La competencia real es una interminable lucha por el poder de monopolio

Lehman, los espíritus animales y el fracaso de los progresistas

Michael Roberts


Hace diez años, este mes de septiembre, se permitió quebrar al banco de inversión estadounidense Lehman Brothers en medio de la Gran Recesión de 2008-9. En realidad, la crisis financiera había comenzado en agosto de 2007, cuando los bancos de inversión en Europa sufrieron las primeras pérdidas. Pero la caída de Lehman es el punto de partida habitual para los estadounidenses. Para conmemorar este acontecimiento tan poco edificante, antiguos empleados de Lehman al parecer van a reunirse en una fiesta para ver como les ha ido desde entonces.


Varios autores han publicado análisis de por qué Lehman quebró y cual fue la causa de la mayor crisis financiera global en la historia del capitalismo hasta ahora. La más completa es Crashed, de Adam Tooze, que recientemente he comentado. Pero ha habido otros análisis de periodistas financieros, como el de Gillian Tett en el Financial Times, una observadora atenta de la carrera hacia el desastre, en la medida en que los bancos de inversión ampliaron su 'ingeniería financiera' con nuevas y exóticas formas de valores y 'derivados'.


Para ella, las crisis financieras como la de Lehman comparten dos cosas. “En primer lugar, el período anterior a la crisis está marcado por la arrogancia, la codicia, la opacidad - y una visión unilateral de las entidades financieras que hace que les sea imposible evaluar los riesgos. En segundo lugar, cuando la crisis golpea, hay una pérdida repentina de confianza de los inversores, de los gobiernos, de las instituciones o de los tres”. La arrogancia se convierte en su contrario; o lo que Keynes llamó los “espíritus animales'' desaparecen de repente.


Tett cita a Paul Tucker, ex vicepresidente del Banco de Inglaterra: “Hay una dinámica que empuja a la banca y a la penumbra alrededor de la banca al exceso, una y otra vez.” Así que para Tett, las crisis financieras se producen una y otra vez debido a la imprudencia y la codicia y, presumiblemente, a la falta de regulación. Pero no ofrece ninguna razón más profunda de por qué se trata de algo recurrente en el capital financiero; o por qué los 'espíritus animales' de repente se convierten en su contrario. Simplemente ocurre. Y sucederá otra vez, dice Tett como quién no quiere la cosa. Y se hace eco de este blog, al señalar que “entre 2007 y 2017, la proporción de la deuda en relación con el PIB aumentó de 179 a 217 por ciento”. Pero esta vez, la “orgía de endeudamiento no ha ocurrido en las áreas de finanzas que causaron la última crisis, como los préstamos de alto riesgo. En su lugar, el auge de la deuda se produce en empresas en riesgo y gobiernos como Turquía (que ya se enfrenta a una crisis financiera) o Estados Unidos (cuyo endeudamiento público se ha acelerado bajo la administración de Donald Trump.)”


Tett no señala ninguna causa subyacente de la crisis. Pero lo mismo ocurre con todas las explicaciones convencionales, incluidas las keynesianas, como he explicado ya en varios notas y artículos. Hau una interpretación incluso más superficial del periodista económico keynesiano Larry Elliott, en The Guardian del Reino Unido. En lugar de explicar la crisis (para la que no tiene otra explicación que la keynesiana habitual), nos dice que la verdadera tragedia fue que la 'izquierda progresista' no supo explicarla o hacer nada al respecto. Los “progresistas” para él parecen ser Obama en los EEUU y Blair/Brown en el Reino Unido - que desde mi punto de vista son muy poco 'progresistas'. Pero según Elliott el 'progresista' Obama “merece un poco de simpatía” porque no tenía una 'narrativa' o teoría clara a la que recurrir, fuese keynesiana o marxista, a diferencia de Roosevelt en la década de 1930. En realidad, la historia demuestra que Roosevelt también rechazó ambas narrativas''.


Elliott se queja de que los progresistas no han sido capaces de 'dividir los bancos'; gravar la especulación financiera; o hacer algo sobre el cambio climático. Dejando a un lado la premisa dudosa que estos 'progresistas' harían nada que pusiera en peligro los intereses del capital financiero, las 'soluciones' progresivas de Elliott todos modos están muy lejos de lo que sería necesario para detener futuras crisis financieras. ¿Por qué dividir los bancos en lugar de someterlos a control y propiedad pública? ¿Por qué gravar solo a la inversión especulativa en lugar de acabar con ella y transformar los bancos en un servicio público al igual que otros servicios esenciales? Tales medidas políticas alternativas (de la 'narrativa marxista') que he discutido en este blog en numerosas ocasiones son, evidentemente, 'demasiado progresistas' para los gustos keynesianos de gente como Elliott. En cuanto a otra cosa que le gustaría a Elliott, a saber, 'ganar la batalla de las ideas' y 'retomar el control de la forma en que se enseña economía'; tampoco mejoraría mucho la cosa (ver mis notas al respecto aquí).


También son interesantes los puntos de vista sobre lo que ha sucedido a las principales economías capitalistas desde el final de la Gran Recesión y el colapso de Lehman. En mi última nota en SP, he descrito cómo, finalmente, después de diez años, la economía de Estados Unidos se ha recuperado parcialmente en 2017-18 (aunque sólo sea desde la semi recesión de 2015-6), con un crecimiento real del PIB de casi un 3% anual, mientras que la tasa oficial de desempleo está en un mínimo histórico, y con las ganancias de las empresas disparadas gracias a los recortes fiscales de Trump, lo que ha permitido una moderada recuperación de la inversión empresarial. Argumenté que esto no va a durar. Pero otros no están tan seguros de qué va a pasar.


Noah Smith, un economista keynesiano, que escribe para Bloomberg, estima que la economía de Estados Unidos está experimentando un boom sin duda, pero no está seguro de por qué. Cree que no hay “respuestas definitivas”. Porque “fundamentalmente, los economistas no saben por qué se producen los booms”. Pero él lo intenta. Podría ser debido a un crecimiento del crédito impulsado por las bajas tasas de interés “que tienden a atraer la inversión”. O podrían ser “los recortes de impuestos de Donald Trump”. O “lo que John Maynard Keynes llamó los espíritus animales, y qué hoy en día los economistas llaman el sentimiento - fluctuaciones eventuales al azar (las crisis ocurren al azar, aparentemente, según él- MR) del optimismo y la confianza de empresarios y consumidores”.


Smith está preocupado de que todas estas posibles causas del actual 'boom' se disipen y que “el boom actual sea simplemente el final de la larga recuperación de la Gran Recesión ... Si la política monetaria y / o fiscal expansiva es lo que está haciendo aumentar la demanda, entonces es probable que con el tiempo haga que la inflación se acelere, lo que provocaría un enfriamiento restrictivo de la Fed. Si los espíritus animales se excitan y actúan, podrían dar lugar a un exceso de endeudamiento y a una crisis de la deuda y una eventual crisis económica general - de hecho, la deuda empresarial está en niveles preocupantes, en la medida en que los niveles de la deuda de riesgo aumentan y los diferenciales de crédito se estrechan“.


Concluye con la habitual explicación keynesiana mística: “Si me viera obligado a elegir una explicación general de la crisis, la que mas me gusta es la de los espíritus animales. Una confianza empresarial exuberante y la acumulación de deuda empresarial de riesgo parecen indicar que los buenos tiempos no van a durar“.


Como buen keynesiano, en general, Smith rechaza las explicaciones ‘relacionadas con la oferta' de la bonanza aparente, como innovaciones técnicas que permitan una mayor productividad; o un aumento de los beneficios como resultado no sólo de los recortes de impuestos, sino también la reducción o congelamiento de los salarios reales mediante leyes antisindicales (Trump acaba de anunciar que quiere bloquear la subida salarial prevista para empleados del gobierno federal).


Y, sin embargo una de las aportaciones más interesantes en el simposio de los gobernadores de los bancos centrales en Jackson Hole, Wyoming, la semana pasada, fue la de Alan Krueger, un economista de Princeton. Al igual que Jerome Powell, el Presidente de la Reserva Federal, hizo en su discurso, Krueger señaló que por lo general en los booms ''los salarios aumentan a medida que el mercado laboral se tensa. Pero no así esta vez: las leyes económicas convencionales como la curva de Phillips (la caída del desempleo acompaña un aumento de la inflación) simplemente no están funcionando. Los beneficios se han incrementado, pero no los salarios: en cambio, en términos marxistas, la tasa de explotación o la plusvalía han aumentado sustancialmente.


Krueger señaló que uno de los factores causales de ello ha sido la destrucción del poder de los sindicatos en el mercado de trabajo. De acuerdo con Krueger, una cuarta parte de la fuerza de trabajo pertenecía a los sindicatos en 1980. Entonces la desigualdad de ingresos en los EEUU estaba en su punto más bajo. Hoy en día, la afiliación sindical en los EEUU se ha reducido al 10,7% y si se excluye a los sindicatos del sector público, es solo un 6,5%.


El simposio de Jackson Hole también escuchó conferencias de varios economistas sobre el aumento del 'poder de mercado' (es decir, la concentración y centralización del capital) en manos de unas pocas mega empresas. Estas mega corporaciones, Facebook, Amazon, Netflix, Google, Microsoft (FANGS), etc controlan sus mercados, mantienen fuera a sus rivales y se llevan todos los beneficios. Así que tenemos sindicatos débiles, por un lado, y monopolios de compradores de fuerza de trabajo -‘monopsonios’- en el mercado laboral y fuertes empresas 'monopolistas' en los mercados de materias primas, por otro. Esta es una receta perfecta para obtener grandes beneficios y enormes tasas de plusvalía por parte de los 'ganadores' en la competencia capitalista (por ejemplo, cientos de miles de trabajadores de Amazon con el salario mínimo, mientras que su CEO Jeff Bezos 'gana' más que nadie en el mundo).


Pero un papel de John Van Reenen demostró que los enormes beneficios de los FANGS no son realmente producto de su 'monopolio', debido a la desregulación o la falta de leyes en defensa de la competencia, como muchos economistas de izquierda afirman, sino el resultado de 'globalización y las nuevas tecnologías' - una conclusión que he defendido en artículos anteriores. No es la competencia 'imperfecta' en el capitalismo lo que causa la desigualdad de ingresos y los altos beneficios, sino lo que Anwar Shaikh ha llamado la 'competencia real'. La economía capitalista no debe ser vista como una economía de mercado 'perfecta' con algunas 'imperfecciones'. La competencia real es una lucha para reducir los costos por unidad de producción con el fin de obtener más beneficios y cuota de mercado. En el mundo real, hay capitales con diversos grados de poder de monopolio que compiten y cambian continuamente de situación en la medida en que pierden su poder como monopolio a nuevos actores en el mercado y las nuevas tecnologías reducen los costes. La competencia real es una interminable lucha por el poder de monopolio (o cuota de mercado dominante) que nunca acaba en un sentido u otro.


Las conclusiones políticas de todo esto es que una mayor regulación, o la división de los bancos y las grandes corporaciones o la eliminación de la legislación anti sindical pueden ayudar a revertir un poco las tendencias al aumento de la desigualdad y del poder 'monopolista'. Pero, como la crisis financiera global y la Gran Recesión mostraron y Larga Depresión posterior confirmó, estas medidas no impedirán otra crisis y recesión, cuando los 'espíritus animales' se evaporen y el boom se convierta en una depresión de nuevo. Y de todos modos, no hay 'progresistas' alrededor para implementar tales ‘reformas’.