La desnaturalización de la relación de producción. Inflación y dinero ficticio.


Por Mario Burkún / Grupo Mayo


El fenómeno de la inflación tiene como estética la modificación de precios para simular una transformación de valor en precio que contempla el uso de dinero ficticio.

En cada metamorfosis dinero-mercancía-dinero se genera en el ciclo comercial un margen de ganancia dilatado en el tiempo y diferenciado por una incertidumbre en la realización.

El valor que surge del proceso de producción inmediato se presenta al mercado con una percepción de que la moneda no representa el valor, sino que debe facilitar un margen de ganancia mayor, porque se adelanta una desvalorizacion del beneficio futuro.

En tanto el precio nominal adquiere temporalmente una distancia con el valor creado en el pensar del oferente, lo que provoca una corrección del precio dejando incierto el beneficio esperando y su base material: el precio de producción.

Esto provoca un cambio de la demanda potencial de bienes, que induce una realización postergada en el tiempo, salvo que la violencia de la moneda incorpore el método inflacionario para justificar la relación biunívoca entre tasa de interés y tipo de cambio.

Se modifica el precio nominal de los bienes, tomando en consideración el gasto del consumidor que elige entre tasa de interés y nivel de precios.

Al mismo tiempo la forma moneda obliga al inversor individual a elegir entre la tasa de interés y el crédito. Esto tergiversa y compromete el comportamiento en función del mayor riego o de una actitud conservadora. La decisión de inversión se adelanta al consumo condicionando la expansión del mismo.

Lo que en la inflación reptante aparecía como una creación de liquidez para motivar el consumo se trastoca en su contrario con la inflación galopante. La retracción del consumo y la desnaturalización de la identidad de la moneda provocan una astringencia de moneda real y la búsqueda de una certeza en la inversión.

La mayor emisión en dinero simbólico pierde aceptación universal y se orienta la inversión al refugio en la función atesoramiento. La suba de la tasa de interés intenta anclar los precios al alza. En el limite del paso de una forma de inflación a otra el alza de la tasas de interés en dinero local es mas veloz que las modificaciones de precios, pero el comportamiento del consumo y de la inversión deja de responder y la previsión se refugia en valores socialmente reconocidos.

La perdida de reconocimiento social de la moneda se iguala por la mimétizacion del trabajo abstracto en trabajo concreto encerrado en una mercancía no validada socialmente. El trabajo nacional pierde representación y valor.

La moneda refugio prima sobre la local, el trabajo vivo pierde poder adquisitivo, al igual que el trabajo pretérito ve disminuido su valor patrimonial.

La competencia internacional justifica precios desvalorizados que al principio aumentan las exportaciones.  Esto lleva a un aumento del volumen necesario para poder compensar los diferenciales de precios por tipo de cambio, pero finalmente el retraso en los cambios de productividad por carencia de cambio tecnológico en el equipo de capital,  disminuye la competitividad internacional, salvo en países donde el salario devaluado pasa a ser insignificante en el costo de producción e impulsa una inversión vía explotación basada en plus valor absoluto en la equiparación del trabajo abstracto local con el internacional (comportamiento en el largo plazo del yuan de China Comunista con respecto al dólar estadounidense y al Euro.

Cuando la inflación de precios busca disminuir la restricción monetaria se inyecta moneda en el circuito de comercialización vía emisión. La no equivalencia con el valor creado, bajo la preexistencia del costo de producción anticipado como adelanto a la realización, permite que la inflación llamada reptante por su similitud con el movimiento de una víbora se transforme en galopante como un corcel.

El momento del pasaje de un tipo al otro es incierto y de una sensibilidad especifica en el ciclo. Exige el reconocimiento de que la superación de la astringencia no permite vía la emisión tener el reconocimiento necesario para lo cual se debe incrementar la emisión con mayores formas derivadas de moneda y restringir el comporta miento de espiral de los precios vs los salarios.  Al igual que asumir el pasaje  de la tenencia de dinero con contraparte real a dinero ficticio.

Cuando esto ocurre que puede ser en el caso de una sociedad emergente en la actual globalización de tasas de alrededor de 10 por ciento anual a tasas de hasta 20 por ciento anual, se comienza a sentir el impulso a corrimientos mas frecuentes de precios y de tasas de interés o de tipos de cambio, con incidencias en la política fiscal, en la restricción que surge del chaleco de fuerza del cumplimiento del endeudamiento internacional y de la gestión del gasto publico.

A partir del momento en que se supera el 20 por ciento anual de inflación los tiempos de la política económica se aceleran. El efecto de la inflación galopante se declara como una avalancha de nieve en una tormenta. Depende de la memoria social y de los síndromes traumáticos de la consciencia social históricamente predeterminada que el tiempo se acorte provocando un derrumbe vertiginoso en el funcionamiento del sistema económico. Lo que era funcionalismo pasa a ser gestión caótica y las herramientas de política económica provocan efectos de corto plazo sin respuestas coherentes y finalmente contradictorias y hasta de forma adversa, como un boomerang australiano.

El control y la regulación estatal de los precios en pocos meses genera un desabastecimiento con mercado negro con precios mas desbocados. El control de salarios termina exigiendo cláusulas gatillo de incremento acompañadas de huelgas y trabajo a desgano. La regulación de los márgenes de ganancia empresarial y de los niveles de inversión llevan a retracción de la inversión, despidos y finalmente a retiros de participación en el sistema productivo. Finalmente la búsqueda de recursos fiscales supletorios de carencias de ingreso por retracción del consumo motiva la efusión, el fraude y finalmente la insubordinación fiscal.


Estos procesos de inflación galopante terminan tergiversando la economía capitalista de crecimiento, aumentan las practicas desleales en el comercio, el lavado de dinero, la desocupación y la destrucción del símbolo monetario.

Las formas institucionales no quedan ajenas a la crisis económica, y el desgobierno y la crisis política son parte de estos momentos históricos del ciclo económico.

Cuando el movimiento de precios se adelanta a los ajustes de la tasa de interés y el tipo de cambio la regulación vía el control de precios o la administración monetaria no logran poner limite a los cambios abruptos y la temporalidad se acelera.

Finalmente el corcel se desboca y la masa entra en pánico, el precio no tiene vigencia y se llega a la hiperinflacion donde la destrucción del capital prima en relación a la reproducción. Se pierde el comportamiento de la ley del valor bajo el velo de las transacciones persona a persona, mercancía a mercancía.

El dinero no vale como símbolo de poder y riqueza, se retorna al trueque y a la representación primigenia de la moneda, en oro o en bienes físicos.

Las fracciones individuales de capital reclaman la intervención del Estado para limitar la crisis. Se pide orden y autoritarismo ya que la inexistencia de la representación real de sumisión del trabajo al capital produce la perdida de identidad del bien pero también de la creencia simbólica del sujeto.

Su valor patrimonial desaparece al mismo tiempo del desconocimiento de su ser existencial. La voluntad romántica de ser en la reproducción capitalista se desvaloriza frente al mundo de intercambio, el Mercado, al igual que frente a su imagen.

El espejo de Lacan lo muestra el ser sin identidad individual al igual que sumergido en la reacción del pánico de la masa. El arquetipo de Jung toma vigencia temporal dando el tono especifico al punto de inflexión del piso de la crisis.

Lo que para Keynes es el derrumbe de la eficacia marginal del capital en el ciclo cuando se desencadena la depresión, es en el piso de la crisis el limite de la desvalorización del valor de la moneda y de la posibilidad de que sirva de unidad de valor.

El retorno a una forma simbólica de aceptación universal es un tiempo propio de cada crisis. Desocupación de masas acompaña la destrucción y la no utilización del equipo de capital existente.

La vuelta a la vigencia de una moneda vía el reconocimiento social de la misma en las condiciones sociales de producción de crisis, exige de un compromiso de masas.

La guerra y las formas salvajes del capitalismo son propias a la salida de condiciones de hiperinflación. Un nueva moneda con una reducción de empleo y de gasto llevan a continuar la crisis hasta que la política vuelva viable una forma económica capitalista.

Generalmente el ciclo económico sigue al ciclo político tanto en la inflexión del auge como en la salida de la crisis. La seducción del discurso de poder puede llevar al ciclo depresivo a limitar su vigencia temporal, pero no resuelve la recomposición de la demanda de inversión.

Una inducción de consumo e inversión tienen que dar certidumbre a los actores de la relación social para que se vuelva a una moneda reconocida en las condiciones de producción de cada situación particular.

En la globalización es en el sistema financiero que se expresan los lenguajes de incomprensión y de falta de certidumbre de inversores y consumidores para  asumir una identidad que resuelva el pánico y el comportamiento destructivo.

La filosofía de la crisis es la de la creencia en una reproducción cada vez mas autónoma en el tiempo del dinero ficticio. La llamada burbuja de derivativos y fondos de inversión securitizados, que finalizan en una quiebra de capitales reales al mismo tiempo que la quiebra y destrucción de identidades del sujeto social.

El retroceso de la conciencia y de la materialidad adquirida en años de acumulación son una secuela de la crisis. La moneda pasa a ser un vehículo de estos arquetipos de reacciones frente a la psicología que produce la inflación.

Una búsqueda de una política monetaria, fiscal y social terminan por ser requerida en la praxis de la lucha de clases en la crisis. La interrupción de la metamorfosis de la mercancía, tiene que ser analizada como destrucción del capital en su materialidad y en las condiciones sociales del individuo, con secuelas de síndromes y traumas propios a una situación extrema para el ser social.

La ultima crisis en el periodo de búsqueda de solución parcial por regiones es la posterior al 2010. En ella los llamados ajustes no resuelven la vigencia de la disociación entre moneda ficticia y comportamientos de política económica de búsqueda de ganancias rentistas desproporcionadas.

La inflación galopante esta limitada a países que inducen la desvalorización de sus valores nacionales, para concentrar sus capitales propios, al mismo tiempo que licuar sus deudas en moneda fuerte generando tipos de cambio que permitan validar emisiones ficticias de moneda.
El aislamiento en la reproducción reduce la posibilidad del Estado de regular una política heterodoxa que limite las consecuencias de la crisis y permita sostener las condiciones estructurales para una reproducción ampliada.

Un retorno vía la inflación a un estado primitivo y rústico de la sociedad, llevan a una conciencia de clase dominada por el tribal istmo y la rusticidad pre Socrática.

El pensar racional pasa a ser sustituido por la incertidumbre y el desorden de una política de fragmentación que finaliza en un sometimiento a los poderes del mercado financiero.

El sostén de procesos inflacionarios tergiversa la relación social del capitalismo globalizado e impulsa la perdida de memoria y de identidad en el ciclo del capital.

La búsqueda de un paradigma solidario se limita a un rescate financiero y no a una salida de la crisis sistémica. Un pensamiento critico se necesita en los países emergentes del mundo sometidos a estos procesos de inflación galopante con riesgo de sufrir hiperinflación.

En aquellos que no están en este riesgo pero se encuentran en depresiones estructurales de deflación, como Japón, la situación es similar aunque parte por el absurdo del otro extremo del comportamiento de precios. Fue con todas las diferencias histórico culturales el caso de la deflación de los últimos años de la convertibilidad en la Argentina (1999-2001) en los que la crisis se desato con los mismos comportamientos que si fueran procesos de tipo inflacionario.

Las respuestas de política económica frente a la emergencia de estas situaciones paradigmáticas en la crisis son la utilización de herramientas conceptuales que puede ser adecuadas para un momento situado históricamente, pero que la percepción social no acepta por su memoria histórica.

Una metodología del uso del poder adecuada a la condición social de producción especifica requiere el Estado para un funcionamiento burocrático eficaz.

Cuando la rusticidad y el primitivismo dominan la gestión, es muy probable que se dilaten temporalmente le aplicación de las políticas, se motive la incoherencia en los efectos buscados y se induzca a la profundización de la crisis.

Los mitos y el develar el oculta miento y la tergiversación de la verdad, provocan socialmente reacciones de psicología social en donde falla la forclusion de los traumas de la historia y se rebelan formas oscurantistas de autoritarismo y de negación de la estética democrática de las sociedades con conciencia y praxis de autonomía y libertad frente a la sumisión a un orden caótico.

La presencia de una política racional en lo económico solo toma realidad con una moneda representativa del esfuerzo social que implica aceptar la explotación capitalista en el proceso de producción inmediato. Pero esto da viabilidad a la reproducción si se reconoce la dignidad del trabajador en la relación social, si su salario es representativo de un poder de adquisición de bienes para un consumo de masa socialmente justo frente al nivel de la sociedad alcanzado en la historia cultural y en la condición social de producción vigentes.

La falta de coherencia entre la política económica y la dirección política pueden acelerar la crisis y destruir logros alcanzados en largos periodos de producción.

El caso argentino es representativo de esos ciclos decenales de crecimiento que rápidamente se transforman en depresión y crisis profunda por desconocimiento antropológico cultural de la forma de conciencia y de los niveles de expresión estética de la lucha de clases, en sus dos polos el de los oprimidos y el de los explotadores.

El reconocimiento de nuestra historia nos puede ayudar a no repetir situaciones y no caer en narcisismo en el uso del poder que dificultan una praxis positiva y que impiden develar las causas estructurales de la inflación.

Una actitud vital de verdad en la estética del discurso y en la explícita cion de los componentes de inducción de la inversión, de la formación de precios y costos del productor individual, y de las causales de la formación del salario, pueden llevar a que la creación monetaria reduzca la violencia de la moneda y re signifique la identidad y la conciencia social.