Primarias PSOE
Los afiliados del PSOE, a pie de urna: "Tenemos que levantar juntos el partido"
El barullo es generalizado en las agrupaciones socialistas de Madrid. Aquí y allá se escuchan risas, se estrechan manos y se reparten abrazos. Los militantes del Partido Socialista han acudido con buen ánimo a unas primarias que se antojan
decisivas para el devenir de la formación y para el futuro político de España.
"Estamos en un momento muy importante, hemos tocado fondo y tenemos que resurgir", apunta Teresa, de la agrupación socialista de Hortaleza y militante desde 1992. "Es el momento de hablar, de ser humildes en el diálogo, escuchar y unirnos".
Como Teresa, muchos militantes repiten la palabra una y otra vez, "unidad". El fantasma de la escisión, de los personalismos por encima del partido, sobrevuela las cabezas de los integrantes de la histórica formación pero, pese a sus diferencias, todos son conscientes de que hay que cerrar filas frente al auténtico rival, sea quien sea el que gane. "El enemigo lo tenemos fuera, es al que tenemos que combatir y ganar, y eso sólo se hace con un candidato fuerte y un proceso democrático", afirma, enfática, Carolina, de la agrupación de Salamanca, que ha afrontado estas difíciles primarias, las primeras en su joven casillero socialista, con gran ilusión. "Esto es muy enriquecedor, votar libremente siempre es bueno para el partido", continúa micrófono en mano, mientras sus compañeros inmortalizan con sus teléfonos móviles su inesperada intervención ante las cámaras.
La ilusión no es sólo cosa de los nuevos miembros. Los veteranos la enarbolan con la misma fuerza que estos, conscientes de que el partido siempre ha tenido dificultades y las ha superado con éxito. "Ya hemos tenido momentos difíciles antes, con la OTAN por ejemplo. Unos se fueron, pero llegaron otros, y salimos adelante", comenta el veterano Antonio, con 45 años de militancia a sus espaldas. Chema, junto a él y con el carné en la cartera desde hace 44 años, está convencido de que la fuerza del partido se relanzará "si sale una candidatura, porque quien ya lo ha dividido una vez no puede hacer ahora de pegamento". Para este experimentado socialista lo peor son las formas, ya que "hemos abandonado las costumbres que venían avaladas por todos los años de historia, el respeto. He leído cosas impropias de un socialista, el socialista mantiene sus diferencias desde el respeto, vota, y se une a la propuesta vencedora".
Más allá de las afinidades de unos y otros, todos coinciden en que el partido necesitaba esta catarsis en forma de primarias. "Es lo que la sociedad nos pedía, y tengo la absoluta confianza en que saldremos adelante unidos y reforzados", afirma María Teresa, en el barrio de Salamanca, cuando su voz es interrumpida por un estrepitoso rumor de voces que llega desde la puerta. "Ha llegado Luis Solana", se escucha. El histórico socialista, hermano del ex ministro Javier Solana, llega al filo de las 12 a la agrupación de la Avenida de Los Toreros. "Es un día histórico", señala con su papeleta en la mano, "es un honor y una responsabilidad, desde que votamos a Felipe González en el 82 no había habido un momento de tanta responsabilidad para el militante socialista".
Los afiliados parecían tener claro la importancia de la cita. La participación desde las 10 de la mañana, momento en el que se abrían las urnas, ha sido alta, y en muchas de las agrupaciones se esperaba superar el 80%. Y es que, como apunta Miguel, que estuvo en las Juventudes Socialistas hasta pasar a formar parte del PSOE en 2013, estas primarias deben "clarificar el modelo de partido que queremos y el mensaje que le damos a la sociedad en un momento en el que hemos perdido la confianza de muchos de los votantes".
El resultado de las primarias socialistas se conocerá en unas horas. Tras una campaña dura en la que el partido parecía resquebrajarse, los militantes han afrontado la jornada electoral con el optimismo de volver a tener un partido fuerte y, sobre todo, unido. "Que se dejen los contras y se arrimen los pros, que se aúne. Lo importante es la organización. Y todos tenemos que aceptar los resultados, esto es una democracia, no podemos decir 'si no es el mío me voy a la montaña'", señala José Luis, en Ciudad Lineal, bajo la histórica mirada de Pablo Iglesias, fundador del partido, que preside la sala desde la solemnidad decimonónica de su retrato.
El PSOE elige hoy entre continuidad o ruptura
La elección en primarias del secretario general del PSOE es el último episodio del ciclo electoral que comenzó el 20-D de 2015. Los militantes socialistas votan en un clima de honda división interna. Susana Díaz y Pedro Sánchez llegan a la jornada en un pañuelo, con Patxi López más rezagado. Los centros de poder contienen la respiración.
En la encrucijada más dramática que ha vivido el
PSOE desde la Transición, sus 187.949 militantes están llamados hoy a elegir al secretario general. Una decisión trascendental, no sólo para el futuro de esta formación política, sino también para la estabilidad de una legislatura convulsa. Las primarias socialistas se celebran en un clima de honda división, enfrentamientos personales y riesgo cierto de ruptura interna. Como muestra, basta escuchar el crudo discurso del aspirante
Patxi López, que, cual Casandra, ha basado su campaña en profetizar el «suicidio», la «muerte» y la «destrucción» del PSOE en función de cuál sea hoy el resultado de las urnas.
Las primarias son herederas del drama del Comité Federal
Las primarias socialistas llegan rodeadas de la máxima expectación, tanto en las casas del pueblo, como en los centros de poder político, económico y mediático de toda España. La
batalla de los avales -en la que
Pedro Sánchez demostró que su victoria era una posibilidad real y no una quimera- arrojó una incertidumbre sobre el resultado de la votación que ha llegado hasta la apertura de las urnas. La recta final hacia esta elección interna ha tenido la intensidad y la emoción que sólo alcanzan los campeonatos deportivos.
Los socialistas cruzan este domingo histórico debilitados y exhaustos por la amenaza externa y la herida interna. La amenaza que permanecía latente desde el ya lejano 15-M de 2011, se hizo realidad en las
elecciones del 20-D de 2015, cuando la irrupción de
Podemos en las urnas les rebanó una parte importante de su electorado, dejando al PSOE con 90 escaños. La herida orgánica se hizo entonces más profunda, los socialistas aplazaron su Congreso por la interinidad política del país, fueron a unas segundas elecciones en las que
los 90 escaños se convirtieron en 85, se vieron
obligados a abstenerse para romper el bloqueo de casi un año y así llegaron al
Comité Federal del 1 de octubre. En lenguaje literario, el lugar del crimen donde se desataron todas las tempestades contenidas en contra y a favor de su secretario general que acabó dimitiendo.
Siete meses después, las primarias son directamente herederas de aquel acontecimiento que rompió el corazón del PSOE. La voracidad del tiempo en el que vivimos y la crisis de la socialdemocracia europea han descargado toda su furia contra este partido. De aquel Comité Federal salió un secretario general muerto políticamente y una aspirante al puesto más viva que nunca.
En las urnas se confrontan dos modelos distintos de partido
Nadie hubiera imaginado entonces que
Susana Díaz y
Pedro Sánchez llegarían a las primarias en un pañuelo. Todo tipo de chanzas y burlas cayeron sobre la cabeza de Pedro Sánchez cuando, un mes después de su dimisión-defenestración,
renunció al escaño para no tener que abstenerse y anunció entre sollozos: «El lunes cojo mi coche para recorrer de nuevo todos los rincones de España y escuchar». Bajo el radar de la Gestora socialista, de los barones autonómicos y del equipo de Susana Díaz -enfrascados en un plan diseñado para que la presidenta andaluza fuera la candidata única a las primarias- las plataformas pro Sánchez -o anti Susana- se fueron extendiendo por las comunidades.
El interesado sólo tuvo que ponerse al frente de esta manifestación de militantes furiosos. La abstención de los diputados socialistas que dio el Gobierno a
Rajoy fue la gasolina que volvió a arrancar el coche de Pedro Sánchez. Eso, después de que la práctica totalidad de sus apoyos orgánicos y colaboradores le hubieran abandonado en la cuneta.
El calendario previsto por la presidenta andaluza y el poder orgánico del PSOE pasaba por dejar transcurrir el tiempo para que la fiebre de la militancia remitiera. La Gestora impulsaría un debate de ideas, un programa atractivo y después llegaría la entronización de Susana Díaz en las primarias y en el Congreso. La presentación de Patxi López, el primero en dar el paso de forma oficial, trastornó definitivamente esos planes y precipitó la salida en tromba de Pedro Sánchez, dolido con el diputado vasco que había sido uno de sus colaboradores. Todos los dirigentes socialistas -de cualquiera de las tres candidaturas- reconocen que la estrategia de aplazar el Congreso ha sido un auténtico fracaso, al permitir la resurrección de aquel a quien creyeron vencido. El resumen que hacen es el siguiente. Un mes después del Comité Federal Pedro Sánchez estaba desaparecido y siete meses más tarde está en condiciones de ganar las primarias, o al menos de lograr un resultado importante.
La victoria de Sánchez, hoy posible, era una quimera
Confiados en la fuerza y el liderazgo de Susana Díaz, el poder orgánico regional y los notables y antepasados de la gloriosa época del PSOE se engañaron pensando que el ejército de Pedro Sánchez estaba formado por una minoría radical. Hasta que llegaron los avales y despertaron del sueño. Fue entonces, en los últimos quince días, cuando la presidenta andaluza imprimió ritmo e intensidad a su campaña, hasta llegar al debate del 15 de mayo, cuando puso toda la carne en el asador contra su oponente.
Las primarias socialistas se platean como una elección entre tres candidatos o personalidades. Pero son mucho más que eso. La campaña se ha polarizado en torno a Díaz y a Sánchez, dejando a López en el centro del tablero como el árbitro que intenta que los contendientes no lleguen a las manos. El ex líder socialista ha puesto en pie un discurso épico sobre sí mismo -el héroe rebelde que madura como líder a base de sufrimiento-, y enarbola la bandera de la izquierda que entona La Internacional contra la abstención que mantuvo a la derecha en el poder. Muchos militantes han asumido con entusiasmo esa reencarnación del político que hasta hace poco, era un socialista tirando a liberal. Por su parte, Susana Díaz ha exhibido sus credenciales de mujer de familia humilde -la casta de los fontaneros- que llega a mandar en los palacios gracias a su carisma de bandera. La candidata ha presentado su victoria en Andalucía como salvoconducto que la conducirá a La Moncloa en unas generales. Díaz y los suyos han golpeado una y otra vez donde más le duele a Pedro Sánchez: sus dos clamorosas derrotas electorales.
Sin embargo, lo que hoy se mide en las urnas va más allá de una disputa con ingredientes de las antiguas telenovelas reconvertidas en modernas series. Lo que hoy se ventila son dos modelos de partido, dos análisis de la realidad política separados por un abismo, dos estrategias políticas distintas para afrontar el futuro del PSOE y la política de alianzas, dos caminos divergentes para lograr la soñada remontada electoral.
Díaz quiere las decisiones en los órganos de representación
Susana Díaz se presenta como la continuidad histórica del PSOE cien por cien. La heredera del legado de los ex presidentes
Felipe González y
José Luis Rodríguez Zapatero, éste último el fan más incondicional de la presidenta andaluza, y de los referentes del partido, como
Rubalcaba, José Bono y todos los demás. Díaz quiere mantener intacto el papel de las estructuras orgánicas como intermediarias entre la dirección del partido y las bases. Con todas sus competencias en la toma de las decisiones importantes. Pedro Sánchez defiende claramente la disrupción -concepto muy de esta época-, un modelo de partido asambleario, en el que la militancia tenga un papel estelar en la toma de decisiones, por encima de los órganos de representación . El ex líder socialista que quiere volver a serlo defiende la ruptura con el pasado -una refundación de lo que ha sido el PSOE desde Suresnes- como fórmula para atraer a los que se han alejado del partido.
Los partidarios de la presidenta andaluza no dudan en afirmar que una victoria de Pedro Sánchez «sería el final del PSOE tal y como lo hemos conocido». Se ha hecho célebre la frase apocalíptica de un dirigente socialista sobre qué pasará el lunes si gana él: «No hay día después». La campaña de Díaz ha presentado a Sánchez como un outsider que quiere situar al partido en posiciones subalternas de Podemos, un político veleta que cada día dice una cosa distinta según le conviene. El ex líder la ha etiquetado a ella de política atrincherada en el aparato y prisionera de los poderes fácticos, que ha puesto al PSOE a los pies del
PP corrupto de Mariano Rajoy.
Susana Díaz plantea una estrategia política de confrontación directa con Podemos para crecer electoralmente en el espacio templado del centro-izquierda. Mientras que Pedro Sánchez propone una alianza con los partidos situados a la izquierda del PSOE. El análisis del equipo que ha dirigido su campaña -formado por destacados teóricos de la socialdemocracia española- es nítido. La división del voto de la izquierda no es reversible, por lo que la única posibilidad de poner en pie una alternativa al Gobierno del PP pasa por el entendimiento entre PSOE y Podemos y sus confluencias. Por el contrario, Susana Díaz cree firmemente que bajo su liderazgo, los socialistas pueden remontar hasta dejar a Podemos en un porcentaje de voto algo más alto que el que tenía
Izquierda Unida. Para incredulidad de observadores y analistas, los partidarios de Sánchez se muestran mucho más entusiastas con él que las fuerzas de Díaz con ella. Así se ha apreciado en los mítines de campaña. La presidenta andaluza arrancó con mucha fuerza -rodeada de todas las caras reconocibles de la historia socialista-, pero después sus actos se han ido desdibujando, mientras que los mítines de su contrincante -más numerosos- eran un hervidero de emociones.
Sánchez planea dar a las bases un mayor papel en la estrategia
Susana Díaz ha hecho campaña rodeada de su equipo, aunque los barones autonómicos y los dirigentes históricos se han mantenido al margen. Al margen de los focos y de las declaraciones, pero muy activos a la búsqueda de militantes - casa por casa y teléfono a teléfono- para llevar a la urna la papeleta de Susana Díaz. El aumento de la inquietud y preocupación por una posible victoria del ex secretario general ha sido muy perceptible en las últimas semanas. Gane quien gane, nadie se hace ilusiones sobre el futuro. «Esto sólo puede acabar mal, o muy mal», resumen las fuentes consultadas.