Trump militariza la policía

Obama había limitado arsenal policía. Estalla caso Tillerson
 
Trump condenó violencia racista en Charlottesville


Los policías estadounidenses podrán ser nuevamente armados y equipados como verdaderos soldados en guerra: fusiles de asalto, lanzagranadas, ropa mimética y medios acorazados. Estarán en las calles, en resumen, como en un campo de batalla. Con el riesgo, denuncian asociaciones de derechos civiles, de alimentar las crecientes tensiones sociales.
El vuelvo estaba en el aire, luego que el presidente Donald Trump lo mencionó durante la campaña electoral, incluido en el eslogan 'law and order'. Ahora llegó el anuncio del secretario de Justicia, Jeff Sessions, en un momento muy delicado, en el cual las numerosas almas de un Estados Unidos cada vez más dividida vuelven a enfrentarse en las calles y en las plazas del país, como no sucedía hace décadas.
Y así bajo las manos de Donald Trump se disuelve otro pedazo de la herencia de Barack Obama, que después de los desórdenes de Ferguson decidió, en 2015, poner por decreto límites a los arsenales de las fuerzas del orden a nivel estado y local.
La decisión fue tomada en medio de la ola de polémicas por una policía demasiado violenta y sobre la huella de los crímenes de ciudadanos afroestadounidenses de parte de policías de gatillo fácil.
Una norma que Obama había motivado con la necesidad de "pacificar" el clima, sobre todo interno de las comunidades más pobres y más molestas de las grandes metrópolis habitadas en gran parte por las minorías étnicas y religiosas.
Pero para Trump "militarizar" las fuerzas de policía es una necesidad.
"Estados Unidos se encuentra frente a una batalla librada sobre más frentes: desde el aumento de los crímenes violentos a una escalada de las actividades de las bandas, por una epidemia de los opioides a la lucha contra el terrorismo. El crimen no se volverá una normalidad", dijo Sessions.

En tanto crecen los malhumores internos de la administración, involucrando a algunas de las figuras claves del gobierno.
Se habla de hecho de "mal de panza" de parte de personajes del calibre de Rex Tillerson o James Mattis, respectivamente jefe de la diplomacia y número uno del Pentágono. El 'caso Tillerson' estalló después de una entrevista concedida por el secretario de Estado el fin de semana pasado sobre los valores norteamericanos y la violencia racista de Charlottesville. En la entrevista Tillerson afirma que "el presidente Trump habla por sí mismo".

Palabras que marcan una distancia significativa entre los dos y que -cuentan los bien informados- hizo enfurecer literalmente al magnate, ya irritado por la posición demasiado 'establishment style' del ex CEO de Exxon Mobil. Y así vuelven los rumores sobre un posible reemplazo de Tillerson con Nikki Haley, la embajadora de padres indios (sikh) y "brazo armado" de Trump en la sede de las Naciones Unidas.

También corre el riesgo de quebrarse el cerco de los generales que rodea al presidente, con algunas de las recientes declaraciones del secretario de Defensa, James Mattis, interpretadas como críticas veladas a una línea de la Casa Blanca considerada poco clara.