Chile arde y nadie sabe cómo apagar el fuego

El conflicto social dura ya dos semanas y obedece a que no se cumplen las expectativas de la población y a su desconfianza hacia los políticos
Un local 'grafiteado' durante las protestas en Santiago. En vídeo, imágenes de las últimas protestas en Chile.

El estallido social en Chile reventó el viernes 18 de octubre, una fecha que quedará marcada en la historia del país sudamericano. Se manifestó primero en forma de protestas estudiantiles por el alza del precio del billete del metro de Santiago, con entradas masivas en las estaciones sin pagar. Luego con violencia: en solo unas horas, de las 136 estaciones del subterráneo, 118 fueron dañadas y, de ellas, 25 incendiadas y 7 completamente quemadas, con pérdidas estimadas en 376 millones de dólares (unos 335 millones de euros). Hubo un tercer tiempo: los saqueos a los supermercados y al comercio, por los que el Ministerio del Interior ha interpuesto 175 querellas solo en la capital. Y un cuarto: las manifestaciones pacíficas —las más multitudinarias—, que una semana después de la explosión social reunieron a 1,2 millones de personas en el corazón de la capital.

MÁS INFORMACIÓN


Chile decreta el estado de emergencia por las revueltas contra el precio del metro
Santiago de Chile afronta su segunda noche de toque de queda y los disturbios dejan al menos ocho muertos

Pero después de 20 muertos, 592 civiles heridos, cientos de detenidos y denuncias de violaciones de los derechos humanos, ni el Gobierno ni la oposición dan respuesta a la insatisfacción por el tipo de sociedad que tiene Chile, desigual en todos los frentes. Las protestas y la violencia no dan tregua.

“El problema sigue siendo que la política chilena se ha encerrado en una burbuja”, señala el historiador Iván Jaksic. “Hay un desprestigio de la política y el malestar adquiere formas cada vez más preocupantes (...). Atravesamos una situación en la que conviven el triunfalismo del discurso económico con la decepción de quienes no ven sus beneficios, y en donde las expectativas son crecientes”.

Lo que se ha visto desde el 18 de octubre es un conflicto complejo y multicausal que se explica, en parte, por una sociedad que demanda bienes y servicios públicos al alcance de todos. No es lo que sucede actualmente: la dictadura militar (1973-1990) instaló un modelo absolutamente pro mercado y permitió la provisión privada de bienes y servicios que en muchas otras economías suelen dejarse en manos del sector público, como la educación y las pensiones. El divorcio entre los chilenos y quienes supuestamente los representan —tanto del oficialismo como de la oposición— parece ser otra de las causas del enojo de los ciudadanos, que se sienten al margen de la senda de desarrollo de las últimas tres décadas. Pero también explica en buena parte las dificultades de Chile para encontrar una salida a esta crisis, la mayor desde el retorno de la democracia en 1990.

En estos 15 días, el presidente, Sebastián Piñera, tardó en comprender el trasfondo del enojo de sus compatriotas y al principio centró su discurso exclusivamente en el orden público, dada la intensidad de la violencia simultánea que destrozó la ciudad. Sacó a los militares a la calle en una decisión política compleja: las Fuerzas Armadas no salían de sus cuarteles a tomar el control de las urbes desde la dictadura, al menos por hechos que no fuesen desastres naturales. Luego reaccionó y pidió perdón en nombre de la clase política ante la falta de visión por los problemas que se venían acumulando. Anunció un amplio paquete de medidas sociales, como el inmediato aumento de un 20% de las pensiones en beneficio de 1,5 millones de personas. Cambió su Gabinete y centró los movimientos en su equipo político y económico, aunque no fue una apuesta radical. Al menos hasta ahora, sin embargo, sus acciones siguen pareciendo insuficientes. Lo demuestra su popularidad: los ciudadanos lo han castigado y su respaldo ha caído a un histórico récord del 14%.

Daniel Mansuy, doctor en Ciencias Políticas y académico de la Universidad de Los Andes, habla de un malestar acumulado y expandido: “Esta crisis se ha prolongado tanto porque la clase dirigente, en general, y la política, en particular, no han sabido articular ni contener ni dar una dirección a ese malestar”. “Sigue ahí porque la población no se siente interpretada por nada ni por nadie que le pueda dar un cauce institucional. Es grave”.

La oposición se encuentra dividida y, a juicio de la ciudadanía, no lo ha hecho mejor. La misma encuesta que mostró el 14% de popularidad para Piñera, el sondeo Cadem, indicó que todos los partidos de izquierda y centroizquierda están por debajo de esa cifra, con excepción del Frente Amplio, que alcanza un 16% de aprobación, apenas dos puntos por arriba del mandatario. Se trata de una joven coalición que mira a Podemos en España y que no ha logrado tampoco capitalizar el descontento chileno, evidente desde al menos 2006, con las primeras protestas estudiantiles.

En los primeros días de la crisis, el Partido Socialista, socio fundamental de la Concertación que gobernó Chile entre 1990 y 2010, se negó a asistir a las reuniones convocadas por el presidente para intentar darle una salida a la emergencia, argumentando que no lo haría mientras hubiese militares en las calles. El Frente Amplio y el Partido Comunista —que formó parte del segundo Gobierno de Michelle Bachelet junto al centroizquierda— buscan impulsar una acusación constitucional en el Congreso para destituir a Piñera. “Es un show parlamentario. La clase política sigue enfrascada en discusiones pequeñas, que es justo lo que le molesta a la gente”, opina Mansuy. “A la oposición, además, en un primer momento, le costó mucho condenar la violencia y fue muy ambigua, lo que es parte del problema político que tenemos”.

El movimiento chileno hasta ahora no tiene articulación: ni liderazgos, ni portavoces, ni un pliego de demandas concretas. En las peticiones convergen distintos intereses y necesidades. Mientras la clase política busca el diagnóstico y la respuesta necesaria, una parte de los ciudadanos se reúne espontáneamente en asambleas a discutir líneas de acción. Desde hace 15 días, la política chilena está en el aire.

Años de descontento


Desde el estallido de la crisis, el presidente chileno, Sebastián Piñera, tuvo que dejar a un lado el programa con el que llegó a La Moneda en 2018. Se ha abierto a cambiar su reforma tributaria, incluso en los aspectos que consideraba fundamentales. Para no encender nuevas hogueras, sus ministros negocian con empresas privadas para contener el aumento de la tarifa eléctrica, el precio de los peajes urbanos o la gasolina.

Para algunos analistas, como Ascanio Cavallo, “simbólicamente, el Gobierno está acabado”, sobre todo después de que el miércoles anunciara la cancelación del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC), que se iba a celebrar en Santiago en noviembre, y de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP25), en diciembre. “Eran los mayores logros del Gobierno en materia internacional. El segundo desafío, lograr que la economía repunte, también lo daría por muerto”, afirma Cavallo.

El divorcio entre los chilenos y quienes son sus representantes políticos ha sido alertado desde hace años. El Programa de la ONU para el Desarrollo (PNUD) publicó en 2016 su encuesta Auditoría a la Democracia, donde advierte de “un problema de carácter estructural” y señala que “el descontento de la ciudadanía con el funcionamiento del sistema político y sus instituciones ha sido paulatino más que repentino”. Comparando los datos de 2008 y 2016, quienes no se identifican ni con la izquierda, ni el centro, ni la derecha pasaron de ser un 34% a un 68%. Quienes no se sienten representados con ningún partido político, de un 53% a un 83%.

Johnson le saca 17 puntos de ventaja a Corbyn


Los conservadores del premier Boris Johnson tienen una gran ventaja sobre los laboristas de Jeremy Corbyn de cara a las elecciones británicas del 12 de diciembre, según un último sondeo Ipsos Mori, que muestra que la fuerza del primer ministro orilla el 41% (+8%) frente al 24% del laborismo.

En tercer lugar se ubican los Liberales Democráticos de Jo Swinson, a los que Ipsos otorga un 20% y finalmente el Brexit Party de Farage, con un 7 por ciento.

Johnson, según el sondeo, es el único dirigente con un porcentaje de opiniones a favor superior a las contrarias (46% contra 42%).

Corbyn se frena en 15% de opiniones favorables, precedido por Farage con el 22%, aunque este último tiene un 52% de opiniones hostiles a su figura.

Alberto Fernández dio un mensaje en apoyo a la Marcha del Orgullo

Prometió construir "una Argentina con más derechos" e "igualdad"


La 28° Marcha del Orgullo inició en Plaza de Mayo y cerró en el Congreso

Desde México, el presidente electo, Alberto Fernández, dio un mensaje en apoyo a la 28° Marcha del Orgullo. La manifestación, que fue la más convocante de su historia, se realizó este sábado desde Plaza de Mayo hasta el Congreso para exigir "un país sin violencia institucional ni religiosa" y el fin de los "crímenes de odio".

"En una sociedad que nos educó para la vergüenza, ser libres es la mejor respuesta", escribió Fernández en su cuenta de Twitter, horas después de llegar a México, donde mañana se reunirá con el presidente Andrés Manuel López Obrador.

La frase es una variante de la consigna más popular de Carlos Jáuregui, activista gay y primer presidente de la Comunidad Homosexual Argentina (CHA), quien en 1992 encabezó la primera Marcha del Orgullo en el país. "En una sociedad que nos educa para la vergüenza, el orgullo es una respuesta política", planteaba Jáuregui sobre el objetivo de esta manifestación.

Además, Fernández prometió: "Vamos a construir una Argentina con más derechos, en la que reinen el amor y la igualdad. Vamos a construir una Argentina para todos, todas y todes". En la marcha estuvo presente su hijo, Estanislao Fernández, quien es parte del movimiento drag queen, una forma de expresión artística e identitaria mediante la ropa y el maquillaje.

La Marcha del Orgullo se realiza anualmente el primer sábado de noviembre desde 1992. Cada año varía el punto de inicio y el punto final del recorrido entre el Congreso y la Plaza de Mayo, pero siempre incluye manifestaciones artísticas, camiones con música y reclamos concretos al Gobierno para la comunidad. Este año, el Gobierno nacional no habilitó la instalación de un escenario en el Congreso, pero la Ciudad si permitió que se ponga uno en Plaza de Mayo, por lo que la lectura de los documentos, contrario a la tradición, se hizo al principio.

El nombre del evento también cambió con el paso del tiempo: si bien al principio era conocida como "Marcha del Orgullo Gay y Lésbico", esa denominación se amplió para sumar a otros tipos de disidencia sexual como la bisexualidad o transexualidad, pero desde este año se eliminaron del todo las etiquetas con el objetivo de ser lo más inclusiva posible.

En Argentina hay un millón de tarjetas de crédito menos en el país que hace un año

El estudio elaborado por la Cámara de Tarjetas de Crédito y Compra (ATACYC) indicó además que "se perdieron más de un millón de cuentas de tarjetas regionales no bancarias activas desde mediados de 2016".


En la Argentina bajó la cantidad de tarjetas de crédito y hay un millón menos con relación al año pasado, como resultado de la crisis que afronta el sector por la merma en el consumo, según datos de un informe privado.
El estudio elaborado por la Cámara de Tarjetas de Crédito y Compra (ATACYC) indicó que, en la actualidad, hay "un millón menos de plásticos que hace un año".

En tanto, subrayó que "se perdieron más de un millón de cuentas de tarjetas regionales no bancarias activas desde mediados de 2016".

El director ejecutivo de Atacyc, César Bastien, resaltó que la merma en la cantidad de tarjetas se debe a la crisis por la que atraviesa el rubro.

Además, cuestionó el plazo de pago a comercios de diez días hábiles a los emisores financieros al argumentar que genera "pérdidas"

Beto O'Rourke abandona la carrera por la nominación presidencial

El popular excongresista texano anunció que, por problemas financieros de la campaña, dejará de buscar la presidencia de EU.


Hace apenas un año el excongresista Beto O'Rourke reavivó entre los demócratas texanos la esperanza de ganar una contienda electoral a nivel estado. O'Rourke, a quien llamaban sin ironía "el Kennedy de Texas", estuvo a un par de puntos de conquistar la curul del senador republicano Ted Cruz, uno de los más encendidos defensores de Donald Trump. Hoy, a menos de un año de aquella elección, O'Rourke anuncia su salida de la carrera presidencial.

Para algunos el primer tropiezo del excandidato fue anunciar su entrada a la carrera por la nominación demócrata hasta mediados de marzo de este año. Encima, al nativo de El Paso no se le sintió el entusiasmo por la titánica batalla a la que se había lanzado. En particular tratándose del ciclo interno más complejo del que se tenga memoria. Beto tuvo que medirse con figuras de talla nacional como el exvicepresidente Joe Biden, el senador Bernie Sanders, la senadora Elizabeth Warren, y el nuevo rockstar joven del partido, Pete Buttigieg, alcalde de la humilde ciudad de South Bend, Indiana.

"Nuestra campaña siempre ha sido sobre ver con claridad, hablar con honestidad, y actuar de manera decisiva", dijo el excandidato en su cuenta de Twitter. "En ese espíritu: Anuncio que mi servicio al país no será como candidato ni como el nominado".

Durante los debates presidenciales Beto tuvo pocos momentos brillantes. De hecho, sus posturas centristas sirvieron para poner bajo los reflectores a otro texano, el exsecretario de vivienda Julián Castro, quien lo cuestionó con fuerza por negarse a descriminalizar los cruces fronterizos indocumentados.

Quizás el momento más lucido y genuino para O'Rourke ocurrió después de la tragedia en El Paso, donde un supremacista blanco asesinó a más de 20 personas de origen latino. La furia e indignación de O'Rourke se sintieron genuinas y palpables, y por primera vez sus números repuntaron un poco. Nunca se acercó a los tres primeros lugares. Minutos después del anuncio, el presidente Donald Trump lanzó un tuit celebratorio, burlándose del fracaso del texano. "Oh no, Beto acaba de abandonar la carrera para presidente a pesar de que dijo que había nacido para esto", se burló Trump. "¡No lo creo!".


De acuerdo con el New York Times, la campaña de O'Rourke se enfrentaba a momentos críticos. Ante la disyuntiva de tener que adelgazar de manera significativa a su equipo o renunciar, el excongresista optó por la salida.

Beto envió un comunicado por adelantado al Times en el que se dijo orgulloso de haber luchado por el control de armas y la batalla contra el cambio climático, pero aceptó que su campaña carecer de "los medios para avanzar de manera exitosa".

Según el diario neoyorkino, Beto no planea luchar por otro cargo el próximo año, a pesar de que muchos de sus seguidores y asesores intentaron convencerlo de volver a contender por el Senado, esta vez para expulsar al poderoso John Cornyn, quien se enfrentará a la urnas en 2020.

Macri lo llamó a Alberto:Marcos Peña y Patricia Bullrich, los tema de la conversación



Fernández firmando el libro de visitas de la casa de Frida Kahlo.

Mauricio Macri volvió a llamar a Alberto Fernández luego del encuentro que tuvieron en la Casa Rosada y antes de que viajara a México. Lo confirmaron en la comitiva que acompaña al presidente electo. Entre otras cosas, Macri le aseguró que desde el Gobierno no había salido la fake news que sostenía que Fernández había sido internado nuevamente en el Sanatorio Otamendi. El presidente electo optó por creerle. Qué otra le quedaba.

Cerca de Fernández aseguran que de verdad el diálogo que tuvieron cara a cara fue bueno y que el vínculo quedó mucho mejor que lo que había sido durante la campaña. Pero hay cosas que enojan a Fernández y que pueden poner en riesgo la transición. Una fue esa noticia publicada por algunos medios. En su reacción en Twitter, Fernández acusó al jefe de Gabinete, Marcos Peña . Macri le aseguró que no tenían nada que ver.

Otro motivo de enojo fueron las declaraciones de la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, acerca de que con el Frente de Todos "van a volver la inseguridad y el narcotráfico". En el hotel Camino Real rumiaban bronca por esa afirmación, fuera de lugar una vez terminada la campaña, que además no tuvo réplica de parte de ningún funcionario de la Casa Rosada.

Fuera de esos cuestiones, en el entorno de Fernández había conformidad con las medidas tomadas por el Gobierno que lograron frenar la escalada del dólar y la caída de reservas, aunque fuera a costa de estrechar el cepo al máximo. "Dado el punto al que se habían llevado las cosas, no les quedaba mucho más por hacer", concluían.

"Medicare para todos": el plan de Elizabeth Warren

La pre candidata demócrata de cara a las elecciones presidenciales de 2020, quien por cierto es una de las favoritas para enfrentarse a Donald Trump en los comicios, Elizabeth Warren, se presenta como el ala más progresista del Partido Demócrata. Pero su mayor fortaleza, que radica en la propuesta de "Medicare For All", es decir, salud pública para todos, también es su principal debilidad, ya que ese punto es tal vez el más clave para los votantes. Finalmente la misma dio a conocer los secretos para financiar su propuesta: aumentar los impuestos a las empresas y multimillonarios, totalmente en contra de lo que hizo el presidente Donald Trump, quien en un principio tenía la visión puesta en la economía. Y acá viene otro tema: ¿cuáles son las verdaderas posiblidades de Warren, teniendo en cuenta que no tienen experiencia administrando sueldos y menos una economía tan grande como la de Estados Unidos?

Warren, todavía las encuestas no lo reflejan pero en el debate fue atacada como una puntera.


Mientras Elizabeth Warren, una de las pre candidatas preferidas del Partido Demócrata, lidera las encuestas en el Estado de Iowa, uno de los primeros en votar y a su vez de los más definitivos, dejando a su compañero progresista, Bernie Sanders y el ex vicepresidente de Barack Obama, Joe Biden, detrás, la misma avanza hacia otro nivel con su campaña política de salud pública para todos. Pero esto le puede traer problemas, no todo es tan sencillo y bajo perfil dentro de la Casa Blanca.

Al igual que el slogan de campaña del presidente Donald Trump, fue y es: "Make America Great Again", a través de cerrar las fronteras y hacer crecer la economía internamente, el objetivo de Warren es "Medicare for all", es decir: salud pública para todos. Pero si bien su propuesta es el sueño de muchos norteamericanos que se vieron en desventaja en términos de salud cuando asumió Trump y aniquiló el ObamaCare de Barack Obama, que también ofrecía beneficios en el departamento de salud para toda la población, muchos otros la pusieron en cuestionamiento: ¿Cómo lo piensa pagar?

Antes que nada hay que tener en cuenta que al igual que la libre portación de armas, la situación de las tropas en el exterior y la inmigración, la salud pública es un tema clave en la campaña electoral, y por supuesto también durante el gobierno. A Obama lo alabaron gracias a sus políticas de salud pública, tanto que los votantes se enfocaron en eso y dejaron pasar muchas otras cosas. Es así que Warren, como buena candidata de izquierda, eligió pagar su propuesta con impuestos que le va a cobrar a las empresas y a los millonarios.

El costo sería nada más y nada menos que US$ 20.5 billones en nuevos gastos, y además siendo cuidadosa en no aumentar los impuestos a la clase media. Claro que ahí viene la pregunta del millón: ¿cómo impacta esto en los demás sectores de la economía que son necesarios para mantener el país en crecimiento y funcionamiento? En consecuencia, la salud pública para todos puede ser un gran triunfo, o un gran fracaso que acabaría con su intento de carrera política en la Casa Blanca y su campaña por supuesto.

Este peligro quedó evidenciado reiteradas veces, por ejemplo en el hecho de que la senadora y pre candidata habla del Medicare desde el primer debate demócrata, sin embargo no fue hasta este viernes 01/11, cuando vio que crecía sin descanso en las encuestas, que decidió dar la información que todos estaban esperando, hasta sus propios competidores. Es así que Pete Buttigieg, en pleno debate, fue el primero en atreverse a preguntarle por la financiación: "Tengo mucho respeto por el senador Warren". “Pero anoche fue más específica y comunicativa sobre la cantidad de selfies que tomó que sobre cómo se financiará este plan. Y ese es un problema real ”, explicó el pre candidato.

El plan de Warren no solo viene con nuevos impuestos y castigos a las empresas, que requiere que empleadores paguen al gobierno una cantidad similar a lo que están gastando actualmente en la atención médica de sus empleados, totalizando US$ 8.8 billones en una década, sino que también cuenta con US$ 800 mil millones en recortes al gasto militar. Algo que no le va a gustar nada a la parte más dura y conservadora del partido demócrata.

Warren fue profesora de Derecho en la Universidad de Harvard, una de las más prestigiosas de Estados Unidos, y siempre se muestra como una mujer que combatió contra el sexismo de la sociedad del pasado, lo que claro la llevó a ser la mujer y candidata del ala demócrata progresista que es hoy. Aunque si bien está llena de ideas, nunca estuvo cerca de lo que es manejar la mayor nación del mundo, en términos económicos. Pero eso no pareció ser un freno para los votantes cuando fue el turno de Barack Obama.

Pero a pesar de eso, Warren no siempre se mostró a favor del Medicare, teniendo en cuenta que cómo bien recuerda el diario norteamericano, POLITICO, "cuando se postuló para el Senado en 2012 le dijo a un entrevistador "no" cuando él le preguntó si estaba a favor", explican. Aunque claro, luego de que Barack Obama deje el poder y Trump inicie una guerra contra la salud pública, el tema comenzó a ser tendencia una vez más y fue ahí cuando Warren se acercó a Sanders y juntos formaron el ala más progresista del partido. Y claro ahora ella le sacó ventaja al senador de Vermont.

Sin embargo ahora es la cara del Medicare y quien se presentó como la salvadora de quienes no pueden acceder al sistema de salud, pero ¿cuál será el futuro de la pre candidata?

"La marcha más grande de todas", mantiene a Chile en vilo


Otra masiva autoconvocatoria en Plaza Italia, centro de Santiago

Tuvieron lugar dos marchas que este viernes sacudieron el centro de la ciudad. La de "Mujeres de luto", con los brazos en alto, banderas de Chile en color negro y fotos de los muertos tanto en la dictadura como en estos días. Y la que juntó hasta a los barras de equipos opuestos y terminó reprimida por los Carabineros. Nuevas denuncias de torturas.


“Mujeres de luto” caminó en absoluto silencio desde la estación Salvador hasta el Palacio de la Moneda.

Chile despertó y no descansará hasta que haya un cambio estructural. Eso es lo que quisieron demostrar las miles de personas que se reunieron en Plaza Italia cerca de las 17 alrededor de una convocatoria denominada “La marcha más grande de todas”, con la intención de replicar el suceso del viernes pasado. Fue una movilización mucho más masiva que la de ayer en el mismo punto, que había agrupado sobre todo a jóvenes estudiantes y que con disfraces y máscaras conectó con el espíritu de Halloween. A quince días de iniciado el estallido, el pueblo se preocupó por dejar en claro que no se cansa. En tanto, el Gobierno le respondió nuevamente con hidrantes y gases lacrimógenos que no perdonan ni al que está lejos.
A lo largo del feriado del Día de los Muertos, la ciudad presentó dos climas bien diferentes. Pasado el mediodía, un conjunto de emotivos rituales dio el protagonismo a los que ya no están y a los que el Estado torturó, desnudó, secuestró, abusó, violó, calcinó y disparó en esta etapa. Un enorme grupo de mujeres que se organizó por redes sociales con la consigna “Mujeres de luto” caminó en absoluto silencio desde la estación Salvador hasta el Palacio de la Moneda.
Todas vestían de negro. Llevaban los brazos en alto, racimos de flores, banderas de Chile en color negro, carteles en memoria de desaparecidos de la última dictadura militar, una tela con fotos de los muertos del Chile despierto. Nadie en esta manifestación se atrevía a faltar el respeto al silencio, y era tan pacífica que si alguien osaba enfrentarse a algún carabinero se lo reprendía (“no hace falta”). La numerosa columna avanzó por una Alameda que contiene todas las huellas del estallido. Vidrios rotos, locales calcinados, importantes edificios públicos --como la Biblioteca Nacional-- totalmente intervenidos por el aerosol. Al llegar a la casa de gobierno, las mujeres entonaron el himno de estas movilizaciones, “El derecho a vivir en paz”, de Víctor Jara, y “La cigarra” de María Elena Walsh.
La antigua Iglesia San Francisco estaba empapelada con las fotos de los jóvenes fallecidos en los últimos días, como Joshua Osorio, de 17 años, que murió calcinado. O la artista callejera Daniela Cardoso (36 años), colgada frente a sus vecinos, luego de ser abusada sexualmente por uniformados. Los familiares de desaparecidos y fallecidos no eran visibles en la marcha, si es que estaban. Muchos aún no han hecho denuncias y prefieren no hablar de lo sucedido. “Esta generación no pensaba que iba a vivir esto, por eso no le tuvimos miedo al toque de queda”, dice Valentina Barrios, una joven que todos los viernes participa de las rondas alrededor de la Moneda, organizadas por familiares de detenidos y desaparecidos. Dentro de las Juventudes Comunistas ella es compañera de un joven que fue detenido y torturado en un regimiento granadero de Iquique, del cual circularon impactantes fotos ayer. “Estaba en una marcha, lo agarraron, con patadas, hubo simulación de fusilamiento, abuso sexual, le pusieron corriente, le pegaron, tiene un derrame en el ojo”, enumeró trágicamente Valentina.
Más temprano, una comunidad de sahumadoras había homenajeado a desaparecidos y muertos --29, según dijeron-- con una ceremonia en Plaza Baquedano que tomaba aspectos de una tradición mexicana. “Sahumar es armonizar, liberar energías, dar paz. Sanar. Limpiar, también, en algún sentido”, explicó Roxana Campos Araya, la mujer que conducía el ritual. Reunidas en ronda, con caracolas y sahumerios, las mujeres iban colocando en la tierra cruces con los nombres de los caídos. Pensaban enterrarlas en el Museo Nacional de Bellas Artes. “Quisimos ponerles cuerpo a los muertos y hacer un homenaje colorido. Era importante trenzar un rezo para ayudarles a elevarse y hacerlos visibles”, comentó otra de las sahumadoras, llamada Sayen. Un tercer grupo femenino ofreció una performance de expresión corporal respecto de los heridos. Estaban vestidas de negro y tenían gasas en los ojos.
Si por esas horas la calle era de las mujeres que reivindicaban los derechos humanos y hacían visibles a las víctimas de la violencia del Estado, hacia la tarde el clima de Plaza Italia cambió radicalmente. El pueblo todo con sus variados reclamos en carteles se juntó allí después de que Carabineros dispersara con hidrantes --aquí conocidos como guanacos-- a manifestantes en la Moneda. Los gases eran poderosos. No son pocos los que dicen que son cada vez más tóxicos. Eran arrojados, como ayer, desde la estación de metro de Baquedano, y también había un foco represivo en el Parque Bustamante. Los manifestantes entregaban agua con bicarbonato y barbijos. Los parques linderos estaban también colmados.
“¿Qué otra figura más que Piñera logró juntar a dos barrabravas opuestas?”, decía Jorge, que tomaba una cerveza y señalaba las banderas de Colo Colo y Universidad de Chile agitadas por sus hinchas en cercanía. Por todos lados sonaban cacerolas, tambores, silbatos; flameaban banderas chilenas y mapuches. “El que no salta es paco” fue uno de los cánticos más repetidos. Como dato de color, la movilización sumó a un grupo de manifestantes llegados de Limache (región de Valparaíso) en una caminata. “Mi hijo recibió siete perdigones en la espalda por venir a ayudar a la Cruz Roja. Tengo 79 años y salgo a pelear igual”, expresaba Carlos sosteniendo un cartón que cuestionaba el sistema jubilatorio. Daba especial importancia al hecho de poder expresarse en un medio de comunicación: “El periodismo acá oculta todo. No muestra esto”. A quince días de la explosión social, el pueblo de Chile demostró entonces varias cosas: que luchará por sus muertos, que buscará a sus desaparecidos y que no dejará las calles hasta ser escuchado.

Trump llamó a Alberto: "He instruido al FMI para trabajar con usted"

"Usted va a hacer un trabajo fantástico", le dijo el norteamericano al peronista. Merkel también lo saludó.


El presidente de los Estados Unidos llamó hoy a las 17 al presidente electo, Alberto Fernández, para felicitarlo por el triunfo del domingo 27 de octubre pasado.

"Felicitaciones por la gran victoria. La vimos por televisión", comentó el mandatario norteamericano, según dijeron en el entorno de Fernández. "Usted va a hacer un trabajo fantástico. Espero poder conocerlo inmediatamente. Su victoria ha sido comentada en todo el mundo", indicó el norteamericano.

Durante la conversación telefónica, que el presidente electo mantuvo desde sus oficinas de la calle México en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Trump aseguró haber instruido a su equipo en el Fondo Monetario Internacional para ayudar a la Argentina. "He instruido al FMI para trabajar con usted. No dude en llamarme", señaló.

Por su parte, Fernández le transmitió su intención de mantener "una relación madura y cordial" alrededor de "muchos temas comunes en el marco de una situación compleja en la que Argentina necesita ayuda". "Tenemos que hacer cosas juntos", le dijo Fernández a Trump.

Por la noche, relató la conversación en un tuit. "Recibí el llamado de @realDonaldTrump, que me comunicó que instruyó al FMI para que trabajemos juntos para resolver el problema de nuestra deuda. Le agradecí por su importante gesto y le transmití mi intención de mantener una relación madura y cordial con los Estados Unidos".


Un día antes del llamado, el secretario del Tesoro de Estados Unidos, Steven Mnuchin, había pedido que Alberto cumpliera los compromisos asumidos por Mauricio Macri con el FMI.

"Argentina tiene un compromiso con el Fondo Monetario Internacional y nuestras expectativa es que este gobierno cumpla con ese compromiso y si solicita cambios, como cualquier otro país, el FMI considerará su solicitud como parte de su plan económico", subrayó Mnuchin en una entrevista con Reuters.

"Queremos que el pueblo de Argentina y la economía tengan éxito. Nuestros intereses son apoyar al pueblo", agregó el funcionario estadounidense.


Por su parte, Angela Merkel, primera canciller de Alemania le envió a Alberto un saludo por escrito: "Alemania y Argentina tiene muchos años de amistad. Nuestra asociación y la cooperación confiada de los gobiernos siempre se han desarrollado y profundizado". "Con este espíritu, Alemania seguirá siendo un socio fiable para su país", agregó Merkel.

Alberto también le respondió por Twitter. "Agradezco a la canciller de Alemania, Angela Merkel, por sus palabras. Ansío que podamos potenciar la sociedad no solo entre nuestros países sino entre el Mercosur y la Unión Europea, siempre garantizando la protección de los sectores más vulnerables", posteó.

FROM 1996 Paul Krugman: A Country Is Not a Company

A Country Is Not a Company

Paul Krugman
FROM THE JANUARY–FEBRUARY 1996 ISSUE


January–February 1996 Issue




College students who plan to go into business often major in economics, but few believe that they will end up using what they hear in the lecture hall. Those students understand a fundamental truth: What they learn in economics courses won’t help them run a business.

The converse is also true: What people learn from running a business won’t help them formulate economic policy. A country is not a big corporation. The habits of mind that make a great business leader are not, in general, those that make a great economic analyst; an executive who has made $1 billion is rarely the right person to turn to for advice about a $6 trillion economy.

Why should that be pointed out? After all, neither businesspeople nor economists are usually very good poets, but so what? Yet many people (not least successful business executives themselves) believe that someone who has made a personal fortune will know how to make an entire nation more prosperous. In fact, his or her advice is often disastrously misguided.


Many people believe that someone who has made a personal fortune will know how to make an entire nation more prosperous.

I am not claiming that business-people are stupid or that economists are particularly smart. On the contrary, if the 100 top U.S. business executives got together with the 100 leading economists, the least impressive of the former group would probably outshine the most impressive of the latter. My point is that the style of thinking necessary for economic analysis is very different from that which leads to success in business. By understanding that difference, we can begin to understand what it means to do good economic analysis and perhaps even help some businesspeople become the great economists they surely have the intellect to be.

Let me begin with two examples of economic issues that I have found business executives generally do not understand: first, the relationship between exports and job creation, and, second, the relationship between foreign investment and trade balances. Both issues involve international trade, partly because it is the area I know best but also because it is an area in which businesspeople seem particularly inclined to make false analogies between countries and corporations.
Exports and Jobs

Business executives consistently misunderstand two things about the relationship between international trade and domestic job creation. First, since most U.S. business-people support free trade, they generally agree that expanded world trade is good for world employment. Specifically, they believe that free trade agreements such as the recently concluded General Agreement on Tariffs and Trade are good largely because they mean more jobs around the world. Second, businesspeople tend to believe that countries compete for those jobs. The more the United States exports, the thinking goes, the more people we will employ, and the more we import, the fewer jobs will be available. According to that view, the United States must not only have free trade but also be sufficiently competitive to get a large proportion of the jobs that free trade creates.

Do those propositions sound reasonable? Of course they do. This sort of rhetoric dominated the last U.S. presidential election and will likely be heard again in the upcoming race. However, economists in general do not believe that free trade creates more jobs worldwide (or that its benefits should be measured in terms of job creation) or that countries that are highly successful exporters will have lower unemployment than those that run trade deficits.

Why don’t economists subscribe to what sounds like common sense to businesspeople? The idea that free trade means more global jobs seems obvious: More trade means more exports and therefore more export-related jobs. But there is a problem with that argument. Because one country’s exports are another country’s imports, every dollar of export sales is, as a matter of sheer mathematical necessity, matched by a dollar of spending shifted from some country’s domestic goods to imports. Unless there is some reason to think that free trade will increase total world spending—which is not a necessary outcome—overall world demand will not change.

Moreover, beyond this indisputable point of arithmetic lies the question of what limits the overall number of jobs available. Is it simply a matter of insufficient demand for goods? Surely not, except in the very short run. It is, after all, easy to increase demand. The Federal Reserve can print as much money as it likes, and it has repeatedly demonstrated its ability to create an economic boom when it wants to. Why, then, doesn’t the Fed try to keep the economy booming all the time? Because it believes, with good reason, that if it were to do so—if it were to create too many jobs—the result would be unacceptable and accelerating inflation. In other words, the constraint on the number of jobs in the United States is not the U.S. economy’s ability to generate demand, from exports or any other source, but the level of unemployment that the Fed thinks the economy needs in order to keep inflation under control.

That is not an abstract point. During 1994, the Fed raised interest rates seven times and made no secret of the fact that it was doing so to cool off an economic boom that it feared would create too many jobs, overheat the economy, and lead to inflation. Consider what that implies for the effect of trade on employment. Suppose that the U.S. economy were to experience an export surge. Suppose, for example, that the United States agreed to drop its objections to slave labor if China agreed to buy $200 billion worth of U.S. goods. What would the Fed do? It would offset the expansionary effect of the exports by raising interest rates; thus any increase in export-related jobs would be more or less matched by a loss of jobs in interest-rate-sensitive sectors of the economy, such as construction. Conversely, the Fed would surely respond to an import surge by lowering interest rates, so the direct loss of jobs to import competition would be roughly matched by an increased number of jobs elsewhere.

Even if we ignore the point that free trade always increases world imports by exactly as much as it increases world exports, there is still no reason to expect free trade to increase U.S. employment, nor should we expect any other trade policy, such as export promotion, to increase the total number of jobs in our economy. When the U.S. secretary of commerce returns from a trip abroad with billions of dollars in new orders for U.S. companies, he may or may not be instrumental in creating thousands of export-related jobs. If he is, he is also instrumental in destroying a roughly equal number of jobs elsewhere in the economy. The ability of the U.S. economy to increase exports or roll back imports has essentially nothing to do with its success in creating jobs.

Needless to say, this argument does not sit well with business audiences. (When I argued on one business panel that the North American Free Trade Agreement would have no effect, positive or negative, on the total number of jobs in the United States, one of my fellow panelists—a NAFTA supporter—reacted with rage: “It’s comments like that that explain why people hate economists!”) The job gains from increased exports or losses from import competition are tangible: You can actually see the people making the goods that foreigners buy, the workers whose factories were closed in the face of import competition. The other effects that economists talk about seem abstract. And yet if you accept the idea that the Fed has both a jobs target and the means to achieve it, you must conclude that changes in exports and imports have little effect on overall employment.
Investment and the Trade Balance

Our second example, the relationship between foreign investment and trade balances, is equally troubling to businesspeople. Suppose that hundreds of multinational companies decide that a country is an ideal manufacturing site and start pouring billions of dollars a year into the country to build new plants. What happens to the country’s trade balance? Business executives, almost without exception, believe that the country will start to run trade surpluses. They are generally unconvinced by the economist’s answer that such a country will necessarily run large trade deficits.

It’s easy to see where the business-people’s answer comes from. They think of their own companies and ask what would happen if capacity in their industries suddenly expanded. Clearly their companies would import less and export more. If the same story is played out in many industries, surely this would mean a shift toward a trade surplus for the economy as a whole.

The economist knows that just the opposite is true. Why? Because the balance of trade is part of the balance of payments, and the overall balance of payments of any country—the difference between its total sales to foreigners and its purchases from foreigners—must always be zero.1 Of course, a country can run a trade deficit or surplus. That is, it can buy more goods from foreigners than it sells or vice versa. But that imbalance must always be matched by a corresponding imbalance in the capital account. A country that runs a trade deficit must be selling foreigners more assets than it buys; a country that runs a surplus must be a net investor abroad. When the United States buys Japanese automobiles, it must be selling something in return; it might be Boeing jets, but it could also be Rockefeller Center or, for that matter, Treasury bills. That is not just an opinion that economists hold; it is an unavoidable accounting truism.

So what happens when a country attracts a lot of foreign investment? With the inflow of capital, foreigners are acquiring more assets in that country than the country’s residents are acquiring abroad. But that means, as a matter of sheer accounting, that the country’s imports must, at the same time, exceed its exports. A country that attracts large capital inflows will necessarily run a trade deficit.


A country that attracts a lot of foreign investment will necessarily run a trade deficit.

But that is just accounting. How does it happen in practice? When companies build plants, they will purchase some imported equipment. The investment inflow may spark a domestic boom, which leads to surging import demand. If the country has a floating exchange rate, the investment inflow may drive up the currency’s value; if the country’s exchange rate is fixed, the result may be inflation. Either scenario will tend to price the country’s goods out of export markets and increase its imports. Whatever the channel, the outcome for the trade balance is not in doubt: Capital inflows must lead to trade deficits.

Consider, for example, Mexico’s recent history. During the 1980s, nobody would invest in Mexico and the country ran a trade surplus. After 1989, foreign investment poured in amid new optimism about Mexico’s prospects. Some of that money was spent on imported equipment for Mexico’s new factories. The rest fueled a domestic boom, which sucked in imports and caused the peso to become increasingly overvalued. That, in turn, discouraged exports and prompted many Mexican consumers to purchase imported goods. The result: Massive capital inflows were matched by equally massive trade deficits.

Then came the peso crisis of December 1994. Once again, investors were trying to get out of Mexico, not in, and the scenario ran in reverse. A slumping economy reduced the demand for imports, as did a newly devalued peso. Meanwhile, Mexican exports surged, helped by a weak currency. As any economist could have predicted, the collapse of foreign investment in Mexico has been matched by an equal and opposite move of Mexican trade into surplus.

But like the proposition that expanded exports do not mean more employment, the necessary conclusion that countries attracting foreign investment typically run trade deficits sits poorly with business audiences. The specific ways in which foreign investment might worsen the trade balance seem questionable to them. Will investors really spend that much on imported equipment? How do we know that the currency will appreciate or that, if it does, exports will decrease and imports will increase? At the root of the businessperson’s skepticism is the failure to understand the force of the accounting, which says that an inflow of capital must—not might—be accompanied by a trade deficit.

In each of the above examples, there is no question that the economists are right and the business-people are wrong. But why do the arguments that economists find compelling seem deeply implausible and even counterintuitive to businesspeople?

There are two answers to that question. The shallow answer is that the experiences of business life do not generally teach practitioners to look for the principles that underlie economists’ arguments. The deeper answer is that the kinds of feedback that typically arise in an individual business are both weaker than and different from the kinds of feedback that typically arise in the economy as a whole. Let me analyze each of these answers in turn.
The Parable of the Paralyzed Centipede

Every once in a while, a highly successful businessperson writes a book about what he or she has learned. Some of these books are memoirs: They tell the story of a career through anecdotes. Others are ambitious efforts to describe the principles on which the great person’s success was based.

Almost without exception, the first kind of book is far more successful than the second, not only in terms of sales but also in terms of its reception among serious thinkers. Why? Because a corporate leader succeeds not by developing a general theory of the corporation but by finding the particular product strategies or organizational innovations that work. There have been some business greats who have attempted to codify what they know, but such attempts have almost always been disappointing. George Soros’s book told readers very little about how to be another George Soros; and many people have pointed out that Warren Buffett does not, in practice, invest the Warren Buffett Way. After all, a financial wizard makes a fortune not by enunciating general principles of financial markets but by perceiving particular, highly specific opportunities a bit faster than anyone else.


A corporate leader succeeds by finding the right strategies, not by developing a theory of the corporation.

Indeed, great business executives often seem to do themselves harm when they try to formalize what they do, to write it down as a set of principles. They begin to behave as they think they are supposed to, whereas their previous success was based on intuition and a willingness to innovate. One is reminded of the old joke about the centipede who was asked how he managed to coordinate his 100 legs: He started thinking about it and could never walk properly again.

Yet even if a business leader may not be very good at formulating general theories or at explaining what he or she does, there are still those who believe that the businessperson’s ability to spot opportunities and solve problems in his or her own business can be applied to the national economy. After all, what the president of the United States needs from his economic advisers is not learned tracts but sound advice about what to do next. Why isn’t someone who has shown consistently good judgment in running a business likely to give the president good advice about running the country? Because, in short, a country is not a large company.

Many people have trouble grasping the difference in complexity between even the largest business and a national economy. The U.S. economy employs 120 millionpeople, about 200 times as many as General Motors, the largest employer in the United States. Yet even this 200-to-1 ratio vastly understates the difference in complexity between the largest business organization and the national economy. A mathematician will tell us that the number of potential interactions among a large group of people is proportional to the square of their number. Without getting too mystical, it is likely that the U.S. economy is in some sense not hundreds but tens of thousands of times more complex than the biggest corporation.

Moreover, there is a sense in which even very large corporations are not all that diverse. Most corporations are built around a core competence: a particular technology or an approach to a particular type of market. As a result, even a huge corporation that seems to be in many different businesses tends to be unified by a central theme.

The U.S. economy, in contrast, is the ultimate nightmare conglomerate, with tens of thousands of utterly distinct lines of business, unified only because they happen to be within the nation’s borders. The experience of a successful wheat farmer offers little insight into what works in the computer industry, which, in turn, is probably not a very good guide to successful strategies for a chain of restaurants.


The U.S. economy is the ultimate conglomerate, with tens of thousands of distinct lines of business.

How, then, can such a complex entity be managed? A national economy must be run on the basis of general principles, not particular strategies. Consider, for example, the question of tax policy. Responsible governments do not impose taxes targeted at particular individuals or corporations or offer them special tax breaks. In fact, it is rarely a good idea for governments even to design tax policy to encourage or discourage particular industries. Instead, a good tax system obeys the broad principles developed by fiscal experts over the years—for example, neutrality between alternative investments, low marginal rates, and minimal discrimination between current and future consumption.

Why is that a problem for businesspeople? After all, there are many general principles that also underlie the sound management of a corporation: consistent accounting, clear lines of responsibility, and so on. But many businesspeople have trouble accepting the relatively hands-off role of a wise economic policy-maker. Business executives must be proactive. It is hard for someone used to that role to realize how much more difficult—and less necessary—this approach is for national economic policy.

Consider, for example, the question of promoting key business areas. Only an irresponsible CEO would not try to determine which new areas were essential to the company’s future; a CEO who left investment decisions entirely to individual managers running independent profit centers would not be doing the job. But should a government decide on a list of key industries and then actively promote them? Quite aside from economists’ theoretical arguments against industrial targeting, the simple fact is that governments have a terrible track record at judging which industries are likely to be important. At various times, governments have been convinced that steel, nuclear power, synthetic fuels, semiconductor memories, and fifth-generation computers were the wave of the future. Of course, businesses make mistakes, too, but they do not have the extraordinarily low batting average of government because great business leaders have a detailed knowledge of and feel for their industries that nobody—no matter how smart—can have for a system as complex as a national economy.

Still, the idea that the best economic management almost always consists of setting up a good framework and then leaving it alone doesn’t make sense to businesspeople, whose instinct is, as Ross Perot put it, to “lift up the hood and get to work on the engine.”
Going Back to School

In the scientific world, the syndrome known as “great man’s disease” happens when a famous researcher in one field develops strong opinions about another field that he or she does not understand, such as a chemist who decides that he is an expert in medicine or a physicist who decides that he is an expert in cognitive science. The same syndrome is apparent in some business leaders who have been promoted to economic advisers: They have trouble accepting that they must go back to school before they can make pronouncements in a new field.

The general principles on which an economy must be run are different—not harder to understand, but different—from those that apply to a business. An executive who is thoroughly comfortable with business accounting does not automatically know how to read national income accounts, which measure different things and use different concepts. Personnel management and labor law are not the same thing; neither are corporate financial control and monetary policy. A business leader who wants to become an economic manager or expert must learn a new vocabulary and set of concepts, some of them unavoidably mathematical.

That is hard for a business leader, especially one who has been very successful, to accept. Imagine a person who has mastered the complexities of a huge industry, who has run a multibillion-dollar enterprise. Is such a person, whose advice on economic policy may well be sought, likely to respond by deciding to spend time reviewing the kind of material that is covered in freshman economics courses? Or is he or she more likely to assume that business experience is more than enough and that the unfamiliar words and concepts economists use are nothing but pretentious jargon?


Will a business leader want to review material taught in freshman economics courses?

Of course, in spite of the examples I gave earlier, many readers may still believe that the second response is the more sensible one. Why does economic analysis require different concepts, a completely different way of thinking, than running a business? To answer that question, I must turn to the deeper difference between good business thinking and good economic analysis.

The fundamental difference between business strategy and economic analysis is this: Even the largest business is a very open system; despite growing world trade, the U.S. economy is largely a closed system. Businesspeople are not used to thinking about closed systems; economists are.


Even the largest business is a very open system; a national economy is a closed system.

Let me offer some noneconomic examples to illustrate the difference between closed and open systems. Consider solid waste. Every year, the average American generates about half a ton of solid waste that cannot be recycled or burned. What happens to it? In many communities, it is sent somewhere else. My town requires that every resident subscribe to a private disposal service but provides no landfill site; the disposal service pays a fee to some other community for the right to dump our garbage. This means that the garbage pickup fees are higher than they would be if the town set aside a landfill site, but the town government has made that choice: It is willing to pay so that it won’t have an unsightly dump within its borders.

For an individual town, that choice is feasible. But could every town and county in the United States make the same choice? Could we all decide to send our garbage somewhere else? Of course not (leaving aside the possibility of exporting garbage to the Third World). For the United States as a whole, the principle “garbage in, garbage out” applies literally. The country can make choices about where to bury its solid waste but not about whether to bury it at all. That is, in terms of solid waste disposal, the United States is more or less a closed system, even though each town is an open system.

That’s a fairly obvious example. Here is another, perhaps less obvious one. At one point in my life, I was a “park-and-ride” commuter: Every morning, I would drive to a large parking garage and then take public transportation downtown. Unfortunately, the garage was not large enough. It consistently filled up, forcing late commuters to continue driving all the way to work. I soon learned, however, that I could always find a parking space if I arrived by about 8:15.

In this case, each individual commuter constituted an open system: He or she could find a parking space by arriving early. But the group of commuters as a whole could not do the same. If everyone tried to get a space by arriving earlier, the garage would only fill up sooner! Commuters as a group constituted a closed system, at least as far as parking was concerned.

What does this have to do with business versus economics? Businesses—even very large corporations—are generally open systems. They can, for example, increase employment in all their divisions simultaneously; they can increase investment across the board; they can seek a higher share of all their markets. Admittedly, the borders of the organization are not wide open. A company may find it difficult to expand rapidly because it cannot attract suitable workers fast enough or because it is unable to raise enough capital. An organization may find it even more difficult to contract, because it is reluctant to fire good employees. But we find nothing remarkable in a corporation whose market share doubles or halves in just a few years.

By contrast, a national economy—especially that of a very large country like the United States—is a closed system. Could all U.S. companies double their market shares over the next ten years?2 Certainly not, no matter how much their managements improved. For one thing, in spite of growing world trade, more than 70% of U.S. employment and value-added is in industries, such as retail trade, that neither export nor face import competition. In those industries, one U.S. company can increase its market share only at the expense of another.

In industries that do enter into world trade, U.S. companies as a group can increase their market share, but they must do so by either increasing exports or driving down imports. Any increase in their market share would therefore mean a move into trade surplus; and, as we have already seen, a country that runs a trade surplus is necessarily a country that exports capital. A little arithmetic tells us that if the average U.S. company were to expand its share of the world market by as little as five percentage points, the United States, which is currently a net importer of capital from the rest of the world, would have to become a net exporter of capital on a scale never before seen. If you think this is an implausible scenario, you must also believe that U.S. companies cannot increase their combined share of the market by more than a percentage point or two, no matter how well run they are.

Businesspeople have trouble with economic analysis because they are accustomed to thinking about open systems. To return to our two examples, a businessperson looks at the jobs directly created by exports and sees those as the most important part of the story. He or she may acknowledge that higher employment leads to higher interest rates, but this seems an iffy, marginal concern. What the economist sees, however, is that employment is a closed system: Workers who gain jobs from increased exports, like park-and-ride commuters who secure parking spaces by arriving at the garage early, must gain those positions at someone else’s expense.

And what about the effect of foreign investment on the trade balance? Again, the business executive looks at the direct effects of investment on competition in a particular industry; the effects of capital flows on exchange rates, prices, and so on do not seem particularly reliable or important. The economist knows, however, that the balance of payments is a closed system: The inflow of capital is always matched by the trade deficit, so any increase in that inflow must lead to an increase in that deficit.
Feedbacks in Business and Economics

Another way of looking at the difference between companies and economies may help explain why great business executives are often wrong about economics and why certain economic ideas are more popular with businesspeople than others: Open systems like companies typically experience a different kind of feedback than closed systems like economies.

This concept is best explained by hypothetical example. Imagine a company that has two main lines of business: widgets and gizmos. Suppose that this company experiences unexpected growth in its sales of widgets. How will that growth affect the sales of the company as a whole? Will increased widget sales end up helping or hurting the gizmo business? The answer in many cases will be that there is not much effect either way. The widget division will simply hire more workers, the company will raise more capital, and that will be that.

The story does not necessarily end here, of course. Expanded widget sales could either help or hurt the gizmo business in several ways. On one hand, a profitable widget business could help provide the cash flow that finances expansion in gizmos; or the experience gained from success in widgets may be transferable to gizmos; or the growth of the company may allow R&D efforts that benefit both divisions. On the other hand, rapid expansion may strain the company’s resources, so that the growth of widgets may come to some extent at the gizmo division’s expense. But such indirect effects of the growth of one part of the company on the success of the other are both ambiguous in principle and hard to judge in practice; feedbacks among different lines of business, whether they involve synergy or competition for resources, are often elusive.

By contrast, consider a national economy that finds one of its major exports growing rapidly. If that industry increases employment, it will typically do so at the expense of other industries. If the country does not at the same time reduce its inflows of capital, the increase in one export must be matched by a reduction in other exports or by an increase in imports because of the balance of payments accounting discussed earlier. That is, there will most likely be strong negative feedbacks from the growth of that export to employment and exports in other industries. Indeed, those negative feedbacks will ordinarily be so strong that they will more or less completely eliminate any improvements in overall employment or the trade balance. Why? Because employment and the balance of payments are closed systems.

In the open-system world of business, feedbacks are often weak and almost always uncertain. In the closed-system world of economics, feedbacks are often very strong and very certain. But that is not the whole difference. The feedbacks in the business world are often positive; those in the world of economic policy are usually, though not always, negative.

Again, compare the effects of an expanding line of business in a corporation and in a national economy. Success in one line of business, which expands the company’s financial, technological, or marketing base, often helps a company expand in other lines. That is, a company that does well in one area may end up hiring more people in other areas. But an economy that produces and sells many goods will normally find negative feedbacks among economic sectors: Expansion of one industry pulls resources of capital and labor away from other industries.

There are, in fact, examples of positive feedbacks in economics. They are often evident within a particular industry or group of related industries, especially if those industries are geographically concentrated. For example, the emergence of London as a financial center and of Hollywood as an entertainment center are clearly cases of positive feedback at work. However, such examples are usually limited to particular regions or industries; at the level of the national economy, negative feedback generally prevails. The reason should be obvious: An individual region or industry is a far more open system than the economy of the United States as a whole, let alone the world economy. An individual industry or group of industries can attract workers from other sectors of the economy; so if an individual industry does well, employment may increase not only in that industry but also in related industries, which may further reinforce the success of the first industry, and so on. Thus if one looks at a particular industrial complex, one may well see positive feedback at work. But for the economy as a whole, those localized positive feedbacks must be more than matched by negative feedbacks elsewhere. Extra resources pulled into any one industry or cluster of industries must come from somewhere, which means from other industries.

Businesspeople are not accustomed to or comfortable with the idea of a system in which there are strong negative feedbacks. In particular, they are not at all comfortable with the way in which effects that seem weak and uncertain from the point of view of an individual company or industry—such as the effect of reduced hiring on average wages or of increased foreign investment on the exchange rate—become crucially important when one adds up the impact of policies on the national economy as a whole.
What’s a President to Do?

In a society that respects business success, political leaders will inevitably—and rightly—seek the advice of business leaders on many issues, particularly those that involve money. All we can ask is that both the advisers and the advisees have a proper sense of what business success does and does not teach about economic policy.

In 1930, as the world slid into depression, John Maynard Keynes called for a massive monetary expansion to alleviate the crisis and pleaded for a policy based on economic analysis rather than on the advice of bankers committed to the gold standard or manufacturers who wanted to raise prices by restricting output. “For—though no one will believe it—economics is a technical and difficult subject.”3 Had his advice been followed, the worst ravages of the Depression might have been avoided.

Keynes was right: Economics is a difficult and technical subject. It is no harder to be a good economist than it is to be a good business executive. (In fact, it is probably easier, because the competition is less intense.) However, economics and business are not the same subject, and mastery of one does not ensure comprehension, let alone mastery, of the other. A successful business leader is no more likely to be an expert on economics than on military strategy.

The next time you hear business-people propounding their views about the economy, ask yourself, Have they taken the time to study this subject? Have they read what the experts write? If not, never mind how successful they have been in business. Ignore them, because they probably have no idea what they are talking about.


1. There are actually two technical qualifications to this statement. One of them involves what are known as “unrequited transfers”: gifts, foreign aid, and so on. The other involves profits and interest payments from past investments. These qualifications do not change the main point.


2. Strictly speaking, one should talk of companies that produce in the United States. It is certainly possible for companies based in the United States to increase their world market share by acquiring foreign subsidiaries.


3. “The Great Slump of 1930,” reprinted in Essays in Persuasion (New York: Norton, 1963).
A version of this article appeared in the January–February 1996 issue of Harvard Business Review.



Paul Krugman is the Elizabeth and James Killian Professor of Economics at the Massachusetts Institute of Technology in Cambridge.

Negative stereotypes about Jews are largely rejected in France


President Emmanuel Macron, center, visits a vandalized Jewish cemetery in Quatzenheim, France, on Feb. 19, a day of nationwide marches against a rise in anti-Semitic attacks. In France, home to Europe’s largest Jewish population, reports of anti-Semitic incidents rose dramatically in 2018. There were 541 cases reported last year – not as high as in some previous years, but a 74% increase from 2017, according to the country’s Ministère de l’Intérieur. And already in 2019, there have been several new high-profile anti-Semitic incidents, including swastikas being spray-painted on graves in a Jewish cemetery.

Prominent though these incidents may be, they run counter to public opinion in France. A 2017 Pew Research Center survey found that a majority of French adults reject negative Jewish stereotypes and express an accepting attitude toward Jews.

In the survey, conducted in France and 14 other Western European countries, the Center asked whether people agreed or disagreed with two strongly worded negative statements: “Jews always pursue their own interests and not the interest of the country they live in,” and “Jews always overstate how much they have suffered.” Roughly seven-in-ten or more French respondents either completely or mostly disagreed with these statements, while about one-in-five completely or mostly agreed with them.

To gauge the extent of anti-Jewish sentiment in another way, the survey also asked Western European adults if they would be willing to accept Jews as neighbors or members of their family. Nine-in-ten French adults said they would be willing to accept Jews as neighbors, while roughly three-quarters (76%) said they would accept Jews as members of their family. These figures are at or near the median for the 15 countries where both questions were asked. (In Germany and the United Kingdom, where reported anti-Semitic incidents rose nearly 10% and 16% last year, respectively, the shares of adults saying they would accept Jews as neighbors and relatives were somewhat similar to those in France.)

On balance, French adults who identify as Christian are slightly more likely than people who identify as religiously unaffiliated (that is, atheist, agnostic or having no particular religion) to agree with anti-Jewish stereotypes, and they are slightly less likely to say they would accept Jews as relatives and neighbors. For example, 88% of Christians in France say they would accept Jews as neighbors, while 94% of the religiously unaffiliated in France say this. Respondents identifying with right-wing political ideology are considerably more likely to agree with the negative statements about Jews. The survey did not reach enough Muslims – who constitute France’s third-largest religious group, after Christians and the religiously unaffiliated – to allow for a nationally representative sample of their views.

It may seem counterintuitive that survey results would show widespread French acceptance of Jews less than a year before anti-Semitic incidents would rise. But general population survey data and statistics concerning anti-Semitic acts measure two different things. The former reflect a snapshot at a specific time of the attitudes of a nationally representative sample of adults, while the latter record reported events over time.

The number of Jews in France – as well as in the rest of Europe – has been declining since World War II. Some of this decline is due to emigration: In some recent years, France has been the largest origin country for immigrants to Israel – with 7,238 French emigrating there in 2014 and 7,328 doing so in 2015, according to the Jewish Agency for Israel. While estimates of France’s Jewish population vary, the number of Jews is France is believed to be as high as 500,000, or a little less than 1% of the country’s overall population.

The low share of Jews in France may help explain their relatively low profile across the country. A little over half of French adults (55%) say they know someone who is Jewish – lower than the 81% of French respondents who say they know an atheist and the 79% who say they know a Muslim. And just 33% of French respondents say they know “a great deal” or “some” about the Jewish religion, lower than the 42% who say they know “a great deal” or “some” about Islam and the 77% who say that about Christianity.

Knowing someone Jewish or knowing “a great deal” or “some” about Judaism are associated with somewhat higher levels of willingness to accept Jews as relatives, according to the Center’s survey. For example, 83% of French adults who say they know someone Jewish also say they would accept Jews as members of their family, while 67% of French adults who do not know anyone Jewish say this.

El presidente del Banco Central culpó a Macri por la pérdida millonaria de reservas


El Banco Central perdió 2.700 millones de dólares una semana y Guido Sandleris culpó a Mauricio Macri
Regaló un 17 % de las reservas netas que tenía en comienzo de semana. Fue una desconcertante estrategia cambiaria del BCRA.



En la semana previa a las elecciones, el Banco Central perdió 2.700 millones de dólares. Por ese hecho, el presidente de la entidad, Guido Sandleris, culpó al jefe de Estado, Mauricio Macri.

Así lo reveló Marcelo Bonelli en su columna en el diario Clarín. "Guillermo Nielsen lo llamó para reclamar por ese despilfarro de billetes. Sandleris se defendió y culpó como responsable del problema al propio Mauricio Macri. Dos fuentes confirmaron que el jefe del Central dijo lo siguiente: que hacía dos semanas le había propuesto al Presidente endurecer el cepo, pero que la Casa Rosada se opuso a la medida", confirmó.

Agregó Bonelli: "Sandleris tuvo una semana difícil- antes de las elecciones- fruto de lo que algunos analistas consideran desconcertante estrategia cambiaria del BCRA. Los máximos banqueros conocen que Sandleris no solo perdió las reservas que declaró, sino que también tuvo una caída adicional no informada en tiempo y forma al mercado. El BCRA, el jueves pasado - 24 de octubre- informó oficialmente que licitó 346 millones para frenar el dólar. Pero también vendió en forma directa y sin anuncio otros 345 millones de dólares".

Y también contó el viernes negro de Sandleris, a 48 de la derrota de Macri: "Anunció licitaciones por 220 millones y colocó directo otros 415 millones. Otros 635 millones de dólares. En total, el BCRA gastó en la semana previa a las elecciones la friolera de 2.700 millones de dólares, un 17 % de las reservas netas de comienzo de semana".

Sobre la previa al cepo, reveló: "Al acelerarse la corrida - a mediados de octubre- el BCRA llevó a Macri la siguiente propuesta: bajar la compra de dólares de 10.000 a solo 1.000. Pero la Casa Rosada le prohibió a Sandleris hacer modificaciones. El argumento fue electoral: defender el precio con reservas y no afectar a eventuales votantes de Cambiemos".

El recrudecimiento de la crisis aceleró la caída del empleo asalariado al 2,3%

Son datos del SIPA de agosto. La baja sería mayor en septiembre







El empleo asalariado registrado del sector privado aceleró el ritmo de su caída en agosto producto del recrudecimiento de la crisis generado por el estallido de la corrida y se sostuvo en los niveles más bajos desde 2012. Según los datos del SIPA, que presentó ayer el Ministerio de Producción, la cantidad de personas contratadas bajo esta modalidad laboral, habitualmente asociada al trabajo de calidad, se hundió 2,3% interanual, lo que implicó la expulsión de 140.400 trabajadores en los doce meses previos.

Pese a que el impacto de la devaluación en la economía real se plasmará con mayor fuerza en las siguientes mediciones, los números de agosto evidenciaron la profundización de los problemas de empleo. Mientras que en julio el trabajo asalariado privado caía al 2,1% interanual y se mantenía estable en términos mensuales, en el octavo mes se hundió 2,3% interanual y cayó 0,1% mensual sin estacionalidad.

Esta caída mensual de 6.500 empleos asalariados de los sectores público y privado fue compensada por la inscripción de 16.200 cuentapropistas, de los cuales 14.600 fueron monotributistas sociales con programas de Desarrollo Social. Por eso, la cantidad de trabajadores registrados total creció 0,1% sin estacionalidad contra julio, aunque cayó 1% respecto de agosto de 2018, un mes en el que la crisis económica ya se había trasladado al mundo laboral.

Este proceso de precarización de las condiciones laborales fue una tendencia sostenida, en términos generales, a lo largo del Gobierno de Cambiemos. Tanto es así que para encontrar menos asalariados registrados que los 6.072.500 de agosto pasado, hay que remontarse a abril de 2014, cuando impactó la devaluación realizada a principios de aquel año, o a agosto de 2012. Claro que desde entonces la población aumentó alrededor de 5,6% y 7,8%, respectivamente.

"Los sectores que están más vinculados al mercado interno, que tienden predominantemente a demandar trabajo asalariado, tienen una dinámica a la baja", afirmó Bernardo de Astarloa, subsecretario de Desarrollo y Planeamiento Productivo, en la presentación de la que participó BAE Negocios.

En ese sentido, los números del SIPA mostraron que las caídas fueron encabezadas, una vez más, por la industria manufacturera, el comercio, el transporte y el almacenamiento y la construcción, todos sectores afectados por la baja demanda .


Según la información ofi cial, el trabajo de calidad se ubica en su menor nivel en siete años

El ministerio que conduce Dante Sica también presentó el resultado de la encuesta de indicadores laborales (EIL) de septiembre que realiza a 3.500 empresas de doce grandes aglomerados del país. El sondeo adelanta una profundización de la caída del empleo privado durante el noveno mes.

Según la EIL, los puestos cayeron 2,6% interanual y 0,3% mensual. La medición anterior había arrojado una baja mensual del 2,5% y 0,1%, respectivamente. Además, pese a que tuvieron una leve mejora respecto del sondeo de agosto, las expectativas empresariales de contratación para los siguientes tres meses continuaron en terreno negativo 0,4%. Este dato significa que hay más empresas que prevén reducir su personal que las que proyectan ampliarlo.

Lagarde asumió en el Banco Central Europeo y promete iniciar una nueva era

Reemplaza al italiano Mario Draghi. Impulsará una mayor presencia de mujeres, más compromiso en la lucha contra el cambio climático y una comunicación menos tecnocrática.
Christine Lagarde, del FMI al BCE.NA

La francesa Christine Lagarde asumió este viernes oficialmente la presidencia del Banco Central Europeo (BCE), sustituyendo al italiano Mario Draghi, anunció la institución monetaria.


Lagarde "fue nombrada por el Consejo Europeo del 18 de octubre de 2019 para un mandato de ocho años", indicó el BCE en un comunicado. En septiembre, Lagarde prometió un BCE con más presencia de mujeres, comprometido con la lucha contra el cambio climático y con una comunicación menos tecnocrática.

Se trata de la primera mujer que asume la presidencia del BCE desde su creación en 1998. Lagarde fue ministra de Economía en Francia (2007-2011) y luego directora gerente del Fondo Monetario Internacional (2011-2019).

Su llegada coincide con el lanzamiento este 1 de noviembre de un nuevo programa del BCE de compra de deuda, aprobado en septiembre para apoyar la economía de la zona euro.

En total la institución comprará cada mes 20.000 millones de euros de obligaciones públicas y privadas.

El movimiento Attac convocó una protesta frente a las oficinas del BCE en Fráncfort para exigir una política monetaria más social y medioambiental.

Pichetto a Dietrich por la publicidad de Flybondi:“¡Vos sos un pelotudo!”




El derrotado candidato a vicepresidente arremetió contra el ministro de Transporte y sorprendió la interna en el gobierno.

El derrotado candidato a vicepresidente por Juntos por el Cambio, Miguel Ángel Pichetto, insultó al ministro de Transporte, Guillermo Dietrich, por una publicidad de Flybondi que se asemejaba a los spots de campaña del Frente de Todos y que fue motivo de burlas en las redes sociales.

De acuerdo a una nota de Clarín, todo ocurrió en la Casa Rosada, cuando Pichetto se acercó a una reunión de Gabinete con un recorte de diario que mostraba la publicidad de Flybondi que decía “Todos” en color celeste con una tipografía similar a la utilizada por el Frente de Todos.

"Pichetto lo miró a Guillermo Dietrich, ministro de Transporte y explotó: “¡Vos sos un pelotudo!”, afirmó el periodista Pablo de León en la nota publicada en Clarín.

Flybondi fue un emblema de la gestión macrista, pese a que la Aerolínea low cost tuvo 887 problemas en sus vuelos en seis meses. La firma es privada, pero de acuerdo a los gremios aeronáuticos recibe financiación del gobierno macrista, por eso el enojo de Pichetto al encontrarse con la publicidad.

El Gobierno le pidió a Twitter información de 152 usuarios en la primera mitad del año

Tanto el detalle de las solicitudes como las identidades de las cuentas investigadas no se revelaron.



El gobierno de Mauricio Macri le solicitó a Twitter información sobre 152 cuentas personales a través de 27 requerimientos enviados durante los primeros seis meses del 2019, según revelaron desde la red social. Los datos salen del "Informe de Transparencia" con información global sobre el resultado de sus políticas de contenidos presentado por la empresa digital.

Los pedidos de información de las autoridades -cuya especificidad no detalla, aunque podría abarcar tanto requerimientos del Poder Ejecutivo como del Judicial- fueron acatados en el 7% de los casos, mientras que la única solicitud que reclamaba eliminar una cuenta no fue aceptada.

Tanto el detalle de las solicitudes como las identidades de las 152 cuentas investigadas no se revelaron. Sin embargo, el número muestra un crecimiento sostenido: en el segundo semestre de 2018 los requerimientos abarcaron a 49 cuentas, mientras que en el primero se referían a 72.

Esa comparación es aún más contundente si se toma en cuenta que durante todo el gobierno de Macri se pidió información sobre las cuentas de 557 personas, y en el anterior sólo 45 perfiles en 12 años de gestión.

Según precisó el informe, que la empresa publica dos veces por año desde 2012, en general las peticiones gubernamentales aumentaron un 67% desde el semestre anterior, y llegaron desde 49 países diferentes. Otro de los datos destacados es un aumento de 105% en las cuentas "accionadas" por Twitter, como la red social denomina a aquellos perfiles que bloquea o suspende por violar alguna de sus reglas.

Entre estas violaciones, la empresa detalló un aumento de 48% en las cuentas reportadas por incitación al odio, un crecimiento de 22% en las reportadas por abuso, de 48% en las reportadas por violaciones a la información privada y de 37% en relación a violaciones de "contenido multimedia sensible".

Lo que viene: los primeros 100 días de Alberto



El festejo de los macristas, se asemeja al festejo de los hinchas de Boca cuando quedó eliminado frente a River en semis. Alegría pero quedaste afuera, nace un liderazgo, pero a Alfaro le dan salida.


Muchos kirchneristas decían en 2014, viene bien perder, para que nos extrañen. Ya aprendieron que el llano es el infierno.

El poder desgasta, sobre todo al que no lo tiene

Hay una sola cosa peor que la traición... el llano.


Lo que viene:
• Están acordando con Macri que la despedida del 7/12 sea acotada, a habrá una contramarcha...
• Foco en salir de crisis y de la recesión y comenzar a crecer en el 2do trimestre de 2020.
• Mucha obra publica, con transparencia. Según dicen Alberto fue siempre muy claro con eso.
• Política exterior de fronteras cerradas. Proteccionismo para la industria y las actividades locales. Mucho foco en producción, consumo, etc.
• Sigue el cepo... Mantener el dólar un poco más alto pero controlado.
• Dólar a 85 (paralelo a 100). Van a sacar 2 ceros al peso.
• Van a inyectar mucho dinero vía emisión monetaria ($400MM en 4 meses). Por eso mantienen el cepo también.
• Mantener algo de inflación (la emisión monetaria la causa) para que las pymes y personas licuen sus pasivos en los primeros meses. Solo van a controlar que no se dispare.
• Renegociación con FMI a 8 años.
• Vaca muerta se la van a “entregar” a petroleras americanas para que la operen a cambio de regalías y energía de bajo costo para nosotros. Acuerdo con petroleras para que traigan dólares.
• Indec sigue funcionando normalmente.
• No va a haber gradualismo
• No van a bajar o eliminar impuestos.
• No habrá Reforma Laboral.
• Exclusión de todo modelo de empresa sea simil “Uber”.
• Turismo a pleno.
• No va a haber cláusula gatillo en ningún caso.
• Excelente relación International con México y España, y a través de ellos la relación con el mundo.
• Con USA esta todo bien. Esto no es izquierda, “somos republicanos”.
• Planes Afip. No habrá mas embargos de cuentas a pymes (solo intimaciones), menos presión a las pymes, mas ayuda.
• Va a haber monitoreo de las ganancias y el crecimiento de las empresas, via AFIP... para que las empresas inviertan o bajen algo a beneficios de empleados.
• Blanqueo. Van a aumentarles los impuestos a los que blanquearon, los van a ir a buscar para que traigan dólares físicos de afuera.
• Exigencia de repatriar ventas realizadas en el exterior en los últimos años.
• Consumo masivo. Automotrices y línea blanca van para arriba. Ahora 12, creditos, protección.
• Textiles, alimentos, electrodomésticos, industria argentina va a explotar! porque van a meterle mucha plata en el bolsillo a la clase baja y media para que vuelva a gastar en cosas básicas.
• Por unos cuantos meses no va a haber crédito... solo dinero en la calle.
• Supermercados más chicos... mas trabajo a la gente, mas movilidad, menos concentración de riqueza y poder. Le van a hacer la vida difícil a las grandes cadenas.
• Los bancos van a perder (o ganar menos). Van a apretar mucho a los bancos.
• El campo va a pagar más retenciones (los grandes sojeros)
• Empresas de seguridad la van a levantar en pala
• Para las pymes van a facilitar TODO. Vuelve sepyme, planes, beneficios, etc.
• Planes AFIP. Los primeros 6 meses nada. Luego convocatoria a moratoria.
• Los impuestos van a ser sagrados. El que no pague va preso.
• Todo lo que sea importación va a ser complicado. Va a haber un régimen parecido a DJAI (cupos)
• Tierra del fuego va a ser la isla de la fantasía.
• Sindicatos más controlados, todo via bajada de línea previa.
• Van a inyectar mucho dinero vía AUH, bajar de tasas de creditos tomados, etc.
• Que la clase media se saque las deudas de encima.
• Mucho hincapié en que gente compre lotes y casas.
• Marzo/Abril 2020 preven que se acaba el dinero de la emisión monetaria y se compliquen un poco las cosas con las clases bajas. Caída de imagen de Alberto.
• Bolivianos y peruanos. Se les va a cobrar via boleta de gas la atención médica de los hospitales públicos. Ya lo han acordado con el gobierno de Bolivia.
• Algunos beneficios para los que toman empleados jóvenes.
• Medios. Clarín no arregló con Alberto... De todos modos no va a haber guerra, le van a hacer la vida difícil vía otros grupos (Manzano, Hadad)
• Mensaje para las empresas que estén en las actividades que van a funcionar. “Vas a ganar menos pero van a facturar mucho más!”

• A CABA la van a dejar tranquila por estos 4 años, para que Cambiemos se refugie ahí y no ponga tanto foco en ser Oposición.

• Alberto va a asumir con el acuerdo social prácticamente firmado. Las negociaciones están muy avanzadas con toso los sectores involucrados.
• Cristina será “la presidenta de la Pcia. Bs As”. A nivel Nación solo pidió Educación (Filmus).
• La Cámpora no va a perseguir a nadie, ni siquiera va a tener entidad. Los necesitaban para llegar al gobierno, ahora ya está.
• Alberto mantendrá el trato con gobernadores.






En el mundo empresario, mientras tanto, el festival de garrochazos no tiene fin. El industrial textil Teddy Karagozian, dueño de la mayor hilandera del país, llevó la conversión a su paroxismo: el martes voló a Tucumán para ver reasumir a Juan Manzur como gobernador y sacarse su primera foto con el recién electo Fernández y el miércoles lo acompañó a la fábrica de un cliente suyo en el partido bonaerense de San Martín, donde aprovechó para anunciarle la reapertura de una de las plantas que él mismo cerró durante el macrismo. Miembro de ProTejer y de la influyente Asociación Empresaria Argentina ( AEA), Karagozian fue entre 2015 y 2017 uno de los más entusiastas defensores de Mauricio Macri. "Como en 2017 no estaba en el país, me salvé de cometer el error de volver a votarlo", dijo el mismo miércoles a Radio Con Vos.

Más impactante resulta el despegue de quienes bancaron a Macri hasta el último aliento. Como Alec Oxenford, heredero del imperio de la refrigeración Sullair y creador de los sitios DeRemate.com, DineroMail.com, OLX y LetGo. Inspirador del grupo de whatsapp "Nuestra Voz", Oxenford decidió el lunes invitar a todos sus miembros a reunirse para redefinir el rol de la agrupación. "Nos debemos una discusión sobre los nuevos objetivos y la estrategia futura de NV", escribió. Y argumentó: "Desde las PASO hemos visto una caída fuerte en la actividad del grupo y ya hemos perdido varios miembros".

"Esto (las deserciones) no debería sorprendernos porque el grupo NV nació con la premisa operativa de un segundo mandato de Cambiemos y este escenario cambió radicalmente, pero no ajustamos todavía nuestra estrategia", abundó Oxenford.

Guilbert Englebienne, co-fundador de Globant, propuso una síntesis. Y tipeó: "Nuestra Voz fue inspirado por el silencio que guardaba la clase empresaria. Muchas veces callamos aún ante situaciones que no parecen tener sentido cuando se las ve desde nuestro punto de vista. Somos gente de trabajo, que invertimos, creamos empleo, pagamos impuestos. Si algo no tiene sentido seguramente repercutirá en nuestras decisiones y no será bueno para el país. Entonces ¿por qué callar?"

Como si el grupo no hubiera propalado sin chistar las consignas que le transmitió en varias ocasiones Marcos Peña (como cuando exigieron que se designen los jueces que quería nombrar Macri) o como si no hubiera pasado de impulsar en junio el hashtag #NoAlDerrocheX PASO a proponer en julio que #NoPasesLas PASO, simplemente porque había variado la conveniencia para Cambiemos, Englebienne procuró disipar cualquier filiación con el oficialismo saliente. "Algunos eligieron pensar que este era un grupo de tono partidario. Nunca fue esa la intención. Como indican nuestras reglas, buscamos un grupo apartidario y plural", escribió.

Fernández necesita mostrar más casos como el de Karagozian o el de Rubén Cherñajovsky, quien ayer también le llevó un proyecto de reapertura de una de sus fábricas de electrodomésticos y le regaló una foto optimista. Los empresarios lo saben. ¿Aceptarán sacrificar rentabilidad para recomponer ingresos en el marco del pacto social que empuja el presidente electo?