Por Rubén Weinsteiner para ADN
La relación inestable entre palabras emitidas e imágenes evocadas, entre significados y significantes, entre lo que decimos nosotros y lo que escucha el otro, es una precondición de cualquier construcción discursiva políticamente significativa.
Este desplazamiento en la relación significado-significante adquiere una dinámica muy específica en el segmento Google, aquellos electores que nacieron después de 1988, en la construcción de su sistema de preferencias electorales.
El 25% de la población económicamente activa y con derecho a voto, tiene menos de 25 años, construir confianza e intención de voto en este sector es una tarea compleja. Es un sector al que llamamos generación Google, que ha desarrollado mecanismos cognitivos, de valoración y validación y códigos de pertenencia y pertinencia propios y disruptivos.
Ser Gato
Se va transformando en insumo de construcción, el proceso de sobredeterminación de ciertas palabras que condensan en torno de sí, múltiples significados.
Gato es prostituta, es alguien servil en lenguaje carcelario, es alguien que se presume gay, pero fundamentalmente en los focus groups de sectores google, de tercer, cuarto y quinto decil de ingresos, gato es alguien falso, no transparente, trucho.
Desde la emergencia, la organización del debate para los Google se da en torno al clivaje “gato”-autentico. Los otros son la impostura, los que dicen una cosa pero son otra, contra eso, se plantea un modelo normativo de autenticidad, sencillez y transparencia.
No ser “careta”, no ser “gato”, no ser “trucho”, ser o en realidad parecer verdadero, transparente. El marco de referencia esta afuera pero dentro del círculo tribal, esa figura referencial emerge por un cualidad específica, ser el líder de la banda que más le gusta, pero además validar su autoridad con un discurso que se retrolegitime con los valores de la tribu de autenticidad y los proyecte hacia afuera.
Importa en la referencia, más que lo que dice, la forma en la cual se para frente al poder, de manera auténtica, sin ornamentos innecesarios. El lenguaje gestual derivado de la visualidad, resulta naturalmente clave. La gestualidad ligada a las jerarquías produce rechazo, la sobre actuación muy evidente también.
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Francia: arranca la campaña presidencial
Los diez candidatos que se disputan el sillón del Elíseo entraron hoy de manera oficial en la pelea por obtener el voto de los 45 millones de franceses llamados a participar en los próximos comicios. Un revitalizado Sarkozy lidera las encuestas para la primera vuelta, pero el socialista Hollande se impondría en el ballotage
Lo que hoy empieza es la parte oficial de la campaña, con disposiciones que regulan hasta la medianoche del próximo 21 de abril el acceso de los candidatos a los medios públicos para difundir sus programas en igualdad de condiciones, aunque de hecho la actividad comenzó hace varias semanas.
Para la primera vuelta, el presidente y candidato conservador Nicolas Sarkozy parte con una ligera ventaja (entre dos y cuatro puntos) sobre su rival socialista, François Hollande,aunque la mayoría de los sondeos dan a éste como ganador en la segunda y decisiva ronda del 6 de mayo.
La gran revelación de esta campaña viene siendo el carismático líder del Frente de Izquierda, Jean-Luc Mélenchon, quien se ubicaría por delante de la ultraderechista Marine Le Pen, cuyos seguidores parecen haberse dejado seducir por el giro derechista del presidente.
Pero hoy la prensa francesa destaca que tanto Sarkozy como Hollande se enfrentan además al reto de convencer al elevado número de franceses que aún no han decidido a quién votar, después de conocerse que la abstención en los comicios podría alcanzar máximos históricos.
El próximo fin de semana, último antes de la primera vuelta, los candidatos Sarkozy y Hollande protagonizarán en París sendos mítines con los cuales pretenden demostrar la fuerza del respaldo que esperan. El presidente lo hará en la céntrica Plaza de la Concordia, mientras que Hollande eligió un parque junto al castillo de Vincennes, en el este de la capital, para celebrar un encuentro con sus simpatizantes.
Además de Sarkozy, Hollande, Mélenchon y Le Pen, se presentan a las elecciones la ecologista Eva Joly, la ultraizquierdista Nathalie Artaud, el centrista François Bayrou, el soberanista Nicolas Dupont-Aignan, el trotskista Philippe Poutou y el gaullista de izquierda Jacques Cheminade.
La militancia juvenil
Por María Esperanza Casullo
Mucho se ha escrito en estos días, y seguramente mucho más se escribirá, sobre la agrupación juvenil kirchnerista La Cámpora. Se ha dicho, entre otras cosas, que son militantes más interesados en los cargos que en la militancia de base; que sólo responden a Máximo Kirchner, un líder oscuro y misterioso; que tienen relaciones tirantes con otras agrupaciones políticas y con los intendentes y gobernadores peronistas y que constituyen un grupo de choque dentro del movimiento peronista.
Ahora bien, ¿es realmente novedoso el fenómeno de La Cámpora? Desde un cierto punto, podemos decir que el fenómeno de La Cámpora no es en absoluto tan novedoso, ya que es comparable (no idéntico, pero sí lo suficientemente similar) con la consolidación de una corriente de militancia juvenil, nucleada en la Junta Coordinadora de la Juventud Radical en el momento de mayor auge del Gobierno de Raúl Alfonsín. Los que ahora critican el rápido ascenso de dirigentes de La Cámpora como Andrés Larroque o Eduardo De Pedro a posiciones de poder deberían recordar que críticas parecidas se hicieron en su momento a los dirigentes que ascendieron desde la Coordinadora a posiciones similares dentro del Gobierno de Alfonsín.
Como los dirigentes de La Cámpora, los dirigentes provenientes de la Juventud Radical fueron acusados de “buscar sólo cargos”, de no contar con suficientes pergaminos partidarios y de escalar posiciones demasiado rápidamente, trastrocando las tradicionales jerarquías partidarias. Como Cristina Fernández de Kirchner, Raúl Alfonsín también fue acusado de recostarse con demasiado énfasis en un sector cuyo único mérito era la lealtad personal con el líder; también, como recuerda María Soledad Delgado en su paper “El otro partido: algunas consideraciones con respecto al radicalismo (1983-1989)”, se acusó a Raúl Alfonsín de privilegiar criterios “tecnocráticos” y de lealtad personal por sobre criterios de representatividad política en su selección de funcionarios.
En este sentido, es claro que la acción de “recostarse” de Raúl Alfonsín y Cristina Fernández de Kirchner en los grupos de militancia juvenil cumple un objetivo similar: ambos buscaron de esta manera consolidar un liderazgo personal, disciplinando a estructuras partidarias díscolas mediante el “uso” de una agrupación que responde directamente al Presidente, y que no le debe lealtad a ningún otro sector del partido.De hecho, puede argumentarse que la consolidación del liderazgo personal de Cristina Fernández de Kirchner dentro del Partido Justicialista (y el rol de La Cámpora en este proyecto) no llega a ser comparable a la fortaleza del liderazgo personal de Raúl Alfonsín en el momento más fuerte de su hegemonía.
Entre 1983 y 1987 Raúl Alfonsín fue el único líder reconocido de la UCR y el elector de los candidatos a cargos subnacionales. Es cierto que Cristina Fernández de Kirchner intenta constituirse como la única líder del Partido Justicialista, sin embargo, miembros de su propia coalición (por caso, Hugo Moyano en la CGT o Daniel Scioli en la provincia de Buenos Aires) plantean desafíos muchos más abiertos que cualquiera de los que se enfrentaron a Alfonsín durante su gobierno.
¿Es negativo este proceso de ascendencia de una corriente juvenil? No necesariamente. Para comenzar, hay que señalar que tanto La Cámpora como la Juventud Radical sólo son posibles por la existencia previa de un genuino y autónomo proceso de politización de sectores amplios (no universales, por supuesto) de la juventud en general. La irrupción de estos sectores en la vida política es claramente un capital político importante a largo plazo, más allá de las limitaciones de su acción presente. La formación Juventud Radical permitió al alfonsinismo apropiarse, por así decirlo, de una generación entera, insuflando vida y energía al partido más allá de 1989, aún en la derrota. Lo mismo sucederá seguramente con la mayoría de los adherentes de La Cámpora, que seguirán siendo kirchneristas/peronistas en su vida adulta, aun cuando su fuerza no esté más en el poder. Es interesante contrastar ambas experiencias con la experiencia menemista, que tuvo casi nulo éxito en la formación de una corriente militante juvenil propia, más allá de los cuadros juveniles que supo captar brevemente la Ucedé.
Sobre todo, queda un saldo positivo cuando las agrupaciones juveniles tienen la capacidad de imponer temas de agenda, dando así el salto de la “militancia juvenil” entendida como militancia “de” jóvenes a la “militancia juvenil” entendida como militancia “para” los jóvenes. La Juventud Radical pudo imponer al menos una reivindicación propia: el acceso irrestricto a la educación universitaria. La Cámpora debe aún definir una agenda propia, nucleada tal vez alrededor de un proyecto de ley sobre un tema como primer empleo, subsidios a la primera vivienda, derecho al acceso al aborto, o algo similar. Nada mejor que un proceso de militancia legislativa sobre un tema candente de actualidad para romper con las acusaciones de ser militantes de Blackberry.
Mucho se ha escrito en estos días, y seguramente mucho más se escribirá, sobre la agrupación juvenil kirchnerista La Cámpora. Se ha dicho, entre otras cosas, que son militantes más interesados en los cargos que en la militancia de base; que sólo responden a Máximo Kirchner, un líder oscuro y misterioso; que tienen relaciones tirantes con otras agrupaciones políticas y con los intendentes y gobernadores peronistas y que constituyen un grupo de choque dentro del movimiento peronista.
Ahora bien, ¿es realmente novedoso el fenómeno de La Cámpora? Desde un cierto punto, podemos decir que el fenómeno de La Cámpora no es en absoluto tan novedoso, ya que es comparable (no idéntico, pero sí lo suficientemente similar) con la consolidación de una corriente de militancia juvenil, nucleada en la Junta Coordinadora de la Juventud Radical en el momento de mayor auge del Gobierno de Raúl Alfonsín. Los que ahora critican el rápido ascenso de dirigentes de La Cámpora como Andrés Larroque o Eduardo De Pedro a posiciones de poder deberían recordar que críticas parecidas se hicieron en su momento a los dirigentes que ascendieron desde la Coordinadora a posiciones similares dentro del Gobierno de Alfonsín.
Como los dirigentes de La Cámpora, los dirigentes provenientes de la Juventud Radical fueron acusados de “buscar sólo cargos”, de no contar con suficientes pergaminos partidarios y de escalar posiciones demasiado rápidamente, trastrocando las tradicionales jerarquías partidarias. Como Cristina Fernández de Kirchner, Raúl Alfonsín también fue acusado de recostarse con demasiado énfasis en un sector cuyo único mérito era la lealtad personal con el líder; también, como recuerda María Soledad Delgado en su paper “El otro partido: algunas consideraciones con respecto al radicalismo (1983-1989)”, se acusó a Raúl Alfonsín de privilegiar criterios “tecnocráticos” y de lealtad personal por sobre criterios de representatividad política en su selección de funcionarios.
En este sentido, es claro que la acción de “recostarse” de Raúl Alfonsín y Cristina Fernández de Kirchner en los grupos de militancia juvenil cumple un objetivo similar: ambos buscaron de esta manera consolidar un liderazgo personal, disciplinando a estructuras partidarias díscolas mediante el “uso” de una agrupación que responde directamente al Presidente, y que no le debe lealtad a ningún otro sector del partido.De hecho, puede argumentarse que la consolidación del liderazgo personal de Cristina Fernández de Kirchner dentro del Partido Justicialista (y el rol de La Cámpora en este proyecto) no llega a ser comparable a la fortaleza del liderazgo personal de Raúl Alfonsín en el momento más fuerte de su hegemonía.
Entre 1983 y 1987 Raúl Alfonsín fue el único líder reconocido de la UCR y el elector de los candidatos a cargos subnacionales. Es cierto que Cristina Fernández de Kirchner intenta constituirse como la única líder del Partido Justicialista, sin embargo, miembros de su propia coalición (por caso, Hugo Moyano en la CGT o Daniel Scioli en la provincia de Buenos Aires) plantean desafíos muchos más abiertos que cualquiera de los que se enfrentaron a Alfonsín durante su gobierno.
¿Es negativo este proceso de ascendencia de una corriente juvenil? No necesariamente. Para comenzar, hay que señalar que tanto La Cámpora como la Juventud Radical sólo son posibles por la existencia previa de un genuino y autónomo proceso de politización de sectores amplios (no universales, por supuesto) de la juventud en general. La irrupción de estos sectores en la vida política es claramente un capital político importante a largo plazo, más allá de las limitaciones de su acción presente. La formación Juventud Radical permitió al alfonsinismo apropiarse, por así decirlo, de una generación entera, insuflando vida y energía al partido más allá de 1989, aún en la derrota. Lo mismo sucederá seguramente con la mayoría de los adherentes de La Cámpora, que seguirán siendo kirchneristas/peronistas en su vida adulta, aun cuando su fuerza no esté más en el poder. Es interesante contrastar ambas experiencias con la experiencia menemista, que tuvo casi nulo éxito en la formación de una corriente militante juvenil propia, más allá de los cuadros juveniles que supo captar brevemente la Ucedé.
Sobre todo, queda un saldo positivo cuando las agrupaciones juveniles tienen la capacidad de imponer temas de agenda, dando así el salto de la “militancia juvenil” entendida como militancia “de” jóvenes a la “militancia juvenil” entendida como militancia “para” los jóvenes. La Juventud Radical pudo imponer al menos una reivindicación propia: el acceso irrestricto a la educación universitaria. La Cámpora debe aún definir una agenda propia, nucleada tal vez alrededor de un proyecto de ley sobre un tema como primer empleo, subsidios a la primera vivienda, derecho al acceso al aborto, o algo similar. Nada mejor que un proceso de militancia legislativa sobre un tema candente de actualidad para romper con las acusaciones de ser militantes de Blackberry.
El enemigo posible, imprescindible para la construcción de la marca política
Por Rubén Weinsteiner para Newsweek
En estos días en los cuales la figura de Raúl Alfonsín se resignifica a la luz de la perspectiva que brindan la distancia, el reencuadre de algunas de sus decisiones y las referencias de gestiones posteriores, se impone reflexionar acerca de los mecanismos de construcción de poder y acumulación de la marca política Alfonsín, - lejos de creer que las comparaciones son odiosas, creo que son absolutamente necesarias- contrapuestos a los mecanismos de construcción y acumulación de la marca Kirchner.
A los efectos de este análisis tomo dos períodos en la gestión de construcción y acumulación de la marca Alfonsín:
1) Construcción inicial, campaña y llegada al poder , 82-83
2) Gobierno 84-89
Observamos entre estos dos períodos muchas diferencias, tanto en la gestión del discurso, del posicionamiento, del relato, de la personalidad y de la identidad política como del naming entre otras cosas. Pero existe una diferencia altamente significativa, que determinó debilidad en la construcción de poder de la marca Alfonsín.
Durante el primer período Alfonsín denunció el pacto militar sindical, ubica al enemigo en una entidad compuesta por el viejo sindicalismo, el viejo peronismo y los militares.
Al “somos la rabia” del viejo peronismo, le esgrimió el “somos la vida” y de esa manera consolidó une enemigo posible, vulnerable, como vimos en las elecciones del 83, pero tampoco tan débil como para perder verosimilitud como enemigo.
Durante el gobierno radical, a la marca política Alfonsín, sus estrategas no supieron erigirle enemigos posibles, si bien enfrentó numerosos enemigos, todos ellos, como se demostró en el terreno, eran demasiado fuertes para Alfonsín: Saúl Ubaldini, La Sociedad Rural, los Carapintadas, la City, La Iglesia, Clarín etc.
Es muy difícil construir y acumular poder sin un enemigo viable, al que se pueda derrotar y que a la vez configure algún tipo de amenaza real, y de esa manera sea tributario de la construcción de la propia identidad.
Para construir marca política, hace falta determinar en el terreno un clivaje, un modelo binario. Lo que uno es contrapuesto a lo que no es. Institucionalidad versus clientelismo, justicia social vs reformismo conservador, corrupción vs honestidad, orden vs caos. De esa manera la propia identidad está definida por los atributos propios valorados y queridos por los segmentos a interpelar y del otro, los atributos valorados negativamente y temidos por la clientela electoral.
Este clivaje construido desde los conceptos requiere una personalización para dotar al esquema binario de mayor potencia emocional.
El concepto corrupción dispara significados negativos, pero si le ponemos nombres y rostros los significados que disparará adquirirán una dimensión emocional con mucho mayor poder de fuego.
Los Kirchner no enfrentaron a Clarín en su primer gobierno con el 22 % de los votos, ahí el enemigo era el neoliberalismo, encarnado en un menemismo residual agonizante. Tampoco enfrento a Duhalde antes del 2005, lo enfrentó cuando la relación de fuerzas se lo permitió.
Carrió, los despojos del partido militar, Clarín, y los “piquetes de la abundancia” del campo, fueron enemigos que a la luz de los resultados se verificaron como superlativamente eficaces.
El 2% de la Coalición Cívica, la pérdida de poder de fuego de Clarín, el surgimiento del Kirchnerismo como aglutinador de sujetos políticos a partir de las derrotas de la 125 y de las elecciones de 2009, explican el escenario que le permitió a los Kirchner, consolidarse como espacio, retomar la iniciativa en 2010, lanzar medidas de gestión potentes como la AUH, el matrimonio igualitario, la eliminación de las AFJP, y así constituirse en el 54% en Octubre de 2011 luego del desgaste de dos gestiones.
Hoy Macri es para el Kirchnerismo un enemigo ideal para construir y acumular, y el gobierno lo ha elegido para que sea su enemigo de turno. Macri es vulnerable, es la contrafigura perfecta de CFK y de la esencia del Kirchnerismo, y además no tiene despliegue territorial, no tiene agenda ni un “reason why” nacional.
Alfonsín durante los dos primeros años, no tuvo una oposición sólida que pudiera establecerse como un enemigo plausible. Los enemigos corporativos eran creíbles pero demasiado fuertes. Cuando la oposición se consolidó, se convirtió en un enemigo exageradamente potente para enfrentarlo.
La marca política es una máquina que dispara significados. Alfonsín, parafraseando su último discurso, “no pudo, no quiso o no supo” erigir ese enemigo derrotable e imprescindible para construir una marca política, que dispare significados emocionales de poder.
Cavallo dixit
"Afortunadamente los griegos, con el apoyo de Europa, están transitando el camino correcto: el de la búsqueda de soluciones sinceras, honestas y transparentes. Ojalá sus dirigentes tengan la capacidad, que los nuestros no tuvieron, para explicarle al pueblo que la dracmisación y devaluación provocarían más sufrimiento que el que se deriva de las decisiones parlamentarias sobre recortes de gastos, privatizaciones y desregulación. Si lo consiguen, los griegos habrán dado un paso importante para que la mentira no se transforme en la principal herramienta política. La mentira es, precisamente, la manifestación más evidente de la degradación social que está sufriendo la Argentina desde el 2002 en adelante."
Construir malestar y construir política
Leopoldo Moreau define como “antikirchnerismo bobo” a esa inercia que hasta ahora hizo plegarse acríticamente a la oposición a líneas editoriales cada vez más inverosímiles, útiles para construir malestar permanente, pero absolutamente inútiles para la construcción política.
Los medios no necesitan ganar elecciones y los peoriodistas e incluso los teóricos mas formados y de variado calibre tampoco. Los que deben reconvertir su actual cortocircuito con el electorado y presentarse como una alternativa real de representación política son los partidos.
Los medios no necesitan ganar elecciones y los peoriodistas e incluso los teóricos mas formados y de variado calibre tampoco. Los que deben reconvertir su actual cortocircuito con el electorado y presentarse como una alternativa real de representación política son los partidos.
Peronismo : nacionalismo o populismo?
Recibimos este excelente análisis de Julio Burdman que apunta a desentrañar al núcleo simbólico de planteos conceptuales que dan vuelta, en cuya base conceptual siempre se identifica Peronismo con Nacionalismo ... europeo.
Catástrofe del pensamiento -- que fuera enfrentada conceptualmente como nadie por el Bebe Cooke el siglo pasado que fundó sin nombrar la categoría no funcionalista de "populismo" para el análisis del peronismo -- , esa asimilación de Peronismo y Nacionalismo europeo reiteramos dió y da lugar a muchos de los malos entendidos proplados ahora mismo con sagrada furia nada más ni nada menos que por la opo, que responde a la corpo, intentando , claro, que no se gane la batacu. Mejor leemos a Burdman:
Dentro y fuera de la Argentina, el resurgimiento de la cuestión Malvinas dio lugar a diferentes acusaciones a la posición del Gobierno Argentino, afirmando que está nutrida en el “nacionalismo peronista” . Pero no hay motivo de alarma. Más allá del juicio que tengamos acerca de la política kirchnerista sobre Malvinas –tema para otro artículo–, lo cierto es que el peronismo no fue ni es un movimiento nacionalista. Al menos, no en el sentido europeo. Este supuesto es una imagen muy fuertemente instalada en la Historia Argentina, pero no responde ni al ideario populista ni al desempeño gubernamental de los diferentes peronismos. Por el contrario, el peronismo desde sus inicios representó -y lo sigue haciendo- una crítica del nacionalismo argentino, construido en tiempos de la Organización Nacional y con una influencia que se extendió por la tradición antiperonista y la visión geopolítica de los gobiernos militares del Siglo XX.
Se ha dicho reiteradamente que el peronismo es nacionalista por razones que no describen el meollo del nacionalismo. Por un lado, porque hubo –y hay– nacionalistas católicos, rosistas y de otras denominaciones que reivindican a Perón. Grupos minoritarios de esta filiación se sumaron a la amplia coalición de 1945 y después también, pero nunca fueron predominantes en ninguno de los gobiernos peronistas. Por otra parte, Perón era un caudillo militar, y todos los militares del mundo son, en alguna medida, nacionalistas. Juran, después de todo, dar su vida en defensa de la Patria. Pero esas aparentes ideas, en todo caso, no permearon en las políticas peronistas.
Se dice también que el peronismo era nacionalista en lo económico, y si bien esto es cierto, también lo es que el proteccionismo económico y el keynesianismo son teorías económicas que no necesariamente van de la mano del nacionalismo político y social, y que eran predominantes a nivel mundial en tiempos del primer peronismo. Pero el elemento más fuerte en la caracterización del peronismo como nacionalista proviene de su antiimperialismo y antinorteamericanismo, muy marcados en su primera etapa.
En esta relación conflictiva podemos identificar los aspectos más nacionalistas del peronismo. Y aun así, hay que distinguir entre antiimperialismo y nacionalismo, que no son exactamente lo mismo –existe, de hecho, una tradición liberal antiimperialista–, y también hay que situar la retórica antinorteamericana de Perón dentro de un comportamiento reactivo, ya que ésta surge y se profundiza como consecuencia de los conocidos esfuerzos de Washington para evitar que la primera candidatura presidencial de Perón triunfase en 1946.
Pese a lo anterior, no podemos decir que el peronismo sea nacionalista porque todas sus políticas fueron opuestas a las agendas centrales del nacionalismo de ayer y de hoy. El nacionalismo, una idea europea, define a una comunidad nacional en términos culturales, idiomáticos y étnicos, y luego defiende el derecho de esta Nación a tener un Estado propio y diferenciado de otras naciones. Los programas nacionalistas sobre población, territorio, nacionalidad e inmigración parten de esta premisa. En la Argentina, el nacionalismo que organizó el país se propuso definir una argentinidad a partir de nuestras raíces europeas, negando y combatiendo a las poblaciones pre-existentes, defendió un territorio “geográficamente imaginado” de sus vecinos en disputa, promovió la inmigración europea asociada a una formidable empresa cultural de“argentinización”, y acabó enfrentado con esta idea una vez que encontró que las masas inmigrantes empobrecidas del sur de Europa no respondían al plan imaginado.
Diferentes autores sostienen que, más allá de sus logros iniciales, las construcciones de este nacionalismo argentino tuvieron influencia sobre muchos acontecimientos políticos poco felices que se vivieron con posteridad. Desde las guerras territoriales –pocas, afortunadamente– en las que se embarcó la Argentina con sus vecinos en el Siglo XIX hasta el pensamiento geopolítico clásico de los militares argentinos, caracterizado por una marcada desconfianza hacia los países vecinos, pasando por el mito de la “Argentina blanca” y la Guerra de Malvinas, están unidos por este origen común.
El peronismo representó, a través de sus políticas, una crítica profunda de estos conceptos fundacionales argentinos. En primer lugar, porque cambió el concepto de población. Puso fin al mito de la Argentina blanca y a partir de allí, fue el motor político de sucesivos cambios. El peronismo es esencialmente diferente del nacionalismo porque es populista latinoamericano. Y el populismo, por definición, no es nacionalista; puede, eventualmente, parecerse al nacionalismo, pero una vez que se convierte en nacionalismo deja de ser populismo. La diferencia es sociológica: el nacionalismo defiende a un determinado grupo social, “la nación”, se basa en él, y excluye a todos los demás, mientras que el populismo, construye un grupo social indeterminado,“el pueblo”, e incluye a todos los que se quieran subir a él, hasta formar una mayoría electoral.
El “pueblo” de los populistas no es esencialista, sino que responde a un objetivo político. Este fue uno de los errores fundamentales de quienes quisieron comparar a los populismos latinoamericanos con los fascismos europeos. Haciendo una mala analogía contrafáctica, podríamos decir que bien lejos de las manifestaciones nacionalistas uniformes de los nazifascismos de los ‘30 y ‘40, el peronismo y otros populismos latinoamericanos de los ‘40 fueron una gran unión de los excluidos por aquellas manifestaciones.
Y desde entonces, siempre fue incorporacionista. En todas sus variantes, el peronismo fue favorable a una inmigración abierta. Aún hoy, en un mundo en el que los países tienden a cerrar sus fronteras a la inmigración. Es, también, un partido que se identifica con los avances civiles y sociales logrados por otras comunidades excluidas, como las mujeres, los inmigrantes de países limítrofes, los homosexuales y, lentamente, los pueblos originarios.
Finalmentre, otra política histórica del peronismo que se contrapone por definición al nacionalismo, es su integracionismo. Durante el primer peronismo, aún cuando no se lograron avances concretos en la materia en comparación con el Mercosur –firmado en 1991 por un presidente peronista, en este caso globalista, como fue Carlos Menem–, se desarrolló una doctrina de orientación a la integración regional que perdurará hasta nuestros días.
En suma: el peronismo en nada se parece a un nacionalismo europeo. Estos últimos movimientos se caracterizan por una visión restringida de la población, su oposición a la inmigración y la integración regional, y una desconfianza hacia los países vecinos. Contrariamente, el peronismo siempre fue partidario de la inmigración y la integración regional, y su visión acerca de la población es dinámica y populista- incorporacionista. El nacionalismo territorial ofensivo argentino siempre actuó bajo el gobierno de grupos políticos herederos de la tradición nacionalista argentina, y ello incluye a la Guerra de Malvinas, engendrada por la última dictadura militar y antiperonista. El peronismo es populista, con todo lo que ello implica.
Tal vez Kant debería renacer para escribir “La Paz Populista”.
Migrantes 2012
Leemos en Crisis una muy interesante reflexión sobre el impacto de la nueva inmigración :
La intensidad de los movimientos migratorios sacude y redefine el territorio en el que estamos parados. A diferencia de otros tiempos, los desplazamientos de personas mutan velozmente, atraviesan y a la vez refuerzan las fronteras, que se tornan más sofisticadas. Las réplicas poblacionales son un flujo decisivo en la reinvención de las ciudades y sus quimeras de imponer el control.
La migración es también una fuerza productiva que fogonea el crecimiento de la economía, y funciona como variable de precarización para un modelo incapaz de incluir a la totalidad de la masa laboral en la actividad en blanco. Es así como se difunden nuevas formas de explotación y subordinación vinculadas al aspecto étnico del trabajo migrante, que el capital exhibe como situaciones ejemplificadoras de obediencia. Sin embargo, cada vez gana mayor preeminencia la faz de invención resistente y democrática que implica este trajín de ida y vuelta.
El peso de los migrantes no se restringe al trabajo. Sus culturas y saberes operan en forma permanente y van tejiendo lazos en el mundo más amplio de lo subalterno, como un torrente que fecunda nuevos universos populares hasta invalidar esa matriz privilegiada de la identidad plebeya que es el axioma nac & pop. En una Argentina que ya no puede considerarse unidad homogénea (a pesar de las retóricas de la nostalgia), haríamos bien en reconocer que lo popular cada vez más viene de afuera. Migra & pop es el nuevo eslogan. El pueblo son ellos, y muchos de los nuestros, que conocen cómo es vivir al ras del suelo y ponen la rueda en movimiento. Son los dueños del futuro...
Completa acá.
La intensidad de los movimientos migratorios sacude y redefine el territorio en el que estamos parados. A diferencia de otros tiempos, los desplazamientos de personas mutan velozmente, atraviesan y a la vez refuerzan las fronteras, que se tornan más sofisticadas. Las réplicas poblacionales son un flujo decisivo en la reinvención de las ciudades y sus quimeras de imponer el control.
La migración es también una fuerza productiva que fogonea el crecimiento de la economía, y funciona como variable de precarización para un modelo incapaz de incluir a la totalidad de la masa laboral en la actividad en blanco. Es así como se difunden nuevas formas de explotación y subordinación vinculadas al aspecto étnico del trabajo migrante, que el capital exhibe como situaciones ejemplificadoras de obediencia. Sin embargo, cada vez gana mayor preeminencia la faz de invención resistente y democrática que implica este trajín de ida y vuelta.
El peso de los migrantes no se restringe al trabajo. Sus culturas y saberes operan en forma permanente y van tejiendo lazos en el mundo más amplio de lo subalterno, como un torrente que fecunda nuevos universos populares hasta invalidar esa matriz privilegiada de la identidad plebeya que es el axioma nac & pop. En una Argentina que ya no puede considerarse unidad homogénea (a pesar de las retóricas de la nostalgia), haríamos bien en reconocer que lo popular cada vez más viene de afuera. Migra & pop es el nuevo eslogan. El pueblo son ellos, y muchos de los nuestros, que conocen cómo es vivir al ras del suelo y ponen la rueda en movimiento. Son los dueños del futuro...
Completa acá.
La inteligencia del Zar y las redes sociales
En 1919 un anarquista francés fue encargado por el gobierno bolchevique de estudiar los archivos de la inteligencia zarista. Se llamaba Victor Serge (en la foto) y en 1926 escribiría con lo aprendido un libro que es todo un clásico para los estudiosos de la teoría de redes sociales, el libro se llamó "Todo lo que un revolucionario debe saber sobre la represión".
Evidentemente, el servicio de inteligencia zarista abria y leía la correspondencia de los que conspiraban contra el Zar y parece que los conspiradores no se cuidaban mucho.
Serge nos cuenta de grandes paneles de graficos con flujos relacionales, cuidadosas anotaciones fruto de días, semanas y años de seguimiento... sólo para saber quién se carteaba con quién, quién visitaba a quién, quién influía en quien.
Los investigadores de la inteligencia zarista no buscaban una detención fácil. El objetivo era trazar los mapas de las redes personales. A través de ellos sabían dónde buscar cuando lo necesitaban, a quién presionar para que delatara o acusara en falso, como generar disputas y forzar divisiones, a quien habian apretado y a quien había delatado para evitar una detención.
Los represores rusos sabían el verdadero valor de las variables de flujo en la comunicación y la potencia de los lazos débiles en situaciones que el nodo piensa excepcionales. Estos lazos aparecerán como determinantes en los momentos de máxima actividad transformadora del nodo o en los tipping points globales.
“Esperamos cambiar la forma en que el pueblo se relaciona con sus gobiernos”
“Esperamos cambiar la forma en que el pueblo se relaciona con sus gobiernos”... “Muévete rápido y rompe cosas”... “el mayor riesgo es no tomar riesgos”... “no damos servicios para ganar dinero, sino que ganamos dinero para dar servicios”. No son frases sacadas del campamento del 15-M en la Puerta del Sol, son extractos de la carta de Mark Zurckerberg, fundador de Facebook, enviada a las autoridades bursátiles como paso previa a la mayor operación capitalista de la historia.
La carta de Zuckerberg recuerda a la enviada por los fundadores de Google, Larry Page y Sergey Brin cuando salieron a bolsa en 2004; pero la de Facebook va mucho más allá, y no sólo por su extensión (2.175 palabras frente a 591). Si en aquel tiempo, Google se comprometía a no hacer el mal (“no creemos que para ganar dinero haya que hacer el mal”), ahora Zuckerberg quiere dar el poder al pueblo, reivindica la figura del hacker y advierte, cuando se va a valorar su empresa en 100.000 millones de dólares, que no se levanta pensando en crear servicios para ganar dinero, sino en “ganar dinero para dar mejores servicios”.
Ambas cartas, aunque especialmente la de ayer de Zuckerberg quieren distanciarse del capitalismo salvaje (aunque sus acciones puedan saltar en unos días de 10 a 100 dólares) para crear el capitalismo con rostro humano, responsable, solidario o sostenible.
La carta de Zuckerberg recuerda a la enviada por los fundadores de Google, Larry Page y Sergey Brin cuando salieron a bolsa en 2004; pero la de Facebook va mucho más allá, y no sólo por su extensión (2.175 palabras frente a 591). Si en aquel tiempo, Google se comprometía a no hacer el mal (“no creemos que para ganar dinero haya que hacer el mal”), ahora Zuckerberg quiere dar el poder al pueblo, reivindica la figura del hacker y advierte, cuando se va a valorar su empresa en 100.000 millones de dólares, que no se levanta pensando en crear servicios para ganar dinero, sino en “ganar dinero para dar mejores servicios”.
Ambas cartas, aunque especialmente la de ayer de Zuckerberg quieren distanciarse del capitalismo salvaje (aunque sus acciones puedan saltar en unos días de 10 a 100 dólares) para crear el capitalismo con rostro humano, responsable, solidario o sostenible.
Decir 2.0
Hasta hace muy poco, para publicar una idea por escrito, primero había que escribirla y después buscar un espacio donde publicarla. Hoy este orden ha sido subvertido, lo primero que se consigue es un espacio para publicar, y después se escribe lo que se puede, si es que se puede, para rellenar ese espacio. Cualquiera posee el instrumental para hacer público un texto, una idea, un ensayo, un cuento o una novela, el paradigmático know how está al alcance de todos, aunque este con frecuencia se vea anulado por el nothing to say.
Recorte mediático, estados de ánimo y salud mental
El trabajo se inicia a partir de la observación de pacientes que concurren a la consulta con cuadros diversos referidos a alteraciones cognitivas en los que fue posible establecer una relación directa de su patología con la inducción ejercida por los medios masivos de difusión.
Los grupos reclutados para iniciar una aproximación al tema fueron elegidos dentro de un amplio rango de niveles de exposición y los mismos pudieron ser comparados excepto por la prevalencia de falta de exposición y eventos (esto ha reducido la posibilidad de sesgos ) de acuerdo con Ruth Henquin .( 2006 )
Fueron tomados 20 pacientes con distintas patologías cognitivas sin base orgánica y sin desestructuración de la de la personalidad los cuales se repartieron en tres grupos: 1) medicados exclusivamente 2) tratados psicológicamente en forma exclusiva 3) tratados medicamente y psicológicamente.
Los pacientes fueron estudiados de acuerdo a normas de semiología clásica ( DeMeyer Willian 1982), a material literario de clínica médica ( Farreras –Rozman 1988 ) y clínica neurológica (Michelli 2002) y Encyclopedie Medico-Chirurgicale (Paris) 1982 para descartar la base orgánica y de acuerdo aprotocolos de psicología.
A pesar de que cada grupo cumplió con los esquemas prefijados en lo que respecta a tratamientos no todos evolucionaron favorablemente y algunos aumentaron su sintomatología.
Varios desarrollaron patologías agregadas: trastornos de pánico, trastornos de ansiedad, depresión, etc.
Asimismo algunos (sin entrar en el rigor estadístico ) expresaron la relación directa entre el bombardeo informativo catastrófico y el efecto inverso generado con el trabajo terapéutico iniciado.
Varios se mostraron monotemáticos indicando como su mente viajaba de la mano de las distintas noticias inyectadas por los medios.
Ejemplo:
Paciente de 70 años, sin actividad laboral, lector de periódicos y revistas. Con preferencia vespertina y nocturna a la objetivación de noticieros en los canales masivos de televisión.
Por la mañana informativos en radio de am.
Concurre a consulta por presentar trastorno de ansiedad generalizada ( ansiedad y preocupación excesivas sobre una amplia gamma de acontecimientos de actualidad con mas de 6 meses de evolución sin poder controlar este estado )
Presento asimismo inquietud, dificultad para concentrarse e irritabilidad. Alteración del sueño. ( que concuerda con la clasificación de ansiedad generalizada según DSM lV ).
El cuadro presentaba una comorbilidad donde el trastorno de pánico era el agregado mas significativo.
Durante la anamnesis el paciente refiere en forma temática que no desea salir de su casa por miedo a que "se la desvalijen " pues venía escuchando en las noticias sobre ese tipo de robo con el agregado de ancianos lastimados y asesinados ( todos los días la misma noticia )
Este es un ejemplo donde se cumplen parámetros repetitivos de bombardeo catastrófico.
En otros pacientes existía una negativa a salir de sus casas por miedos inyectados (robos, violaciones, etc).
Otros no podían dormir pués su mente solo pensaba en que podían perder sus ahorros por la crisis económica mundial y local ( noticias económicas en los medios.) ...
Conclusiones
El bloqueo de la capacidad adaptativa del olvido y la fijación del pensamiento catastrófico implica tener presente el fenómeno descripto para no basar nuestro proyecto terapéutico en un protocolo que maneje el esquema médico, el esquema psicológico o la terapia medico-psicológica de manera excluyente.
Si bien la terapia cognitiva asume que el núcleo de la actividad y los significados psicológicos se hallan en la esfera de la conciencia y propone la intervención en ese campo debemos tener en cuenta que el bombardeo con noticias catastróficas puede incluso incluirse dentro de áreas del inconsciente para mantenerse de manera permanente y activa alterando la estabilidad emocional del individuo.
La imposibilidad en la mayoría de los casos de aislar a los pacientes de su medio común de vida, reduce la efectividad de todos los tratamientos que se emprenden.
Allí se mezclan las noticias catastróficas emanadas de los medios de difusión o las propias noticias catastróficas que llegan a su mente a través de familiares, amigos, compañeros de trabajo, etc que ya fueron impregnados por dichas noticias en forma continua.
Los distintos tratamientos se tornan incompletos o se retrasa la evolución favorable de los mismos.
Queda asimismo por analizar el porque no todos los individuos son afectados por este bombardeo catastrófico y observar como existen mecanismos del SNC que trabajan en generar una lógica con respecto a la información que llega a nuestra mente a pesar de que la misma ha superado el mecanismo adaptativo del olvido ( en el caso de aquellos que no han sido afectados luego de haber soportado el bombardeo catastrófico estudiado ).
Es de vital importancia tomar conciencia que por el método descripto es posible enfermar a una población en forma masiva y por lo tanto debemos generar pautas preventivas para alertar a la sociedad en su conjunto con respecto a los riesgos que implica el bombardeo con ideas catastróficas en forma continua.
Audiencias de audiencias disparan significados sobre nuestras marcas
Rubén Weinsteiner para Brand 2.0
No se trata de lo que vos decís, se trata de lo que ellos dicen. Esta regla es la base de construcción en la Web 2.0, en la Web social.
No se trata de lo que vos decís, se trata de lo que ellos dicen. Esta regla es la base de construcción en la Web 2.0, en la Web social.
Nosotros podemos construir nuestro relato, que debe ser una propuesta de valor. Pero ese relato pasa a formar parte de una nueva construcción horizontal y colectiva. Lo que la gente dice de nosotros, de nuestra marca, corporativa, personal o política
Dada la simetría entre las marcas y los públicos, que también producen contenidos, la construcción del relato de la marca, su posicionamiento, el diseño de su identidad, su personalidad, su simbología, en definitiva la carga de significados de la marca para ser disparados por esta, se da por la conversación entre audiencias de audiencias. Esa conversación es constante y en tiempo real, se da todo el tiempo, y queda vía Google abierta y disponible para todo aquel que busque información sobre la marca.
Ya no se da el formato one to many-one on one: uno hacia muchos, y luego cada uno de esos unos a otros. En la Web social se da el formato de one one-one to many. Conversaciones de uno a uno que son escuchadas por millones y son amplificadas por cada uno de los componentes de esas audiencias multitudinarias.
Un problema que se presenta en este nuevo formato constructivo es la labilidad y el caos en la conformación de liderazgos en esas audiencias, donde la visibilidad parcial de los emisores genera una ponderación relativa. Es decir como no sabemos mucho sobre los que emiten las opiniones, más que la identidad digital que podamos googlear, podemos atribuirle una ponderación positiva a alguien no muy inteligente.
Las multitudes no siempre son inteligentes. El hecho de tener acceso a las herramientas, no significa que siempre tengamos algo interesante para decir. Estudiando los trendig topics de Twitter del último año, y el desarrollo de los mismos, llegamos a la conclusión que: nunca hay que subestimar el poder de los tontos en los grandes grupos.
Mi punto de distribución del relato, no tiene preeminencia en términos de poder de fuego por sobre los prosumidores, (consumidores y productores de información) que son las audiencias. Es por eso que tengo que generar un relato lo suficientemente eficaz y conseguir la atención y la confianza de las audiencias, para que sea redistribuido y viralizado. Y una vez lanzado el mensaje, saber que será disparador de una conversación en la cual la pérdida de control es una constante. Solo mi capacidad para estar atento, auditar, contener y liderar construyendo legitimidad y poder en tiempo real, me va a permitir sostener, direccionar y blindar mi marca personal, corporativa o política, en esa conversación entre millones donde todo lo dicho queda en Google para siempre.
Democracias post primavera árabe
En el norte de Africa, la llamada Primavera Arabe, luego de las elecciones, ha desembocado en el ascenso al poder de fuerzas islamistas.
A inicios de 2011, recordará lector, cómo las insurrecciones populares derribaron regímenes dictatoriales en Túnez y Egipto. Luego, en Libia, las potencias occidentales intervinieron en la guerra civil que concluyó con la caída de Muamar Kadafi.
Después de las recientes elecciones, los partidos islamistas son, por ahora, los principales beneficiados electorales, imponiéndose en países donde cayeron los dictadores (Túnez y Egipto), y en otro que realizó reformas dentro del régimen (Marruecos).
La caída de regímenes autoritarios laicos y el ascenso de fuerzas islamistas a través de elecciones representan un cambio profundo en esa región, en el interior del mismo islam político y en las cuestiones de seguridad de Medio Oriente.
¿Qué tipo de islam político emergerá? ¿Intentarán imponer nuevas teocracias o serán regímenes democráticos y plurales? El tipo de islam político que encarnarán tendrá importantes consecuencias en dos conflictos clave: la cuestión palestina y la relación entre Israel y los países árabes. Si Israel pasa a estar rodeado por país gobernadas por fuerzas islamistas democráticas, se abrirán posiblemente nuevos escenarios.
Diversos intereses extranjeros pretenden modelar las transiciones en estos países. Por un lado, Irán ha apoyado las revueltas populares. Su líder supremo, el ayatolá Alí Jamenei las calificó de “despertar democrático” con “objetivos y orientación islámicos”.
Por otro lado, las potencias occidentales, tras un momento de parálisis inicial, también tomaron una posición favorable a la insurrección, cuya máxima expresión se observó en Libia. Recuerde que los autócratas que gobernaban estos países eran aliados de las potencias occidentales que los veían como una barrera de contención contra la expansión del islam.
La estrategia occidental parece favorecer el surgimiento de un islam político moderado. El modelo es el gobernante Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) en Turquía. Su líder, Recep Erdogan, fue abandonando sus posiciones radicales iniciales hasta aceptar, a finales de los noventa, la separación de la religión y el Estado.
En el gobierno desde 2002, Erdogan realizó reformas democráticas con la expectativa de lograr el ingreso de su país a la Unión Europea. Por esto, el AKP turco suele compararse con la democracia cristiana europea: un partido de inspiración confesional que acepta el pluralismo.
De todos modos, la tarea no será fácil, tras el largo apoyo de las potencias occidentales a las autocracias. En estos países, el islamismo fue durante décadas la única forma viable de oposición. Los líderes que hoy ascienden sufrieron en carne propia la represión del pasado.
En los tres países, las campañas electorales de los partidos islamistas estuvieron, con un discurso moderado, centrados en una prédica nacionalista y en la denuncia de la corrupción política, no ingresando a la promoción de un programa islamista.
En Egipto, se inició un largo proceso de elección legislativa con tres vueltas, con dos rondas cada una, que recién culminará en enero. El Parlamento electo deberá seleccionar a la comisión que redactará la nueva Constitución.
En la primera vuelta, se impuso con 37% el Partido Libertad y Justicia, brazo político de los Hermanos Musulmanes. Duramente reprimidos por décadas por las Fuerzas Armadas, pudieron desarrollar una organización con una importante tarea de asistencia social que los preparó para la competencia electoral.
En Marruecos, el Partido de la Justicia y del Desarrollo (PJD) obtuvo 29% de los votos. El PJD fue creado por la monarquía para contener políticamente a la autodisuelta Juventud Islámica, que había practicado el terrorismo durante los ochenta.
El nuevo gobierno será el más poderoso que ha tenido Marruecos ya que la reciente reforma constitucional ha recortado las atribuciones del rey. El nuevo primer ministro Abdelilá Benkiran cita al AKP turco como su inspiración.
En Túnez, el partido Ennahda obtuvo el 41% en las elecciones del 23 de octubre a la Asamblea Constituyente que será responsable de redactar la nueva Constitución. Su líder, Rachid Ghanuchi, declaró que su modelo no era ni Arabia Saudita ni Irán, sino la Turquía de Erdogan.
Es probable que en los tres países se estructuren gobiernos de coalición con sectores islamistas. Allí tendríamos un indicio de la orientación de las nuevas democracias árabes ya que en Egipto y Marruecos también emergieron fuerzas islamistas con posiciones más radicalizadas.
En Egipto sorprendió el segundo lugar, con 24%, obtenido por Al Nur, el partido de los salafistas, una versión integrista del islam. Los Hermanos Musulmanes enfrentan así la presión de los salafistas mientras que, por el otro, las Fuerzas Armadas, que gobernaron el país por décadas, pretenden todavía establecer las reglas de juego.
En Marruecos, el PJD representa la rama islamista autorizada por la monarquía. La otra corriente, el movimiento Justicia y Espiritualidad, no ha sido legalizado porque, a diferencia del PJD, no reconoce ni al rey ni a la Constitución. Justicia y Espiritualidad encabeza las protestas del Movimiento del 20 de Febrero en las principales ciudades del país contra el orden político vigente.
En Túnez, si bien el presidente del Ennahada, Rachid Ghanuchi, defiende posiciones democráticas, el número dos del partido y candidato a primer ministro, Hamadi Jebali, afirmó hace un mes en un discurso: “Estamos en un momento histórico, divino, entramos en el ciclo de una nueva civilización bajo la égida del sexto califato”.
A inicios de 2011, recordará lector, cómo las insurrecciones populares derribaron regímenes dictatoriales en Túnez y Egipto. Luego, en Libia, las potencias occidentales intervinieron en la guerra civil que concluyó con la caída de Muamar Kadafi.
Después de las recientes elecciones, los partidos islamistas son, por ahora, los principales beneficiados electorales, imponiéndose en países donde cayeron los dictadores (Túnez y Egipto), y en otro que realizó reformas dentro del régimen (Marruecos).
La caída de regímenes autoritarios laicos y el ascenso de fuerzas islamistas a través de elecciones representan un cambio profundo en esa región, en el interior del mismo islam político y en las cuestiones de seguridad de Medio Oriente.
¿Qué tipo de islam político emergerá? ¿Intentarán imponer nuevas teocracias o serán regímenes democráticos y plurales? El tipo de islam político que encarnarán tendrá importantes consecuencias en dos conflictos clave: la cuestión palestina y la relación entre Israel y los países árabes. Si Israel pasa a estar rodeado por país gobernadas por fuerzas islamistas democráticas, se abrirán posiblemente nuevos escenarios.
Diversos intereses extranjeros pretenden modelar las transiciones en estos países. Por un lado, Irán ha apoyado las revueltas populares. Su líder supremo, el ayatolá Alí Jamenei las calificó de “despertar democrático” con “objetivos y orientación islámicos”.
Por otro lado, las potencias occidentales, tras un momento de parálisis inicial, también tomaron una posición favorable a la insurrección, cuya máxima expresión se observó en Libia. Recuerde que los autócratas que gobernaban estos países eran aliados de las potencias occidentales que los veían como una barrera de contención contra la expansión del islam.
La estrategia occidental parece favorecer el surgimiento de un islam político moderado. El modelo es el gobernante Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) en Turquía. Su líder, Recep Erdogan, fue abandonando sus posiciones radicales iniciales hasta aceptar, a finales de los noventa, la separación de la religión y el Estado.
En el gobierno desde 2002, Erdogan realizó reformas democráticas con la expectativa de lograr el ingreso de su país a la Unión Europea. Por esto, el AKP turco suele compararse con la democracia cristiana europea: un partido de inspiración confesional que acepta el pluralismo.
De todos modos, la tarea no será fácil, tras el largo apoyo de las potencias occidentales a las autocracias. En estos países, el islamismo fue durante décadas la única forma viable de oposición. Los líderes que hoy ascienden sufrieron en carne propia la represión del pasado.
En los tres países, las campañas electorales de los partidos islamistas estuvieron, con un discurso moderado, centrados en una prédica nacionalista y en la denuncia de la corrupción política, no ingresando a la promoción de un programa islamista.
En Egipto, se inició un largo proceso de elección legislativa con tres vueltas, con dos rondas cada una, que recién culminará en enero. El Parlamento electo deberá seleccionar a la comisión que redactará la nueva Constitución.
En la primera vuelta, se impuso con 37% el Partido Libertad y Justicia, brazo político de los Hermanos Musulmanes. Duramente reprimidos por décadas por las Fuerzas Armadas, pudieron desarrollar una organización con una importante tarea de asistencia social que los preparó para la competencia electoral.
En Marruecos, el Partido de la Justicia y del Desarrollo (PJD) obtuvo 29% de los votos. El PJD fue creado por la monarquía para contener políticamente a la autodisuelta Juventud Islámica, que había practicado el terrorismo durante los ochenta.
El nuevo gobierno será el más poderoso que ha tenido Marruecos ya que la reciente reforma constitucional ha recortado las atribuciones del rey. El nuevo primer ministro Abdelilá Benkiran cita al AKP turco como su inspiración.
En Túnez, el partido Ennahda obtuvo el 41% en las elecciones del 23 de octubre a la Asamblea Constituyente que será responsable de redactar la nueva Constitución. Su líder, Rachid Ghanuchi, declaró que su modelo no era ni Arabia Saudita ni Irán, sino la Turquía de Erdogan.
Es probable que en los tres países se estructuren gobiernos de coalición con sectores islamistas. Allí tendríamos un indicio de la orientación de las nuevas democracias árabes ya que en Egipto y Marruecos también emergieron fuerzas islamistas con posiciones más radicalizadas.
En Egipto sorprendió el segundo lugar, con 24%, obtenido por Al Nur, el partido de los salafistas, una versión integrista del islam. Los Hermanos Musulmanes enfrentan así la presión de los salafistas mientras que, por el otro, las Fuerzas Armadas, que gobernaron el país por décadas, pretenden todavía establecer las reglas de juego.
En Marruecos, el PJD representa la rama islamista autorizada por la monarquía. La otra corriente, el movimiento Justicia y Espiritualidad, no ha sido legalizado porque, a diferencia del PJD, no reconoce ni al rey ni a la Constitución. Justicia y Espiritualidad encabeza las protestas del Movimiento del 20 de Febrero en las principales ciudades del país contra el orden político vigente.
En Túnez, si bien el presidente del Ennahada, Rachid Ghanuchi, defiende posiciones democráticas, el número dos del partido y candidato a primer ministro, Hamadi Jebali, afirmó hace un mes en un discurso: “Estamos en un momento histórico, divino, entramos en el ciclo de una nueva civilización bajo la égida del sexto califato”.
Imagen y relato para gestionar
Por Rubén Weinsteiner para Newsweek
Toda gestión tanto en el estado como en el sector privado, tiene que hacer dos cosas: actuar y comunicar, y cuando comunica debe comunicar acción y actor.
Estas dos fases, actuar y comunicar, deben actuar como un médico que administra un tratamiento, y a la vez le construye al paciente el relato que mejor se adapte a las necesidades operativas, con el fin de maximizar y potenciar el efecto de ese tratamiento. Hacer y a la vez tener contenta a la gente para que nos deje hacer.
No alcanza con comunicar la acción. Así como definimos como un proceso de dos tiempos el actuar y el comunicar, la comunicación de la acción también es un proceso de dos tiempos.
Debemos comunicar la acción y construir sentido sobre la marca política del ejecutor. La mejor acción de gobierno con un funcionario ejecutor que posea una mala imagen, perderá mucho en términos de percepción y valoración. Una acción mediocre ejecutada por un funcionario con buena imagen se resignifica positivamente.
Existe una fuerte interrelación y retroalimentación, entre el relato de una acción y la imagen del funcionario responsable.
Los atributos marcarios del funcionario, se proyectan al relato de la acción y éste a la marca del funcionario. La palanca de transmisión, es la construcción en dos fases y en tiempo real de relato y marca.
Si un político en gestión tiene imagen de corrupto, sus acciones de gobierno estarán ponderadas por esa imagen. Si un funcionario tiene imagen de tipo dinámico y proactivo, su gestión se apoyará en términos de imagen en el atributo del dinamismo y la proacción. Si el funcionario es percibido como “de respuesta rápida” no resultará complejo construir una imagen de gestión de “respuesta rápida” a la realidad, aunque la gestión no sea tan eficaz.
No hay realidades, hay percepciones que se pueden generar y sostener, la percepción de la gente siempre es real, aunque haya diferencias objetivas y duras entre realidad real y realidad comunicada, porque la comunicación construye la realidad al mismo tiempo que la difunde.
La imagen positiva y la intención de voto no se retienen por las cualidades intrínsecas de un candidato o por las medidas de un gobierno, sino por la imagen en que estas cualidades y medidas se traducen en la cabeza de la gente. La conceptualización de las percepciones es un proceso comunicacional complejo, por eso aparecen los ruidos, que provocan que la imagen que queremos emitir difiera de la que recibe el receptor.
La construcción de marca y su gestión en tiempo real, apunta también a consolidar un amortiguador de las dificultades que puedan conllevar determinadas medidas, mediante las fortalezas de una imagen, un posicionamiento, un discurso, una simbología y ritualidad, una identidad y una personalidad, articulados a través de la marca política del funcionario.
Toda gestión tanto en el estado como en el sector privado, tiene que hacer dos cosas: actuar y comunicar, y cuando comunica debe comunicar acción y actor.
Estas dos fases, actuar y comunicar, deben actuar como un médico que administra un tratamiento, y a la vez le construye al paciente el relato que mejor se adapte a las necesidades operativas, con el fin de maximizar y potenciar el efecto de ese tratamiento. Hacer y a la vez tener contenta a la gente para que nos deje hacer.
No alcanza con comunicar la acción. Así como definimos como un proceso de dos tiempos el actuar y el comunicar, la comunicación de la acción también es un proceso de dos tiempos.
Debemos comunicar la acción y construir sentido sobre la marca política del ejecutor. La mejor acción de gobierno con un funcionario ejecutor que posea una mala imagen, perderá mucho en términos de percepción y valoración. Una acción mediocre ejecutada por un funcionario con buena imagen se resignifica positivamente.
Existe una fuerte interrelación y retroalimentación, entre el relato de una acción y la imagen del funcionario responsable.
Los atributos marcarios del funcionario, se proyectan al relato de la acción y éste a la marca del funcionario. La palanca de transmisión, es la construcción en dos fases y en tiempo real de relato y marca.
Si un político en gestión tiene imagen de corrupto, sus acciones de gobierno estarán ponderadas por esa imagen. Si un funcionario tiene imagen de tipo dinámico y proactivo, su gestión se apoyará en términos de imagen en el atributo del dinamismo y la proacción. Si el funcionario es percibido como “de respuesta rápida” no resultará complejo construir una imagen de gestión de “respuesta rápida” a la realidad, aunque la gestión no sea tan eficaz.
No hay realidades, hay percepciones que se pueden generar y sostener, la percepción de la gente siempre es real, aunque haya diferencias objetivas y duras entre realidad real y realidad comunicada, porque la comunicación construye la realidad al mismo tiempo que la difunde.
La imagen positiva y la intención de voto no se retienen por las cualidades intrínsecas de un candidato o por las medidas de un gobierno, sino por la imagen en que estas cualidades y medidas se traducen en la cabeza de la gente. La conceptualización de las percepciones es un proceso comunicacional complejo, por eso aparecen los ruidos, que provocan que la imagen que queremos emitir difiera de la que recibe el receptor.
La construcción de marca y su gestión en tiempo real, apunta también a consolidar un amortiguador de las dificultades que puedan conllevar determinadas medidas, mediante las fortalezas de una imagen, un posicionamiento, un discurso, una simbología y ritualidad, una identidad y una personalidad, articulados a través de la marca política del funcionario.
“Los bancos se pusieron contra la democracia”
Por Eduardo Febbro
Desde París
La revuelta no tiene edad ni condición. A sus afables, lúcidos y combativos 94 años Stéphane Hessel encarna un momento único de la historia política humana: haber logrado desencadenar un movimiento mundial de contestación democrática y ciudadana con un libro de escasas 32 páginas, Indígnense. El libro apareció en Francia en octubre de 2010 y en marzo de 2011 se convirtió en el zócalo del movimiento español de los indignados. El casi siglo de vida de Stéphane Hessel se conectó primero con la juventud española que ocupó la Puerta del Sol y luego con los demás protagonistas de la indignación que se volvió planetaria: París, Londres, Roma, México, Bruselas, Nueva York, Washington, Tel Aviv, Nueva Delhi, San Pablo. En cada rincón del mundo y bajo diferentes denominaciones, el mensaje de Hessel encontró un eco inimaginable.
Su libro, sin embargo, no contiene ningún alegato ideológico, menos aún algún llamado a la excitación revolucionaria. Indígnense es al mismo tiempo una invitación a tomar conciencia sobre la forma calamitosa en la que estamos gobernados, una restauración noble y humanista de los valores fundamentales de la democracia, un balde de agua fría sobre la adormecida conciencia de los europeos convertidos en consumidores obedientes y una dura defensa del papel del Estado como regulador. No debe existir en la historia editorial un libro tan corto con un alcance tan extenso.
Quien vea la movilización mundial de los indignados puede pensar que Hessel escribió una suerte de panfleto revolucionario, pero nada es más ajeno a esa idea. Indígnense y los indignados se inscriben en una corriente totalmente contraria a la que se desató en las revueltas de Mayo del ’68. Aquella generación estaba contra el Estado. Al revés, el libro de Hessel y sus adeptos reclaman el retorno del Estado, de su capacidad de regular. Nada refleja mejor ese objetivo que uno de los slogans más famosos que surgieron en la Puerta del Sol: “Nosotros no somos antisistema, el sistema es antinosotros”.
En su casa de París, Hessel habla con una convicción en la que la juventud y la energía explotan en cada frase. Hessel tiene una historia personal digna de una novela y es un hombre de dos siglos. Diplomático humanista, miembro de la Resistencia contra la ocupación nazi durante la Segunda Guerra Mundial, sobreviviente de varios campos de concentración, activo protagonista de la redacción de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, descendiente de la lucha contra esas dos grandes calamidades del siglo XX que fueron el fascismo y el comunismo soviético. El naciente siglo XXI hizo de él un influyente ensayista.
Cuando su libro salió en Francia, las lenguas afiladas del sistema liberal le cayeron con un aluvión de burlas: “el abuelito Hessel”, el “Papá Noel de las buenas conciencias”, decían en radio y televisión las marionetas para descalificarlo. Muchos intelectuales franceses dijeron que esa obra era un catálogo de banalidades, criticaron su aparente simplismo, su chatura filosófica, lo acusaron de idiota y de antisemita. Hasta el primer ministro francés, François Fillon, descalificó la obra diciendo que “la indignación en sí no es un modo de pensamiento”. Pero el libro siguió otro camino. Más de dos millones de ejemplares vendidos en Francia, medio millón en España, traducciones en decenas de países y difusión masiva en Internet.
El ultraliberalismo predador, la corrupción, la impunidad, la servidumbre de la clase política al sistema financiero, la anexión de la política por la tecnocracia financiera, las industrias que destruyen el planeta, la ocupación israelí de Palestina, en suma, los grandes devastadores del planeta y de las sociedades humanas encontraron en las palabras de Hessel un enemigo inesperado, un argumentario de enunciados básicos, profundamente humanista y de una eficacia inmediata. Sin otra armadura que un pasado político de socialdemócrata reformista y un libro de 32 páginas, Hessel les opuso al pensamiento liberal consumista y al consenso uno de los antídotos que más teme, es decir, la acción.
No se trata de una obra de reflexión política o filosófica sino de una radiografía de la desarticulación de los Estados, de un llamado a la acción para que el Estado y la democracia vuelvan a ser lo que fueron. El libro de Hessel se articula en torno de la acción, que es precisamente a lo que conduce la indignación: respuesta y acción contra una situación, contra el otro. Lo que Hessel califica como mon petit livre es una obra curiosa: no hay nada novedoso en ella, pero todo lo que dice es una suerte de síntesis de lo que la mayor parte del planeta piensa y siente cada mañana cuando se levanta: exasperación e indignación.
–Usted ha sido de alguna manera el hombre del año. Su libro tuvo un éxito mundial y terminó convirtiéndose en el foco del movimiento planetario de los indignados. Hubo, de hecho, dos revoluciones casi simultáneas en el mundo, una en los países árabes y la que usted desencadenó a escala planetaria.
–Nunca preví que el libro tuviera un éxito semejante. Al escribirlo, había pensado en mis compatriotas para decirles que la manera en la que están gobernados plantea interrogantes y que era preciso indignarse ante los problemas mal solucionados. Pero no esperaba que el libro se viera propulsado en más de cuarenta países en los cuatro puntos cardinales. Pero yo no me atribuyo ninguna responsabilidad en el movimiento mundial de los indignados. Fue una coincidencia que mi libro haya aparecido en el mismo momento en que la indignación se expandía por el mundo. Yo sólo llamé a la gente a reflexionar sobre lo que les parece inaceptable. Creo que la circulación tan amplia del libro se debe al hecho de que vivimos un momento muy particular de la historia de nuestras sociedades y, en particular, de esta sociedad global en la que estamos inmersos desde hace diez años. Hoy vivimos en sociedades interdependientes, interconectadas. Esto cambia la perspectiva. Los problemas a los que estamos confrontados son mundiales.
–Las reacciones que desencadenó su libro prueban que existe siempre una pureza moral intacta en la humanidad.
–Lo que permanece intacto son los valores de la democracia. Después de la Segunda Guerra Mundial resolvimos problemas fundamentales de los valores humanos. Ya sabemos cuáles son esos valores fundamentales que debemos tratar de preservar. Pero cuando esto deja de tener vigencia, cuando hay rupturas en la forma de resolver los problemas, como ocurrió luego de los atentados del 11 de septiembre, de la guerra en Afganistán y en Irak, y la crisis económica y financiera de los últimos cuatro años, tomamos conciencia de que las cosas no pueden continuar así. Debemos indignarnos y comprometernos para que la sociedad mundial adopte un nuevo curso.
–¿Quién es responsable de todo este desastre? ¿El liberalismo ultrajante, la tecnocracia, la ceguera de las elites?
–Los gobiernos, en particular los gobiernos democráticos, sufren una presión por parte de las fuerzas del mercado a la cual no supieron resistir. Esas fuerzas económicas y financieras son muy egoístas, sólo buscan el beneficio en todas las formas posibles sin tener en cuenta el impacto que esa búsqueda desenfrenada del provecho tiene en las sociedades. No les importa ni la deuda de los gobiernos, ni las ganancias escuetas de la gente. Yo le atribuyo la responsabilidad de todo esto a las fuerzas financieras. Su egoísmo y su especulación exacerbada son también responsables del deterioro de nuestro planeta. Las fuerzas que están detrás del petróleo, las fuerzas de las energías no renovables nos conducen hacia una dirección muy peligrosa. El socialismo democrático tuvo su momento de gloria después de la Segunda Guerra Mundial. Durante muchos años tuvimos lo que se llama Estados de providencia. Esto derivó en una buena fórmula para regular las relaciones entre los ciudadanos y el Estado. Pero luego nos apartamos de ese camino bajo la influencia de la ideología neoliberal. Milton Friedman y la Escuela de Chicago dijeron: “déjenle las manos libres a la economía, no dejen que el Estado intervenga”. Fue un camino equivocado y hoy nos damos cuenta de que nos encerramos en un camino sin salida. Lo que ocurrió en Grecia, Italia, Portugal y España nos prueba que no es dándole cada vez más fuerza al mercado que se llega a una solución. No. Esa tarea les corresponde a los gobiernos, son ellos quienes deben imponerles reglas a los bancos y a las fuerzas financieras para limitar la sobreexplotación de las riquezas que detentan y la acumulación de beneficios inmensos mientras los Estados se endeudan. Debemos reconocer que los bancos se pusieron en contra de la democracia. Eso no es aceptable.
–Resulta chocante comprobar la indiferencia de la clase política ante la revuelta de los indignados. Los dirigentes de París, Londres, Estados Unidos, en suma, allí donde estalló este movimiento, hicieron caso omiso ante los reclamos de los indignados.
–Sí, es cierto. Por ahora se subestimó la fuerza de esta revuelta y de esta indignación. Los dirigentes se habrán dicho: esto ya lo vimos otras veces, en Mayo del ‘68, etc., etc. Creo que los gobiernos se equivocan. Pero el hecho de que los ciudadanos protesten por la forma en que están gobernados es algo muy nuevo y esa novedad no se detendrá. Predigo que los gobiernos se verán cada vez más presionados por las protestas contra la manera en que los Estados son gobernados. Los gobiernos se empeñan en mantener intacto el sistema. Sin embargo, el cuestionamiento colectivo del funcionamiento del sistema nunca fue tan fuerte como ahora. En Europa atravesamos por un momento muy denso de cuestionamiento, tal como ocurrió antes en América latina. Yo estoy muy orgulloso por la forma en que la Argentina supo superar la gravedad de la crisis. Ello prueba que es posible actuar y que los ciudadanos son capaces de cambiar el curso de las cosas.
–De alguna manera, usted encendió la llama de una suerte de revolución democrática. Sin embargo, no llama a una revolución. ¿Cuál es entonces el camino para romper el cerco en el que vivimos? ¿Cuál es la base del renacimiento de un mundo más justo?
–Debemos transmitirles dos cosas a las nuevas generaciones: la confianza en la posibilidad de mejorar las cosas. Las nuevas generaciones no deben desalentarse. En segundo lugar, debemos hacerles tomar conciencia de todo lo que se está haciendo actualmente y que va en el buen sentido. Pienso en Brasil, por ejemplo, donde hubo muchos progresos, pienso en la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, que también hizo que las cosas progresaran mucho, pienso también en todo lo que se realiza en el campo de la economía social y solidaria en tantos y tantos países. En todo esto hay nuevas perspectivas para encarar la educación, los problemas de la desigualdad, los problemas ligados al agua. Hay gente que trabaja mucho y no debemos subestimar sus esfuerzos, incluso si lo que se consigue es poco a causa de la presión del mundo financiero. Son etapas necesarias. Creo que, cada vez más, los ciudadanos y las ciudadanas del mundo están entendiendo que su papel puede ser más decisivo a la hora de hacerles entender a los gobiernos que son responsables de la vigencia de los grandes valores que esos mismos gobiernos están dejando de lado. Hay un riesgo implícito: que los gobiernos autoritarios traten de emplear la violencia para acallar las revueltas. Pero creo que eso ya no es más posible. La forma en que los tunecinos y los egipcios se sacaron de encima a sus gobiernos autoritarios muestra dos cosas: una, que es posible; dos, que con esos gobiernos no se progresa. El progreso sólo es posible si se profundiza la democracia. En los últimos veinte años América latina progresó muchísimo gracias a la profundización de la democracia. A escala mundial, pese a las cosas que se lograron, pese a los avances que se obtuvieron con la economía social y solidaria, todo esto es demasiado lento. La indignación se justifica en eso: los esfuerzos realizados son insuficientes, los gobiernos fueron débiles y hasta los partidos políticos de la izquierda sucumbieron ante la ideología neoliberal. Por eso debemos indignarnos. Si los medios de comunicación, si los ciudadanos y las organizaciones de defensa de los derechos humanos son lo suficientemente potentes como para ejercer una presión sobre los gobiernos las cosas pueden empezar a cambiar mañana.
–¿Se puede acaso cambiar el mundo sin revoluciones violentas?
–Si miramos hacia el pasado vemos que los caminos no violentos fueron más eficaces que los violentos. El espíritu revolucionario que animó el comienzo del siglo XX, la revolución soviética, por ejemplo, condujeron al fracaso. Hombres como el checo Vaclav Havel, Nelson Mandela o Mijail Gorbachov demostraron que, sin violencia, se pueden obtener modificaciones profundas. La revolución ciudadana a la que asistimos hoy puede servir a esa causa. Reconozco que el poder mata, pero ese mismo poder se va cuando la fuerza no violenta gana. Las revoluciones árabes nos demostraron la validez de esto: no fue la violencia la que hizo caer a los regímenes de Túnez y Egipto, no, para nada. Fue la determinación no violenta de la gente.
–¿En qué momento cree usted que el mundo se desvió de su ruta y perdió su base democrática?
–El momento más grave se sitúa en los atentados del 11 de septiembre de 2001. La caída de las torres de Manhattan desencadenó una reacción del presidente norteamericano Georges W. Bush extremadamente perjudicial: la guerra en Afganistán, por ejemplo, fue un episodio en el que se cometieron horrores espantosos. Las consecuencias para la economía mundial fueron igualmente muy duras. Se gastaron sumas considerables en armas y en la guerra en vez de ponerlas a la disposición del progreso económico y social.
–Usted señala con mucha profundidad uno de los problemas que permanecen abiertos como una herida en la conciencia del mundo: el conflicto israelí-palestino.
–Este conflicto dura desde hace sesenta años y todavía no se encontró la manera de reconciliar a estos dos pueblos. Cuando se va a Palestina uno sale traumatizado por la forma en que los israelíes maltratan a sus vecinos palestinos. Palestina tiene derecho a un Estado. Pero también hay que reconocer que, año tras año, vemos cómo aumenta el grupo de países que están en contra del gobierno israelí por su incapacidad de encontrar una solución. Eso lo pudimos constatar con la cantidad de países que apoyaron al presidente palestino Mahmud Abbas, cuando pidió ante las Naciones Unidas que Palestina sea reconocido como un Estado de pleno derecho en el seno de la ONU.
–Su libro, sus entrevistas, este mismo diálogo demuestran que, pese al desastre, usted no perdió la esperanza en la aventura humana.
–No, al contrario. Creo que ante las crisis gravísimas por la que se atraviesa, de pronto el ser humano se despierta. Eso ocurrió muchas veces a lo largo de los siglos y deseo que vuelva a ocurrir ahora.
–“Indignación” es hoy una palabra clave. Cuando usted escribió el libro, fue esa palabra la que lo guió.
–La palabra indignación surgió como una definición de lo que se puede esperar de la gente cuando abre los ojos y ve lo inaceptable. Se puede adormecer a un ser humano, pero no matarlo. En nosotros hay una capacidad de generosidad, de acción positiva y constructiva que puede despertarse cuando asistimos a la violación de los valores. La palabra “dignidad” figura dentro de la palabra “indignidad”. La dignidad humana se despierta cuando se la acorrala. El liberalismo trató de anestesiar esas dos capacidades humanas, la dignidad y la indignación, pero no lo consiguió.
Desde París
La revuelta no tiene edad ni condición. A sus afables, lúcidos y combativos 94 años Stéphane Hessel encarna un momento único de la historia política humana: haber logrado desencadenar un movimiento mundial de contestación democrática y ciudadana con un libro de escasas 32 páginas, Indígnense. El libro apareció en Francia en octubre de 2010 y en marzo de 2011 se convirtió en el zócalo del movimiento español de los indignados. El casi siglo de vida de Stéphane Hessel se conectó primero con la juventud española que ocupó la Puerta del Sol y luego con los demás protagonistas de la indignación que se volvió planetaria: París, Londres, Roma, México, Bruselas, Nueva York, Washington, Tel Aviv, Nueva Delhi, San Pablo. En cada rincón del mundo y bajo diferentes denominaciones, el mensaje de Hessel encontró un eco inimaginable.
Su libro, sin embargo, no contiene ningún alegato ideológico, menos aún algún llamado a la excitación revolucionaria. Indígnense es al mismo tiempo una invitación a tomar conciencia sobre la forma calamitosa en la que estamos gobernados, una restauración noble y humanista de los valores fundamentales de la democracia, un balde de agua fría sobre la adormecida conciencia de los europeos convertidos en consumidores obedientes y una dura defensa del papel del Estado como regulador. No debe existir en la historia editorial un libro tan corto con un alcance tan extenso.
Quien vea la movilización mundial de los indignados puede pensar que Hessel escribió una suerte de panfleto revolucionario, pero nada es más ajeno a esa idea. Indígnense y los indignados se inscriben en una corriente totalmente contraria a la que se desató en las revueltas de Mayo del ’68. Aquella generación estaba contra el Estado. Al revés, el libro de Hessel y sus adeptos reclaman el retorno del Estado, de su capacidad de regular. Nada refleja mejor ese objetivo que uno de los slogans más famosos que surgieron en la Puerta del Sol: “Nosotros no somos antisistema, el sistema es antinosotros”.
En su casa de París, Hessel habla con una convicción en la que la juventud y la energía explotan en cada frase. Hessel tiene una historia personal digna de una novela y es un hombre de dos siglos. Diplomático humanista, miembro de la Resistencia contra la ocupación nazi durante la Segunda Guerra Mundial, sobreviviente de varios campos de concentración, activo protagonista de la redacción de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, descendiente de la lucha contra esas dos grandes calamidades del siglo XX que fueron el fascismo y el comunismo soviético. El naciente siglo XXI hizo de él un influyente ensayista.
Cuando su libro salió en Francia, las lenguas afiladas del sistema liberal le cayeron con un aluvión de burlas: “el abuelito Hessel”, el “Papá Noel de las buenas conciencias”, decían en radio y televisión las marionetas para descalificarlo. Muchos intelectuales franceses dijeron que esa obra era un catálogo de banalidades, criticaron su aparente simplismo, su chatura filosófica, lo acusaron de idiota y de antisemita. Hasta el primer ministro francés, François Fillon, descalificó la obra diciendo que “la indignación en sí no es un modo de pensamiento”. Pero el libro siguió otro camino. Más de dos millones de ejemplares vendidos en Francia, medio millón en España, traducciones en decenas de países y difusión masiva en Internet.
El ultraliberalismo predador, la corrupción, la impunidad, la servidumbre de la clase política al sistema financiero, la anexión de la política por la tecnocracia financiera, las industrias que destruyen el planeta, la ocupación israelí de Palestina, en suma, los grandes devastadores del planeta y de las sociedades humanas encontraron en las palabras de Hessel un enemigo inesperado, un argumentario de enunciados básicos, profundamente humanista y de una eficacia inmediata. Sin otra armadura que un pasado político de socialdemócrata reformista y un libro de 32 páginas, Hessel les opuso al pensamiento liberal consumista y al consenso uno de los antídotos que más teme, es decir, la acción.
No se trata de una obra de reflexión política o filosófica sino de una radiografía de la desarticulación de los Estados, de un llamado a la acción para que el Estado y la democracia vuelvan a ser lo que fueron. El libro de Hessel se articula en torno de la acción, que es precisamente a lo que conduce la indignación: respuesta y acción contra una situación, contra el otro. Lo que Hessel califica como mon petit livre es una obra curiosa: no hay nada novedoso en ella, pero todo lo que dice es una suerte de síntesis de lo que la mayor parte del planeta piensa y siente cada mañana cuando se levanta: exasperación e indignación.
–Usted ha sido de alguna manera el hombre del año. Su libro tuvo un éxito mundial y terminó convirtiéndose en el foco del movimiento planetario de los indignados. Hubo, de hecho, dos revoluciones casi simultáneas en el mundo, una en los países árabes y la que usted desencadenó a escala planetaria.
–Nunca preví que el libro tuviera un éxito semejante. Al escribirlo, había pensado en mis compatriotas para decirles que la manera en la que están gobernados plantea interrogantes y que era preciso indignarse ante los problemas mal solucionados. Pero no esperaba que el libro se viera propulsado en más de cuarenta países en los cuatro puntos cardinales. Pero yo no me atribuyo ninguna responsabilidad en el movimiento mundial de los indignados. Fue una coincidencia que mi libro haya aparecido en el mismo momento en que la indignación se expandía por el mundo. Yo sólo llamé a la gente a reflexionar sobre lo que les parece inaceptable. Creo que la circulación tan amplia del libro se debe al hecho de que vivimos un momento muy particular de la historia de nuestras sociedades y, en particular, de esta sociedad global en la que estamos inmersos desde hace diez años. Hoy vivimos en sociedades interdependientes, interconectadas. Esto cambia la perspectiva. Los problemas a los que estamos confrontados son mundiales.
–Las reacciones que desencadenó su libro prueban que existe siempre una pureza moral intacta en la humanidad.
–Lo que permanece intacto son los valores de la democracia. Después de la Segunda Guerra Mundial resolvimos problemas fundamentales de los valores humanos. Ya sabemos cuáles son esos valores fundamentales que debemos tratar de preservar. Pero cuando esto deja de tener vigencia, cuando hay rupturas en la forma de resolver los problemas, como ocurrió luego de los atentados del 11 de septiembre, de la guerra en Afganistán y en Irak, y la crisis económica y financiera de los últimos cuatro años, tomamos conciencia de que las cosas no pueden continuar así. Debemos indignarnos y comprometernos para que la sociedad mundial adopte un nuevo curso.
–¿Quién es responsable de todo este desastre? ¿El liberalismo ultrajante, la tecnocracia, la ceguera de las elites?
–Los gobiernos, en particular los gobiernos democráticos, sufren una presión por parte de las fuerzas del mercado a la cual no supieron resistir. Esas fuerzas económicas y financieras son muy egoístas, sólo buscan el beneficio en todas las formas posibles sin tener en cuenta el impacto que esa búsqueda desenfrenada del provecho tiene en las sociedades. No les importa ni la deuda de los gobiernos, ni las ganancias escuetas de la gente. Yo le atribuyo la responsabilidad de todo esto a las fuerzas financieras. Su egoísmo y su especulación exacerbada son también responsables del deterioro de nuestro planeta. Las fuerzas que están detrás del petróleo, las fuerzas de las energías no renovables nos conducen hacia una dirección muy peligrosa. El socialismo democrático tuvo su momento de gloria después de la Segunda Guerra Mundial. Durante muchos años tuvimos lo que se llama Estados de providencia. Esto derivó en una buena fórmula para regular las relaciones entre los ciudadanos y el Estado. Pero luego nos apartamos de ese camino bajo la influencia de la ideología neoliberal. Milton Friedman y la Escuela de Chicago dijeron: “déjenle las manos libres a la economía, no dejen que el Estado intervenga”. Fue un camino equivocado y hoy nos damos cuenta de que nos encerramos en un camino sin salida. Lo que ocurrió en Grecia, Italia, Portugal y España nos prueba que no es dándole cada vez más fuerza al mercado que se llega a una solución. No. Esa tarea les corresponde a los gobiernos, son ellos quienes deben imponerles reglas a los bancos y a las fuerzas financieras para limitar la sobreexplotación de las riquezas que detentan y la acumulación de beneficios inmensos mientras los Estados se endeudan. Debemos reconocer que los bancos se pusieron en contra de la democracia. Eso no es aceptable.
–Resulta chocante comprobar la indiferencia de la clase política ante la revuelta de los indignados. Los dirigentes de París, Londres, Estados Unidos, en suma, allí donde estalló este movimiento, hicieron caso omiso ante los reclamos de los indignados.
–Sí, es cierto. Por ahora se subestimó la fuerza de esta revuelta y de esta indignación. Los dirigentes se habrán dicho: esto ya lo vimos otras veces, en Mayo del ‘68, etc., etc. Creo que los gobiernos se equivocan. Pero el hecho de que los ciudadanos protesten por la forma en que están gobernados es algo muy nuevo y esa novedad no se detendrá. Predigo que los gobiernos se verán cada vez más presionados por las protestas contra la manera en que los Estados son gobernados. Los gobiernos se empeñan en mantener intacto el sistema. Sin embargo, el cuestionamiento colectivo del funcionamiento del sistema nunca fue tan fuerte como ahora. En Europa atravesamos por un momento muy denso de cuestionamiento, tal como ocurrió antes en América latina. Yo estoy muy orgulloso por la forma en que la Argentina supo superar la gravedad de la crisis. Ello prueba que es posible actuar y que los ciudadanos son capaces de cambiar el curso de las cosas.
–De alguna manera, usted encendió la llama de una suerte de revolución democrática. Sin embargo, no llama a una revolución. ¿Cuál es entonces el camino para romper el cerco en el que vivimos? ¿Cuál es la base del renacimiento de un mundo más justo?
–Debemos transmitirles dos cosas a las nuevas generaciones: la confianza en la posibilidad de mejorar las cosas. Las nuevas generaciones no deben desalentarse. En segundo lugar, debemos hacerles tomar conciencia de todo lo que se está haciendo actualmente y que va en el buen sentido. Pienso en Brasil, por ejemplo, donde hubo muchos progresos, pienso en la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, que también hizo que las cosas progresaran mucho, pienso también en todo lo que se realiza en el campo de la economía social y solidaria en tantos y tantos países. En todo esto hay nuevas perspectivas para encarar la educación, los problemas de la desigualdad, los problemas ligados al agua. Hay gente que trabaja mucho y no debemos subestimar sus esfuerzos, incluso si lo que se consigue es poco a causa de la presión del mundo financiero. Son etapas necesarias. Creo que, cada vez más, los ciudadanos y las ciudadanas del mundo están entendiendo que su papel puede ser más decisivo a la hora de hacerles entender a los gobiernos que son responsables de la vigencia de los grandes valores que esos mismos gobiernos están dejando de lado. Hay un riesgo implícito: que los gobiernos autoritarios traten de emplear la violencia para acallar las revueltas. Pero creo que eso ya no es más posible. La forma en que los tunecinos y los egipcios se sacaron de encima a sus gobiernos autoritarios muestra dos cosas: una, que es posible; dos, que con esos gobiernos no se progresa. El progreso sólo es posible si se profundiza la democracia. En los últimos veinte años América latina progresó muchísimo gracias a la profundización de la democracia. A escala mundial, pese a las cosas que se lograron, pese a los avances que se obtuvieron con la economía social y solidaria, todo esto es demasiado lento. La indignación se justifica en eso: los esfuerzos realizados son insuficientes, los gobiernos fueron débiles y hasta los partidos políticos de la izquierda sucumbieron ante la ideología neoliberal. Por eso debemos indignarnos. Si los medios de comunicación, si los ciudadanos y las organizaciones de defensa de los derechos humanos son lo suficientemente potentes como para ejercer una presión sobre los gobiernos las cosas pueden empezar a cambiar mañana.
–¿Se puede acaso cambiar el mundo sin revoluciones violentas?
–Si miramos hacia el pasado vemos que los caminos no violentos fueron más eficaces que los violentos. El espíritu revolucionario que animó el comienzo del siglo XX, la revolución soviética, por ejemplo, condujeron al fracaso. Hombres como el checo Vaclav Havel, Nelson Mandela o Mijail Gorbachov demostraron que, sin violencia, se pueden obtener modificaciones profundas. La revolución ciudadana a la que asistimos hoy puede servir a esa causa. Reconozco que el poder mata, pero ese mismo poder se va cuando la fuerza no violenta gana. Las revoluciones árabes nos demostraron la validez de esto: no fue la violencia la que hizo caer a los regímenes de Túnez y Egipto, no, para nada. Fue la determinación no violenta de la gente.
–¿En qué momento cree usted que el mundo se desvió de su ruta y perdió su base democrática?
–El momento más grave se sitúa en los atentados del 11 de septiembre de 2001. La caída de las torres de Manhattan desencadenó una reacción del presidente norteamericano Georges W. Bush extremadamente perjudicial: la guerra en Afganistán, por ejemplo, fue un episodio en el que se cometieron horrores espantosos. Las consecuencias para la economía mundial fueron igualmente muy duras. Se gastaron sumas considerables en armas y en la guerra en vez de ponerlas a la disposición del progreso económico y social.
–Usted señala con mucha profundidad uno de los problemas que permanecen abiertos como una herida en la conciencia del mundo: el conflicto israelí-palestino.
–Este conflicto dura desde hace sesenta años y todavía no se encontró la manera de reconciliar a estos dos pueblos. Cuando se va a Palestina uno sale traumatizado por la forma en que los israelíes maltratan a sus vecinos palestinos. Palestina tiene derecho a un Estado. Pero también hay que reconocer que, año tras año, vemos cómo aumenta el grupo de países que están en contra del gobierno israelí por su incapacidad de encontrar una solución. Eso lo pudimos constatar con la cantidad de países que apoyaron al presidente palestino Mahmud Abbas, cuando pidió ante las Naciones Unidas que Palestina sea reconocido como un Estado de pleno derecho en el seno de la ONU.
–Su libro, sus entrevistas, este mismo diálogo demuestran que, pese al desastre, usted no perdió la esperanza en la aventura humana.
–No, al contrario. Creo que ante las crisis gravísimas por la que se atraviesa, de pronto el ser humano se despierta. Eso ocurrió muchas veces a lo largo de los siglos y deseo que vuelva a ocurrir ahora.
–“Indignación” es hoy una palabra clave. Cuando usted escribió el libro, fue esa palabra la que lo guió.
–La palabra indignación surgió como una definición de lo que se puede esperar de la gente cuando abre los ojos y ve lo inaceptable. Se puede adormecer a un ser humano, pero no matarlo. En nosotros hay una capacidad de generosidad, de acción positiva y constructiva que puede despertarse cuando asistimos a la violación de los valores. La palabra “dignidad” figura dentro de la palabra “indignidad”. La dignidad humana se despierta cuando se la acorrala. El liberalismo trató de anestesiar esas dos capacidades humanas, la dignidad y la indignación, pero no lo consiguió.
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