La caída en la construcción y la pérdida de poder adquisitivo de la clase media golpean fuerte a los sectores más vulnerables
El avance de la precarización laboral y el desempleo hacen mella en la Región
Hasta agosto pasado, Esther Avila (65) “cuidaba a una mujer: una señora mayor que quedó viuda y tiene problemas de salud”. Sus hijos, que la habían contratado porque “querían a alguien de confianza”, le pagaban unos 4 mil pesos por mes. Pero ese dinero, que constituía para ella su principal fuente de ingreso, es algo con lo que ya no puede contar. “Ahora me llaman de vez en cuando para que la acompañe algunas noches y sólo en casos de emergencia: me dijeron que ya no pueden pagarme tanto”, explica Esther.
A la par de la pérdida de poder adquisitivo de la clase media y la caída en el sector de la construcción, los casos como el de esta vecina de Los Hornos se han vuelto algo habitual. Sociólogos, dirigentes gremiales y referentes barriales coinciden al señalar que a lo largo del último año el desempleo y la precarización laboral han seguido avanzando en la Región, como en el resto del país.
“Entre que se bajaron cooperativas que estaban contratadas por la Municipalidad y cayó la construcción, mucha gente que el año pasado estaba haciendo changas de mantenimiento, albañilería y pintura, este año volvió al carro”
“Mucha gente que venía haciendo changas está desesperada porque no le sale trabajo; señoras que estaban empleadas en casas de familia o cuidaban abuelos ya no lo hacen más porque sus patrones no pueden pagarles. Vecinos que trabajaban en la Municipalidad y se quedaron sin contrato se juntan entre varios para armar pequeños emprendimientos de subsistencia, como la venta de productos de limpieza al por mayor: Todos los días te enterás de un caso nuevo”, cuenta Andrea Corbalán
Titular de Manos Solidarias, una ONG que brinda apoyo escolar y ayuda social a chicos en Altos de San Lorenzo, Andrea reconoce que no es la primera vez en su vida que ve algo así, pero “nunca había sido tan vertiginoso”. “Este año fue como que pasó un huracán y arrasó. Mucha gente no sabe qué hacer para salir adelante y se han vuelto a ver chicos revolviendo contenedores de basura para comer: llena de tristeza el corazón convivir con tanta necesidad”, dice.
DE LA CHANGA AL CARRO
Aunque solía trabajar como peón en el Hipódromo, Juan Carlos Gutiérrez volvió este año a cartonear porque “no se consigue laburo”. Y su hermano Jonathan, que nunca dejó el cartoneo, hoy lo tiene como única actividad. “Antes laburaba de albañil y a la noche salía con el carro, pero ahora casi no salen changas de construcción”, dice Jonathan, que reconoce enfrentar en la calles de La Plata una competencia cada vez mayor. “En el último año aumentó un montón la cantidad de gente que está cartoneando: donde antes venías un carro ahora ves dos o tres”, asegura.
“En el último año el número de familias que viven del reciclado en la Región se duplicó: de las cerca de 1.500 que había en 2015 pasamos a tener unas 3 mil”, confirma Rodrigo Bernales, dirigente Movimiento de Trabajadores Excluidos Juan Grabois, una organización que el jueves pasado movilizó decenas de carros hasta la Municipalidad de La Plata para exigir que no les pongan obstáculos a su actividad.
“Entre que se bajaron cooperativas que estaban contratadas por la Municipalidad y cayó la construcción, mucha gente que el año pasado estaba haciendo changas de mantenimiento, albañilería y pintura, este año volvió al carro, a caballo o a mano. La situación de los sectores más vulnerables es también la más crítica: porque por cada empleo formal que se pierde, desaparecen otros tres o cuatro informales”, cuenta el dirigente cartonero, quien explica que la caída del consumo también produjo una merma de cartón en la calle y una jornada entera de cartoneo hoy deja con suerte 150 pesos.
Si bien las últimas cifras difundidas este año por el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos muestran que la situación del desempleo en el Gran La Plata –con un 6,9% de desocupación o 27 mil trabajadores desocupados- no sería tan sería como en Mar del Plata, el Gran Buenos Aires y otros centros urbanos del país, la estadística oficial requiere una salvedad: para el INDEC quienes tienen planes de trabajo no son “desocupados” y en La Plata habría hoy unas 30 mil personas en esta situación.
EN TODO EL PAIS
En la Provincia de Buenos Aires “la caída de la actividad económica, sobre todo de la construcción, que se desmoronó en el segundo semestre, tuvo un fuerte correlato en la caída del empleo privado. Entre diciembre del año pasado y hoy se perdieron alrededor de 4 mil puestos por mes. Se trata en su gran mayoría de empleos en la construcción, en el sector manufacturero y, pese a la quita en las retenciones, también en el sector agropecuario. El único ámbito donde el empleo se mantuvo y hasta hubo cierta recuperación fue el sector de servicios, lo que habla de una reorientación de la economía desde lo industrial a los servicios”, explica Gastón Ghioni, Coordinador del Observatorio de Trabajo del Instituto para el Desarrollo de la CTA provincial.
Aunque tal vez más golpeada que otras provincia por tener un perfil más industrial, Buenos Aires no es una excepción. El desempleo y la precariedad laboral que afectan a buena parte de los argentinos desde hace años siguió acentuándose este 2016 en todo el país. Mientras que cerca del 10% de la población económicamente activa sigue estando desempleada, otro 54,1% no logra acceder tampoco al mercado laboral de calidad, ya sea porque se encuentra subocupada o porque realiza empleos precarios para subsistir.
La cruda estadística surge de un estudio de la Universidad Católica Argentina difundido el jueves pasado por investigadores del Observatorio de la Deuda Social. De acuerdo con ese trabajo, realizado en centros urbanos durante el tercer trimestre de este año, el 45,5% de las personas ocupadas sólo consigue llevar a su casa 6.300 pesos por mes.
Presentado por el rector de la UCA, Monseñor Víctor Manuel Fernández, y el director del Observatorio, Agustín Salvia, el informe revela una cifra de desocupación levemente mayor a la oficial. Y es que contra los datos difundidos por el Instituto Nacional de Estadística y Censos durante el tercer trimestre –que señalaban una baja al 8,5% con respecto al 9,3% del trimestre anterior- el informe estableció un 9,9% de desocupación en el país.
Considerando que la población económicamente activa de Argentina ronda hoy las 18 millones de personas, ese 9,9% de desocupación representa nada menos que la realidad de 1.782.000 compatriotas.
TRABAJO DE BAJA CALIDAD
Como muestra el informe difundido el jueves por la UCA, “entre el cuarto trimestre de 2015 y el tercer trimestre de 2016 se confirma una caída del empleo pleno (1,6 puntos porcentuales), incluso en el empleo precario, teniendo como correlato un aumento en el subempleo inestable y –aunque estadísticamente no significativo- en la tasa de desempleo abierto”.
Según la encuesta de la Deuda Social Argentina, el 18% de la población económicamente activa está “subocupada en actividades de baja remuneración, alta inestabilidad o participa de programas de empleo” y el 30,7% tiene un empleo regular pero sin vinculación con la seguridad social”. Sólo el 41,4% de los trabajadores “posee un empleo asalariado o no asalariado con calidad plena de derechos laborales”.
El informe señala además un “aumento significativo” en el riesgo de desempleo -es decir, el haber estado desocupado al menos una vez en el último año- que pasó del 24,9% al 27,7%, como así también de la “percepción de los ocupados de considerar altamente difícil conseguir un empleo similar en caso de perder su actual trabajo” que pasó de 84,5 a 88,1% en las principales ciudades de nuestro país.
“Este año el empleo pleno de derechos descendió del 43 al 41,4% y eso se debió al fuerte incremento del subempleo inestable que comprende a las personas ocupadas en trabajos temporarios o changas de baja remuneración, y que subió del 15,6% al 18%, en un contexto donde también aumentó la desocupación del 9,4 al 9,9%. No estamos ante una explosión de la desocupación, sino ante un estancamiento que produce una degradación de los empleos existentes”, explicó el director del Observatorio de la Deuda Social, Agustín Salvia.
A su entender, lo que ocurrió es “resultado de un modelo económico-productivo desequilibrado con efectos de exclusión y desigualdad a nivel socio-laboral”. Y por eso, “aunque vengan inversiones, no habrá derrame hacia los sectores menos dinámicos si no hay políticas activas de desarrollo local-regional hacia el sector informal y las economías sociales”, sostuvo el investigador.
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