La centralidad de la visión de la #MarcaPolítica en el #VotoJoven

Por Rubén Weinsteiner


La visión que una marca política le propone a los sujetos de elección jóvenes en el proceso de negociación y construcción de lealtades, debe agrupar expectativas en torno significantes agregadores comunes de heterogeneidades intensas.

Reagan le planteó a los libertarios, a la derecha religiosa y a los que querían realnzar una política exterior más activa y de intervención en torno al significante libertad. Ese significante funcionó como visión de marca política.

Evo Morales le propuso una visión agregadora a dos grupos antagónicos hasta ahí: los indígenas que rechazan la propiedad colectiva y la socialización y los sindicatos bolivianos marxistas.

Aznar le presentó la visión de una alianza para el progreso a: los liberales en lo económico, los democristianos y los conservadores.

El significante alianza adquirió la submodalidad de libre mercado con los liberales, la de ética y moral con los democristianos y el republicanismo con los conservadores.

El diseño de visión y promesa de marca política se articula en una construcción de sentido para la marca política.
La promesa de la marca política, es lo que ésta "dice" sin decir, que hará por sus votantes y lo que sus votantes perciben que pueden esperar de ella.

Lo único que no podemos decir en comunicación política es aquello que queremos decir.

Macri en campaña decía que iba a generar 2 millones de puestos de trabajo, un millón de viviendas, sacar el impuesto a las ganancias, que no iba a devaluar, que nunca iría al FMI, que no iba a sacar el fútbol para todos, que no iba a ajustar. Nadie lo votó por eso. Lo votaron y lo votan por la visión y promesa de marca política: El kirchnerismo no sigue.

Esa promesa agrupaba a heterogeneidades intensas. Gente que lo único que tenía en común era su rechazo al kirchnerismo.

La visión prometida debe ser relevante para los votantes, y diferente a las de los competidores. Esa diferencia, debe ser visible y perceptible para los diferentes segmentos interpelados por la marca política, y debe marcar un límite entre dos estadíos.

El votante adulto va al mercado de las marcas políticas, a resolver problemas y a satisfacer deseos más que necesidades, y lo hace en un marco de clivajes y creencias muy instalados, que funcionan emocionalmente en piloto automático. Convicciones, amores, odios, tradiciones y prejuicios, articulados en historias personales, familiares, relatos culturales muchas veces ocultos, e internalizados en anclajes emotivos, que no son cuestionados a la hora de recrear el sistema de preferencias, salvo acciones específicas direccionadas en ese sentido, el de poner en crisis los relatos ocultos ordenadores.
El votante joven también busca resolver problemas y satisfacer deseos, pero en lugar de recrear valoraciones y etiquetas instaladas, el voto joven busca adoptar marcas políticas para cumplir sueños, desafiar poderes inmensos, en luchas con final abierto, y sobre todo interrogar a la marca acerca de quién es, en que cree y cuan autentica es.

El voto joven puede ser llevado a cuestionar, contestar y mutar, a través de una visión eficaz. Una visión que logre interpelarlo, no desde la demanda de un espacio o cargo, sino alrededor de “quiero hacer esto para mi ciudad, provincia, país”. No como un proyecto individual, sino como una propuesta colectiva inclusiva. El voto joven otorga el poder político como una herramienta de cambio de su mundo, y de él, como integrante de ese colectivo. Primer empleo, primera vivienda, propuestas enfocadas en su segmento del cual se siente parte.
El votante joven asigna valor de preferencia a la marca política que darle sentido a la vida del colectivo, no a su propia vida (la del candidato).






El voto joven asume la disruptividad en la visión, como un factor atractivo y potente. Mitterrand percibió y utilizó con resultados exitosos, el planteo de una visión disruptiva ante un problema concreto. Francia atravesaba una crisis, con centros urbanos dominados por la inseguridad, con un achicamiento del espacio público para los jóvenes, -segmento movedizo que utiliza el espacio público más que los adultos, y que además circula por las calles en sus salidas de noche-, que habían convertido a la ciudad en una amenaza más que en una oportunidad. Ante esa crisis que generaba en el segmento joven una demanda específica, Mitterrand propuso en un discurso público, una suba drástica del presupuesto de educación, como respuesta frente al pedido de mano dura. Fue heterodoxo y disruptivo, sonó a descolocado en los mayores, pero recibió gran aceptación en los segmentos jóvenes, y un fuerte apoyo de ese segmento en las elecciones.

El voto joven desea ver y conocer la visión del candidato, para decidir si le cree o no le cree, si este es “gato” o autentico, si efectiviza o no un contrato de adhesión y autorización para la representación política, y luego verificar si ese contrato es socialmente aceptado por la tribu. Es raro que un joven, a diferencia de lo que ocurre con el voto adulto, vote sin blanquear a un candidato rechazado por su entorno de pares.

La formulación de la visión, la enunciación y modulación de lo que se quiere y promete hacer, como se comunica esa visión, como se construye sentido alrededor de esa perspectiva planteada, como se ancla el mito necesario como herramienta simbólica y de contexto, y como se plantean los problemas para avanzar en la propuesta de soluciones, constituyen los fundamentals del desarrollo operativo de la propuesta de visión de la marca política


En el voto joven, como dijimos, el planteo y enrolamiento en una visión disruptiva es excluyente, como esencial el lenguaje llano, concreto, sin eufemismos, ambigüedades ni sofisticaciones innecesarias. Renovar el lenguaje es renovar la concepción, la visión del mundo según Ionesco. Un lenguaje que debe hacerse cargo de la trasngresión demandada por los jóvenes, construyendo significantes que reflejen la transposición de límites.


La negociación de lealtades sobre la plataforma de la visión debe reagrupar a esas heterogeneidades, estableciendo la centralidad del significante de la visión.

Esa visión, constituida en promesa de marca política es lo que agrupará y sostendrá dentro del mismo campamento a personas que jamás se hubieran sentado en la misma mesa, personas muy diferentes entre sí pero que se sienten interpeladas por la visión propuesta.