por Alejandro Bercovich
Cuando inaugure hoy las sesiones ordinarias del Congreso y con ellas el semestre más caliente de la campaña, Mauricio Macri procurará aventar una inquietud que se apoderó por estos días del establishment y que la potencia del rumor convirtió casi en una certeza: que el Presidente está deprimido por la crisis de la que no consigue sacar a su gobierno y que su entorno le oculta información para que el cuadro no se agrave.
La preocupación empezó cuando, dos semanas atrás, Macri le dijo a una radio de San Luis que "ya está bajando la inflación" y que "lentamente va a mejorar la actividad económica". Al día siguiente, el INDEC publicó que el Índice de Precios al Consumidor ( IPC) trepó un 2,9% en enero, por encima del 2,6% de diciembre. No solo la inflación no estaba bajando sino que se estaba acelerando a niveles inéditos para una economía con tan pocos pesos en circulación. Ese 2,9% de enero, para ponerlo en perspectiva regional, fue mayor que la inflación que Chile, Perú o Bolivia tuvieron durante todo 2018. Y para peor, el 49,3% que marcó el INDEC en la comparación interanual de enero va a superar el 50% en febrero, a caballo de las tarifas de luz, gas y transporte.
El otro vaticinio presidencial -"lentamente va a mejorar la actividad"- chocó con otro informe oficial: anteayer, el INDEC calculó que el PBI cayó un 2,6% durante 2018 y dejó un arrastre estadístico del 3% negativo para este año. Sin contar todavía ese arrastre, Macri cerró sus primeros 36 meses de mandato con los peores indicadores desde el crac 2001/2002: en promedio, la economía se contrajo un 1% por año y la inflación fue del 32% por año. Durante el primer mandato de Cristina Kirchner, el PBI creció 4% anual y la inflación (medida por los institutos provinciales) fue del 20% anual. El cuatrienio 2011-2015 dejó un crecimiento nulo entre puntas y una inflación promedio del 27% anual. El mayor contraste es con el mandato de Néstor Kirchner: 9% de crecimiento anual promedio y apenas 10% de inflación por año.
¿Cómo puede haberse permitido el Gobierno exponer al Presidente a una refutación tan inmediata de sus dichos por parte del ente estadístico oficial? ¿Las internas de palacio llegaron a un punto tal que la información ya no fluye como cuando Jorge Todesca asumió al frente del INDEC? El empresariado cree que no. Y le adjudica el yerro al jefe de gabinete, Marcos Peña, de quien dicen que sobreprotege al mandatario para no perturbarlo en medio de la depresión que le diagnostican a la distancia.
Uno de los socios de la Asociación Empresaria Argentina ( AEA) que ya no oculta su desencanto por la gestión de Macri -pero que pidió anonimato para evitar represalias- amplió la hipótesis ante BAE Negocios. "Un tipo tan poderoso no habla nunca en público de sus sentimientos. Es una señal de debilidad. Nosotros mismos evitamos hacerlo ante nuestros empleados. Y él dijo en septiembre que los meses de la corrida fueron los peores de su vida desde el secuestro. Puede ser demagogia, para dar lástima o generar empatía, pero yo creo que es depresión", sostuvo.
El propio Nicolás Caputo también alimentó la teoría de que el mandatario está afectado en su equilibrio emocional. La semana pasada admitió ante colegas que pasa más tiempo en Estados Unidos que en Argentina porque teme a las reacciones destempladas de su amigo de toda la vida.
Hagan algo
El ejército semiótico que custodia la imagen presidencial también exhibió una debilidad inexplicable durante el mal trago que debió afrontar con Dante, el operario de una subcontratista de Riva S.A. que lo increpó en su visita al obrador de ProCreAr en Parque Patricios. Su "hagan algo" se hizo viral en cuestión de horas pese a los vanos esfuerzos de una funcionaria de Ceremonial de Presidencia por entorpecer con su cuerpo la filmación que procuraba otro de los obreros. Como un sargento Cabral del siglo XXI, la rubia procuraba evitarle algo que para Jaime Durán Barba es peor que un disparo de bayoneta. La grabación, de hecho, expuso a un Macri taciturno, a la defensiva y sin una sola respuesta para el trabajador.
Lo que vino después fue quizás peor. Primero la UOCRA confirmó que Dante era un delegado gremial de base y su secretario general, Gerardo Martínez, dejó trascender que "es lo que piensan los trabajadores de la construcción". Pero al día siguiente, el operario no apareció en su lugar de trabajo.
Ante las versiones sobre su supuesta suspensión por indisciplina, él mismo salió a desmentirlas mediante un audio que difundieron oficiosamente funcionarios de Presidencia. En el audio aclaraba que había faltado porque funcionarios lo habían invitado a una reunión, pero también decía que estaba con ellos en ese momento, en su propia casa. Todo mal. Como un spot proselitista con timbreos y sonrisas, pero al revés.
Otra vez, los empresarios se preguntaron ¿cómo terminó involucrado en un episodio así? ¿Otro síntoma de que está bajoneado y mal acompañado en ese padecer?
Sandalias con medias
Desorientados también ellos por la demora de la recuperación que esperaban para esta altura del año y cruzados por resquemores entre quienes militan abiertamente por Roberto Lavagna y quienes aún creen que la elección se definirá entre Macri y Cristina Kirchner, los hombres de negocios se mantienen a la expectativa. Los de AEA recién retomarán la actividad el 12 de marzo con un nuevo almuerzo, el primero desde el que los reunió en el Four Seasons la semana previa a Navidad. Aquella vez habló Natalio Botana y hubo muchos faltazos de quienes no querían avalar otra vez la reelección de Jaime Campos al frente del club de millonarios. Un dato que también habla de los desencuentros entre ellos.
En la industria manufacturera ya casi no quedan quienes respalden el plan económico. Hasta Cristiano Rattazzi, jefe de la filial local de Fiat Chrysler y fiscal de mesa de Cambiemos en los últimos dos comicios nacionales, se desahogó anteayer en la reunión que la cúpula de la UIA compartió con Sergio Massa y su equipo en la sede de la central fabril. "Se nos cayó Brasil, bajamos a un tercio la producción, habíamos desarrollado proveedores locales y los tuvimos que bajar y ahora los autopartistas nos quieren matar", reconoció. "No se puede construir nada sobre un cementerio de empresas", azuzó José de Mendiguren, que llegó a Avenida de Mayo y Lima junto con el tigrense pero jugaba también de local.
Lavagna, en ese contexto, confirmó sus aspiraciones presidenciales y se reunió sigilosamente con dueños de medios de comunicación para establecer canales de comunicación de cara a la campaña. Con Massa pactaron no agredirse y ver qué pasa en marzo. Las encuestas todavía lo ubican por debajo del exjefe de Gabinete en intención de voto pero con contadísimas apariciones en los medios y sin siquiera haber ratificado públicamente su candidatura.
Lo que ya hay es un isologotipo de la candidatura. Es un 2019 con un par de pies enfundados en sandalias con medias, como las que usó el exministro de Economía en su encuentro veraniego con Miguel Angel Pichetto. En política, como sugerían Oscar Wilde y Salvador Dalí para el arte, no existe la mala propaganda.
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