Sostiene Martínez





Daniel Martínez es un ingeniero uruguayo de cincuenta y siete años, militante frenteamplista, que hoy se desempeña como intendente de Montevideo. Con una aprobación de su gestión superior al cincuenta por ciento, algunos sostienen que sería el candidato a presidente natural de la fuerza en la que actores políticos distintos como Tabaré Vázquez y Pepe Mujica conviven como si fueran suizos. Martínez estuvo en Buenos Aires días pasados, invitado por la Umet.


Es ingeniero, pero no se le nota. Empieza por avisar que va a hablar parado, porque ya pasó muchas horas sentado. Mientras agradece, a los anfitriones y al público, en el que se entremezclan argentinos y orientales, se arremanga. Al verlo y escucharlo, uno no puede evitar pensar que, a pesar de venir de la línea de Tabaré, su estilo personal está más cerca del de Mujica.



Relata su experiencia al frente del ejecutivo municipal, que es la excusa formal del encuentro. Dice que las fuerzas progresistas no pueden permitirse malas gestiones ni resultados mediocres, porque eso sería pasto para los otros, los que se repartieron el poder hasta 1989. Por eso recorre las dependencias públicas, viendo que todos cumplan sus obligaciones, y dedica horas y horas a revisar cada partida presupuestaria, para administrar con eficiencia. “No es plata nuestra, es de los ciudadanos. Tenemos que administrar bien”.



De a poco, corren los minutos y Martínez se anima a entrar en temas más políticos y da definiciones. Afirma que la policía de Montevideo es de las más modernas y mejor equipadas, dicho por expertos en seguridad extranjeros, que había convocado la oposición esperando escuchar otra cosa. Pero de inmediato agrega que la seguridad no puede abordarse desde una perspectiva estrictamente policial: la política de empleo e ingreso, la lucha contra la pobreza y la desigualdad, la oferta cultural y deportiva, la calidad del espacio público, el involucramiento activo de los vecinos, todos esos factores convergen a la hora de mejorar los índices de delincuencia.



Cuando ya tomó temperatura, Martínez habla como el candidato que todavía no reconoce ser. Dice que el gran desafío de Uruguay es generar valor agregado, que desde 2005 -fecha del primer triunfo presidencial del Frente Amplio- trabajan para que Uruguay deje de ser la “estancia turística” a la que lo habían reducido blancos y colorados. “Los países exitosos tienen un veintipico o treinta de exportaciones primarias sobre el total de su PBI. Valor agregado implica mejores empleos y mejores salarios. Eso no ocurre solo: requiere de un estado que tome decisiones y aliente ese proceso a lo largo de varios años. En eso estamos. Con incubadoras de empresas, con políticas de inclusión educativa. Ahora apostamos a que todos los uruguayos terminen el secundario, para que haya más ingresantes a la universidad. Hay ingenierías y carreras técnicas en las que tenemos desocupación negativa, más puestos disponibles que aspirantes.



La bestia negra en el camino de Martínez a la presidencia se llama ballotage. El sistema uruguayo exige, para ganar en primera, el cincuenta por ciento de los votos válidos más uno. Uno de sus principales hombres de este lado del charco, el organizador del encuentro, Pablo Oribe, ve un medio vaso vacío (el desgaste propio de tres mandatos consecutivos, el viento neoconservador que azota la región y la habilidad del voto anti para encolumnarse en la segunda vuelta), pero también sostiene haber seguido de cerca los casos de Argentina y Brasil. “Algo aprendimos”, dice, en ese tono sereno que es una denominación de origen.