El largo camino de Trump hacia el "Made un USA"

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No será tan fácil el regreso del ‘Made in USA’ con el que sueña Trump


Bayard Winthrop está enojado. "Washington DC está completamente lleno de mierda", dijo al recordar la reunión que el año pasado mantuvo en la capital estadounidense con un grupo de políticos que querían entender cómo hacer para que la actividad industrial regrese a la región central de Estados Unidos.

Winthrop, CEO y fundador de American Giant, una compañía de indumentaria deportiva exclusiva que produce su línea entera en Norteamérica, es el tipo de personas que participan de estas conversaciones con regularidad. Su empresa se fundó en 2012 con un único producto, un buzo con capucha de alta calidad, y desde entonces se convirtió en el ejemplo de la fabricación artesanal que ahora tanto adoran los políticos y los millennials. Winthrop creyó que tendría una profunda discusión sobre las políticas —sobre la educación de los trabajadores y la capacitación, sobre desgravaciones fiscales para inversión e infraestructura— que lo ayudarían a conectarse con sus proveedores ubicados en las zonas rurales de Carolina del Norte.

Por el contrario, fue una interacción superficial interrumpida por adulaciones entre senadores y asesores que "estaban todos vacacionado juntos en los Hamptons", contó. "Querían que yo comenzara un programa de capacitación vocacional para los trabajadores de mi zona, a lo que les contesté: ‘Claro, es una excelente idea, pero ¿qué están haciendo ustedes para ayudarme?"’

Es una pregunta que encapsula gran parte de la tensión económica y política que se ha observado en EE.UU. durante los últimos años. La actividad industrial cambió drásticamente en las últimas décadas debido a la globalización y a la rápida disrupción tecnológica. El Acuerdo de Libre Comercio Norteamericano (NAFTA), que creó un bloque de libre comercio entre EE.UU., México y Canadá en 1994, provocó que puestos de trabajo en muchas industrias, incluyendo la textil, se trasladaran hacia México.


El principio del orden funciona a la hora de administrar la riqueza personal

En 2001, el ingreso de China a la Organización Mundial de Comercio (OMC) provocó una significativa pérdida de empleo en las zonas central y sur porque las cadenas de abastecimiento se mudaron al extranjero, particularmente en las industrias con bajo margen como la indumentaria. Más recientemente, la tecnología permitió que la actividad industrial sea más productiva y requiera menos personal.

Las cosas todavía se hacen en EE.UU. Pero tal como sabe cualquiera que haya pasado algún tiempo en una fábrica, se necesitan menos personas que antes. Sin embargo, sigue siendo muy atractivo el trabajo industrial. Por cada dólar invertido en producción industrial suma u$s 1,89 a las comunidades locales, según la Asociación Nacional de Fabricantes.

Para los trabajadores, los empleos fabriles calificados todavía representan un camino hacia el sostén del empleo de la clase media en una economía global que corre hacia al abismo, tal como quedó comprobado con el éxito de los exportadores de países ricos como Alemania.

La actividad industrial conlleva una carga emocional y política. La campaña que llevó a Donald Trump a ocupar la Casa Blanca aprovechó el desencanto en la región conocida como Cinturón Oxidado con la globalización, y prometió que volverían los puestos de empleo como una manera de "hacer que EE.UU. sea grande otra vez". Desde entonces, el presidente hizo poco para aplicar su slogan a la realidad y, en cambio, se concentró más su esfuerzo por generar una guerra comercial con China.

Los temas polémicos del comercio global hoy no se vinculan tanto a las materias primas de bajo valor como el algodón y la soja, que quizás sean los blancos de aranceles específicos, sino las industrias de mayor valor. Cuando los países se pelean por el acero, por ejemplo, en realidad discuten por el poder industrial y la seguridad.

La indumentaria no es un área sensible ni estratégica pero, en un mundo más nacionalista, la idea de poder producir alimentos y combustibles y satisfacer la demanda de consumo en el país

–preferiblemente con productos fabricados localmente– es cada vez más atractiva para los políticos de ambos lados.

Es una idea que promueven no sólo los asesores con actitudes agresivas hacia China, sino por aquellos que creen que una economía grande y diversa como EE.UU. no puede estar totalmente compuesta de desarrolladores de software de gran calidad y trabajadores de la economía colaborativa que luchan por ganar incluso el salario mínimo trabajando duro para gigantes plataformas tecnológicas. "La ventaja comparativa funciona sólo en su totalidad en una economía como Singapur", dijo Sree Ramaswamy, socio de McKinsey Global Institute que estudia el sector industrial, y agregó que hay que ser muy excepcional —una nación pequeña y muy rica— para poder concentrarse en sólo uno o dos sectores clave. "Para países como EE.UU., China o India tiene más sentido mantener una mayor diversidad industrial".

Más diversidad podría significar más seguridad, según su razonamiento. Si empresas como American Giant pueden ayudar a revivir zonas económicamente castigadas, luego quizás otras economías de escala podrían crecer. Y si los miembros de comunidades como ésta empiezan a tener más oportunidades, quizás la conversación nacional podría polarizarse menos.

Winthrop está acostumbrado a que le pregunten cuáles son las lecciones que le dejó el camino recorrido en American Giant. Una de ellas es que, en un país rico como EE.UU., es crucial y muy complicado lograr que los mayores costos laborales se compensen mediante un aumento de la productividad. Decidió que gran parte de la cadena de abastecimiento de la compañía estuviera en Carolina del Norte en parte porque es un estado "adecuado para trabajar", donde los sindicatos tienen poco poder, y los salarios son muy competitivos.

Para competir con China, los proveedores de EE.UU. necesitan trabajadores que sean más productivos que los extranjeros. Incluso en zonas de Norteamérica donde la mano de obra es barata, lo que se paga por cada prenda aún es prácticamente tres veces lo que sería en China, si no más.

Quienes están dispuestos a trabajar por ese salario tienden a provenir de comunidades de inmigrantes.

En todas las industrias el objetivo es elevar la productividad y los niveles de capacitación para conseguir un mayor margen. Una mano de obra más capacitada, a su vez, atrae a la región industrias de alto valor.

Según Ramaswamy del Instituto McKinsey, los verdaderos beneficios colaterales de la actividad industrial derivan de la creación de ecosistemas de alto valor. Idealmente, se crea un centro de talento y capital que produce no sólo productos sino servicios de mayor valor. Columbus, Ohio, es uno de los patrones oro para eso.

Si bien la ciudad del Cinturón Oxidado se vio perjudicada por la crisis financiera de 2008, logró crear asociaciones público-privadas que ayudaron a cubrir huecos de financiación, volver a capacitar a los trabajadores y establecer conexiones entre los educadores y los creadores de empleo. En los últimos años pasó de ser una ciudad fracasada a ser la fuente de la mayor parte de la creación de empleo nuevo de Ohio.

"La realidad es que hay una enorme región de este país que siente que DC está lleno de trepadores ventajeros que nunca construyeron nada en su vida, y que Wall Street está repleto de gente que genera escandalosas sumas de dinero, y Silicon Valley está totalmente desconectado de todo, y todos ellos están tratando de decirme cómo vivir mi vida", señaló Winthrop, que anteriormente trabajó en Wall Street y en firmas puntocom de Silicon Valley.

"Si uno deja a un lado todas las estupideces y ofensas que dice y hace Trump, el hecho es que está planteando algunas cuestiones importantes sobre cómo estamos pensando nuestra fuerza laboral, nuestros acuerdos comerciales, la OTAN y nuestras relaciones internacionales".

En 1991, los productos hechos en EE.UU. representaban más de la mitad de toda la indumentaria que se consumía en el país; hoy es el 3%, según la Asociación Norteamericana de Indumentaria y calzado.

Después de la crisis de 2008, el empleo industrial estadounidense se derrumbó, pero luego recuperó algo debido a un complejo arbitraje entre los costos laborales (que se estaban encareciendo en países como China en relación con la productividad), los mayores costos de la energía que hicieron que el transporte desde centros de tercerización en Asia sea más caro, percepciones de mayor riesgo político en zonas como el Mar del Sur de China, y la mayor demanda en México y Europa del este.

A excepción de los costos de la energía, que han caído recientemente, esos factores todavía están presentes. Muchas multinacionales han creado centros regionales en los últimos años, en vez de optar por cadenas de abastecimiento globales más baratas pero más largas que son más difíciles de supervisar.

Hay otro argumento para mantener locales las cadenas de abastecimiento: vender productos a los jóvenes que no sólo quieren ver las nuevas tendencias en las tiendas cada pocas semanas, y no cada temporada, sino que también quieren bienes cuya producción sea sustentable y ética.

Hoy en día, las empresas industriales más exitosas, sin importar su tamaño, tienden a ser de alta tecnología. Gran parte de las inversiones de Winthrop van a cosas como análisis de datos, software y máquinas nuevas. Y sus mejores proveedores son los que trabajan mayormente con equipos de avanzada.

En resumen, ese es el mayor desafío del sector industrial. Aún si vuelven los puestos de empleo a Estados Unidos, muchas de las tareas tradicionales las harán las máquinas. Habrá puestos para profesionales, para el desarrollo de software y sensores que conecten el próspero segmento de "internet de las cosas", que permitirá a los gerentes de planta seguir los ciclos de vida de los productos en tiempo real. También habrá más empleo que requiera menos capacitación, pero aún ahí los niveles de educación necesarios será superiores a medida que la industria se vuelva más mecánica.

Recuperar la actividad industrial en EE.UU. requerirá de algunas cosas que las empresas privadas no pueden hacer por si mismas como la reforma educativa, la reforma tributaria, una política industrial inteligente (construir infraestructura, compartir las mejores prácticas en las industrias y crear un entorno que promueva la inversión con más que sólo exenciones impositivas).

Las empresas se quejan de que el gobierno no capacita a la fuerza de trabajo para el siglo XXI ni apoya a las industrias del futuro. Las multinacionales pueden huir de los problemas locales, ya que colocan el capital y los puestos de empleo donde les resulta más barato. Pero finalmente eso se convierte en un juego de suma cero, tal como lo demuestra el clima político no sólo en EE.UU, sino en gran parte del mundo.

Los directivos de empresas y los políticos saben que deben hacer algo por proteger a las comunidades más golpeadas por la globalización. No todos pueden ser trabajadores del conocimiento. La gente en las Carolinas se burla de las ideas como el ingreso básico universal; numerosos estudios sobre desempleo demuestran que lo que importa es el trabajo. E incluso en un mundo globalizado, el lugar aún también importa. Eso lo que impulsa a personas como Winthrop y a las compañías con la que él trabaja a seguir adelante pese a los obstáculos.