It’s Bernie’s Party Now








By RICH LOWRY


A voice crying in the wilderness is supposed to be ignored, not rewarded with accolades and growing influence.

Bernie Sanders is the prophet with honor in his own party. The former socialist gadfly is now the socialist trendsetter. At the moment, he has to be counted among the most successful ideological leaders in a generation in terms of moving the terms of the American political debate and putting previously discounted ideas on the agenda.


This doesn’t mean that he’ll be the next Democratic nominee for president, or even run. It doesn’t mean that his ideas are good (I personally consider them godawful), or that they will make for a salable platform for the Democratic Party (which I very much doubt).

It does mean that when it comes to domestic policy on the left, it’s Bernie’s world and the rest of the Democrats live in it.

It’s impossible to imagine a more successful protest campaign for president than his in 2016 (except for Donald Trump’s).

Sanders was an irrelevance for a couple of decades in Congress. He ran to get a higher profile, and succeeded not merely in that, but in seriously challenging Hillary Clinton. He is now is a pacesetter in the party while she rues what might have been.

To be sure, much of this was inevitable. Whatever brake on the left Barack Obama represented was going to be released once he went home, especially if Democrats couldn’t hold the White House. The advent of President Donald Trump pressed the accelerator on the party’s radicalization.

Moreover, the bar for being a refreshing voice in the party when Sanders emerged in 2016 wasn’t particularly high. All he had to do was say something new and sincere compared to Hillary Clinton, who represented a Clintonism shorn of the freshness and life it had when her husband first entered the national stage in 1992.

In 2016, though, Sanders embodied the first real political expression of a post-Obama left, disappointed by his alleged incrementalism and determined to move beyond it.

His success represents a version of what has happened to center-left parties around the West, as they have collapsed or been eclipsed by new forces. The two-party system is a durable feature of the American system, so the Democrats aren’t going anywhere, but Sanders is an interloper. As Hillary Clinton complains, he’s “not even a Democrat.”

This is not a cutting attack. Indeed, it doesn’t matter in the least to the Democrats in good standing who are vacuuming up Bernie’s ideas. You can hardly be a U.S. senator who hopes to run for president if you aren’t co-sponsoring pillars of the Sanders agenda such as Medicare for All, free college and the $15 minimum wage.

“Just a few short years ago,” Sanders crowed last year, “we were told that raising the minimum wage to $15 an hour was ‘radical.’” Indeed, he was told that, and for good reason. But he had five co-sponsors for a $15 bill in 2015 and has a majority of Senate Democrats now.

The Sanders policies are tangible and substantive (if misbegotten). Compare the period of Republican ferment when the party was out of power under Obama.

The Tea Party, for better or worse, didn’t have big, signature policy initiatives. It wanted to eliminate earmarks, a relatively trifling matter. It opposed amnesty, although the Republican base always had this position. It hated the debt, which led to some serious proposals for entitlement reform but also much posturing to little effect.

Tea Party candidates usually defined themselves by their tactical maximalism and their style, especially a contemptuous attitude toward the establishment. This is why it slid so easily into Trumpism.

In contrast, it’s difficult to how to see how serious Democratic candidates for president are going to avoid endorsing Bernie’s ideas.

This will be good for Bernie’s project, but his own future is cloudy. If he runs again, he will get more scrutiny as a plausible contender rather than a guerrilla candidate. He won’t have Clinton as a foil, but numerous contenders who want to ape his substance as younger, less quirky, more polished candidates.

Significantly, Sanders is a laggard when it comes to identity politics, which is becoming even more important to Democrats in reaction to Trump. A 76-year-old male from the whitest state in the union, who has devoted his life to a rigorously class-based politics, can do his best to play along but will never be a natural.

The voters, in the Democratic primaries and the next presidential election, will obviously have a say, and they can upset expectations.

A few years ago, Rand Paul was having a moment in the Republican Party before the influence of libertarianism was obliterated in the GOP by the rise of Trumpism. Paul Ryan developed a thorough, coherent approach to the debt that seemed to define the future of Republican policy, before Trump blew right through that, too. Few would have guessed it at the time, but events were about to make Pat Buchanan and Jeff Sessions look like the GOP prophets. Who knows how it shakes out for Bernie Sanders two or three years from now? What we do know is that he’s out of the wilderness

ENCUESTA Son mayoría los que creen que no lograrán controlar el dólar


 Más de la mitad de los encuestados cree que el Gobierno no logrará contener el dólar. Pero muchos más son lo que ven inviable la alternativa de que éste se convierta en la moneda de circulación nacional, según el último sondeo del Centro de Opinión Pública (COPUB) de la Universidad de Belgrano.




El 53% de los porteños cree que el Gobierno no logrará controlar el precio del dólar, según el último sondeo del Centro de Opinión Pública (COPUB) de la Universidad de Belgrano, realizado entre 30 de julio al 3 de agosto, en la Ciudad de Buenos Aires.

Mientras tanto, sólo el 44% opina que sí podrá hacerlo.

En paralelo, el 70% de los encuestados considera que el valor de la divisa estadounidense lo afecta algo o mucho en su vida personal.

Por el contrario, apenas al 30% le importa poco o nada el tipo de cambio.

Por otro lado, sólo el 34% ve posible la hipótesis de que la Argentina sustituya al peso por el dólar como moneda de circulación nacional, al igual que lo hicieron Ecuador o El Salvador.

Para el 63% de quienes respondieron el sondeo esa alternativa es inviable.

Además, el 52% está en desacuerdo con la solicitud de un préstamo al Fondo Monetario Internacional, mientras que el 46% considera que fue una decisión adecuada.

"La expectativa de que se resuelva la situación cambiaria es baja. Curiosamente, se dividen en partes iguales quienes creen que el dólar se mantendrá en su valor actual a fin de año, y los que piensan que aumentará. Esto lleva a concluir que la preocupación no es tanto en el largo plazo sino en el corto término", explica Orlando D’Adamo, director del Centro de Opinión Pública (COPUB) de la Universidad de Belgrano.

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Ficha técnica:

Universo: ciudadanos mayores de 18 años de edad.
Lugar de realización: Ciudad de Buenos Aires.
Diseño muestral: por cuotas de sexo y SES.
Tamaño muestral: 620 casos efectivos.
Distribución muestral por género: 50% femenino y 50% masculino.
Método: encuesta (cuestionario con preguntas abiertas y cerradas).
Fecha de administración: 30 de julio al 3 de agosto de 2018.

El shock petrolero acecha a la economía mundial

El shock petrolero acecha a la economía mundial "En el banco de inversiones UBS están convencidos que el equilibrio entre la demanda y la oferta de petróleo puede ser alterado en cualquier momento, lo que conducirá al salto de las cotizaciones petroleras y colocará bajo amenaza el desarrollo de toda la economía mundial": así comienza el trabajo de uno de los periodistas que más conoce de petróleo en Rusia, un país petrolero. Tal como sucede en estos casos, Hernando Kleimans seleccionó y tradujo el artículo.



Por ANDREI KARABEKYANTSE 
Los shocks de precios en el mercado petrolero se convertirán en causa de la caída de los mercados de valores.


MOSCÚ -Los precios del petróleo se encuentran en un diapasón de entre US$ 70 y US$ 80 el barril, gracias al endeble equilibrio entre la demanda y la oferta, que se estableció en el mercado en los últimos meses.

Sin embargo, el potencial de incremento de extracción en los países extractores más importantes es limitado en virtud del extremadamente bajo nivel de inversiones en exploración y elaboración de los yacimientos durante el período de bajos precios en hidrocarburos.


En el banco de inversiones UBS están convencidos que el equilibrio entre la demanda y la oferta puede ser violentado en cualquier momento, lo que conducirá al salto de las cotizaciones petroleras y colocará bajo amenaza el desarrollo de toda la economía mundial.


UBS advierte

Los economistas del UBS especialmente subrayan en su “radar de riesgos globales”, que cualquier ruptura en los suministros de petróleo incidirá negativamente en todo el mercado mundial, antes que nada la interrupción o reducción de la exportación desde Irán.

En Occidente crece el recelo de que los países de la OPEP y Rusia serán incapaces de incrementar la extracción y compensar la reducción de suministros de petróleo iraní debido al limitado potencial de las capacidades de extracción.

Siempre que surgió algún problema con la extracción en los últimos meses, el precio del Brent  superó los US$ 80 el barril. El limitado potencial de aumento de la extracción en los países OPEP elevó la “sensibilidad” de los participantes del mercado incluso ante una insignificante reducción de la oferta.

Luego de que Trump declarara nuevas sanciones contra Irán y de su promesas de “llevar a cero” la exportación de petróleo iraní, la posibilidad de interrupciones en los suministros desde el Golfo Pérsico creció en modo significativo.

El gobierno de Irán ya predice la elevación de precios hasta US$ 100 el barril debido a la agresiva política de Washington.

En relación con la posible reducción de la oferta en el UBS consideran que las cotizaciones del petróleo pueden alcanzar los u$s120 el barril en los próximos 12 meses.


A fines de 2017, las compañías inversoras occidentales y las agencias especializadas creyeron, en forma unánime, que en 2018 el precio promedio del petróleo no superaría los US$ 50 el barril, por cuanto los petroleros estadounidenses eran capaces de incrementar significativamente la producción y aumentar la oferta en el mercado.

Sin embargo, las esperanzas del “mundo civilizado” en cuanto al rápido crecimiento de la extracción en USA, gracias al encarecimiento del petróleo y la “fantástica efectividad” de sus petroleros, se disipa como la niebla matutina.

En mayo, en USA se extrajeron 10.442 millones de barril/día en un 0,3% menos que en abril y en 300.000 barriles/día menos que lo pronosticado por la IEA (International Energy Agency).

Pese a la desaceleración de los ritmos de crecimiento, según datos oficiales, la extracción a mediados de julio logró un nivel record: 11 millones de barriles/día, pero a principios de agosto ya había caído a 10,8 millones.

En el último informe de la IEA se reconoce lo evidente: USA no está en condiciones de aumentar su propia extracción, de asegurar la creciente demanda de petróleo en el mundo y se ha previsto a la baja el pronóstico para 2018 y 2019.

En este año la extracción promedio en el país es de 10,7 millones de barriles/día en comparación con los 10,79 millones de acuerdo con el anterior pronóstico y en 2019 será de 11,7 millones diarios contra los 11,8 millones que se aguardaban en el informe de julio.

Hasta finales de año la IEA podrá más de una vez revisar sus pronósticos en relación con la desaceleración de los ritmos de extracción en USA.

Reservas no suficientes

Según evaluaciones de una serie de agencias occidentales, la demanda de petróleo para 2018 crecerá en 1,4 millón – 1,5 millón de barriles/día.

De acuerdo con los datos que se contienen en el último informe de la IEA, la extracción en USA aumentará en 1,4 millón de barriles/día.

Los estadounidenses podrían abastecer los crecientes requerimientos de petróleo de la economía mundial si no se hubiese producido la reducción de la extracción en los actuales y agotados yacimientos, que se evalúa en 1,3 millón a 1,5 millón de barriles/día.

Además, en relación con los problemas económicos y políticos se aguarda en una perspectiva a mediano plazo la reducción de la extracción en una serie de países, entre los cuales se destaca Venezuela.

En éste país latinoamericano, que dispone de las reservas petrolíferas más grandes del mundo, tuvo lugar una caída de la producción.

En julio de 2017 la extracción (incluyendo la producción de petróleo sintético) en el país era de 2,12 millones de barriles/día.

En julio de este año en el país se extrae cerca de 1,5 millón de barriles diarios.

La caída sería aún más significativa si no existiera el respaldo de parte de “Rosneft” (HK: la petrolera estatal rusa) y las compañías chinas.

Según afirmaciones de fuentes oficiales, Venezuela está en condiciones de mantener la extracción en el actual nivel, pero muchos expertos aguardan una ulterior caída, hasta 1 millón de barriles/día hacia finales de año.

Arabia Saudita, los demás miembros de la OPEP, así como Rusia, elevan la extracción de petróleo para compensar la reducción de la oferta y no permitir un salto en los precios, pero las capacidades extractoras de reserva en estos países son limitadas.

Los analistas del UBS consideran que la extracción en Arabia Saudita se acerca a un nivel récord, que puede ser alcanzado ya en breve. Las capacidades de reserva de este país se reducen rápidamente y pueden caer hasta el significado mínimo de los últimos 10 años. Esto genera preocupación a propósito de la capacidad del mayor exportador mundial de aumentar la oferta de petróleo en el caso de una agudización de la situación debido a las sanciones contra Irán e interrupciones o total cesa de suministros de petróleo desde el Golfo Pérsico.

Shock petrolero conduce a recesión

El nerviosismo de los participantes del mercado es explicable. Incluso un pequeño incidente en el Golfo pérsico, depósito mundial de hidrocarburos, puede hacer explotar el mercado petrolero mundial, y si USA logra el objetivo propuesto de “reducir a 0” la exportación de petróleo iraní, los demás países de la OPEP y Rusia no podrán compensar la reducción de la oferta.

Otra causa de la volatilidad de los precios del petróleo puede estar en el cierre del estrecho de Ormuz como resultado del conflicto entre USA e Irán. Por el estrecho de Ormuz llega al mercado más del 30% de todo el volumen de petróleo que se suministra a los consumidores por vía marítima. Si se cierra el estrecho por un tiempo prolongado, esto conducirá al despegue de los precios del petróleo.

Los shocks de precios en el mercado petrolero se convertirán en causa de la caída de los mercados de valores. Conforme a las observaciones del UBS, el anterior abrupto encarecimiento del petróleo condujo a la caída de los mercados de valores en un 15% de promedio, pero las cotizaciones se restablecieron en el curso de seis meses.

Si los precios del petróleo superasen los US$ 100 el barril y se consolidan en este nivel, esto tendrá efectos negativos en el desarrollo de la economía mundial.

Además, en el caso de una estable tendencia a la elevación de los precios petroleros, los bancos centrales de muchos países estarán obligados a elevar las tasas para frenar la creciente inflación, y esto elevará significativamente la probabilidad de recesión en la economía mundial, según consideran en el UBS.

Marca BACARDI




¿Quién no ha probado un ron Bacardi o, al menos, no ha oído pedirlo en un bar de copas? Poca gente. Nos encontramos con unos de esos casos en los que una marca está tan asociada a un tipo de licor que requiere de un esfuerzo publicitario importante para que los otros productos de la competencia sean reconocidos.
La historia de la marca nace en Cuba de la mano de un emigrante de Sitges llamado Facundo Bacardí Massó, su fundador, que decide instalar su sede en Santiago de Cuba en 1862, donde la calidad de las plantaciones de caña de azúcar permitían destilar un ron de gran calidad. La primera destilería estaría situada en la calle Matadero, en un pequeño local con techo de aluminio. Es aquí donde nace el logo del murciélago. Según la tradición familiar, una colonia de murciélagos habitaba en las vigas de la destilería de Santiago de Cuba. Buscando la manera de destacar su producto, su esposa Amalia, sugirió la idea de utilizar el mamífero volador.

El fundador, que llegó a ser alcalde de la ciudad, fue el pionero en desarrollar un ron ligero, seco y suave. A su vez inventó un sistema de filtro con carbón e introdujo el sistema de hacer añejo su ron en barricas de roble. Su sabor y calidad le llevó a ganar muchos premios internacionales y se convirtió en una seña de identidad de su país de origen.

En 1910 inició su expansión internacional abriendo sucursales en Barcelona y en 1931 en México.

La "ley seca" de Estados Unidos ayudó a que el ron Bacardi fuera uno de los reclamos turísticos de la isla. Ciertamente, se desarrolló una fidelidad arrolladora hacia esta marca.

Un ejemplo de su importancia lo resalta el "New York Times" que, en 1935, cita a Bacardi como un nombre propio que entra en el léxico norteamericano, como genérico, algo que también pasó con "Kleenex". Otra publicidad impagable para la marca es que Ernest Hemingway, un bebedor empedernido de Bacardi, mencionaba en sus novelas a la marca de ron.

Dispuesta la marca a establecer un dominio en el mercado estadounidense, la compañía decide en 1936 establecer una destilería nueva en Puerto Rico. La razón es la de evitar los impuestos de importación sobre el ron que se enviaba desde Cuba. Actualmente, es donde está la destilería de ron más grande del mundo.

La revolución cubana fue un hito histórico que llevó a trasladar la sede social de la compañía fuera de la isla, definitivamente. Según Tom Gielten, autor de un libro sobre la historia del desarrollo de la marca, "Bacardí and the long fight for Cuba", en un principio, los Bacardí se opusieron al dictador Batista e incluso apoyaron a Fidel Castro. Los rebeldes emitieron un decreto por el que aseguraban que no atacarían las instalaciones de Bacardi. José Bosch, el primer ejecutivo de la compañía de ron acompañó a Castro en 1959 a su primer viaje a Estados Unidos. Viendo la dirección que tomaba el gobierno comunista , nacionalizando empresas, la familia Bacardí dejó de apoyar al régimen. Esto le costó la nacionalización de sus instalaciones en 1960. Los Bacardí fueron a los tribunales y conservaron su marca internacional, aunque perdieran las fábricas y cultivos. Trasladaron su imperio y operaciones definitivamente a Puerto Rico, Miami, Bahamas (donde tienen su sede social y oficinas centrales, Bacardi Limited), México y Brasil.

En 1992 adquiere la empresa Martini & Rossi, lo que la empuja a los primeros puestos de ventas mundiales. En 2005, ron Bacardi era el segundo licor más vendido del mundo.

Esta política de adquisiciones de la corporación le lleva a tomar la dirección de marcas como el vodka Grey Goose, el whisky Dewars y la ginebra Bombay Sapphire (todas ellas líderes en cada uno de sus mercados).

Pese a su tamaño, Bacardi, es un conglomerado empresarial privado y en manos de la familia fundadora (más de 40 miembros son los principales accionistas, las familias Bacardí y Regojo).

Es la marca de ron más vendida del mundo, distribuye a más de 150 países y genera beneficios superiores a los 3000 millones de dólares.

Es curioso que todavía se pida el ron Bacardi en los países hispanohablantes acentuando la "i", como el apellido familiar, aunque ya la corporación ha perdido el acento en la marca registrada.

Su portfolio de productos tiene, actualmente, una amplia gama de rones y combinados como son Bacardi Solera, Bacardi Breezer, Bacardi Black, Bacardi Oro, Bacardi 151, Bacardi Añejo , Bacardi 8, Bacardi Reserva Limitada, Bacardi Big Apple, Bacardi Coco, Bacardi Silver... entre otros. Pero sus licores estrella son el Bacardi Superior y el Bacardi Mojito. Ambos de larga trayectoria y premiados internacionalmente.

Bacardi Superior ostenta entre sus muchos galardones, la Medalla de Oro en Filadelfia dada en 1876 cuando se presentó el ron al mercado estadounidense, en Madrid en 1877 y en Matanzas en 1881. También recibió la consideración de proveedor de la Casa Real española tras recibir el Diploma de Honor en la Exposición Universal de Barcelona en Abril de 1888. La historia de la concesión dada por la reina madre María Cristina de proveedora de la Casa Real parte de 1892, el rey Alfonso XIII, que a la sazón tenía seis años, sufrió de fiebres peligrosas. El médico prescribió como parte de su tratamiento para dormir unas pequeñas tomas de Ron Bacardi Superior. Dado el tratamiento efectivo, el secretario real español, escribió una carta a Bacardi para agradecer la realización de un producto que ha ayudado a la recuperación del joven monarca. Desde entonces en cada botella de ron Bacardi Superior ostenta el emblema real español y se le denomina "el rey de reyes " entre los rones.

El Bacardi Mojito adquirió gran resonancia a partir de 1920, su frescura y finura causó furor en Estados Unidos . Tras muchos años ha vuelto a revitalizarse su consumo con la ayuda de unas importantes campañas de comunicación publicitaria y de promoción.

Bacardi se ha apoyado siempre en una fuerte comunicación, en los distintos medios, a lo largo de su trayectoria de más de cien años. Desde 2005, Young & Rubicam London se encarga de la cuenta global publicitaria de Bacardi. Esta agencia ha promocionado campañas para la marca como la de Dan Tobin Smith, fotógrafo prestigioso, con un gran impacto mediático. Es reconocida la campaña de 2007 de Bacardi Mojito, que se ha emitido hasta la actualidad. El lema de dicha campaña, "Tonight, do the Mojito", se ve reflejado en un spot sensual, rítmico que simboliza el placer y la diversión de degustar el fresco Bacardi Mojito.

La marca llegó a invertir más de 52 millones de dólares en 2007, según Nielsen, sin incluir la inversión en publicidad on line. Y aunque la crisis hizo que se redujera a la mitad, en 2008, se puede observar un renovado empuje en la inversión con una nueva campaña unificada lanzada para todo el mundo en 2009. Esta campaña mundial denominada "El Espíritu de Bacardi", tiene una primera pieza publicitaria llamada "Island", basada en la idea de un grupo de jóvenes, modernos, que escapan de sus actividades cotidianas, que se embarcan en botes y lanzando rocas, construyen su propia isla. El mensaje trata de que la vida es un viaje y qué mejor que demostrar sus ganas de vivir bebiendo y disfrutando de Bacardi en una fiesta multitudinaria, resaltando conceptos como el optimismo, la imaginación y la exclusividad. La música reivindica el "espíritu latino" de la marca. Esta campaña cuenta con spots, exterior, prensa y digital (que incluye descargas para iPod/iPhone, presencia en YouTube, Twitter y Facebook), cine, con un gran apoyo en relaciones públicas, estrategia de promoción en punto de venta y objetos promocionales. El spot, dirigido por Sam Brown, filmado en Malta, con 120 actores de diferentes lugares del mundo y con elementos reales para las tomas como son la construcción de la isla, realizada con rocas, arena tropical y palmeras importadas, y un gran despliegue de medios aéreos y unidades de buceo.





La gran inversión de Bacardi en comunicación está consolidando la imagen de marca, a la vez que apuesta por el consumo responsable como modelo de gestión socialmente respetuosa. Algo que contribuirá a mantener el liderazgo de la marca en los próximos años.










Lo que los movimientos de Netflix dicen sobre la importancia de los fans para marcas y empresas

Lo importante es el engagement y cómo se convierte en algo de valor para las compañías




Nada es más valioso que un entusiasta entregado a la marca y que permanece fiel a la misma durante mucho tiempo. Es una de las lecciones que se han ido aprendiendo en los últimos tiempos al calor de los estudios sobre cómo son los consumidores y sobre cómo han cambiado los hábitos de consumo. Para las marcas, resulta muy importante crear relaciones de valor con sus consumidores. Los compradores tienen que ser entusiastas de la marca y tienen que sentir emociones por sus productos.

Por tanto, las compañías han intentado crear comunidades y han intentado asentarse ante los consumidores. Están intentando convertir al consumidor en fan y estos están teniendo ya un impacto directo en las decisiones que toman.

Y uno de los claros ejemplos de la importancia que los fans entusiastas tienen en las decisiones de las empresas se encuentra en Netflix. La plataforma de VoD toma decisiones partiendo de la relación entre sus consumidores y sus series y sobre los vínculos que se han establecido entre ellos. Para que Netflix considere que una serie está siendo un éxito, tiene que tener una audiencia entregada.

¿Cómo toma las decisiones de lo que va a continuar o no Netflix en su parrilla de contenidos? La cuestión no está ni en la recepción que tienen sus contenidos entre la crítica ni en las cifras de audiencia (cifras, por otra parte, que, como ocurre con las plataformas de VoD en general es difícil saber porque mantienen ocultas). La clave está en el entusiasmo que los usuarios muestran por ese contenido y la recepción del mismo. La clave está en el engagement.
El fan tiene que ser un consumidor

Lo que hace que una serie triunfe es que haya generado una comunidad, que tenga unos fans entregados y conectados al contenido, pero sobre todo que ese contenido logre capturar su atención. No se trata solo de que los fans hablen del contenido en redes sociales y que hayan generado una comunidad vinculada al mismo, sino que esa actitud se transmita en visionados. Esto es, los fans tienen que ser consumidores.

Netflix decide qué series continúan y cuáles no partiendo del porcentaje de espectadores que llega hasta el final de las emisiones. Si una serie genera muchas conversaciones, pero se va apagando su estrella (como ocurrió con una serie adolescente que despertó mucho interés en internet pero fue cancelada de todos modos, porque los espectadores no llegaban al final de la temporada), Netflix le dará carpetazo.

Los fans y los movimientos entusiastas en redes sociales le dicen a Netflix por lo que debe apostar y el camino que debe seguir. De hecho, estos movimientos entusiastas de los fans es lo que ha llevado a la plataforma a tomar decisiones a la hora de recuperar contenidos o de comprar a terceros series que habían decidido cancelar. Pero los fans no son solo importantes en este terreno, sino que además tienen que monetizarse.

Lo que Netflix y sus decisiones enseñan es que lo importante de crear una poderosa comunidad de fans no es solo el entusiasmo que estos generan y crean, sino también que se convierten en consumidores. Tienen que tener un retorno y tienen que suponer un elemento tangible para la marca y para la empresa.

Two Lessons of the Urban Crime Decline



By PATRICK SHARKEY
Credit Richie Pope

Over the past few years, the discussion of crime and violence in the United States has focused on police brutality, mass incarceration and the sharp rise in violence in cities like Baltimore, St. Louis and Chicago. This is entirely appropriate: Any spike in violence should garner attention, and redressing the injustices of our criminal justice system is a matter of moral urgency.

But it is also worth reflecting on how much the level of violence has fallen in this country over the past 25 years and how widespread the benefits of that decline have been. From the 1970s through the early part of the 1990s, the murder rate in some cities in the United States rose to levels seen only in the most violent, war-torn nations of the developing world. In the years since, violent crime has decreased in almost every city, in many cases by more than 75 percent.

For well-off urbanites, the decline of crime is most visible in sanitized, closely guarded city spaces where tourists and others can now comfortably wander about. But far more consequential have been the changes in low-income, highly segregated urban communities. Indeed, my research has shown that the most disadvantaged people have gained the most from the reduction in violent crime.

Start with the lives saved. Though homicide is not a common cause of death for most of the United States population, for African-American men between the ages of 15 and 34 it is the leading cause, which means that any change in the homicide rate has a disproportionate impact on them. The sociologist Michael Friedson and I calculated what the life expectancy would be today for blacks and whites had the homicide rate never shifted from its level in 1991. We found that the national decline in the homicide rate since then has increased the life expectancy of black men by roughly nine months.

That figure may not seem like much, but it is exceedingly rare for any change in society to generate such a degree of change in life expectancy. For example, researchers have estimated that if the obesity epidemic in the United States was eliminated, life expectancy would increase by a similar amount. The drop in homicides is probably the most important development in the health of black men in the past several decades.


The decline in violence on city streets also occurred inside public schools, creating environments where students could learn without fear of being victimized. Analyzing statewide tests of academic achievement, I found that test scores have risen the most, and the gap in the average scores of black and white children has narrowed the most, in those areas where violence has fallen most sharply.


The drop in violent crime has led better-off families to move into poorer city neighborhoods, thus reducing the concentration of poverty in urban America. Though gentrification has become a problem in a few prominent places, in most cities there is no good evidence that poor families have been pushed out of their neighborhoods as violence has fallen. In fact, as research I conducted with the doctoral student Gerard Torrats-Espinosa shows, the crime decline has improved the prospects for upward mobility for the poorest American families.

The everyday lived experience of urban poverty has also been transformed. Analyzing rates of violent victimization over time, I found that the poorest Americans today are victimized at about the same rate as the richest Americans were at the start of the 1990s. That means that a poor, unemployed city resident walking the streets of an average city today has about the same chance of being robbed, beaten up, stabbed or shot as a well-off urbanite in 1993. Living in poverty used to mean living with the constant threat of violence. In most of the country, that is no longer true.

Critics will note that cities, in their efforts to reduce crime, have relied heavily on controversial tactics like aggressive policing and an expanded prison system. That is correct. But reducing violence does not have to rely entirely on the police and prison, nor has it: Nonprofit organizations, my research has found, have played a critical and underappreciated role.

To understand how cities have changed since the 1990s, I gathered data with Mr. Torrats-Espinosa and the doctoral student Delaram Takyar on city demographic characteristics, public and private security forces, business establishments and public institutions. As expected, we found that police forces expanded and the imprisonment rate skyrocketed, and that those changes probably contributed to the crime drop. But we also noticed that there was a huge increase in the number of nonprofit organizations developed specifically to build stronger communities or to confront violent crime.

To find out whether these types of organizations had an impact on crime rates, we looked for situations in which anti-violence nonprofits were formed not in response to a rise in violence but because new sources of funding became available to community groups and leaders. (In those situations, we can more confidently assess whether the newly formed organizations had a causal impact on the level of violence.) We found that in a typical city with 100,000 people, each additional nonprofit devoted to confronting violence led to a roughly 1 percent drop in the city’s murder rate. Considering that this segment of the nonprofit sector grew by about 25 organizations for every 100,000 residents in New York and elsewhere, community-based organizations appear to deserve more credit than they get for contributing to the fall of violence.

These findings suggest a new model for combating urban violence. While police departments remain crucial to keeping city streets safe, community organizations may have the greatest capacity to play a larger role in confronting violence. Working directly with law enforcement and residents, these organizations are central to the next stage in the effort to make our cities even safer.

PJ y kirchnerismo cierran filas en la provincia en un acto en Ensenada

 Con la presencia de varios intendentes y el apoyo del PJ de Buenos Aires, Unidad Ciudadana realizará un plenario en Ensenada para cerrar filas y mostrarse de forma compacta frente al escándalo de los cuadernos


Esta tarde, en Ensenada, Unidad Ciudadana realizará un plenario de militantes y que contará con el discurso de Máximo Kirchner en el final. El objetivo es que el diputado patagónico comience a jugar fuerte en la Provincia para una posible candidatura a diputado en 2019.

Unidad Ciudadana, buscará también mostrarse fuerte frente al escándalo de los cuadernos. La jornada contará con el apoyo del PJ de la provincia de Buenos Aires. “El ajuste nos golpea a todos y nuestra Provincia es la primera en sentirlo. Por eso, desde el Partido Justicialista de la Provincia de Buenos Aires queremos contribuir a generar un espacio que comparta el horizonte de justicia y ampliación de derechos. Llevaremos las demandas de nuestros vecinos, lo que vemos y escuchamos en la calle todos los días”, indicaron desde el partido en un comunicado oficial.

Y agrega: “El sábado nos convoca la consigna de organizar la esperanza. Con todos y todas. Porque nuestro punto de encuentro es la militancia pero tenemos claro que solos no alcanza. Por eso, invitamos a todos los ciudadanos y ciudadanas independientes a formar parte de esta nueva etapa”.

La presencia del PJ, intercedida por Martín Insaurralde, y de intendentes que representan a Unidad Ciudadana tendrá como principal misión limar asperezas de cara al 2019. Una intendente de la tercera sección electoral, manifestó , una semanas atrás, que la única forma de vencer a Cambiemos es ir través del sello del PJ. En el último tiempo las encuestas mostraron un leve ascenso de la imagen de Cristina Fernández, lo que significa un cambio en el tablero de cara a 2019.

Trump y la clase obrera blanca


La grieta política y social en EE.UU., puede forjar el carácter del resto del siglo

[Lo que sigue es un avance de la próxima revista Catalyst: a Journal of Theory and Strategy, editada por Robert Brenner y Vivek Chibber, que saldrá publicada esta primavera por Jacobin. Este ensayo aparecerá en su primer número]

La Historia ha sido hackeada. Las “imposibles” victorias de Trump en junio y noviembre, junto con el asombroso desafío de la campaña de primarias de Sanders, han demolido gran parte del sentido común de las élites políticas y han destruido las dos dinastías, los Clinton y los Bushes, que han dominado la política nacional durante treinta años. Desde el Watergate no ha habido otro momento de incertidumbre y desorden potencial infectando cada institución, red o relación política, incluyendo el entorno del propio Trump.
Lo que era inimaginable unos pocos meses antes, ahora ha llegado a pasar: la extrema derecha tiene un pie dentro de la Casa Blanca, un odiado maníaco aconseja sobre seguridad nacional, un racista blanco controla la maquinaria del Departamento de Justicia, la industria del carbón gobierna el Departamento de Comercio, y un ricachón pro educación-en-casa está a cargo de la política nacional en educación. Oscuros billionarios como DeVoses y Mercers que han pasado años transformando Michigan y Texas en laboratorios de las políticas de derechas ahora cobran su apoyo por el presidente electo en el tipo de influencia nacional que una vez disfrutaron los Rockerfellers y los Harrimans. El carbono ha ganado la batalla del Antropoceno y el caso Roe contra Wade se ha puesto en la tabla del carnicero. Lejos de unas elecciones en las que se suponía se iba a registrar la creciente influencia de mujeres, millenials, activistas en contra del cambio climático y gente de color, una extrema derecha geriátrica ha arrebatado el poder político en una escala aterradora.
La victoria de Trump, por supuesto, puede resultar ser la danza fantasma de una cultura blanca agonizante, rápidamente seguida por un retorno a la normalidad globalista y obamiana o, por el contrario, nos estaríamos adentrando en la zona crepuscular de un fascismo de cosecha propia. Los parámetros de los próximos cuatro años son enormemente desconocidos. Mucho depende de si los Republicanos tienen éxito incorporando a los viejos estados industriales del Medio Oeste superior en su imperio de los estados planos y meridionales ya sólidamente rojos. En ese caso, sus ventajas electorales estructurales, como subrayó recientemente el National Review, superarían el voto popular por una década más.
Pero cualquiera que sea el escenario, el problema de máxima importancia inmediata para la izquerda es si la coalición de Sanders, incluyendo los sindicatos progresistas que le respaldaron, pueden permanecer viva como un movimiento independiente superando las divisiones culturales y raciales entre la gente trabajadora americana. Una extraordinaria reestructuración del campo político, los cuadros y el patronazgo están teniendo lugar en una atmósfera de caos e incertidumbre, pero necesitamos entender más claramente si 2016 refleja, o anticipa necesariamente, un realineamiento fundamental de las fuerzas sociales.

Breaking Bad

Estas no van a ser unas elecciones sobre la amabilidad
- Donald Trump

El relato mainstream, aceptado por gran parte de la derecha y la izquierda, es que Trump cabalgó una ola de resentimiento de clase trabajadora blanca, movilizando a los abstencionistas tradicionales así como a los trabajadores de cuello azul alienados (Republicanos y Demócratas), algunos de los cuales fueron también seducidos por Sanders. Los analistas políticos, así como Trump mismo, enfatizaron las afinidades de la campaña con los movimientos nacionalistas de derechas en Europa que de igual forma dicen combatir la globalización en nombre de los trabajadores olvidados y los pequeños comerciantes.
Interminablemente citadas han sido las encuestas exitosas que demuestran la extraordinaria popularidad de Trump entre los hombres blancos sin titulación universitaria, aunque las mismas encuestas indican que Trump obtiene sus mayores rendimientos entre los votantes republicanos de clase media (es más, si creemos las encuestas en Winsconsin y algún sitio más, un quinto de los votantes de Trump tenían una opinión desvaforable de su candidato y votaron tapándose la nariz). En cualquier resultado él volteó un tercio de los condados que habían votado por Obama dos veces seguidas. Sin embargo hasta que la Bureau of the Census’s Current Population Survey estadounidense publica sus análisis demográficos de votantes, los politólogos solo pueden especular sobre si los cambios de alianzas o los cambios en la participación fueron los principales responsables de los resultados.
Lo que sigue es un escéptico interrogatorio de este relato, empleando los datos de voto a nivel de condado para comparar la campaña presidencial de 2016 con la campaña de 2012 en las viejas regiones industriales del Medio Oeste y los Apalaches. Una serie de patrones de voto específicos emergen, sólo uno de los cuales confirma el estereotipo de los “Demócratas de Trump”. El fenómeno es real pero enormemente limitado a uno o más de los condados del Rust Belt desde Iowa a Nueva York donde una nueva ola de cierres y deslocalizaciones ha coincidido con crecimientos de población migrante o refugiada. Los expertos analistas de elecciones han confundido consistentemente los votos de cuello azul cazados de lejos por los candidatos presidenciales republicanos con la deserción localizada de demócratas de clase trabajadora hacia Trump. Varios cientos de miles de votantes de Obama, blancos y de cuello azul, a lo sumo votaron por la visión de Trump del comercio justo y la reindustrialización, pero no los millones que usualmente se invocan. No estoy insinuando con esto que estas importantes cabezas de puente no se expandan en el futuro por las continuas interpelaciones a la identidad blanca y el nacionalismo económico, sino simplemente que han sido sobreinterpretadas como claves de la victoria de Trump.
El “milagro” de la campaña del magnate, aparte de su astuto éxito en manipular a su favor la cobertura negativa de los medios, fue capturar la totalidad del voto de Romney, sin ninguna de las mayores deserciones (mujeres republicanas con titulación universitaria, latinos conservadores, católicos) que las encuestas habían predicho y con los que Clinton contaba. Como en un misterio de Agatha Christie, Trump eliminó a sus aturdidos oponentes en las primarias uno detrás de otro con insinuaciones asesinas mientras machacaba con sus temas estrella sobre corrupción de las élites, acuerdos comerciales traicioneros (“el mayor robo de trabajo en la historia del mundo”), inmigrantes terroristas y el declive de las oportunidades económicas para los blancos. Con el apoyo de Breitbart y la extrema derecha, básicamente corrió con los viejos zapatos de Patrick Buchanan.
Pero si el nacionalismo visceral y el odio blanco le dieron el nombramiento, ello no fue suficiente para asegurar que los grandes batallones del Grand Old Party, especialmente los evangelistas que habían apoyado a Ted Cruz, harían campaña activamente por él. El golpe de ingenio de Trump fue dejar a la derecha religiosa, incluyendo a los antiguos voceros de Crus David Barton y Tony Perkins, redactar el borrador del programa republicano y entonces, como garante, seleccionar uno de sus héroes como su compañero de carrera.
Al mismo tiempo, Rebekah Mercer, cuyo súper PAC (Political Action Comitee) ha sido el principal patrocinador de Cruz, secundó a Trump con su equipo político: la encuestadora Kellyanne Conway, la cabeza del Citizens United David Bossie, y la silla del Breitbart Stephen Bannon (“sería difícil exagerar la influencia de Rebekah en el mundo de Trump ahora mismo”, contó un insider al Politico después de las elecciones). Esta fusión de dos Republicanos insurgentes anti-establishment fue el suceso crucial que muchos analistas electorales pasaron por alto.
Los analistas exageraron el factor “populista” de los trabajadores de cuello azul en la victoria de Trump mientras subestimaban el capital acumulado por el movimiento por el derecho a la vida y otras causas sociales conservadoras. Con la Corte Suprema en juego y Pence sonriendo desde el estrado, era más fácil para la congregación perdonar al pecador que encabezaba la papeleta. Trump, como resultado de ello, recibió un mayor porcentaje del voto evangelista que Romney, McCain, o Bush, mientras Clinton se desempeñó peor que Obama entre los católicos, especialmente los latinos (una bajada de 8 puntos). Contra toda expectativa, Trump también mejoró los resultados de Romney en los suburbios.
Sin embargo – y esto es una importantísima restricción – él no incrementó el voto total de Romney ni en el Sur ni en el Medio Oeste; de hecho cayó ligeramente en ambas regiones. Clinton, no obstante, recibió casi un millón de votos menos que Obama en el Sur y casi tres millones menos que el presidente en el Medio Oeste (véanse tablas 1 y 2). Abdicando de cualquier esfuerzo serio en las pequeñas ciudades industriales, Clinton se centró casi enteramente en los mayores condados metropolitanos y los mercados mediáticos.

Más aún, al contrario que Obama, Clinton no tuvo una estrategia comprometida con los evangelistas y su posición sobre el aborto tardío, incluso siendo malinterpretada, le hizo perder un incontable número de católicos pro-obama. Igualmente Clinton ignoró los ruegos del Secretario de Agricultura Tom Vilsack para invertir recursos de campaña en áreas rurales. Mientras Trump laboraba en el interior, el itinerario de Clinton se saltó todo el estado de Winsconsin así como centros muy disputados como Dayton. El entorno de Clinton obviamente creyó que la agresiva campaña de las últimas semanas por parte de Obama y Sanders, reforzada por celebridades como Springsteen y Beyoncé, le asegurarían una fuerte participación de afroamericanos y millenials en los núcleos urbanos mientras ella cosechaba votos de iracundas mujeres republicanas en los suburbios.
Inexplicablemente ignoró las señales de peligro que venían del Rust Belt, permaneciendo “totalmente callada sobre la economía y cualquier plan de futuro que fuese útil para la gente”. Su increíble desatención a la agitación de votantes en los condados no metropolitanos ampliamente demócratas demostró ser su ruina en los colegios electorales, a pesar de las grandes mayorías populares en la Costa Oeste (igualó o superó la proporción del voto de Obama en 2012 sólo en Massachusetts, Georgia, Texas, Arizona y California – las últimas tres, por supuesto, muestran una movilización tremenda de voto latino).

En los tres estados clave – Florida, Wisconsin, y Michigan – un factor adicional en su derrota fue una participación menor y menos animada del voto afroamericano que en 2012. La reforma del bienestar y la super-encarcelación, como el NAFTA, habían vuelto para perseguirla. Es más, en Wisconsin y Michigan no consiguió recabar el apoyo joven por Sanders y en ambos estados el voto por Jill Stein terminó siendo mayor que el margen de derrota de Clinton.
Pero deberíamos ser cautelosos a la hora de verter todas las culpas sobre Clinton y su polémico círculo de confianza. Si ella hubiera sido el principal problema, entonces los Demócratas locales deberían haberla superado consistentemente. De hecho, eso raramente ocurrió y en diferentes estados su voto fue significativamente mayor que el de los Demócratas locales. El malestar de los Demócratas, debería quedar claro, permea cada nivel del partido, incluyendo el irremediablemente inepto Democratic Congressional Campaign Committee. En el Medio Oeste, en particular, los Demócratas han venido funcionando en gran medida con parches, designando veteranos fracasados como el antiguo alcalde de Mikwaukee Tom Barret (quien perdió frente a Scott Walker en 2012) y el antiguo gobernador de Ohio Ted Strickland (masacrado por Rob Portman en la carrera al Senado).
Mientras tanto, para el inteligente equipo en torno a Obama, mantener a la Casa Blanca, y no fortalecer a los partidos estatales, ha sido la incansable prioridad, y a veces la única. Al este de las Montañas Rocosas, como resultado, los Republicanos han sobrepasado su marca de 1920 en escaños al legislativo. Veintiséis estados son ahora triplemente republicanos (control de ambas cámaras y del gobernador) frente a simplemente seis para los Demócratas. Las iniciativas progresistas de ciudades demócratas como Minneapolis (vacaciones pagadas) y Austin (santuario) enfrentan el veto de legislaturas reaccionarias.
Además, como los investigadores de Brookings han mostrado recientemente, desde el 2000 una paradójica dinámica centro-periferia ha emergido dentro del sistema político. Los Republicanos han incrementado su golpe electoral a nivel nacional a pesar de que han perdido fuerza constantemente en los condados metropolitanos que son centro neurálgico de la economía. Los menos-de-500 condados que Hillary Clinton se llevó a nivel nacional abarcaban un masivo 64% de la actividad económica norteamericana sobre la medición del total de 2015. Por contraste, los más-de-2600 condados que Donald Trump ganó generaban sólo un 36% del resultado del país – poco más de un tercio de la actividad económica de la nación”.
Los votantes de Trump, el campo contra las ciudades, se han convertido en algo así como una versión americana de los Jemeres Rojos. Algunas partes de esta “otra América”, ciertamente, han sido siempre territorio republicano desde la Edad de Piedra, dominados por grandes terratenientes, Elmer Gantries, pequeños industriales y banqueros, y los descendientes del KKK. Pero el abandono no tan benigno de lo que una vez fueron ciudades industriales y el país montañoso del carbón firmemente demócratas es un reflejo de la marginalización de los antiguos sindicatos CIO dentro del partido y – aquí el estereotipo sí es preciso – las prioridades siempre prevalecientes de Hollywood, Silicon Valley y Wall Street. La América digital es azul, y la América analógica, a pesar de ser pobre, es roja.
Finalmente, necesitamos tomar consciencia del bizarro marco de la contienda. En análisis electorales comparativos la estructura del sistema se suele concebir como incambiable entre ciclos. Esto se ha mostrado rotundamente falso en 2016. Gracias a la decisión de la Corte Suprema de 2010 Citizens United, esta fue la segunda elección presidencial con las esclusas del dinero negro ampliamente abiertas y, a diferencia de 2012, los aparatos de los partidos nacionales perdieron el control de las primarias ante los partidos de sombras de Trump y Cruz y, en el caso de los Demócratas, ante la cruzada de Sanders financiada por las bases y sin precedente alguno.
Fue también la primera elección llevada a cabo después de destripar las partes clave de la Ley de Derechos Electorales (Voting Rights Act) y la extendida adopción de estrategias de anular votantes seguidas por legislaturas estatales republicanas. Como resultado de todo ello, “14 estados han tenido nuevas restricciones de voto en vigor en 2016, incluyendo estrictas leyes de identificación de votantes, menor número de oportunidades para el voto joven y reducciones de los lugares de votación”. Los cierres de urnas fueron exageradamente extensos en Arizona, Texas, Lousiana y Alabama.
Y como un horrorizado David Brooks enfatizó, estas fueron las primeras elecciones de la “post-verdad”, surrealistamente inundadas en las mentiras de Trump, noticias falsas manufacturadas en Macedonia, invasión de chateos-robot, “dark posts” en facebook, mensajes cifrados para públicos target (dog whistles), teorías de la conspiración y un mortal goteo de revelaciones de correos hackeados. De todas las presiones e influencias, sin embargo, incluyendo las intervenciones de Comey y Putin, la más desastrosa para la exsecretaria de Estado fue la decisión de los principales medios de comunicación de "equilibrar" el reportaje dando igual cobertura a sus correos electrónicos que a los abusos sexuales en serie de Trump. “Durante la campaña de 2016, los tres principales noticiarios dedicaron un total de 35 minutos a una combinación de temas políticos – de todo tipo. Mientras tanto, dedicaron 125 minutos a los emails de la señora Clinton”.
El Mítico Muro Azul
Mirando de frente las elecciones presidenciales, la estrategia de Trump apunta a un muro rojo que podría ser mayor y más bonito que el muro azul de los Demócratas.
El cortafuegos azul de Clinton se rompió en Minnesota; fue estrechamente traspasado en Wisconsin, Michigan y Pensilvania; y colapsó totalmente en Ohio (e Iowa, si lo considerásemos un estado demócrata). La completa franja de condados que en 2012 estaban con Obama en el noroeste de Illinois, el este de Iowa, el oeste de Wisconsin y Minnesota, y el norte de Ohio y Nueva York fueron ganados por Trump.
El “margen desplazado” – ganando o perdiendo porcentajes Clinton en 2016 respecto a Obama en 2012 – estaba sobre los 15 puntos en Virginia Occidental, Iowa, y Dakota del norte; de 9 a 14 puntos en Maine, Rhode Island, Dakota del Sur, Hawái, Misuri, Michigan y Vermont. En el antiguo cinturón automovilístico del sur de Wisconsin (condados de Kenosha y Rock), donde Obama había aplastado a Romney por enormes márgenes en 2012, el voto demócrata cayó un 20% y el antiguo bastión de UAW de Kenosha fue para Trump.
Incluso en Nueva York Clinton acabó 7 puntos por detrás que Obama, gracias al masivo voto republicano en el este de Long Island (condado Suffolk) y al pobre apoyo de los demócratas de cuello azul en los viejos distritos industriales en el norte del estado. De acuerdo a los sondeos a pie de urna, Clinton ganó el 51% de las centrales sindicales, un espectáculo muy pobre en comparación con el 60% de Obama en 2008 y 2012. Trump superó el voto sindical de los tres candidatos republicanos previos y en Ohio ganó una mayoría rotunda.
Este patrón es particularmente irónico en la medida en que los Demócratas en muchas de esas áreas habían arrojado enormes cantidades de voto por Clinton durante las primarias de 2008. De hecho se había asumido que este era el estado de Clinton. “¡Cómo podrían perder Michigan por 10,000 votos!” se quejó el veterano analista Stanley Greenberg, un arquitecto clave de la victoria de 1992 de Bill Clinton, cuando vio los resultados finales.
Pero un hecho predominante determinó el resultado: los Republicanos habían tenido una estrategia agresiva para ganar control en el Rust Belt, apoyada por una espectacular infraestructura de think thanks a nivel estatal, donantes billionarios regionales, y magos del pucherazo provenientes del Republican State Leadership Comittee. Por el contrario, los Demócratas, especialmente aquellos en los condados industriales pero no metropolitanos tan comunes en la zona norte del Medio Oeste, habían sido abandonados a oscilar con el viento por un partido nacional que (dejando aparte los rescates a General Motors y Chrysler) no ofrece remedios para el deterioro mayor y la pauperización comunal.
As readers of David Daley’s bestselling Ratf**ked know, Rove and his conservative quants responded to the meltdown of Republican power in 2008 with an audacious scheme for retaking power in Washington through control of decennial redistricting. The Midwest was the bullseye. “There are 18 state legislatures,” Rove wrote in the Wall Street Journal, that have four or fewer seats separating the two parties that are important for redistricting. Seven of these are controlled by Republicans and the other 11 are controlled by Democrats, including the lower houses in Ohio, Wisconsin, Indiana and Pennsylvania. Republican strategists are focused on 107 seats in 16 states. Winning these seats would give them control of drawing district lines for nearly 190 congressional seats.
Como sabe cualquier lector del bestseller Ratf**ked, Rove y sus cuantos conservadores respondieron a la desintegración del poder republicano en 2008 con un audaz esquema para retomar el poder en Washington a través del control de la redistribución decenal de distritos. El Medio Oeste era la diana. “Hay 18 asambleas legislativas estatales”, escribió Rove en el Wall Street Journal,
“que tienen cuatro o menos escaños que separan a los dos partidos que son importantes para la redistribución de distritos. Siete de ellas están controladas por los Republicanos y las otras once por los Demócratas, incluyendo las cámaras bajas en Ohio, Wisconsin, Indiana y Pensilvania. Los estrategas republicanos están centrados en 107 escaños en 16 estados. Ganar esos escaños les daría el control de dibujar las líneas entre distritos de en torno a 190 escaños del congreso”.
En el evento, como muestra Daley, el asqueroso cambio (cerca de 30 millones de dólares) gastado en contiendas dirigidas a lo estatal 2010 produjo una revolución en el poder del partido con los Republicanos ganando cerca de setecientos escaños y el control de las asambleas claves en Wisconsin, Ohio, y Michigan, así como Florida y Carolina del Norte. La redistribución de distritos generada por ordenador produjo puntualmente un mapa de ensueño que hacía prácticamente invulnerable el control de la Cámara por parte de los Republicanos hasta el censo de 2020, a pesar de las fuerzas demográficas favoreciendo a los Demócratas.
La piece d’resistance era el pucherazo de Ohio supervisado por John Boehner. “El Partido Republicano controlaba el rediseño de 132 asambleas estatales y 16 distritos del Congreso. La redistribución de distritos republicana resultó en una ganancia neta para el caucus de la cámara estatal del Partido Republicano en 2012 y permitió que una mayoría republicana de 12-4 regresara a la Cámara de Representantes estadounidense – a pesar de que los votantes dieran su voto sólo a un 52% de los Republicanos al Congreso” (Hay casos peores: en Carolina del Norte en 2012 los Demócratas ganaron una mayoría del voto al congreso a nivel estatal, pero obtuvieron sólo cuatro de los 13 escaños de la cámara).

En el Medio Oeste las victorias del Tea Party de 2010 trajeron una nueva generación de salvajes Republicanos al poder, muchos de ellos formados por think thanks de extrema derecha como el Indiana’s Policy Review Foundation (dirigido una vez por Mike Pence), Michigan’s Mackinac Center, Wisconsin’s MacIver Institute, and Minnesota’s Center of the American Experiment, todos ellos arruinándose por una pelea a muerte con los sindicatos del sector público de la región y los gobiernos progresistas de las grandes ciudades. Coordinándose a través de la State Policy Network (65 think thanks conservadores) y el American Legislative Exchange Council, lanzaron campañas para destrozar los derechos de negociación colectiva del sector público, destruir a los sindicatos a través de leyes de “derecho al trabajo”, y privatizar la educación pública mediante cupones.
En otras palabras, se centraron en incrementar sus ventajas legales y estructurales en formas que los Demócratas encontrarían difícil, e incluso imposible, revertir. Sindicatos y estudiantes, por supuesto, lideraron una épica resistencia en Wisconsin pero fueron incapaces de echar a Scott Walker, en gran parte a causa del deslucido carácter del candidato demócrata. En Ohio los sindicatos tuvieron más éxito y repelieron el “derecho al trabajo” por referéndum, pero en Indiana, Michigan y Virginia Occidental, las mayorías republicanas se impusieron a través del “derecho al trabajo” y en Michigan un sistema de administración para las escuelas de Detroit inspiradas en el Mackinac Center.
La papeleta republican en 2016, desde los cargos al Senado hasta los representantes estatales y los jueces, se beneficiaron irónicamente del escaso apoyo a Trump por parte de los Kochs y otros mega-donantes conservadores que cambiaron su financiación a la carrera presidencial para preservar el control del Congreso. Por primera vez los super-PACs gastaron más en las carreras al Senado que en la campaña presidencial. Trump, a quien el New York Times estimaba haber recibido dos billones de publicidad libre gracias a la atención mediática, se vio escasamente afectado, pero la enorme inyección de dinero negro en las competiciones estatales fue revolucionaria.
Más de tres cuartos de los fondos de campaña al Senado en 2016 vinieron de fuentes no pertenecientes a ese estado y “en sólo tres grupos, One Nation [Adelson], la red de Koch Americans For Prosperity, y la Cámara de Comercio estadounidense, estaba representado el 67% del gasto en dinero negro”. El resultado, de acuerdo a algunos politólogos, ha sido la “nacionalización” de la política estatal. “Como resultado de la creciente conexión entre las elecciones estatales y presidenciales la división alguna vez clara entre la política estatal y la política nacional ha desaparecido enormemente en la mayor parte del país”. Por lo tanto por primera vez en la historia, “no había voto dividido en 2016 entre candidatos al Senado y candidatos presidenciales; los 34 estados con Senado votaron todos por el mismo partido para ambos cargos”.
No es un secreto que el aliado inadvertido de los Republicanos en el Rust Belt ha sido Obama mismo, cuya idealista concepción de la presidencia no incluía ser líder del partido, al menos no a la vieja usanza, fuera de las campañas electorales al estilo de un Lindon B. Johnson o incluso Clinton. En 2010, 2012 y de nuevo en 2014, los candidatos Demócratas se quejaban amargamente de la falta de apoyo por parte de la Casa Blanca, especialmente en la zona norte del sur, Luisiana y Texas.
Obama terminó su presidencia con los Demócratas habiendo perdido cerca de un millar de escaños en asambleas legislativas a lo largo del país. Las asambleas republicanas están ahora apuntando a Misuri y Kentucky – posiblemente Ohio de nuevo, así como Pensilvania y New Hampshire – como los siguientes estados para derechizar. (En Misuri y New Hampshire las enmiendas por el “derecho al trabajo” han superado recientemente las legislativas pero fueron vetadas por los gobernadores demócratas. Ambos estados tienen ahora gobernadores Republicanos). Podrías llamarlo la meridionalización o Dixiefication del Medio Oeste.
Las cunas del CIO
En 1934, un konor predijo no sólo la llegada de un barco de vapor de cuatro chimeneas con Mansren a bordo, sino también un evento que se convertirá en un elemento muy importante para los movimientos de la ideología cargo en el norte de la Nueva Guinea Neerlandesa: la milagrosa llegada de una fábrica.
Los aspectos milenarios de la campaña de Trump – la magia del nativismo y la promesa de un mundo restaurado – han recibido sorprendemente muy pocos comentarios aunque junto con sus erráticos desvaríos fueron quizás sus efectos más impresionantes. La promesa de Clinton de gestionar competentemente el legado de Obama pareció completamente inmadura al lado de la garantía de Trump, más milienarista que demagógico, cuando afirmaba que “los trabajos volverán, las rentas crecerán, y nuevas fábricas volverán a prisa y corriendo a nuestras costas”
Entre los “Demócratas pro-Trump” especialmente, aquellos votantes de Obama blancos y de clase obrera que dieron la vuelta a las elecciones en Ohio y Pennsylvania, el abrazo que realizó Trump tomó los desesperados matices del culto cargo de Papúa, con sus miembros rezando por la vuelta de las fábricas, descrito en el clásico de Peter Worsley The trumpet Shall Sound.
Si Trump es mitad P.T. Barnum mitad Mussolini, también habría que añadirle una parte de John Frum: el “pequeño hombre misterioso (¿un marinero americano?) con pelo blanqueado, de voz aguda y vestido con un abrigo de botones brillantes” a quien algunos melanesios adoran porque supuestamente trajo mercancías del cielo para llevarlas a la isla de Tanna durante la segunda guerra mundial. Al final del día ¿es el territorio de los sueños de Trump – la deportación de los mexicanos, la rendición de China, y la vuelta de los trabajos fabriles a los EEUU- tan diferente de una pista de aterrizaje que se abre camino a machetazos hacia fuera de la jungla?
Pero, percibir una condescendencia antropológica es precisamente lo que lleva a la gente en Dubuque, Anderson y Massena a levantar sus horcas tanto contra los “élites liberales” como contra los “conservadores del establishment”. “Deplorables”, de hecho. Los condados que aparecen en la Tabla 4 se caracterizan por llevar en su ADN el sindicalismo industrial; ellos fueron las cunas del CIO en las grandes guerras laborales del New Deal. Con muy pocas excepciones (1972 y 1984) permanecieron lealmente en el bando demócrata bajo lluvia, granizo y nieve; votando masivamente por Obama en 2008. Entonces por qué, a pesar de los indicadores económicos positivos y con la tasa más baja de desempleo de toda la década, estos viejos condados industriales de repente abandonaron a los Demócratas para abrazar el culto cargo de la reindustrialización de Trump?
Revolviendo torpemente las extrañas piezas del puzzle de Trump, The Economist decidió que “el tono de ansiedad económica que motiva a los defensores de Trump ha sido exagerado”. Pero cuando el análisis baja a lo micro una cantidad abundante de razones para dicha ansiedad emergen. La tabla 5 detalla los cierres de plantas que ocurrieron durante la temporada de campaña – una evidencia llamativa de una nueva ola de trabajos esfumándose y desindustrialización. En casi todos estos condados que cambiaron su tradicional voto, un cierre de planta de calado o un movimiento inminente en esa dirección habían estado en las portadas de los periódicos locales: amargos recordatorios de que el “boom de Obama” los estaba pasando por alto.
Algunos ejemplos sobre Ohio: justo antes de Navidad, la compañía West Rock Paper, la principal empresa empleadora en el condado de Coshocton, cerró sus puertas. En mayo, la vieja planta de locomotoras de GE en Eric anunció que estaba transfiriendo cientos de trabajos a su nueva instalaciones en Fort Worth. El día después de que la Convención Republicana terminase, en Cleveland la FirstEnergy Solutions anunció el cierre de su gigantesca central generadora en las afueras de Toledo, “van 238 plantas de este tipo que cerraba en los Estados Unidos desde 2010”.
Al mismo tiempo en Lorain, Republic Steel formalmente renegó de la promesa de abrir y modernizar la enorme planta de tres millas de largo de US Steel que otrora fuera la principal empleadora de la región. Mientras tanto, en agosto GE alertó del cierre de sus plantas de bombillas en Canton y East Cleveland. Y simultáneamente, las cartas de despido les eran entregadas a los trabajadores en la gran planta de estampado de la Commercial Vehicle Group en Martin´s Ferry en el rio Ohio (condado de Belmont)

“Creo que perder 172 trabajos en la comunidad, incluso en el condado, en una región como la nuestra, es devastador” afirmaba el supervisor escolar local. “Este es otra patada en el estómago para el valle, con las minas de carbón cerrando, la planta de energía y ahora esto. Es una mala noticia después de otra”
Pero, ¿qué ocurre con la raza? Trump, desde luego, ganó en el voto blanco a escala nacional por una diferencia de 21 puntos (un punto por encima de Rommey), y su campaña fueron un Woodstock para fanáticos. Además, tal y como han enfatizado los comentaristas tanto de la derecha como de la izquierda, en estos condados que viraron su voto, con una única excepción, habían votado mayoritariamente a Obama al menos en una ocasión. (A escala nacional el 10% de los votantes de Obama votaron a Trump). Sin embargo, es necesario hacer una distinción entre los verdaderos Sturmtrumpen que abarrotaron los mítines y los votantes de Obama que se sumaron al culto cargo como forma de protesta. Como señaló un periodista británico – contradiciendo la caracterización que su propio periódico hacía de la clase obrera blanca como el “motor” de la insurgencia – “en más de una docena de mítines de Trump, y casi en el mismo número de Estados en el pasado año, nuestro corresponsal se ha encontrado con abogados, agentes inmobiliarios y una horda de pensionistas de clase media, y relativamente pocos trabajadores de cuello azul”

Por otra parte, hay una evidencia de un contragolpe generado a escala regional, promovido por el Tea Party, contra los inmigrantes y los refugiados. En parte esto puede ser resultado de políticas federales que tienden a asignar a los refugiados en zonas donde el coste de vida y la vivienda son bajos y esto hace que frecuentemente sean percibidos como competidores para permanecer como trabajadores del sector servicios mientras que continúan siendo beneficiarios de ayudas que el Estado niega a los ciudadanos. Erie, en donde los refugiados constituyen una décima parte de la población y un ejército laboral de reserva para la cercana industria de los casinos, es un ejemplo bien conocido.
En otras zonas de la Rust Belt, como Reading, Pennsylvania, las comunidades mexicanas que han crecido rápidamente, han sido el objetivo de sostenidos ataques por parte de los nativos, jaleados por el Tea Party y otros personajes de la extrema derecha. En un reciente estudio de políticas y programas del estado, Ohio obtuvo la peor posición en el ranking sobre el tratamiento hacía los inmigrantes indocumentados; una calificación que fue confirmada cuando los Republicanos de la asamblea legislativa esbozaron un mensaje de felicitación (HCR11) al sheriff de Arizona Joe Arpaio.
Una nota sobre una tierra olvidada
“¡Vamos a poner las minas de nuevo en funcionamiento!” declaró Trump a los pocos minutos en su discurso. La multitud rugió, Trump sonrió y varios mineros frenéticamente alzaron pancartas en las que se podía leer “Trump cava carbón”.
Newfoundland, Ordinary, Sideway y Spanglin son pueblos del condado de Elliot, el típico condado apalache en el este de Kentucky. Sus habitantes antaño cultivaban maíz y tabaco y ahora muchos de ellos - afortunados según los estándares locales- trabajan en la prisión estatal de Little Sandy. Su mayor distinción, sin embargo, tiene que ver con un record de voto: es el último condado blanco en el sur que vota demócrata.
De hecho, ha sido demócrata en cada elección presidencial desde que el condado se formó en 1869. George MgGovern, Walter Mondale y Michael Dukakis ganaron aquí y en el 2008 Obama enterró a McCain por un margen de dos a uno. En 2012, pese haber respaldado los derechos de los homosexuales, le dio una sacudida a Romney. El pasado año, sin embargo, el condado de Elliot le cortó la luz a los Demócratas, votando el 70% a Trump y la antigua religión de la plataforma republicana.
En todas las historias políticas después de la guerra civil americana, los Apalaches (zona definida por su comisión regional como 428 condados y tierras altas desde Alabama hasta Nueva York) ha tenido sólo una única estación al sol. Gracias al neoyorkino escritor de bestsellers Michael Harrington (autor de The Other America) y al abogado disidente de Kentucky Harry Caudill (Nights Comes to the Cumberlands) la región por poco tiempo se convirtió en uno de los principales focos de la guerra contra la pobreza, pero entonces fue apartada a un lado tras la llegada de Nixon.
La mayor concentración de pobreza blanca en Norte América, las montañas del norte han sido huérfanas no solamente en Washington sino también en Frankfort, Nasville, Charlestown y Raleigh donde los lobbies del carbón y las grandes compañías han dictado siempre sus prioridades legislativas. Tradicionalmente sus seguidores fueron máquinas condales de producir mayorías demócratas y el azul se fue destiñendo de la Appalachia al principio sólo a regañadientes. Carter ganó con el 68% de los votos en la región y Clinton con el 47% en 1996.
Aunque los Demócratas a escala nacional se fueron identificando progresivamente con la “guerra contra el carbón”, el aborto, y el matrimonio homosexual, los Blue Dogs fueron sacrificados por el voto popular. La United Mine Workers y la Steelworkers, bajo el mejor liderazgo en décadas, lucharon desesperadamente en los 1990 y los 2000 por una gran iniciativa política para defender los trabajos de la industria y las minas en la región, pero fueron dejados de lado por el Democratic Leadership Council y sus análogos líderes en los congresos de Nueva York y California.
Irónicamente, Clinton esta vez sí que tenía un plan para los condados del carbón, aunque estaba enterrado en la letra pequeña de su página web y pobremente publicitado. Ella abogaba por importantes salvaguardas para beneficios en la salud de los trabajadores ligado a las compañías del carbón en quiebra y proponía una ayuda federal para compensar la crisis fiscal de las escuelas de la región. De otra manera, su programa era convencionalmente repetitivo: créditos fiscales para nuevas inversiones, programas de moda para alentar el emprendimiento local, y subsidios para la limpieza y conversión de las tierras mineras en lugares de negocios (se hizo mención a centros de datos de Google – hablando del culto cargo). Pero ahí no había ningún gran programa de creación de trabajos, ni ninguna iniciativa de salud pública para tratar con la pandemia opiácea que estaba devastando la región.
Era una imagen frente al espejo, en otras palabras, de sus exiguas ofertas a los sectores más pobres de las zonas urbanas. Al final el plan no consiguió hacer diferencia alguna, pues la única promesa de Clinton que todo el mundo recuerda fue: “Vamos a poner un montón de minas y de compañías del carbón fuera del negocio”. Sus únicas victorias en los Apalaches fueron un puñado de condados de población universitaria. Mientras tanto Trump se embarcó en un viaje con Jesús y reenganchó el voto de Romney.
La excepción fue Virginia Occidental en donde la masacre a los Demócratas fue tan grande que probablemente termine en el Libro Guiness de los Records. Solo Wyoming dio a Trump un resultado mejor en el voto presidencial. Pero todavía más llamativo es que los 42 puntos de margen de victoria fuera el hecho de que Clinton recibió 54.000 votos menos que los que fueron repartidos previamente en las primarias demócratas. Unas primarias en las que Sanders (125.000 en total) ganó en cada uno de los condados.
El fracaso de convertir a los votantes de las primarias en votantes del partido fue un imponente indicador de su impopularidad. Mientras que el Mountain Party, los afiliados sui generis de Virginia Occidental afiliados de los verdes, se concentraron en la candidatura del gobernador (ganada por el billonario Demócrata y auto-proclamado populista pro-carbón, Jim Justice) y recogió 42.000 votos, un resultado alentador. De otra manera los Republicanos se habrían hecho con el control del legislativo y de la delegación del congreso del que fuera una vez el famoso estado demócrata, por primera vez desde que los dinosaurios deambulaban por la tierra.
Que las políticas no lineales de Virginia Occidental tengan sentido no siempre es fácil, especialmente desde que el Partido Demócrata se ha convertido mayormente en una máquina de elección personal y de un culto de la superviviencia de Joe Manchin (ex-gobernador y ahora senador) y su secuaz Jim Justice. Pero una lección ha quedado clara y probablemente sea extensible a toda la región Apalache: una gran minoría de gente trabajadora, custodios de una heroica historia laboral, están preparados para apoyar alternativas radicales pero solo si estas simultáneamente se hacen cargo de la las crisis económicas y culturales de la región.
Las luchas para mantenerlas redes de parentesco tradicional y el tejido social comunitario en la zona Apalache o, por la misma razón, en los asediados condados de mayoría negra del sur algodonero, deberían de ser tan importantes para los socialistas como defender los derechos individuales para la elección reproductiva y de género. Pero generalmente no lo son.
Lo que traman las brujas
Cualquier futuro demagogo que intente esculpir un camino hacía el poder en los Estados Unidos -por ejemplo a través de la siguiente depresión, si llegara el momento- es casi seguro que seguirá los pasos de Huey.
“Huey Long, si hubiera vivido” escribió John Gunther en Inside U.S.A en 1947, “podría perfectamente haber traído el fascismo a América”. ¿Está Trump dando una segunda oportunidad al fascismo ole’boy? Como el Long de Gunthers, él es también “un monstruo cautivador” y un “demagogo mentiroso , un egoísta prodigioso, vulgar y flojo... un maestro del abuso político” . Igualmente “ha hecho cada promesa a los desposeídos apareciéndose como un salvador, como un mesías desinteresado.”
Pero el gran Pez Rey terminó por dar en el clavo dando respuestas a la mayoría de las promesas al pueblo llano de Louisiana. Les llevó el cargo en forma de servicios públicos y derechos. Edificó hospitales y vivienda pública, abolió el impuesto al sufragio e hizo que los libros de texto fueran gratuitos. Por su parte, Trump y su gabinete de millonarios se muestran más favorables a reducir el acceso a la sanidad, restringir el acceso al voto y privatizar la educación pública. “Fascismo” si ese es nuestro destino para el futuro, no vendrá “disfrazado de socialismo” como predijo Gunthers (y Sinclair Lewis antes que él), sino como una orgia neo-romana de codicia.
Este análisis sólo se ha enfocado en una sola parte del puzzle del corazón del asunto: los viejos condados industriales y del carbón, ahora en declive desde hace dos generaciones. Difícilmente puede ser un informe completo. El retrato regional, por ejemplo puede ser visto considerablemente diferente si tomamos la perspectiva de los sectores públicos más grandes y de la fuerza de trabajo del sector sanitario. Además la historia del Rust Belt es en muchos sentidos una vieja noticia política; la mayor novedad de las pasadas elecciones fue la politización de la movilidad descendente de los jóvenes con estudios universitarios, especialmente aquellos provenientes de la clase trabajadora y de familias inmigrantes. El Trumpismo, sea cual sea su éxito temprano, no puede unificar el sufrimiento económico de los Millenials con el de los trabajadores blancos más mayores porque se interpone el privilegio geriátrico blanco como piedra de toque para todas sus políticas
El movimiento de Sanders, por el contrario, ha hecho ver que el núcleo del descontento puede ser llevado bajo el paraguas de un “socialismo democrático” que haga prender de nuevo las esperanzas del New Deal por derechos económicos fundamentales y los objetivos de igualdad y justicia social del Movimiento por los Derechos Civiles. La oportunidad de un cambio político transformador (“realineamiento crítico” dicho en un vocabulario ahora arcaico) pertenece a los Sanderistas pero solo en la medida en que permanezcan rebeldes contra el establishment demócrata neoliberal y apoyen la resistencia en las calles.
La elección de Trump ha desatado una crisis de legitimación de primer orden y la mayor parte de los americanos que se opusieron a él tienen solo dos puntos de congregación: el movimiento de Sanders o el ex-presidente y su camarilla. Mientras nuestras esperanzas y energías deben invertirse en el primero, sería de necios subestimar al segundo.
Con el descenso a los infiernos de Hillary, no hay sucesor para Obama. La única figura política de primera categoría de la izquierda en la escena americana, se hará todavía más formidable fuera de su cargo, particularmente a medida que su presidencia se bruña fuertemente de nostalgia (La mayor parte olvidaran que la debacle actual empezó con la retirada de los democrátas en 2010, que lleva la firma de un presidente que perdonó a Wall Street mientras deportaba a 2.5 millones de inmigrantes).
Chicago tiene muchas posibilidades de convertirse en la capital de un gobierno en el exilio con los Obama realizando esfuerzos directos para revigorizar el Partido Demócrata y políticas centristas sin ceder poder a la izquierda (Si este escenario de poder dual suena ridículo, uno debería acordarse del precedente de Teddy Roosvelt en el Sagamore Hill durante los años de Taft). Aquellos que creen que el Caucus Progresista mantiene ahora el equilibrio de poder en el Partido Demócrata puede que se sientan bruscamente desencantados cuando Obama vuelva a romper una lanza en representación de las elites del partido.
Mientras tanto Trump, augur del fascismo o quizás no, parece destinado a ser el Macbeth americano, exhibiendo un caos brutal a través de las oscuras tierras altas del Potomac. La guerra política y social, ahora inevitable en los Estados Unidos, puede forjar el carácter del resto del siglo, especialmente desde que se ha sincronizado con similares erupciones por toda la Unión Europea y el colapso de los populismos de izquierda en América Latina.
Tal y como se regodeaba recientemente Pat Buchanan, el padre espiritual de Trump: “Las fuerzas del nacionalismo y populismo se han desatado por todo el Oeste y por todo el mundo. No hay vuelta atrás”. Imaginar escenarios espeluznantes es algo demasiado fácil. Uno puede concebir, por ejemplo, un régimen rabioso y fracasado que reprima las protestas e incite revueltas semejantes a las de los años 60 en las ciudades de EEUU, mientras fútilmente trata de reconciliar sus contradictorias políticas económicas con sus promesas electorales. La consiguiente confusión geo-económica puede promover que los europeos inviten a China a asumir un liderazgo monetario y financiero dentro del bloque de la OCDE.
2016, en este escenario, puede señalar el final del “siglo Americano”. Alternativamente, Beijing podría no estar dispuesta o no ser capaz de parar una recesión mundial o de prevenir un desmembramiento parcial de las cadenas de producción transnacionales. Esto podría girar desde el pacifico hacia Eurasia. En ese caso, 2016 será recordado como el nacimiento de la des-globalización y de un mundo más reconocible en los años treinta que en los 2000.


Mike Davis
profesor del Departamento de Pensamiento Creativo en la Universidad de California, Riverside, es miembro del Consejo Editorial de Sin Permiso. Traducidos recientemente al castellano: su libro sobre la amenaza de la gripe aviar (El monstruo llama a nuestra puerta, trad. María Julia Bertomeu, Ediciones El Viejo Topo, Barcelona, 2006), su libro sobre las Ciudades muertas (trad. Dina Khorasane, Marta Malo de Molina, Tatiana de la O y Mónica Cifuentes Zaro, Editorial Traficantes de sueños, Madrid, 2007) y su libro Los holocaustos de la era victoriana tardía (trad. Aitana Guia i Conca e Ivano Stocco, Ed. Universitat de València, Valencia, 2007). Sus libros más recientes son: In Praise of Barbarians: Essays against Empire (Haymarket Books, 2008) y Buda's Wagon: A Brief History of the Car Bomb (Verso, 2007; traducción castellana de Jordi Mundó en la editorial El Viejo Topo, Barcelona, 2009). Fuente:
https://www.jacobinmag.com/2017/02/the-great-god-trump-and-the-white-working-class/
Traducción:












Enrique Maestu Fonseca 
Julio Martínez-Cava

El creador del agua mineral Benedictino de Chile, Marcelo Guital, y sus particulares técnicas de marketing


Renunció Díaz Gilligan


Dejó el cargo y anticipó que demostrará su inocencia.


El subsecretario general de la Presidencia, Valentín Díaz Gilligan, presentó su renuncia ante el presidente Mauricio Macri y de esa forma dejará su cargo en medio de la polémica por figurar como propietario de una empresa radicada en el Reino Unido que manejó al menos 1,2 millones de dólares a través de un banco de Andorra.


En un gesto inusual para la política, justo cuando otros funcionarios de mayor rango como los ministros Luis Etchevehere, Jorge Triaca y Luis Caputo siguen en sus cargos pese a la comprobación de las fuertes denuncias en su contra, Gilligan presentó por sí mismo la renuncia, pese a que había sido respaldado por parte del gabinete.

La salida de Díaz Gilligan fue confirmada por altas fuentes de la Casa Rosada.

"A pesar del respaldo incondicional que sentí por parte de todos los miembros de nuestro gobierno, no creo necesario continuar aferrado al cargo en medio de un debate mediático sobre mis acciones en los que estuve en la actividad privada", aseguró Díaz Gilligan en la carta dirigida a quien fuera su jefe, Fernando de Andreis.



"Continuaré contribuyendo con las exigentes metas de transparencia que nos propusimos demostrando mi inocencia en todos los ámbitos en que se me reclame. Como manifesté públicamente las acusaciones que se hicieron en mi contra son falsas y así quedará debidamente comprobado", agregó el funcionario saliente.

Aportes de empresas para campañas electorales: el caso de Brasil

por @elloropolitico


1. Brasil, decime qué se siente

El gobierno nacional presentó un proyecto para modificar el actual marco normativo de financiamiento de los partidos políticos y de las campañas electorales. Una de las propuestas consiste en permitir los aportes de empresas (personas jurídicas) en tiempos de campaña (en la actualidad, solo se admiten para actividades ordinarias). En otra nota ya se ha hecho referencia a algunos de los problemas que entrañaría este cambio y se indicó, además, que su concreción significaría ir a contramano de las reformas producidas en los últimos años en otros países: Brasil, Chile, Uruguay, España, entre otros.

Aquí se analizará más en detalle el caso de Brasil, en donde el Superior Tribunal Federal emitió en 2015 un fallo calificado de histórico, declarando inconstitucionales los aportes empresariales para las campañas electorales.

2. Contexto y proceso
En Brasil, las contribuciones de empresas con fines proselitistas se legalizaron en 1995, a partir del escándalo de corrupción que derivó en la renuncia de Collor de Mello. En aquel momento, la Comisión Parlamentaria Mixta de Investigación, encargada de analizar las denuncias contra el ex Presidente, impulsó la decisión utilizando un argumento muy similar al que ensaya en la actualidad Cambiemos: como la prohibición de los aportes empresariales que regía hasta entonces era incumplida por la mayoría de los partidos y candidatos, era preferible su legalización y de esa manera transparentar el proceso.
Años más tarde, en septiembre de 2011, el Superior Tribunal Federal, corte de revisión constitucional, recibió una Acción Directa de Inconstitucionalidad (ADI) por parte de la Orden de Abogados de Brasil, en la que se ponía en cuestión las donaciones de empresas para la competencia electoral.
En septiembre de 2015, en pleno escándalo del Lava Jato, el Supremo Tribunal Federal dio visto bueno a la ADI, emitiendo un fallo en el que declaró inconstitucionales los aportes de empresas, con ocho votos a favor y tres en contra.
En el mismo año 2015, una serie de Diputados, entre ellos Eduardo Cunha, impulsó una nueva ley de financiamiento que buscaba legalizar los aportes de empresas. Rápidamente, la Presidenta de ese momento, Dilma Roussef vetó varios artículos de la nueva ley, siguiendo los lineamientos del Supremo Tribunal Federal. Hasta la actualidad, en síntesis, los aportes de empresas para campañas electorales están prohibidos.

3. El esquema de financiamiento hasta 2015, o sea, hasta antes del fallo (Speck, 2016)
Concentración de empresas. Las estadísticas oficiales indican que existió una fuerte concentración en la relación empresas-donantes. Del total de 5 millones de las empresas en Brasil, sólo 20 mil hicieron donaciones en las campañas. En 2014, por ejemplo, de los 20 mil donantes, los 100 primeros concentraron el 57% de los recursos donados por todas las empresas.
Concentración de candidatos. Otra característica es la alta concentración de recursos en un número reducido de candidatos. Aunado al punto anterior, el esquema de financiamiento hasta 2015 mostraba entonces una excesiva dependencia de unos pocos candidatos en su vínculo con unos pocos y grandes donantes.
El dinero hace a la felicidad. Se percibe en el período analizado una estrecha y directa relación entre las donaciones empresariales y el desempeño electoral. Sin poder determinar con exactitud el sentido de la causalidad, se registra una correlación positiva entre aportes recibidos y performance electoral.
Predominio de aportes empresariales. Aunque la legislación también permitía las contribuciones de personas físicas (ciudadanos), los ingresos de los partidos y candidatos se nutrieron mayoritariamente de recursos provenientes de empresas. Al respecto, en las elecciones presidenciales de 2014, más del 80% de las donaciones a los principales candidatos brasileños tuvieron como origen a empresas privadas.
Odebrecht, omnipresente. Según un registro del Tribunal Supremo Electoral, el grupo Odebrecht aportó en forma directa 80 millones de dólares para 1.087 políticos brasileños entre 2002 y 2016.

4. El fallo: sus lineamientos principales

El fallo del Tribunal tiene más de 300 páginas y en ellas, cada uno de los jueces da sus propias razones para votar a favor o en contra de declarar la inconstitucionalidad de los aportes empresariales. Han recurrido en sus exposiciones a argumentos jurídicos, técnicos, históricos, filosóficos y políticos. Para una lectura más ligera, a continuación, se esbozan algunos puntos salientes de quienes se inclinaron por la inconstitucionalidad, sin identificar en cada caso al Juez que lo expone.

4.1. Visión normativa: sobre las personas jurídicas
El ejercicio de derechos políticos es incompatible con la esencia de las personas jurídicas. Como sostiene el filósofo Ronald Dworkin: “Las empresas son ficciones legales. No tienen opiniones propias para contribuir y derechos para participar con la misma voz y voto en la política”. Autorizar a que las empresas participen de la política sería contrario a la esencia de la vida democrática. Es que el ejercicio de ciudadanía, en su sentido más estricto, presupone tres modalidades de actuación cívica: ius suffragi (derecho de votar); ius honorum (derecho a ser votado) y derecho a influir en la formación de la voluntad política a través de instrumentos de democracia directa, como el plebiscito, referéndum, iniciativa popular. Por sus propias características, tales modalidades son inherentes a personas físicas, siendo un disparate extenderlas a personas jurídicas.
Se podría argumentar que la participación de empresas como donantes mejoraría la calidad democrática, al permitir la circulación de más propuestas y ampliar las discusiones en torno de temas públicos. Pero en verdad, ocurre justamente lo opuesto: la participación de donantes empresarios solo encarece el proceso electoral, sin ofrecer, como contrapartida, mejoras y un perfeccionamiento del debate. De hecho, del vertiginoso aumento de costos de campaña no se sigue una modernización y democratización del proceso político. En rigor, esos elevados costos tienen una justificación pragmática: los candidatos que gastan mayores recursos, poseen mayores chances electorales. Este escenario se agrava cuando se advierte que las personas jurídicas son las grandes protagonistas en las donaciones proselitistas.

4.2. Sobre la libertad de expresión
¿Hay algún principio constitucional contrapuesto que autorice las donaciones empresariales? ¿El de la libertad de expresión? No. Aunque no se niegue su carácter sustantivo, el principio de la libertad de expresión, en el aspecto político, asume una dimensión instrumental y accesoria. Su propósito es estimular la ampliación del debate público, de manera que los individuos tomen contacto con diferentes plataformas y proyectos políticos.
Las donaciones de empresas, antes de reflejar preferencias políticas, denotan un acto estratégico de los grandes donantes, en la búsqueda de estrechar sus relaciones con el poder político, en pactos muchas veces desprovistos de espíritu republicano.
En un escenario ideal, se podría pensar que las empresas se inclinan por respaldar financieramente a los candidatos más alineados con sus preferencias políticas. Ocurre, sin embargo, que una excesiva penetración del poder económico en los procesos políticos compromete ese estado ideal de cosas, en la medida en que el financiamiento empresarial tiende a privilegiar a algunos pocos candidatos en detrimento de los demás. Así, queda dañada la relativa igualdad que debe imperar entre los contendientes.
Al examinar la información sobre las campañas electorales en Brasil, queda en evidencia la ausencia del perfil ideológico de las donaciones empresariales. De la lista con las diez empresas que más contribuyeron a las elecciones generales en 2010, la mitad (cinco) realizó donaciones para los dos principales candidatos a la Presidencia. La apuesta por distintos partidos o candidatos, antes que reflejar preferencias políticas, denota un accionar estratégico de los grandes donantes, que buscan estrechar sus relaciones con el poder político. Ese pragmatismo empresarial busca evitar eventuales represalias políticas, como la pérdida de concesiones o beneficios brindados por el Estado.
Tampoco el paradigma Citizens United v. Federal Election Comision proferido por la Corte Suprema de Estados Unidos ampara la tesis de que la donación por personas jurídicas constituye un ejercicio de libertad de expresión. Es que el máximo tribunal estadounidense no se ocupó específicamente de los aportes realizados directamente por personas jurídicas. La cuestión de fondo versaba sobre la posibilidad de autorizar los denominados gastos independientes, realizados por empresas, es decir, gastos en favor de un candidato sin su previa consulta.
La distinción entre donaciones y gastos independientes fue hecha por la Corte Suprema en 1976, en el célebre caso Buckley v. Valeo. Allí se cuestionó la validez de numerosas disposiciones de la Federal Election Campaign Act – FECA, editado en 1971. Al decidir la controversia, la Corte Suprema aseveró que las restricciones a los gastos independientes violaban la libertad de expresión, señalando como constitucionales, por otro lado, los límites impuestos por la legislación a las donaciones directas establecidas en el FECA. Por lo tanto, incluso en los Estados Unidos, país cuya tradición de respeto y la valorización a la libertad de expresión es ampliamente reconocida, no hay un pronunciamiento de la Corte Suprema a favor de las donaciones por personas jurídicas hechas directamente a las campañas electorales. En definitiva, lo que se desprende de Buckley v. Valeo es que la Corte no consideró que las donaciones realizadas por empresas privadas se conecten directamente con la libertad de expresión, tal como sí lo asentó en el caso de los gastos independientes.

4.3. Argumentos técnicos: controles y límites
Como fuera dicho anteriormente, los defensores de permitir los aportes empresariales suelen fundamentar su posición por razones prácticas: es muy difícil, sostienen, hacer efectiva las prohibiciones en esta materia, con lo cual, la solución consiste en su legalización y de esa manera contribuir a transparentar el modo en que se financian los partidos y candidatos. Al mismo tiempo, suelen propiciar límites y topes máximos en los montos que cada empresa o persona puede aportar, conscientes de que la desigualdad constituye un grave peligro para la democracia.
Estos argumentos, que fueron replicados por Cambiemos para defender su proyecto de reforma, encuentran respuesta en el fallo del Tribunal. En primer lugar, se sostiene que los límites previstos por la legislación para la donación de personas jurídicas para campañas electorales resultan insuficientes para cohibir o al menos aminorar la captura de la política por parte del poder económico, creando una indeseada plutocracia del proceso político.
Por otra parte, se sostiene en el fallo que el argumento de que las empresas continuarían invirtiendo elevadas cantidades en las campañas electorales, no contabilizadas -la llamada “Caja 2”- por infringir la ley, no impide que se constate la disfuncionalidad del actual modelo. En realidad, se afirma, tanto la prohibición de donaciones por empresas privadas como el perfeccionamiento de las herramientas de control pueden caminar juntas. Y, a este respecto, proscribir la donación por personas jurídicas puede, incluso, facilitar la tarea de los órganos de control, una vez que se vuelven autoevidentes las campañas más costosas.
Finalmente, sobre este punto, en el fallo se advierte que no basta con prohibir la financiación de empresas: “Es necesario también abaratar el costo de las elecciones, porque si no se va a cerrar un grifo, el del financiamiento empresarial, pero se va a fomentar la corrupción. Es casi intuitivo que así sucederá, pero eso no modifica nuestro papel de decir: lo que es incorrecto es incorrecto. Existe una norma en el Código Penal que criminaliza el homicidio y a pesar de esa norma, ocurren muchos asesinatos diariamente en el país. Pero no por eso nadie piensa sacar la norma del Código Penal” (Traducción propia).

4.4. La patrimonialización, en perspectiva histórica
La formación del Estado moderno está permeada por un proceso de ruptura progresiva con la patrimonialización del poder, pues el poder económico no debe condicionar el ejercicio del poder político. Un principio básico, en la configuración estatal actual, es que el cargo público no es propiedad de quien lo ejerce (impersonalidad).
Sin embargo, la evolución histórica del Estado brasileño muestra que estos principios republicanos se han visto repetidamente obstruidos. En efecto, la apropiación privada de la cosa pública y las prácticas oligárquicas marcaron a tal punto la cultura política brasileña que sus efectos en la vida política persisten en la actualidad.
Es justamente para combatir estas prácticas oligárquicas que la constitución de 1988 estableció el deber del Estado de proteger la normalidad y legitimidad de las elecciones contra la influencia del poder económico.
El permiso concedido a las empresas de contribuir al financiamiento de las campañas electorales y de los partidos es manifiestamente inconstitucional por ejercer una influencia nefasta y perniciosa en el resultado de los comicios, y compromete la normalidad y la legitimidad del proceso electoral, así como compromete seriamente la independencia de los representantes.
Con la decadencia del coronelismo y la pérdida de eficacia de las formas tradicionales de dependencia del electorado (personalistas y oligárquicas), se fueron imponiendo otras formas de sujeción, más acordes con la evolución asumida por el capitalismo emergente. Sin el voto censitario, sin el voto de cabestro, les quedó a las fuerzas económicas del país actuar a través del financiamiento de las campañas. Antes, las elites agrarias (los productores de caña de azúcar y de café), hoy las elites empresariales (las instituciones financieras, las contratistas y las grandes industrias). En este contexto, la financiación electoral por parte de personas jurídicas no es más que una reminiscencia de esas prácticas oligárquicas y de la participación hipertrofiada del poder privado en la realidad electoral, en violación directa de las cláusulas de la Constitución de 1988.

4.5. La visión política: el modelo de democracia
¿Quién financia la democracia: el pueblo/la ciudadanía o los grupos económicos? Eso es lo que está en juego. Y para el ejercicio de la soberanía popular, es el ciudadano (la persona física) el único constitucionalmente legitimado para ejercitarla. La hora del voto es uno de esos raros momentos -si no el único- en que se produce una perfecta consumación del principio de igualdad, en la que todos los ciudadanos -ricos, pobres, de cualquier raza, opción sexual, credo – son formal y materialmente iguales entre sí. Son formalmente iguales porque la Constitución Federal da el derecho de voto a todos los mayores de 16 años, incluso a los analfabetos. Y son materialmente iguales entre sí porque el voto de cada cual tiene el mismo el mismo valor. Se observa, así, a toda evidencia, que el párrafo único del art. 1 y el capítulo del artículo 14 de la Constitución Federal no se destinan a la persona jurídica: ésta no puede votar, no puede ser votada y, si pudiera votar, el voto no tendría el mismo valor, formal y material, para todas.

No hay, por lo tanto, principio constitucional que justifique la participación de las personas jurídicas en el proceso electoral brasileño, en cualquier fase o forma, ya que no pueden ejercer la soberanía por el voto directo y secreto. En efecto, la financiación electoral debe tener relación con los actores sociales que participan en los comicios: los electores, los partidos políticos y los candidatos. Es innegable que las personas jurídicas desempeñan un papel en la sociedad, pero no son -y no pueden ser – actores del proceso electoral. Si las personas jurídicas no participan en el proceso democrático, porque no gozan de ciudadanía, admitir que puedan financiar el proceso electoral es violar uno de los fundamentos del Estado democrático de Derecho, es decir, el de la soberanía popular.
Las personas jurídicas no tienen ideología política. Ellas buscan, en verdad, atender intereses eminentemente económicos. La razón de la existencia de empresas privadas es la obtención del lucro. “Todos los actos de una sociedad empresarial deben ser afectados por la actividad empresarial prevista en su objeto social. (…). La única manera, a la luz del derecho societario, de justificar tales donaciones, sin que se superen los límites impuestos por el objeto social (que está restringido al ejercicio de la empresa económica), sería demostrar que la elección de un candidato proporciona beneficios económicos a la sociedad empresarial en cuestión y, en particular, que promovería un aumento de los beneficios distribuibles y del valor de las participaciones societarias”.