Irán y Cuba: aire para la marca política Obama

Tras el acercamiento con Cuba, entre otras medidas recientes, el acuerdo con Irán es considerado como la acción en política exterior más trascendental del gobierno del demócrata. Pero aún debe pasar por el Congreso.


Barack Obama, más activo que nunca, habla junto a Joe Biden sobre el acuerdo con Irán.

Con el acuerdo de esta madrugada culmina una fase de más de 20 meses de negociaciones entre Irán, Estados Unidos y las potencias mundiales. Pero comienza ahora otra etapa, quizás más crítica para Barack Obama, que es lograr que un Congreso escéptico apruebe el convenio: los legisladores estadounidenses tendrán 60 días para revisar lo firmado, un documento con 5 anexos técnicos de 100 páginas. El presidente tiene poder de veto y sin dudas lo utilizará.

Es un gran desafío para Obama y deberá ser muy persuasivo para convencer a los congresistas porque hasta los demócratas dudan. Si el pacto fracasa en el Congreso será un enorme revés para la Casa Blanca en un momento en que, lejos de ser el “pato rengo” que caracteriza a los mandatarios al final de su mandato, el presidente se muestra más activo que nunca.

El acuerdo con Irán es considerado aquí como la acción en política exterior más trascendental del gobierno de Obama, aunque los detractores dicen que la movida encierra demasiados riesgos. La Casa Blanca cree que con este pacto se frenará el programa nuclear iraní y así se quitará una excusa para un posible ataque de Israel; cree que se formará un nuevo equilibrio en Oriente Medio y que también Estados Unidos podrá tener un aliado en la difícil lucha contra el terrorismo del Estado Islámico (ISIS). Los que se oponen juran que Irán nunca cumplirá con sus promesas y que, al contrario, alentará la carrera nuclear en el área. También, que utilizará el dinero que le lloverá tras el levantamiento del embargo para comprar armas para abastecer terroristas.

Pero pese a los riesgos de la jugada, el presidente, que en los primeros años de su mandato estuvo enfocado en arreglar el desastre económico local, ahora está decidido a ir a fondo con los temas que considera cruciales.

Sorprendió al mundo en diciembre del año pasado al firmar un acuerdo con Cuba y terminar más de medio siglo de un congelamiento diplomático que, según sus propias palabras, solo condujo a un “fracaso”. En pocos días se concretará la reapertura de las embajadas en Washington y La Habana, y el Congreso está presionado para debatir si levanta o no el embargo.

También, en una medida que enfureció a los Republicanos, lanzó hace meses un histórico plan para regularizar la situación de casi la mitad de los 11,4 millones de inmigrantes “sin papeles” en Estados Unidos, una decisión que la comunidad hispana esperaba desde 1986, cuando Ronald Reagan concretó otro “blanqueo”. Además, en un hecho que consideró como un triunfo propio, la Corte Suprema avaló semanas atrás el matrimonio homosexual y también su cuestionado plan de cobertura universal de salud.

A casi un año de las elecciones presidenciales, Obama está más activo que nunca aunque es probable que él, nominado Premio Nobel de la Paz a poco de asumir, no coseche los resultados de sus actos. Muchos comparan aquí su decisión de pactar con Irán con la del presidente Richard Nixon, hace 40 años, cuando decidió un giro estratégico y durante la Guerra Fría se acercó a China, un país comunista que tenía ambiciones de poder global, e incluso nucleares. Muchos vaticinaron entonces una catástrofe que no sucedió. La idea en Washington es que la jugada de Obama tendrá un impacto que deberá ser juzgado muchos años más allá de su presidencia.