México:política industrial en los márgenes de lo posible

Raúl Bravo Aduna



Parece contraintuitivo, pero las políticas públicas industriales están considerablemente soslayadas del debate público en general.1 Esto sucede tanto en México como en el mundo. Luis Ángel Monroy-Gómez-Franco, colaborador habitual de este espacio, considera que se da “porque no existe un apoyo consensual sobre su utilidad entre economistas. Hay un grupo, grande, que cree que nada más sirven para proteger rentas. Se construyó un discurso de que no servían de nada y que eran vertederos de corrupción”. El péndulo se ha movido lentamente y la tajante frase “la mejor política industrial es la que no existe” ya no se antoja tan lapidaria como hace algunos años. El mismo Monroy-Gómez-Franco considera que la discusión sobre el tema “está en un punto medio en donde tanto quienes las apoyamos y quienes no, ya podemos tener una conversación sensata al respecto reconociendo pros y contras”. Es en este contexto que el libro Industrial Development in Mexico: Policy Transformation from Below, publicado este año por Routeledge en su serie dedicada a estudios sobre desarrollo en América Latina, del académico regiomontano Walid Tijerina, adquiere relevancia.

El objetivo de Industrial Development in Mexico es proveer un testimonio de los esfuerzos que han sido necesarios para la articulación de una política industrial de transformación a nivel subnacional de nuestro país (tomando como casos de estudio Querétaro y Nuevo León), buscando contribuir a una comprensión multinivel del fenómeno, así como explicitar los obstáculos de desarrollo que presentan escenarios regionales inmersos en un capitalismo global. Igualmente, se presenta como un esfuerzo por articular bases analíticas para el estudio e implementación de política industrial a partir de las relaciones entre gobiernos subnacionales y nacionales, así como entre actores públicos y privados de manera regional. Todo lo anterior sin dejar a un lado problemáticas mismas de esta visión académica sobre el tema.



Ilustración: Raquel Moreno

Un análisis multinivel de política industrial “es valioso”, explica Monroy-Gómez-Franco, “de otra forma, va a estar canijo hacer frente a cosas como la automatización. No se diga desarrollar el sur del país. Requieres el combo de política de inversión en infraestructura + política industrial + política de empleo + política de desarrollo social”.

Tijerina hace un esfuerzo notable a lo largo del libro por destacar dos elementos: por un lado, la importancia del diseño, planeación y colaboración que requiere una política industrial exitosa; por el otro, las formas en las que en México no hemos podido generar esas dinámicas de manera sistémica y a través de todo nuestro territorio. Así pues, es un trabajo que, al describir el estado de la cuestión, proscribe rutas de viaje tanto para el análisis como para la implementación a futuro.

Los primeros capítulos de Industrial Development in Mexico se dedican a hacer una breve radiografía de la historia contemporánea de la política industrial en México y América Latina. Tijerina presta particular atención a la incapacidad de ciertos Estados Latinoamericanos para arropar industrias competitivas a escala global a finales del siglo pasado que, junto con crisis financieras sucesivas, llevaron a buscar un giro neoliberal en sus economías. De igual manera, el académico sostiene que el Estado mexicano ha fallado históricamente en el desarrollo de un enfoque de desarrollo industrial coordinado y cohesivo. Explica que las sinergias público-privadas necesarias para un cambio en esta materia han sido mejor formuladas, de hecho, a nivel subnacional. Es ahí donde Tijerina encuentra patrones más o menos paralelos de política industrial y sectores públicos y privados en los casos de Querétaro y Nuevo León, relatados desde perspectivas transdisciplinarias.

La política industrial a grandes rasgos se puede entender como las actividades de gobiernos para desarrollar (o reducir o incluso desaparecer) varias industrias en una economía en gran medida con miras a mantener competitividad global. Sin embargo, su implementación exitosa, Tijerina reitera una y otra vez a lo largo del libro, recae hasta cierto punto en relaciones dinámicas entre Estado (a niveles subnacionales y nacionales) y sociedad (colaboraciones público-privadas) que detonen ese desarrollo económico.

Partiendo de Hausmann, Rodrik y Sabel, en Industrial Development in Mexico se marca que las “buenas” políticas industriales requieren colaboraciones público-privadas para llegar a buen puerto. Es decir, se debe plantear como una respuesta coordinada a los cambios en el mundo.

Siguiendo el argumento de Tijerina, una falta de apoyo (o diseño) nacional obliga a que a nivel subnacional se busquen formas de sobrevivir en el capitalismo globalizado. En ese mismo sentido, la dispersión de problemáticas y políticas industriales generalizadas se han presentado, a los ojos del investigador regiomontano, como una oportunidad de responder a los retos contemporáneos que presentan las economías globales.

Monroy-Gómez-Franco considera algo similar: “los casos recientes de éxito en México han sido iniciativas de los gobiernos subnacionales ante la ausencia de un plan nacional desde el gobierno federal. Por eso ves que son políticas que ocurren en estados con los recursos financieros y humanos para poder implementarlas y no en Chiapas”. Se requiere de pericia política y de coordinación en varios niveles para poder articular algo que Monroy-Gómez-Franco llama “la política industrial en los márgenes de lo posible”. Todo va en función de los acervos regionales de capital humano, físico y recursos naturales, la infraestructura y los recursos del Estado.

El argumento central del libro se enfoca en sostener que los mejores ejemplos de política industrial en un país como el nuestro se encuentran a nivel subnacional, siempre con dos variables fundamentales: la necesidad de una integración vertical (entre gobiernos locales y nacionales) y estrategias horizontales de institucionalización (enfocadas en relaciones y dinámicas público-privadas).

Tijerina ha identificado en su trabajo académico (este libro que se viene gestando de sus estudios doctorales, por ejemplo) una variable fundamental para las políticas industriales exitosas a nivel subnacional: la integración vertical económica enfocada a la importancia de las dinámicas entre gobiernos locales y nacionales. Pero, una vez cristalizada esta integración vertical (particularmente en términos de obtención de recursos e infraestructura), es fundamental llevar a cabo estrategias horizontales de institucionalización de la política industrial para definir trayectorias de desarrollo, en las que se involucren actores públicos y privados.

Se requiere de una integración vertical en gran medida para modernizar la infraestructura y el capital humano de las entidades, pero igualmente tener acceso a recursos públicos y cabildear la inclusión de la política industrial regional en la agenda nacional. Una vez logrado eso, sólo es posible volverla sostenible en el mediano y largo plazo a través de la implementación de estrategias horizontales que institucionalicen dicha integración vertical.

La conclusión de Tijerina es tajante: se necesita formular políticas industriales proactivas en oposición al enfoque tradicionalmente orientado al mercado del gobierno federal (o la clásica “la mejor política industrial es la que no existe”).

Entender a las políticas industriales desde una perspectiva multinivel, como Tijerina apunta, puede ser un paso muy sólido hacia nuestro entendimiento sobre el desarrollo económico en general. En el fondo, Industrial Development in Mexico se pregunta cómo podemos estimular los esfuerzos de desarrollo industrial que se han dado a nivel subnacional en nuestro país, a partir de la reconfiguración misma de nuestra idea de lo que es la política industrial. Para decirlo mal y rápido: no se va a lograr con puros buenos deseos.

Raúl Bravo Aduna

Editor de Economía y sociedad.