A más pobreza, más obesidad

Entre los sectores carenciados, el sobrepeso a menudo encubre la desnutrición


La coexistencia de obesidad y desnutrición es un fenómeno que crece en las clases más desfavorecidas de América latina, afirmó el doctor Manuel Peña, representante de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) en Kingston, Jamaica, y coeditor del libro "La obesidad en la pobreza. Un nuevo reto para la salud pública".

Un estudio realizado en el sur de Brasil confirma las palabras de Peña: mientras que el porcentaje de obesidad de las mujeres de mayores ingresos ha caído del 13,2 al 8,2% entre 1989 y 1997, entre las mujeres de menores recursos se ha incrementado del 11,6 al 15% durante este período.

Según la llamada Acta de Río de Janeiro , "la obesidad es una enfermedad crónica con característica de pandemia y su alto costo disminuye las expectativas y calidad de vida, afectando particularmente los sectores de menores ingresos en toda América latina".


Una dieta equivocada

De paso por Buenos Aires, con motivo de las Primeras Jornadas Argentino-Brasileñas en Trastornos Alimentarios y Obesidad, el doctor Peña explicó a La Nación las causas de este fenómeno en el que confluyen dos aparentes opuestos:obesidad y desnutrición.

"En los últimos veinte años se ha producido un cambio en los patrones alimentarios y de actividad física que ha dado como resultado el incremento de las enfermedades crónicas no transmisibles asociadas a inadecuados estilos de vida -explica el especialista-. Hipertensión, diabetes tipo II, infarto de miocardio y accidentes cerebrovasculares; para todas estas afecciones la obesidad es el principal factor de riesgo".

Y son las personas de menores recursos las más perjudicadas. "La gente pobre se ve afectada porque se alimenta principalmente de comidas ricas en calorías pero sin nutrientes. Es en ellos entre quienes es más manifiesta la disminución del consumo de productos naturales (como los vegetales, las frutas y los cereales), alimentos a los que no tienen acceso debido a su alto costo".


Como contrapartida, las últimas décadas del siglo XX han sido testigo del aumento de la oferta de productos alimenticios industriales hipergrasos, aumento que se traduce en un mayor consumo de grasa. "Tenemos un problema de accesibilidad cada vez mayor a los alimentos hipergrasos", afirma el especialista uruguayo Pedro Kaufmann. En Uruguay, las grasa representan el 33% de la ingesta calórica, cuando no debería superar el 30 por ciento.

"Como estos alimentos -entre los que se destaca la llamada comida chatarra- suelen ser los más baratos, son los que están más al alcance de los más pobres", completa el doctor Peña.

Estilos de vida

Pero la obesidad no es sólo una cuestión de mala alimentación: ciertos estilos de vida que conspiran contra el movimiento y el gasto energético también hacen lo suyo.

"En las sociedades desarrolladas, las personas más pobres tienden a ser más obesas que la gente de más alto nivel socioeconómico, en parte porque estos últimos suelen tener más tiempo y un mejor acceso a la actividad física -afirma Peña-. Y no es tan sólo un problema de educación, es un problema de falta de acceso a la actividad física. Los niños, por ejemplo, ya no juegan al fútbol en la calle porque viven en zonas cada vez más violentas e inseguras.

"Cuando uno habla de obesidad, se dice que hay que comer menos y hacer más actividad física; es fácil decirlo, pero en la práctica no sólo depende de la voluntad de las personas, sino de su posibilidad de acceso a una dieta y un plan de ejercicios adecuados", agrega Peña.
Peso programado

Muchas veces, la obesidad no sólo responde a una realidad -descripta en términos de una alimentación hipergrasa y a un estilo de vida sedentario- que le toca vivir a las personas de menores recursos. La obesidad puede haber sido programada mucho antes de que estos individuos sean conscientes de ello, incluso desde antes de nacer.

"Cuando un bebe es gestado por una madre desnutrida, o cuando durante los primeros meses de vida recibe una alimentación deficiente, se convierte en un candidato a la obesidad -afirma el doctor Kaufmann-. Estas formas de desnutrición gestacional e infantil generan en el organismo una serie de mecanismos de aprovechamiento de los alimentos que favorecen la obesidad."

Estas formas de desnutrición que abonan el terreno para la obesidad se verifican, por un lado, en el nacimiento con bajo peso de bebes que han padecido desnutrición intrauterina, y, por otro, en la introducción de alimentos de bajo contenido nutricional en la dieta del lactante, explica el doctor Aldo Cúneo, presidente de la Sociedad Argentina de Obesidad y Trastornos Alimentarios.
Ricos y pobres

La obesidad no afecta de igual modo a las personas de alto nivel socioeconómico que a las más desfavorecidas. Como escribe Peña en el libro citado, "las características de la obesidad son diferentes entre los individuos más pobres y más ricos de un mismo país".

A través de sus páginas, el autor delinea algunas de las diferencias que adopta la obesidad según el sector social donde ocurre:

- Mientras que en los obesos ricos se suele dar la conjunción sobrealimentación-sobrenutrición, los obesos pobres se caracterizan por la dupla sobrealimentación-desnutrición.

- Los alimentos que ingieren los de mayor nivel socioeconómico suelen tener una alta densidad de energía y de nutrientes, los que integran la dieta de los de menor nivel socioeconómico son de alta densidad de energía pero de baja densidad de nutrientes.

- Los primeros no suelen referir serias deficiencias nutricionales; los segundos suelen presentar asociación obesidad-anemia u obesidad-osteoporosis (pérdida de densidad ósea).

- Por último, mientras que el obeso rico tiene asegurado el acceso a servicios de salud de alta calidad, el obeso pobre tiene limitado acceso a servicios de salud.


Seis de cada diez argentinos tienen exceso de peso y crece la oferta de drogas antiobesidad


Seis de cada diez argentinos tiene exceso de peso. La prevalencia de la obesidad aumentó el 74% en los últimos 13 años (pasó del 14,6% en 2005 al 25,4% en 2018), según la Secretaría de Salud de la Nación. La obesidad tiene graves consecuencias para la salud: aumenta el riesgo de tener más de 200 enfermedades, como diabetes tipo 2, hipertensión arterial, males cardiovasculares e incluso algunos tipos de cáncer.

De la mano de esta creciente epidemia de obesidad también aumenta la oferta de tratamientos farmacológicos para adelgazar. Pero lejos de ser “una solución mágica” contra el sobrepeso, en realidad no son más que una ayuda química –no exenta de efectos adversos como todo medicamento– para hacer los cambios de estilo de vida necesarios para bajar de peso y mejorar la salud. Esto es, no funcionan sin dieta ni ejercicio.

Tras 20 años sin novedades en el mercado –después de que se retiraran el rimonabant y la sibutramina tras demostrarse que sus riesgos eran superiores al beneficio– la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (Anmat) aprobó en el último año dos medicamentos antiobesidad y hay otros seis en agenda.

En septiembre de 2018 dio luz verde a la Liraglutina inyectable, un análogo del GLP-1, una hormona que el organismo libera después de comer. Y esta semana se presentó un comprimido que combina dos moléculas: Naltrexona y Bupropion.

“Es una combinación de dos medicamentos que ya existían. El Bupropion es un antidepresivo, pero se vio como efecto secundario el adelgazamiento y la Naltrexona se venía usando porque interviene en los circuitos de recompensa del cerebro. Cuando se juntan dos medicamentos para una enfermedad, se ha visto que se puede dar menos dosis y el efecto se multiplica. Esta es la ventaja de este medicamento”, sostuvo el médico nutricionista Alberto Cormillot durante la presentación del nuevo fármaco.Patologías asociadas con la obesidad.

“Actúa generando saciedad pero específicamente en esta dificultad de parar, de detener la ingesta en momentos especiales del día”, explicó la nutricionista Mónica Katz, presidenta de la Sociedad Argentina de Nutrición, quien también participó del lanzamiento. Según el laboratorio Raffo, productor del medicamento, los estudios que se realizaron con pacientes en Estados Unidos “demostraron que aquellos que se trataron con la combinación de Naltrexona - Bupropion durante un año perdieron entre dos y cuatro veces más peso que haciendo solo dieta y ejercicio”.

El medicamento está contraindicado para embarazadas, menores de 18 años, pacientes con hipertensión no controlada, epilepsia y trastornos alimentarios. Sin embargo, el punto más controvertido son sus efectos adversos que van desde los más comunes, como náuseas y vómitos hasta los más graves y menos recurrentes, como convulsiones, aumento de la presión arterial y daño hepático. Como todos los antidepresivos, el Bupropion contiene en su prospecto una advertencia sobre el riesgo de suicidio.

Viene en dos presentaciones: un envase de 60 comprimidos que cuesta $ 3.500 y otro envase de 120 comprimidos que cuesta $ 6.500

Para los especialistas, el medicamento tiene un buen perfil de seguridad. “Tiene cuatro años de uso en EE.UU., lo cual es un antecedente que lo recomienda como un medicamento seguro. Como los psicofármacos, se comienza con la dosis mínima para que no tenga efectos secundarios y para que el paciente les pierda el temor a los efectos secundarios”, indicó Cormillot. La droga se vende con receta archivada. Viene en dos presentaciones: un envase de 60 comprimidos que cuesta $ 3.500 y otro envase de 120 comprimidos que cuesta $ 6.500 y se está trabajando para lograr cobertura de obras sociales y prepagas.

Para Katz, este fármaco y los que se vengan en el futuro no solucionan la epidemia de obesidad pero van a ser una estrategia para que los pacientes adhieran a los cambios en el estilo de vida y los continúen. “Hay un enorme grupo de gente que no pueda sostener una alimentación saludable. Hasta ahora no teníamos qué ofrecerles. Pero esto no quita que los gobiernos no tengan que rediseñar los entornos, no tengan que ayudar a los ciudadanos a tomar mejores decisiones y a reformular los mercados de alimento, para que la opción más saludable sea la fruta más a mano”. Sobrepeso y obesidad en Argentina.

“El problema no se soluciona con un fármaco”

Para Marcelo Rubinstein, investigador del Conicet que estudia los mecanismos de hambre y saciedad, el problema de la obesidad en Argentina no se soluciona con un fármaco. “En principio la Naltrexona es un bloqueante de los receptores opiodes, que son sustancias que producimos naturalmente en el cerebro y que son fundamentales para el funcionamiento de nuestro cerebro. El Bupropion es un inhibidor de la recaptación de neurotransmisores diversos como la dopamina y la noradrenalina. Lo que se busca con la combinación es mejorar el estado de ánimo de la persona. Una persona más alegre, menos angustiada, tiende a automedicarse menos con el alimento, ya que mucha gente come de más por los fenómenos de ansiedad”, explicó.

“Pero el efecto que se puede lograr es muy mínimo, va a ocurrir en muy pocas personas y no va atacar el verdadero problema. La obesidad no se soluciona de esta manera”, opinó. “En la Argentina la obesidad es el problema epidemiológico número uno. Hay cosas muy simples para hacer para provocar un cambio epidemiológico”.

El Gobierno lanzó este año el Plan Nacional de Alimentación Saludable en la Infancia y la Adolescencia, para prevenir el sobrepeso y la obesidad. Sin embargo, no ha podido avanzar en la regulación de publicidades infantiles de alimentos ultraprocesados, ni en el etiquetado frontal de alimentos o la suba de impuestos a las bebidas azucaradas, intervenciones que han demostrado éxito en reducir la epidemia de obesidad.






El 41% de los chicos y adolescentes en el país tiene exceso de peso

En los adultos el sobrepeso y la obesidad afectan al 68%, según los resultados de la Segunda Encuesta de Nutrición y Salud 2019.



El sobrepeso y la obesidad constituyen el principal problema de malnutrición en la Argentina y afectan a cuatro de cada diez niños, niñas y adolescentes y a casi siete de cada diez adultos, según la Segunda Encuesta de Nutrición y Salud que realizó este año la Secretaría de Gobierno de Salud de la Nación.


El relevamiento abarcó a 22 mil personas de todo el país, de diferentes edades. Se realizaron entrevistas, mediciones antropométricas y bioquímicas. En los niños de 0 a 5 años, utilizando la nueva metodología de la OMS, el exceso de peso alcanzó el 13,6%, una cifra elevada si se tiene en cuenta que el exceso de peso esperado para esta edad es de 2,3%.


En tanto, la proporción de baja talla fue de 7,9%: 1,7% de bajo peso y 1,6% de emaciación (peso inferior al que corresponde a la estatura). En los chicos y adolescentes de entre 5 y 17 años el sobrepeso y obesidad fue del 41,1%, en una proporción de 20,7% y 20,4%, respectivamente. Además, en este grupo etario la encuesta reveló un 1,4% de delgadez y 3,7% de baja talla. “Hoy el principal problema es la malnutrición. Particularmente en los chicos se focaliza en el sobrepeso y la obesidad. No es la desnutrición clásica o delgadez.


Eso no cambio con respecto a la primera Encuesta de Nutrición de 2005. En quince años se mantuvo la desnutrición clásica en el 1,7%. Lo que dio un salto brutal es el sobrepeso y la obesidad”, le dijo a PERFIL Adolfo Rubinstein, secretario de la Salud de la Nación. Una "epidemia de obesidad" y el hambre, los dos grandes males de América Latina “La calidad nutricional de los alimentos que consumen los chicos ha empeorado. Claramente el exceso de peso tiene que ver con dos cosas: la mala alimentación y el sedentarismo.


La mayoría de las escuelas tienen kioscos que venden bebidas azucaradas o productos con bajo contenido nutricional. Hay poco consumo de productos frescos, como frutas o lácteos”, resumió Rubinstein sobre las causas del crecimiento de la obesidad y el sobrepeso. La encuesta también confirmó la influencia de la publicidad en el comportamiento de compra de los adultos: uno de cada cinco padres aseguró que compró un alimento o bebida en la última semana porque su hijo de entre 2 a 12 años lo vio en alguna publicidad. “El problema de la obesidad infantil está afectando el desarrollo del capital humano.


La malnutrición es el principal problema de salud de la Argentina. Es deseable que el tema se transforme en una política de Estado”, sostuvo Rubinstein, quien junto al Ministerio de Educación y el de Producción lanzó en julio el plan Alimentación Saludable en la Infancia para intentar detener la epidemia creciente de obesidad. Más de la mitad de los argentinos tiene sobrepeso u obesidad, prevenibles desde la infancia Alimentos. La encuesta mostró cifras alarmantes de sobrepeso y obesidad también en los adultos.


El 68% tiene exceso de peso por mediciones objetivas, un resultado muy similar al arrojado por la 4ª Encuesta Nacional de Factores de Riesgo 2018. A diferencia de los niños, en donde según los resultados de la encuesta la obesidad afecta a todos los estratos socioeconómicos por igual, los adultos de los sectores de menores ingresos tuvieron un 22% más de obesidad que los de mayores ingresos. Además, se observó un consumo deficiente de alimentos saludables. Solo un tercio de la población consume al menos una vez por día frutas y verduras, solo cuatro de cada diez individuos consume lácteos diariamente y la mitad de la población consume carnes al menos una vez por día.


Por el contrario, es alto el consumo de alimentos no saludables: el 37% toma bebidas azucaradas diariamente, el 17% consume diariamente productos de pastelería y galletitas dulces y el 36% y 15% consume productos de copetín y golosinas al menos dos veces por semana.