Para calmar la inquietud, China advierte que las devaluaciones terminaron

El banco central anunció ayer que la moneda se encuentra en los valores del mercado tras retroceder 4,6%; negaron rumores de una depreciación de 10%


China volvió a devaluar el yuan ayer, pero se vio obligada, inmediatamente, a anunciar que había terminado con el ajuste de su moneda ante la ansiedad con la que reaccionaron los mercados, temerosos de que las tres depreciaciones consecutivas fueran una señal de falta de capacidad de las autoridades chinas para manejar el bajón de la segunda entre las mayores economías del mundo.

En una jugada que agitó el temor sobre una guerra de monedas, el Banco del Pueblo de China (BPC) inició el martes una serie de intervenciones que llevaron al valor del yuan a su mínimo en los últimos 20 años. Con el ajuste de ayer, la moneda se depreció el 4,6%.

En una inusual conferencia de prensa, las autoridades de la entidad monetaria informaron que el yuan retornó gradualmente a su valor de mercado, tras las últimas revisiones a la baja, y que a partir de ahora debería permanecer fuerte.

"No hay base para una depreciación persistente y sustancial", dijo Zhang Xiaohui, integrante del comité de política monetaria del BPC. El funcionario insistió en que la moneda no entró en caída libre y que, de ser necesario, el banco está preparado para intervenir.

En este contexto, el vicepresidente del BPC, Yi Gang, negó los rumores que aseguran que la entidad se encuentra bajo presión del liderazgo chino para devaluar el yuan hasta el 10% en los próximos meses. "Eso no tiene sentido y es totalmente infundado", dijo Yi.

Horas antes, el banco central había devaluado, por tercera jornada consecutiva, el tipo de cambio de referencia del yuan respecto del dólar el 1,1%, para dejarlo en 6,401 yuanes por dólar y completar un retroceso del 4,66% desde el lunes.

Después de los temblores bursátiles de las últimas 72 horas disparados por la manipulación de Pekín de su moneda, las palabras de las autoridades del BPC calmaron ayer a las principales bolsas del mundo, en especial las asiáticas, que habían registrado en los últimos días sus peores derrumbes desde 1998.

La abundante cobertura mediática llevó a los chinos preocupación porque la devaluación fue percibida como un signo de que la economía no va tan bien como anuncia el régimen.

Los medios oficiales presentaron las recientes medidas como un paso hacia la liberalización económica del gigante asiático y totalmente aisladas de un intento de favorecer a las empresas exportadoras para robustecer su competitividad en los mercados. El mes pasado, las exportaciones de los productos chinos al mundo cayeron a un preocupante 8,3%, una cifra sin precedente desde la crisis de 2008.

Pekín espera con esa supuesta liberalización aumentar sus posibilidades de que el yuan pase a formar parte de la canasta de monedas de referencia mundial del FMI. En mayo, el organismo había certificado que China ya no manipulaba artificialmente el yuan y que era apto para entrar al grupo, formado hasta ahora por el dólar, el euro, la libra esterlina y el yen.

La calma en los mercados, sin embargo, no se trasladó a las principales economías del mundo, que desconfían de los movimientos de Pekín. El Banco Central Europeo (BCE), por ejemplo, había advertido en las actas de su última reunión de política monetaria que la situación financiera de China "podría tener un impacto adverso mayor de lo esperado" en la economía de la zona del euro dada su importancia en el comercio global. Por su parte, la Reserva Federal norteamericana evaluará en septiembre la posible subida de las tasas de interés, la primera desde 2006.

El régimen comunista había instrumentado una batería de medidas para mantener la expansión de la economía en un piso del 7% anual, un objetivo vital, autoimpuesto para sostener un crecimiento que posibilite estándares de vida aceptables a la superpoblación y aleje la posibilidad de inminentes conflictos sociales. Recortó las tasas de interés cuatro veces en los últimos 12 meses, aumentó la cantidad de dinero que los bancos pueden prestar e inyectó fondos al mercado bursátil. Todas estas medidas buscaron impulsar la demanda interna de la segunda economía del mundo.

Sin embargo, rubros clave de la economía china, como la construcción, muestran alarmantes signos de debilidad en momentos en los que empieza a estancarse la compra y venta de inmuebles.

El consumo interno, en tanto, se ha vuelto más conservador y el gasto se redujo sustancialmente. Y los servicios financieros, un importante motor de crecimiento cuando la Bolsa estaba en auge, comenzaron un repliegue sin precedente.

Analistas y expertos internacionales incluso sostienen que a pesar de las cifras oficiales que muestran el crecimiento, varias provincias y regiones ya podrían estar enfrentando recesiones absolutas.

Con la desaceleración económica en marcha y la intervención forzada para defender su moneda, China a la vez enfrenta otro desafío: una devaluación duradera del yuan podría acelerar los flujos de capitales fuera de China si los inversores temen el hundimiento del valor de sus activos.