A 20 años de la Alianza, la apuesta electoral que terminó en colapso

Estuvo integrada por la UCR y el Frepaso, un frente de partidos de centroizquierda



Por Juan Piscetta


La Alianza para el Trabajo, la Justicia y la Educación se anunció oficialmente el 4 de agosto de 1997.



Era otro país. El dólar 1 a 1 era un consenso social extendido en gran parte de la población y había permitido salir de la hiperinflación de los años ochenta, lo que habilitó a Carlos Saúl Menem un gobierno de 10 años. El trauma económico de 1989, que provocó una disparada inflacionaria del 2000 por ciento, parecía lejano. Transcurría el año 1997 y una UCR renovada, en conjunto con un pujante Frente País Solidario (Frepaso) de Carlos "Chacho" Álvarez, se lanzaba públicamente un 4 de agosto a una nueva aventura cuyas consecuencias se extienden a la actualidad. Los últimos detalles del acuerdo se habían cerrado dos días antes en el departamento del radical Federico Polak, de Avenida del Libertador. Allí quedó establecido que la coalición será conducida por el "Grupo de los Cinco": Raúl Alfonsín, Chacho Álvarez, Fernando De la Rúa, Graciela Fernández Meijide y Rodolfo Terragno.



Pero la "ilusión", como definió Meijide al experimento aliancista en un libro biográfico, iba a terminar en la crisis política y social más catastrófica de la historia de la democracia criolla.



En otro episodio circular de la historia argentina, el gobierno que le sucedería en 1999 a la gestión de Carlos Saúl Menem enfrentaba una "pesada" herencia. Un déficit fiscal creciente, una deuda externa galopante, una intensa presión de organismos como el FMI y el Banco Mundial y acreedores extranjeros, y una economía en recesión. Todo ello en el marco de un acelerado empobrecimiento de las condiciones de vida de millones de personas, que habían perdido su trabajo o habían visto reducir el poder adquisitivo debido a una serie de reformas económicas de cuño neoliberal que, tras un inicial despegue y relativa estabilidad al comienzo de los años noventa, empezaban a quedar de manifiesto sus límites.



La creación de la Alianza por el Trabajo, la Justicia y la Educación fue muy trabajosa desde el comienzo. Tuvo un primer antecedente provincial en 1995, con un frente que consagró como gobernador de Chaco a Ángel Rozas. En esa ronda electoral, Menem obtuvo la reelección con el 49% de los votos, quedando en segundo lugar el Frepaso con el 29% de los sufragios, mientras que en el tercero quedó la UCR con el 17 por ciento. Desde entonces, ambas fuerzas comenzaron un proceso que demandó tres años hasta alcanzar un acuerdo nacional. Su principal impulsor fue Rodolfo Terragno, pero había resistencias tanto del frente de centro-izquierda como al interior de un núcleo dirigente "oficial" del partido de Hipólito Yrigoyen.



"En el Congreso, los legisladores veníamos teniendo acuerdos hacía bastante tiempo, concordábamos con las leyes y políticas que se debatían, y naturalmente convergíamos en los mismos intereses y propuestas en los temas sobre corrupción. Era casi natural que fuéramos derivando un proyecto común", contó Meijide a este medio. "Nuestras necesidades, las del Frepaso, eran territoriales, siendo un partido muy nuevo no tenía ese desarrollo, mientras que el radicalismo sí tenía. Nosotros veníamos ganando posiciones al radicalismo en cada elección. Si hubiéramos ido solos en 1999 no sé si hubieramos ganado", añadió. El peso de los acontecimientos los llevó finalmente a confluir.



Finalmente, De la Rúa quedó como candidato a presidente hacia 1999, tras vencer a frepasista Meijide en las elecciones internas de la coalición. Con "Chacho" Álvarez como postulante a la vicepresidencia, la Alianza obtuvo el 48% de los votos al ganarle al binomio peronista constituido Eduardo Duhalde y Ramón "Palito" Ortega, que obtuvo el 38 por ciento.



Hay varias curiosidades de actualidad sobre aquel frente electoral. Álvarez logró reunir y despertar la atención y entusiasmo de cerca de 80 intelectuales, entre los que figuraban Beatriz Sarlo, José Nun, Torcuato Di Tella y Juan Carlos Portantiero. Además, en las filas del gobierno hubo altos funcionarios que hoy en día ocupan cargos de poder destacados en la gestión de Cambiemos, como Patricia Bullrich (Ministerio de Trabajo), Hernán Lombardi (Secretaría de Turismo), Darío Lopérfido (Secretaría de Cultura), aunque también revistaron dirigentes del kirchnerismo, como Nilda Garré (viceministra de Interior) o Diana Conti (subsecretaria de Derechos Humanos).



Afiche de campaña de la Alianza.



Uno de los principales problemas que debía afrontar el nuevo gobierno era la gestión de la convertibilidad, un esfuerzo costoso que requería ingentes cantidades de dólares en las reservas del Banco Central. En la campaña electoral de 1999, Duhalde propuso una devaluación como salida del modelo económico en declive. Al interior de la Alianza, Terragno era de los pocos que compartían esta visión desde mucho antes: llegó a confrontar públicamente con el entonces ministro menemista de Economía Domingo Cavallo y con De la Rúa en las internas de la UCR por la rigidez del tipo de cambio.



Ya como jefe de Gabinete en el gobierno aliancista, Terragno creyó que podía torcer la opinión mayoritaria del Gobierno. En 1999 había encargado al economista Daniel Montamat un análisis de prospectiva que incluía varibles como el presupuesto, déficit, deuda, entre otros puntos, y que buscaba determinar cuánto aguantaría la convertibilidad sin implementar un cambio de rumbo. La conclusión del estudio era que se produciría una gran crisis, la cual podía evitarse con una devaluación menor a la que se produciría en 2002.



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Sin embargo, en el Gabinete había numerosos economistas que tenían prestigio entonces y que estaban en contra del fin de la paridad, entre ellos Ricardo López Murphy (Defensa), Juan José Llach (Educación), Adalberto Rodríguez Giavarini (Relaciones Exteriores) y José Luis Machinea (Economía). Además, el voto había acompañado la manutención de la paridad cambiaria, una de las garantías de la candidatura de De la Rúa. También estaba de acuerdo con conservarla "Chacho" Álvarez.



"Menem había ganado anteriormente con el 'voto licuadora' y la clase media se había endeudado con créditos en dólares. El riesgo era que con la salida del dólar y la paridad nuestros votantes se sintieran defraudados. Visto a la distancia, tendríamos que haber tenido el coraje, pero no se pudo convencer a nuestros ministros de Economía", recordó Meijide.



Bloqueada la posibilidad de ponerle fin a la convertibilidad, la única vía que concebía la Alianza era el endeudamiento y el ajuste en el Estado. Con un peso sobrevaluado y con costos internos altos en dólares, se impedía una mayor recaudación fiscal a través de las exportaciones. Así, la solución era reducir los costos en pesos, que equivalía a reducirlos en
dólares. La ecuación del Gobierno daba como resultado la reducción de los salarios.



"La Alianza trataba de mantener 'lo bueno' del modelo económico de los noventa (la estabilidad de precios) despojándolo de 'lo malo' (la corrupción). Nosotros podríamos decir que era la crónica de una muerte anunciada: fue un intento desesperado por superar la crisis económica salvando la convertibilidad y el tipo de cambio fijo", reflexionó Sebastián Salvia, sociólogo UBA, doctor en Ciencias Sociales e investigador del Conicet especializado en el estudio del régimen económico de los noventa.



"Buscaron ordenar las cuentas públicas -continuó-, mediante la baja del gasto público, la suba de impuestos y el aumento del crédito externo al país. E intentó recuperar la ganancia empresaria mediante la flexibilización laboral y la reducción nominal de salario, como forma de estimular la inversión y reactivar la economía".



Ninguna de las señales enviadas al "mercado" habilitaron la ansiada recuperación. "La Alianza generó la más acelerada pérdida de legitimidad de un gobierno desde el retorno de la democracia, abandonándolo en medio de una insurrección popular, a la que no pudo contener ni siquiera declarando el estado de sitio", sostuvo Salvia.







La renuncia de Chacho y el comienzo del fin



El 6 de octubre de 2010, diez meses después de ganar las elecciones, el vicepresidente Chacho Álvarez presentó su renuncia de manera unilateral e indeclinable a De la Rúa. La razón fue el escándalo en el Senado en torno a la Ley de Reforma Laboral -bautizada como "Ley Banelco"- a raíz de las denuncias de sobornos y compra de votos de los legisladores con fondos irregulares de los servicios de inteligencia. Con la venia de la oficialista CGT de Rodolfo Daer, la norma se proponía flexibilizar la Ley de Contrato de Trabajo, con la fijación del período de prueba de tres meses y su ampliación a seis, la descentralización de los convenios colectivos y la caída de los convenios de ultraactividad, entre otros puntos.



La renuncia de "Chacho" fue inconsulta y sorprendió al pleno del "Grupo de los Cinco". "A partir de ese momento lo que hubo fue tratar de aguantar internamente. La decisión fue que no saliera el Frepaso de la coalición, sino solo Chacho", contó Meijide. Pero la dimisión generó un efecto dominó en el que renunciaron otros funcionarios del Gobierno nacional y habilitó a una pronta recuperación del PJ. Más adelante, con el aumento de los recortes en Educación y la profundización del ajuste ortodoxo de la mano del regreso de Cavallo como ministro de Economía, Terragno, Meijide y otros más darían un paso al costado.



En simultáneo, el descontento social iba en franco crecimiento. El Movimiento de Trabajadores Argentinos (MTA) de Hugo Moyano, la CTA y los movimientos piqueteros y de trabajadores desocupados fueron alcanzando un protagonismo mayor ante el aumento sideral de la pobreza y la crisis en el mercado de trabajo. Pero lo que "cambió brutalmente la situación", según Meijide, fue cuando ganó George Bush las elecciones de Estados Unidos. "Los organismos internacionales de crédito nos venían prestando con la gestión de Bill Clinton. Cuando se define el blindaje financiero en 2001, inmediatamente el secretario del Tesoro norteamericano Paul O'Neill anuncia que los plomeros de Estados Unidos no van a pagar las deudas de los países deudores", afirmó la ex frepasista.



Lo que vino después fue una espiral que recrudeció la economía y produjo una intensificación de la escalada de la protesta social. La aprobación de la Ley de Déficit Cero a mediados de 2001 provocó un ajuste tal que implicó una caída del PBI del 10,5% en el cuarto trimestre de ese año. El enojo social se manifestó en las elecciones legislativas de octubre, con la irrupción del "voto bronca" en todo el país. Más de 10 millones de argentinos, aproximadamente la mitad del padrón, optó por no elegir a ningún candidato sino votar en blanco, anular su sufragio o directamente no participar del proceso electoral.







Finalmente, la imposición del "corralito" el 2 de diciembre de 2001 por Cavallo, con la consiguiente incautación de los depósitos de los ahorristas y la delcaración del estado de sitio generaría una protesta masiva que terminaría de manera trágica con la represión del 20 y 21, que dejó un saldo de 39 muertos y centenares de heridos.



"Veinticinco días antes de la represión tuve una charla con De la Rúa. Le di varias propuestas para salir de la crisis, como la conformación de un gobierno de unidad nacional con el PJ y que se diera una asignación por hijo a las familias más desprotegidas, de una suma de 250 pesos dólares. Cuando estalló el estado de sitio, no estaba en el país, sino en la casa de una amiga. Volví enseguida pero ya no podía hacer nada, estaba fuera del Gobierno hace rato. Lo viví como una enorme frustración", relató Meijide.




"La catástrofe generada por la Alianza permaneció presente mucho más allá del fin de su Gobierno. La economía tardó años en recuperar el nivel previo, al igual que los índices de desempleo y pobreza. El default pudo ser superado en tres etapas en 2005, 2010 y 2016. Y es dudoso que el sistema de partidos políticos se haya recuperado en algún momento", completó Salvia.