Mirada y narrativa del Onganiato sobre los liderazgos sindicales


La revista Confirmado, que dirigía Jacobo Timerman, muy cercana a Onganía, planteaba el 30/03/1967:

"(...) el 27 de marzo, cuando terminó la entrevista entre el secretario de Trabajo, Rubens San Sebastián, y los dirigentes de la C.G.T. un nuevo sindicalismo argentino había nacido: casi simbólicamente, el evento se producía, puntualmente, nueve meses después de haberse instaurado el gobierno revolucionario. Una enunciación anecdótica de los temas tratados aparece como poco significativa: la conferencia es apenas protocolar, rutinariamente cordial. Hay siete puntos que la central obrera plantea al secretario de Trabajo, reducidas esencialmente a tres: olvidar el plan de acción y no tomarlo como base para un ajuste de cuentas con los sectores gremiales; actualizar los salarios; coordinar la participación sindical en las decisiones vinculadas con el régimen de trabajo. El secretario no asume ningún compromiso, insinúa una nueva reunión, enuncia sus deseos de que exista un movimiento obrero unido y fuerte para beneficio del país, anticipa que el Poder Ejecutivo no intervendrá en los asuntos internos de las organizaciones laborales. Todo tan inofensivo como una limonada, en apariencia: sin embargo, en esa entrevista surgió el nuevo sindicalismo, el primer fruto concreto de la Revolución.

Durante once años, los gremios, con hegemonía peronista, se habían dedicado sistemáticamente a hostilizar a todos los gobiernos: Lonardi, Aramburu, Frondizi, Guido, Illia fueron jaqueados por un justicialismo sindical que sólo parecía tener capacidad para destruir, perturbar, irritar. Esa táctica sin estrategia era profundamente incoherente: los jerarcas argentinos no adhieren a la concepción marxista de la lucha de clases ni aspiraron nunca a la captura del poder por vía violenta para establecer una dictadura proletaria. Casi trade-unionistas, casi social-demócratas con características sudamericanas, se preocupaban por el desarrollo de las obras sociales, las policlínicas, los campos de recreación para sus afiliados. Pero, controlados por el peronismo, hostigaban sistemáticamente a los gobiernos y perjudicaban a los empresarios, sin querer hacerlo, en planes de lucha que iban dirigidos contra los equipos políticos en el poder. (...)".

"(...) El proceso parece conducir inexorablemente al relevo de la mayoría de los directivos del Comité Central Confederal, a un congreso extraordinario cegetista. El centro de gravedad pasará, además, de la Unión Obrera Metalúrgica (Augusto Vandor) a Luz y Fuerza (Juan José Taccone) y el cegetismo trazará una estrategia de participación. El desplazamiento de los metalúrgicos en favor de Luz y Fuerza responde a razones políticas elementales: el gremio de Vandor aparece con una imagen muy politizada, estuvo muy jugado con los planes de lucha, fue demasiado tiempo el eje de las hostilidades; sólo Luz y Fuerza, entidad no adherida formalmente a las 62 Organizaciones pero con una posición afín, puede ocupar su lugar dentro de la tendencia mayoritaria del gremialismo. Existe una circunstancia complementaria: el retiro de Vandor, en el sindicato metalúrgico, es muy costoso organizativamente y aparece como poco probable, pero sin ese retiro, la UOM no puede ya tomar la iniciativa; el relevo voluntario de Juan José Taccone no perturba la estructura interna de Luz y Fuerza. (...)".