EE.UU. se encariña con el déficit fiscal y marca el mayor cambio en política económica en una generación

Para un demócrata recién electo, era una inusual manera de dejar una marca. Ben McAdams, representante demócrata de Utah, el mes pasado propuso una enmienda que establece que, en circunstancias normales, está prohibido que el gobierno federal estadounidense gaste más de lo que recauda en un año fiscal.

La propuesta, que según él provocó una feroz reacción dentro de su mismo partido, refleja el temor a que los republicanos y los demócratas abandonen cualquier intento por reducir el déficit presupuestario. "Los políticos son como el agua, tomarán el rumbo que recibe menor resistencia", dijo el legislador de 44 años, ex alcalde del Condado de Salt Lake. "En nuestro caso, el rumbo de menor resistencia es el gasto deficitario".

El conservadurismo fiscal llegó a tener raíces profundas dentro de ambos partidos, pero hoy corre grandes riesgos. El último panorama de la Oficina de Presupuestos del Congreso señala que se proyectan déficits promedio de 4,4% del PBI en 2020-2029, muy por encima de la media registrada en los últimos 50 años de 2,9% del PBI. Eso indica que la deuda pública en relación al PBI aumentará de manera constante y que eventualmente superará récords registrados después de la segunda guerra mundial.

Las enmiendas con carga simbólica, como la que impulsa McAdams y recibe el respaldo de la coalición Blue Dog de demócratas conservadores en cuestiones fiscales, tienen poca o ninguna chance de convertirse en ley. En cambio, podrían terminar siendo reliquias de una antigua era de pensamiento económico.

La tendencia hacia una política fiscal más blanda encabezada por EE.UU. marca quizás el mayor cambio en política económica en una generación. La inflación constamente baja permite a los bancos centrales mantener reducidas las tasas de interés, lo que alivia el costo del servicio de la deuda. En la derecha, el presidente Donald Trump conduce a su país por un sendero que se dirige hacia un crecimiento del déficit que pronto llegará a un rojo presupuestario anual superior a u$s 1 billón.

En la izquierda, figuras influyentes como Alexandria Ocasio-Cortez, la representante izquierdista de Nueva York, sugirió que todas las necesidades de gasto deben ser compensadas con impuestos adicionales, dado que los progresistas proponen mayor expansión del gasto en salud pública y de inversiones que no dañan el medio ambiente. Bernie Sanders, uno de los candidatos presidenciales demócratas, recibe asesoramiento de Stephanie Kelton, una importante economista que asegura que los déficits son inofensivos si se combinan con inflación baja.

Incluso los economistas que se ubican en el medio se muestran dispuestos a abrazar los déficits. Lawrence Summers y Jason Furman, ex asesores de Barack Obama, aseguraron a principios de este año que es momento de que Washington ponga fin a su obsesion por la deuda y reconozca que hubo pocas crisis fiscales, o ninguna, en países que se endeudan en sus propias monedas e imprimen su propio dinero.

"Las compuertas fiscales están abiertas", dijo Mark Zandi, economista jefe de Moodys Analytics. "Los republicanos y demócratas ahora tienen teorías que les permite ignorar los déficits y la deuda . . . Ha cambiado todo el juego".

En otras partes ocurre algo similar. Se puede decir que a Japón no le preocupan mucho las restricciones presupuestarias hace dos décadas. En Europa, los políticos empiezan a dudar de la vieja ortodoxia, que exigía que las finanzas públicas fueran sustentables y prudentes mientra que los bancos centrales buscaban limitar los auges y caídas económicas. Alemania recibe una particular presión para relajar su política presupuestaria equilibrada e impulsar su infraestructura.

Para los políticos, el atractivo del nuevo enfoque sobre los déficits es obvio si ayuda a justriciar los simpáticos recortes de impeustos o aumentos del gasto público. Antes, los políticos se mostraban cautelosos de los riesgos vinculados a perder credibilidad presupustaria, incluyendo la amenaza de elevar los costos del endeudamiento y mayor inflación, o menor crecimiento asociado a grandes montañas de deuda pública.

Pero ahora, una serie de acontecimietnos llevaron a una reevaluación de la política fiscal, sostiene Mohamed El-Erin, asesor económico de Allianz. Entre ellos, explicó, se encuentra las tasas de interés constantemente bajas, o en algunos casos negativas: la asuencia de presiones inflacionarias pese a las tasas bajas y las inyecciones de liquidez por parte de bancos centrales; un prolongado período de crecimeinto relativamente bajo y poco inclusivo; y la preocupación de que la manera en que los bancos centrales condujeron la flexibilización cuantitativa beneficiara desproporcionadamente a los ricos.

"Todo eso se produce en un contexto en que hay creciente conciencia de que los bancos centrales no pueden ser la única alternativa cuando se trata de generar alto crecimiento inclusivo y estabilidad financiera genunia", agregó.

EE.UU. sirve como un vívido ejemplo del cambio de clima político. Durante la campaña de 2016, Trump hablaba de manera poco convicente sobre la cancelación de la deuda nacional en sólo ocho años, y designó a Mick Mulvaney, un halcón del déficit, para que sea su primer director presupuestario de la Casa Blanca.

Pero el presidente luego hizo un sorprendente giro de 180º en el presupuesto, descartó reformas a los impulsores fundamentales del creciente presupuesto público, llamase seguridad social y gastos médicos para los jubilados. Al mismo tiempo, su adminsitraicón se ebamrcó en un gran programa de reducción de impuestos, diciendo que los recortes se pagarían solos a través del mayor crecimiento económico.

Las políticas de la administración Trump ahora están llevando a que EE.UU. registre los déficits presupuestarios más profundos de la historia salvo en guerras o recesiones, en un momento enq ue la economía norteameriana está con pleno empleo o casi.

Kevin Hassett, presdiente del Consejo de ASesores Económicosd el prresidente, insiste en que a la Casa Blanca no le importa el déficit, que hizo bien en priorizar los recortes de impuestos que impulsarían el crecimiento. "La parte de las políticas apuntadas al crecimiento está funcionando", dijo en una entrevista con FT.

El relajado enfoque fiscal de los republicanos ayudó a impulsar el debate dentro de los demócratas, que presidieron un efímero episodio de superávits presupuestarios en la presidencia de Bill Clinton. A medida que los progresistas adquieren infuencia dentro del partido, algunos respaldan programas masivos de gasto que probablemente eleven el déficit apuntados a cambio climático y prioridades de política social.

Una ejemplo es el programa llamado Green New Deal para combatir el cambio climático impulsado por Ocasio-Cortez y Ed Markey, senador demócrata de Massachusetts. Otro es la propuesta de salud pública "Medicare for all" repaldado por muchos candidatos presidenciales demócratas, incluyendo Sanders.

Ro Khanna, legislador de California y progresista, insiste en que el partido puede darse el lujo de ignorar los déficits. Pero asegura que la spolíticas de austeridad tras la crsisi financieras fueron un error, y que la prioridad ahora es alejarse de los recortes de impuestos que recibieron los más ricos y elevar la inversión en salud, educación e infraestructura. A principios de este año formó parte de una fallida revuelta de progresistas contra un paquete de normas de la Cámara de Representates que exigen que el nuevo gasto debe compensarse con ahroros en otros luegras o ingresos adicionales.

Un reciente catalizador del nuevo enfoque en cuanto a las políticas fiscales más blandas, que revierten estudios de los años ochenta y que marcaban el comienzo de la importancia de la política moentaria y la independencia de los bancos centrales, fue el discurso en enero que ofreció Olivier Blanchard, ex economista jefe del FMI, en la American Economic Association.

Blanchard aseguró que hay que poner mayor énfasis en la política fiscal ahora que las tasas de interés se mantienen persistentemente bajas, y por debajo del índice de crecimiento anual del PBI nominal. REcurrió al famoso argumento de Thomas Piketty de que la inequidad crecería porque las tasas de interés eran superiores a los índices de crecmiento, lo cual aumentaba el poder dle capital. Por el contrairo, Blanchard djio que el mundo estaba girando hacia un período más normal donde las tasas de crecimiento superan las tasas de interes de largo plazo.

Eso significaba que los países puede tener mayor deuda porque aumenta su capacidad de pagarla a medida que crecen sus economías. "La emisión de deuda sin una posterior suba de impuestos bien puede ser factible", aseguró Blanchard.

Una faceta del pensamiento económico señala que con tasas de interés en cero o cercanas a cero la política monetaria es mayormente ineficaz y es necesario qeu la política fiscal tome las riendas del manejo de la demanda. Lograr eso no será fácil en países como EE.UU., donde la paralización política hace difícil hacer mínimos cambios en la política presupuestaria.

Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo, pidó más ayuda a los gobiernos durante la reciente reunión del FMI en Washington. "Queda claro que nuestra acutal política monetaria es muy acomodativa y puede serlo aún más si feura necesario. Pero llegamos a un punto en que la política fiscal se vuelve cada vez más importante", dijo.

En el extremo de esa reflexión se encuentra la llamada Teoría Monetaria Moderna (TMM), que asegura que las autoridades de los países que imprimen su propia moneda pueden asumir tanta deuda como sea necesario par amantener la economía con pleno empleo.

Esos argumentos, propuestos por personas como Kelton, una asesora de la campaña presidencial de Sanders 2016-2020, va más allá de la ortodoxia keynesiana, que defiende el gasto deficitario durante las recesiones y cuando la política monetaria perdió su poder de estimular el gasto.

En cambio, los seguidores de la TMM sostienen que en tiempos normales, los gobiernos no necesitan contrarrestar ninguna decisión de gasto con mayores impuestos o recortes de gastos. La inflación, si se convierte en un problema, se puede compensar con alzas de impuestos que contrarresten la excesiva liquidez generada por el gobierno.

Quienes defienden la prudencia presupuestaria de ninguna manera han tirado la toalla. En una reciente conferencia a banqueros centrales en Washington, Kenneth Rogoff de la Universidad de Harvard, cuestionó la presunción de que las tasas de interés y la inflación se mantendrán bajas durante un largo tiempo, lo que abarata mucho la deuda pública y hace que la política TMM tenga casi libertad total para financiarse.

"Probablemente sea así se puede tener mucha más deuda, las tasas de interés son bajas. Pero en la MMT, la deuda esa muy corto plazo, por lo que es barata, pero conlleva un riesgo", dijo. "Es muy barato hasta que ya no lo es", agregó.

Las versiones más extremas del activismo fiscal, incluyendo a la TMM, reciben cuestionamientos de la corriente principal de economistas que dudan de la idea de que la deuda pública siempre pueda financiarse imprimiendo dinero sin provocar problemas como la inflación alta.

John Llewellyn, ex economista jefe de la OCDE, dijo: "La TMM es apropiada sólo en situaciones excepcionales, donde las economías están lejos del pleno empleo, las presiones deflacionarias son evidentes, y las tasas de interés cercanas a cero".

Incluso los progresistas norteamericanos están ansiosos por evitar que se los describa de irresponsables desde el punto de vista fiscal. Los demócratas se centran fuertemente en gravar a los ricos como manera de aumentar los ingresos y abordar la inequidad. Sanders en un reciente debate en Fox News insistió en que la elevada deuda pública es una "preocupación legítima" e insistió en que pagará los planes para ampliar la cobertura medica estatal. "Pagamos lo que proponenmos, a diferencia del presidente de Estados Unidos," dijo.

Sin embargo, pocos políticos avanzan con planes sensatos para contener el inexorable aumento de la deuda. No importa quién habite a Casa Blanca, el mundo verá un gran experimento fiscal en la próxima década. Eso determinará si la incesante alza de la deuda púbica de Estados Unidos es un fenómeno mayormente positivo, o una amenaza económica y financiera.