, followed by Zhou Enlai, the Chinese premier, and Anwar Sadat, the Egyptian president. Apart from Brezhnev and Dobrynin, only one other foreigner was among the 40 individuals most frequently mentioned by Nixon: Nguyen Van Thieu, the South Vietnamese president. By contrast, only 16 of Kissinger’s top 40 were Americans. Of course, we would expect the national security adviser and secretary of state to spend more time than the president with foreigners: that is the nature of the job. Yet it is difficult to believe that any previous holder of those offices had been quite as indefatigable a traveler and negotiator.




Richard Nixon's ego network, based on his memoirs.




Henry Kissinger's ego network, based on his memoirs.

While in office, Kissinger appeared on the cover of Time magazine no fewer than 15 times. He was, according to one of the magazine’s profiles of him, published in 1974, “the world’s indispensable man”—though one who stood accused by his critics of paying more “attention to principals than principles.” The hypothesis must be that Kissinger’s influence and reputation were products not only of his intellect and industriousness, but also of his preternatural connectedness. Shuttle diplomacy was a part of this. So was schmoozing journalists, at which Kissinger excelled, though he scarcely mentioned them in his memoirs, despite the closeness of his friendships to the Alsop brothers, Stewart and Joseph, and the columnist Tom Braden. As Time noted, Kissinger had “a finely tuned sense of hierarchy.” But what mattered much more were all the other relationships in a network—including an “old boy network” of former participants in Kissinger’s summer seminars at Harvard—that spanned the globe. “He always looks for the guy who can deliver,” an unnamed aide told Time. “A lot of doors open for him,” said a “Washington friend and admirer.” The network was the precondition for his “chain reaction” diplomacy—a phrase used by the Israeli deputy premier, Yigal Allon. That was what justified the claim that Kissinger “probably [had] more impact than any other person in the world.”




The Nixon and Ford administrations' ego network, based on all members' memoirs.

The weakening of hierarchy and strengthening of networks that characterized the 1970s had many benefits. From Kissinger’s point of view, these trends significantly reduced the risk of a Third World War: that, after all, was the central rationale of more frequent dialogue with the Soviet Union, as well as the beginning of communication with the People’s Republic of China. Contemporaries often summarized Kissinger’s foreign policy as “détente.” He preferred to speak of “interdependence.” A “new international system” had replaced “the structure of the immediate postwar years,” he declared in London in December 1973: one based on “the paradox of growing mutual dependence and burgeoning national and regional identities.” “The energy crisis,” he suggested three months later, was one of “the birth pains of global interdependence.” By April 1974, “The Challenge of Interdependence” had become a speech title; by 1975 interdependence was “becoming the central fact of our diplomacy.” “If we do not get a recognition of our interdependence,” Kissinger warned in October 1974, “the Western civilization that we now have is almost certain to disintegrate.” Academics at his alma mater such as Richard Cooper and Joseph Nye obliged by writing books on the subject. Interdependence found institutional expression with the first meeting of the Trilateral Commission at the Rockefeller estate in Pocantico Hills in 1972 and the first meeting of the “Group of Six” (Britain, France, Italy, Japan, the United States and West Germany) at Rambouillet in 1975. The New York Times chose to mark the Bicentennial of the Declaration of Independence with an editorial entitled “Interdependence Day.” It was a concept enthusiastically adopted by President Jimmy Carter and his national security adviser, Zbigniew Brzezinski.




The Nixon and Ford administrations' directed network, depicting direction and frequency of members' references to each other in their memoirs.

Yet there were costs as well as benefits to inhabiting a more interdependent world. As Brzezinski argued in his book Between Two Ages, the new “global city” being created by the “technetronic age” was “a nervous, agitated, tense, and fragmented web of interdependent relations.” This was true in more ways than one. During the first half of the Cold War, the superpowers had been able to control information flows by manufacturing or sponsoring propaganda and classifying or censoring anything deemed harmful. Sensation surrounded every spy scandal and defection; yet in most cases all that happened was that classified information was passed from one national security state to the other. This, too, changed in the 1970s. Leaked official documents began to reach the public in the West through the free press—beginning in 1971 with the Pentagon Papers given by Daniel Ellsberg to The New York Times—and (to a much smaller extent) in the Soviet bloc through samizdat literature, notably Alexander Solzhenitsyn’s Gulag Archipelago. Leaks to the media in turn fueled the dramatic escalation of social protest on university campuses and inner cities that made the early 1970s seem so febrile compared with the sedate quarter-century after 1945. Altogether close to 400 different groups were involved in some form of protest in the United States between the 1960s and the 1980s: what had begun with the campaign for African-American civil rights soon encompassed campaigns for women’s rights, Native American rights, gay and lesbian rights, and campaigns against the Vietnam War, nuclear weapons, poverty and industrial pollution.

Like most members of the generation who fought in the Second World War, Nixon and Kissinger had little patience with these groups; indeed, Kissinger likened the student radicals he encountered at Harvard in the late 1960s to the German students who had attended the Nuremberg Rallies in the early 1930s. Nevertheless, in the small hours of May 9, 1970, Nixon ventured out of the White House to confront a group of student protesters who were camped out at the Lincoln Memorial. It was an uncharacteristic attempt at connection by a man notorious for his reclusiveness and misanthropy. As he told them:

“I was sorry they had missed it [his press conference the previous day] because I had tried to explain … that my goals in Vietnam were the same as theirs—to stop the killing, to end the war, to bring peace. Our goal was not to get into Cambodia by what we were doing, but to get out of Vietnam. There seemed to be no—they did not respond. I hoped that their hatred of the war, which I could well understand, would not turn into a bitter hatred of our whole system, our country and everything that it stood for. I said, I know you, that probably most of you think I’m an SOB. But I want you to know that I understand just how you feel.”

Perhaps Nixon did understand how the protesters felt. But, as they subsequently made clear to the reporters who swiftly descended on them, they did not remotely understand how he felt, or care to.

Long before Nixon fell victim to the exposure of his own skulduggery by the Washington Post—as well as to the consequences of his own vulnerability as a network isolate, with too few friends in the institutions that might conceivably have saved him—Kissinger had understood that networks were more powerful than the hierarchies of the federal government. The protesting students he knew well enough not to waste time on. But he did tour the country in the Ford years giving speeches to Midwestern audiences in an effort to explain his strategic concept to the wider public—though with only limited success. In some ways, his most remarkable feat was to isolate himself from the one component of the Nixon network that would have been fatal to him: the part that plotted the Watergate break-in. It took a networker of genius to know exactly which nodes to avoid connecting to.

Kissinger’s power, still based on a network that crossed not only borders but also professional boundaries, endured long after he left government in 1977, institutionalized in the advisory firm Kissinger Associates, maintained by almost incessant flying, meeting, mingling, dining. By contrast, the executive branch after Nixon saw its power significantly curtailed by congressional scrutiny and greatly emboldened newspapers. No future national security adviser or secretary of state, no matter how talented, would ever be able to match what Kissinger had achieved.

Adapted from THE SQUARE AND THE TOWER: Networks and Power, from Freemasons to Facebook by Niall Ferguson, published by Penguin Press, an imprint of Penguin Publishing Group, a division of Penguin Random House, LLC. Copyright © 2017 by Niall Ferguson.

Camioneros ratificó la fecha de la movilización del 22-F




Hugo y Pablo Moyano.



La controversia sobrevoló este viernes la organización de la marcha que el gremio de Camioneros anunció para el próximo 22 de febrero contra el ajuste y los despidos del Gobierno de Mauricio Macri, por su coincidencia con la Tragedia de Once. Sin embargo, Camioneros ratificó su realización con un comunicado, como habían adelantado fuentes del gremio a ámbito.com.

La fecha elegida por Hugo y Pablo Moyano coincide con el sexto aniversario de la Tragedia de Once, que dejó 51 muertos cuando el tren n° 3772 de la línea Sarmiento, identificado con la chapa 16, impactó contra la segunda plataforma de la estación a las 8.33 de la mañana.

Como todos los años, los familiares y sobrevivientes pedirán Justicia, en un acto en el andén de la estación por lo que -según trascendió- María Luján Rey, madre de una de una las víctimas del choque, Lucas Menghini Rey, habría mantenido contactos con Facundo Moyano, en un intento de cambiar la fecha de la marcha pautada por el sindicalismo.

"Febrero tiene varios días como para que justo marchen ese día. Lamentamos que no se hayan acordado que el 22 fue el día de la tragedia. Pero vemos bien que vayan a cambiar la fecha, es un buen gesto", sostuvo la referente de los familiares de Once, en diálogo con NA en la tarde de este viernes ante rumores de que la marcha podría cambiarse de día, lo que fue finalmente negado por Camioneros.

Según habían adelantado temprano a ámbito.com fuentes del gremio, la fecha de la movilización del 22 de febrero -a la que ya sumaron su apoyo La Bancaria de Sergio Palazzo, parte de la CGT, la CTA de Hugo Yasky y el Suteba de Roberto Baradel- "es inegociable".

"Después de ocho años, Camioneros no cobró el bono de fin de año. No sólo no sacaron ganancias, sino que además tampoco pagaron el bono. Esa calentura es muy fuerte en Camioneros y todos los afiliados, por eso no hay manera de dar marcha atrás", señalaron.

Posteriormente, un comunicado del gremio puso fin a las versiones que circularon por la tarde sobre un supuesto cambio de fecha, con la firma del propio Pablo Moyano.

"El Sindicato y la Federación de Choferes de Camioneros comunica que la movilización del próximo 22 de febrero sigue en pie y más firme que nunca, pese a algunos trascendidos periodísticos mal intencionados", comienza el texto.

"Siempre vamos a estar del lado de los trabajadores, marchamos a proteger todas y cada una de las fuentes de trabajo, ese es nuestro compromiso", continuó, en tanto anunció que el próximo miércoles 11 se realizará una reunión preparatoria con todas las organizaciones que se sumarán a la marcha en "rechazo a las reformas del Gobierno nacional", concluye.

Ruidos de fractura:La marcha de Camioneros ahondó las diferencias entre los triunviros de la CGT

Dos de los triunviros que lideran la CGT tuvieron opiniones contrapuestas sobre el acto armado por Hugo Moyano. Para Daer, es el “capricho” de alguien que busca “adueñarse de la voluntad colectiva” de la central obrera. Schmid reclamó “disciplina”, porque “se hace lo que se debe” y pidió que se respeten las decisiones orgánicas.


Acuña, Schmid y Daer, la conducción de la CGT.

La profundas diferencias que existen en el seno de la conducción de la CGT ya no se pueden ocultar. La decisión de los triunviros Juan Carlos Schmid y Carlos Acuña de promover la adhesión a la marcha que convocó el titular de Camioneros, Hugo Moyano, provocó el rechazo de Héctor Daer. El tercer integrante de la Secretaría General anunció su rechazo porque considera que no se puede poner a la central obrera al servicio de un gremio.


Para Daer "no se puede aceptar que alguien tenga el capricho de adueñarse de la voluntad colectiva de la CGT". El dirigente de Sanidad manifestó que “nuestra posición es clara: no vamos a poner a la CGT al servicio de ningún gremio ni dirigente", en clara alusión al acto de Moyano.

El triunviro reclamó "seguir dialogando entre todos, sin poner por delante la paritaria, ni las cuestiones personales de nadie". Su gremio, junto a otros, no adhirió a la convocatoria, al tiempo que sí se plegaron los otros dos miembros de la conducción tripartita, Juan Carlos Schmid y Carlos Acuña.

"Nosotros vamos a seguir trabajando para resolver los temas pendientes que se vinculan con las paritarias, con los derechos de los trabajadores. Lo del 22 será la marcha de los camioneros, pero el mundo igual va a seguir girando", destacó Daer, quien anticipo que "si la unidad no va más, habrá que convocar a un congreso cegetista y definir un nuevo consejo directivo".

En una entrevista publicada por el diario El Cronista, Daer criticó a Moyano y sus aliados al sostener que "deberían explicar por qué pidieron el paro y después no pararon, y se borraron", en relación a lo ocurrido el 18 de diciembre pasado, cuando se debatía la reforma previsional en la Cámara de Diputados.

Por su parte, Schmid aseguró que “vamos a intentar que todos confluyamos en el mismo tipo de acciones” y reconoció que “puede haber una ruptura” respecto de “quienes no están compartiendo esto”. Esos dirigentes deberían “tomar una postura pública”.

En una entrevista concedida al canal La Nación+, estimó que alcanza “con dejar de asistir a las reuniones del consejo directivo” para formalizar la ruptura, de acuerdo al estatuto de la CGT. “Cuando dejan de venir a las reuniones, se termina la discusión”.

En alusión a Daer, dijo que “vengo de arriba de los barcos, donde no hay democracia, hay capitán y disciplina, y se hace lo que se debe, no lo que se quiere”. Estimó que “lo relevante es que se respete lo orgánico y lo que decidimos colectivamente”. En esa línea opinó que “si decidimos en órganos colectivos, los tenemos que respetar” y que “no podemos estar consultando todos los días”.

El líder de Dragado y Balizamiento reconoció que ahora se ve “un conjunto de gremios que tienen que ratificar” ante la decisión conjunta y que “hay que ver cómo se normaliza esto”.

A su juicio, Schmid indicó que el futuro de la CGT puede depender de “un congreso en el que se llame a todo el mundo” y que “las formas no importan, sino el tipo de relación que vamos a tener con el Poder Ejecutivo”. Finalmente, consideró que las expresiones del Gobierno hacia Moyano “han venido marcando cierta brújula”, como las alusiones a “la mafia sindical”, y remarcó que “la reforma previsional marcó otro tipo de relación con el Gobierno”.