#VotoJoven: caja de herramientas para la intervención en el sistema de preferencias






Por Rubén Weinsteiner 



La identificación, apoyada en el clivaje autenticidad-impostura, lo autentico y lo artificial.

Los otros son la impostura, los que dicen una cosa pero son otra. Contra eso, se plantea un modelo normativo de autenticidad, sencillez y transparencia. No ser “careta”, no ser “trucho”, ser o en realidad parecer verdadero y transparente.

El marco de referencia está afuera de la familia, pero dentro del círculo tribal, y esa figura referencial se consolida por un cualidad específica. Por ejemplo, el líder de la banda que más le gusta, pero además valida su autoridad con un discurso que se retrolegitima a través de los valores de la tribu, y los proyecta hacia afuera.

Roberto Brito Lemus plantea que la juventud, comienza cuando se desarrolla la capacidad de reproducir la especie humana, y termina cuando se desarrolla la capacidad de reproducir el orden social.

Se es joven mientras se cuestiona, contesta y demanda cambios y se evita reproducir el orden social tal cual está planteado. Cuando se evita “transar”, cuando se quieren transponer límites, cuando se quiere forzar la realidad y enfrentar poderes constituidos y poderosos que frenan los cambios.



La institucionalización de soluciones para problemas no legitimados.


La política como herramienta de reconocimiento, legitimación y solución de problemas de los cuales los adultos “no se hacen cargo” dejando a los jóvenes en un limbo.


Por ejemplo hoy, el déficit habitacional. La casa como primer ordenador social, no es algo a lo que los jóvenes puedan acceder mediante el ahorro. Solo quien tiene padres con dinero puede comprarse una vivienda. ¿Cómo se supone que un joven puede comprarse una vivienda? Instalado socialmente el mandato de formar parejas y familias, sin casa no hay familia, por un lado se plantea un modelo y por el otro se cierran los caminos para construir ese modelo.


Este tipo de situaciones , constituyen aquellos problemas, en los cuales los jóvenes, sienten que los adultos revelan una desidia banal.

Otro ejemplo: ¿donde se orina en el espacio público en Buenos Aires, si baños públicos no hay?.


En la calle baños no existen, en los bares solo admiten clientes, lo cual obliga a mucha gente pedir un café para ir a un baño. ¿Donde se supone que orine una persona necesitada de hacerlo, estando en la calle?


El planteo de estas preguntas, la interpelación a los más viejos, y la búsqueda de respuestas conforman la demanda de institucionalización que conlleva una legitimación implícita y demandada de valores, sentimientos, necesidades, deseos y aspiraciones.


El clivaje prohibido-permitido.

La tensión entre lo prohibido y lo permitido, como el consumo de marihuana o el aborto. O en otras épocas, desde el divorcio, hasta circular por el espacio público en pantalones cortos, plantea un trade off que cliva y divide la cancha entre los caretas y los propios, porque el joven pone en emergencia conductas “asociales” , que muchos viven y practican subterráneamente.


Es más importante lo que dicen otros jóvenes, dentro o fuera de la tribu, por afirmación o por negación, que lo que dicen los padres.


De esta manera gestionan el conflicto entre lo que está bien para los padres y lo que está bien para los pares, y así de esa manera, responder a dos expectativas diferenciadas.


El súper yo y la constitución del yo plasmados en la contradicción de las construcción de las decisiones, tiende a profundizar el conflicto. Esta contradicción genera tensiones interesantes en la conducta, y en los mecanismos decisorios.


Si los jóvenes cumplen con lo que está bien para los padres, incumplen con lo que está bien para los pares y viceversa. “No tomes, no entables relación con gente peligrosa, estudiá mucho” consejos sobre la vida sexual, las relaciones, el trabajo y finalmente la política.


El reconocimiento de la cultura que viene, más que como una contracultura.

Los jóvenes barometrizan el cambio, lo que hoy está no aceptado o mal visto y mañana será normal. Por eso demandan él cambio y lo anclan en el límite de lo socialmente aceptado.

La demanda implícita es que sea aceptado lo inaceptable dentro de las condiciones objetivas, pero que como dice la marcha de la bronca de Pedro y Pablo, “haré de cualquier modo” .

Planteo de luchas contra enemigos poderosos, con final abierto. 

Se trata de luchas difíciles, enmarcadas en la épica de quien se sabe más débil y por lo tanto debe revelar mística, valor y coraje para dar una batalla, a priori perdida, pero decisiva e ineludible.

El enfrentamiento contra poderes hasta el momento “intocables” e “invulnerables”, le otorga vitalidad y dinamismo, al vínculo, entre una fuerza y los jóvenes

Ese final abierto, esa asimetría desfavorable, indignan, emocionan, convocan y construyen la bronca originaria y movilizadora y la alegría de la acción y compromiso colectivos.

El proceso de construcción y gestión de un marca política, en medio de la disputa de sentidos y ofertas simbólicas en los segmentos jóvenes, se potencia cuando se despliegan experiencias compartidas entre la marca política y los sujetos de elección jóvenes.

Esas experiencias compartidas son potentes en términos emocionales y eficaces a la hora de consolidar anclajes, en un modo de asegurar la permanencia de una experiencia determinada como disparador de significados.

La emoción influye decisivamente en la toma de decisiones. El sistema de preferencias en los segmentos jóvenes, se constituye a partir de la emocionalidad. Aunque parezca que ciertas decisiones se toman a partir la racionalidad y el análisis, en realidad, en lo que interviene la racionalidad es en justificar, y construir un relato que explique porqué tomamos esa decisión.

Disenso formal activo

Los sujetos de elección jóvenes, más que leer o escuchar a las marcas políticas, las viven, las sienten y se conectan con ellas dentro de un esquema de conexión permanente en su sistema de relaciones, a través de la Web social, y fundamentalmente a través de una conexión emocional potente que convoque al disenso formal activo, a asumir una mirada crítica, a querer cambiar las cosas, al reconocimiento tribal y a dar batallas contra enemigos poderosos y con final abierto.

No hay que hacer campañas, hay que construir movimientos.
De esa manera se involucran, se identifican, se construyen flujos de pertenencia y pertinencia, y se comprometen con las marcas políticas, produciendo una selección sistemática que ordena y clasifica las percepciones a favor de la consolidación de un posicionamiento emocional, que combina “lo mejor” del candidato y “lo mejor” de ellos.


Nuevos formatos de participación política.

Twitter, Facebook y las herramientas 3.0 y 4.0, donde los jóvenes juegan de local, como nativos digitales, frente a migrantes digitales como sus padres, maestros y profesores, para desplegar nuevas formas de adhesión, militancia y compromiso. La posibilidad de generar acciones, publicar, interactuar, militar, comunicar y llegar en forma simétrica a cualquier persona, segmento, audiencia u estamento.

Rubén Weinsteiner