No era Nisman, no es Macri

A un año del 18F multitudinario. Macri en esa concentración.

El escaso número de personas que se manifestaron en la plaza frente a Tribunales por la muerte de Nisman anteayer contrasta con la multitud que un año atrás marchó bajo la lluvia y demuestra que la concentración del 18F de 2015 no era sólo por Nisman, sino contra el gobierno.



La polarización K y anti K encontró en el caso Nisman su mayor resonancia. El libro Anatomía política de Twitter en Argentina, tuiteando #Nisman, del profesor argentino de Ciencias Políticas en la Universidad de Maryland, Estados Unidos, Ernesto Calvo, explica cómo las redes sociales contribuyen a potenciar la grieta. “La segregación informativa en Twitter facilita la polarización, en la medida en que satura a los usuarios con información que es políticamente consistente con sus creencias previas. La cámara de eco es un espacio virtual donde la información que recibimos es un eco de nuestros propios prejuicios y nuestras creencias”. El caso Nisman le resulta el mejor ejemplo porque sólo el primer día tras su muerte generó 800 mil tuits (80 millones de piezas en cuatro meses) y como nadie podría leer esa cantidad de información, Twitter, mediante algoritmos, elige qué usuarios estarán más interesados por determinados tuits en función de cuáles son sus favoritos, qué han retuiteado en el pasado y el comportamiento de quienes siguen.

Simplificadamente, distribuye de manera diferente los tuits entre quienes adhieren a la hipótesis del suicidio y quienes creen en una conspiración del gobierno. Es una experiencia políticamente tóxica porque “cada usuario ve montañas de evidencia que apoyan sus propios prejuicios políticos así como también montañas de evidencia que desmontan las ‘mentiras’ de los otros”.

El objetivo de Twitter es tener un usuario feliz, “mejorar su experiencia de navegación”: a aquellos “usuarios que marcan como fav una nota de Clarín, Twitter les ofrece una nota de La Nación, y a aquellos usuarios que marcan como fav un chiste de Aníbal Fernández, Twitter les ofrece un comentario de Víctor Hugo”. Así, cada persona recibe un mundo en sintonía con sus opiniones y la sensación de estar integrando la mayoría. Para luego sorprenderse y enojarse por considerar desubicado a quien aparece reflejando la realidad de la otra “mayoría”. Aquellos que fueron a ver a Fito Páez en La Plaza de los Artistas el fin de semana pasado no pueden entender cómo los demás no se dan cuenta de que Macri es como Hitler. Y los “demás” no pueden comprender cómo estos otros no comprenden que Cristina es peor que Stalin.

La tuitósfera es especialmente salvaje porque permite incidir en el debate sin exponerse: la proliferación de cuentas falsas es imparable; sólo en Estados Unidos hay 10 millones de cuentas truchas. Pero que Twitter sea una plataforma especialmente apta para la agresión política no impide reconocer que no es más que el paroxismo de lo que también sucede en los medios offline, donde los mensajes de oyentes de una radio como Mitre son una versión exacerbada de la opinión de sus conductores, retroalimentándose mutuamente. En las publicaciones en papel, la audiencia no tiene esa visibilidad pero el fenómeno se repite: satisfacer al lector (“consumidor”) con el tipo de mensaje que lo haga sentir feliz confirmando lo que piensa.