La última esperanza del circulito rojo: un Macri acuerdista que reparta ministerios con el peronismo no k

Panorama semanal


por Alejandro Bercovich








-¿Y lo tuyo cómo anda?

-¿Me estás cargando? ¡Este año perdí una fortuna!

-Y sí, la verdad que el país anduvo para el orto

Transpirado después de un partido de paddle, la semana pasada en Olivos, uno de los hombres de negocios que accede a ese nivel de intimidad con el Presidente se animó a decirle la verdad. Salvo que él pregunte, sus contertulios procuran no amargar con reclamos ni pedidos esas sesiones de descarga de testosterona en las que Mauricio Macri vuelve a sentirse pleno y abandona la mueca de desagrado que le nubla el rostro desde hace un año. Pero como preguntó, el amigo aprovechó. Y no pudo menos que coincidir con la réplica cruda que obtuvo.

El país, se resignan desde ese vértice del poder, no entendió el cambio que vino a proponer Macri ni está dispuesto a hacer el sacrificio imprescindible para crecer sostenidamente. En ese "país" corto de entendederas agrupan difusos a gremialistas, jueces, gobernadores, legisladores e incluso a muchos empresarios que prefieren "cuidar sus quintitas" en vez de abrirse al progreso. Parecido a lo que vomitó Elisa Carrió por TV al inaugurar el raíd catártico que terminó con sus insultos de anteanoche a Nicolás Massot en pleno recinto de Diputados: "¿Por qué les gusta tanto votar ladrones? ¿Quieren seguir siendo pobres?".

Al lado de la cancha de paddle, el Presidente hizo silencio por un momento y volvió a la charla liviana, de tercer tiempo de Boulogne. Su amigo sintió pena. El fracaso de Cambiemos le terminó de confirmar al mundo que la Argentina no es un país confiable ni creíble, reflexionó. Es la misma conclusión a la que llegó después de su última ronda de reuniones con bancos de Wall Street el jefe de Aeropuertos Argentina 2000, Eduardo Eurnekian, a quien Macri jamás invitaría a jugar al paddle a Olivos. "Somos intrascendentes. Ya no nos miran bien ni mal. Ni siquiera nos miran", lamentó ante su plana mayor de ejecutivos al regresar de aquel viaje.

Lo que más frustra a quienes apostaron a que Macri volcaría ese infausto destino es que él mismo haya roto reglas y contratos firmados en su propia gestión, como hacían los populistas. "A Paolo lo cagaron", comenta a BAE Negocios otro antiguo incondicional que antes usaba la primera persona del plural para referirse al Gobierno y ahora usa la tercera. Se refiere a Paolo Rocca, el dueño de Techint, quien esta semana demandó al Estado por unos $ 5.600 millones en subsidios que le había habilitado Juan José Aranguren para perforar pozos en Vaca Muerta y que Nicolás Dujovne mandó limitar por orden del Fondo Monetario.

Seguridad jurídica

Techint procuró que su demanda no fuera leída como una estocada contra Macri en su momento de mayor debilidad. Adujo para atenuarla que se le vencían los plazos y que tenía que renunciar al reclamo o iniciar ya el juicio que finalmente recayó en el Juzgado Contencioso Administrativo Federal número 6, de Enrique Lavié Pico. Rocca viene de racha en Tribunales: primero logró que le revocaran su procesamiento en la causa de los cuadernos de Oscar Centeno, incluso aunque admitió en público que de la caja fuerte de su empresa salieron fajos de billetes para el devidista Roberto Baratta. Después zafó, gracias a una circunstancial mayoría de tres en la Corte Suprema, de pagar la indemnización que le reclamaba la familia de un técnico dibujante secuestrado en sus oficinas por un grupo de tareas en 1977.

El lobbista en jefe de la "T", Luis Betnaza, no tuvo la suerte de su jefe. Sigue procesado y embargado, admitió en declaración indagatoria haber sido quien ordenó el pago de las coimas a Baratta -aunque argumentó en que no eran coimas- y ahora enfrenta resistencias en la Unión Industrial para volver a figurar como vicepresidente 1º en el Comité Ejecutivo que será electo el 4 de junio próximo.

Al frente de la central fabril seguirá Miguel Acevedo, pero en los últimos días estalló una encarnizada pelea por las vicepresidencias. Una la dejará vacante el metalúrgico Juan Carlos Lascurain, extitular de la central fabril entre 2008 y 2010, también procesado y preso durante unos días el año pasado por una causa donde se lo investiga por presuntos sobreprecios en la construcción de una central eléctrica en Río Turbio. Lascurain sorprendió a sus colegas el martes cuando reapareció en el edificio de Avenida de Mayo y Lima, pero después aclaró que solo fue para despedirse. Betnaza, en cambio, quiere seguir. Acevedo lo resiste por su mácul judicial y también porque emisarios de la "T" le enrostraron poco elegantemente su generoso y sostenido aporte para que la UIA pague los sueldos y se mantenga al día con impuestos y servicios.

Presiones cruzadas

La previsibilidad, se sabe, es muy valorada por los empresarios de todo el mundo. Lo excepcional de muchos hombres de negocios argentinos es que, ante una situación previsiblemente adversa a sus intereses, un cambio de reglas deja de parecerles tan mal. Al compañero de paddle del Presidente lo escandaliza que su amigo no haya cumplido con los subsidios que esperaba cobrar Paolo Rocca, pero no le parece igual de grave que hayan desaparecido las leches La Armonía de las góndolas de Precios Cuidados, por ejemplo. ¿Qué diferencia ve? La estrictamente jurídica: el subsidio de la resolución 46 para quienes perforasen pozos en Vaca Muerta era un contrato, aduce, mientras que Precios Cuidados era simplemente un "compromiso de buena voluntad" de los proveedores.

La diferencia puede ser sutil pero también explica el nerviosismo que se vive por estas horas en el cuartel general de Clarín ante el crecimiento en las encuestas de Cristina Kirchner. La fusión entre Telecom y Cablevisión bajo control de los históricos dueños del multimedio fue aprobada y publicada en el Boletín Oficial por la Secretaría de Comercio luego de que se pronunciaran el Ente Nacional de Comunicaciones (ENACOM) en diciembre de 2017 y la Comisión de Defensa de la Competencia en junio de 2018. Las dos empresas ya trabajan desde el año pasado como una sola bajo control de Cablevisión Holding S.A., pero Macri no firmó la consolidación. Y por esa firma ausente reaparecen todos los fantasmas.

Los dictámenes en los que se apoyó la resolución de Comercio que habilitó la fusión corporativa más importante de la historia argentina son contradictorios y tienen agujeros legales. Tampoco era muy sólido el dictamen de la CNDC que sustentó la resolución de Guillermo Moreno que autorizó la fusión entre Cablevisión y Multicanal. Pero las diferencias son dos. Primero, que Néstor Kirchner sí le estampó su firma a ese aval para Clarín justo el día antes de cederle el sillón de Rivadavia a su esposa. Segundo, que esta vez hay un competidor enojado. Es Telefónica de Argentina, uno de los primeros que activó en sede administrativa y ahora en sede judicial contra la fusión, con argumentos atendibles por cualquier magistrado.

Recambiemos

Tanto el compañero de paddle del Presidente como los jerarcas de Clarín y de Techint siguen juramentados en hacer todo lo posible para bloquear el regreso de Cristina Kirchner a la Rosada. Los sondeos secretos que les venden los encuestadores (y que no se publican) solo profundizan su horror. Algunos -los primeros de esta campaña que incorporan llamados a celulares además de teléfonos fijos, como los que maneja el comando de Sergio Massa- la muestran ganadora en primera vuelta, con más del 40% y 10 puntos de diferencia. En la provincia de Buenos Aires, la semana pasada, una encuesta sobre balottage le asignó 17 puntos de ventaja sobre Macri.

El problema que apareció ahora es el que advirtió Marcos Peña a sus adversarios internos que empujan el "plan V". La misma encuesta bonaerense a teléfonos celulares la muestra a Cristina Kirchner 10 puntos arriba de Vidal. Si no alcanzó con sacrificar a la dama de Morón al prohibirle que desdoblara los comicios y desenganchara de globo del yunque presidencial, ahora tampoco parece alcanzar con un eventual renunciamiento del jefe a favor suyo.

La fiebre alimenta delirios en el círculo rojo. En la calle Tacuarí, donde tiene sede el holding de la trompetita, se encendieron alarmas por la presencia de Daniel Vila en la presentación de Sinceramente en la Feria del Libro. ¿Irá el dueño de América TV y La Red por la porción que le obligue a vender a Clarín de su flamante imperio un eventual gobierno K? Salvo que traiga bajo el poncho a un magnate ruso como los de Alan Faena o al mismísimo Xi Jinping, no parece que le dé la cuenta bancaria.

El circulito rojo que permanece fiel a Macri, para peor, está dividido. Belocopitt, socio de Vila en los medios, fue el primero en agitar en público la opción "Vidal más peronismo racional". Rogelio Frigerio, a quien apoyan pesos pesado como Nicolás Caputo, dijo que "están abiertas todas las posibilidades, sobre todo la ampliación de Cambiemos". Y admitió que "si hay alguien mejor", Macri podría bajar su candidatura.

La última esperanza de ese sector es otra. Que Macri sea el candidato, pero que entregue parte del gabinete y las presidencias de ambas cámaras del Congreso al peronismo antikirchnerista. Jugar todo a la grieta. Por eso era clave que empezara ya el primer juicio oral contra la expresidenta y sus excolaboradores menos mostrables, como Julio De Vido o José López. Por eso la presión inédita sobre la Corte Suprema, que ayer aclaró que haber pedido el expediente de su primer juicio oral para verificar el estado de las pruebas no implica que tenga que demorarse el inicio del juicio. El problema es que falta el otro bailarín de tango, sobre todo después de que Sergio Massa advirtiera que no será parte "de nada de lo que sea parte Macri". El peor final para el oficialismo sería un diálogo franco y magnánimo, pero apenas consigo mismo.

Cómo influye en el votante indeciso tener a Cristina Kirchner en el banquillo


Las iniciativas de la Corte Suprema de Justicia en esta semana levantaron tensión en todos los sectores de la política respecto del juicio que se llevará a cabo contra la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner en el marco de la causa de "Vialidad", donde se investigan maniobras irregulares con la obra pública durante la anterior gestión.

Algunos funcionarios del oficialismo como Marcos Peña y Laura Alonso se mostraron muy críticos de que el máximo tribunal pidiera analizar el expediente una semana antes del comienzo del juicio, dando a entender que se demoraría el proceso, aunque este jueves se confirmó que el próximo martes la ex jefa de Estado estará sentada en el banquillo, lo que devolvió la tranquilidad al gobierno.

Es en ese marco en el que los analistas Sergio Berensztein, Ricardo Rouvier y Artemio López dieron su mirada a PERFIL respecto de cómo podría influir la imagen de la senadora de Unidad Ciudadana en el juicio en la intención de voto de quienes hasta el momento están indecisos de cara a las próximas elecciones presidenciales.

Los tres consultores coincidieron en que hoy el principal factor que tiene en cuenta en electorado es el socioeconómico. De esta manera, para Rouvier, "el tema de la corrupción es un tema que pasó a ser parte del paisaje y que no constituye una comunicación de tal fuerza que pueda ser una sorpresa para el elector, por lo tanto, que pueda modificar su conducta. Pasó a ser parte de lo general. Hoy está más preocupada por el momento socioeconómico". No obstante, aclaró que la corrupción y los problemas socioeconómicos son los temas que giran alrededor del elector. "Va a haber mucha representación de la ex presidenta en los medios, pero la recesión, la inflación, la pérdida de ingresos, son los temas más prioritarios. Más que la corrupción. Y esto baja la posibilidad de impacto de efectividad de la imagen en los medios de Cristina en un juicio", consideró.

Para el kirchnerismo, el juicio oral va a "victimizar" más a Cristina

Para Berensztein, que también argumentó que no es una imagen que pueda "definir un voto", la indignación por los problemas económicos combinada con la imagen de CFK podrían "favorecer a una tercera posición". De todas maneras, aclaró que los votantes de Macri van a sentir que finalmente sucede lo que "estaban esperando" y los votantes de la expresidenta que es "víctima" de la Justicia, y que en ambos casos no habría impacto.

En el análisis de López, "si Macri no resuelve los problemas socioeconómicos, esta imagen no cambiará la postura de los indecisos". "Los indecisos son aquellos que no entran en clima electoral y toman una decisión tardía, son aquellos que, salvo excepciones, el plexo socioeconómico es mucho más duro que en los otros polos en donde hay otro tipo de convicciones".


"El voto a (Nicolás) Del Caño esta constituido desde antes, lo mismo que el voto a (José Luis) Espert. Pero (Sergio) Massa o (Roberto) Lavagna si tienen un gran componente de voto socioeconómico, por eso se han distanciado del modelo del gobierno. Lavagna incluso fue ministro de Economia de (Eduardo) Duhalde y Néstor Kirchner", señaló Artemio López. Por último, los tres analistas coincidieron es que ese electorado indeciso será quien defina la elección y que hoy ronda entre el 30% y el 40% de los votantes.



Sudáfrica: el sueño de Mandela se desvanece

Por Michael Roberts

Sudáfrica acaba de celebrar sus elecciones generales, 25 años después del fin del apartheid y seis años desde la muerte de Nelson Mandela. En esos 25 años, las aspiraciones y las esperanzas de la mayoría de los sudafricanos negros (el 90% de los 58 millones de sudafricanos) y, para el caso, de muchos sudafricanos blancos, se han convertido en frustración. En esos 25 años, la mayoría no ha visto ninguna mejora significativa en su nivel de vida, educación, salud y servicios públicos. De hecho, para muchos, sobre todo para los jóvenes negros, las cosas han empeorado. La desigualdad de ingresos, riqueza y acceso a la tierra es extrema; la corrupción en el gobierno y en el partido mayoritario, el Congreso Nacional Africano (ANC), es moneda corriente.

La muerte de Nelson Mandela en 2013 fue un recordatorio de la gran victoria que las masas negras de Sudáfrica lograron contra el cruel y reaccionario sistema del apartheid, originariamente alentado Gran Bretaña y luego adoptado por la clase dominante blanca sudafricana, para preservar sus privilegios de pequeña minoría. Mandela pasó 27 años como preso político, y la gente a la que representaba libró una larga y dura batalla para derrocar un régimen grotesco.

Pero el fin del apartheid en la década de 1990 también se debió a un cambio de actitud de la clase dominante blanca en Sudáfrica y las clases dominantes de los principales estados capitalistas. Fue una decisión muy pensada de dejar de considerar a Mandela un terrorista y reconocer que era inevitable, e incluso necesario, la elección de un presidente negro.

En aquella época, a finales de 1980 y principios de 1990, la economía de Sudáfrica estaba arruinada. No sólo a causa del boicot global de sus exportaciones, pero también a que la productividad del trabajo negro en las minas y las fábricas había caído en buena medida. La calidad de las inversiones en la industria y la disponibilidad de la inversión exterior había caído en picado. Su expresión en la rentabilidad del capital fue caer a su mínimo tras la posguerra en la recesión mundial de la década de 1980. A diferencia de otras economías, la de la Sudáfrica del apartheid no encontró la manera de salir de su crisis a través de una mayor explotación de la fuerza de trabajo negro.





La clase dominante tuvo que cambiar de estrategia. El gobierno bajo FW de Klerk revirtió décadas de política anterior, optó por liberar a Mandela y permitir un gobierno mayoritario negro que pudiese restablecer la disciplina en el trabajo y recuperar la rentabilidad del capital. Por sus esfuerzos, de Klerk compartió el Premio Nobel de la Paz con Mandela, que fue elegido presidente a la edad de setenta y seis años. Y la rentabilidad aumentó de manera espectacular bajo la primera administración de Mandela en la medida en que la inversión extranjera se multiplicó y la tasa de explotación de la fuerza de trabajo se disparó.


Como uno de los llamados BRIC, la economía de Sudáfrica se basaba tradicionalmente en los sectores primarios – gracias a una gran cantidad de recursos minerales y agrícolas en condiciones de explotación muy favorables. Bajo Mandela y, posteriormente, Thabo Mbeki, la mayoría negra tuvo algunas mejoras en su nivel de vida, que era verdaderamente horrible, y en el acceso al saneamiento, la vivienda, la electricidad, la educación, la sanidad, y poniendo fin al control cruel y arbitrario de los movimientos de población, que era un elemento central de la desigualdad del régimen del apartheid.


Pero a pesar de su ideología supuestamente socialista, recogida en su constitución, los líderes del ANC pronto descartaron cualquier cambio radical de la economía y la estructura social. Los gobiernos del ANC ni siquiera consideraron la posibilidad de ejercer algún control del estado sobre las minas, las industrias de recursos. Por el contrario, los líderes del ANC se apropiaron de una parte de estos activos.

Así, la pequeña minoría blanca rica no se ha visto en lo fundamental afectada por el fin del apartheid. A los blancos ricos se les han unido unos negros ricos que dominan las empresas y ejercen una influencia abrumadora sobre el ANC. El partido ahora expresa las profundas divisiones entre la mayoría de los negros de clase obrera y la pequeña clase dominante negra que se ha desarrollado. Se producen fisuras con frecuencia, pero hasta ahora sin una ruptura decisiva.

A principios de la década del 2000, la recuperación relativa de la economía comenzó a desvanecerse y la Gran Recesión a nivel mundial supuso un duro golpe a la economía sudafricana del que no se ha recuperado. La rentabilidad del capital cayó y el crecimiento de la inversión, la productividad y la producción empezaron a disminuir, impidiendo cualquier progreso en la situación de la mayoría negra. La industria sudafricana atraviesa ahora por dificultades; el desempleo y la delincuencia se mantienen en niveles muy altos, y el crecimiento económico se está yendo a pique.


Se estanca la inversión (Zarm)





El producto interior bruto creció un 2,9% de media entre 1994 y 2000 bajo Mandela, después de que el apartheid destruyese la economía del país. Y bajo los sucesores de Mandela, el crecimiento se aceleró a un promedio del 4,2% anual hasta la crisis financiera de 2008. Sin embargo, la economía se ha estancado desde entonces, registrando un crecimiento promedio del 1,6%.





De hecho, si se tiene en cuenta el crecimiento de la población, el PIB real per cápita se ha estancado en la Larga Depresión de los últimos diez años.


PIB per cápita ($ por persona)





El Banco Mundial califica a Sudáfrica “el país más desigual del mundo a todos los niveles”. La desigualdad en el consumo ha aumentado bajo el gobierno del ANC a un gran coeficiente de Gini de 0,63. La desigualdad de la riqueza es aún mayor: el 10% más rico de la población poseía alrededor del 71% de la riqueza neta en 2015, mientras que el 60% inferior sólo el 7%. Por otra parte, la movilidad intergeneracional es baja, lo que significa que las desigualdades se transmiten de generación en generación con escasos cambios. Ramaphosa ha encapsulado el fracaso del país, haciendo imposible hacer frente a la desigualdad en su raíz. Ramaphosa es un rico magnate, parte de una pequeña élite empresarial negra desarrollada gracias a las políticas del ANC.

El progreso en la reducción de la pobreza de los primeros años del gobierno del ANC a finales de 1990 también se ha frenado. Incluso con el discutible criterio del Banco Mundial de una tasa de pobreza situada en $ 1.90 diario, el 19% de los sudafricanos están por debajo de este nivel en comparación con el 17% en 2011. Según las cifras proporcionadas por Moeletsi Mbeki, hermano del ex presidente Thabo, solamente 37.000 negros sudafricanos ganan más de $ 4,300 al mes. Los que ganan más de $ 820 solo suponen 1.25 millones en un país de 58 millones de personas.





Hay 8,3 millones de personas sin trabajo. El desempleo oficial es del 27,1% en el cuarto trimestre de 2018. La tasa de desempleo es aún mayor entre los jóvenes, en torno al 54,7%.


Tasa de desempleo %





La brecha racial y de clase sigue siendo extrema 15 años después del fin del apartheid. La brecha se afianza temprano en la vida de las personas: en el sistema educativo. Casi todos los alumnos blancos superan los exámenes de revalida tras la escuela secundaria para entrar en la universidad. Sólo dos tercios de sus homólogos negros son capaces de hacerlo. Los sudafricanos negros también se enfrentan a desventajas con el acceso a la atención médica y otros servicios. Los apagones de electricidad causados ​​por viejos problemas, consecuencia de la mala administración y la corrupción de la empresa de electricidad pública Eskom, suponen una plaga en las comunidades negras.





La corrupción en los niveles más altos del gobierno y las empresas públicas se ha incrementado. El índice de Transparencia Internacional sitúa a Sudáfrica en el puesto 42 (cero es la corrupción total) y se ha reducido desde el 57, donde estaba cuando terminó el apartheid.


índice de corrupción (inferior significa más corrupción)





Hay un plan nacional para sacar a los millones de negros de Sudáfrica de la pobreza. El Plan Nacional de Desarrollo 2030 es la política oficial ANC, pero nunca se ha aplicado. Por otra parte, el plan supone un compromiso con las grandes empresas y los propietarios de tierras. Si los ricos pagasen más impuestos, el gobierno a su vez podría ofrecer mejores servicios (y ser menos corrupto), pero los salarios reales se reducirán, según el Plan, para que el empleo pueda aumentar. Esta fue la estrategia que los líderes del ANC bajo Ramaphosa ofrecieron en la reciente campaña electoral.


Pero el ANC tiene algunos problemas electorales. En agosto de 2016, el ANC perdió la mayoría en cuatro de las ciudades metropolitanas. Los partidos políticos de la oposición negociaron distintas coaliciones que desbancaron al ANC al frente de las ciudades de Johannesburgo, Pretoria y Nelson Mandela Bay. En estas elecciones, la mayoría del ANC (62,15%) se ha reducido al 57,50%.


Ramphosa asegura que quiere reducir la corrupción por arriba, pero el aparato del ANC todavía está controlado por los compinches del ex presidente Zuma. Ace Magashule, el poderoso secretario general del ANC, es conocido como el “señor diez por ciento” por saquear toda una provincia como dirigente supremo del ANC bajo Zuma.


La opositora Alianza Democrática (DA) ha obtenido el 20,77% de los votos. Antiguamente, era el partido de los liberales blancos sudafricanos, pero ahora tiene a su frente a un líder negro joven por primera vez, Mmusi Maimane. Maimane forma parte de la gran empresa en Sudáfrica y el partido defiende algunas reformas limitadas en relación con la propiedad de la tierra, la reducción de la corrupción y el crimen - propuestas que el ANC defiende también. La DA atrae a un pequeño grupo de hogares negros de clase media indignados con la corrupción del ANC.


El partido más radical que ha concurrido a estas elecciones son los ‘Combatientes por la libertad económica’ (EFF), una escisión del ANC dirigida por el ex líder de la juventud del ANC, Julius Malema. Los EFF defienden la nacionalización de la tierra sin compensación y el control del estado de las minas y el banco central. Ya tenía 25 escaños en el parlamento anterior y en estas elecciones y aumentar su representación con el respaldo de la juventud radical, situándose en el 10,79% y los 44 escaños.


El capitalismo de Sudáfrica en la era post-apartheid no ha sido capaz de mantener el ritmo de sus compañeros BRICs, especialmente China, Rusia e India, y ahora es parte de los '5 más frágiles' (India, Brasil, Indonesia, Turquía y Sudáfrica). Ramaphosa debe hacer frente a una economía capitalista estancada, altos niveles de pobreza, la desigualdad, la corrupción y el crimen; y con una economía muy vulnerable a una crisis mundial que haga patente el déficit del comercio exterior que ha ido creciendo y que provocará la fuga de capitales y el aumento de las tasas de interés.


Ampliación del déficit de la cuenta corriente (% del PIB)





La verdadera perspectiva del nuevo gobierno del ANC es la posibilidad de una crisis económica profunda en los próximos cinco años.

Uruguay se encamina a eliminar la repitencia escolar y reinstala el debate: ¿ayuda o perjudica al alumno?


By Maximiliano Fernandez|



En Uruguay están decididos a eliminar la repitencia escolar. La Administración Nacional de Educación Pública (ANEP) avanza en un documento que propondrá quitar la normativa que hace recursar a aquellos alumnos que no logran aprobar un mínimo de materias.


El debate en torno a la repitencia no es nuevo en educación. Desde hace décadas se cuestiona su escasa eficacia en términos de aprendizajes y, peor, su consecuente exclusión. Tan así que, según publica El País de Uruguay, un informe oficial muestra que de cada diez estudiantes que repiten el primer año de la secundaria, nueve abandonan.


"Llegó la hora de que hagamos un pacto social, un acuerdo de que la educación es obligatoria para todos, es un derecho de todos y, por tanto, no puede ser pura meritocracia. Llegó el momento de que la clase media acepte que esos bancos que, históricamente, se reservó para sí misma, ahora los deberá compartir con los recién llegados", consideró Antonio Romano, director de Planificación Educativa de la ANEP.


En las próximas horas surgirá un documento que comenzará a delinear la reforma. Para antes de fin de año esperan que se selle el acuerdo definitivo, aunque todavía no está claro cómo será el nuevo régimen: si la repitencia se eliminará por completo o si, por el contrario, se quitará por ciclos.

Según las investigaciones, la repitencia no mejora el aprendizaje

La discusión trasciende a Uruguay y también se instaló en Argentina. De hecho, el Ministerio de Educación Nacional hizo un relevamiento en 2016 sobre la repitencia en el mundo. Analizó 155 países y detectó que solo el 23,9% practica la repitencia en todo el nivel primario sin limitaciones; la mayoría de ellos en Latinoamérica y África. Por el contrario, en el 33,5% de los casos analizados hay promoción automática en todos los grados. En tanto, en el 42,6% existe repitencia con condicionamientos: ya sea que está restringido en los primeros grados o que no se puede recursar más de una vez en la primaria.


Entre los efectos negativos, los resultados de aprendizaje también le dan la espalda a la repitencia. Las cifras en matemática son flojas, pero para los repitentes son más bien alarmantes. Aprender 2017 muestra, por ejemplo, que el 34,2% de los alumnos argentinos que nunca repitió alcanzó los niveles satisfactorio y avanzado, mientras que entre los que repitieron una vez ese indicador cae al 18,6%. Y a mayor cantidad de veces que se repite, menos posibilidades de aprobar.


Argentina dio un primer paso en 2012. Hasta entonces repetía más del 6% de los alumnos de primer grado. Ese año, por resolución del Consejo Federal, con la presencia de todos los ministros de educación, se estableció que los dos primeros años pasarían a ser una unidad pedagógica. Por lo cual, se eliminó el castigo de repetir en el primer grado.


En la secundaria, sin embargo, el problema persiste. En 2016, a nivel nacional, repitió el 10,1% de los estudiantes, con fuertes disparidades por provincia. Entre donde más repiten -Santa Cruz- y donde menos -La Rioja- hay más de 15 puntos porcentuales de diferencia, según revela un informe del Observatorio Argentinos por la Educación. Luego se convierte en uno de los factores que incide en que 4 de cada 10 chicos no egresen.


Los indicadores son contundentes. Los estudiantes que repiten aprenden menos que sus pares por más que sea la segunda vez que cursan y, en ocasiones, terminan abandonando. ¿Por qué sostener, entonces, un dispositivo que se demuestra ineficiente? En caso contrario, ¿eliminar la repitencia llevaría a una paulatina baja de la exigencia?


Hugo Labate, director nacional de coordinación pedagógica, le dijo a Infobae: "El mensaje que hay que bajar es que el castigo no es la solución. La repitencia no es efectiva. Los chicos que no aprenden lo hacen por alguna dificultad a la hora de apropiarse del conocimiento. Lo ideal sería reparar esos conocimientos y no hacerlo repetir el mismo proceso que el año anterior no fue exitoso".


El funcionario aseguró que desde Nación se bajó una serie de propuestas para que las provincias "repiensen los mecanismos de acreditación". En secundaria los alumnos repiten llevar más de dos o tres materias según la jurisdicción. Una de las ideas es formar un cuerpo de profesores que tomen en conjunto la decisión y que se establezcan herramientas de "compensación" en caso promover al estudiante. Otra dispositivo posible, agregó, son las escuelas de verano e invierno para trabajar más horas con los chicos que lo necesitan.


Melina Furman, doctora en educación y profesora de la Universidad de San Andrés, señaló: "Hay un mito de que la repitencia va a actuar para que los alumnos se esfuercen más, pero la evidencia muestra claramente que no ayuda a mejorar la calidad del aprendizaje. De hecho, es una gran predictora de futura deserción escolar. Si un chico durante un año no logró los conocimientos y al año siguiente se vuelve a hacer lo mismo es casi una garantía de que los resultados van a ser iguales".


Del mismo modo, opinó: "Lo que hay que hacer es acompañarlos de un modo diferente, más de cerca. La decisión de Uruguay es acertada siempre y cuando se trabaje con énfasis con los alumnos que no logran cumplir con los saberes mínimos".


Por su parte, Juan María Segura, consultor en innovación y gestión educativa, fue contundente: "La repitencia escolar es tanto un signo de fracaso de un sistema escolar como el emergente más patente de un sistema que, equivocadamente, pretende tratar a todos los aprendices por igual".


Sobre el caso uruguayo, sostuvo: "Si la modificación realizada es solo una acción cosmética con el fin de 'encubrir' un indicador clave de un sistema escolar anticuado, entonces es una pésima política y una mala noticia. Si, en cambio, la modificación nos está dando indicios de que su sistema escolar está comenzando a virar hacia una mirada más centrada en el alumno como un ser individual y no tanto como parte de un lote de personas, entonces merece atención y seguimiento".

El ajuste se profundiza y la industria se derrumbó casi un 14% en marzo

Impulsado por el sector automotriz, la actividad se contrajo de gran manera en comparación al mismo mes de 2018.
En un contexto de estanflación que no parece tener fin, la producción industrial se desplomó un 13,6% en marzo, desde una perspectiva interanual. Respecto al mes anterior, la contracción fue del 6,3%.

Según la Unión Industrial Argentina (UIA), el sector acumuló once meses de caída consecutivos. Así, cerró el primer trimestre con una caída del 9,3% interanual y del 2% contra el cuarto trimestre de 2018 (desestacionalizada).

¿Cuáles fueron los rubros manufactureros afectados por la crisis? El sector automotriz (-41,1%), metales básicos (-26,7%) y minerales no metálicos (-14.7%). Otros segmentos, también vinculados al mercado interno, se contrajeron en términos interanuales, como edición e impresión (-4,5%).

Para la UIA, la contracción de las obras públicas y privadas afectó a la demanda de insumos, materiales y productos de las industrias de minerales no metálicos, como es el caso de los despachos de cemento Portland (-12%).

El kirchnerismo y el massismo se unieron para interpelar a Laura Alonso y Garavano, cuando escalan los rumores de un acuerdo de Massa y Cristina.



Los diputados del kirchnerismo y del massismo coincidieron este jueves para reclamar la "inmediata concurrencia" de Germán y Laura Alonso al Congreso para que "brinden explicaciones sobre el accionar de la Oficina Anticorrupción (OA).

El pedido de interpelación se produjo a través de dos proyectos de resolución, uno encabezado por Rodolfo Tailhade (Frente para la Victoria-PJ) y otro por Raúl Pérez (Frente Renovador), a quienes apoyan los bloques del Movimiento Evita (Leonardo Grosso) y Red por Argentina (Felipe Solá).

En los proyectos sostienen que "el trabajo institucional y las declaraciones públicas de Laura Alonso ponen de manifiesto que la funcionaria asume sistemáticamente una actitud que compromete la ética y el desempeño de su cargo".

"Alonso está seriamente cuestionada por actos de corrupción, deliberadamente omite presentarse formalmente en las investigaciones penales que involucran al gobierno y es muy distinta su actitud frente a causas que afectan a funcionarios de administraciones anteriores", dijeron, según un comunicado del kirchnerismo.

Los diputados opositores cuestionan que ayer Alonso haya tuiteado en contra de la resolución de la Corte que al parecer postergaba el inicio del juicio oral por corrupción contra la expresidenta Cristina Kirchner. La funcionaria macrista dijo que la decisión del máximo tribunal era "alocada".

"Este nuevo ataque a las instituciones de nuestro país, sumado a los funestos antecedentes que en similar sentido se registran respecto de la funcionaria Laura Alonso, y las diversas causas penales en las que se encuentra imputada, exigen su interpelación en los términos del artículo 71 de la Constitución Nacional y 204 del reglamento de este cuerpo (Diputados)", dicen el comunicado.

La coincidencia entre el bloque massista y el kirchnerista se da justo cuando escalan las versiones sobre un posible acuerdo electoral entre Sergio Massa y Cristina Kirchner para derrotar a Mauricio Macri.

Zizek: los cambios posibles frente a los que quieren todo o nada


El himno soviético de Putin





El Himno Estatal de la Federación Rusa (en ruso, Государственный гимн Российской Федерации, Gosudárstvenni Gimn Rossíiskoi Federátsii) es el himno nacional de Rusia. una adaptación del himno de la Unión Soviética de entre 1944 y 1990, cuya música compuso originalmente Aleksandr Aleksándrov. La letra para el himno de la Federación Rusa fue revisada por Serguéi Mijalkov a partir de las letras de sus propias versiones del himno soviético de 1943 y 1977. Esta tercera y última versión elimina todas las menciones al nombre e ideas de Lenin, al comunismo y a la «irrompible unión» del Estado Soviético, centrándose en su lugar en describir un país extenso y con grandes cantidades de recursos confiados a las generaciones futuras.

A finales del año 2000, el presidente Vladímir Putin decidió adoptar el himno, que sustituyó a La canción patriótica, que había sido el himno oficial desde 1990. Este hecho no ha estado exento de polémica, dado que, aunque la letra ya no tiene nada que ver con la Rusia de Stalin, la música es la misma que usaba la Unión Soviética, aunque las menciones a Stalin ya habían sido eliminadas de la letra del himno soviético en 1953.

Rusia era la única república de la URSS sin su propio himno. La lírica libre "La canción patriótica", compuesta por Mijaíl Glinka, fue adoptado oficialmente en 1990 por la República Socialista Federativa Soviética de Rusia y se confirmó en 1993, después de la disolución de la Unión Soviética, por el presidente de Rusia, Borís Yeltsin. El gobierno patrocinó concursos para crear letras para el himno, que se había vuelto impopular debido a su incapacidad para inspirar a los atletas rusos durante las competiciones internacionales. Ninguna de las propuestas resultaron satisfactorias, por lo que el presidente Vladímir Putin decidió restaurar el antiguo himno soviético y patrocinar un concurso para encontrar una nueva letra para aquella composición, resultando ganadora la propuesta de Mijalkov. El nuevo himno se adoptó a finales de 2000, y se convirtió en el segundo himno utilizado por Rusia después de la disolución de la Unión Soviética.



Tras el año 2000, hubo intentos de refinar La Canción Patriótica, el himno ruso adoptado en 1991 por el presidente de aquel entonces Borís Yeltsin tras la caída de la Unión Soviética. El principal problema con el himno, cuya música fue compuesta por Mijaíl Glinka, era que no tenía letra y no podía cantarse durante los distintos eventos y ceremonias, además la mayoría de los rusos la encontraban «complicada, poco original y difícil de recordar».7​ Hubo varios intentos para componer letras para el himno, incluyendo la composición de 1990 de Víktor Radugin ¡Sé gloriosa, Rusia! (Славься, Россия! [Slavsya, Rossiya!]), pero ninguna fue adoptada por Yeltsin.

El debate sobre el himno empezaba a cobrar impulso en octubre de 2000 cuando Vladímir Putin, el sucesor de Yeltsin, comentó que los atletas rusos se habían quejado de que no tenían palabras para cantar durante las ceremonias de entrega de medallas en los Juegos Olímpicos de Sídney 2000.7​ La emisora CNN también manifestó que los jugadores del club de fútbol Spartak de Moscú se quejaban de que el himno sin palabras «afectaba su moral y actuación».8​ Se consideraron varias opciones, pero una encuesta pública mostró que la música de Aleksándrov, familiar a la mayoría de rusos, contaba con el 49 por ciento de apoyo.7​

Putin presionó para que el anterior himno soviético fuera seleccionado como el nuevo himno ruso, pero insistió en que se escribiera una nueva letra. La Duma votó el 8 de diciembre para adoptar el empleo de la música del himno soviético compuesto por Aleksándrov para el nuevo himno, obteniéndose el siguiente resultado: 381 votos a favor, 51 votos en contra y una abstención.9​ También ese mismo día se decidió sobre la adopción del escudo y la bandera rusas.9​ Al elegir el himno, el parlamento ruso sólo aprobó la música, concediendo al Presidente el derecho de aprobar la letra. Andréi Popov, asesor presidencial de política interior e integrante del grupo de trabajo, señaló que «el texto del decreto que aprueba el himno con la letra de Mijalkov fue preparado por Putin para ser firmado a principios de esta semana [primera de enero de 2001].10​ Ratificado por el presidente Putin el 20 de diciembre, el nuevo himno se empleó de manera oficial por primera vez durante una ceremonia en el Gran Palacio del Kremlin en Moscú.11​
Controversias

No todo el mundo estuvo de acuerdo con el cambio de himno. Yeltsin, el predecesor de Putin, también estuvo entre los que se oponían a la restauración de la música del himno soviético como himno nacional ruso, siendo la segunda crítica que hizo públicamente (la primera fue el verano de 2000 después del hundimiento del submarino atómico Kursk)12​ hacia el hombre que promovió como sucesor. Al respecto dijo que «el presidente de un país no debe seguir ciegamente la opinión de su pueblo. Al contrario, debe influir de forma activa en ella».13​ El partido político liberal Yábloko mantuvo que la readopción del himno soviético «acrecienta la división entre la sociedad [rusa]».13​

Aquellos que se oponían a la música de Aleksándrov intentaron no sólo mantener la Canción Patriótica sino también que la Duma votara la marcha militar zarista, El adiós de Slavianka. Uno de los disidentes más famosos fue el escritor Vladímir Voinóvich, que incluso escribió una parodia del himno como propuesta para el nuevo himno, mostrando el desacuerdo del escritor con el continuo cambio de los símbolos del Estado.14​ Serguéi Yushenkov, miembro de la Duma, incluso sugirió que su propuesta debería ser considerada y votada por los miembros del Parlamento ruso, pero se denegó su solicitud.15​16​ Debido a que el himno ruso tiene la misma melodía del que una vez fue el himno soviético desde 1944, ha habido controversias e incluso hay quienes juran no ponerse en pie durante su interpretación.17​

Sin embargo, el Partido Comunista ruso mostró su firme apoyo a esta decisión; de hecho el diputado comunista Anatoli Lukiánov afirmó que «el hecho de adoptar la música del himno de la Unión Soviética como emblema de la Federación Rusa no puede ser vista de ninguna manera como comprometedora de la condición del Estado ruso o un insulto a nuestra democracia».13​ También recibió el apoyo del patriarcado de Moscú de la Iglesia ortodoxa rusa.7​

La izquierda renace en Estados Unidos de la mano de Alexandria Ocasio-Cortez





Dice el refrán que en el reino de los ciegos, el tuerto es rey. Puede entenderse, pues, que en una época tan confusa como la nuestra en que las viejas ortodoxias políticas ya no sirven, ningún programa económico brinda los resultados previstos y hasta los más afortunados se sienten inseguros, muchos creen que ha llegado la hora de intentar algo radicalmente diferente sin saber muy bien lo que están buscando. Tal vez la situación sea distinta en países como China que están desarrollándose con rapidez impresionante, pero en el mundo ya rico predomina el pesimismo, la sensación de que el futuro será peor que el pasado, de ahí la voluntad de tantos de que todo cambie.

El que mejor ha aprovechado el clima anímico que se difundió en los años que siguieron a la convulsión financiera de 2008 es Donald Trump. Como paladín de aquellos norteamericanos que sienten que su país se les ha vuelto irremediablemente ajeno, es el padrino de todos los movimientos “populistas” que están reestructurando el panorama político a lo largo y ancho del mundo occidental.

Entre los más perjudicados por lo que encarna el magnate han sido los viejos partidos socialistas de Francia, Italia y Alemania. Antes casi hegemónicos, hoy en día parecen estar en vías de extinción. Con todo, a pesar de tales desastres, y del ejemplo nada alentador brindado por el “socialismo del siglo XXI” en Venezuela, hay un país en que muchos militantes izquierdistas enfrentan el futuro con optimismo exuberante.

Por raro que parezca, se trata de Estados Unidos donde, gracias en buena medida a la agresividad y arbitrariedad de Trump, izquierdistas de diverso tipo se las están arreglando para apoderarse del Partido Demócrata y confían en que uno de los suyos podrá mudarse a la Casa Blanca luego de ganar las elecciones presidenciales del año que viene.

En tal caso, Trump podría ufanarse de ser el máximo responsable no sólo de las hazañas de la nueva derecha en Europa, sino también de las que en los años próximos podría anotar la izquierda en su propio país. Para los europeos, en especial los que pertenecen a lo que queda de la clase obrera o la clase media marginal que se habían acostumbrado a apoyarlo, el socialismo fracasó, es el pasado; para una minoría creciente de norteamericanos, es algo nuevo y por lo tanto atractivo.

Será por tal motivo que, con muy escasas excepciones, los presuntos presidenciables demócratas se ubican bien a la izquierda de Hillary Clinton e incluso de Barack Obama. Algunos, como la californiana Kamala Harris –una de las muchas mujeres que ya se han postulado para asumir el mando del país más poderoso del planeta–, quieren estatizar por completo el caótico y costosísimo sistema de salud, perdonar las deudas colosales que han acumulado los estudiantes universitarios, obligar a los ricos a pagar impuestos draconianos y llevar a cabo una revolución verde que virtualmente eliminaría el uso de combustibles fósiles dentro de diez años. Y, con el presunto propósito de jorobar a Trump que, como los demócratas mismos cuando Obama estaba en el poder, se opone a la entrada descontrolada de millones de inmigrantes, los más combativos reclaman una política de fronteras abiertas.


Entre los radicales más influyentes en el Partido Demócrata está la congresista más joven de la historia de su país, la neoyorquina Alexandria Ocasio-Cortez, de 29 años. Aunque a juzgar por lo que dice, la legisladora dista de estar bien informada y sus frecuentes meteduras de pata divierten enormemente a sus adversarios, muchos ven en ella la nueva cara del progresismo estadounidense y prevén que, después de adquirir más conocimientos, podría desempeñar un papel significante en la vida pública de la superpotencia.

El gurú actual de Ocasio-Cortez y la persona que, es de suponer, se encargará de su formación, es el senador Bernie Sanders, el que perdió ante Hillary Clinton en la interna demócrata de 2016. En aquel entonces, los operadores del partido lo hicieron tropezar porque creían que era demasiado izquierdista para Estados Unidos, un país en que –como en la Argentina–, la mayoría nunca se ha sentido atraída por el credo socialista, pero parecería que la debacle protagonizada por Hillary frente a Trump ha privado a la vieja guardia de su veto tradicional.

Por cierto, a los moderados que privilegian los consensos y buscan congraciarse con sectores amplios de la población no les sería del todo fácil frenar el avance del ala izquierda que cuenta con el apoyo entusiasta de legiones de estudiantes que son partidarios fervorosos de lo políticamente correcto y atacan con virulencia y hasta con violencia a quienes no comparten todos sus prejuicios.

Trump coincidirá con los demócratas moderados en cuanto a las posibilidades electorales de un eventual candidato radical aunque, claro está, preferiría no tener que enfrentarse con un moderado que no asusta a nadie. Por su propia experiencia, sabe que hay una diferencia muy grande entre las internas partidarias y las elecciones generales. Consiguió la nominación republicana contra la voluntad de los jerarcas del partido merced al respaldo popular. Cree que si los demócratas, presionados por las bases, optan por un candidato que podría acusar de extremismo, tendrá asegurada la reelección.

También se vería beneficiado por los esfuerzos de los aspirantes demócratas por complacer a quienes están pidiendo reformas drásticas. Para aplacar a los activistas, asumen posturas que antes les parecían negativas, transformándose de conservadores tibios en progresistas vehementes. Desgraciadamente para tales camaleones, hoy en día es maravillosamente fácil desenterrar evidencia de pecados ideológicos y, en ocasión, personales cometidos cinco, diez, veinte o treinta años atrás. Aunque Trump mismo se ha mostrado capaz de sobrevivir a las denuncias más escabrosas, los demócratas están pasando por una fase puritana y por lo tanto son menos tolerantes cuando es cuestión de los deslices de sus dirigentes.

Así, pues, una favorita de los halcones izquierdistas, la senadora Elizabeth Warren, tendría que superar el baldón que le supone haber fingido ser de ascendencia india, en su caso Cherokee, para disfrutar de las ventajas sustanciales que en Estados Unidos se otorgan a los integrantes de minorías étnicas; según una prueba de ADN a la que se sometió, a lo sumo tendría una pequeñísima gota de sangre indígena. A Trump le encanta mofarse de la senadora que sueña con desplazarlo; siempre la llama Pocahontas, el nombre de la hija de un jefe de una tribu de indios que habitaba Virginia que, a comienzos del siglo XVII, se casó con uno de los primeros colonos ingleses, lo que le mereció un lugar destacado en los libros de historia norteamericanos. Huelga decir que si Warren obtuviera la nominación demócrata, Trump y sus simpatizantes usarían el apodo burlón para que su campaña resultara ser una farsa.

Ahora bien, no es difícil entender el interés repentino de los demócratas norteamericanos en recetas izquierdistas para solucionar o, por lo menos, atenuar los muchos problemas de su país. Lo mismo que en Europa, se ha ensanchado la brecha económica que separa a los muy ricos de los demás, las incesantes innovaciones tecnológicas motivan más inquietud que esperanza y propende a intensificarse el desprecio que las elites sienten por quienes no respeten los valores a su juicio progresistas que reivindican.

Aunque en Estados Unidos, como en Europa, los más fascinados por las ideas izquierdistas propenden a ser los retoños de familias relativamente adineradas, mientras que son cada vez más los plebeyos que adoptan actitudes denostadas como derechistas, los demócratas apuestan a que la conducta errática de Trump, además de promesas de subsidios de todo tipo, les permita obtener los votos que necesitarían para expulsarlo de la presidencia.

Desde hace muchos años, los estrategas demócratas están procurando construir una gran coalición arco iris conformada por minorías que se suponen víctimas del sistema imperante, aseverándose solidarios con una multitud de grupos: negros, hispanos, musulmanes, feministas, homosexuales y transexuales. Creen que, sumados, les asegurarán una cantidad insuperable de votos.

En cuanto a los blancos que aún constituye al menos la mitad de la población, podrán hacer su aporte si se arrepienten y colaboran con el esfuerzo por depurar la sociedad de las consecuencias de los siglos de opresión racista y sexista que según los ideólogos está en la raíz de todos los problemas sociales de su país. Se trata de un rol que muchos que ocupan lugares clave en los medios y el mundo académico están más que dispuestos a cumplir.

Los muchos blancos de la clase media acomodada que sienten culpa por los crímenes que atribuyen a sus congéneres de generaciones anteriores son los militantes más eficaces de la “política de la identidad” que se ha amalgamado con una versión del socialismo para crear la ideología que está ganando terreno en el Partido Demócrata. ¿Podrían exportar a América latina lo que están fraguando? Puesto que modas que originaron en las universidades norteamericanas, como las del “yo también” de los feministas, del “matrimonio igualitario” y de la corrección política, pronto produjeron copias en la región, es de suponer que el neoizquierdismo norteamericano tendrá cierto impacto, aunque por ser tan diferentes las circunstancias sorprendería que cambiara mucho.

How Billionaires Learned to Love Trump



What’s behind the Trump alliance between self-dealing plutocrats and blue-collar voters.


By AMY CHUA


For a while, it looked like one of the great gaffes in a disastrous political year. You probably know the photo: Steven Mnuchin, the ultra-wealthy secretary of the Treasury, smugly holding up a sheet of freshly printed $1 bills with his signature. His wife, the Scottish actress Louise Linton, staring straight into the camera with pursed lips, pinching the corner of the money in her elbow-length black leather gloves.

In a populist political moment, the image had everything wrong with it. Mnuchin is a former Goldman Sachs banker, son of another Goldman banker, with a house in the Hamptons and a second career as a Hollywood producer. Linton literally grew up in a castle. “Only way this could be worse would be if Linton and Mnuchin were lighting cigars with flaming dollar bills,” quipped a writer on Twitter. And if this gaffe was embarrassing for the secretary himself, it threatened a messaging nightmare for the Republicans’ first signature policy initiative, a tax plan that carried big breaks for wealthy investors like Mnuchin, but needed the support of the party’s heartland voter base.


Two months later, what was the blowback? The answer was: nothing. Politically speaking, the moment wasn’t even a speed bump. Trump’s blue-collar Republican base didn’t care, he signed the tax bill the next month, and his approval rating today is higher than it has been in almost a year.

What’s going on? Donald Trump is America’s first populist president since Andrew Jackson. He swept into office on the strength of crowded rallies in Rust Belt states and lofty promises to look out for the “forgotten man.” The icon of his campaign, a plain ball cap bearing the message, “Make America Great Again,” became the symbol of a movement to take the nation back from Washington elites.

Once Trump took office, he went full billionaire, and it seemed at first that his entire populist pose was revealed as a sham. He appointed the wealthiest Cabinet in modern history; his agencies are studded with high-level corporate executives. Speaking to a crowd of cheering supporters in Iowa in June 2017, Trump said, “I love all people, rich or poor. But in these particular positions, I just don’t want a poor person.”

Political observers have been waiting for the whole coalition to fracture. In raw dollar terms, there’s little doubt who benefits most from Trump’s policies: He has slashed corporate taxes and opened U.S. waters to offshore drilling; he signed a tax law that overwhelmingly favors the extremely high end of American earners. Trump himself spends huge amounts of time at his luxury golf clubs and held a $100,000-per-couple fundraiser, catered with caviar. How long could his voters believe the “forgotten man” message while he surrounds himself with billionaires and lines their pockets?

But the coalition didn’t fracture. You don’t have to listen to many interviews with heartland voters to realize Trump’s message still has real traction, and that his supporters genuinely expect a real estate developer with Louis XIV living-room furniture and a private jet to fight for their interests against some other kind of “elite.”



Trump has brought together two powerful strains in the U.S., forging a connection between the traditional, deeply rooted American dream and the glitziest, celebrity-obsessed aspects of modern culture.

There are a number of familiar explanations for how Trump gets away with all of this. One is that it’s all a con. Trump is an incredible salesman, the thinking goes, and he’s duping the white working class on behalf of a new set of overlords who put on their MAGA hats and sell false hope and snake-oil policies. Another explanation is that it’s all racism. Some of his white supporters from lower-income households are fine with the wealthy making off like bandits, as long as they can comfortably look down on immigrants and others of racial minority groups.

These characterizations may describe some in Trump’s base. But they also reflect the same condescension that helped get Trump elected in the first place. More fundamentally, they miss what’s truly powerful about his style of politics—call it “billionaire populism”—and just how profoundly it’s connected to the nation’s history.

In a sense, Trump has brought together two powerful strains in the U.S., forging a connection between the traditional, deeply rooted American dream and the glitziest, celebrity-obsessed aspects of modern culture, totally excluding professionals and tastemakers. A year into the experiment, there’s no question it’s working. If we want to make sense of this American moment, we need to understand what drives the strange alliance between flamboyant billionaires and blue-collar voters, what makes it so profoundly American, and where it might go next.


***

For more than a decade, pundits have puzzled over the “What’s the matter with Kansas?” problem—the mystery of why so many middle Americans seem to vote against their economic self-interest, supporting Republican politicians who openly champion policies that favor Big Business over workers.

Seen another way, though, it’s really a “What’s the matter with elites?” problem. American intellectuals routinely miss the deeper currents of group identity underlying American politics. For 20 years, I’ve been studying political tribalism. All over the world, tribal dynamics do much more to shape politics and roil democracy than most of the ideas and grand principles to which we pay lip service.




Illustration by Matt Chase

“Tribal” can refer to a literal tribe—like the Ghilzai Pashtun tribes in Afghanistan—or to an ethnic affiliation, or to a kind of modern identity-driven tribe. As studies have repeatedly demonstrated, once we decide we belong to a tribal group, our identities can become tightly bound with it. We see in-group members as better in every way. It works on our brains like a drug: We receive neurological satisfaction when we see group members succeed, even if we do not individually benefit. We take pleasure in the failure or suffering of rival groups. Even in the face of contradictory facts, we’ll believe and insist our team is in the right—and in doing so, we experience ourselves as loyal, not stupid.

American policymaking elites have been stunningly blind to the potency of political tribalism. Overseas, this has led to some of the greatest foreign policy disasters in our history. The most vivid example is Iraq, where we drastically underestimated the depth of the Sunni-Shia divide. Another is Afghanistan, where we tended to see the Taliban strictly as a religious extremist movement, overlooking the power of its Pashtun nationalism.

America today is fully in the grip of political tribalism, and people who think that Trump’s billionaire populism is just a con are missing something fundamental. As Yale professor Dan Kahan has found, Americans’ political positions today, both liberal and conservative, are driven much less by individual self-interest than by “loyalty to important affinity groups.” What voters often care most about is having their team—their political tribe—win. And for millions of lower-income Americans, Trump has done a remarkable job presenting himself as being on their team, creating a tribal bond between a celebrity billionaire and blue-collar voters, while excluding the “elites” in the middle.

Of course, there’s a racial dimension to this. Trump has made numerous statements that either explicitly or in coded fashion appeal to some white voters’ racial tribalism. But that’s not the whole picture. In terms of taste, sensibilities and values, Trump actually does click more neatly with the working class than with most college-educated professionals. The tribal instinct is all about identification, and Trump’s base identifies with him at a gut level: with the way he talks (locker room), dresses, shoots from the hip, gets caught making mistakes (and possibly in bed with porn stars) and is attacked over and over by the liberal media for not being politically correct, for not being feminist enough, for not reading enough books and for gorging on McDonald’s. Plenty of his voters consider him a blowhard, but when he pummels CNN in the WWE ring or hands out Fake News Awards, he’s their blowhard—their champion, not just politically, but culturally, aesthetically and tribally. His enemies, they feel, are their enemies.




Illustration by Matt Chase

For the billionaire populist, being rich isn’t a handicap. It can even be an asset. Research shows that in America, white working-class resentment against elites is often directed much more against professionals—lawyers, doctors, professors, establishment politicians, even journalists—than against the mega wealthy. One of the key insights of J.D. Vance’s Hillbilly Elegy is that educated, well-spoken, professional elites strike many working-class Americans as “alien” and condescending. Wealth itself is not their boogeyman. For many Americans of lower incomes, being anti-establishment is not the same as being anti-rich. This is the key to the new billionaire populism, and its roots lie deep in American history.


***

Two centuries ago, Alexis de Tocqueville wrote of Americans’ peculiar “longing to rise.” In contrast to the Old World, where the poor knew their place, in America “all are constantly bent on gaining property, reputation, and power.” In no other country has the rags-to-riches narrative been so celebrated or the belief in upward mobility so robust. A 2015 Pew study showed that 73 percent of Americans believe that “hard work pays off,” compared with 49 percent in Germany, 38 percent in India, and a global median of 44 percent.

But for tens of millions of working-class Americans today, the “system” in this country doesn’t work for them at all. The traditional path to wealth and success has been cut off. Over the past half-century, Stanford economist Raj Chetty has shown, an American child’s chances of out-earning his parents have fallen from roughly 90 percent to 50 percent. A recent Pew study found that “43 percent of Americans raised at the bottom of the income ladder remain stuck there as adults, and 70 percent never make it to the middle.” To an extent that American professionals may not realize, their status has become hereditary. The economics writer Richard Reeves finds that “those at the top of the income ladder are becoming more effective at passing on their status to their children, reducing overall social mobility.” More than ever, the path to wealth in America runs through elite education and intellectual capital, and most from lower-income households can’t compete in this game.

When people long to rise, but can’t, what then? For many on the left, the response is to denounce inequality and to expose the American dream as a sham. The wealth of the super-rich is “obscene,” says Bernie Sanders, along with many other liberals; what’s needed is sweeping redistribution, regulation and institutional reform. For some voters, this is inspiring—Bernie, too, cuts through the niceties of elite tastemaking—but for a lot of Americans, it’s an alien way of thinking about the nation they grew up in. Americans have an overwhelmingly positive view of free enterprise and a far more negative view of the federal government and socialism. Americans also famously overestimate the degree of upward mobility in this country—the poor more so than the wealthy.

At the same time, a new and unapologetic obsession with wealth has increasingly pervaded popular culture. From “The O.C.” to “Gossip Girl,” the escapades of the super-rich have made for some of the most-watched television of the past 15 years. Reality series like “The Real Housewives” franchise, “Keeping Up With the Kardashians,” which at its height attracted some 10.5 million viewers, and “Duck Dynasty” (11.8 million) have capitalized on people’s endless fascination with the lives of the ultra wealthy—who often turn out to be refreshingly dysfunctional and relatable people.

If your immediate reaction is to dismiss these shows as materialistic and superficial, there’s a good chance you’re seeing it through your own tribal prism, and you’re a member of the coastal elite that Trump ran against. The endlessly popular make-your-fortune shows like “American Idol,” “The Voice,” “Who Wants to Be a Millionaire,” “Shark Tank” and, of course, “The Apprentice” are modern reboots of the American dream, about ordinary people who have triumphed against the odds, hit it big and aren’t afraid to enjoy the fruits of their success.




Illustration by Matt Chase

Trump is the candidate for this rebooted, pop culture version of the American dream. He doesn’t couch his achievements in terms of “making a difference” and “giving back,” the classic mantras of the cosmopolitan coastal elite. Trump spends his money ostentatiously, the way you’d spend it if you won the lottery. His critics see him as almost a parasite on the American system, a second-tier developer who shamelessly manipulated the media to stay in the headlines and cash in. For people who don’t see that system as on their side, his story is much more exciting: He beat the system by outsmarting it. During the first presidential debate, when Hillary Clinton accused him of not paying any federal income taxes, he retorted, “That makes me smart.” He brags about how he “brilliantly” used America’s bankruptcy laws. And of course, as he spent his first year in office reminding people, he outsmarted everyone in 2016, when all the “experts” had predicted that he had no path to victory.

For many, Trump the billionaire channels the energy and hope of the American dream far more effectively than the left’s critics of capitalism and structural oppression. Trump not only models a way of getting rich that feels accessible to the non-Harvard crowd; he incarnates a way of being rich that captivates viewers. If you were Treasury secretary, of course you’d have a glamorous wife and touch the money. Trump uses his status to sit ringside at the WWE, not front-row at the opera. That’s populism in 2018.


***

Historically speaking, this new billionaire populism is a rarity. Most past populist movements in Europe and Latin America have been left wing, targeting the rich. A vivid example is Venezuela’s late president Hugo Chávez, with whom Trump is sometimes compared. Like Trump, Chávez was a master at communicating directly to the populace, winning over millions of have-nots with unscripted rhetoric that struck elites as vulgar, outrageous, absurd and often plainly false: He once suggested that capitalism might have killed life on Mars. But whereas Trump was born to a fortune, Chávez was the son of a village schoolteacher. And whereas Trump said when considering a 2012 presidential run, “Part of the beauty of me is I’m very rich,” Chávez swept to power in 1998, railing against capitalism, attacking his country’s “greedy” business elite and promising to expropriate their wealth.

In recent years, however, a number of other billionaire populist leaders have risen in developed countries. The most prominent is Silvio Berlusconi, the jet-setting media mogul who served as Italy’s prime minister for nine years. Berlusconi was infamous for his “bunga bunga” parties with prostitutes, and like Trump, he made crude jokes, publicly mocked women and was accused by his enemies of shady business dealings. He also sparked a global outcry in 2001 when he declared that Western civilization was superior to Islamic culture. (At 81, Berlusconi has now reinvented himself as a moderate.) More recently, Andrej Babis, a billionaire and his country’s second-richest man, was elected president of the Czech Republic, campaigning on an anti-immigrant, anti-EU platform.

These examples, including our own, all display a disturbing nativist, jingoist, possibly racist underside. It’s hard to know whether this element is somehow distinctive to billionaire populism or is simply a corollary of populism itself. Either way, it’s dangerous. America’s last wealthy populist president, Andrew Jackson, was an ardent proponent of Indian removal, rounding up and evicting the Cherokee nation from its lands in the fatal forced march now known as the Trail of Tears.


For many lower-income Americans, being anti-establishment is not the same as being anti-rich. This is the key to the new billionaire populism, and its roots lie deep in American history.

Equally worrisome, at least in the United States, is a cheapening of the American dream that drives this strain of politics. The American dream has always had both a material and an aspirational side. Some on the political left may be so allergic to the material side that they can’t articulate ideas that resonate with millions of ordinary Americans who still hope to rise on their own terms. But at the other extreme, billionaire populism ignores the aspirational side of the dream. The American dream was never only about money. At its best, it’s also been about a set of values, about belonging to a moral nation—a free, just and inclusive country that can serve as a beacon for the rest of the world. By contrast, billionaire populism glorifies the huckster side of the rags-to-riches story, de-emphasizing education, not to mention hard work, moderation and impulse control. It decouples success from virtue, and perhaps even from decency.

What it is unlikely to do, in the long run, is deliver on its promises to restore lost prosperity to the “forgotten man.” Even assuming that Trump manages to secure some concrete short-term gains for the working class, his billionaire advisers and donors actually benefit from the fundamental economic imbalances that have left so many Americans behind. They really don’t have answers to job loss from technology or global cheap labor; astonishingly, Mnuchin himself last year said automation is “not even on our radar screen.

It’s possible to imagine a reckoning prompted by voters coming to believe Trump is a fraud, and that the whole glitzy vision of success has been a bill of goods. But it’s increasingly unlikely, precisely because people’s identification with Trump has become so tribal. A more likely outcome is that the tribalism that brought Trump to power will only harden, and America’s rift will deepen. That is not to suggest that the opposition to Trump has an answer to the problems of the working class, or that they are any less tribal. On the contrary, the Resistance is as tribalistic as you can get, and in their frequently derogatory remarks about entire swaths of Middle America, people on the left sometimes seem to be handing billionaire populists the precise fuel they need to keep the anger of their supporters stoked. One thing is clear. The cost of a deepening rift will be high, and it is unlikely that billionaires will foot the bill.

Los precios aumentaron 3,4% en abril y acumulan 55,8% en un año

El rubro que más aumentó a nivel nacional fue "Prendas de vestir y calzado", con un 6,2%



La inflación de abril registró una suba de 3,4% y acumuló un aumento interanual de 55,8%, según informó el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) esta tarde. De esta manera, cumplió los pronósticos optimistas del Gobierno sobre una ruptura en la inercia alcista de los precios.

La desaceleración se produce en un momento de alta recesión y sin impacto de tarifas, aunque acumula 15,6% en el primer cuatrimestre del año.

En una conferencia de prensa, el presidente del Banco Central, Guido Sandleris, destacó que "la tasa de interés real fue positiva y le ganó a la inflación, eso debería ser la norma y no la excepción".

"Es muy importante que el ahorrista le gane a la inflación si tiene sus ahorros en pesos", agregó el titular de la entidad monetaria en conferencia de prensa.

A mediados de abril, el Gobierno lanzó una serie de medidas tendientes a alentar el consumo, como créditos para beneficiarios de planes sociales y jubilados, y para contener la inflación, como el programa de Precios Esenciales y el congelamiento de tarifas de electricidad, gas y transporte.

Los bienes tuvieron una variación de 3,8%, mientras que los servicios tuvieron una variación de 2,9% con respecto al mes anterior. Además, respecto al mes anterior los productos que más subieron a nivel nacional fueron "Prendas de vestir y calzado" con un alza de 6,2%; mientras que los que menos subieron (1%) fueron las Bebidas alcohólicas y el tabaco -que hoy aumentó 5%-.


La cifra se ubicó por debajo del Relevamiento de Expectativas del Mercado, que realizó el Central a finales del mes pasado, en la que los agentes del sector financiero calcularon que en abril el Índice de Precios al Consumidor ( IPC) se ubicaría cerca del 4%.

Según afirmó a BAE Negocios el coordinador del Observatorio Monetario-Financiero del CEPA, Leandro Zicarelli, el dato del Indec es "positivo" aunque manifestó su preocupación porque la economía argentina sigue conviviendo con una de las inflaciones mensuales más altas del mundo.

Y agregó: "Otro factor negativo es la inflación núcleo, que está por encima de la general y el aceleramiento interanual del IPC", que registró un acumulado de 55,8%.



El dato difundido por el Indec acompañó los pronósticos del ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, quien aseguró que la inflación de abril arrojaría un número menor en relación al 4,7% que se registró en marzo. De todas maneras el gobierno jamás pudo bajar del 2% la suba de precios desde el inicio del 2018.

La economía de Brasil cayó un 0,68% en el primer trimestre y enciende alarmas en Argentina

Las proyecciones de crecimiento volvieron a reducirse y ya hay bancos que la ubican por debajo del 1,1% del 2018.

La economía brasileña volvió a mostrar datos preocupantes que amenazan la recuperación argentina. Según el índice de actividad económica del Banco Central del país vecino, el primer trimestre registró una caída del 0,68% en términos desestacionalizados.

Los peores números se vieron en industria (-0,7%) y servicios (-0,6%). En tanto, a nivel mensual marzo reportó una merma del 0,28% contra febrero, pero del 2,52% en relación al mismo mes del 2018.

Esto representa una baja mayor a la estimada por el mercado, que desde hace once semanas viene previendo una proyección de crecimiento cada vez menor para el 2019, demostrando la fuerte desilusión con el gobierno Bolsonaro.

Luego de prever un alza del PBI del 2,5% al momento de su elección que se justificaba a raíz del fuerte optimismo que despertaba el ex militar, el mercado ahora estima un incremento de apenas el 1,45% para el 2019, aunque hay pronósticos aún más pesimistas.

De acuerdo al Bradesco, el avance será de solo el 1,1%, mientras que el banco Itaú lo sitúa en un 1%, es decir, un nivel de estacamiento tal como sucedió en 2018. Esto significa un duro golpe para Brasil que todavía se encuentra lejos de recuperarse de la recesión de 2015 y 2016, cuando acumuló una caída del PBI en torno al 7%, con la crisis del Lavajato de por medio.

"La economía está en el fondo del pozo", aseguró el ministro de economía Paulo Guedes, quien a su vez reconoció que las previsiones del gobierno relacionadas a la evolución del nivel de actividad están alineadas a las del mercado.

Para Argentina, por su parte, implica un mayor desafío que se suma a las innumerables dificultades macroeconómicas internas. Es que uno de los ejes del plan de Dujovne para salir de la recesión era un gran impulso de las exportaciones que se suponía estarían traccionadas por el fortalecimiento de Brasil.

How religious groups voted in the midterm elections



Voters in North Carolina cast their ballots. (Logan Cyrus/AFP via Getty Images)

A preliminary analysis of the 2018 midterm elections finds considerable continuity in the voting patterns of several key religious groups. White evangelical or born-again Christians backed Republican candidates for the U.S. House of Representatives at about the same rate they did in 2014. Meanwhile, religiously unaffiliated voters (also known as religious “nones”) and Jewish voters once again backed Democratic candidates by large margins.

Three-quarters (75%) of white voters who describe themselves as evangelical or born-again Christians (a group that includes Protestants, Catholics and members of other faiths) voted for Republican House candidates in 2018, according to National Election Pool (NEP) exit poll data reported by NBC News. That is on par with the share who did so in midterm elections in 2014 (78%) and 2010 (77%).

At the other end of the spectrum, seven-in-ten religious “nones” voted for the Democratic candidate in their congressional district, which is virtually identical to the share of religious “nones” who voted for Democratic candidates in 2014 and 2010. Roughly eight-in-ten Jewish voters (79%) cast their ballots for the Democrats, higher than the share who did so in 2014, but somewhat shy of 2006 levels. (Data on Jewish voters were not available in 2010.)



The 2018 exit polls show a slight shift in Catholic voting patterns compared with recent midterm elections. This year, Catholic voters were evenly split between the parties: 50% favored the Democratic candidate for Congress in their district, while 49% favored the GOP’s nominee. In the past two midterm elections (2014 and 2010), Catholics leaned in favor of Republican candidates by margins of roughly 10 percentage points.

Among Protestants, 56% voted for Republican congressional candidates and 42% backed Democrats. Among those who identify with faiths other than Christianity and Judaism (including Muslims, Buddhists, Hindus and many others), 73% voted for Democratic congressional candidates while 25% supported Republicans.

Voters who say they attend religious services at least once a week backed Republican candidates over Democrats in their congressional districts by an 18-point margin. Those who attend services less often tilted in favor of the Democratic Party, including two-thirds (68%) of those who say they never attend worship services.

Analysis of the religious composition of the 2018 midterm electorate shows that 17% of voters were religiously unaffiliated, up from 12% in 2014 and 2010. Meanwhile, 47% of voters in 2018 were Protestants, down from 53% in 2014 and 55% in 2010. There was little change in the share of voters who identify as Catholic, Jewish or with other faiths. And the 26% of 2018 voters who were white and identify as born-again or evangelical Christians is similar to other recent midterm elections.

This preliminary analysis reflects data for 2018 as published by NBC News as of 11 a.m. on Nov. 7, 2018. If data are subsequently reweighted by the National Election Pool (NEP), the consortium of news organizations that conducts the exit polls, the numbers reported here may differ slightly from figures accessible through the websites of NEP member organizations.

Cómo una primera cita y una selfie se convirtieron en un negocio millonario

Lee tuvo una gran idea que cambió todo una increíble selfie en la punta del Cristo Redentor.

Algunas citas terminan en grandes amores, otras en grandes negocios. O en ambas cosas. Cuando se conocieron en un bar londinense, a través de una web de citas, Radha Vyas y Lee Thompson se gustaron y quizás pensaron en una vida juntos, pero seguramente no sabían que iniciarán un negocio millonario.

Ambos tenían gran interés en los viajes y en 2012 se dieron cuenta de que había un segmento del negocio turístico que podían aprovechar: el de las vacaciones en grupo para aventureros de entre 30 y 40 años de edad.

Hoy están casados y son dueños de Flash Pack, una compañía que organiza viajes en grupo para más de 10.000 personas al año, a destinos como Vietnam, Camboya, Sri Lanka y Jordania.

El nombre de la firma, informó el sitio BBC News Negocios, surgió como una abreviación de "flash backpacking" o "mochileo relámpago", y lograron recaudar unos u$s 20.000 para financiar el lanzamiento.


Radha y Lee son dueños de Flash Pack. Venden paquetes por unos u$s 5 millones.

El primer viaje que ofrecieron al público, a Sierra Leona en 2014, fue un fracaso. Pero Lee tuvo una gran idea que cambió todo: antes del inicio del Mundial de Fútbol de Brasil, viajó a Río de Janeiro y se sacó una increíble selfie en la punta del Cristo Redentor, a 710 metros de altura, que se hizo viral.

En los días siguientes fue entrevistado por varios medios de comunicación en distintas partes del mundo, la página web de la empresa turística se hizo famosa y comenzaron a vender cientos de vacaciones al mes.

Desde entonces, el negocio no dejó de crecer y en la actualidad venden paquetes por unos u$s 5 millones (la firma vale unos u$s 13 millones)

"Iniciar una compañía puede ser algo increíblemente solitario y tener una persona con la que compartir los buenos y malos momentos es increíble", comentaron.

Facebook e Instagram prohibido para menores



Facebook e Instagran aplican políticas de edad, bloquean menores



Limitaciones para menores de 13 años en Facebook e Instagram


Con la intención de evitar que los menores de 13 años tengan acceso a la red social, Facebook realizó cambios en sus políticas de edad, lo que también afectará a su subsidiaria Instagram.

Es que los moderadores de ambas plataformas, a partir de ahora, van a bloquear las cuentas de las cuales se sospeche que pertenecen a usuarios que no cumplen con la edad mínima establecida, reportó la prensa especializada estadounidense.

Hasta ahora, la compañía solo investigaba los perfiles reportados y se abstenía de actuar hasta tener una confirmación del incumplimiento.


Un portavoz de Facebook comunicó en Los Angeles que el sistema que poseen ya le permite a la firma bloquear cualquier cuenta sospechosa aunque no tenga reportes previos por otro tipo de infracciones.

"Bastará con la sospecha para bloquearle el acceso al menor", comentó el informante, lo que implica un brusco giro a los procedimientos actuales.

Si el usuario bloqueado cumple con las normas establecidas, tendrá la oportunidad de enviar alguna identificación oficial con fotografía emitida por el gobierno de su país, detalló el informante.

Cuando Facebook compruebe fehacientemente que su edad cumple con las políticas de la empresa, será posible recuperar la cuenta.




Algunos especialistas, también citados por la prensa estadounidense, especulan con el el impacto que tendrá este cambio en el número de usuarios activos en ambas plataformas, pues, obviamente, son muchos los menores que actúan en las redes y que suelen mentir su edad para obtener el registro.

La medida se toma justo cuando Facebook ha perdido popularidad entre las personas jóvenes, una situación contraria a la de Instagram, que está en franja expansión entre lso más jóvenes.

Días atrás, Facebook había confirmado que las páginas de alto perfil y grupos políticos deberían pasar por un segundo proceso de revisión.

Tras eso, expandió esos mecanismos para poder identificar usuarios que no cumplen con la condición de edad. Esto significa que inmediatamente empezará la búsqueda para encontrar perfiles sospechosos.

En los Estados Unidos, la edad mínima para registrarse es de 13 años, debido a que en esa edad los menores ya pueden beneficiarse de la Ley de Protección de la Privacidad en Línea de los Niños, la cual debe ser respetada por cualquier compañía que obtenga información de sus usuarios.

Pero también existe Messenger Kids, una iniciativa de Facebook para que los menores entre 6 y 12 años puedan utilizar el servicio de mensajería con sus padres.

La aplicación no se encuentra disponible en todo el mundo, sin embargo, se ha expandido a más territorios en los últimos meses, incluyendo a Canadá y México.

En la cúpula de la UCR apuestan a que la declaración de la Convención Radical sea lo suficientemente abstracta para evitar la ruptura y complacer a los díscolos


La convención radical evitará una postura rupturista con el PRO.Promoverá una apertura que, reconocen, no se concretará




En la cúpula de la UCR apuestan a que la declaración de la Convención Radical sea lo suficientemente abstracta en sus postulados para garantizar la continuidad del partido en Cambiemos y, a la vez, contener al sector más díscolo que plantea el armado de un frente con otros espacios políticos.

El 27 de mayo en Parque Norte no habrá mayores sorpresas. Ni para el radicalismo, ni para el macrismo. Fuentes de la UCR y del Poder Ejecutivo nacional coincidieron en que la coalición gobernante se mantendrá intacta. Será una reedición de la convención de 2015 en Gualeguaychú, donde se propuso incluir al massismo y al socialismo y finalmente se selló una alianza sólo con PRO y la Coalición Cívica-ARI. Sin embargo, esta vez, el debate entre los correligionarios se centrará en las diferencias que existen alrededor de las políticas económicas que viene llevando adelante la administración central y sus consecuencias, lo que para algunos plantea la necesidad de realizar una revisión de la estrategia electoral.

Mientras los dirigentes radicales Ricardo Alfonsín y Federico Storani proponen crear un nuevo frente, formado por la UCR, el socialismo, una parte del PJ y hasta el macrismo -aunque es un modo de dejarlo afuera porque saben que en PRO jamás aceptarían dicha propuesta-, el titular del partido a nivel nacional y gobernador de Mendoza, Alfredo Cornejo, manifestó que le gustaría ampliar Cambiemos con el ex ministro de Economía, Roberto Lavagna; el senador peronista Miguel Ángel Pichetto; el mandatario de Salta, Juan Manuel Urtubey; y el dirigente del Frente Renovador Sergio Massa. Algo parecido, planteará el gobernador de Jujuy, Gerardo Morales, dentro de dos semanas en la convención. No obstante, ninguna de las posiciones supone una ruptura con sus socios del Ejecutivo nacional.

Según fuentes del radicalismo, "se está discutiendo que el 27 se haga una suerte de declaración vaga, no muy precisa, que deje lugar a varias interpretaciones". Aún cuando se espera una discusión acalorada, de esa forma se evitaría oficializar las divergencias dentro de la UCR, le darían al gobierno de Mauricio Macri la señal de unidad que tanto necesita en medio de la crisis económica y aplacarían las críticas de algunos radicales.

También es cierto que tanto los más como los menos rebeldes del radicalismo admiten que es casi imposible que Lavagna acepte integrar una alianza con PRO, así como saben que, por el momento, el único bienvenido a Cambiemos por parte de la mesa chica del Gobierno nacional es el diputado de Evolución Martín Lousteau.

"No hay lugar para una ruptura. ¿A dónde se van a ir los radicales? ¿Con Lavagna que no mide y que sólo está porque es un invento del círculo rojo?", apuntaron desde la Casa Rosada.

Perotti y Bielsa posaron para la foto para contrarrestar la "campaña de miedo" del socialismo

Los ex contrincantes en las PASO dieron un mensaje de unidad a propios y ajenos .


El candidato a gobernador del peronismo, Omar Perotti, se reunió con María Eugenia Bielsa en un bar céntrico de Rosario para terminar de acordar estrategias conjuntas de cara a las generales el próximo 16 de junio.

Es la primera vez que los adversarios en la interna se encuentran personalmente ya que desde el domingo de las elecciones los contactos fueron vía telefónica pero ahora, la postal que se viralizó rápidamente por las redes alimentaron la confianza del peronismo de poder fidelizar los 200 mil votos de ventaja sobre el socialismo.

"Primero la foto de Cristina en el PJ y ahora la de Omar con María Eugenia, hoy hay que declarar el día de la unidad" se entusiasmó un dirigente justicialista en diálogo con La Política Online.

La misma fuente aseguró a este portal que los dos sectores "están trabajando juntos para ganar la provincia" confirmando las declaraciones de Bielsa días atrás cuando les advirtió a Lifschitz y Bonfatti que "se equivocan si creen, como dicen, que pueden pescar voluntades entre quienes acompañaron a nuestro espacio".

Precisamente, uno de los ejes de la charla se centró en la estrategia de campaña ya que consideran que desde el socialismo comenzó una campaña "sucia" de desprestigio contra Omar Perotti "que lo quieren acusar de querer privatizar hasta el río Paraná".

"Sin embargo, no dicen que cuando Aguas Provinciales pasó a manos del Estado nuevamente por decisión del gobernador de entonces -Jorge- Obeid, Omar Perotti siendo intendente de Rafaela compró acciones del Estado mientras que el socialismo en Rosario no hizo lo mismo" afirmaron allegados al rafaelino.

En el equipo de campaña aseguran que el oficialismo provincial "nos quiere dividir y ensuciar y para eso mienten, por ello vamos estamos trabajando juntos, para ganar" y si bien aún nadie lo confirma, deslizan que se está diseñando la construcción de un gobierno integrado por todos los espacios.

Además, Perotti también va a apoyar a los candidatos territoriales de Encuentro por Santa Fe como el postulante al senado por el departamento Rosario, el periodista Marcelo Lewandowski o en San Jerónimo, el departamento de Danilo Capitani, compañero de fórmula de Bielsa.

"Hay una muy buena relación entre Perotti y Bielsa, a tal punto que la foto fue posteada por Carola Nin" destacó el diputado Roberto Mirabella. Nin fue candidata al Concejo Municipal de Rosario por el sector que lidera la ingeniera.

En cuanto al contexto nacional, el rafaelino se mantuvo al margen de la discusión mientras repetía a quien le preguntaba que "el mejor regalo que le podemos hacer al peronismo nacional es ganar Santa Fe", tampoco se subió públicamente al triunfo de Schiaretti en Córdoba.

Sin embargo, en su entorno recalcan que Perotti tiene un perfil muy parecido al del cordobés, "son productivistas y gringos piamonteses los dos y nuestros distritos son muy similares" evalúan.

Moody's advierte sobre las elevadas tasas y el riesgo político en el país

"El mercado de capitales argentino continúa comprimiéndose mientras que las tasas de interés y el riesgo político crece", señaló en un informe difundido este martes la calificadora internacional.




La calificadora internacional Moody’s advirtió hoy sobre el fuerte crecimiento en las tasas de interés que afectan la actividad y aseguró que "el riesgo político crece".

"El mercado de capitales argentino continúa comprimiéndose mientras que las tasas de interés y el riesgo político crece", señaló en un informe difundido este martes.

Agregó que "esto generó que las administradoras de fondos se tornaran sus estrategias más conservadoras, al acortar duraciones de portafolios y permanecer líquidos invirtiendo en cuentas a la vista y letras del tesoro".

"Los activos administrados de la industria han experimentado una alta volatilidad en los últimos meses tanto en pesos como en moneda extranjera. Este incremento en la volatilidad se debe a la importante suba en la tasa de interés local del mes de marzo, las cuales llegaron a un máximo de 74% durante los últimos días de abril", alertó.

"Moody’s espera que este comportamiento continúe hasta terminadas las elecciones presidenciales. Durante este período, los retornos de los fondos, en su mayoría, muestran volatilidad producto del contexto local agravado por las altas tasas de interés", añadió.