La crisis institucional en Italia pone en cuestión su relación con Europa


El veto al ministro de Economía euroescéptico propuesto por Liga y 5 Estrellas deriva en un asedio al presidente Mattarella y a las instituciones europeas

Italia afronta una de sus peores crisis institucionales de la posguerra. El veto de Sergio Mattarella al ministro de Economía euroescéptico que proponían La Liga y Movimiento 5 Estrellas ha terminado con un largo teatro poselectoral y ha desencadenado una ola de tensión que amenaza con descomponer las instituciones. El presidente presentó el lunes su plan B: Carlo Cottarelli, un tecnócrata que conducirá al país hasta las próximas elecciones. Un escenario cada vez más polarizado y propenso a la victoria de un frente euroescéptico.


Matteo Salvini, líder de La Liga.


Italia, un país que ha visto pasar 65 primeros ministros en 72 años y ha convertido la crisis en un sistema de Gobierno, no tiende a asustarse con las turbulencias. El lunes por la mañana, sin embargo, declaró oficialmente y al unísono la falta de precedentes ante la descomunal grieta abierta. La fractura divide al país en dos pedazos —más allá de la histórica brecha entre el norte y el sur— y pone directamente en cuestión la presidencia de la República, la última frontera institucional que amortiguaba los cíclicos cataclismos.El jefe del Estado, Sergio Mattarella, un hombre solo en medio de la tormenta, se plantó el domingo y rechazó al ministro de Economía euroescéptico con el que le habían desafiado La Liga y el Movimiento 5 Estrellas. Un movimiento considerado por las formaciones antiestablishmentcomo un golpe de Estado de los poderes económicos europeos y la antesala de una revuelta en las urnas que amenaza con convertir las próximas elecciones en un plebiscito sobre el papel de Italia en la Unión Europea.

La jugada de Mattarella consistió en encargar la formación de Gobierno al tecnócrata y experto en recorte de gasto público, Carlo Cottarelli. Un contrastado economista con cargos en la fontanería de anteriores gobiernos italianos y del Fondo Monetario Internacional (FMI) que se encargará de guiar al país hasta las próximas elecciones con dos posibles escenarios. Si obtiene el apoyo del Parlamento —prácticamente descartado ya que La Liga y el M5S tienen mayoría absoluta—, lo haría hasta la aprobación de la ley de Presupuestos en diciembre y convocaría elecciones en enero. De lo contrario, se encargará de los siguientes compromisos internacionales a partir de junio —G7 en Canadá, cumbre sobre Libia en París, Consejo Europeo y cumbre de la OTAN— y pondrá las urnas después de agosto. Pero todo debe suceder rápido. Hoy presentará una lista de ministros y mañana o pasado debería estar en condiciones de pasar por la Cámara de Diputados y el Senado.



El golpe sobre la mesa del presidente, que este lunes asistió al desplome de las Bolsas y el aumento de la prima de riesgo hasta los 234 puntos, devuelve la dignidad al cargo que ostenta, golpeado por las embestidas populistas de La Liga y el M5S en los últimos días. Pero también constituye una huida hacia adelante con altas probabilidades de provocar el efecto contrario. Sin la fuerza parlamentaria y con una situación de malestar creciente en Italia, corre el riesgo de ser considerado un árbitro de parte y perder la neutralidad que le otorga la Constitución. Su encendida defensa de la UE y de la moneda única, secundada un día después por el propio Cottarelli , señala indirectamente a Bruselas como responsable de lo sucedido y regala eslóganes antieuropeos a La Liga y M5S para las elecciones. Gasolina para el fuego euroescéptico.

Las reglas han cambiado y el respeto por el Quirinal, convertido en el Palacio de Invierno de la revolución nacional populista, ha quedado liquidado. Paolo Savona se despachó ayer contra Mattarella y el M5S amenazó con someterle a un impeachment por haber violado la Constitución con su decisión de bloquear el nombre de ministro de Economía. Luigi Di Maio, el líder político del partido más votado de Italia (11 millones votos, 32%), llamó ayer a todos sus militantes a movilizarse el 2 de junio en las calles de Roma contra el Gobierno de Cottarelli. “Sé que estáis cabreados, es una vergüenza única en la historia. Pero no podemos permanecer parados. Hay que reaccionar rápido”, lanzó pidiendo que se cuelgue una bandera italiana en el balcón como señal de protesta e inaugurando así un nuevo soberanismo grillino que empieza también a incorporar nuevos resortes lepenistas en su discurso.

Salvini se expresó en términos parecidos. Puso la diana sobre Mattarella pidiendo hashtags en las redes sociales contra él y llamó a la revuelta. “Estaremos en 1.000 plazas el próximo fin de semana para explicar a los ciudadanos lo que no podemos hacer por culpa de alguno”. Pero su cabreo, a diferencia del de Di Maio, es una representación política. El líder de La Liga (18% de votos) ha ganado ya. Al menos todo lo que se podía ganar hasta ahora. A estas alturas nadie duda de que forzar la inclusión de Savona y rechazar en su lugar a Giancarlo Giorgetti, su mano derecha, como le sugirió Mattarella, formaba parte del plan para hacer saltar por los aires la negociación y llegar a unas elecciones donde las encuestas le dan ya más del 25% de los votos.

Salvini canibalizó primero a Forza Italia y ahora se dispone a hacer lo mismo con los grillinos, que hubieran preferido formar el Gobierno y tener la certeza de liderarlo. “Tomó esa decisión después de las regionales, cuando vio que tenía fuerza por sí solo. Un Gobierno con el M5S suponía riesgos, ahora aspira a quedarse con todo el pastel”, señala un histórico líder de La Liga con varias carteras ministeriales en su historial.

La coalición de centroderecha volverá a concurrir unida a los comicios. Esta vez como socio mayoritario del artefacto y candidato a primer ministro: si gana con ellos, será primer ministro. De lo contrario, podrá reanudar su relación con el M5S. Silvio Berlusconi, rehabilitado políticamente, se ocupó ayer de incomodar a Salvini y dijo lo contrario que el día anterior: Forza Italia no votará a favor del nuevo Gobierno.

La decisión de Mattarella, hoy un hombre asediado y a quien ayer las redes que orbitan alrededor de La Liga y M5S le recordaron la muerte de su hermano —el democristiano Piersanti Mattarella— a manos de la Cosa Nostra para intimidarle, ha dividido el país. Pero de la parte supuestamente europeísta (Forza Italia, PD, +Europa) no hay rastro. Más preocupados por las elecciones que por el momento actual, ninguno ha dicho todavía si apoyará la propuesta del Gobierno de Cottarelli.

Pero también a la comunidad internacional. El presidente francés, Emmanuel Macron, que el día anterior había errado llamando al profesor Giuseppe Conte sin prever que su nombramiento podía descarrilar, ha mostrado su apoyo a Mattarella. Pero la preocupación llegaba hoy desde la mayoría de aliados italianos: desde EE UU a Alemania. Algunas voces, si embargo, como la de Marine Le Pen o el exasesor de Donald Trump, Steve Bannon, empezaron a calentar el partido que se jugará en otoño: “Es una traición, Italia no es un país libre. Es el día más importante desde la Segunda Guerra Mundial”. El camino que se abre, sin embargo, amenaza con serlo.