De paridades raras y construcciones soviéticas

 Hay cosas que no cierran.
 
1) En las mediciones provinciales se palpa una caída fuerte de Cambiemos con respecto a 2015
2) Hace 4 años Macri ganó 51 a 49, a pesar de que a las nueve de la noche se anunciaba una diferencia de 10 puntos. Del 51% hay algunos arrepentidos, del 49 ninguno. No hay nadie que en 2015 no haya votado a Macri, que lo vaya a votar ahora
3)Massa obtuvo 20 puntos en 2015, y ahora integra el Frente de Todos. Lavagna + Espert da coo máximo 14.
4) La Argentina crece poblacionalmente a razón de 250 mil habitantes por año. Osea que con respecto a 2015 tenemos 1 millón de electores nuevos, todos jóvenes. En el voto joven, el gobierno siempre ha perdido.

Las elecciones de 2017 refrendaron al presidente Mauricio Macri. En la Casa Rosada alumbraba una fantasía que había tentado décadas atrás al presidente Raúl Alfonsín: desguazar al peronismo para construir una oposición dócil, vencible, diseñada a imagen y semejanza del oficialismo. Varios gobernadores justicialistas miraban con cariño ese proyecto. Alternativa Federal se insinuaba como la herramienta para construir el escenario de 2019 con tres postulantes desparejos. Cambiemos, el campeón garantizado… los otros dos peleando sin más ilusiones que la medalla de plata.

En 2018 pasaron cosas. El modelo M entró en su faz cristalizada que perdura hasta ahora: recesión, despidos, industricidio, una inflación imparable, quiebras, aumento de la pobreza y la desigualdad, reaparición del hambre, de la falta de vacunas.

La corrida cambiaria quemó los papeles de los gurúes económicos. El fuego amigo de los especuladores financieros hizo estallar el blindaje mediático soviético de los periodistas rentados.

Si estamos ante un nuevo ejemplo de ineptitud o presenciamos la confección de un elaborado y complejo fake news de alcance nacional, planificado para neutralizar o aminorar el efecto de una derrota del oficialismo o para desconocer directamente el resultado de las urnas, a esta altura no resulta relevante de cara a lo prioritario: garantizar la transparencia del proceso electoral. Ya habrá tiempo para evaluar responsabilidades políticas y penales en este desastre. Hoy es imprescindible concentrarse en lo que suceda el domingo que viene.

A una semana de las primarias, hay un solo tema que importa: la seguridad del acto electoral no está garantizada. Ni el Poder Ejecutivo, encargado, según la ley, de organizar el escrutinio provisorio; ni el fuero electoral, que por ahora ensaya algunas tibias advertencias, pero deja hacer; ni Smartmatic, la empresa de antecedentes turbios que se adjudicó en forma dudosa la responsabilidad; ninguno de ellos puede asegurar que no habrá irregularidades en ese primer recuento.

Cabe aclarar que lo que está en duda, en este caso, no es el resultado final de las elecciones, que se desprende del escrutinio definitivo, número que se conoce entre diez días y dos semanas después de las elecciones. Las sospechas pesan sobre el recuento provisorio, que es el insumo sobre el que la sociedad, con ayuda de los medios de comunicación, elabora la información vertida en las urnas durante la votación, designando ganadores y perdedores que después resulta difícil, acaso imposible, revertir.

Existe un antecedente inmediato y cercano, que no ayuda al gobierno a despejar dudas. Fue la celebración en las PASO de 2017 de un triunfo oficialista en la provincia de Buenos Aires que luego se demostraría falso. Todavía persisten dudas sobre aquel escrutinio provisorio. Finalmente, en octubre, sí se impuso Cambiemos. Es imposible e inútil especular sobre cuánto pesó en el resultado final ese festejo en la noche del domingo de primarias. No deja de ser una luz amarilla para la oposición, de cara a unos comicios aún más importantes.


El gobierno necesita reducir a unos pocos puntos la ventaja de les Fernández en las PASO, para que el dólar, que el viernes volvió a venderse a 46 pesos, no remonte vuelo en lugar de los globos. De otro modo, octubre sería su Waterloo en primera vuelta y no llegaría al ansiado balotaje. Nada le impedirá dar el número que prefiera la noche de las PASO, y validarlo con el martilleo de los medios que le responden. En una elección relativamente cerrada, basta con una alteración de pocos puntos para disimular la magnitud de una derrota. La comprensión de cómo se realiza el truco es compleja y si los grandes medios audiovisuales reproducen en forma acrítica la información oficial, esa tenderá a instalarse como verdadera. Cuando el escrutinio definitivo ponga las cosas en su lugar, no todos se enterarán y el gobierno ya habrá conseguido los objetivos políticos y económicos que persigue.