‘Kintsugi’: La belleza de los objetos rotos y de la asimetría

“Es bello lo completamente simétrico, como lo es lo profundamente asimétrico”




Los japoneses reparan la cerámica con resina y polvo de oro, así, en vez de ocultar la fractura, consiguen resaltar las imperfecciones y mostrar la huella del paso del tiempo. Esta una preciosa forma de mostrar cuál ha sido la historia de los objetos y de darles una nueva vida.

El arte del kintsugi, como es llamada esta técnica, es también una sutil metáfora: Las heridas consiguen una bella transformación. De esta forma, la cultura oriental demuestra que valoran el error y la equivocación. En lugar de desechar los objetos cuando se rompen, después de aplicarles barniz de resina y polvo de oro, se convierten en unos nuevos utensilios, lujosos y frágiles.

En japonés kintsugi significa carpintería de oro. Esta práctica comenzó a ser empleada por artesanos japoneses a finales del siglo XV; descubrieron que pegando las piezas de cerámica rota con resina y polvo dorado podían repararlas y convertirlas en bellas piezas de arte.
El kintsugi pretende destacar la fragilidad de los objetos

Este concepto tiene mucho que ver con el arte del wabi-sabi. Esta idea busca valorar el arte de lo imperfecto, de los objetos de aspecto natural, asimétrico, inacabado o rústico. Además, las dos ideas buscan remarcar la inestabilidad de la vida y su carácter fugaz e impermanente. El poeta musulmán Rumi lo describió así: “la herida es el lugar por donde la luz entra en ti”.

El desgaste por el uso es también un motivo de orgullo. Por eso, cuando un objeto se cae y se rompe, es una buena idea repararlo sin ocultar las grietas, resaltándolas y haciéndolas más visibles. Las láminas de oro o las de plata pueden ser muy útiles para conseguir dar una nueva utilidad a los objetos de cerámica que han sido dañados.