Horacio Rovelli
Cuenta la historia que los griegos temiendo ser expulsado por los
romanos del sur de Italia (Magna Grecia) pidieron ayuda a Pirro, rey de
Epiro, éste acudió en defensa de sus compatriotas y en la batalla de
Heraclea (280 a.c.) logró una ajustada victoria a costa de la muerte de
miles de sus hombres, se dice que Pirro, al contemplar el resultado de
la batalla, dijo "Otra victoria como ésta y volveré solo a casa”.
Siempre salvando las distancias parece ser lo ocurrido con el freno a
la corrida cambiaria desatada a fines del año pasado y a comienzo de
éste, se logra pero a costa de una alta tasa de interés, del
acortamiento de los plazos en los préstamos, de un acrecentamiento del
déficit cuasi fiscal ò déficit del BCRA , y forzando las paritarias, en
el caso de los docentes, a un ajuste menor que la inflación esperada y
que lo que creció el valor del dólar.
Recordemos que la historia nos enseña que finalmente los romanos
expulsaron a los griegos, que Pirro, que se destacó por comandar
personalmente su tropa, tuvo que irse derrotado, y murió finalmente en
la batalla de Argos luchando contra los espartanos.
Pero volviendo al presente, la victoria a lo Pirro sobre el tipo de
cambio no puede ser a costa de vulnerar la variable principal del modelo
kirchnerista como es la de respetar las paritarias libres y con ello
garantizar el poder de consumo de los salarios y su impacto
multiplicador sobre el mercado interno. Y esto es así, porque no solo va
en contra de la esencia del modelo de crecimiento con inclusión, que
implica una verdadera y genuina democracia popular, sino que también
mina al modelo mismo, porque al descender el consumo de los
trabajadores, que somos la gran mayoría de este país, desciende el
nivel de actividad y el producto, entrando a una recesión de la que es
siempre fácil llegar, pero difícil salir.
Lo paradójico es que se pone en discusión los salarios, es más los
“economistas” rentados por el capital hablan de remuneración por
productividad, pero nunca se aclara que la productividad del trabajo
depende del capital (máquinas y herramientas y su nivel tecnológico), y
nunca se plantea los márgenes de ganancia de los empresarios.
El crecimiento fue importante en los primeros años del kirchnerismo,
porque se utilizó la capacidad ociosa (fábricas cerradas, máquinas
paradas, trabajadores desocupados), pero a medida que se avanzaba en el
proceso productivo y distributivo, creciendo a tasas chinas, los
empresarios y sobre todo los más grandes, en lugar de ampliar la
capacidad instalada, fueron subiendo los precios y fugando parte de la
ganancia. La apropiación de riqueza, vía precios configura la causa
principal del proceso inflacionario actual.
A eso hay que sumarle que, a medida que los precios (que ellos
mismos fijan) crecía más que lo que se ajustaba el tipo de cambio (valor
del dólar), fueron incrementando las importaciones, claramente
demostrables en los volúmenes físicos y en el valor de las compras
externas de autopartes, insumos electrónicos, y combustible.
Por ende una de las tareas pendientes de los trabajadores y del
gobierno es hacer que las empresas (y fundamentalmente las más grandes)
proporcione a los sindicatos “toda la información necesaria”, por
ejemplo cómo se compone lo que producen (cuanto es generado en la
Argentina y cuanto se importa), y como se distribuyen los beneficios de
la productividad, para poner en discusión, precios, salarios y ganancia.
El Diputado Héctor Recalde en una nota que le publicó un suplemento
económico de un matutino hace un mes atrás, proponía que “…los
establecimientos de más de 300 trabajadores deben elaborar anualmente un
balance social, que incluye el balance general anual, cuenta de
ganancias y pérdidas, estado y evolución económica y financiera de la
empresa, y del mercado en que actúa, información también sobre actos de
tercerización y subcontratación”.
“Con sustento en ello, los sindicatos tienen derecho a exigir de las
empresas que les informen, entre otros datos, el detalle de unidades
producidas, el total facturado, el precio de venta por unidad, el costo
laboral por unidad producida, los precios de los insumos de producción
–tanto nacionales como importados, para verificar la real incidencia del
tipo de cambio en los costos–, existencias en stock, la rentabilidad
bruta y neta de la empresa, y la distribución de las utilidades”.
Que por otra parte, corrobora y desarrolla el Art 14 bis de la
Constitución Nacional de 1957, artículo impulsado por Crisólogo Larralde
que sostenía: "El trabajo en sus diversas formas gozará de la
protección de las leyes, las que asegurarán al trabajador: condiciones
dignas y equitativas de labor; jornada limitada; descanso y vacaciones
pagados; retribución justa; salario mínimo vital móvil; igual
remuneración por igual tarea; participación en las ganancias de las
empresas, con control de la producción y colaboración en la dirección;
protección contra el despido arbitrario; estabilidad del empleado
público; organización sindical libre y democrática, reconocida por la
simple inscripción en un registro especial”, que el menemismo detrajo
en la reforma de 1994.
Para comprender la importancia de lo que estamos leyendo, debemos
pensar unos segundos, como puede ser que la revista Forbes, publique que
entre las 2.000 personas más ricas del mundo hay varios argentinos. La
mayor fortuna la tienen Carlos y Alejandro Bulgheroni, dueños de la
petrolera Bridas y Panamerican Energy, con U$S 5.880 millones, lo que
los ubica en el puesto 256. En segundo lugar entre los empresarios de
este país, aparece Paolo Rocca con 3.400 millones de dólares. Gregorio
Pérez Companc y familia ocupan el tercer lugar del ranking con US$ 2.800
millones. Cuarto está Eduardo Eurnekian, dueño de la Corporación
América (administradora de aeropuertos en la Argentina), con U$S 1.900
millones, lo que lo deja en el puesto 931 en el ranking global mundial
del año 2013. Quinto lugar para Alberto Roemmers, con u$s 1.350
millones. Sexta está María Inés de la Fuente (única heredera de Amalia
Lacroze de Fortabat) y su familia, con U$S 1.260 millones, en el puesto
1.372 de la Revista
Es claro que un país que tiene semejantes magnates, no puede
proponer a un maestro inicial de grado que tenga una remuneración de $
4.750.- en junio de 2015. La razón, la justicia social, y el principio
de equidad deberían hacer que todos los ciudadanos de este país
defendamos lo contemplado en nuestra Constitución Nacional en general, y
en particular en su Art. 16º que dice textualmente: “La Nación
Argentina no admite prerrogativas de sangre, ni de nacimiento: no hay en
ella fueros personales ni títulos de nobleza. Todos sus habitantes son
iguales ante la ley, y admisibles en los empleos sin otra condición que
la idoneidad. La igualdad es la base del impuesto y de las cargas
públicas”.
Decimos esto, porque no es posible que quienes han realizado una
fortuna inconmensurable, no contribuyan mínimamente con el sostén del
Estado para que pueda afrontar dignamente con la remuneración de los
trabajadores de la educación, cuando ese mismo Estado le garantiza el
derecho de propiedad y explotación de los ingentes recursos con que
cuentan. Si no nace de ello, de los sectores más ricos de la sociedad
Argentina, se debería colocar un empréstito forzoso, a tasa del 1%
anual en dólares, por diez años, por ejemplo, para financiar los gastos
públicos indispensables y necesarios para la formación de las
generaciones futuras.
De otro modo, el Estado se endeuda para financiar la reducción de
las actividades públicas (el reclamado ajuste fiscal por los que quieren
un estado pequeño y que no apoye a su población) y los que se
benefician son los ricos que son los dueños de los títulos que obtienen
altas tasa de interés.
La lógica del capital, de la fórmula del monto y del interés
compuesto debe subordinarse a la lógica de la sociedad con inclusión.
Lo que aparece como una victoria que es una cierta estabilidad
cambiaria, se inmola en el altar de transferir recursos de los
trabajadores en general y de los productores ligados al mercado interno,
a favor de los que exportan, como si la Argentina pudiera vivir
solamente de las exportaciones de soja y de Vaca Muerta. Preguntémonos
también: ¿Cuánto trabajo significa una tonelada de soja o la extracción
de petróleo o gas de Vaca Muerta?.
La Argentina necesita ser un país industrial, sin “Industria no
hay Nación” afirmaba Carlos Pellegrini, porque la industria genera
trabajo, y es por medio del trabajo y trabajo capacitado que vamos a
generar un país para todos, y no una republiqueta proveedora de materias
primas y alimentos (en la soja es incluso peor porque básicamente son
forrajes, y por el modo en que se la cultiva) para el resto del mundo.
La decisión que se tome dirá quienes se beneficiaron y quienes se
perjudicaron, sin miramiento ni eufemismos. A Pirro, derrotado y
finalmente muerto, le cabe la gloria de haber ido en ayuda de sus
compatriotas, y es por eso que es venerado y respetado por el pueblo
griego.