FMI un dólar a 35 mínimo y la devaluación más anunciada

“Nos hemos comprometido con el presidente Macri para avanzar con rapidez y cambiar la percepción sobre la Argentina”.

Christine Lagarde, directora ejecutiva del FMI

Un acuerdo rápido pero costoso

La comitiva argentina en Washington negocia con el FMI contra reloj. Buscan dar una señal de confianza a los mercados. Las exigencias del organismo afectarían partidas sensibles en lo económico y significarían un fuerte impacto en términos políticos.

Argentina no va al FMI porque cobra barato, porque si fuera por eso hubiera ido antes, en lugar de pagar tasas mucho más altas. Va al FMI porque el programa económico sin financiamiento se cae y porque no hay quien le presete fuera del FMI, en un contexto de suba de tasas en EE.UU.y cuando la FED ya anunció que habrá 2 subas más en 2018.
Quien va a venir a la Argentina cuando puede poner su dinero casi al 4% en EE.UU. y sin inflación.

Saben en las filas oficiales que el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) significará un alto costo. Lo será tanto en términos políticos como económicos. Es por tal motivo que la comitiva enviada a Washington por los Ministerios de Hacienda y Finanzas, busca por todos los medios que la negociación se cierre cuanto antes, en lo posible durante la segunda semana de junio, en la que todas las miradas estarán puestas en el inicio del Mundial de fútbol. Esa misma semana, tendrá lugar en la Cámara de Diputados la votación para dar media sanción a la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo, otro acontecimiento fuerte que serviría para aminorar el impacto político del anuncio.

El FMI ya le aclaró al gobierno argentino que no le va a financiar corridas, para lo cuál quiere un dólar inmune. Menem cuando fue a la convertibilidad pasó de 5000 a 10000 australes, Duhalde cuando salió de 1 a 4. Un dólar a 26 es un blanco móvil, un dólar inmune sería, un billete a 40, mínimo 35.
Es una jugada díficil. Una devaluación fuerte, mucho más en este contexto.

Lo más relevante sin embargo, sigue siendo es conocer los detalles en términos económicos. En este sentido, fuentes oficiales dejaron trascender esta semana que para la Argentina es prioridad obtener dos cosas. En primer lugar se busca que la asistencia sea de al menos u$s 30.000 millones, lo que significaría un fuerte respaldo de cara a los inversores extranjeros, inquietos por la sustentabilidad macroeconómica. En segundo lugar, pretenden que el objetivo de déficit fiscal exigido para 2019 no sea inferior al 1%. Ello implicaría un ajuste verdaderamente radical, y un costo social de dimensiones no mensurables.

Por otra parte, trascendieron también algunas de las exigencias que el organismo impondrá como condición para otorgar los fondos. El recetario elegido por el FMI, no dista del que la mayoría de los especialistas auguraba, y pone por delante un panorama de fuertes tensiones de cara a un año electoral.

La primer exigencia sería poner freno a la obra pública durante 2018. El gobierno se anticipó al pedido y parate ya se siente, especialmente en el conurbano bonaerense, donde muchos intendentes, incluso algunos del mismo color político del Presidente, deberán afrontar con recursos propios los proyectos ya iniciados, o solicitar ayuda a la Provincia.

El segundo punto, es congelar las paritarias de los empleados públicos en el 15% pautado como meta de inflación en diciembre. Si las proyecciones de las consultoras privadas se cumplen, significará una caída del salario real de entre el 10% y el 15%.

Un tercer elemento se relaciona con las importaciones. El Fondo habría solicitado flexibilidad total para las importaciones, como una forma de presionar sobre la industria doméstica en cuanto a los precios internos.

El organismo habría solicitado además que la Nación transfiera a las provincias distintos programas que se relacionan con áreas de salud y educación, y que se den de baja los contratos temporales de los empleados públicos. En este capítulo se solicita también reducir las transferencias discrecionales a las provincias, lo que implica un menos margen de maniobra política a la hora de negociar con los gobernadores del PJ.

Por último, desde Washington ponen como condición dar por finalizadas las tensiones cambiarias. Para ello piden dos cosas. En primer lugar, romper la rueda de las Lebac, lo cual se instrumentaría con un bono a mediano plazo, que el Banco Central ya negocia en secreto con las entidades bancarias. En segundo lugar, el foco está puesto en el tipo de cambio. Está claro que difícilmente el organismo libere fondos para que los dólares baratos sigan financiando el turismo y los gastos de los argentinos en el exterior. En este sentido, es muy probable que el tipo de cambio fijo en torno a $25 que el BCRA estableció como torniquete para frenar la corrida, tenga los días contados.



El Fondo quiere que el plan sea "argentino" para no pagar los costos


El Fondo puede haber cambiado, pero sigue siendo un banco. Esa máxima cobró fuerza a medida que la Argentina y el Fondo Monetario Internacional ( FMI ) finiquitan en estos días el programa que acompañará la línea de crédito que busca el Gobierno para tener oxígeno hasta terminar de encarrilar la economía.

El acuerdo, creen en Washington, impondrá un gradualismo fiscal más duro, pero omitiría una lista detallada de reformas estructurales. Las recetas serán de Mauricio Macri y su equipo, un mensaje que ya bajó Christine Lagarde.



Para el Fondo, esa potestad mejora las probabilidades de éxito del programa. Pero quienes siguen la historia del organismo creen que tiene otro motivo: evitar quedar pegado a otra crisis, como le sucedió en recientes intervenciones en países como Grecia, entre otros.



"Estoy convencido de que el Fondo quiere que el programa sea argentino y no sea visto como una imposición, y no se va a meter en detalles como podría haber sido el caso antes", dijo Claudio Loser, quien trabajó en el Fondo y ahora es director en el Centennial Group, un importante think tank de Washington. El Fondo de Lagarde, indicó Loser, aprendió del pasado y tiene otra cintura política, y dijo que lo sorprendería "muchísimo" que venga con condiciones muy explícitas.

"No creo que el Fondo esté dispuesto a ser el chivo expiatorio para pagar por los ajustes que el Gobierno quiere hacer", señaló el experto.

Ernesto Calvo, profesor de la Universidad de Maryland, tampoco cree que el Fondo vaya a imponer reformas estructurales, sino que se concentrará, en cambio, en "poner los indicadores bajo control". Sí puede haber menciones, cree, a reformas en el futuro.



"La razón por la cual el FMI no quiere ser padre de la operación es porque no quiere ser responsable de la crisis económica, no por el ajuste", agregó. "Es el motivo por el cual soy muy escéptico de que haya pedidos muy fuertes de condicionalidad, porque todo aquello que sea una condicionalidad del FMI, si hay una debacle, lo hace partícipe del diseño de esa debacle. Tengo pocas dudas de que la prioridad del FMI no es el ajuste, sino la estabilidad económica en los indicadores más importantes", apuntó.


Mónica de Bolle, analista del Instituto Peterson de Economía Internacional, afirmó que el Fondo ahora es una institución "mucho más sensible" al riesgo político que antes y al efecto de los programas de austeridad sobre los más pobres. Pero el ajuste fiscal, indicó, sigue siendo "el pan y la manteca" de cualquier acuerdo, y el Fondo es riguroso con el dinero que presta.

"Lo que el Fondo tratará de hacer es, básicamente, decir: este es un programa que ha sido negociado con el Fondo, pero es un programa que, en general, es exactamente el mismo programa que hubiera existido sin el Fondo, con la posible diferencia de que el paquete fiscal será un poco diferente", ahondó. "No creo que haya nada nuevo a lo que Macri ya estaba proponiendo", concluyó.
Bajar el déficit

El foco del programa estará puesto en el plan de ajuste que llevará el déficit fiscal debajo del 2,7% del PBI este año y, se prevé, debajo del 2% el año próximo. Loser cree que no habrá metas para la inflación o el saldo de la cuenta corriente de la balanza de pagos porque "no se pueden controlar". Sí puede haber metas con variables bajo el control del Banco Central.

De Bolle también cree que habrá alguna referencia para "construir credibilidad" en el Banco Central y terminar de despejar las dudas que quedaron por las "confusiones alrededor de la política monetaria". El Fondo ya recomendó, en su informe del artículo IV sobre la economía argentina, de fines del año pasado, reducir el financiamiento del Central al Tesoro.

Pero Calvo cree que terminar de encarrilar todas las variables será una tarea complicada. "Nadie ve muy bien cuál es la economía que el Gobierno tiene en la cabeza en este momento. No hay una hoja de ruta", concluyó.


Vale resaltar el optimismo que reina en las filas del equipo económico. Apuestan a que el desembarco del organismo multilateral terminara generando un saldo positivo. Creen en el gobierno que la auditoría externa del FMI, podría abrir las puertas para otro tipo de créditos, como por ejemplos las líneas de largo plazo que ofrecen el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo para la realización de obras de infraestructura, lo que abriría el grifo de los recursos justo en vísperas de la carrera presidencial 2019.