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Más de cien días después de las elecciones federales, Alemania continúa sin formar nuevo gobierno. Este domingo comenzó el segundo capítulo de esta historia. Análisis del consultor en comunicación Franco Delle Donne para France 24.
Los protagonistas son los dos partidos mayoritarios, CDU/CSU (conservadores) y SPD (socialdemócratas), que intentarán lograr un acuerdo para reeditar la gran coalición.
Según sus voceros, Alemania tendrá un nuevo ejecutivo hacia fines de marzo o abril. No obstante, las dificultades que deberan sortear para lograr el consenso son grandes, tal vez incluso más que las de la fallida negociación para el tripartito entre conservadores, liberales y verdes.
¿Cuáles son los puntos más problemáticos? ¿Qué factores externos inciden? ¿Y cuáles son los escenarios posibles?
Las trabas para formar Gobierno en Alemania: Refugiados y reforma del sistema de salud
Desde el verano de 2015 pareciera que el único tema políticamente relevante en Alemania es el de los refugiados. Fue protagonista durante la campaña de 2017, fue clave en el fracaso de las negociaciones para una coalición "Jamaika" y ahora parece ser uno de los dos puntos críticos para la construcción de un consenso entre los conservadores de Angela Merkel (CDU) y los socialdemócratas de Martin Schulz (SPD).
Por un lado, se observan posturas opuestas sobre la posibilidad de que los refugiados con derecho a asilo puedan traer a su familia. Los conservadores, reacios a esta medida, sostienen que esta medida aumentaría de forma descontrolada el número de refugiados y con ello se dispararía el gasto.
Mientras que los socialdemócratas creen que este no sólo es una decisión de caracter humanitario sino que argumentan la importancia de reunir a las familias a fin de facilitar la integración de los refugiados. Sin embargo, el núcleo real del problema es de orden simbólico.
En efecto, lo que se está discutiendo aquí es la posición ideológica de cada uno de los partidos y con ello un intento por reorientar el discurso político de cada uno de ellos. Pareciera que tanto SPD como CDU están interesados en profundizar sus perfiles, de izquierda y derecha respectivamente, a modo de mensaje un electorado que los castigó fuertemente en septiembre pasado.
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Por otro lado, el partido socialdemócrata ha sumado la posibilidad de una reforma del sistema de salud a su lista de prioridades. Aquí el problema de los conservadores reside en el aumento que deberán pagar los que más ganan. Según ellos esto equivale a una mayor carga fiscal para algunos sectores, algo que para la fuerza política de Merkel es muy difícil de aceptar.
Lo cierto que es ambos partidos están bajo una fuerte presión ya que tanto desde dentro del país como desde fuera se espera una resolución rápida y eficiente que permita abandonar este prolongado stand-by.
La Unión Europea como punto de consenso
Europa puede ser la base del consenso para formar una nueva gran coalición. Para los socialdemócratas, liderados por quien ha sido presidente del Parlamento Europeo Martin Schulz, la política europea ocupa un lugar preponderante. Las coincidencias del SPD con las ideas de reforma de la Unión del jefe del ejecutivo francés Emmanuel Macron son prácticamente absolutas.
El hecho de que la falta de un nuevo gobierno en el país germano genere un atraso en la toma de decisiones agrega otro argumento a favor de una nueva gran coalición. Merkel por su parte también cree que la idea de Macron es el camino correcto y dentro de su propio partido defiende esta postura frente a sectores más conservadores que temen, por ejemplo, una socialización de la deuda de los países de la Unión.
Escenarios: Groko si, groko no
El posible acuerdo entre socialdemócratas y conservadores no necesariamente se traduce en la firma del tratado de coalición. Previo a ello, el SPD llevará a cabo un referendum entre sus más de 400.000 afiliados que aprobará o no el resultado de las negociaciones.
Así es cómo el partido socialdemócrata intentará legitimar su decisión de volver a aliarse a Merkel, algo de lo que no se ha beneficiado en absoluto. En efecto, las encuestas de intención de voto ubican al SPD alrededor del 20%, es decir, sus peores números históricos.
En este sentido, una nueva gran coalición podría impactar negativamente, una vez más, en el partido de Martin Schulz y con ello empujarlo a convertirse en un partido minoritario. Algo que ya ha dejado de ser impensable si observamos la situación de otras fuerzas socialdemócratas en Europa.
Sin embargo, no sólo el SPD puede sufrir en este escenario. La CDU ha visto cómo la estrategia de Merkel de crecimiento hacia el centro del espectro político se ha convertido en un boomerang a partir de la aparición de los ultraderechistas de AfD.
El voto conservador ha encontrado una opción electoral que le permite castigar al partido de Merkel y el impacto ha demostrado ser importante: Derrota en Sachsen, caída de 10 puntos en Bayern, trasvase de un millón de votos hacia AfD en todo el país.
La gran coalición sería en este sentido una chance para los ultraderechistas de reinstalar su frame favorito para captar votantes conservadores decepcionados: la socialdemocratización de la CDU. Está claro de todas formas que el peor escenario para ambos sería que fracasen las negociaciones.
En ese caso, tanto Merkel como Schulz cargarían con el costo político de dejar a Alemania sin gobierno, el caso de la canciller por segunda vez, y con ello profundizarían aún más crisis de ambos. No hay que olvidar que en las últimas elecciones recibieron un fuerte castigo al perder más de trece puntos porcentuales entre ambos.
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Las alternativas en este punto se reducirían a dos: gobierno en minoría o nuevas elecciones. La primera es para Merkel una opción indeseada, ya que debería construir consensos temporales constantemente y con ello erosionaría el frame de la estabilidad, un verdadero mantra conservador.
Para el resto de los partidos tampoco sería fácil esta situación. El hecho de que en Alemania no haya experiencia con gobiernos en minoría también genera una suerte de desconfianza en los actores políticos que no tienen interés en arriesgar nada.
Un llamado a nuevas elecciones significaría repetir un proceso que arrojará un resultado muy similar al de septiembre pasado y por consiguiente con una relación de fuerzas idéntica, con los mismos problemas sobre la mesa de negociación y con la misma presión de parte de la sociedad y de los actores internacionales.