Si con todo el apoyo en el Congreso, las inversiones no llegaron, con una derrota en 2017....



Javier González Fraga dijo que no habría inversiones extranjeras antes de la renovación legislativa, por el temor a un regreso del populismo. Si la prometida lluvia de dólares no se produjo pese a que distintas corrientes del justicialismo facilitaron en el Congreso las medidas económicas fundamentales del nuevo gobierno, imaginar un revés en 2017 explica que tema por tema el gobierno ponga en debate casi todas sus premisas:


Luego de pregonar la autonomía del Banco Central, Macrì solicitó a su presidente, Federico Sturzenegger, que aflojara con las altas tasas ofrecidas por las Letras que licita cada martes, ya que no hay inversión productiva que pueda competir con esos rendimientos, que además emiten el rítmico sonido de una bomba de tiempo monetaria y cambiaria.
Pese a su tirria por las negociaciones tripartitas, que Alfonso de Prat-Gay anunció cuando el viento inflaba sus velas, Macrì ha aprendido la utilidad de esa mesa de tira y aflojes para sortear riscos y tempestades.
No obstante su diagnóstico del déficit fiscal como causa de la inflación, en vez de reducirlo lo ha incrementado.
Con la inversión privada por el piso y con un comercio exterior que en la hipótesis más optimista arrojará un resultado neutro, Macrì olvida haber dicho que el consumo no puede ser la base del crecimiento y que deben crecer la inversión y las exportaciones.
Para reanimar la demanda, intenta volcar recursos hacia aquellos sectores sin capacidad de ahorro que gastan cada peso que perciben, por lo cual sus críticos por derecha lo comparan con los estímulos al empleo y el consumo con que el anterior gobierno enfrentó la crisis de 2009. Con una diferencia no menor: Macrì recurre al endeudamiento externo para financiar esa respuesta a una crisis que no proviene del centro, como entonces, sino que ha sido autogenerada.
Lo hace también como prenda de paz con los movimientos sociales acunados por el papa Francisco, ávidos de un lubricante tan viscoso como el que apaciguó los ánimos sindicales.