Los desafíos para el Gobierno en 2020:


Más de la mitad de la población cree que las cosas van a mejorar


Se impone la necesidad de recuperar el consumo y afrontar las presiones por la deuda. Se percibe un crecimiento de la imagen del Presidente y una mejora en las expectativas sociales.

Se necesita normalizar el consumo, totalmente deteriorado; pedirle a una parte de la sociedad que espere y, al mismo tiempo, atender a la presión de una complicada deuda externa. En estos conceptos se centra el diagnóstico,, aunque la mayoría parece opinar que el gobierno de Alberto Fernández tiene márgenes de aceptación como para encarar semejante combinación de dificultades. Podríamos agregar otros elementos como determinantes: la relación entre el presidente y la vicepresidenta; las complicaciones internacionales y los obstáculos para que la economía crezca a tasas importantes viniendo de una caída tremenda producto de la administración Cambiemos. No se percibe optimismo desmedido sino más bien cautela, aunque los números iniciales exhiben un crecimiento de la imagen del presidente y, sobre todo, un aumento en las expectativas: más de la mitad de la población afirma que las cosas van a mejorar. Es un cambio total frente al 60 por ciento que, en los meses finales del gobierno de Mauricio Macri, decía que las cosas iban a empeorar.


Desafíos

Se presenta difícil, en primer lugar, como es obvio, por la situación de la deuda expresada en un cronograma de pagos muy exigente. Se viene una negociación con resultado incierto. Por esa razón, el Gobierno lanzó un mensaje a los acreedores: no habrá populismo económico, o sea no habrá desequilibrios macroeconómicos. Eso plantea que hay que administrar las expectativas creadas, lo que requiere consenso y liderazgo. Por ahora se está logrando.

El crecimiento será módico, los niveles de pobreza disminuirán, aunque no mucho, la indigencia tendrá una notable baja. Se viene un año de recomposición del nivel de consumo de los segmentos ubicados en el 50 por ciento más pobre de la pirámide social, tanto por el aumento en las jubilaciones más bajas como por la reducción en tarifas, medicamentos gratuitos y acceso a otros consumos.



Narrativa


El actual contexto económico y las dificultades que presenta la deuda interna y la externa obligan a la actual gestión a centrarse en el próximo año en corregir y reencauzar la economía. El propio presidente lo señaló: priorizar los sectores postergados y luego sí comenzar el crecimiento. Y ese cuadro de dificultades pone en primer plano otra de las cuestiones centrales: lograr acuerdos y compromisos entre los distintos sectores y también las distintas fuerzas sociales. Los números le dan bien a Alberto: su imagen creció en estas primeras semanas y hoy ya supera el 60 por ciento de aprobación. Es una muy buena plataforma para enfrentar las dificultades.
Habla de normalizar y de la construcción de "un nuevo Nosotros", que significa un nuevo acuerdo social. La prioridad es la normalización de las principales variables socioeconómicas, recuperación del poder adquisitivo, baja de la inflación, negociación de la deuda y todas las variables económicas y sociales que se deterioraron gravemente en los últimos años. Sin embargo, mientras el Gobierno atiende lo urgente, se debe trabajar en la construcción de un nuevo Nosotros (inevitablemente heterogéneo), solidario y responsable, que no emigre al (re)construirse la estabilidad social. Incluir un aprendizaje social. O sea hay que lograr un acuerdo en el que la menor cantidad de ciudadanos saque los pies del plato.




Se requiere de una cierta paciencia por parte de sectores de la sociedad, cuyo comportamiento hay que analizar en el día a día. Alberto Fernández ha instalado el concepto de solidaridad y focalizado las políticas anticíclicas en los sectores más vulnerables: quienes cobran la AUH, los jubilados que cobran la mínima, etc. Esa priorización, en cierta manera, implica que se les pide a los otros sectores de la sociedad que acompañen el rumbo y sean pacientes. Mucho se ha dicho últimamente sobre que Alberto Fernández tiene que ser primero Duhalde para ser luego Kirchner, haciendo un paralelismo con la salida de la crisis económica de 2001.
Espaldas

El Gobierno tiene crédito y tiene capacidad política para hacer elástico ese respaldo. De todos modos, el 2020 será un año muy difícil, con la renegociación de la deuda por delante y con el enorme desafío de poner en marcha la economía. Un problema añadido son las propias expectativas que el Gobierno ha generado y que parecen estar por arriba de las posibilidades.

Las expectativas durante el macrismo terminaron siendo catastróficas. Todos los diagnósticos de la opinión pública eran lapidarios: que las cosas empeorarían, que se venía más desempleo, más inflación, más caída de la economía. Hay un giro total en las expectativas Ahora más del 50 por ciento dice que las cosas van a mejorar.
Interna

Más allá de las dificultades creadas por la brutal caída de la economía en la administración macrista y las complicaciones de la negociación de la deuda --también obra de Cambiemos-- hay otro desafío planteado en la situación actual: la solidez interna del Frente de Todos.

El liderazgo que el Gobierno necesita no está claramente resuelto entre Alberto y Cristina. Por cierto, los que defienden al oficialismo sostienen que ellos están coordinando sus acciones, pero los opositores creen que es una apariencia que encubre un conflicto de difícil resolución. Es una cuestión abierta. Hasta ahora se vio un funcionamiento armónico. La Ley de Emergencia Económica, el primer gran triunfo del Gobierno, es un éxito compartido entre Alberto Fernández, Sergio Massa y Máximo Kirchner. Pero hay que ver cómo evoluciona. Es clave.
Los temas no económicos

La batalla fundamental del Gobierno está en el terreno económico. Sin embargo, hay otros temas que pueden tener peso en la agenda de este año:
La corrupción, o mejor dicho la transparencia en el gobierno.
La gestión en materia de inseguridad y narcotráfico, una carta que se suele poner sobre la mesa para golpear a los gobiernos progresistas.
La cuestión internacional, con el conflicto Estados Unidos--China como gran transfondo. Pero, además, hay aristas complejas respecto de Brasil, Venezuela, Bolivia y las secuelas del caso AMIA, nacionales e internacionales.
Los aspectos institucionales, empezando por la Justicia, pero también la relación con los distintos actores sociales.
La gestión en educación y salud. Una crisis en cualquiera de los dos sectores, los pone sobre el tapete de inmediato.
Y tal vez el tema más importante: la ley del aborto. Ya está planteada por el Presidente y estará en el centro de la escena en los próximos tiempos.