#VotoJoven: idealización y blindaje de las #MarcasPolíticas como funcionalidad disruptiva

Rubén Weinsteiner



Por Rubén Weinsteiner


Los jóvenes transitan la vida, entre normas y pautas rígidas, que rodean deseos, utopías, frustraciones, prohibiciones, injusticias, etc. Normas y pautas que prohíben o determinan que las cosas sean de una determinada manera y no de otra.

Una pauta es una regularidad efectiva de la acción social, es una forma, una conducta, una manera de actuar que se da y repite en un contexto social. Una norma es una regla que establece como obligatorio hacer algo de una determinada manera. Sino lo hacés así, se te castiga.

Las normas pueden cumplirse o no, las pautas sino se cumplen dejan de ser pautas.

Es cierto que muchas pautas tienen como correlato una norma, pero hay normas que están ancladas en la tradición, en mandatos, en relatos ocultos, en tabúes y no en un marco normativo formal.



La tensión entre pautas propias y normas ajenas en los segmentos jóvenes, sobredetermina la necesidad de la mutación. El joven pone en emergencia conductas “asociales”, que violan normas, y que muchos viven y practican subterráneamente. Esa mutación genera comportamientos reactivos en los mayores cercanos y en el establishment en general. Frente a esa reacción se genera un movimiento naturalmente reactivo que blinda las referencias, para frenar cualquier cuestionamiento e intervención.



Desde los funcional, pensamos la juventud como la define Roberto Brito Lemus, que plantea que la juventud, comienza cuando se desarrolla la capacidad de reproducir la especie humana, y termina cuando se desarrolla la capacidad de reproducir el orden social. Se es joven mientras se cuestiona, contesta y demanda cambios y se evita reproducir el orden social tal cual está planteado. Cuando se evita “transar”.



Pautas de rebelión funcionalmente constantes e históricamente cambiantes


Las pautas de la rebelión entre los jóvenes son funcionalmente constantes, es decir, los jóvenes buscan cambiar y sustituir, ya que deben “matar al padre” como estrategia de inserción, proyección y supervivencia, por eso la rebelión y la protesta se mantienen constantes, como la identificación con los factores mas disruptivos de la sociedad, buscando luchas contra enemigos poderosos, con final abierto.

Esas pautas de rebelión son históricamente cambiantes, y dependen de que lo está instituido como conservador, preservador del orden constituido y bloqueador de cambios, sustituciones, y del ingreso de los jóvenes a instancias de potencialidad de acción.




La pauta de rebelión se constituye en función de lo que obtura el recambio, con la impronta de la nueva generación



Frente a lo establecido, la disruptividad requiere de nuevas referencias de las cuales guiarse y hacia las cuales establecer adhesiones consistentes y duras.



Las adhesiones blandas son difíciles de encontrar en el voto joven, y si se dan, ocurren por descarte, y revisten una gran debilidad y labilidad.



La adhesión joven es esencialmente dura por



1) La adhesión está validada por la tribu, para lo cual, cualquier cambio, debe ser asumido por mecanismo decisorio y de preferencias de la tribu, por lo tanto tiene una complejidad funcional que no tiene la volatilidad individual.

2) El joven necesita idealizar para construir un camino que los adultos “no han sabido marcarle”, una hoja de ruta diferente a la reproducción de formatos sociales que no los representan, una referencia que no encuentra en los padres, en los maestros, en el deber ser formal “(la ley”), que no los contiene ni habilita en tanto individuos, diferentes y que vienen a ocupar los lugares hoy ocupados por los “gestionadores” del deber ser.

3) Esa idealización permite la identificación y conexión con lo que los jóvenes no son, y el político tampoco, pero el joven siente la necesidad de ser, como mandato cultural tribal-etáreo.

4) La dureza es la respuesta a la negación que hacen los mayores de la disruptividad joven. Los mayores tienden a censurar en un modo defensivo el pesar, sentir y accionar de los jóvenes. “En mi época no pasaba” es un verbatim transversal a todas las generaciones, es la resistencia, la barrera ante el aluvión de lo inconmprendido.





Esa adhesión requiere de un blindaje que lo haga inmune a las balas de las críticas. Ese blindaje es emocional, por eso las críticas racionales, los datos y las chicanas, no le entran.

Las marcas políticas construyen sentimientos fuertes en los segmentos jóvenes. Esos sentimientos, no se desalojan ni modifican con slogans, declaraciones en los medios, denuncias o profecías. Una vez que el anclaje emocional generado se instala, corre por canales separados con la racionalidad.

Después de la caída de Perón, muchos jóvenes provenientes de familias antiperonistas, se hicieron peronistas, como operación reactiva a la represión, prohibición y a la cultura familiar. En ese contexto, desde el gobierno se buscóesmerilar sistemáticamente la imagen del Perón y el peronismo de las formas más variadas.

Desde la prohibición de nombrar a Perón o a Evita, exposiciones con las joyas y artículos suntuarios de la pareja, películas y programas de TV, incontables denuncias de corrupción hasta diciendo que las visitas del boxeador estadounidense Archie Moore a la Argentina, se debían a que este tenía una relación intima con Perón. La respuesta fue un grafitti en diferenetes lugares del país, presumiblemente realizado por jóvenes, que sin hacerse cargo de las afirmaciones opositoras, mostraba la futilidad de las mismas : “puto y ladrón igual queremos a Perón”.



Resulta complejo sostener la idealización por parte de las marcas políticas, porque ningún político es como lo ven o necesitan verlo. Pero sin idealización no hay adhesión dura. Es por eso que las marcas políticas deben tratar de sostener el status quo de la idealización, manteniendo la mísitica, el misterio y la distancia que por cercanía habilite la emoción y por lejanía preserve la asimetría sin establecerla de manera visible pero tácitamente sea un dato de la realidad del que no se habla.

La autoridad debe sostenerse en la solidez y seducción, bajar al llano en “operaciones furtivas” para volver a “la cima”. Debe generar confianza, exhibir fallos y errores, mostrarse “unplugged”, hacer pasar al joven “al otro lado del mostrador’ pero sólo de a ratos, y estar siempre un paso delante en la conversación Marca política-joven.



La labilidad en el voto joven representa una oportunidad para las marcas políticas y la adhesión un desafió en la sustentabilidad de dicha adhesión. Los mayores cambian poco, los jóvenes cambian y cuando lo hacen quieren adherir intensamente. La elección se define allí donde es rentable intervenir. El voto joven es ese territorio.

Rubén Weinsteiner