Umberto eco, concepto sobre lo iconico

Eco, tiene como una de sus metas principales completar de manera no-contradictoria la posición filosófica-semiótica de Peirce, de que no sólo las ideas son signos, sino que "cada vez que pensamos, tenemos presente a la conciencia algún sentimiento, imagen, concepción, u otra representación, que funciona como signo". No obstante, para que estas representaciones puedan ser estudiadas por la semiótica, tienen que estar encarnadas en expresiones materiales externas. Eco expone una serie de argumentos que demuestran, de cierta forma, que el concepto sobre icono no es suficientemente abarcativo. Estos son:


La percepción gracias a la experiencia: El ejemplo en este caso es una imagen en la que una mano ofrece un vaso de cerveza recién servida y helada. Por haber presenciado una escena real de lo mismo sabemos cómo se siente tener un vaso de vidrio mojado por la fría transpiración del vaso a causa de que la bebida que contiene estuvo conservada a pocos grados centígrados por un tiempo, y esa es la única forma que tenemos para entenderlo, si no fuese así, no veríamos más que un vaso de algún material, con cierto líquido dentro y mojado por alguna razón. El icono en este caso reproduce las condiciones de percepción del objeto que le proporcionan los códigos de reconocimiento y las convenciones gráficas.


Códigos culturales: Las características que uno ha de resaltar como más importantes para que el icono de algo o alguien sea representativo son puramente culturales. Por caso, quien no conoce a los caballos, ni asnos, ni mulos, pero si a las cebras, no necesita incluir sí o sí en la semejanza las rayas que a cualquiera de nosotros* le parece esencial para no confundir con alguno de los animales anteriormente nombrados.


Imágenes convencionalizadas: Aunque la experiencia científica del objeto demuestre lo contrario, se le asigna al mismo una representación gráfica con el fin de simplificar la tarea de establecer su semejanza, entre otros motivos. Por ejemplo, el corazón real y el corazón dibujado no son idénticos como debería ser el icono de su signo, se reducen casi todos los signos icónicos, y, sin embargo, lo denota globalmente. El proceso también es aplicable a uno de los ejemplos nombrados por Durero, en el cual el icono de un rinoceronte es una simplificación de como el rinoceronte verdaderamente es (su piel).


Por su estructura: Al dibujar las expresiones faciales en caricaturas, se reproduce cierta relación pero también diferencias de los elementos modelos de la realidad, y aún así comprendemos lo que quiere decir (aunque en la historieta, por ejemplo, tengamos la ayuda de la nube de texto).


En conclusión el concepto de estructura es válido para el signo icónico. La estructura elaborada no reproduce una presunta estructura de la realidad sino que, mediante ciertas operaciones, articula una serie de relaciones-diferencias, de tal manera que estas operaciones, en relación con las de los elementos del modelo, sean las mismas que efectuamos cuando relacionamos perceptivamente los elementos pertinentes del objeto conocido.
Por lo tanto, el signo icónico construye un modelo de relaciones (entre los fenómenos gráficos) homólogo al modelo de relaciones perceptivas que construimos al conocer y recordar el objeto. Si el signo icónico tiene propiedades en común con algo, no es con el objeto sino con el modelo perceptivo del objeto; puede construirse y ser reconocido por medio de las mismas operaciones mentales que realizamos para construir el objeto de la percepción, con independencia de la materia en la que se realizan estas relaciones. Con todo, en la vida cotidiana percibimos sin tener conciencia de la mecánica de la percepción y por lo tanto, sin plantear el problema de la existencia o del convencionalismo de lo que percibimos. De igual modo, ante los signos icónicos podemos afirmar que se puede entender como a tal lo que parece reproducir algunas de las propiedades del objeto representado. En este sentido, la definición de Morris, tan próxima a la del buen sentido, es utilizable siempre que se tenga en cuenta que sirve de artificio cómodo, y no pertenece al terreno científico.