Elecciones adelantadas en España con una fuerte fragmentación entre el PSOE, Podemos, el PP, Ciudadanos y la ultraderecha

Sánchez adelanta las elecciones al 28 de abril con un panorama más fragmentado que nunca y una fuerte división entre los partidos de izquierda y de derecha


Desde la izquierda, Pablo Iglesias (Podemos), Pedro Sánchez (PSOE), Albert Rivera (Ciudadanos) y Pablo Casado (PP).

España nunca votó con un espacio electoral tan fragmentado y, sin embargo, las opciones están ya muy claras. Los españoles decidirán el 28 de abril, la fecha elegida por Pedro Sánchez para el adelanto electoral, entre dos bloques muy definidos. Por un lado, el de la moción de censura, liderado por el PSOE, un partido que según todas las encuestas subirá pero tendrá muchas dificultades para sumar una mayoría con Podemos ahora que ha roto con los independentistas. Por otro, el bloque de centro derecha y ultraderecha —PP y Ciudadanos (Cs) con apoyo de Vox— que gobierna ya en Andalucía. Sánchez empezó ayer mismo la campaña y se colocó frente a “la derecha de Colón”. Albert Rivera, líder de Ciudadanos, rechaza un pacto con Sánchez y apuesta con claridad por el modelo andaluz para La Moncloa.

Los partidos consideran que el tema central que se imponga en la campaña decidirá el resultado de las elecciones. Si la derecha, en pleno juicio del procés, que dominará la escena los próximos meses, consigue llevar el debate al combate contra el independentismo, el PSOE y Podemos tienen poco que hacer. Se abrirá paso a un Gobierno a la italiana en el que se suman desde los liberales a los conservadores pero también la extrema derecha nacionalista española.

Si Sánchez logra su objetivo y el eje de la campaña es la discusión izquierda-derecha, tal vez pueda movilizar a la izquierda que se quedó masivamente en casa en las elecciones andaluzas —800.000 votos perdieron entre el PSOE y Podemos que se fueron mayoritariamente a la abstención— y dar la sorpresa.



EVOLUCIÓN DE VOTO EN LAS ELECCIONES GENERALES DESDE 1977

Elecciones al Congreso, en %



Estos eran los análisis que se manejaban ayer en las sedes de los partidos y que centraban los primeros discursos de campaña de sus líderes. El popular Pablo Casado prometía un 155 permanente. Rivera lucha ya para ser el líder del bloque de derechas. Irene Montero, de Podemos, lamentaba que se haya roto la alianza de la moción de censura que expulsó a Mariano Rajoy del poder el pasado 1 de junio. Y el propio Sánchez planteaba a los españoles la siguiente disyuntiva: elegir entre la llegada del “bloque de Colón” o la continuidad de un Gobierno que pese a lo efímero de su mandato ha demostrado, según él, que tiene un proyecto para reducir las desigualdades y también “para unir a España”.

“La derecha defiende una España en la que solo caben ellos, nosotros un país constitucional en el que caben todos”, sentenció el presidente. Sánchez ya ultima una campaña para desplegar la próxima semana y este sábado arranca con un gran mitin en Sevilla con Susana Díaz.

La tercera opción que rompería esos bloques, un acuerdo PSOE-Ciudadanos como el que firmaron en 2016, parece casi imposible. Albert Rivera insiste: no gobernará con Sánchez en ningún caso. “Me sorprende que me pongan a mí un cordón sanitario y no se lo pongan a la ultraderecha”, se quejó el presidente.

El eje izquierda-derecha y la sensación de víctima de dos extremos —la derecha y los independentistas— que no le han dejado gobernar son claves para el Gobierno en un combate en el que no parte como favorito. Los estrategas de Sánchez quieren aprovechar al máximo la foto de Rivera con Casado y el líder de Vox, Santiago Abascal, el pasado domingo en la manifestación por la unidad de España que se celebró en la plaza de Colón de Madrid. Los colaboradores del presidente consideran esta imagen un error de cálculo de quien es su gran rival junto a la abstención. Ambos partidos tienen votantes limítrofes.

Rivera piensa lo contrario y cree que él recibirá sin gran esfuerzo muchos votos socialistas españolistas. El líder de Ciudadanos ve claro que su verdadera batalla es ganarle al PP. Si lo logra, podría ser presidente del Gobierno, una hazaña impensable para un partido relativamente nuevo sin apenas poder territorial. Sánchez cree que Rivera le hace un favor consolidando el eje PP-Cs-Vox, que él utilizará para movilizar a la izquierda, pero el político catalán cree que el problema lo tienen los dos grandes partidos, que siguen perdiendo apoyos, como se ha visto en Andalucía, mientras él no para de subir.

Casado, en su durísima batalla por frenar la sangría hacia Vox, no tiene ningún problema en defender los pactos con ellos y derechizarse para recuperar ese espacio de lo que no deja de ser una escisión del PP, lo que favorece también el discurso del eje de derechas.
Resultado imprevisible

El resultado es imprevisible, sobre todo por el sistema de reparto de escaños por provincias. En muchas de las circunscripciones, las más pequeñas, se reparten solo tres actas y hay cinco opciones con posibilidades —PSOE, PP, Podemos, Ciudadanos y Vox—. La asignación de escaños puede depender de un puñado de votos.

Sánchez quería agotar la legislatura, pero solo logró resistir ocho meses. Los españoles irán dos veces a las urnas en un mes —el 26 de mayo hay autonómicas, municipales y europeas— y la campaña se hará en plena Semana Santa. Y serán las terceras elecciones generales en poco más de tres años.

Acostumbrado a la supervivencia al límite, Sánchez se enfrenta a otra una batalla a todo o nada. El presidente ganó las primarias del PSOE empujado por la rabia de los militantes contra la dirección que lo había echado. Ahora quiere ganar con la indignación de la izquierda por la caída del Gobierno. Pero esta vez no votan sus militantes, sino todos los españoles, y con un escenario muy fragmentado que hace mucho más difícil la contienda y la formación de gobierno, que podría retrasarse varios meses con las municipales en el camino. El vértigo a la italianización ha venido para quedarse en el que fuera uno de los países políticamente más estables de Europa. Como suele decir el expresidente Felipe González, lo que falta son italianos para gestionarlo.


Unas elecciones generales más inciertas de lo que parece

Las encuestas dan ventaja al bloque de PP, Vox y Ciudadanos, pero su margen en escaños es estrechísimo. Otros resultados son perfectamente posibles







Las elecciones llegan cuando las encuestas dan ventaja a la derecha. Según el promedio de sondeos de EL PAÍS, el PSOE marcharía primero rondando el 24% de votos y le seguirían PP (21%), Ciudadanos (18%), Unidos Podemos (15%) y Vox (11%). Este es el primer escenario: un resultado así daría la victoria al bloque de PP, Vox y Ciudadanos. Sin embargo, su ventaja es más estrecha de lo que puede parecer a primera vista.

Las encuestas dicen que la mayoría de derechas es el resultado más probable, pero no muy probable. PP, Ciudadanos y Vox obtendrían alrededor de 177 escaños, que es una suma precaria: los sondeos dicen que esa mayoría tiene sus opciones al 50 por ciento y que es casi tan probable que ocurra como que no ocurra.

¿Qué cálculos habrán hecho en Moncloa para decidirse a convocar las elecciones el 28 de abril? Confiarán en reactivar al electorado de izquierdas aprovechando el clima de polarización y presentando a Vox como la amenaza a combatir yendo a votar. Y quizás estén contando, también, con un “efecto urnas” que movilice a los suyos y equilibre la mayor activación que se observa a su derecha. A menudo, es más fácil estar desmotivado delante de un encuestador (y decirle que estás indeciso o que no puedes contestarle justo ahora) que quedarte en casa cuando realmente eres llamado a votar.

Por eso no es descabellado que la izquierda piense en remontar. La mayoría de PP, Vox y Ciudadanos es muy justa en escaños, a pesar de que el viento sopla a su favor: las encuestas les dan un 49% de votos, que es una cifra con pocos precedentes. En 2016 el centro-derecha y la derecha se quedó en el 46% de votos y en 2015 en el 43%. En realidad esa mitad del electorado solo se acercó al 49% de votos en 2011, después de siete años de Gobierno socialista y en plena crisis, cuando la suma de PP y UPyD obtuvo un 49,3% de votos.

Escenario 2: sube la izquierda

En realidad, basta un error normal en las encuestas para cambiar las mayorías viables. Imaginemos, por ejemplo, que efectivamente se produce una reactivación de la izquierda y que PSOE y Unidos Podemos consiguen batir las encuestas actuales en 3,2 puntos.



En ese escenario, la suma de PP, Vox y Ciudadanos perdería probablemente la mayoría y se abrirían dos alternativas alrededor del PSOE. El partido del gobierno sumaría más de 176 escaños con Unidos Podemos y todos (o algunos) de los partidos periféricos (ERC, PDeCat, PNV, etcétera). Además, la suma de PSOE y Ciudadanos podría alcanzar también la mayoría, siempre que ambos partidos mantuviesen la fuerza relativa que exhiben dentro de sus bloques.

No es un escenario arbitrario. Esos 3,2 puntos de desviación respecto de las encuestas actuales se corresponden con el error medio de los sondeos en España a 60 días de unas elecciones, según un análisis de todas las generales desde 1986. Y ese es solo el error medio; no sería raro que las encuestas se desviasen más aún del resultado final.
Escenario 3: sube la derecha

Un ascenso de la derecha parece menos probable porque tiene en su contra el argumento de la “regresión a la media” (en 2015 y 2016 la derecha tuvo un resultado peor de lo que apuntan ahora las encuestas y eso hace más fácil que retrocedan en lugar de que sigan subiendo). Pero eso no es una garantía. Las encuestas podrían estar quedándose cortas con la fuerza de la derecha, o como pasó en Andalucía, minusvalorar la desactivación de la izquierda.

El siguiente gráfico muestra un escenario donde la suma de PP, Cs y Vox mejora sus sondeos actuales en 3,2 puntos. En ese caso, la mayoría de los tres partidos de la derecha sería mucho más probable y aumentarían las opciones para un acuerdo entre PP y Ciudadanos que excluyese a Vox y se apoyase, quizás, en Coalición Canaria y el PNV.



Estos tres escenarios reflejan la incertidumbre de unas elecciones que se acaban de convocar. Demuestran que desviaciones normales de los sondeos, en sentido estadístico, pueden abrir y cerrar posibles mayorías. Y solo hemos jugado con los votos de los bloques. Cambios en los apoyos de cada partido —por ejemplo, si Unidos Podemos creciese a costa del PSOE o si el PP se hundiese en beneficio de Vox—, también tienen efectos determinantes sobre las mayorías y los posibles gobiernos.

Metodología. Estos números son un ejercicio de aproximación. Primero, porque la encuestas siempre lo son; segundo, porque no han parado de moverse en el último año; y tercero, porque la convocatoria electoral podría cambiar la dinámica electoral.

Promedio de encuestas. El promedio tienen en cuenta decenas de sondeos para mejorar su precisión. Los datos han sido recopilados en su mayoría en Wikipedia. En el caso del CIS se incluyen una estimación propia a partir de sus datos en brutos. El promedio está ponderado para dar distinto peso a cada encuesta según tres factores: el tamaño de la muestra, la casa encuestadora y la fecha. Ahora mismo ese promedio arroja los siguientes resultados: PSOE 24% de votos, PP 21%, Ciudadanos 18%, Unidos Podemos 15% y Vox 11%.

Estimación de escaños. El cálculo de diputados consiste en tres pasos: 1) tomamos el promedio de encuestas a nivel nacional, 2) distribuimos el total de votos sobre cada provincia, tomando como referencia los resultados electorales de 2016, y 3) calculamos los escaños en cada provincia aplicando el método D’Hondt. El voto de PP, PSOE, Ciudadanos Unidos Podemos y el resto de partidos lo proyectamos sobre cada provincia tomando el resultado de 2016 como referencia. La única excepción es Vox, por ser un partido prácticamente nuevo. En su caso usamos los datos de transferencias desde el resto de partidos. Sabemos por encuestas (del CIS, Celeste-tel, Metroscopia e IMOP) que alrededor del 60% de los votantes de Vox vienen del PP, un 18% de Ciudadanos, un 3% del PSOE, un 4,5% de Podemos y un 15% de la abstención. Estimamos el voto de Vox en cada provincia a partir del voto de esos partidos en 2016, asumiendo que los flujos son iguales en todas.

El error de las encuestas en España. El error absoluto medio (MAE) de los promedios de encuestas en España ha rondado los 2 puntos por partido (según una base de datos que hemos construido con todas las elecciones generales desde 1986). Pero esos errores dependen de dos cosas: del tamaño del partido y de la cercanía de las elecciones. Para tener en cuenta esos factores hemos recurrido a la base de datos de Jennings y Wlezien, recientemente publicada en Nature. Hemos analizado los errores de más de 4.100 encuestas en 241 elecciones de 19 países occidentales. Así hemos construido un modelo sencillo que estima el error MAE del promedio de votos estimado por las encuestas para cada partido, teniendo en cuenta: i) su tamaño (es más fácil estimar un partido que ronda el 5% de votos que uno que supera el 30%), y ii) los días que faltan hasta las elecciones (porque las encuestas mejoran al final). De acuerdo con ese modelo, el error medio esperado para un partido con el 20% de votos es de 2,3 puntos la última semana y de 3,2 puntos cuando todavía quedan 60 días para la votación. El margen de error (al 95% de confianza) supera los 5 puntos la última semana y casi alcanza los 8 cuando quedan 60 días.